Prólogo, por Josu LEGARRETA BILBAO
25 AÑOS DE RELACIONES CON VASCOS DE
ULTRAMAR
(En recuerdo de Paco Igartua)
Nunca había soñado en mi juventud que un día el destino me
brindaría la posibilidad de dirigir un programa político de relaciones con los
vascos residentes en países tan diversos como Andorra, Argentina, Australia,
Brasil, Canadá, Colombia, Chile, Cuba, El Salvador, España, Estados Unidos,
Francia, Guatemala, Italia, México,
Paraguay, Perú, Puerto Rico, Reino Unido, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
Ni siquiera, que un día podría participar en la gestión política de un programa
de Gobierno: quizás mi percepción juvenil de la dictadura franquista me condujo
a ciertas actitudes antigubernamentales, como si las estructuras políticas
fueran per se rechazables.
Años más tarde (1986) el Presidente del Partido Nacionalista
Vasco me planteó si estaría dispuesto a aceptar el nombramiento de “Director de
Promoción del Euskera” por el Departamento de Cultura del Gobierno Vasco. Sus
palabras en principio me sonaron más a orden, que a una invitación; y en
defensa de la Libertad personal, que tanto estimaba también el amigo Paco
Igartua, le mostré mi negativa, hasta que en un momento de la entrevista me
convencieron aquellas sus palabras de “deberías...”.
Así inicié una nueva, inesperada ni soñada, vida profesional,
superando, en primer lugar, mis actitudes antigubernamentales. No puedo negar
que en principio me sentí alagado por la confianza que depositaban en mi
persona. Recuerdo entre los primeros proyectos, el de la posible publicación de
un periódico diario en Euskara, la edición de obras de literatura clásica en
Euskara, el doblaje de películas al Euskara para su proyección en salas
comerciales, etc.
Euskadi era mi ámbito de actuación. Nunca había soñado en una
gestión política en el ámbito internacional. Desde el Departamento de Cultura
esta labor la desarrollaba el amigo Jokin Itxausti, hijo de un adinerado
empresario vasco-filipino que colaboró muy activamente en el entramado
internacional a favor del exiliado Gobierno Vasco. Fue el responsable de la
reiniciación de relaciones con los Centros Vascos. Pero falleció a causa de una desgraciada enfermedad. Mi
amistad con él pudo ser una de las razones por las que se me indicó que me
responsabilizara temporalmente, durante tres meses, de estas relaciones. Así de
simple fue mi introducción en el ámbito internacional.
En 1987 inicié mi programa de visitas a los Centros Vascos.
El Programa me brindaba la posibilidad de acceder al mundo nuevo de las
realidades socio-políticas de cada país, en general, y a la de emigrantes y
exiliados vascos, en particular. Me permitía conocer sus historias personales y
la de sus familias, el origen y evolución de su movimiento asociacionista y la
realidad de los países en que residían. Me resultaba reconfortante entablar
relaciones personales directas con miles de personas, cuyos corazones
transmitían a la mínima un mundo de añoranzas por su pueblo natal y la mejor de
las disposiciones, ¿incluso necesidades?, de contar sus experiencias, positivas
y negativas, vividas en el país en que residían. Incluso me agradecían que les
visitara. Les parecía gratificante que el Gobierno de su País empezara
definitivamente a estructurar relaciones con ellos.
Pero me encontré también con corazones dolidos por el olvido
de las instituciones vascas. En los años
de la dictadura franquista, el Gobierno Vasco en el exilio había mantenido
estrechas relaciones con los Centros Vascos; pero a la muerte de Franco (1975),
la reinstauración de la democracia y la reestructuración política de Euskadi se
convirtió en objetivo prioritario de la clase dirigente vasca y se dio el
consabido olvido de las instituciones vascas del ámbito internacional. Esta
actitud fue criticada, especialmente desde Argentina, y el Lehendakari
(Presidente) Carlos Garaikoetxea ordenó la organización del congreso mundial de
Centros Vascos en Donosti/San Sebastián (1982). Posteriormente aconteció la
escisión del Partido Nacionalista Vasco, la consiguiente creación de un nuevo
Partido, Eusko Alkartasuna (EA) y, dada la situación, el incumplimiento de los
planteamientos y promesas realizados en dicho encuentro internacional.
Afronté esta situación con el convencimiento de que la
eficiencia de mi gestión dependía, en primer lugar, de mi cercanía con los
asociados de los Centros Vascos y de su involucración en los programas, desde
la fase de su definición y creación de normativas hasta el desarrollo de los
programas.
Sí, era una labor apasionante. Tenía todo por hacer. No tenía
precedentes de referencia: la diáspora tenía su nivel de institucionalización
en cada país, pero carecía de una estructuración global, mundial, a pesar de
los intentos que se habían dado, como es el caso de Confederación de Entidades
Vasco Americanas (CEVA). Llegué a
visitar la mayoría de los Centros Vascos del Mundo. Comprobé que algunos estaban atravesando momentos económicamente
difíciles y que no todos los vascos “habían hecho las Américas”. Había incluso
quienes se encontraban en situaciones extremas. Otros se sentían afectivamente
vascos/as e idealizaban el País de sus antepasados. Para la atención de estas
realidades se fueron creando unas políticas de subvenciones, destinadas
principalmente a la financiación de actividades culturales, adecuación o compra
de edificios, formación de jóvenes, asistencia a personas en extrema necesidad,
enseñanza del Euskara y potenciación de las relaciones económicas. Estos
ámbitos de actuación fueron analizados y consensuados en aquellos dos
encuentros internacionales celebrados en Argentina: Bahía Blanca (1989) y Necoechea (1990). En representación del Centro
Vasco de Lima participaron los Sres. José Ma. Elejalde y Jon Keppa.
Pero me preocupaba sobre todo la proyección de futuro, la
perdurabilidad en el tiempo de dichas relaciones. Para ello se precisaba que
fueran reguladas por una normativa de máximo rango jurídico. Con este objetivo
planteé la tramitación de un proyecto de ley. Se elaboró el texto. Por mi parte
aspiraba a que la ley fuera aprobada por unanimidad. Para ello me parecía
imprescindible el diálogo permanente con los Grupos Parlamentarios y que el
informe jurídico previo fuera redactado por un especialista en derecho
internacional que no fuera vasco, ni de perspectiva nacionalista. El éxito
estaba garantizado si lograba estas dos condiciones. Y así fue: la ley 8/1994,
de 27 de mayo, fue aprobada por unanimidad, con la abstención de un pequeño
Partido, Unión Alavesa, ya desaparecido.
De acuerdo con uno de los apartados importantes de esta ley,
el artículo 13, los centros vascos, celebran el Congreso de las Colectividades
Vascas. Dice textualmente: “para promover el encuentro y la colaboración entre
las colectividades vascas, los centros vascos, federaciones y confederaciones
de centros vascos y las instituciones vascas se celebrará cada cuatro años el
Congreso de las Colectividades Vascas” y “de las deliberaciones del Congreso se
elaborará un documento de conclusiones, del que se dará traslado al Consejo
Asesor, a efectos de su consideración para la redacción del plan cuatrienal”.
El primero de estos Congresos se celebró en 1995. Tuve el
honor de contar con la delegación de Perú compuesta por los señores Javier
Celaya, Victor Ortuzar, y Francisco (Paco) Igartua. Una de las
primeras referencias de la ponencia de Paco, titulada “Euskadi y su imagen”,
fue precisamente sobre esta ley. Sus palabras textuales fueron: “Otras voces
más doctas que la mía tocaron y tocarán con amplitud este tema. Sólo me cabe
decir que los vascos de ultramar debemos agradecer esta ley que nos incorpora a
la sociedad de este país (País Vasco). Docta apreciación del amigo Paco: aún
careciendo de competencias exteriores, gracias a esta ley han quedado
institucionalizadas las relaciones de Euskadi con los vascos que residen en
otros países.
No menos importante me resulta su segunda aportación,
realizada, según él “de pasada,,sobre una menudencia, una pequeñez. Se dice en
la exposición de motivos o considerandos de la ley, que el primer centro
vasco de América es el de Montevideo,
fundado en 1876. Pero ocurre que aquí tengo a la mano un documento que reza
así: “Por cuanto en la Congregación que
tienen fundada los caballeros hijos-dalgo que residen en esta Ciudad de los
Reyes del Perú, naturales del Señorío de Bizkaia y Provincia de Gipuzkoa y
descendientes de ellos, y los naturales de la Provincia de Alava. Reino de
Navarra y de las cuatro villas de la costa de la Montaña...en el convento del
Santo San Francisco de esta ciudad, en la capilla que tiene advocación el Santo
Cristo y Nuestra Señora de Aránzazu, (Oñate), a quien se dio principio por los
años 1612. (...) Se trata de las nuevas ordenanzas que la “Ilustre Hermandad
Vascongada de Nuestra Señora de Aránzazu aprueba el doce de abril de 1635, en
la misma Ciudad de los Reyes, hoy conocida por Lima, con los siguientes
miembros: 35 de Gipuzkoa, 49 de Bizkaia, 9 de Navarra, 7 de Alava y 5 de las
cuatro villas de la Montaña, con la siguiente declaración: “Se ordena para
mayor decoro de esta Congregación, que todos los que hubiesen de ser recibidos
en ella sean originarios de las partes y lugares referidos...a fin de ejecutar
entre sí y con los de su nación obras de socorro mutuo”.
Gracias a esta ley, se han podido desarrollar los programas
definidos y consensuados entre el Gobierno Vasco y los Centros Vascos en cada
uno de los Congresos posteriores de 1999, 2003 y 2007. A tal fin, el Gobierno
Vasco ha destinado anualmente una partida presupuestaria importante, destinada
a financiar actividades de promoción y difusión de la cultura vasca, a la
formación de jóvenes y dirigentes de Centros Vascos, a la asistencia
humanitaria a personas en extrema necesidad, a la potenciación de las relaciones
económicas a través de los cinco institutos y/o fundaciones creados a tal fin
en Buenos Aires, Caracas, México, Santiago de Chile y Washington, y a la compra
o mejora de las sedes de los Centros Vascos, adecuándolos a las necesidades de
las personas discapacitadas.
Pero no quisiera ultimar esta relación sin resaltar que los
pasos que se dieron en la recuperación de la Memoria Histórica de la emigración
y exilio vascos no hubieran sido posibles sin la estrecha colaboración de los Centros Vascos. Iniciamos el proyecto
con la publicación de la colección, casi enciclopédica, de URAZANDI (Más alla
de las aguas). Sus 25 tomos recogen trabajos de investigación sobre la
emigración vasca, en general, y sobre los Centros Vascos más importantes, como
Bahía Blanca, Barcelona, Boise, Buenos Aires, Madrid, Mar del Plata, México,
Montevideo, New York, París, Rosario, Sydney o Tandil.
En una segunda fase, estudiamos la posibilidad de digitalizar
todas las publicaciones periódicas (revistas) vascas editadas fuera del País
Vasco. No fue nada fácil: tuvimos que investigar los ejemplares que existían de
cada uno de los títulos en archivos de Euskadi y de América, e incluso en
archivos familiares. Pero se superaron las dificultades gracias a la
profesionalidad y el desinterés del matrimonio uruguayo Alberto Irigoyen y
Adriana Patrón. Gracias a su labor, se digitalizaron 130 revistas, editadas en
30 países entre 1876 y 2006; en definitiva, unas 200.000 páginas, que fueron
editadas en 12 DVDs el año 2007.
Pero el proyecto contemplaba otros dos apartados más: la
digitalización de fotografías de la vida de vascos residentes fuera de Euskadi
y la digitalización de todas las noticias vascas publicadas en todos los
periódicos de los países en que hubiera Centros Vascos, desde 1876. El
resultado fue realmente satisfactorio: en la actualidad contamos con más de 40.000 fotografías de la vida de
emigrantes vascos y más de 50.000 noticias publicadas en diversa prensa
americana.
En el 2009 hubo cambio de Gobierno. El proyecto quedó definido.
A su término, el Gobierno del lehendakari Ibarretxe había asumido incluso el
compromiso de crear el Museo de la Emigración Vasca: se llegó a encargar y
redactar un estudio de anteproyecto. Pero hoy, tengo la impresión de que el
proyecto global está un tanto paralizado.
Evidentemente, resulta imposible resumir en un artículo la
gestión política de 25 años. No quisiera tampoco ser excesivamente redundante,
dado que el lector puede encontrar información completa en el libro “Memoria
1980-2005”, colección Urazandi, t. 18 – Gobierno Vasco, o en algunos de los
capítulos de mi reciente obra, publicada por la Editorial Oveja Negra de
Colombia con el título “Sentimientos
compartidos”.
Pero no quisiera finalizar sin confesar que veinticinco años
de gestión proporcionan oportunidades para vivencias de índole diversa. No todo
ha sido éxito. He tenido también mis fracasos. Aún así, mantengo
unimportantearchivo personal de recuerdos: de vivencias gratificantes, de
amistades estrechas, de debates, de controversias, incluso de enfrentamientos,
de ilusiones, de motivos de esperanza, de compromisos personales, de triunfos,
de sueños no realizados, de fracasos, de reconocimientos, de críticas, de
acusaciones solapadas y públicas, de malas interpretaciones, de engaños, de
luchas por el poder, de desencuentros intergeneracionales, de entregas
desinteresadas, de militancias políticas y apolíticas, de egoísmos, de
intrigas, de insinuaciones, de emparejamientos intencionados, de declaraciones
de amor, etc.Sin embargo,ante este cúmulo de realidades, exponentes de lo que
es la vida misma, no me invade ninguna sensación negativa, ni agridulce. No, no
puedo liberarme de recuerdos archivados en mi memoria. Pero mi corazón late en
positivo: todo lo que me ha pasado me parece humano. Incluso ante recuerdos
negativos, tengo la costumbre de exclamar, quizás con ironía, aunque sin
animosidad dañina, la expresión “¡qué divino!” o “¡realidades humanas!”.
Después de estos 25 años, hoy estoy más convencido que nunca
de que la política es tan digna como cualquiera otra profesión si se ejerce con
una profunda actitud de servicio a la ciudadanía.
Josu
Legarreta