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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

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UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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lunes, 11 de marzo de 2013

Canta Claro
Por FRANCISCO IGARTUA
LA CONCERTACIÓN ESTÁ CAYENDO EN UN JUEGO DE ENGAÑOS

Al vigoroso grito de ¡abajo la impunidad! Un importante sector del gobierno se ha lanzado dizque a liquidar a la mafia de la corrupción. Y el hecho es de temer. No por el laudable propósito declarado ni por el grito, de fuerte contenido moral en estas épocas peruvianas en las que las intimidades de la trastienda política han quedado desnudas, más que al estilo griego al de los calatos que se duchan, o duchaban, en los chorrillos de los acantilados de la Costa Verde, sino porque ese grito es engañoso, sea porque algunos se engañan, conmocionados por las inmundicias reveladas en los vladivideos, y otros engañan con el grito y no explican por qué hasta hoy no se le hace una acusación extraditable a Alberto Fujimori, el capo mayor de la mafia. Y también hay quienes engañan porque a lo que aspiran no es a moralizar el país sino a que la toma de los canales de televisión sea en provecho propio, pues es fácil advertir que el riesgo del silenciamiento de los canales 4 y 5 no ha desaparecido. Con el doble significado de lo expresado por el presidente Toledo en Tumbes, ni siquiera es seguro que no se produzca la captura prepotente de esos medios, mientras sigue firme la amenaza de una leguleyada judicial para concretar la toma de una torta al parecer muy deseada por amigos del Mandatario.

En este asunto no está en discusión que los ampayados con las manos en la masa de dólares sean castigados con severidad extrema (la severidad de la ley se supone) y hasta intervenidas judicialmente sus empresas. Lo que los periodistas rechazamos en nombre de la libertad de expresión y en defensa del estado de derecho, basamento de la democracia, es que por medio de resoluciones ministeriales o argucias judiciales el gobierno saque del camino a medios de expresión que le son incómodos y a los que acusa de estar conspirando sin presentar una sola prueba del delito, pues complotar es un delito gravísimo. Los periodistas, puestos de lado y que muestran repugnancias por la trayectoria de muchos canales durante el fujimorato, vemos con preocupación este episodio, porque sórdidas experiencias pasadas nos han hecho entender que dar gusto al poder de turno es negar la esencia de este arte y oficio de informar y opinar con libertad.

Angustiados presenciamos como la concertación se va transformando en un baile de máscaras.

Se trata, dicen los asesores presidenciales que ven el tema, de que la televisión no informe "con falsedad". Y a la vez dan a entender que en el futuro las noticias serán "verdaderas", porque los canales anatematizados serán dados en licitación transparente a los que ganen con limpieza. ¡Otro cuento, otro engaño, pues desde ahora se puede apostar quiénes serán los favorecidos en esa licitación!

Como siempre, como ocurrió en 1974, los vicios e infinitas imperfecciones de la libertad de expresión volverán a servir de pretexto para justificar remedios que siempre han resultado y seguirán resultando peores que la enfermedad que se pretende curar.

Pero este juego de engaños engañadores y engañados (que no es el sutil y elevado juego de abalorios de los enclaustrados de Hernann Hesse), este turbio juego de trampas y mentiras también se está dando en otro terreno de vital importancia para el destino patrio; el de la necesaria concertación nacional en torno a la presidencia de Alejandro Toledo, el escogido por el pueblo para gobernarnos los cinco años de su mandato.

Hay que llevar mucha ponzoña en el alma para no admitir que los líderes políticos del momento son conscientes de la catástrofe social y económica que el fujimorismo nos ha dejado como herencia. También es absurdo y enfermizo pensar que alguno de ellos desee el fracaso del presidente Toledo. Ninguno de ellos, pues no los creo dementes, sería tan idiota para no advertir que, en la situación que está el Perú, el fracaso de Toledo haría inviable la presidencia del que lo siga (si es que llegamos a nuevas elecciones). Por lo tanto, gustosos u obligados, los líderes políticos peruanos saben que el sostenimiento del régimen no admite discusión y que la mejor, y quién sabe única vía para lograr estabilidad, algo dificilísimo en las circunstancias que vivimos, es la concertación nacional.

Sin embargo, a pesar de esa comprensión generalizada de la realidad, estamos viendo que el juego de los engaños está haciendo que se vayan evaporando las esperanzas de un real acuerdo nacional. Presenciamos angustiados cómo la concertación se va transformando en un baile de máscaras que se celebra día a día en Palacio de Gobierno, con un final público: todos los enmascarados que, por tandas, asisten al baile, salen con la cara lavada a paso de danza y se acercan a los micrófonos palaciegos para expresar ritualmente dos o tres opiniones, las más de las veces ya exprimidas por otros como limón de emolientero.

Esto no es concertación sino circo político, al que no sería de extrañar sean invitados los ídolos del fútbol y las estrellas de la televisión. Y no hay ánimo concertador alguno en el ministro, parlamentario y alto dirigente del partido gobernante que, al intervenir en el conversatorio en tomo a la transición española, afirmó que él concertaba pero no concedía. ¡Como si pudiera haber concertación sin concesiones mutuas! ¡Como si en España la concertación no se hubiera logrado precisamente con base en grandes concesiones, entre otras la de los republicanos, admitiendo que España fuera monarquía y rey el heredero escogido y formado por Franco!

¿Así que concertación sin concesiones y con la soterrada amenaza de un ministro que sueña con meter en la cárcel a uno de los políticos más votados en las ultimas elecciones?

No, esto no es concertación. La verdadera concertación es sin duda muy difícil, pero a la vez es muy simple y precisa. Incide en tres puntos. Primero: respeto el resultado electoral y acuerdo político en cuestiones especificas sobre las cuales gobierno y oposición deben compartir responsabilidades. Segundo: definir lineamientos económicos, sobre bases realistas, que serán asumidos por todos. Tercero: y, por último, llegar a un acuerdo laboral sólido, de largo plazo, en diálogo con empresarios y trabajadores. Todos los otros temas sobran, mejor dicho pueden servir para enriquecer los programas del gobierno, pero no son parte de la concertación, pues si lo fueran la concertación sería un revoltijo, una ilusión inaprensible.

Los líderes políticos peruanos saben que el sostenimiento del régimen no admite discusión.

Claro está, además, que la concertación debiera venir acompañada de cierta dosis de conciliación, que no llegue sin embargo a ser tanta como abandono de posiciones ideológicas ni de legítimas aspiraciones políticas. Concertar no significa congelar al país sino civilizarlo. Así le daremos la mano al desarrollo, un bien fundamental que durante años se nos ha venido escurriendo de las manos.

Fuente:
EDITORIAL PERIODISTICA OIGA

viernes, 22 de febrero de 2013

Una inteligencia despierta, vivaz, a la vez que desbordante, indisciplinada y bohemia, aunque muy bien cultivada, como fue la de Federico More, no es de extrañar que, inútilmente, hubiera intentado muchas veces sistematizar su pensamiento en una obra orgánica, en un libro cumbre, en una suma que redondeara sus ideas, siempre un tanto atrevidas, sobre la vida, el mundo, el hombre peruano y su porvenir, sobre el buen ordenamiento de la sociedad, sobre la poesía del atardecer y la suciedad de la política. No lo logró, porque sistematizarse hubiera sido negarse a él mismo: un anarquista del pensamiento. Pero hombre de trabajo, dentro del desorden de su azarosa existencia, escribió y escribió angustiosamente, con apuro, dejando impreso un reguero desparramado de artículos, folletos, libros, ensayos, prólogos... Con algunos de ellos, que son los más representativos de su obra, en un resumen que, como toda tarea humana, es cien por cien subjetiva, he formado estas Andanzas de Federico More. Son las Andanzas por las tierras del Perú, de América y de la literatura universal de un espíritu excepcionalmente dotado para pensar y juzgar, para exhibir inteligencia, para jugar con las palabras y entregarse al devaneo de las ideas, para coger la lanza y lanzarse locamente, desbocadamente, al campo abierto de la polémica sin cuartel.

Las Andanzas de Federico More están llenas de pasión y desbordes como su espíritu; y su obra es variada, muchas veces luminosa como el sol de mediodía y, otras, embellecida por ocasos y auroras con reminiscencias paganas. Enceguecido por la luz de la diosa actualidad, More no pudo aquietar el potro desbocado que llevaba dentro y no dejó -repito- un trabajo orgánico, meditado, hecho con el sosiego de los que ven pasar el tiempo pensando en el mañana.

Federico More vivió escribió, apasionadamente, al día. Fue ante todo y sobre todo periodista, aunque pienso que nunca dejó de amar a las musas de su juventud, que jamás perdió el regusto por la poesía, esa diosa que le hizo captar su cuna puneña, el Ande, con singularísima sensibilidad. Esas alturas cercanas a las estrellas a las que les dedicó esta frase precisa y bellísima -cito de memoria-: «Aquí nació el silencio, aquí se siente el olor de un cuerpo en celo». No recuerdo los versos anteriores ni los que siguen y me ha sido imposible hallar la poesía completa en la selva de periódicos donde he estado siguiendo la huella de Federico More, periodista insigne de quien, sin embargo, los peruanos de menos de cuarenta años poco o nada conocen. La obra del periodista, como él lo dijo, «tiene fama frágil y dura apenas horas»... Salvo excepciones. Naturalmente. Una de ellas resonante, singular y variada es la de Federico More. Y aquí está justamente este libro para confirmar la excepción.

En uno de los capítulos que siguen hallará el lector un ensayo de More que sonará algo extraño y que años atrás pocos habrán entendido: es la visión premonitoria de lo que sería el periodismo del futuro, el de hoy, ese periodismo chato, sin aliento orientador, sin calidad ni ánimo literario, algo similar a la comida masticada, a las píldoras alimenticias de los astronautas. More lo describe como un inmenso archivo donde se puede hallar la tarjeta correspondiente a una boda fastuosa, a un robo al escape, a una intervención parlamentaria sobre educación física o sobre defensa ecológica de un río o de la ciudad capital. Todo estará allí ya redactado. Sólo quedará por hacer el trabajo de colocar los nombres de las personas y lugares del hecho recién ocurrido.

En otras palabras, Federico More prevé la muerte pronta del periodismo que él amó y realizó con extrema calidad, ese arte y oficio íntimamente relacionado con la literatura y con la política entendida como sacerdocio cívico —esa prensa que brilló como lucero esplendente en el siglo pasado y la primera mitad de éste—, vislumbrando a la vez el periodismo de nuestros días: transformado en un negocio que puede confundirse con la fabricación de salchichas o zapatillas, si no fuera porque los medios de comunicación masiva —ya no se dice simplemente «prensa»— dan cierto lustre político y son instrumentos de poder que pueden auxiliar a otros negocios; sin perder su propio valor cotizado en bolsa. El periodismo en sí, aquel del bien decir, defensor de valores morales y cívicos, importa menos o nada. Por lo que si hay interés es por las «primicias», porque ellas significan mayor «rating», aumento, en el precio bursátil de las acciones de la empresa. Y esas primicias hay que conseguirlas por encima de todo, hasta de la propia honra o del prestigio patrio. El resto de la edición sale de los anaqueles que describe More, aunque anaqueles cada vez más sofisticados por la computación y la apabullarte tecnología electrónica, siempre con una novedad en la mano.

Me parece que el periodismo escrito, en el que pasó su vida More y nos sigue interesando a unos pocos periodistas —cada vez menos—, tendrá un mañana distinto, quién sabe salvador de ese arte y oficio que hoy está desapareciendo. Creo que en cada una de las ciudades de la geografía mundial sobrevivirá un diario, un periódico de servicios, de información local, de especializaciones. Por lo general, aquellos que han sabido sobrevivir amparados en una tradición familiar. Y me parece que el antiguo oficio de hacer arte con la actualidad, la tribuna de los comentarios agudos, orientadores, placer de los lectores, el periodismo de a verdad independiente, encontrará boya de salvataje en periódicos bisemanales, de pocas páginas y bajo costo, sin los lujos de las revistas y sin la carga de los servicios que debe ofrecer el diarismo moderno.

¿Será ilusión lo que escribo, será nostalgia de los años que acompañé a Federico More en esas pequeñas imprentas que eran refugio de bohemios? ¿Estaré hablando de un futuro cierto?

Aquí queda la idea, la propuesta, para la reanimación de un pasado en agonía —no en el sentido de la agonía unamuniana— que algunos quisiéramos reviviera.

More, como ya he dicho, fue poeta, literato de altísimo nivel, ensayista luminoso. Fue, según César Vallejo, el prosista de su generación. Usó con fiabilidad extrema el robusto idioma de Cervantes y Quevedo y no dejó de ser admirado, como crítico literario, por José Carlos Mariátegui, el más respetado de sus amigos de la «generación Infortunada» como tituló More a su generación. «La generación que se abre, cronológicamente, con hombres de la edad de Leónidas Yerovi y se cierra con hombres de la edad de José Carlos Mariátegui... Basta escribir o pronunciar estos dos nombres para comprender el inmenso infortunio, el signo adverso que pesa sobre aquella generación, la más brillante que ha producido el Perú, la más literaria, la de más completa sensibilidad; y la única que no ha logrado, ni a medias, decir su secreto de cultura, de emoción y de inquietud... Si juntos los nombres de Leónidas Yerovi y de José Carlos Mariátegui escribimos el de Abraham Valdelomar, la evocación dolorosa se completa»... Son éstos, párrafos del artículo escrito por More a la muerte de Mariátegui, quien había descalificado a More para la política llamándola «aristócrata de la inteligencia», distante de las multitudes. Definición acertada, que a More no le mortificó, porque se sentía tan ajeno a los honores y glorias oficiales como a las inquietudes de las masas. Aunque sí le preocupó -y muchísimo- la política; de la que fue apasionado seguidor, aunque no como aspirante a presidente, ministro o diputado, sino como observador comprometido, como orientador de la opinión pública, como periodista, y no como conductor de multitudes, a las que, sin duda, detestó y a las que diferenció magistralmente del pueblo en su libro «Una multitud contra un pueblo». Sus mejores prosas son políticas y políticos son la mayoría de sus ensayos. Sus inquietudes están trazadas precisamente en ese bello artículo de adiós a Mariátegui. «En el entierro va a hablar Ezequiel Balarezo Pinillos, Gastón Roger, que es uno de los pocos sobrevivientes de esa generación, la generación infortunada, la que expresa, mejor que cualquiera otra de las formas de la vida nacional, el hondo y grave fracaso de nuestro espíritu en la marcha hacia la cultura y en el sacrificio por una norma de puro y eficaz idealismo. Estoy seguro que Balarezo sabrá evocar, ante la tumba precoz de Mariátegui, el dolor de todos nosotros, el dolor de él mismo, el vasto dolor de cuantos sabemos todo lo que pudimos realizar y todo lo que una sociedad inerte e injusta no nos permitió cumplir».
Discípulo ferviente de Manuel González Piada -con quien mantuvo estrecha relación durante años-, fue en su juventud un iconoclasta, casi un incendiario; y lo siguió siendo en la mocedad, cuando no se le llamaba señor More o don Federico, sino el «Loco More», según cuenta Adán Felipe Mejía, «El Corregidor», en una sabrosa crónica de recuerdo sobre los encuentros bohemios de Yerovi y Moro, cuando éste, junto a Valdelomar, era portandarte de los colónidos, aquellos hombres que soñaron con cambiar al Perú modernizando el pensamiento de su clase intelectual. Su devoción por González Prada llegó en un momento al delirio, pero fue asordinándose con el tiempo hasta llegar a afirmar que el ídolo de su niñez y juventud no pasó, ideológicamente, de ser un ingenuo comecuras. Siempre, sin embargo, lo siguió admirando como literato.

Con esa afirmación y sólo una parte de su antigua devoción a González Prada, además de un odio concentrado a la Lima voluptuosa y virreynal, sede de una plutocracia sensualizada e inepta, incapaz de dirigir al país, sale More al destierro en época de Pardo. Son doce años de peregrinación por América Latina, haciendo periodismo, escribiendo ensayos, viviendo de su pluma. Nueve de esos años los pasó en Buenos Aires, donde logró una expectable situación en la prensa argentina. Dejó allí, sobre todo en «La Razón» y en la «Crítica» de Natalio Botana, muy en alto el nombre de Federico More.

Allí también lo siguió su pasión más persistente, la que, cosa curiosa, nunca lo abandonó, a pesar de su sobresaltada vida periodística: la poesía. En Buenos Aires, entre 1922 y 1923, Federico More dedica buena parte de su tiempo a poner en contacto a los lectores hispanos con la poesía alemana que va de Vogelweide a Rilke. Este trabajo lo realiza con la ayuda del doctor Alberto Haas, quien le entregaba unas traducciones muy literales, a las que More les daba «versión rítmica española». Algunas de las traducciones de Rilke no llegan a publicarse en Buenos Aires y la «Canción del amor y de la muerte del corneta Cristóbal Rilke» recién aparece en «La Revista Semanal», en Lima, en 1931. El artículo de More titulado «Noticias críticas sobre poesía germánica -Meyes y Storm, dos poemas terminales anunciadores», publicado en «La Razón», en julio de 1923, es considerado según Estuardo Núñez como uno de los mejores comentarios hechos en lengua castellano sobre dichos escritores y poetas.

Pero la atracción de la patria, de «La única tierra cuyo contacto nos fortalece», no lo abandona. Y pasa a Bolivia para estar más cerca del retorno al Perú. En esa época aparece un libro, «El tirano en la jaula», cuyo prólogo lleva la firma de Federico More. Un prólogo que, sin duda, es uno de los panfletos mejor escritos y más virulentos de la turbulenta historia política peruana. Pero el leguiísmo ve la mano de More no sólo en las tremebundas imprecaciones del prólogo. También le achaca -posiblemente sin equivocarse- el título del libro y algunas acciones conspirativas. El hecho retarda su regreso a la tierra patria.

Estamos en La Paz, ciudad a la que Federico More siente como suya, tan próxima a su Puno natal como a su sensibilidad humana. Allí, presentado por el gran novelista boliviano Alcides Arguedas, More, triunfador de los Juegos Florales, tuvo la satisfacción de leer ante una multitud su «Canto al Illimani», el monte tutelar de la capital boliviana:

En una mañana de rosas, transparente,
le nacieron orillas al Mar... y fue la Tierra
y en el temblor violeta de las arenas grises…
Viento y Luz, nupcialmente,
dieron vida a la Nieve y a la Sierra,
árbitros de fantásticos países.

Su retorno al Perú es apenas anterior al huracán que irrumpe con la revolución victoriosa de Arequipa (agosto de 1930). More llega a Lima en noviembre de 1929 y en «Mundial», la revista que junto a «Variedades» acapara la lectura de los peruanos, deja estampada su personalidad periodística. Es el (colónido), que vuelve lanza en ristre, luego de doce años de exilio, aunque con el ánimo político un tanto apaciguado:

«Excesiva cortesía la de «Mundial» cuando, olvidando mi condición de periodista militante, quiso hacerme un reportaje Un periodista no es un ser periodístico y, por lo tanto, no es sujeto entrevistable. Como que el creador no puede resignarse a convertirse en su propia criatura.

-Pero -me dice, con fina amabilidad de antiguo camarada, Andresito Aramburú- es preciso que sepamos qué opina usted de su patria después de tan larga ausencia, después de estos doce años en los cuales han pasado tantas cosas.

-Está bien -le respondo-. Haré algo así como un auto reportaje. Siempre, para decir mis propias cosas, yo mismo he de resultar más eficaz y exacto que el más agudo de los reporteros. Escribiré un artículo que sea un conjunto de respuestas. Después de todo, en un reportaje, la pregunta es lo que menos vale, porque, cuando vale algo, se queda sin respuesta. ¿Acepta usted mi fórmula?

La fórmula es aceptada y aquí está el artículo. Cuando vengo a entregarlo, encuentro que, en la casa de «Mundial» aún vaga, por fortuna, la sombra gentil y sonriente, sagaz y benévola de don Andrés Avelino Aramburu que enseñó a tantos escritores a ser periodistas y a tantos periodistas a ser escritores. Aún subsiste aquel ambiente que supo crear don Andrés Avelino, aquel ambiente en que la charla y el trabajo, una laboriosa negligencia y una holgazana actividad se juntaban con rara elegancia, Aquel ambiente que era obra tanto del dandy como del escritor. Aquel ambiente que aún se perfuma con el epigrama y el ramo de violetas, los dos signos con los cuales el maestro dio discreta expresión a su ingenio y a su persona irreprochable. Pero ¿Y el Perú que he hallado al cabo de doce años de accidentada ausencia?»

……………………………………………………………………………………


«Todo aquel que, al cabo de una larga ausencia -más larga cuanto más dolida- pisa tierra de su tierra, siente que dentro de su personalidad nace un nuevo mundo, tanto más encantado cuanto más se parece al mundo antiguo, a ese que, a cierta altura de la vida, expresamos en estas dos maravillosas e indefinibles palabras: infancia, juventud. Después de todo, la vida está fabricada con tela de nuestro propio sueño. Cuando se ha vivido un poco, el sueño se asemeja mucho al recuerdo.

En realidad, doce años no son no los que quiere que sean su coeficiente de intensidad. Para un tuberculoso, doce años no valen lo mismo que para un artrítico. El político no tiene sobre el tema el mismo concepto que el comerciante.

En estos últimos doce años, no sé si el Perú ha vivido doce o cien: no importa el caso saberlo. Lo que sé es que ha vivido mucho. Hace tiempo que vengo trabajando en un libro que me parece será lo fundamental de todo mi obra literaria y se titula «Historia Política del Perú». Lamento no tener aquí mis apuntes y los capítulos ya escritos, a fin de releerlos y terminar de comprender hasta qué punto nos hemos transformado. A pesar de todo, voy a intentar una exposición rápida y sintética de mis impresiones sobre la actualidad. Debo decir que no guardo ni un rencor ni un odio. Ni siquiera un resentimiento. Casi no conozco a las personas y estoy fuera del mundo de los intereses. Procedo con objetividad intachable».

Su análisis, no siempre objetivo -nunca la pasión deja de desbordarse en More-, luego de puntualizar lúcidamente que «es incuestionable que la era preconstitucional del Perú no ha terminado, es decir que aún no hemos encontrado la forma de gobierno y el institucionaje que quedan convenirnos exactamente» y luego de historiar en apretada síntesis los períodos civiles y militares, se lanza furibundo, como en sus vehementes años juveniles, contra el civilismo: «Cuando se dice que Manuel Pardo fundó el civilismo y le dio vida, se dice algo pueril: Manuel Pardo lo único que hizo fue producir la guerra del Pacífico y dejarle la sucesión a un militar: dos hechos perfectamente anticiviles». Para More, no sin razón, «el civilismo se levanta, se funda y se engrandece gracias a la oligarquía». Esos oligarcas «miopes y vanidosos, mataron a Manuel González Prado y a Abraham Valdelomar; inmolaron a José Balta y esterilizaron a Nicolás de Piérola; entristecieron la juventud de Germán Leguía y Martínez y de Abelardo Gamarra; y se encogieron de hombros ante el singular ingenio de Florentino Alcorta, que tuvo que penalizarse —yo conocí el dolor de aquella vida— para no perecer. Mi generación, la generación infortunada por antonomasia, fue íntegramente disuelta en las hogueras inquisitoriales de la oligarquía».

Dice More en ese artículo o autoentrevista -de noviembre de 1929- que ha venido a la patria por pocos días. «No pasaré en Lima, quizás ni en otro sitio del Perú, la próxima semana. Ignoro cuando volveré». Lo cierto es que su anunció no se cumplió y se quedó aquí, en un país que ya vivía la agonía del oncenio leguiísta. Muy pronto el Comandante Luís M. Sánchez Cerro entraría victorioso a Lima, sin que muchos advirtieran, muy cerca del militar revolucionario, la presencia de José Luís Bustamante y Rivero, años atrás compañero de More en las tertulia literarias de Arequipa, aquellas que siguieron a la expulsión de More, embrión de periodista, de la Escuela Militar de Chorrillos, donde fundó un periódico para criticar al alto mando de la Escuela. Pero Bustamante no logró que el periodista se acercara al rebelde de Arequipa ni pudo él mismo mantenerse en la proximidad del poder. Fue un ministro fugaz, que regreso a su provincia espantado por lo que vio venir; mientras que More terminó por calificar a la época que siguió al triunfo revolucionario de «Zoocracia y Canibalismo», de ambiente incompatible con la inteligencia. Fueron tiempos revueltos, de disolución y oprobio, y él volvió a probar el amargo pan del exilio.

Federico More se sumergió en la vorágine nacional de aquellos años. Luego de su deportación a Chile, nunca más salió del Perú, como no fuera una visita accidental, como delegado de prensa, a Santiago o Buenos Aires. Aquí, en la Lima sensualizada que ayer odió y que entonces comenzó a adorar, se prodigó escribiendo contra esto y aquello. Pero ya estamos en los comienzos de la historia de nuestros días, agudamente vi seccionada por More en memorables notas editoriales y afilados ensayos, citados más de una vez por Jorge Basadre en su «Historia de la República».

Son escritos que van apareciendo en «El hombre de la calle», en «El Universal», en «La Revista Semanal», y en otras publicaciones de la época. Pero, sobre todo, en «Cascabel», su semanario, su aventura empresarial. Su «casa propia», que administró con el desorden bohemio en el que siempre vivió. Cuando sobraba dinero había que gastarlo en una gran farra, que se iniciaba con un almuerzo de mantel largo y servilletas grandes, de tela fina, que podía concluir dos o tres días después; y, cuando no había sino centavos, también alcanzaba algo para gastar, para vivir alocadamente sin pensar en el mañana. Era como si More advirtiera el futuro peruano con claridad de profeta y, desesperado, se entregara a vaticinarlo en sus fatigosas horas de trabajo en la redacción y a destruir su vida en los descansos: para no sufrir lo que vendrá, para rehuir de ese mañana sin honesta discrepancia ni pacífica convivencia, aspiración por la que bregó cada día con menos esperanza.

Es en esos años que aparece, juvenil y arrogante, el Apra de Haya de la Torre. Pronto advierte More el percal de engaño que hay en el Partido «de los asnitos» y se convierte, para siempre, en abanderado contra la mediocridad aprista. Cambia la dirección de sus dardos, aunque jamás olvida a su viejo enemigo: «En el Perú hay dos fuerzas que se oponen a la cristalización de las corrientes modernas y universales: el Civilismo y el Apra. El primero, carente de técnica y de espíritu de empresa, es un obstáculo en la marcha hacia el capitalismo. El segundo, imbricación rara de fascismo y de marxismo, es una rémora para el espíritu revolucionario. Vivimos dos etapas distintas y alejadas. Unos se encuentran como se encontraban los nobles, antes de la Revolución Francesa, sin reconocer los derechos del hombre; otros consideran que están en un estado comunista, sin percatarse que no hay aquí nada que revolucionar, sino mucho que organizar. Estamos entre dos fuerzas opuestas y, probablemente, iguales: la prueba de ello es que no caminamos».

¿Pueden ser más actuales las frases anteriores? Pero adentrémonos en More, leyendo a More en las diversas etapas de su vida y en las distintas facetas de su obra; sigamos en sus textos los pasos del siempre renovado pensamiento de More, hombre al que conocí y traté íntimamente en las postrimerías de su existencia terrenal. Personaje que dejó en mí una imborrable impresión por su inteligencia, su agudeza mental, sus conocimientos más íntimos vericuetos de la vida, por su amor a todo lo humano y a lo que fue más que su arte y oficio, su razón de ser, el periodismo.

Así despedí los restos mortales del maestro, del eximio orfebre en las artes de manejar el idioma, de captar la actualidad, de juguetear con las andanzas de la vida. Hoy no cambiaría una palabra de lo que ese día dije en el cementerio de Lima:

«Nada más doloroso que renunciar a alguien. Y henos aquí devolviéndole a la tierra el cuerpo del ingenioso y agresivo prosista que llenara, desde su mocedad hasta ayer, el lugar más destacado y bullicioso del periodismo peruano. Sólo para el mañana -señalando por campo toda América Hispana- ha dejado Federico More la tarea, demasiado ambiciosa, de poderlo igualar. Le gustó ser primero. Y lo fue siempre. Nadie usó de la pluma con la habilidad de él, nadie supo hacerse odiar y temer como él y ninguno habrá que haya gozado de la amistad más que él. Caballo desbocado, tuvo ideas demasiado emotivas sobre la realidad social y política; pero, asumió con desenfreno lo que creyó justo. Pasó la vida entreteniéndose en decir que lo que más amaba era un crepúsculo frente al mar, o el silencio infinito de su puna. Lo que siempre hizo fue vivir apasionadamente, buscando sin cesar una trinchera de combate, queriendo -en el mundo de las ideas- unir la luna con la tierra. Fue poeta, en lucha constante por hacer vivir a los hombres dentro de una libre y divertida discrepancia. Y por poeta, quiso ser político. Lo vencieron la poesía y el humorismo. Ese sutilísimo humorismo sajón que permite llorar bajo la risa. Vivió entre sueños encantados y chispeantes; que no le impidieron, sin embargo, que muy a menudo coincidiera, en su trágica angustia por su pueblo, con las multitudes, a las que detestó con convicción de aristócrata de la inteligencia. More no entendió la vida sin pelea... y ha caído peleando. Honra a la revista que fundé y dirijo el haber sido su última trinchera. Los que hemos estado hasta el fin a su lado, sabemos que no lo mató la muerte. Federico se dejó morir. En un país donde cada día es menos valorada la inteligencia; en momentos en que se han perdido hasta las buenas maneras -de las que él gustó tanto-; y cuando las posibilidades de rehacer la fe de su pueblo, a base del respeto a la discrepancia, se transforman en seguro temor de tener que continuar en obligada con vivencia, no creyó adecuado encontrar otro camino que el de dejarse morir. ¿Qué hacía él, eterno discrepante, en un mundo de silencio? Como sus amigos, los viejos griegos, se fue sonriéndole a la vida. Junto a Federico enterramos otra esperanza maltratada».

Pero los hombres que crearon belleza, que sembraron ideas, sobreviven a su envoltura terrena. Son como los gatos -animal al que More adoraba-; tienen varias vidas, las vidas que nacen de las lecturas que dejan.

Los invito a leer a Federico More.


FRANCISCO IGARTUA
ANDANZAS DE FEDERICO MORE
Prologo y Recopilación
págs. 5 al 14.

l'osservatore romano


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martes, 19 de febrero de 2013


(Fraternités municipales et ordre publicen Castille et Lion pendant le Moyen âge
Municipal Brotherhoods and public orderin Castile and Lion in the Middle Age
Kontzeju-ermandadeak eta ordena publikoa Gaztela eta Leonen Erdi Aroan)


José Luis ORELLA UNZUÉ
Universidad de Deusto y del País Vasco
Clio & Crimen, nº 3 (2006), pp. 68-133

Resumen: El objetivo de este III Coloquio organizado por el Centro de Historia del Crimen de Durango está centrado en el estudio de la Hermandad como institución que persigue la delincuencia en despoblado.
Al asumir el estudio del control de delitos y la impartición de penas en los territorios de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa parto de varios presupuestos que es necesario explicitar:
Primero que las instituciones judiciales de estos territorios desde su instauración hasta su supresión foral están vinculadas, sino desde su origen a la Santa Hermandad de los Reyes Católicos (ya que las Hermandades Vascas son anteriores al siglo XV), sí en su consolidación como instituciones judiciales estables.
Segundo que los ámbitos de jurisdicción y los tribunales que los ejercen (al igual que en otros territorios hispanos y de la Cristiandad) son múltiples ya que la justicia durante el Antiguo Régimen no es territorial sino personal y por lo tanto existen varios ámbitos de jurisdicción y sus correspondientes tribunales a los que puede acogerse un súbdito de los reyes sea eclesiástico, universitario, militar, comerciante o burgués.
Tercero que en el desarrollo de las instituciones judiciales de los territorios vascos tenemos dos procedimientos historiográficos como posibles: 
1) aportando un desarrollo dinámico y diacrónico, territorio por territorio y en esta panorámica ir desgranando los diferentes niveles judiciales de primera y de segunda instancia y aun considerando ésta última en el grado de apelación o de súplica.
2) El segundo procedimiento, que es complementario al anterior, consistente en la descripción de aquellos tribunales que son comunes en su organización estructural dentro de las tres provincias vascongadas y por lo tanto son también afines a similares tribunales de otros territorios del reino de Castilla.   Me estoy refiriendo a los tribunales de justicia correspondientes a gremios y cofradías, a los tribunales eclesiásticos, a los tribunales fronterizos dirigidos  y encabezados por alcaldes de sacas o a los tribunales de ferrerías.
En esta introducción convendría también destacar que en el Antiguo Régimen y dentro de la etapa foral tanto en los siglos medievales como en los modernos, nos encontramos en las tres provincias vascongadas con una multiplicidad de jurisdicciones especiales que se aglutinan y aun se solapan en la sociedad.
Palabras clave: Hermandades vascas, Santa hermandad, delincuencia, delitos, penas.

Résumé: L’objectif du III Colloque organisé par le « Centro de Historia del Crimen » de Durango est porté sur l’étude de la « Hermandad » comme une institution qui poursuit la délinquance es rase campagne.
Pour étudier le control des délits et les peines accordées, je parte de plusieurs présupposés qu’il faut expliciter.
Premièrement, les institutions judiciaires dans ces territoires, dés son instauration jusque la suppression des « fueros » , sont liées á la « Santa Hermandad » non pas depuis son origine (les confréries basques sont antérieures aux XV siècle) mais comme institutions judiciaires stables.
Deuxièmement, les champs de juridiction et les cours qui l’exercent sont multiples car la justice n’est pas territorial mais personnelle, et pour ça il y a plusieurs champs de juridiction.
Troisièmement, dans le déroulement des institutions judiciaires des territoires basques nous avons deus procédés historiographiques possibles:
1) apporter un déroulement dynamique et diachronique territoire par territoire et ainsi égrener les divers niveaux judiciaires de première et deuxième instance.
2) le deuxième procédé complète le précédent, et consiste á la description des cours communs en leur organisation dans les trois provinces basques et  comme conséquence sont aussi semblables aux cours d’autres territoires dan le royaume de Castille.
Il faut aussi souligner dan cette introduction que á l’ancien régime et á l’étape des « fueros », tant aux siècles moyenâgeux qu’aux modernes, nous trouvons dans les trois provinces basques une multiplicité de juridictions spéciales qui s’agglutinent et même se croisent dans la société.
Mots clés: Les confréries basques, Santa Hermandad, délits, peines.
Abstract: When introducing the study of the control of crime and punishment in the territories of Álava, Vizcaya and Guipúzcoa, some assumptions need to be stated:
First, from their foundation to their suppression, the legal institutions in these territories are linked, not to the Holy Hermandad of the Catholic Monarchs (because the Basque Hermandad is previous to the 15th century), but as steady legal institutions.
Second, the jurisdiction field and the courts that run them (just like in other Hispanic and Christianity territories) are many because law during the Old Regime was not territorial but personal and thus, there are several jurisdiction fields and their corresponding courts, to which an ecclesiastical, university, military, merchant or bourgeois subject of the monarchs could have recourse.
Third, throughout the development of the legal institutions of the Basque territories, there are two possible historiography procedures:
1) Analyze the legal stages of the First and Second Instances through a dynamic and diachronic development and even consider the last one an appeal or a plea.
2) The second procedure is complementary to the previous one and it describes those courts that are common in their structural organization in the three Basque Provinces and therefore, they are similar to other Courts in other territories in Castile. I am referring to the Courts of law corresponding to guilds and brotherhoods, to the ecclesiastical court, the frontier courts leaded by a mayor and Courts of forging.
In this introduction, it’s worth mentioning the fact that in the Old Regime and within the “foral” stage, both in medieval and modern centuries, in the three Basque Provinces there is a multiplicity of special jurisdictions that bind together and overlap in society.
Key words: Basque Hermandad, Holy Hermandad, crime, punishment.

Laburpena: Durangoko Krimenaren Historiaren Zentroak antolatutako III. Mahai-inguru honen helburua Ermandadeak
aztertzea da, eremuan delinkuentzia jazartzen duen erakundea delako. 
Araban, Bizkaian eta Gipuzkoan delituak kontrolatzea eta zigorrak ezartzea aztertzean, azaldu beharreko hainbat aurrekari hartu ditut kontuan:
Lehenengoa: lurralde horietako erakunde judizial horiek, ezarri zirenetik desagertu ziren arte, Errege-erregina Katolikoen Ermandade Santuari atxikita daude sorreratik bertatik ez bada –euskal ermandadeak XV. mendaren aurrekoak dira–, bai erakunde judizial egonkor gisa finkatu zirenetik
Bigarrena: jurisdikzio-eremuak eta horiek gauzatzen dituzten epaitegiak (beste hainbat lurralde hispaniarretan eta Kristandadekoetan bezala) ugariak dira; izan ere, Antzinako Erregimenean justizia ez zen lurraldekoa pertsonala baizik, beraz, hainbat jurisdikzio-eremu eta haiei zegozkien epaitegiak zeuden, eta hartara jo zezakeen errege-erreginen mendeko oro, elizakoa, unibertsitatekoa, militarra, merkataria ala burgesa izan.
Hirugarrena: euskal lurraldeetako erakunde judizialen bilakaeran bi prozedura historiografiko erabil daitezke: 
1) Bilakaera dinamiko eta diakronikoa, lurraldez lurralde, eta bertan lehenengo eta bigarren mailako eremu judizialak bakantzea, azken hori apelazio edo erregu-mailakotzat hartuta.
2) Bigarren prozeduran –aurrekoaren osagarri gisa–, hiru probintzietan egitura-antolakuntza bertsua duten epaitegien deskribapena egiten da, eta horiek ere Gaztelako erreinuko beste lurraldeetako epaitegien antzekoak dira.   Gremioei eta kofradiei zegozkien justizia-epaitegiez, eliza-auzitegiez, zerga-alkateek zuzendu eta arteztutako muga-epaitegiez eta burdinola-epaitegiez ari naiz.
Sarrera honetan azpimarratu beharko litzateke Antzinako Erregimenean eta foru-aldian, bai Erdi Aroko mendeetan bai modernoetan, hiru probintzietan hainbat jurisdikzio berezi daude gizartean metatuta eta ezkutatuta.
Giltza-hitzak: Erdi Aroa, Gaztelako Koroa, kontzeju-ermandadeak, ordena publikoa.

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