Protagonistas del siglo XX: Conversación con Luis Alberto
Sánchez
En esta nueva entrega de una serie conversaciones con los
protagonistas del siglo XX, les presentamos un resumen en video y la
transcripción completa de una conversación con Luis Alberto Sánchez realizada
el 6 de febrero de 1984
Mario Castro Arenas: Doctor Sánchez, quisiéramos reconstruir,
con usted como guía, las circunstancias de su nacimiento, su ambiente familiar,
la Lima de 1900 a la que usted abre los ojos.
Luis Alberto Sánchez: La verdad es que sobre eso soy un
testigo malo porque, habiendo sido víctima del parto, no soy testigo de él. Pero,
de todos modos, mis padres pertenecieron a una familia de clase media,
“bastante clase media”. Yo nací en una casa grande, tres patios, con plantas en
todos los jardines, pero una casa ruinosa, hecha en 1876 según decía un rótulo
de hierro en la reja. Y mi familia vivió en esa casa prácticamente desde poco
después de la guerra, hasta el año 16, De manera que yo soy un hijo de la calle
de “Monopinta 774”, donde nací, y donde está hoy día la Mutual Santa Elisa. Yo
desciendo de español, prácticamente. Supongo que mi abuela materna tiene alguna
sangre peruana. Vivía en Concepción, cerca de Jauja, y apellidaba Patiño, pero
un pariente me hizo ver que los Patiño son gallegos y tienen cinco blasones que
son “patillos”. La verdad. Un blasón con patillo no es algo que me entusiasme o
me moleste. Pero todos los demás son españoles.
MCA: Su bisabuelo fue don Juan Sánchez Vivor y Banda, natural
de Extremadura. ¿Cuál es el recuerdo que tiene de su bisabuelo?
LAS: Ninguno. Solamente lo que ha dicho mi abuelo. Era un
hombre chiquito, comerciante y vendía toda clase de cosas en una especie de
bazar. Primero estuvo en Ayabaca, vino de España. De allí paso a Lambayeque
donde se casó con la señora Calderón, que era hija de español y hacendada. Ahí
ejerció su negocio hasta que murió. Tuvo sus hijos en Lambayeque, tres hijos.
El mayor era Natalio, que murió en la Batalla de Miraflores; el segundo
Rosendo, que era mi abuelo paterno y el tercero Leopoldo, mi abuelo materno.
Fue capitán de navío, héroe de Abtao y del Dos de Mayo. Fue segundo de grado en
el Huáscar y lo comandó una vez, según se ve en los documentos autógrafos de la
hoja de servicio. Llevó a Bolognesi hasta Arica y trajo el primer cargamento de
armas de la época del 79, según consta en su memoria y está en el libro de
Aurelio Miró Quesada sobre su familia y que cuenta este hecho.
MCA: Usted pudo nacer en Lambayeque. ¿Qué determinó a su
padre o abuelo el venir a Lima?
LAS: Es que lo nombraran funcionario del Banco de Lima, que
funcionaba en el Callao. Se vino mi abuelo y así mi padre nació en Lima. Mi
abuela vino con el vientre henchido de mi padre. De manera que nació acá pero
fue concebido en Lambayeque.
MCA: ¿Y usted alguna vez ha regresado a Lambayeque buscando
la genealogía familia?
LAS: No, porque la tenía en casa. Yo sé que era pariente de
medio Lambayeque. Mi abuela hablaba de los Salcedo, de doña Pepita Nula, que
también era su pariente, de las Clavero, de los Muro y de los Aurich, en fin,
de todas las familias lambayecanas que se reunían a menudo en casa de mi abuela
y mi abuelo. Mi abuela era la amigota de las provincianas y mi abuelo, más bien
algo bohemio. Trabajaba en sus cosas y caminaba por el centro.
MCA: Es curioso, porque usted sabe que mis raíces también son
lambayecanas. Aunque yo no viví en Lambayeque, pero sí en Chiclayo por un poco
tiempo, he crecido oyendo hablar de las familias Muro, de los Aurich, de los
Zapata con los cuales tengo vinculación familiar, y hasta con los de la Piedra,
y de los Muga. ¿De ese origen familiar quizá nació su vinculación de amistad
con don Augusto Leguía, que también fue lambayecano?
LAS: Más bien con doña Panchita Iturregui, que fue muy amiga
y que se casó con Germán Leguía y Martínez, a quien conocimos cuando yo tenía
tos convulsiva y fuimos a Miraflores, donde vivía don Germán, que era muy
pobre. Tenía 5 ó 6 hijos y era maestro de escuela, poeta. Había sido diputado
durante el contrato Grace y lo sacaron por ello en el año 88. Era un hombre
rebelde por naturaleza, muy alto, muy bondadoso y muy irónico. Me parece verlo
y oírlo por el 19, cuando conversaba mucho con él. Más bien fuimos más amigos
de los Iturregui y los Leguía Martínez, pero mi abuela sí era amiga de doña
Carmen Salcedo, que era la madre de Leguía. De manera que esa vinculación
existía.
MCA: Podríamos hacer directamente unos medallones familiares
de Natalio, de Rosendo y de Leopoldo, que son personas que dejan huella en la
historia del Perú.
LAS: Bueno, Natalio fue abogado y no sé si diputado o
propietario suplente. Se casó con una muy bella lambayecana de apellido Pastor,
que yo conocí ya anciana, viuda de Basadre, porque se casó con don Enrique
Basadre en segundas nupcias y después de la muerte de Natalio Sánchez. Era
realmente muy bella mujer. Son los Sánchez Pastor: una casada con Roberto
Letts, madre de Roberto Letts Sánchez y abuela de Ricardo. La otra se casó con
Cisneros. Virginia Sánchez Pastor y Máximo Cisneros, padre de Mañuco, de Pepe,
de Machi, de Hortensia, de Susana, de Watson, etc. La otra se casó con Diaguno,
que fue padre político de Sassone. La otra con Del Solar.
Natalio, era el hijo que se casó con Teresa Carvallo, hija
del doctor Constantino Carvallo, creo que tenía vinculación con el almirante
Natalio Sánchez Carvallo. Murió en la Batalla de Miraflores; estuvo en la
reserva y lo mataron estrellándole la cabeza sobre una cureña de cañón. El
abuelo Rosendo fue a buscar entre todos los muertos sus restos en Miraflores y
consiguió enterrarlo. En esa ocasión logró tratar a Lynch o a Baquedano, uno de
ellos. Mi abuelo Rosendo era otra cosa: contador como su padre don Juan y fue
empleado del Banco del Callao. Lo recuerdo como un hombre algo corto de
estatura, de cara muy bondadosa, ojos azules, absolutamente azules, tez blanca,
socarrón, muy lector del francés. Con él aprendí francés antes que en el
colegio. Me hizo traducir de muy niño una obra de Francisco de Salignac de la
Mothe, “Fénelon”, así como también parte de “Las Armonías Poéticas” de
Lamartine, de las que yo conservaba hasta hace poco un volumen. Un gran lector
de francés y de las novelas naturalistas de Zola, que mi abuela perseguía.
El otro hermano fue Leopoldo, mi abuelo materno, el menor de
ellos, e hizo muchos viajes. Estuvo en la China con su hermano Rosendo, cuando
tenía 18 ó 20 años. Fue cadete desde los 14. Su foja de servicio está en el
Museo Naval. Luego anduvo trayendo barcos de Inglaterra. En la Batalla de Abtao
combatió en su barco como Teniente Primero y tengo un certificado donde consta
eso. Luego en Dos de Mayo y después estuvo trabajando con Malinowski en el
Ferrocarril Central, porque era bastante buen técnico en Ingeniería Naval, que
luego se convirtió en Ingeniería Civil.
Durante la guerra estuvo a cargo como Comandante del
“Talismán” y a Bolognesi lo llevó a Arica. Trajo armamentos y fue segundo de
Grau antes, cuando tomó La Independencia como buque Insignia. Dejó el Huáscar
por unos días y mi abuelo tomó el cargo poco antes de la guerra. Después estuvo
muy comprometido con la fábrica de explosivos para volar la flota chilena que
estaba en el Callao, durante la ocupación. En eso, con el segundo José Gálvez y
con el Capitán Carlos Bondi, que es abuelo de Salazar Bondi, hicieron los
explosivos y tuvieron el intento de volar los barcos chilenos. Después de eso,
vino una época de relax.
MCA: ¿Él estuvo al mando del Huáscar en la aventura de
captura del barco inglés El Talismán?
LAS: No estuvo exactamente. Bueno, no estoy seguro. Pero creo
que de segundo sí. Tendría que ver su hoja de servicios que está escrita por el
almirante Villar de puño y letra en el Museo Naval y tengo una copia en mi
estudio.
MCA: Usted es Sánchez y Sánchez ¿Cuál es la relación familiar
entre sus padres?
LAS: Primos hermanos. Mi madre era hija de Leopoldo el marino
y mi padre era hijo de Rosendo, razón por la cual tengo la retina pigmentosa.
MCA: ¿Cómo sería una explicación sumada a un término
biológico o médico?
LAS: Esa es una enfermedad muy frecuente entre los primos
hermanos. Enfermedad a la vista casi en un 80%. Así que no tengo más que
agradecerle a mis padres que me dieran vista hasta los 79, 80 años. Ahora creo
que voy a recuperar un ojo.
MCA: Usted, en testimonio personal, cuenta de manera muy
sabrosa el incidente de Rosendo Sánchez con Piérola que, en un arrebato muy
típico en él, lo arrestó por desacato.
LAS: Sí pues. Rosendo era pagador del Ejército, Comisario de
Guerra y estuvo en el Alto de la Alianza. Por cierto, y por lo que me contaba,
tenía un miedo al estar encima del caballo, porque llovían las balas y no le
quedaba más remedio que seguir montado. Decía que era mala suerte. Felizmente
no le sucedió nada. Un viejo muy honrado, sumamente honrado, y cuando estuvo
pagando a las tropas, acá en Lima, encontró irregularidades. Pidió una
audiencia a Piérola, que estaba en la calle Shell donde tenía su Cuartel
General. Es que confiaba muy poco de su Secretario de Marina, que era hermano
de Piérola. Lo fue a ver y le dijo su preocupación. Piérola le dijo “¿Yo le he
preguntado algo señor Sánchez?”, “no señor, vengo a decírselo”. Y Piérola
“Entonces ¿por qué me cuenta lo que yo no le he preguntado? ¡Eso es desacato y
queda arrestado!”. Por eso no estuvo en Miraflores, porque lo mandaron
arrestado a su casa.
MCA: De hecho Rosendo es el que alienta su vocación
literaria, pero un poco como si fuera algo prohibido a espaldas de las abuelas,
al leer al entonces satanizado Emile Zola.
LAS: Sí, y no solo eso, sino que también, cuando estaba en la
universidad y escribí mi primer trabajo sobre Besant, él lo quiso leer primero.
Y cuando escribí sobre Montaigne, también. De manera que me lo devolvía, y me
daba su visto bueno. Él era buen lector de Montaigne, lo conocía bien.
Realmente me alentó mucho hasta hace un poco. Antes de cumplir los 18 años.
MCA: Usted tiene relación con los Cisneros Sánchez, y los
Cisneros están entroncados con la familia que funda Luis Benjamín Cisneros?
¿Cómo es la relación? ¿Cómo es el entronque ahí?
LAS: No estoy muy seguro cómo es el entronque. Son dos ramas
de Cisneros un tanto distantes, pero son parientes. Eso sí, unos son de
Trujillo y otros de Lima.
MCA: Pero, ¿no son los Cisneros Sánchez descendientes directos
del “poeta romántico”?
LAS: No, porque el poeta romántico era Benjamín, hijo de
Nicolasa Cisneros y de Roberto Benjamín. Por eso es que los primeros Cisneros
se llamaron Benjamín: Luis Benjamín, Luciano Benjamín. Porque eran Benjamín de
apellido. Bueno, pero ese apellido fue supeditado por el apellido Cisneros de
la madre y que tenía mas prosapia limeña y castellana.
MCA: Creo que el apellido Benjamín es de ingleses, de la isla
de Malta…
LAS: Creo que sí. Con un dejo hebreo, me parece.
MCA: Que quizá, en esa época, no era de muy buen tono sacar a
relucir.
LAS: La partida de matrimonio de Luis Benjamín en la que
aparece todo eso, está en el archivo arzobispal. Yo tengo copia de eso. En mi
fondo de la Biblioteca Nacional está, entre muchos papeles que tengo ahí, esa
copia también.
MCA: Hablemos un poco, de sus estudios en La Recoleta, ¿Cómo
Luis Alberto Sánchez, hijo de un hogar mesocrático de clase media, de pronto
aparece codeándose con los jóvenes y dorados cachorros de la oligarquía limeña?
LAS: Por una razón y la más sencilla: es que estaba cerca de
casa. Yo era hijo único y soltarme para el colegio era una responsabilidad.
Vivía en la calle Monopinta y no tenía más que tomar un pedazo de Quilca, el
callejón largo que recorría en tres cuadras y media y ya estaba ya en La
Recoleta. Y lo hacía todos los días a pie, de manera que no había que mandarme
a sacar y ni mandarme a traer. Sencillamente me iba a la carrera. Esa era una
gran ventaja y me acompañaba con un amigo del frente tampoco aristocrático,
Aurelio Piaggio, mi colega y mi hermano de leche. Cuando estuvo mi madre
enferma yo tenía meses. Mamé de los senos de doña Amalia Chirichigno de
Piaggio, que había tenido recientemente a Aurelio hacía unas semanas. Esa es la
primera razón.
La segunda es que mi padre quería que tuviera la mejor
educación del mundo. Él mismo fue a matricularme y a discutir con el padre
Prats, florentino.
La tercera es que se aprendía francés. En ese tiempo, el
francés era mucho más interesante que el inglés y todo el mundo salía de ahí
con esos conocimientos. Probablemente quería que tuviera buenos amigos. Todo
eso se ventiló ahí. La Recoleta no era oligárquica. Había de todo. Precisamente
he traído de empastar el libro 66 de La Recoleta y había en él toda clase de apellidos.
MCA: Además existía una cierta liberalidad en los padres
franceses recoletanos.
LAS: Mucho, eso lo aprendí de ellos. Eran frailes bretones
que se habían opuesto a Napoleón. Fueron partidarios de Calulare y al mismo
tiempo un poco heterodoxos, como el padre Teófanes que aprendió sánscrito,
persa, árabe y cuanto idioma pudo. Siguió a Renán y un poco se ‘renanisó’, y de
destierro lo mandaron a Lima, al colegio de Lima. Era un fraile estupendo.
MCA: En esa época de La Recoleta coinciden con usted o están
en años anteriores o posteriores, algunos alumnos que después tienen nombre en
la Historia del Perú: Raúl Porras Barrenechea, Pedro Beltrán, Ismael Bielich,
Ricardo Bentín. ¿Qué remembranzas tiene de ellos?
LAS: Ricardo Bentín fue mi condiscípulo hasta el último año.
Fuimos condiscípulos con Manuel Pardo Jerí, que murió hace poco. Con Manuel
Pardo Althaus, Carlos Valera y Guillermo Ureta somos de la misma hornada.
Ismael Bielich era un año anterior. Pedro Beltrán y Raúl Porras que nacieron en
el 97 ambos, eran tres años antes. El 15 entró Ismael a la universidad, Raúl
entró el 13. Yo el 17, porque fue el año de promedio donde se creó el quinto de
primaria que me distanció de esa promoción. No había oligarquía. Bielich por
ejemplo era bisnieto de un emigrante Yugoslavo. Raúl era de una familia de muy
buen nombre pero de poco dinero. En cambio Beltrán, era de una familia muy
próspera y Ricardo Bentín también. Había de todo.
MCA: ¿Ya se insinuaba en algo la vocación de estos alumnos?
¿Porras en la historia y Beltrán en el periodismo?
LAS: Beltrán me antecedió en uno o dos turnos en la
presidencia del boletín escolar. Creo que fue presidente del boletín escolar en
el año 12, y yo lo fui en el año 14 ó 15. Fue el periódico del colegio y donde
comencé a escribir. Raúl también. Él era colaborador, pero comenzó a hacer
periódicos propios en la universidad, entre ellos “Alma Latina” que realmente
es una joya en la que hay muchas cosas irónicas y deliciosas. Y luego, otros
periódicos. De manera que sí se veía eso. Ahí también se vio la vocación de
Riva Agüero que es de la primera promoción. La de Juan Bautista de Lavalle y la
de Eduardo Barrios, el novelista chileno, que es de la misma promoción de Riva
Agüero.
MCA: ¿Barrios por qué?, ¿en esa época es que vivía en Lima?
LAS: Porque su madre era peruana, de Trujillo. Vivía con su
madre.
MCA: ¿Usted en qué año concluye en La Recoleta?
LAS: En el año 16.
MCA: ¿E inmediatamente ingresa a la universidad?
LAS: Si, así es. Directo a San Marcos. No había examen de
admisión.
MCA: ¿Y vuelve a encontrarse en San Marcos con Porras?
LAS: Bueno, Porras ya estaba saliendo de Letras.
MCA: ¿Cómo es que llega a formarse esta llamada “Generación
del Centenario?
LAS: Usted sabe que yo no soy partidario del nombre
“generación” pero de todos modos hay que llamarla de algún modo. Yo creo que se
formó a base de reivindicar la historia del Perú. Porque el año 17 y el 18
estaban muy cerca al año 21, en el que se cumplía el centenario. Ocurría que
había que hacer un aporte sobre la lucha de Independencia y nosotros teníamos
la convicción de que estaba todo falseado. No creíamos en la “Historia de la
Independencia” de Mariano Felipe Paz Soldán. A pesar de los documentos no confiábamos
en los relatos y entonces creímos que teníamos que hacer una historia nueva.
Eso fue lo que nos reunió para hacer una nueva historia para el centenario del
21. Lo que pasó es que no terminamos.
MCA: En rigor llamémosla la Generación del Centenario.
¿Quiénes fueron sus forjadores?
LAS: El motor de todo eso fue Jorge Guillermo Leguía. Porras,
Luna Cartlan, Ricardo Vega de García, Manuela Bastos, Carlos Moreira, Pepe
Lucho Llosa Belaúnde, también. Víctor Raúl que, en la primera parte, estuvo muy
activo. Jorge Basadre no perteneció y él mismo lo ha negado. Él está en esa
fotografía de Ugarte en el Conversatorio, en el “Mundial” del 21, porque lo
encontramos en la puerta de Ugarte y Raúl le dijo: “Venga para acá Jorge”. Era
muy pequeño todavía, el año 21 cuando tomamos esa fotografía. Jorge tenía
apenas 18 años, y Raúl ya tenía 24.
MCA: ¿Qué imagen conserva de Jorge Guillermo Leguía?
LAS: La mejor del mundo. Era la bondad en persona, y la
fealdad también. Una mezcla de apariencia demoníaca y alma de ángel. Realmente
muy generoso y muy estudioso. Un poquito retórico pero con un amor apasionado
por la historia peruana. Eso lo heredó de su padre y ahora se están viendo las
pruebas. Primero en la “Historia de la Emancipación del Protectorado” de siete
volúmenes, que publicó la Comisión del Sesquicentenario y, ahora entiendo que
se va publicar la “Historia de Arequipa” completa, de la que solo se publicaron
dos volúmenes, allá por el año 16 ó 17.
A Jorge Guillermo le encantaban las empresas y que firmaba
como “ Mercator”, porque le gustó primero la geografía. Luego la historia y era
un devoto de la misma. Yo recuerdo que cuando comenzó a hacer la biografía de
Vidaurre, que es excelente por cierto, incompleta pero, excelente. Un día
estaba sentado en lo alto de la Biblioteca Nacional, mirando los papeles varios
y, de repente, soltó a reír con una carcajada. “¿Qué te pasa?” le dije. ¡Estas
cosas de Manuel Lorente! Estaba leyendo a Vidaurre y celebrándolo como si fuera
hecho del día. Era realmente un gran tipo.
MCA: ¿Cómo es que muere tan joven y tan inteligente?
LAS: Parece que tuvo una infección, porque murió el 34 a los
36 años. Él era mayor que yo por dos años y un año menor que Raúl.
MCA: En esa época de la Generación del Centenario aparece un
primoroso librito del cual tengo un ejemplar de “Los Poetas de la Revolución y
de la Colonia”, simultáneamente con “Lima en el siglo XVIII”, de Jorge
Guillermo Alegría.
LAS: Sí. “Lima”, apareció por ahí.
MCA: Tengo entendido que don Manuel Beltroy tuvo algo que ver
como editor en esta empresa, siendo dos años mayor él.
LAS: En “Los Poetas de la Colonia” sí, esa historia de
Beltroy es muy interesante. Él era lector de Riva Agüero y era un poeta de tono
menor pero muy pegado a la literatura francesa, sobre todo a Albert Samain, y
quería editarla. Siempre fue inquieto a hacer cosas raras, y entonces cayó aquí
un Ministro Plenipotenciario cubano, don Luis Baralt, casado con Blash Baralt
que era escritora. Su hija, casada con Mariano Brull, gran poeta cubano. Hombre
simpatiquísimo de una cultura finísima. Un excelente traductor y convenció a
Mariano de comprar una imprenta que consistía de una prensa de mano “Gordon”,
unos cuantos chibaletes, una guillotina, encuadernadora para encuadernar al
hilo, tipo francés.
Allí compusieron como primer libro “Los poetas de la
colonia”. Yo lo hice, porque el 5 y 6 de enero me los pasé encuadernándolo en
costura francesa, en un taller que estaba en la calle de Quilca, al terminar
Monopinta. El padre de Beltroy tenía una lavandería que se llamaba, “La
Torinesa”. Un hombre muy honesto. Se suicidó. Se pegó un tiro, no sé por qué.
Nadie supo de eso pero en un lado de esa casa, donde termina Caylloma, al
frente, hacia la ultima cuadra, allí vivía. En un costado tenía la imprenta que
se llamó “El Forión”. La llamó así, “goethianamente” y, luego ahí, imprimimos.
Yo trabajé mucho en eso, sin ganar un céntimo. Imprimimos “La Evolución de las
comunidades indígenas” de Valdez de la Torre, un libro estupendo en el año 21.
“Una Lima que se va”, de Gálvez, de la primera edición con portada de Sabogal.
“La Ciudad Evocadora” de Gastón Roger. Una “Antología de Poetas Peruanos del
Siglo XIX”, me parece que hizo Beltroy, tiempo después. Hicimos una serie de
libros, que no se vendían. Mi “Poetas de la colonia” se vendía a cuatro soles.
MCA: ¿Cuántos ejemplares editaron?
LAS: Mil.
MCA: Eso es ahora un incunable moderno.
LAS: Y tuvimos que venderle a 400 soles al Ministerio de
Educación para las bibliotecas, Vendimos 100 ejemplares a cuatro soles cada
uno. Así tuvimos que vender porque si no, no salían.
MCA: Cuando usted llega a San Marcos era un poco el espacio
generacional en el que convergían peruanos de provincias, Haya de la Torre
entre otros. Empiezan a crearse las condiciones para el estallido de la reforma
universitaria, ¿Puede usted recrear ese momento?
LAS: Mire usted, mi generación o mi grupo, que me parece
fuimos 110 los que entramos al primer año. Ahí estaban José León Barandiarán,
que venía de Lambayeque. Ernesto Virhues que después fue muy sanchecerrista y
no sé qué parte vino pero de una provincia también. Nicanor Porras de
Huancavelica. Aquiles Gamarra de Huacho. Mariano Prado de Lima. Lizardo
Alzamora que era mi compañero de colegio en La Recoleta, salimos juntos. Jorge
Guillermo Leguía del San Agustín. Luis Aurelio Loayza del colegio Labarthe.
César Arróspide de la Flor, que también era compañero mío de La Recoleta, y una
serie de gente más. Una generación muy compacta de la cual creo que todos
tuvimos algún éxito, pero de todas partes.
Luego, esta generación en el año 17 comenzó el trabajo para
la Federación de Estudiantes que no existía. Por que había un Centro
Universitario, en la calle “Divorciadas” donde se podía jugar billar o cartas o
tomar un trago. Allí estaba la élite de la universidad. Los presidentes eran
Manuel Felipe Barreda, Juan Bautista de Lavalle, Carlos Monge y Oscar Miró
Quesada. Nació la idea de hacer una Federación. Ese año llegó Haya de Trujillo.
Entró a Derecho y a Ciencias Políticas y Económicas y fue el alumno predilecto
de Manzanilla, con quien salía después de clase a pasearse y conversar.
Entonces se vestía de negro, era delgado, tenía los dientes arremolinados. Una
risa muy fácil y un vestido único.
MCA: ¿Manuel Seoane aparece en esa época?
LAS: Sí. Apareció en el segundo año de Letras, porque estuvo
en Ciencias. Quiso ser médico. Fracasó en Ciencias y entonces se trasladó a
Letras, el segundo año y allí fuimos compañeros. Su padre era profesor de
Literatura Antigua, un estupendo profesor, sobre todo en contar los argumentos
y tal. Un hombre muy respetable, era fiscal de la Nación. Un hombre realmente
respetable y bello. Un viejo muy bello.
MCA: ¿Con quién contrae amistad más rápidamente? ¿Con Haya de
la Torre o con Seoane?
LAS: Con Seoane, a pesar de que empezamos peleando y luego
terminamos siendo muy amigos, en el 18. Con Haya, después del 18 entramos en
amistad y peleamos un poco por la Reforma. Por que yo pertenecía al Comité de
Reforma Universitaria. Una razón muy simple: la Federación de Estudiantes se
negaba a hacer la Reforma. Estaba presidida sucesivamente por Carlos Barreda,
que era primo de José Pardo. Después, por Hernando de Lavalle que también era
pariente de José Pardo y eran enemigos naturalmente de la Reforma. Tenían
muchos vínculos con los profesores y los de la Federación estaban allí, entre
ellos el propio Víctor Raúl que era reformista, pero que tenía una especial
manera de verla.
Nosotros fundamos con Porras, Abastos y Calle el Comité de
Reformas que, después, terminó batiéndose unos con otros. Elejalde se batió con
Calle, y los duelos, que fueron sucesivos, dos o tres, terminaron cuando le
tocó batirse a Porras. Estábamos en “La Razón”, el periódico de Mariátegui y de
Falcón, en la calle Pileta de la Trinidad al costado de Baquíjano, por el jirón
Cusco y cuando le dijimos: “te va a tocar batirte a ti”, pegó un grito
diciendo: “Yo no me bato de ninguna manera”. Entonces nos acordamos súbitamente
de lo del padre. Estúpido completamente para decir semejante cosa: ¡Yo le pego
un tiro y bla bla bla!”.
MCA: Además con Seoane tenía la afinidad por el deporte. Creo
que fue boga y usted aficionado al box.
LAS: Del tango y el deporte. Del boxeo no mucho. Los dos
hacíamos de jueces de box.
MCA: Es inevitable, aunque un poco abusiva, ¿la comparación
con los reformistas de aquella época y los actuales líderes universitarios?
LAS: No hay nada que comparar. El ‘cholo’ Meza, que era muy
inteligente y al que yo le debo mucho mi carrera literaria, decía cuando se
hablaba de comparaciones: “que se puede comparar el brillo del sol con un
vidrio opaco”. Porque todo cabe, ¿no?
MCA: ¿Cree usted que se ha perdido de vista el origen
histórico y el objetivo fundamental de la reforma universitaria, que es
convertir a la universidad en un espacio donde predomine más y más la
inteligencia y la razón?
LAS: Bueno, se ha perdido completamente la idea de la
universidad. Hoy en día no existe idea de universidad, y no digo solo en un
grupo de alumnos, en los profesores tampoco. Son tecnócratas que no saben lo
que es cultura general, que creen que una ecuación lo resuelve todo y no saben
que la ecuación necesita como fundamento un criterio filosófico y un concepto
vital. No tienen idea de eso. De Gaulle, militar, era mucho más universitario
que cualquiera de los universitarios nuestros.
MCA: ¿Usted en la universidad por esa época conoce también a
César Vallejo?
LAS: Sí. Quizá fui su único amigo de la universidad, quizá.
MCA: Y mantienen correspondencia por mucho tiempo.
LAS: Hasta tres meses antes de su muerte. Hasta enero del 38.
MCA: Era realmente Vallejo el hombre melancólico que pintan
algunos biógrafos recientes.
LAS: No. Era un hombre ordinario, aislado sí, pero de risa
muy franca, de buen humor, una risa muy frecuente, risa de buena gana. Pero le
gustaba estar solo. Eso sí es positivo. Mucho, mucho amaba la soledad. Se
paseaba por ese pedacito que hay entrando por Derecho, pasando la estatua de
Javier Prado, se tuerce para el Salón General. Ese corredor era por donde se
paseaba él siempre. Nos paseábamos juntos muy a menudo.
MCA: En esa época usted también se inicia en la docencia
universitaria, en su Alma Mater. Tengo entendido que en algún momento tropieza
con el mal humor, más que con el obstáculo intelectual, de algunos viejos
“Domines”. Sin embargo tiene el apoyo del poeta José Gálvez.
LAS: Sí. El mayor apoyo que tuve fue el de Carlos Wiesse, don
Carlos Wiesse, que era profesor de Historia Crítica del Perú. De un espíritu
espléndido, y que además era secretario de la Facultad. Cuando yo me iba a
graduar de doctor en Letras con mi tesis “Elogio a Don Manuel González Prada”,
mi tesis tuvo que ser “Los poetas de la colonia”. Recuerdo que don Carlos
Wiesse, en la tercera vez que me citaba y no se producía el grado, me mandó a
decir con Carlos Doig y Lora, paisano suyo, que era su secretario de la
facultad: “Dígale que venga temprano, que se siente en primera fila y que
cuando el anterior a él se gradúe, se siente aunque no lo llamen”. Yo no
entendí. Me dijo “haga nomás lo que le ha dicho Don Carlos”. No podía decir
nada, era muy discreto él. Yo me quedé sentado.
Presidía el jurado don Luis Miró Quesada, que era en ese
momento Subdecano encargado del Decanato por ausencia de Deústua, que estaba en
Italia y yo era secretario en la Biblioteca Nacional. Fui secretario y contador
de la biblioteca desde octubre del 19 hasta marzo del 28, porque fui
subdirector hasta el 30. Entonces tomé la lección y apenas terminó el grado ya
se estaba levantando. Me senté. Entonces don Carlos dijo: “el graduando está
citado”. Hubo un pequeño debate entre ellos y me tomaron examen. Fue muy duro.
Recuerdo que Alberto Ureta me dijo que, como poeta, Prada no valía nada. José
María de la Jara me dijo que como político, era prácticamente una nulidad.
Iberico dijo que como filósofo no aportaba ninguna idea. Horacio Urteaga dijo
que, como estilista, tampoco tenía nada que ver. Yo recuerdo que dije:
“Señores: tengo que pedirles disculpas a ustedes, porque me he ocupado del
hombre más infeliz de la literatura peruana. No es poeta, no es prosador, no
tiene una idea, no es historiador, no es político. No le falta sino ser
ladrón”.
MCA: ¿Luis Miró Quesada hizo alguna objeción?
LAS: No, no dijo nada. Yo no sabía en ese momento, lo digo
ahora, póstumamente. No sabía el episodio de la idea libre, no conocía nada de
líos. Conocía que hubo un lío, pero algo del radicalismo verbal de Prada. Pero
no era para no negarme el título porque el trabajo era bueno. Entonces
respondí, está impreso. Tenía 21 años y no iba a ceder pero, ahí hubo una
ruptura entre nosotros. Se opuso a mi cátedra siempre. Se opuso
sistemáticamente y yo pude ser catedrático, cuando él dejó de estar en la
facultad. Estaba en Europa. Casi desterrado. Entonces me llamó Manzanilla por
medio de Luis Varela y en vista de que los alumnos habían pedido por 3 años
seguidos que yo dictara un curso, porque yo estaba dictando uno extraordinario
sobre Literatura Peruana, José Gálvez se abstuvo de dictar el curso y Clemente
Palma se retiró. Entonces fui nombrado yo, pero fue un poquito duro.
MCA: Usted también tiene una temporada por esos años en que
ejerce docencia en distintos colegios, en el Colegio Alemán. Tiene de alumno a
Martín Adán, entre otros.
LAS: Bueno Martín Adán, Carlos Cueto Fernandini, Guillermo
Loman, Guillermo Gueverdin. También Hernán Moncloa, Luis Felipe Alarco. Un buen
grupo de alumnos, no me puedo quejar. Los Moncloa, y Alberto Wagner, que en ese
momento no era Wagner de Reina sino Wagner Reina. El “de” vino un poco después.
Supongo que será un hallazgo genealógico…
MCA: ¿Torretagliano? …
LAS: Probablemente. Eran mis alumnos y por cierto Loman era
muy travieso. Perdió un año por eso. ¡Quién lo diría, pero era muy travieso!
MCA: ¿Cómo era el salario o el sueldo de un profesor de esa
época?
LAS: En el colegio alemán no se ganaba mal. Ganaba algo así
de S/. 13 por hora y yo sacaba del colegio alemán 17 libras, es decir, 170
soles. Y del Liceo Comercial del Perú, donde era profesor y gerente, sacaba 300
soles y en la Biblioteca Nacional, cuando fui director, ganaba 350. Cuando fui
secretario y contador me quedaba 120 ó 130 por ahí. “Mundial”, me pagaba por mi
colaboración 20 soles semanales, 80 al mes.
MCA: ¿Cómo empieza Luis Alberto Sánchez a escribir ya
profesionalmente en las publicaciones periodísticas? ¿Cuál es la primera
publicación?. ¿Fue en “Mundial”?
LAS: Fue profesionalmente en “Hogar”, que era un año anterior
a “Mundial” y que dirigió Gastón Ruggeri. Lo publicaba la International
Publicity Company, que era una compañía publicitaria. Esto fue en el año 20
pero antes, ya había trabajado en “Actualidades”, con Balarezo y Octavio
Espinoza, muerto en un accidente de aviación. Había trabajado en “El Tiempo”,
ligeramente, donde escribí sobre Valdelomar en el año 18. En “La Prensa”, donde
también escribí del 18 al 21 pero, ya profesionalmente e inclusive pedí
licencia en la Biblioteca, en “Hogar” todo el 20. Ese año “Hogar” se tambaleó.
Se puso mal. También en “Estilo” que era una linda revista que publicó Carlos
Raygada, de la que salieron 5 números. Volví a la biblioteca y entré a
“Mundial” que nació de “Hogar”. Es que “Hogar” se imprimía en la imprenta de la
“Opinión Nacional”, de los Aramburú y le dejó de pagar cuatro números.
Entonces, al quinto, Andrés, que vio la cosa, se negó a imprimir el número.
Aprovechando alguna parte del material, se armó la revista de un modo distinto
y salió “Mundial” que es en diciembre del 20, me parece. Y a mí me llamaron en
enero del 21.
MCA: A los 18 años usted comienza a frecuentar la tertulia de
“La Prensa”, conoce a Valdelomar, lo conoce a Mariátegui en el 15 ¿Cómo es el
conocimiento de Valdelomar?
LAS: Me lo presentó Ladislao Meza, que era muy amigo mío.
Meza era una especie de mecenas. Le gustaba mucho que los muchachos lo
rodeasen, y por una circunstancia sentimental resultó muy amigo nuestro. Estaba
muy enamorado de una pianista ecuatoriana pariente de los Bielich, los cuales
eran como hermanos míos, llamada Gabriela Urbina y a la cual llamaba la “Ninfa
del Mar”. Gabriela Urbina era de un perfil lindo. Me parece recordarla que
tocaba maravillosamente bien el piano, y de ella se enamoró el ‘cholo’.
Entonces, como “por la piana se besa el santo”, se juntó a los Bielich. Porque
ella siempre iba a los Bielich, donde Mariana Merino Bielich, que era chilena y
donde Malena Vielich de Labarthe, que vive hasta ahora. Por ese motivo,
pegándose a los Bielich, y yo también, nos presentó a los escritores. Él a
Valdelomar y a Mariátegui, que por cierto peleaba con ellos siempre, porque era
lo contrario del Palais Concert. Iba al Palais para hablar mal de su gente Y
siempre estaba ahí, y como Gabriela Urbina iba ahí, él también estaba. De él
aprendí a leer a los rusos. Leía mucho a Gorki, mucho a Tolstoy, a Berchenko …
MCA: ¿Que influencian mucho a Clemente Palma y Valdelomar?
LAS: Yo tenía, y se me ha perdido, un tomo de Pushkin,
regalado y autografiado por Valdelomar. Me dijo, “Léalo”.
MCA: ¿Valdelomar era tan pedante como sostienen algunos o era
una coraza?
LAS: Yo creo que era una coraza. Hacía teatro. Yo me acuerdo,
y lo he citado algunas veces, un domingo en la tarde, esos domingos limeños que
son bostezos, en el que estaba yo en el Palais, un poco ocioso esperando a
Vallejo. Lo vi a Valdelomar que venía por el frente, ocupando toda la vereda
con el bastón y sin cuello ni corbata, con una camisa sport, cosa inusitada
entonces. Hablo del año 18. Se atravesó y me preguntó ¿Qué hace aquí?.
Respondí: “estoy esperando”. Me dijo que me invitaba un té y acepté. Bueno, tomamos
el té y le pregunté ¿por qué no usa usted corbata? Me dijo: Primero, porque es
más cómodo; segundo, porque llama más la atención. ¿Porque llama la atención?
Sí, me dijo, fíjese Sánchez. Si yo tuviera que vestirme de amarillo ocre para
llamar la atención, salgo vestido así. Tenga la seguridad.
MCA: ¿Y la huella de Mariátegui?…
LAS: Mariátegui era muy encogido. Andaba con Valdelomar y le
enviaban madrigales a las muchachas. Por ejemplo, a Gabriela Urbina, versos en
las servilletas. Me acuerdo alguna vez que Gabriela quiso que Valdelomar le
pusiera algo en su álbum. Entonces vi que escribía muy rápidamente una
dedicatoria para Gabriela Urbina. Le dije que había una falta de ortografía.
Eso le sangró, le dolió.
Nosotros que estábamos trabajando en el Conversatorio,
concebimos la idea de ordenar la biblioteca y sobre todo la colección de
Papeles Varios. Esta colección era de 2000 a 2500 volúmenes. Está publicado el
catálogo en el Boletín Bibliográfico de la Biblioteca de la Universidad de San
Marcos, por Manuel Odriozola en el año 24. Encontramos que en cada tomo de
estos había 8, 10, 12 folletos pero, una cosa muy mala y otra muy buena y otras
muy raras. “Simbólicas”, estaba allí. “Malos amores y Desazones” junto a un
Reglamento del Club Nacional, un prontuario de tiro. Él agarraba por años y los
encuadernaba, una cosa bárbara desde el punto de vista técnico, pero desde el
punto de vista de conservación fue excelente. Entonces concebimos la idea de
catalogar eso; y ahí nos metimos Raúl Basadre, Eloy Espinoza Saldaña, Manuel
Abastos, Jorge Guillermo Leguía y yo, creo que nadie más. Y comenzamos a
catalogar y, cuando estuvo hecho, se lo entregamos a Odriozola. Le puso un
nombre y lo publicó.
De ahí resulté yo empleado de la Biblioteca. Renunció Germán
Gutiérrez, padre de Germán Tito Gutiérrez que era secretario de González Prada.
Entonces me dijo: voy a pedir licencia pero no voy a volver. De manera que
procure que lo nombren interinamente y se quede usted. A mí me pareció
perfecto. Yo leía sin sueldo y si leía con sueldo iba a ser mejor. De manera
que me nombró Deústua, que me conocía de la universidad. Había sido primer
alumno suyo en Psicología y me quedé Ahí empezó la Biblioteca. Quisimos hacer
un catálogo y Romero se oponía realmente.
MCA: Hablando de biblioteca, por asociación de ideas
recordamos a González Prada del cual usted es familiarmente vecino, luego
discípulo y termina siendo el más completo crítico de su obra, ¿Qué imagen
humana conserva de él?
LAS: Bueno, si yo hubiera visto una estatua caminando, esta
hubiera sido la de González Prada. Inclusive mi padre, que era muy irreverente
cuando veía a don Manuel con doña Adriana por la calle Gallos, se abría media
calle y saludaba con el sombrero. Simplemente por el respeto que le inspiraba y
don Manuel miraba fijamente y uno pensaba que lo veía con cierta impertinencia,
y no, sino que lo “miraba sin ver” porque era muy miope. Doña Adriana no le
dejaba ponerse anteojos porque tenía ojos muy lindos, unos ojos azules muy
lindos. Doña Adriana decía: “No Manuel, no. Anteojos no, aunque yo tenga que
ver por ti”. Él era un hombre imponente muy severo y de una voz muy suave, era
increíble la voz que tenía.
MCA: ¿Por eso es que nunca leyó sus discursos?
LAS: No era una voz meliflua, no, pero apagada. Yo creo que había
una gran timidez en el fondo de él. Por eso es que tenía estallidos…
MCA: Una timidez que se resolvía escribiendo…
LAS: Sí. Cuando se ponía con la pluma, era tremendo.
MCA: ¿De qué manera González Prada motoriza en usted la
emoción social, la necesidad de poner la literatura al servicio de las buenas
causas peruanas?
LAS: Yo nunca reflexioné en esas cosas. Lo que sí, me hizo
tener un gran asco por el civilismo. Eso sí.
MCA: Es evidente que la lectura de González Prada, sobre todo
“Páginas Libres”, modifica la visión del Perú y que tiene toda su generación.
LAS: Sí, absolutamente. Por eso es que Porras no es tan
‘Gonzálezpradiano’, porque a él le gustaba Palma.
MCA: Porque era un poco parte de lo censurado.
LAS: Claro, y mi padre que también era muy censurador y muy
anticivilista. A pesar de ser pardista, era amigo de José Pardo y de Don Amigo
La Bedoya, que había sido de Pardo. Fue mi padrino pero detestaba al civilismo.
Lo detestaba terriblemente. Él me enseñó eso. Me enseñó a leer a Prada y yo admiraba
a Prada. Tuve una visión y sentí que el deber del escritor era decir cosas
abracadabrantes para entonar a la gente. Yo tenía una serie de libritos, que
los rompí felizmente, bajo la inspiración de González Prada. Me acuerdo que
hice una biografía sobre José Lora con estilo Gonzálezpradiano, y que
felizmente la rompí...
MCA: ¡Esto si es una primicia! Poesía ¿nunca se animó a
escribir? De repente al estilo de González Prada.
LAS: Sí escribí poesía, de todo. Más bien Ureta influyó mucho
en mí. Ureta y Eguren. La mezcla de endecasílabos y heptasílabos me parecía
deliciosa, por Becker mismo, que tiene un estilo estupendo. Pero escribí un
ensayo en el año 20 ó 21 que se llamaba “La Ultima Salida”, después de haber
leído las meditaciones del Quijote de Ortega. A mi padre le pareció muy bien y
lo rompí, naturalmente. Yo creo que la mejor manera de escribir, es romper
mucho lo que se escribe. Porque hay que ensayar la mano.
MCA: Debió haber roto muchos papeles para haber publicado
tanto…
LAS: Sí, libros enteros, y otros que no se han publicado que
están por ahí…
MCA: Hay alguna cosa inédita todavía de Prada...
LAS: Que yo sepa, no. Todo está publicado ya. He publicado
“Los cantos de otro mundo” que salió en la biblioteca de San Marcos; otro es
“Optometría” que, hasta donde pude, se publicó. Había muchas lagunas en los
papeles. También “Las Letrillas”. He publicado de Tonel de Diógenes y creo que
he publicado todo.
MCA: Comparado con las páginas que usted le ha dedicado a
González Prada no hay equilibrio. No hay compensación con lo que le ha dedicado
a Ricardo Palma, ¿Hay alguna explicación consciente de eso?
LAS: No, quizás en subconsciente. Le he tenido una gran
admiración a Palma y además, cierto agradecimiento porque fue amigo de papá.
Tenía autógrafos de él, pero realmente me ganó la campana de González Prada.
Cuando Palma se lanzó contra Prada me pareció muy salvaje. Entonces creo que
muy inconsciente le agarré una resistencia como si yo fuera de la familia de
Prada. Yo he amado mucho a Prada, mucho, mucho.
MCA: Yo lo sé y además ese amor se prolonga con su hijo
Alfredo y con la viuda.
LAS: Sobre todo con Alfredo.
MCA: Usted asiste en momentos muy difíciles a Alfredo…
LAS: Sí, cuando ya estaba loco. Estaba muy mal y yo tuve la
sensación de que se había perdido.
MCA: ¿Qué cree, además de los íntimos resortes psicológicos,
es lo que erosiona el espíritu de Alfredo González Prada?
LAS: Bueno, según el cuento que tengo de Alberto Rembao, que
era director de la “Nueva Democracia” de Nueva York y muy amigo de Alfredo, que
publicó cosas ahí, se presentó un día. Le cuento todo. Tuve un día contacto con
él en Nueva York. Fuimos juntos a Washington. Quería que viviéramos juntos en
Washington y de pronto, a los dos días de haber estado yendo al Cementerio de
Arlington, a la salida, veníamos con Rosa y nos dice en un paradero:
“Disculpen, voy a llamar un taxi”, y no entendí, la verdad. Llamó al taxi y dio
la dirección de nuestra casa, y se fue. Pensé que se iba porque tenía algo que
hacer.
Al día siguiente hablamos por teléfono y me dijo que estaba
en su casa pero que no se sentía bien de la garganta. Que me llamaría para
juntarnos. Salí de Washington una semana o dos después y no lo vi. Apenas
llegué a Nueva York me estaba llamando por teléfono. Nos citamos para vernos en
Pasadena, en California, en enero, y allí estalló la guerra en ese momento. Yo
fui a California de todos modos porque tenía que ir y al llegar, en todos los
hoteles había un mensaje de Alfredo González Prada para mí. Me esperaba en
Pasadena, que es un lugar donde van los millonarios de California. Tenía ahí su
baúl de lo que veníamos arreglando de Viña del Mar y le dije “Me tengo que ir
temprano porque a las 9 sale mi tren para Chicago. Tengo que estar mañana
porque el médico que tiene que intervenir a Rosa, la espera en el Hospital de
la Universidad, y debo ir, posiblemente cinco días después, a inaugurar mi
curso en Columbia University. A las 9 tengo que estar ya en los trenes. ¡Ya,
está bien!, me dijo. Salimos como a las 5 de la tarde. De pronto a mitad de
camino, la misma cosa. Paró y tomó un taxi y me mandó a Los Ángeles. Yo juré no
volverlo a ver. Una cosa absolutamente rara en él, porque era muy fino, muy
cortés. Después de esto me contó Pablo que se le presentó y le dijo “Tengo unas
cosas que hacer” y no le abrió la puerta. Aunque eran muy amigos, agregó: “No
puedo abrirte porque no me siento bien”.
Bueno, Alberto Rembao me cuenta que en el año 43, se le
presentó un día y le dijo “Oiga Alberto, quiero pedirle un consejo. He estado
donde un médico y me acaba de decir que tengo un tumor en el cerebro y que si
ese tumor se resuelve, hay dos soluciones: o me vuelvo loco o me muero.
Imagínese que yo no me voy a volver loco. Me voy a matar”. Alberto Rembao, que
era mexicano, ministro protestante, le dijo: “Oiga usted, déjese de tonterías,
si se muere se murió y se acabó el asunto, pero si se vuelve loco, nadie le
dice que no vuelva usted a esa experiencia y ¡qué experiencia tan excelente que
es estar loco! De manera que pase por eso.
Alfredo, desde el piso 12, donde vivía su mamá en la calle
173, y desde donde se ven Nueva Jersey y el manicomio, según me cuentan, decía
: “Mamá yo no voy a ir allá. Yo no voy allá de ninguna manera” y le propuso
matarse con él. Lo único que lo ataba eran los papeles de don Alfredo que
venían de don Manuel y que me los iba a entregar a mí. Me estaba invitando para
ir y hacer una revista y había que esperar. Total que un día llegó y dijo ¡me
voy a matar! y ella, ¡me mato contigo! Después reflexionó. Si me mato y te
matas tú ¿quién publica las cosas de papá si Luis Alberto no esta acá? Entonces
llamó a un amigo suyo cuyos hijos eran fotógrafos, Genaro Garbais, y le dijo a
Elizabeth, su mujer, a la que no veía nunca: Te voy a entregar estos papeles
porque me voy a suicidar. Quiero que publiques esto, le des a Luis Alberto
esto, así que vamos a mi casa. Entonces Garbais le dijo: “Alfredo, ¿por qué te
vas a matar, cuál es la razón”? “Mire Genaro, yo lo he llamado a usted para
pedir un favor, no un consejo. Si no esta usted de acuerdo con el encargo se
puede ir y buenas noches”. Bueno, vamos a ganar tiempo, lo acompaño. Le dejó
los papeles para entregárselos a Luis Alberto. Tenemos que conversar. Le ruego que
mañana me conceda hacerlo muy temprano. En la mañana estaré. Pero, fatalmente,
en la noche se mató. Y Elizabeth cuenta que cuando estaba en cama, sintió de
pronto que la besaba y después, mucho viento. ¡Se había tirado por el balcón!
MCA: Doctor Sánchez, ¿cómo conoció usted a José de la Riva
Agüero y cómo llegó a frecuentar el grupo del “Mercurio Peruano” y colaborar en
la revista?
LAS: A Riva Agüero lo conocí cuando dictó tres clases
magistrales en la Facultad de Letras en el año 1918. Yo que era un dragoneante
de historia peruana y que leía bastante, me puse a tomar notas. Él llevó un
taquígrafo del Senado, Ricardo Jerí, que tomaba las notas. Eran clases de dos
horas y media, tres horas, y cuando terminó de dictar las clases, iba a
editarlas y entonces se enteró por Beltroy o no sé quién, que yo tenía unas
notas y quiso conocerlas. Yo se las envié y me mandó a llamar para felicitarme
y decirme que él optaba por mi texto y que no por el del taquígrafo. Que estaba
mucho mejor hecho.
Frecuenté por las tardes, a eso de las 6, el escritorio de él
y al que iba muy poca gente. Iba Marisca, que era su abogado, Beltroy, que era
su lector y que había reemplazado a Valdelomar, y dos o tres personas más. No
eran muchas las que iban ahí, pero eso no tiene relación con el Mercurio
Peruano. No me encontré con Riva Agüero nunca en el Mercurio Peruano.
Fue por otra cuestión. Yo era alumno de Letras y de Belaúnde
en Filosofía Moderna, que reemplazó a Javier Prado. Entonces fundó el Mercurio
Peruano en 1918. Sesionaba esto en la calle Juan Pablo que es la anterior a
Huérfanos y ahora es el Jirón Azángaro. Allí se reunía los martes. Me invitó
Jorge Guillermo Leguía, que era muy amigo de Belaúnde, a pesar de la oposición
política. A Belaúnde le gustó la forma en que me metía en la conversación y con
el viejo Ledgard, que era uno de los mentores de eso, Beltroy con John McKay
que iban ahí, me invitaron a que fuera miembro de la redacción. Publicaron mi
primer artículo con motivo de la muerte de Palma, me parece que en 1919. Y
también a Raúl Porras y Ricardo Vega dentro de los jóvenes, a César Ugarte, que
era un economista cusqueño muy brillante, y unas cuantas personas más.
MCA: Puede decirse entonces que El Mercurio no llega a
expresar del todo a la generación del 900.
LAS: No, era mezclado absolutamente, Gálvez, por ejemplo,
nunca estuvo en Mercurio. Más estuvo Jorge Guillermo, Iberico y Ureta, que eran
de una generación intermedia. De la Generación del 900, solo estuvieron
Belaúnde e Iberico, que es un poquito posterior. Iberico es del 91 ó 92.
MCA: ¿Cómo fue la ruptura o trato de su amistad con Riva
Agüero?
LAS: Bueno, el trato se hizo muy vivo porque estuvo ausente.
Cuando vino Leguía, él protestó contra el movimiento y lo dejaron los miembros
de su partido, entre ellos, Julio Tello, el arqueólogo, y me parece que Oscar
Miró Quesada y otros más. En esas circunstancias me pareció poco elegante
acompañarlo porque yo no fui a un té que le dieron Russo y Alfredo Herrera. Un
poco de adulación. Me contó algunas cosas íntimas. La última vez que estuvo en
Lima me llevó incluso a pasear en su carro, un lindo hispano suizo, contándome
confidencias de su actitud política, sus desengaños y su amargor. Durante once
años mantuvimos una correspondencia constante donde él me pedía información,
datos, libros. Esa correspondencia se ha publicado en gran parte en “La
Verdadera Crónica”, con el título de Guamán Poma de Ayala que publicó en una
revista en el año 63, Álvarez. Ahí publiqué las cartas facsimilares y sus
traducciones. Tengo algunas más, pienso publicar un tomito con cartas de
Basadre y las de Riva Agüero. Creo que voy a ser ilustrativo.
Y cuando volvió, yo me afané un poco para que lo hicieran
rector de San Marcos porque después de la Reforma del 28 era una calamidad con
la rectoría de Deústua. A pesar de que el gobierno estaba mal con él, pidió que
lo ayudaran para visitar algunos archivos, especialmente del Vaticano y el de
Austria, de Viena, y se le mandó una credencial que la hizo José Matías León,
padre de Pepe León, muy buen amigo mío. Era Ministro de Instrucción, incluso lo
tentaron con la rectoría de San Marcos. Al principio no aceptó porque se había
muerto su tía Julia, y estaba muy mal la madre, doña Dolores. Dijo que ese era
el único obstáculo, y lo curioso es que él llegó a Lima, de vuelta del
destierro, el 26 de agosto de 1930. O sea que el permiso lo había tenido de
Leguía, que renunció justamente el 26 de agosto. Llegó a ser rector en buena
cuenta.
MCA: Riva Agüero no llegó a conocer a Haya de la Torre. Yo
recuerdo un pasaje con ese testimonio, por una tardanza de Haya…
LAS: Ocurre una cosa. Haya me ha contado que sí lo conoció en
el Cusco, pero no se acordaba de aquel joven estudiante. Cuando llegó a Lima
quiso conocer escritores. Me pidió que le presentara a ellos y los invitó a
almorzar en su casa de Chorrillos. Llevé a Martín Adán, a Estuardo Núñez, que
está vivo. Creo que a Augusto Tamayo, no estoy tan seguro de él, pero llevé a
Silva Salgado, que es miembro del Tribunal de Garantías, a Jorge Patrón, a
Jorge Fernández Stoll y a la gente que estaba en Letras haciendo estas cosas.
Ahí conversamos y tomamos un almuerzo.
Luego, quiso conocer a los pintores. Lo llevé a Bellas Artes
y conoció a Sabogal, a Julia Codesido, a Teresa Carvallo, un grupo que estaba
ahí y salió muy impresionado. Y me acuerdo que a la salida, tomando el carro
para dejarme a mi casa, me dijo: “Yo quisiera conocer a Haya de la Torre. Ese
joven me ha insultado infamemente y sin motivo en su libro “La Emancipación de
la América Latina”. Perfectamente lo había leído. Yo le dije, él ahora está en
un viaje por provincias y acordamos una fecha que tomaría té en mi casa.
Resulta que le di a él una hora y a Haya le di una hora antes
para que se demorase, porque se demoraba dos horas. Total que Riva Agüero
estuvo puntualmente a la media hora. Preguntó por Haya y se retiró. Haya llegó
a los 10 ó 15 minutos preguntando “¿No está Riva Agüero?” Dije, no está. Te ha
esperado hora y media, y yo creo, quien sabe, fue solución de muchas cosas.
Pero, así es la vida.
MCA: Cuando usted se incorpora a la Asamblea Constituyente
hay un pasaje que cuenta como testimonio personal y es una conversación con
Riva Agüero, en vísperas del golpe de estado de Sánchez Cerro. Mejor dicho, de
la iniciación de la persecución del APRA.
LAS: Sí, eso ocurrió porque yo estaba oculto precisamente en
casa de Rosa y Riva Agüero me mandó decir que Sánchez Cerro quería verme. Había
visto a Federico Mora dos días antes. Salí y fui con él a Palacio. Me estaba
esperando don Manuel Augusto Olaechea, que era Ministro de Hacienda, y
presencié una cosa muy gruesa.
Sánchez Cerro estaba muy empolvado. Quería ganar a toda
chance a Riva Agüero y evidentemente dijo que lo había conocido en Roma, cuando
fue a saludarle por la muerte de su madre. Riva Agüero no se acordaba de nada y
con los ojos inocentes que ponía siempre, dijo que sí lo conocía. ¡Sí lo
recuerdo señor Presidente! A la salida se hizo una anécdota muy conocida que
rápidamente se la voy a contar. Me preguntó a mí por qué me oponía yo a un parlamento
y le dije, ¡por miedo! Se me salió la palabra. Entonces se enfureció y pegó un
salto. ¿Por miedo? ¡Yo señor doctor, ha de saber usted, que si en este momento
me dicen que hay una revolución, tomo una taza de té, otra de chocolate, me
meto en la cama y si a las 8 horas sigue la revolución, la deshago a fuetazos!
Riva Agüero me comentaba. Oiga Sánchez ¿yo iba a ser
parlamentario de este bárbaro? ¡Fíjese usted! Se toma una taza de té y otra de
chocolate. ¿Ha visto usted cosa igual? Además se mete a la cama y sin pijama,
porque no habló nada de pijamas, y a fuetazos deshace una revolución. ¡Dios
mío! ¡Qué favor me ha hecho usted!
MCA: Se supone que entraba a la cama con uniforme, con
polainas, con todo.
LAS: Pero, quién se mete a la cama sin pijama, porque no lo
ha mencionado, yo no la he oído Sánchez.
MCA: Dígame doctor Sánchez, ¿cómo es su incorporación formal
en la política activa y militante?
LAS: Mire, de la manera más curiosa. Lo de Sánchez Cerro me
sublevó mucho porque era una cosa infame y además comenzó a buscar enemigos.
Por ejemplo en la universidad el día 26 de agosto, al día siguiente de lo de
Leguía, prohibieron que fuera a la asamblea Raúl Porras, que estaba nombrado
por el estatuto el 28. Que tampoco fuera Jorge Basadre. Por fin transigieron
con Jorge, que había sido elegido el último día del 27 y a mí me estuvieron
hostilizando un poco, ya que había sido profesor desde el 27.
Así, había muchos cubileteos. Como se manejaba eso por Flores
y por Herrera desde afuera. Como llovían los celos entre Villarán y Manzanilla.
Fueron indignantes realmente. Yo no voté por Manzanilla. Me dijo “Usted no ha
votado por mí, doctor Sánchez”. Respondí “Definitivamente no”. Me dijo “Le
agradezco su franqueza” y se fue. Bueno, comenzaron cosas así y en esto llegó
Seoane, yo era muy amigo de Seoane. Me escribí con él desde el 24 y había
trabajado con él en la Federación de Estudiantes desde el 23. Me incorporé de
inmediato a trabajar y total, me persiguieron por eso. Seoane se refugió en la
Embajada de Chile y a Costa lo metieron preso. A mí me persiguieron y me tuve
que esconder.
En la correspondencia diaria, en el primer tomo, aparece una
carta mía dirigida a él en diciembre del 30, quejándome de todas estas cosas.
Porque tengo razón. Ahí empecé a trabajar, pero no me quería afiliar, entre
otras cosas, porque yo sabía que había una cierta inquina contra mí de algunos
miembros del comité ejecutivo. Magda Portal y Serafín del Mar, que habían sido
muy mariateguistas y cuando hubo la polémica tomaron el papel de Mariátegui
como si fuera una ofensa, cosa que no pasó con José Carlos. Fueron más papistas
que el Papa. En esas circunstancias me miraban con cierta cosa a pesar que
había estado con ellos en Chile apenas hacía 6 u 8 meses. Por fin me convenció
Espelucín. Seoane me decía “Inscríbete de una vez, tú eres un aprista, sigue,
estás con nosotros”. Hasta que se presentó en mi casa de Magdalena, y me dijo
un domingo: “Luis Alberto, firma nomás porque está todo hecho”.
MCA: Antes de que usted se incorporara formalmente al APRA,
quizás por alguna vinculación más bien de tipo familiar, lo relacionaron con
Leguía, acaso por colaborar frecuentemente con “El Mundial”.
LAS: Con “El Mundial” no, porque “El Mundial” tuvo etapas de
todo y tuvo colaboración de Mariátegui, de Vallejo y de otros. Ahí no, eso no.
Era en parte primero con mi amistad con Jorge Guillermo, el cual fue desterrado
en el año 27 y luego su padre murió prácticamente en olor de persecución. Don
Germán. No, fue por mi amistad con José Ángeles Carrasco, diputado leguiísta,
muy amigo mío, que en ese tiempo era venerable masón. Maestro de la logia
numero tres, a la cual me incorporé, y que después resultó Gran Maestro en la
masonería. Yo era muy amigo de él y lo sigo siendo porque creo que fue un
talento realmente poco aprovechado. Un hombre sumamente espiritual, además de
una gran franqueza y algunos lo llaman cínico por eso. Pero yo creo que decía
las cosas sin importar lo que pensaran. Cierto que varió de frente por ser
pardista y luego resultó leguiísta. Todo esto es cierto pero, ¿quién puede
abusar de estas cosas en este país?
MCA: Así es, además tengo entendido que la familia Sánchez y
la familia Leguía tenían nexos familiares desde Lambayeque…
LAS: Sí, pero no se lucían. Ya habían muerto los nexos
fundamentales que eran mi abuelo Rosendo y mi abuela Carmen. Carmen por ser
Blanco, tenía parentesco con los Salcedo, familia de la madre de Leguía.
MCA: ¿Por qué eligió usted, doctor Sánchez, ser aprista? ¿Por
sus amistades universitarias?
LAS: Fundamentalmente por eso, y luego me pusieron una
disyuntiva. No había más remedio que, o ser comunista, que era un nuevo
partido, o ser aprista. No era mi tendencia.
MCA: Yo sé Luis Alberto que entre usted y Haya de la Torre
hubo siempre una relación más que política, humana y profunda. Sin embargo, se
ha dicho y quizás en los últimos tiempos, que hubo altibajos en la relación
humana con Haya de la Torre.
LAS: Por supuesto. Toda relación humana tiene altibajos. Se
habla de eso durante su asilo en la Embajada de Colombia. Muchos creyeron que
no saldría vivo y hacían planes sobre su muerte. Otros creyeron que saldría
viejísimo y deshecho y hacían planes sobre eso. Yo me mantuve absolutamente
leal, pensando que debía salir y tratando de que su figura fuese. De tal
manera, que un segundo libro sobre él, “Haya de la Torre y el APRA”, no tenía
otra razón de ser que reactualizarlo ante el público internacional, en esos
momentos en los que estaba opacado por su largo exilio entre cuatro paredes.
MCA: El triunfo radical en Argentina un poco que reivindica
la visión premonitoria de Haya de la Torre, que apoyó, yo recuerdo, a la
fórmula Tamburini y Mosca, cuando recién surgía Perón. ¿Cómo es que una rama
del APRA aparece aproximándose a Perón?
LAS: Bueno, yo creo que en eso influyeron cuestiones
personales. Perón deslumbró a muchos con su oratoria y demagogia en primera
cuestión. Segundo, fue pródigo en ayudas, no compró a nadie, excepto algunos
obreros cuando él instaló ATLAS, que era la Asociación de Trabajadores de
América Latina. Prácticamente quiso terminar con la asociación que se había
hecho en México, nuestra, en la que estaba Sabroso y usó a un peruano, a
Piélago, que era aprista. Y en Argentina, algunos estudiantes que residían ahí,
unos de ellos están vivos y están muy activos en política, fueron peronistas y
piezas del ajedrez peronista contra la juventud que no lo era. Contra la
juventud aprista. Sobre todo la desesperanza y esos años 50 y 51 que fueron
tremendos con la guerra de Corea y todas estas cosas.
MCA: Alberto Hidalgo tuvo algo que ver con esta aproximación
del APRA al peronismo.
LAS: Sí, él trabajaba en un periódico peronista, “El Mundo”.
Y luego, no sé por qué, algunos de los que trabajaban estas cosas le ofrecieron
ser parte de una Junta de Gobierno que se iba a formar en el caso de que se
derribara a Odría, en la cual estuvieron un poco comprometidos el general
Cuadros y Perón. Y había una Junta de Gobierno que, según supe por los
documentos que vi, estaban involucrados, aparte del general, Hidalgo y otras
personas más.
MCA: Le digo esto porque yo frecuenté a Hidalgo en Buenos
Aires, poco antes de su muerte, y él se sentía muy dolido. Un poco por lo que
consideraba la actitud casi desleal, por utilizar un término suave del lenguaje
de Hidalgo, por esta relación con Perón y Haya de la Torre en la embajada y, en
esa correspondencia que yo vi parcialmente, había algunas frases algo cargadas
de tono contra usted.
LAS: Siempre era cargado de tono. Yo creo que fue un
miserable personal y un estupendo poeta, lo cual quiere decir que la calidad
humana no tiene nada que ver con la calidad poética. Entre los más miserables
que he conocido está Hidalgo y entre los mejores poetas que he conocido está
Hidalgo.
MCA: Es usted un hombre de relaciones humanas a veces
categóricas. Grandes amistades y también grandes diferencias. Simpatías y
diferencias, como decía Alfonso Reyes. Vamos a repasar su relación brevemente
aunque sea con algunos de los mas destacados coetáneos suyos. Mariátegui, por
ejemplo.
LAS: Con él, no tuve ninguna dificultad. Ninguna.
MCA: ¿Su amistad no se llegó a enturbiar por la polémica
sobre indigenismo?
LAS: No, al contrario. Algunos querían llegar a eso, pero
recuerdo un episodio. Una vez yo vivía en la calle la Riva y llegó de visita
Alberto Guillén, el poeta Guillén, y comenzó a contarme chismes. “Yo he estado
en Washington, donde vivía José Carlos y he oído decir esto y lo otro”. No
puedo creerlo, le decía. Y, apenas se fue, llamé por teléfono a José Carlos, y
le dije: “José Carlos. He tenido información de esto, se la cuento porque no
quiero guardar cosas”. Me respondió: “Yo sé quien se lo ha contado”. ¿Quién?
Guillén. Entonces ¿quiere decir que eso es cierto? Me responde, ¡No! Ha oído
cosas de otras personas y ha ido a trasladárselo enseguida. No. No hubo nada.
Absolutamente.
MCA: ¿Con Raúl Porras?
LAS: Hay muchos altibajos. Esa pudo ser una amistad que se
pudo llamar en “zigzag” porque dependía de sus estados emocionales. Dependía de
eso. Un tiempo fue un gran amigo mío, al comienzo. Después se volvió muy
reticente y enemigo tremendo. Cuando yo fui rector, creo que no me perdonó el
rectorado, el primer rectorado del 46, porque me lanzó hasta Alberto Ulloa
Sotomayor, hasta el Senado, con acusaciones que después el propio Alberto y yo
teníamos que desmentir. Él quería hacerme tronar y que pelease con él, y a mi
no me daba la gana de pelear.
Luego, durante todo ese tiempo, tuvo una actitud ambivalente.
Pero terminamos bien, terminamos conociéndonos mejor, tratándonos mejor, aunque
siempre tenía reticencia para todo y era demasiado inteligente para ser bueno.
Sumamente agudo y yo creo que al final le di tantas pruebas de amistad y de
ternura, que no las olvidó y que siempre las hizo notar.
MCA: ¿El banquete en el Hotel Bolívar?
LAS: Él me devolvió la moneda de mi ternura condecorándome
con la Orden del Sol, a pesar de que no tenía ni un título, en ese momento para
eso.
MCA: ¿Y con Jorge Basadre?
LAS: Con Jorge Basadre también tuve altibajos, pero nunca
pleitos. Largos silencios. Jorge no era de peleas. Raúl sí era explosivo y era
un beligerante tremendo, Raúl era un hombre definido.
MCA: Pero poco antes de la muerte de Basadre, ¿ustedes se
volvieron a tratar?
LAS: Además, en la segunda edición de su libro en que ponía
una nota contra mí, ha salido sin ella. Y junto a su ataúd, su hijo me dijo:
“Mi padre me insistió en esto y está borrado de su mano. Y se lo voy a mostrar.
Ese párrafo porque dice que nunca más se debe de publicar y no se publicó”.
MCA: ¿Y con Ventura García Calderón?
LAS: Es más literario. Yo tenía una admiración ciega por
Ventura. Realmente colmaba mi gusto de lector modernista. Sobre todo
“Cantilena” y “La Verbena de Madrid”. Lo admiré y escribí cosas a mi gusto de
lo más encendidas que he escrito en homenaje a él, allá por el 20 en “El
Mercurio Peruano” y nada más. Pero después, el treinta y tantos, García
Calderón y otros por antileguiísmo se hicieron antisanchecerristas, y por
sanchecerrismo se hicieron antiapristas. Entonces Manuel Seoane, cuando
estábamos perseguidos en el año 33, escribió comentarios filtrando a García
Calderón. Ese texto me lo pasó y yo lo puse en “castellano” porque Manolo era
un poco libre en materia de lenguaje. También le puse algunas notas que hacían
falta. Lo precisé y eso salió. Lo firmamos cuatro personas pero realmente el
padre de eso fue Manuel.
MCA: Yo he leído la réplica en “Nosotros”, donde Ventura se
conduele.
LAS: Pero me lo atribuye a mí. Él no creía que yo podía
escribir esas cosas. Y no fue así.
MCA: Pero ustedes se encontraron en el 46, en París.
LAS: Él fue inscrito a la delegación que yo presidía en la
UNESCO. Me fue a recibir al aeropuerto e hizo esos soliloquios permanentes,
porque él nunca dejaba hablar a nadie. Él preguntaba y respondía y volvía a
preguntar. Hacía algo como naturalmente. “Sánchez es como si ya hubiera estado
en París”. Se respondía “Claro, claro, si usted ha leído y tenía una dirección.
Desde luego usted la recordaba”. Y no me dejaba hablar, pero, fue muy
simpático. Me regaló una primera edición de Enrique Garcés, una traducción que
me la han robado. Naturalmente me la robó un amigo, porque esos son amigos de
los libros y de lo ajeno. Fue muy fino conmigo.
Años después lo encontré cuando él estaba muy enfermo. Quería
ver a Haya. Recuerdo cuando se inauguró “Los tesoros del Perú” en el año 59,
trece años después, Haya iba a ir con Eduardo Santos precisamente y Ventura
estaba en una silla de ruedas. Estuvo esperándolo largo rato y no había ninguna
cita sino, que Haya llegó poco después.
MCA: Quizás, uno de los grandes ignorados en busca de una
rehabilitación…
LAS: Sí. La estupidez a mientes fatal, rehabilita a cualquier
tipo y a Ventura no.
MCA: ¿Cómo fue el proceso de redacción de “La literatura
Peruana? Hablemos del primer tomo.
LAS: Bueno, eso es muy viejo. Yo empecé para hacer una tesis
de doctor el año 20, algo de los poetas de la colonia a los que nadie trataba y
los cuales la gente creía que eran pésimos. A lo mejor con alguna razón, pero
yo era contreras, un muchacho contreras, y comencé a hacer el libro. Se cerró
la universidad cuando el libro ya estaba impreso y lo publiqué, y mi tesis fue
sobre González Prada, otra negación. Después de eso comencé a trabajar sobre la
prosa al mismo tiempo y finalmente el año 28 publiqué el primer tomo. Lo que yo
había descubierto y que me parece maravilloso es que la literatura peruana
tenía antecedentes indígenas, cosa que nunca se había dicho antes.
Me apliqué a estudiar y en eso me ayudaron mucho los
Dancourt, que habían publicado en el año 25 y hay muchos rezagos ahí. Con la
música incaica y por la vía de la música comencé a ver los textos, inclusive
aprendí un poco de quechua con Monseñor Castro y con Escalante, que eran muy
buenos quechuistas. Tuve la convicción absoluta de que había una literatura
indígena y que estaba patente en el quechua actual y en muchas leyendas.
Además estudié el “Ollantay” y llegué a la conclusión de que
era una leyenda de 1590 por lo menos, no de 1700, porque está en la crónica de
Cabello Balboa, en el poema de Miramontes, que es 1608. Eso lo entusiasmó mucho
a don Ricardo Rojas, que cuando escribió su “Ollantay” hizo un prologo que se
llama “Un Titán de los Andes” y ahí leyó estos datos y los enaltece mucho.
Bueno, eso me dio una perspectiva distinta. Además creía que la literatura se
inspira mucho en el paisaje y que lo telúrico está presente en la literatura
tanto como el humus. Entonces escribí acerca del escenario peruano, sobre la
poesía de los mares que, hay muy poco en el Perú por cierto. Y compuse ese
primer libro y luego seguí con la cosa colonial, tratando de hacer ciclos en
torno a ciertos personajes, mezclando biografías con el ambiente general.
Siguió lo republicano. Lo continúe haciendo y me echaron a
Chile, y en Chile salió el tercer tomito, parte de ello, publicado por Atenea,
la Universidad de Concepción año 36. Con ocasión del Centenario de la
Universidad compuse el resto que faltaba y Natalicio González, que ya había
sido desterrado y había sido Presidente de Paraguay, me lo publicó en su
“Guarania” en el año 1951 en 6 tomos, selección completa. Mientras tanto, en el
46 se había vuelto a publicar aquí el primer tomo. Ya la primera edición
compacta fue la que hizo Villanueva en 5 tomos, y la que hizo Paul Mejía, en
otros 5 tomos en Madrid.
MCA: Aunque se ha publicado “Proceso y contenido de la novela
en América Latina” y también la serie de “Escritores representativos”, ¿no se
ha animado a hacer una historia orgánica de la literatura hispano americana?
LAS: Sí, tengo una. La que se ha publicado en “América Lee”
en el 43 y luego a reproducido Chile en 1974 ó 76. Le voy a dar un ejemplar. Es
un tomo grueso, que es el comienzo de Losada que son 4 tomos. Tengo el plan de
hacer “Los escritores representativos”, y lo tenemos con Gredo pero no creo que
cuaje dados los caracteres de la impresión que, hoy en día, son caros. Hacer un
tomo con 100 biografías, 100 ensayos, sí; añadiéndoles unos 8 ó 10 que ya tengo
escritos y llegando a “La muerte de Neruda”, “la de Vallejo”, que no están ahí
y llamándolos “Mi Historia personal de la Literatura Americana”.
MCA: Yo creo que sería un proyecto espléndido. ¿Por qué no lo
lleva a cabo?
LAS: Porque no hay editor. Inclusive tengo los textos
ordenados ya.
MCA: Esta “Historia de la Literatura Latinoamericana” ha
circulado poco en el país.
LAS: Circuló mucho, pero no ahora. Y esta edición que
hicieron en Chile ha volado. Se podría hacer porque realmente está buena.
MCA: De todos los libros que ha escrito, ¿cuáles son a los
que le tiene especial cariño y por qué?
LAS: Yo le tengo un especial cariño a “Don Manuel”, porque
fue para mí un reencuentro y encuentro conmigo mismo. Me gusta mucho “El
Chocano”, “Aladino”, me parece que es un trabajo muy bien organizado, muy bien
documentado y a mí me ha hecho alegrar. Los 4 tomos sobre “La Historia
Comparada y la Literatura Peruana” que, yo creo sinceramente con todas las
vanidades del caso, es un libro que no se puede prescindir para estudiar el
Perú. Me gusta mucho el “Valdelomar”, que lo escribí con verdadero juego
deportivo.
MCA: De los críticos literarios latinoamericanos a los cuales
usted trató o no trató, ¿como los ubicaría en una tabla de valores?
LAS: Pedro Enríquez Ureña, indiscutiblemente el más profundo,
el más sagaz.
MCA: ¿Usted lo conoce a él en Argentina o en República
Dominicana?
LAS: No. Lo conocí en la Argentina, en Buenos Aires, en el
36, y lo volví a encontrar en Chile en el 37 y después nos volvimos a tratar
mucho, hasta su muerte. A Reyes desde que se inició. A Alone, que acaba de
morir, un crítico estupendo, sin duda alguna. No me gusta Giusti el argentino.
Sé que es valioso pero no me gusta. Fino y muy fino Bandeira, también muy
bueno.
MCA: Además de Reyes, ¿algún otro mexicano, Castro Real?
LAS: Sí, pero solo en lo mexicano.
MCA: José Luis Martínez llegó a publicar algo también…
LAS: Sí, pero solo es el comienzo y además es frustrado. Yo
creo que fue frustrado. ¡Fino, fino, fino! ¡Novo!
MCA: ¿Salvador Novo?…
LAS: Maldiciente pero, muy fino.
MCA: Y de los críticos latinoamericanos más recientes, ¿no
cree usted un poco que las técnicas estructuralistas han hecho perder artistas?
LAS: Bueno, sí, un poco. Además no tienen nada que ver con la
vida. Un escritor es su medio, su ambiente, su ambición y su persona. No es
otra cosa. Su biografía interna y externa que no siempre es lo mismo y creo que
no es otra cosa un escritor. Un escritor que se propone a salvar al mundo se
pierde él mismo. Proposiciones no caben dentro de la literatura.
MCA: Dentro de los muchos proyectos literarios como crítico
que usted siempre ha tenido, ¿hay algún libro que por alguna razón se ha
quedado en idea o en posibilidad?.
LAS: Sí, empecé un libro que ya no lo puedo continuar porque
perdí hasta las papeletas. Uno que se llamaba “Mito, Danza y Canción”, y tuve
mucha colección de cosas para eso y se perdió definitivamente. Quisiera hacer
esa historia personal de la literatura americana. Una síntesis de los 4 tomos
de “La historia comparada”.
Creo que si en algo me he podido vanagloriar de mi vida
literaria es, de las dos, una: haber descubierto la literatura indígena e
incorporado a la historia de la literatura peruana y la otra, que no es
definitiva, sino solo intento, de que en América hay un ambiente de todo lo
americano sin importar la lengua que se use y que lo distingue de Europa. Yo
sostengo que la literatura norteamericana, que es tan distinta a la nuestra, se
parece más a la nuestra que a la inglesa. Y sostengo que la literatura
brasileña, a pesar de estar escrita en portugués, se parece mucho más a la
hispanoamericana que a la portuguesa. Y sostengo que la literatura de Haití se
parece mucho más a la nuestra a pesar de estar escrita en francés. Y la
nuestra, a pesar de estar escrita en castellano se parece más a la
norteamericana, a la brasileña y a la haitiana.
O sea que el vínculo lingüístico es un vínculo un tanto
formado. Hay por debajo de lo lingüístico un trasfondo telúrico, psicológico,
social, yo creo que sobre todo emotivo y de sensibilidad. Que hace que
Faulkner, por ejemplo, se parezca más a García Márquez que a Hemingway por
ejemplo. Creo que Dos Passos se parece mucho más a Carlos Fuentes. No creo que
haya un Aldous Huxley o un Shakespeare en la literatura americana. Es un
principio que hay que delinear y que puede ser el secreto de por qué hay en
Asia una literatura que no se parece a la europea, a pesar del entronque
europeo. Y por qué en Europa, a pesar de los diferentes idiomas, tiene un clima
lógico que no es el mágico de América. En esa palabra esta dicho todo. Europa
es lógica y nosotros somos mágicos. Creo que es una cosa distinta.
MCA: Desde cierta perspectiva, en el ciclo novelístico que
usted está produciendo, hay un poco la visión de un observador del Perú de las
dos primeras décadas. Algo testimonial.
LAS: Mucho. Por eso yo no lo llamo novela sino relato
esperpéntico. Hay esperpento porque hay mucha caricatura, pero hay relato,
nomás que en el camino se inventa poco. Realmente la invención viene como decía
Queiroz, y por eso lo cito antes, “como el diáfano pelo de la fantasía sobre la
dura desnudez de la verdad”.
MCA: A propósito de los hombres de esa etapa, usted
mencionaba antes a Manzanilla. ¿Cómo explicar que un hombre de clase media, que
social y económicamente poco o nada tenía que ver con el partido civil, sin
embargo, es como la eminencia gris, de por lo menos José Pardo?
LAS: Es que no había forma de hacer política sino siendo
civilista o siendo demócrata pierolista. Pero el ser demócrata conllevaba
presiones de momento y Manzanilla no tenía un apellido tan sólido para ser
demócrata. Piérola buscaba los grandes apellidos. Piérola fue un demócrata que
se jactaba en el año 1904 de tener todos los apellidos menos uno. Tenía pues a
los Osma, los Ortiz de Zevallos, los Riva Agüero, los Ulloa, tenía a todos. Era
el dueño de los apellidos. El único que se le escapaba era Pardo. Por eso lo
dijo así. Entonces eso le pasa a Manzanilla. No tenía un apellido como para ser
considerado por Piérola y se resignó a ser civilista. Ahí lo necesitaban porque
no tenían hombre inteligente. El civilismo tuvo hombres importantes, pero no
inteligentes. De talento, pero no Inteligentes. Si. Manzanilla fue sobre todas
las cosas inteligente, antes que talentoso.
MCA: Vamos a hablar un poco de los escritores
latinoamericanos, a los cuales usted en su mayoría ha conocido personalmente
¿Cómo fue su relación personal con Borges? ¿Cómo lo conoce?
LAS: Lo conocí en la casa de un pintor que ahora no recuerdo
el nombre. Me invitó Pedro Enrique para conocer mejor a Alfonso Reyes y me
encontré con Borges. También Enrique Anderson era discípulo de Borges, muy del
grupo sur, pero no eran del grupo sur porque tenía una tertulia adversa a la de
Victorio Campos. Yo estaba mal con Victorio Campos. Bueno y me presentaron a
Borges y por cierto la primera impresión que tuve fue de un molusco. Le di la
mano y la mano se quedó apretada como si fuera una esponja. No tenía
cartílagos, era un trozo de carne que me cabía en la mano. Luego los ojos,
tenía unos ojos perdidos completamente, absolutamente. No existía pupila, eran
como ojos de pez. Me produjo una impresión un poco desagradable. Muy
inteligente, pero nada más que eso. Ahí la inteligencia de Alfonso barría con
todo.
MCA: Borges es una inteligencia sin vitalidad humana.
LAS: Sin vitalidad absolutamente. De apuntes así un poco
tartamudos. Después lo tratamos en La Nación, varias veces con Mayea sobre todo
y lo volví a encontrar cuando lo hicieron director de la Biblioteca Nacional de
Buenos Aires, el año 55, ya caído Perón. Él dice que estaba ciego pero no era
cierto; él ve absolutamente. Y luego nos hemos encontrado en Bogotá donde yo le
tuve que guiar por encargo de su mamá en el año 65 y acá, donde pronuncié un
discurso para él en la ciudad universitaria. Nos hemos escrito de vez en cuando
pero nada más. No hemos tenido mayor contacto.
MCA: A Gallegos, ahora que se está hablando de novelistas y
posibles candidatos a primeros ministros, ¿esa dualidad de literato-político es
posible? Aunque usted parece confirmarlo.
LAS: En caso de Gallego no. Gallego fue ensalzado como
político por el agradecimiento que le tenían los jóvenes de Acción Democrática,
sobre todo Rómulo Betancourt. Había sido maestro de casi todos antes de partir
para Madrid. Rómulo era un gran profesor después de la revolución
universitaria, y salió después de publicar Doña Bárbara, y fue un clamor
porque, recuerde usted los nombres: “Doña Bárbara”, “La Tierra Venezolana”, “Don
Altamira”, “La Aspiración de los Jóvenes”, “Santos Luzardo”.
MCA: Novelas en clave.
LAS: En clave, alegóricas.
MCA: Hay quienes dicen que Doña Bárbara era una metáfora
estudiadamente femenina de Gómez.
LAS: Sí, es posible. Un poco parecida a la mujer que aparece
en una obra de Rivera.
MCA: Usted trató alguna vez al cubano francés Alejo
Carpentier. ¿Qué recuerdos tiene de él?
LAS: Lo traté cuando era muy joven, yo también. Esto ha sido
en el año 32 y surgía el grupo Avance, que dirigía prácticamente Marinero y
Maniachi. Entonces ahí conocí a Alejo que llegó un momento y se fue a Santo
Domingo me parece, ¿o a Venezuela?, pero muy poco, sin embargo, a Maniachi y a
Marinero y a los otros, sí mucho.
MCA: Por razones de su exilio continuo, reiterado, usted
trata más a la gente de Chile al Del Hacha, a Eduardo Barrios, ¿qué recuerdo
mantiene de esa vida?
LAS: Bueno pues, el mejor. Yo creo que ahí había vida
intelectual muy seria, porque los escritores a pesar que se mordían, no
llegaban a romperse la piel. No había imposibilidades, Había una cierta tutoría
de algunos escritores respetados, como Eduardo Barrios, que no se mezclaba ya
con nadie. Y estaba en una chacra haciendo cosas agrícolas. Estaba Pedro Prado
que tampoco se mezclaba mucho. Augusto Dalmar que estaba en España y volvió a
Chile y sí hacia una vida literaria muy intensa. Luego Mariano la Torre que era
prácticamente el capitán de todo el grupo de ruralistas.
MCA: ¿Y en esa época conoce usted a Neruda?
LAS: No. A Neruda lo conocí en el 36; a Huidobro mucho antes.
Con él fui muy amigo.
MCA: Sobrevivió usted a la pugna entre Huidobro y Neruda, siendo
amigo de los dos…
LAS: Sí, hablaba mal el uno del otro. Neruda le decía el
Márquez, el Condesito.
MCA: Hablábamos hace un momento de Alonso que acaba de
morirse. ¿Qué imagen tiene de él?
LAS: Era un hombre misántropo, muy raro. Silencioso, muy
observador, con aire un poco preocupado y triste, muy buen lector y de muy buen
gusto. Muy castigado de estilo. Le voy a hacer una revelación. Yo creo que
reaprendí a escribir con él. Me encantaba cuando en sus crónicas acababa con
una frase sentenciosa, dos puntos y la frase. La conclusión de todo era como
una puntada final con nudo y me gustó esa cosa. Era muy francés. Él mismo me
dijo un día: estoy viendo tanto que nos estamos pareciendo. Dije sí, pero es
porque yo lo estoy imitando a usted. Se río mucho. Era muy respetuoso y muy
generoso. Pero al mismo tiempo muy díscolo.
MCA: Y poco se comprometió a cuestiones políticas…
LAS: Muy poco, él era un hombre más conservador, pero un
conservador…
MCA: Más por espíritu que por ideas…
LAS: Sentimentalmente era un hombre muy frustrado. Tiene una
novela que se llama “La Sombra Inquieta”, que es el relato de su único amor. Se
enamoró de una chica Cox, que fue muy famosa, fue escritora y se murió. Y nunca
más se supo nada de él. Iba a las tertulias literarias de las señoras y tal,
pero, era un hombre completamente aséptico.
MCA: Pocos peruanos del siglo han vivido las peripecias de la
universidad como usted, Luis Alberto, y la experiencia acumulada en sus tres
rectorados. ¿Qué recuerda más de su primer ingreso al rectorado de San Marcos?
LAS: Bueno, la idea de poder hacer algo. Yo venía saturado de
reforma universitaria y no de la reforma de acá, sino de la reforma que había
vivido afuera, la chilena, la argentina y la norteamericana. Había vivido una
experiencia bastante grande en eso. Ya había trabajado en Columbia, un año en
Nueva York. Había trabajado en la Universidad de Chile y la de Buenos Aires, y
luego ya había estado en México, de manera que tenía una visión bastante nueva
de la universidad.
MCA: ¿Cómo es que se produce todo este programa inolvidable
de la venida de muchos intelectuales españoles a Lima en la época que era
rector?
LAS: Me pareció una buena idea airear ese ambiente que estaba
un poco cerrado. A pesar de que hay televisión, somos un ambiente cerrado, todo
el mundo hace capillitas y había que abrirlo. Habíamos ensayado el 31 algo de
esto, cuando yo fui jefe de la división cultural y luego en Chile trabajé
también en la Universidad de Verano, de manera que había acumulado muestras al
respecto. Y en Nueva York como era la época de la segunda guerra, habían
varados muchos talentos del mundo. Estaban Jack Maritine, a cargo de una
escuela nueva de filosofía. Álvarez del Vallo a cargo de una revista, el conde
Sforza, a cargo de otra publicación. Me acostumbré a la vida de los
desterrados, de los inteligentes desterrados. En México tuve la oportunidad de
ver a Max Auba, a Enrique Di Escanedo, Luis Jiménez de Asúa, a la mujer de
Hazaña, a Del Río, a una serie de gente y realmente fue una impresión estupenda.
Y hasta este que fue hermano de la mujer de Hazaña, mentor de García Lorca,
Cipriano Rivas Cherie, con quien estuve después en Puerto Rico tres años. Ahí
conocí largamente a Juan Ramón. Eso me dio la impresión de que había que airear
esto y me pareció que no costaba. Yo sí tengo algo de empresario. Soy bastante
pragmático. Creía que se podía realizar con muy poco dinero y lo organizamos, y
el resultado fue que trajimos a Salinas, a Guillén, a Alonso, a Rifunes, a
Jiménez, León Felipe, Corpus Vargas que se quedó, a José Gabriel que también se
quedó un tiempo en la Argentina. A Del Mazo y una serie de gentes realmente
extraordinarias. Yo creo que se hizo una buena tarea.
MCA: ¿Pedro Salinas vino de Estados Unidos?
LAS: No. Pedro había estado en Puerto Rico y de Puerto Rico
pasó a Chile, y de tránsito vino para acá. Lo que hicimos fue como una pool.
Por ejemplo, si había un conferenciante caro, lo llevábamos a Chile, a Perú, a
la Habana, a Colombia y a base de eso pagamos el pasaje.
MCA: Lo cual demuestra que más que el dinero lo que se
necesita es imaginación y de contactos para promover la cultura.
LAS: Cuando vino Waldo Frank no teníamos ni un centavo.
Mariátegui me dice: “Encárguese usted, Luis Alberto”. Nunca tuvimos enemistad y
me dijo, estoy muy mal. Estaba muy mal José Carlos. Entonces yo me hice cargo
de la parte de la empresa. Enganché a Iberico para que Honorio Delgado me
respaldase económicamente, pero no les costó ni un centavo. Entonces me busqué
a Andrés Dasso que era el alcalde, y él pagó el Bolívar. El de Chile hacia acá
lo pagaron los judíos, que les saque una colecta. Por ese motivo metieron
presos a 50, y luego se hizo todo.
MCA: ¿Waldo Frank era judío?
LAS: ¡Claro! Me ha hecho usted acordar de Amado Alonso.
MCA: ¿Amado Alonso vino de Buenos Aires?
LAS: Yo lo conocí en Buenos Aires y después en Nueva York.
También estuve con él.
MCA: No ve usted con cierta melancolía, quizás hasta con
tristeza, la forma en que ha venido a menos San Marcos. Cómo el estudiantado
confunde trompeadera con rebeldía.
LAS: Bueno, eso es lamentable, y hemos bajado a un nivel que
no tuvimos nunca de profesores y de alumnos. El otro día estaba repasando los
profesores que quedan y son muy pocos los dignos de tal. Yo preguntaba a los profesores
de Derecho qué profesor rectorable encontraba y era ninguno. Yo estaba buscando
y tampoco hay. En veterinaria había uno pero es mucho ponerle a una universidad
como rector a un veterinario.
MCA: Los juegos de palabras son inevitables.
LAS: Un poco zoológica la cosa. Realmente en San Marcos no
queda sino en la facultad de Veterinaria como mejor. Facultad, un poco
Medicina. Bastante Derecho, un poco Farmacia, y chau.
MCA: Y a qué atribuir esa crisis…
LAS: Yo creo que en gran parte a la estupidez de los
profesores y de los alumnos. Los alumnos que entraron con la revolución china
de Mao, pensando que todo se podía destruir y construir. Destruyeron y no
construyeron. La cobardía de los profesores y su interés por mantener el curso.
Entonces, tolerar todo a los alumnos. Y la estupidez de los padres de familia.
Son tres estupideces. Que para que sus hijos tengan un título no les importa
que corrompan y compran el ingreso. Por eso son cómplices de delincuencias.
MCA: Bolívar postuló, creo que en su proyecto del Senado, la
educación popular un poco por influencias de Simón Rodríguez. Después Haya de
la Torre convierte esto en una bandera fundamental del APRA pero, hoy en día,
¿está usted de acuerdo por lo menos en la forma cómo se ha instrumentado la educación
gratuita? Más bien ha provocado una universidad agigantada en lo cuantitativo,
pero sin calidad.
LAS: Bueno, yo creo que el principio de esto es que están
triunfando las atracciones sobre las concreciones y en la universidad es lo
propio que sucede con la sociedad. Se cree que cuanto más gente haya, mejor.
Son cuestiones de calidad y cantidad. La democracia es una cuestión de cantidad
fundamentalmente para llegar a ser calidad, y la universidad es una cuestión de
calidad pero, fundamentalmente para tener alguna cantidad, hemos cambiado las
cosas. Una universidad que tiene 30 mil alumnos, es mejor que una que tiene 10
mil, ¡no! ¿Por qué?…
MCA: No se respeta las leyes de la lógica….
LAS: No. No absolutamente. De manera que yo creo que es una
cosa tremendamente negativa..
MCA: Y hablando un poco de la política, porque es el tema
recurrente en este mes de abril de 1984, se ha concretado una vez más una
importante candidatura suya a la primera vicepresidencia de la República, con
un documento de respaldo. Con lo que se ve que las gentes más representativas
del partido en este frente de trabajadores manuales e intelectuales, están de
su lado, ¿Qué reflexiones tiene de esto?
LAS: Una gran responsabilidad. Responsabilidad por esa
confianza. Por lo que en realidad se espera que yo pueda hacer, que es poner
por experiencia en un entusiasmo juvenil, que es sumamente atractivo y
arrebatador. Eso es una gran responsabilidad porque nos pone en las manos de
una generación que ya no debiera hacer cosas. La tarea de cautelar las cosas.
En buena cuenta, hacer un contra peso si se pudiera hacer, del estímulo
inmediato.
MCA: ¿Y qué le diría usted a los jóvenes por este Perú
asediado por el terrorismo político, por el narcotráfico que cada día carcome
más a la sociedad peruana, creando formas novísimas de corrupción y de
violencia?
LAS: Las cosas primero son dar salud, educación y nutrición.
No podemos pensar en nada mientras la gente no esté nutrida. La gente no puede
pensar, no puede ser obediente con hambre. La gente no puede hacer fútbol con
hambre, aunque parezca lo más ‘Sanchopanzesco’ del mundo, no llenar el estómago
sino nutrir a las personas para que puedan pensar mejor y ser más
independientes. Su salud y su nutrición y luego, su educación. Que no hay
educación aquí. Hay instrucción, muy mala pero, educación, cero.
MCA: Usted ha señalado con acierto que la raíz que genera
este proceso que desemboca en Sendero Luminoso parte de un equivocado concepto
de lo que es equivocación o educación…
LAS: Así es, creo que la educación no existe absolutamente y
que el profesor prefiere ser sindicado a ser maestro. Yo sé que esto es
impopular. Porque dice que va a morirse de hambre. Pero nadie quiere que se
muera de hambre. Lo que no quieren es que por ganar salario ya no estudie. Y
que por defender sus posiciones exponga al alumno. Qué culpa tiene el
estudiante, el pobre muchacho de que el profesor no esté bien pagado. Por qué
va a pagar él con dejar de estudiar, la culpa del Estado y la protesta del
profesor. Exactamente como los médicos. ¿Qué tienen que ver los enfermos a que
el médico esté mal pagado? ¿Por qué van a pagar ellos eso? Yo creo que hay
zonas de la actividad humana en las cuales no se pueden aplicar las mismas
reglas. No es lo mismo que pare un banco o pare una fábrica textil. Si para una
fábrica textil el que sufre es el empresario que es el que tiene que pagar,
pero si para un banco, el que sufre es el cliente que no tiene nada que ver en
la pugna. Pero peor es todavía si paran los médicos, porque el enfermo que necesita
ser cuidado se muere sencillamente porque los señores están peleando en nombre
de él. Pero en nombre de él están pateando los dos, el uno que no oye y el otro
que grita. En la educación es exactamente lo mismo. Creo que en México, por lo
que tengo entendido, no hay huelga bancaria porque el que sufre es el país y el
cliente. El señor que tiene sus ahorros, que tiene que comer y necesita su
plata, no puede comer ese día, porque el banquero y el bancario se han agarrado
en gresca, y no tiene nada que ver con eso. Lo propio pasa en la salud y la
educación.
MCA: No se ha aprobado la ley de huelgas, pero sería bueno en
el momento, señalar zonas tabú, para las huelgas en el servicio hospitalario,
transporte y más…
LAS: Hay cosas que no pueden ser. Quizás buscar otro tipo de
canales de reclamación. Que no ponga en peligro la atención al público. Creo
que caben cosas. Hacer una cosa especial para eso.
MCA: Para el Perú que usted conoció en su adolescencia y el
que ahora conoce o padece o sobrevive en su madurez, ¿Cuáles son las cosas que
más la distancian o que más las unifican en el sentido de la Lima de 1920 a la
Lima de 1984?
LAS: Yo creo que centraría todo en una vieja frase literaria:
“Qué el Perú, es Lima. Lima es el Jirón de la Unión. El Jirón de la Unión es el
Palais Concert” y, hoy día, el Perú no es Lima y Lima no es Jirón de la Unión.
De manera que es fundamental eso. El Jirón de la Unión era un lugar de paseo,
pero hoy es una mugre completamente y no hay nada que hacer. Me parece eso.
Luego, que ya no hay limeños. Creo que los limeños no pasamos de un 30 % en
Lima. Yo creo que Lima es una ciudad invadida y la ocupación, porque es una
verdadera ocupación, se produce por miembros de la misma Nación. Pero no de la
misma estirpe. Sin hablar de noblezas sino sencillamente de sentido cultural y
de sentido de porvenir. Parece que eso es evidente. Esta ciudad es heterogénea.
No es una urbe, sino que no es un orbe siquiera. Entonces, es tremendo.
Fuente: El Comercio