Esos 44 años...
¿Se trata de comentar en estas líneas lo que significa OIGA en el periodismo político y ensayístico del Perú a lo largo de periodo tan dilatado? Imposible. ¿Por qué? Porque esas cuatro décadas son ya un trozo de la historia de este país y mi paso, allá por los años 50 de este silo el doctorado en Historia de San Marcos, me enseña que la Investigación de un periodo, institución o lo que fuere reclama no precisamente prisas de redacción, sino el sosiego indispensable para recordar con otras técnicas el sentido de lo que implica y complica, para el caso presente, la colección de OIGA a través de lapso tan inquieto y proceloso como es el del último medio siglo de vida peruana.
De manera que no me voy a referir mediante la lupa del análisis a la larga y dramática cadena de episodios que componen la vida de esta publicación, materia que por cierto habrá que abordar un día porque si de acudir a hemerotecas se trata, no se puede prescindir, entre otras, de aquella en que obre la colección de OIGA.
Algunas constantes
Pero cabe, al lado de unas menciones indispensables, referirse a ciertas características o constantes que conforman lo que podríamos denominar el estilo dominante en la revista.
Y en primer término no son casuales ciertas citas que hace lgartua en sus notas editoriales, de don Miguel de Unamuno. Tengo para mí que OIGA es unamuniana, esto es una revista agónica, vale decir de lucha, transitando siempre al borde del abismo, desfacedora de entuertos a guisa de perderlo todo. ¿No es tal, además, la personalidad de su eficacísimo subdirector, mi viejo amo Jesús Reyes?
En OIGA, en suma, se la juegan. De ahí que en ocasiones los aciertos sean más que redondos, y en oportunidades resalten yerros, pero no por obra de mala voluntad, sino por la pasión puesta en el empeño. Y recordemos, sino me falla la memoria, a Ulrico de Hutten: "No soy un libro hecho con reflexión sino un hombre con mi contradicción". Unamuno puro. Agonía. Igartua, Reyes, y la mayoría de los que están como Mario Belaunde, o que pasaron por aquí. Incluidos algunos de los más recientes como mi joven amigo Pedro Planas, quien tras su impecable aspecto de catedrático es fuego puro.
Los 50 de Francisco...
Pienso que cuando se cumplen 50 años de actividad en una profesión, actividad, oficio, carrera o como se quiera llamar, es pertinente reconocer que se coronó con éxito una vocación. Es el caso de Francisco Igartua.
Pero, como en todo humano quehacer, el éxito no sólo se define ponlo que se podría llamar el lado más favorable -aciertos, triunfos, satisfacciones-, sino que se va amasando también en virtud de pruebas dolorosas, de sinsabores, yerros y frustraciones que al ser superados no yugulan los afanes de la vida sino los enriquecen.
“Toda vida es, más o menos, una ruina entre cuyos escombros tenernos que descubrir lo que la persona tenía que haber sido", dijo alguna vez Ortega. La frase calza en lo que respecta a número nutrido de seres humanos, pero en el caso de Paco no es necesario escudriñar mucho para concluir que, en lo que atañe a su vocación periodística, salió adelanté sorteando los escombros.
Lo conocí comenzando la década de los 40. Delgado, inquieto, incisivo, pertinaz. Un día de aquellos años se me acercó en los claustros sanmarquinos y del encuentro salió la primera entrevista periodística que me hicieron en mi vida. Fue, recuerdo, para 'Jornada' que ha sido semanario, lnterdiario y diario, legendaria publicación, en fin, que fundaron los hermanos Benavides Corbacho: Miguel Jorge y Guillermo, y de la que llegué a ser director en sus postrimerías.
Era la Lima de entonces, “ciudad jardín” y “Perla del Pacifico” como se la llamaba. Pero bajo su hermosa calma aparente, comenzaban crepitaciones de la política una de cuyas resultantes, entre otras, fue la insurgencia de una nueva generación "con ansias de participar, porque la verdad es que el aprismo trataba de imperar sola y exclusivamente. De ahí surgió toda una larga historia que es imposible narrar en el espacio que resta.
Uno de los protagonistas de historia tal fue Paco, quien más de una vez se la jugó como el día de su memorable entrada al local de ‘La Tribuna’ para entrevistar a Haya de la Torre, hecho que pudo haber concluido trágicamente. Pues, la vida de este hombre corrió riesgos más de una ocasión.
El gran Dilthey solía decir que "la vida es una misteriosa trama de azar, destino y carácter". En efecto, con nuestro carácter tratamos de diseñamos un destino, sólo que en veces el azar lo abate y derriba. Tampoco eso ha rezado en el caso de mi viejo amigo, quien pese a todo está ahí, en pie, firme. Si. Pese a todos los dolores, a todos los azares, a todos los embates.
(Oye), OIGA. Paco, ¡y los años pasaron!.).