Vistas de página en total

Mi lista de blogs

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

Mi lista de blogs

«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

Mi lista de blogs

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

Mi lista de blogs

Mostrando entradas con la etiqueta 1950. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta 1950. Mostrar todas las entradas

miércoles, 31 de julio de 2013

LA TERCERA


Francisco Igartua

Fue un vasco, hijodalgo e ilustrado, hábil en euskera y castellano, nacido entre los años 1494 y 95 en el valle de Cuartango (Alava) el que descubrió y hasta les dio nombre a las tierras que por entonces dominaban los Incas del Cuzco y que más tarde serían el Virreynato del Perú, o sea lo que hoy son las repúblicas de Ecuador, Perú, Bolivia y buena parte de Chile y Colombia. Se llamaba Pascual de Andagoya y siendo muy joven había pasado a América "para ser más". Y sin duda lo logró, aunque al dinero y poder alcanzados debió añadir envidias y rencores sin cuento. Fue hombre de temperamento fuerte, taciturno, "antipático" dirían algunos y sincero amigo y defensor de los indígenas.
Siendo todavía joven, a los veintiocho años (1522), se había aventurado, en expedición financiada por él, al sur de Panamá, hasta una región que se llamaba Chochama, en territorio hoy colombiano. Ahí el recio alavés hizo amistad y comunicación verbal con los indios (es de suponer que su calidad de bilingüe y su cultivada inteligencia le facilitaron el contacto) lo que le permitió escribir posteriormente: "descubrí, conquisté y pacifiqué una gran provincia de señores que se llama Perú donde tomó nombre toda la tierra por delante".
Era la primera vez en la historia europea que se mencionaba el nombre de Perú en referencia al también hasta entonces desconocido Imperio de los Incas, del que le hablaron a Andagoya el cacique de Chochama y otros indígenas, a quienes acompañó a combatir a los guerreros de Virú, o sea los ejércitos de avanzada incaicos que estaban dedicados a extender los Cuatro Suyos del Imperio. ¿De dónde sacó Andagoya el nombre de Perú para referirse al incario? Se supone, sólo se supone, que fue por deformación del término Virú empleado por sus amigos indios de Chochama para, al parecer, referirse al sur en general. Lo único cierto es que Pascual de Andagoya fue el primer europeo en mencionarlo y en hacer contacto con el Imperio de los Incas.
La otra pregunta que se desprende de este hecho es ¿cómo logró el euskaldun Andagoya trato tan afable con los indígenas del territorio que conquistó? El mismo responde que lo conquistó y "pacificó", o sea que estableció la paz entre su gente y la gente del cacique de Chochama, su amigo, con quien logró dialogar largo y tendido. Son muchas las acusaciones que se le han hecho al "antipático" alavés (implacable en los negocios, ladrón, intrigante, altanero) pero nadie podrá decir que fue cruel o abusivo con los indios. Al contrario, su amistad con ellos fue tan fuerte que, cuando estuvo a punto de ahogarse porque se voltió la piragua en la que remontaba un río, el cacique de Chochama lo estuvo sosteniendo para salvarlo de las aguas y de las armaduras que llevaba puestas. Ese reyezuelo, su mejor amigo en aquellos parajes, fue seguramente quien le organizó el grupo de traductores y guías con los que volvió a Panamá para curarse del enfriamiento que le produjo el largo remojón en el río y para organizar una expedición mayor y mejor pertrechada.
Sus planes se frustraron por la enfermedad, que se hizo grave y le impidió montar a caballo; y ésta fue la razón por la que transfirió sus derechos de conquista a Francisco Pizarro, incluidos los traductores y guías a los que él había enseñado a expresarse en castellano. Estos fueron pieza clave en la conquista del Imperio que ya se llamaba Perú y que sólo oficialmente fue Nueva Castilla.
El tiempo que tardó Andagoya en recuperarse y poder volver a montar a caballo lo dedicó a los negocios, terreno en el que, como otros vascos, fue habilísimo; lo que le permitió ser su propio habilitador en las empresas expedicionarias que armó.
Sin embargo, antes de volver a salir en aventuras de conquista, el esforzado alavés pasó por venturas y desventuras variadas e intensas que se iniciaron con su elección a la alcaldía de Panamá (1527) para más tarde, por culpa de enemistades y envidias, ser denunciado por el nuevo Gobernador, Pedro de los Ríos, ante la Audiencia de Santo Domingo, a la vez que se le confiscaban sus cuantiosos bienes. La acusación fue de malversación en la alcaldía. Pero con hábiles intrigas logró que la Audiencia lo rehabilitara y, ya vuelto a casar, lo devolviera a Panamá (1534) donde acrecentó sus riquezas, gracias a sus recuas de mulas que hacían el transporte por el itsmo que separaba los océanos Atlántico y Pacífico. El servicio de mulas del conflictivo Andagoya era el mejor y, por lo tanto, el más caro. Sin embargo, su cuidado mayor estuvo puesto en la nao "Concepción", cuya propiedad compartía con el Gobernador Barrionuevo, quien lo nombró su teniente. La "Concepción", que hacía el tráfico al Perú, le llevaba y traía noticias de las tierras descubiertas por él y que Pizarro iba conquistando. Los negocios no lo absorbían tanto como para hacerle olvidar el mundo de las prodigiosas aventuras que lo esperaban allá al sur. Hacía ya tiempo que había vuelto a cabalgar y el destino lo empujaba a morir en el Perú.
Sin embargo, otros muchos sinsabores lo esperaban a Pascual de Andagoya antes de llegar a su fin entre Cuzco y la Ciudad de los Reyes (Lima).
En 1536 el juez de residencia de Panamá lo vuelve a denunciar y cargado de cadenas lo envía a España para ser juzgado por el Consejo de Indias. Pero de nuevo la fortuna va en auxilio de Andagoya y el Consejo lo declara inocente desagraviándolo con la gobernación de Río de San Juan y permitiéndole usar el Don antes de su nombre.
Desde Panamá, donde ha vuelto, parte el alavés en compañía de su cuñado, Alonso Peña, a las tierras que el Consejo le ha otorgado. Corría el año de 1540 y la gobernación de Río de San Juan, de acuerdo a los mapas de la época, estaba situada en un punto impreciso entre la Nueva Castilla de Pizarro y la que sería Nueva Granada, de Benalcázar.
A ese espacio se dirigió Don Pascual de Andagoya y lo primero que hizo al llegar a sus costas con cientocuarenta soldados, cuarenta caballos, un galeón, una carabela y dos bergantines, fue fundar la ciudad de Buenaventura; donde dejó a su hijo, Juan de Andagoya, y a su cuñado, Peña, al mando de unos pocos hombres, mientras él se internaba en el territorio. Leguas adentro, en Popayán, se tropezó con huestes de Pizarro sitiadas por los indios. Rompió el cerco y se creyó con derecho a ocupar la ciudad no obstante pertenecer ésta a Sebastián de Benalcázar. La ocupó y lo mismo hizo con la villa Santa Ana de los Caballeros, a la que dio el nombre de San Juan. Pero ya antes había entrado en Cali, por lo que las iras de Benalcázar estaban desatadas contra él. No hubo enfrentamiento porque los frailes del lugar, vascos muchos de ellos, se interpusieron. Sin embargo, el Cabildo falló contra Andagoya y Benalcázar lo apresó fundamentándose en que la provisión que a él le dio el Rey abarcaba la gobernación de Río de San Juan, la misma que después le había sido otorgada a Andagoya. ¡Enredos burocráticos de entonces, de hoy y de siempre!
Para fortuna de Andagoya, en esos días desembarcó en Buenaventura (por intuición quien sabe el alavés le daría ese nombre) el Comisionado real para el Perú, don Cristobal Vaca de Castro, quien llegaba mareado por los padecimientos sufridos en el mar y necesitado de auxilio, que le fue dado con amplitud por Peña y Juan de Andagoya. Por entonces ya estaba instalada en Buenaventura la mujer (en segundas nupcias) de Don Pascual y otros familiares. Fácil le fue a Peña convencer al flamante y poderoso Comisionado regio para que interviniera a favor del desventurado gobernador del impreciso Río de San Juan. Dispuesto a sembrar la paz en el Nuevo Mundo, Vaca de Castro viajó a Popayán, se entrevistó con Benalcázar y quedó libre Andagoya, a quien Vaca le recomendó viajar a España para aclarar sus problemas en el Consejo de Indias.
En España se siguió escapando del infortunio, pues hizo contacto con Pedro de la Gasca, quien salía para el Perú con plenos poderes reales para pacificar las luchas intestinas que siguieron a la muerte de Pizarro. Con él retornó Andagoya a América, donde apenas le quedaban Buenaventura y la virtual gobernación de Río de San Juan, a cargo de su hijo.
Pero el destino de Andagoya estaba trazado y lo conducía a morir en el Perú. No se quedó, pues, en su gobernación, donde había enterrado una fortuna (algo así como 70,000 pesos), sino que, partiendo de Panamá con la real flota de guerra, siguió al lado de Gasca, quien lo nombró su capitán, encargándole recoger gente en Buenaventura, mientras él (Gasca) seguiría hasta Tumbes donde se encontrarían.
Ingresó así, comandando la mitad de la caballería real, al corazón del Imperio con el que él tuvo contacto antes que cualquier otro europeo. De Tumbes subió a Cajamarca, donde los españoles habían ajusticiado al infortunado inca Atahualpa y de allí siguió a Jauja, para luego participar al lado del pabellón Real en la batalla de Jaquijahuana, donde fueron derrotados Gonzalo Pizarro y sus rebeldes.
A órdenes del Pacificador don Pedro de la Gasca, incursionó nuestro alavés por el Alto Perú (hoy Bolivia) y por un tiempo se asentó en el Cuzco, la capital del reino que él entrevió y pudo ser suyo, para pasar, siempre con Gasca, a la ciudad de los Reyes (Lima). Allí o en el camino (nada se sabe de él en aquellas fechas sino que salió del Cuzco con el Pacificador), murió Don Pascual de Andagoya, quien andaba con la salud maltrecha desde que en Jauja un caballo le propinó una coz. Así, oscuramente, desapareció de la historia el vasco que descubrió y dio nombre al Perú. Fue un hombre de su tiempo al que el destino le dio y le quitó honras y agravios, riquezas y miserias y al que nadie le podrá negar el derecho a ser llamado defensor de los indígenas.


Euskonews & Media 183.zbk (2002 / 10 / 11-18)

LA TERCERA

Antigua Indulgencia – Archivo de la Ilustre Hermandad Vascongada de Nuestra Señora de Aranzazu de Lima

LA TERCERA

Antiguo Libro – Archivo de la Ilustre Hermandad Vascongada de Nuestra Señora de Aranzazu de Lima

LA TERCERA

Antiguo Libro – Archivo de la Ilustre Hermandad Vascongada de Nuestra Señora de Aranzazu de Lima

jueves, 4 de noviembre de 2010

Caretas 60 años

Caretas 60 años

Caretas 60 años

Caretas 60 Años :::: Del linotipo a la impresión offset: los 60 años de evolución impresa de CARETAS.

Persistencia del Papel

4 imágenes disponibles

Ver galería

De la Heidelberg que imprimió la primera Caretas en 1950, hoy se trata de una Lithoman IV, que imprime 60’000,000 de páginas por día.

Cómo podía imaginar que después de sesenta años iba a ser yo uno de los pocos —acaso el único— que podría contar cómo salió del horno la primera edición de la revista que hoy, ¡pa’ su macho!, celebra seis décadas de circulación.

Tenía veinte años de edad cuando, urgido por el cierre de una revista provinciana en la que estaba trabajando, llegué a la legendaria Imprenta El Cóndor de la calle La Amargura, a la altura de la novena cuadra del jirón Camaná. Allí, Paco Igartua y Doris Gibson, con los nervios desatados, pasaban los apuros del alumbramiento de CARETAS. Así pude seguir, de cerca y de lejos, cómo el linotipo expulsaba sus primeros textos, convertidos ya en plomo, que un cajista colocaba en una rama de hierro. Acto seguido, sobre un papel húmedo, el “sacapruebas” reproducía a rodillo limpio las galeras que pasaban a manos del corrector, Luigi Andreotti. Una vez que éste las revisaba, las entregaba a los directores, que las leían ávidamente con infaltables cigarrillos entre los dedos.

Fue en aquella imprenta donde incontables veces vi a Doris Gibson atravesar el hermoso zaguán y abrirse paso entre chibaletes y prensas taconeando, hermosa y elegante, hasta ingresar en el taller. Como es de suponer, por entonces la presencia de una dama en una imprenta resultaba poco habitual. Después de casi una semana, las páginas quedaron expeditas para imprimirse, acompasadamente, en una máquina Heidelberg.

En el mes de octubre de 1950 CARETAS ganó las calles de la ciudad. Paco y Doris plasmaron así el sueño de la revista propia en un medio difícil, casi hostil, en el que las publicaciones nacían y morían tras una vida efímera.

En junio de 1955 ingresé a la revista como jefe de Redacción. Por entonces se imprimía en Mercagraph, en el jirón Ica, histórico taller en el que CARETAS sufrió su primera requisa de ejemplares. Al año siguiente la revista recaló en la imprenta Pacific Press, regentada por un alemán que nunca dejaba el overol, y, posteriormente, en la imprenta Lulli, ubicada en el jirón Cusco.

Por esos años, un nuevo sistema de impresión —el offset— comenzaba a rayar en Lima, y CARETAS no tardó en adoptarlo, en los talleres de Santiago Valverde (Balconcillo). Allí estampó su primera carátula a todo color, que llevaba la imagen de Gladys Zender, Miss Universo 1957. Y allí mismo se imprimió por primera vez un pliego de ocho páginas a full color y el resto en blanco y negro, con el impecable registro que esta nueva técnica permitía. En los años sucesivos, la revista se editó en los talleres de Santa Rosa e Industrial Gráfica.

A inicios de la década de 1980, la aparición de la computadora lo transformó todo. A través de un suplemento titulado Informática, CARETAS empezó a tutearse con este instrumento que revolucionó no solo el mundo de las artes gráficas.

La impresión empezó a hacerse en máquinas muy sofisticadas, de alta velocidad y buen registro, en Labrusa, de los Hermanos de La Salle, ubicada en el km 5 y 1/2 de la Carretera Central. Esas mismas páginas que en sus inicios se armaban en plomo, ahora llegaban filmadas vía internet, prácticamente listas para imprimirse, gracias a la computadora.

A mediados de la década de los 90’s, Labrusa cambió de dueño y de nombre, pasando a llamarse Quebecor y hoy QuadGraphics. Y allí se imprime CARETAS con una calidad espectacular gracias a la nueva máquina alemana Lithoman IV, que recorta el tiempo de imprenta en 4 veces.

martes, 16 de junio de 2009

ABC de España (Madrid) (Sevilla)

Blanca Varela obtiene el XVI premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana

Blanca Varela MADRID. 11-5-2007

Apenas pasaban quince minutos de la una de la tarde de ayer cuando un humildísimo gorrioncillo de buen agüero se coló hasta las escaleras de acceso al Salón de Mayordomía del Palacio Real de Madrid. Se cree -en los nidos cercanos nadie pudo confirmar la información- que fue él quien llevaba en el pico la buena, la magnífica nueva: la poeta peruana Blanca Varela acababa de ser galardonada con el XVI premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, dotado con 42.100 euros y convocado a la par por la Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional. El prestigioso galardón premia y reconoce una obra que se constituya en patrimonio y herencia común de España e Hispanoamérica.

La autora de «Ejercicios materiales» y «El libro de barro» -segunda mujer que obtiene el premio, tras la portuguesa Sophia de Mello, que lo consiguió en 2003- no figuraba en las primeras propuestas del jurado, que sí barajó en sus deliberaciones, en un clima bastante suave y distendido, nombres como los de Francisco Brines, el cubano Cintio Vitier, Carlos Edmundo de Ory y el mexicano José Emilio Pacheco. Brines y Pachecho fueron los que a la postre más resistirían el empuje de Blanca Varela.

Antonio Gamoneda, ganador de la edición del año pasado, hizo de maestro de ceremonias y presentó con verbo muy preciso los méritos de la autora que debutara en el planeta de la lírica en 1959, a los treinta y tres años, con el poemario «Ese puerto existe», título sugerido entonces por su gran amigo y mentor Octavio Paz. «No se puede leer a Varela -dijo el último premio Cervantes- queriendo buscar una palabra informativa, magníficamente hermoseada y ornamentada. Lo que encontramos en la poesía de Blanca Varela es un brote existencial que nos llega a través de un lenguaje impredecible. Lo que significa que su lírica es muy distinta a la que predomina y es hegemónica en España en estos momentos, la que usa un lenguaje realista y normalizado, lo que impide que la tradición avance. Su obra está impregnada de pensamiento poético, y no muestra ninguna intención testimonial, ideológica o filosófica».

Al otro lado del océano, allá lejos (donde «es fría la luz de la memoria / así cayeron en la mente / formas y colores / casualidades /azar que anuda sombras /vuelcos en la negra marmita / donde a borbotones /se cuecen gozo y espanto...»), allá lejos, al otro lado del Atlántico, en la capital peruna, Lima, la escritora recibía la emocionada llamada de su hijo Vicente de Szyszlo, que precisamente ayer se encontraba en España, concretamente, en Granada para recoger otro premio para la autora de «Donde todo termina abre las alas». Szyszlo se encargaba de darle la noticia, y luego relataba a la agencia Efe tan dulces y emotivos momentos. «Se siente inmensamente feliz con un premio que no se esperaba, ha sido una auténtica sorpresa para todos nosotros, para toda la familia. Aunque desgraciadamente no puede expresarse (Varela ha sufrido un ictus cerebral recientemente), los que estaban junto a ella en la casa me comentaron que le cambió por completo la cara».

Poesía y poeta que son, como escribió Octavio Paz, «a un tiempo, un cuchillo y una herida», poesía y poeta ayer premiadas por un jurado a cuya cabeza se encontraba el presidente de Patrimonio Nacional, Yago Pico de Coaña, y del que también formaron parte, entre otras personalidades, el rector de la Universidad de Salamanca, José Ramón Alonso Peña; el ya mencionado Antonio Gamoneda, el premio Nobel José Saramago; y el también poeta y subdirector de ABC Santiago Castelo.

------------------------------------------------------------------

La poetisa peruana Blanca Varela gana el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana

La poetisa peruana Blanca Varela. /ARCHIVO EFE MADRID 10-5-2007


La poetisa peruana Blanca Varela ha obtenido la XVI edición del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, dotado con 42.100 euros, y convocado conjuntamente por Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca.

Este prestigioso galardón tiene como objetivo reconocer "el conjunto de la obra de un autor vivo que por su valor literario constituye una aportación relevante al patrimonio cultural común iberoamericano y de España".

El jurado del premio ha estado formado por el presidente de Patrimonio Nacional, Yago Pico de Coaña, y el rector de la Universidad de Salamanca, José Ramón Alonso; Antonio Gamoneda, ganador de la pasada edición del galardón; el Premio Nobel José Saramago; la directora de la Biblioteca Nacional, Rosa Regás, y el académico Luis María Anson, entre otras personalidades.

Segunda mujer galardonada
El fallo del premio otorgado a Blanca Varela (Lima, 1926) coincide con la entrega del galardón García Lorca, que la autora peruana logró el pasado mes de octubre, y que será recogido esta tarde en Granada por su hijo, Vicente de Szyszlo, ya que la poeta no ha podido viajar a España por problemas de salud.

Blanca Varela es la segunda mujer que gana este galardón, instituido en 1992 para reconocer la obra de un autor vivo de España y Latinoamérica, después de que la portuguesa Sophia de Mello Breyner lo lograra en 2003.

Este premio ha sido otorgado a otros seis poetas latinoamericanos: el chileno Gonzalo Rojas, en 1992; el brasileño Joao Cabrao de Melo Neto, en 1994; el colombiano Álvaro Mutis, en 1997; el uruguayo Mario Benedetti, en 1999; el chileno Nicanor Parra, en 2001, y el argentino Juan Gelman, en 2005.

Los españoles galardonados han sido Claudio Rodríguez, en 1993; José Hierro, en 1995; Ángel González, en 1996; José Ángel Valente, en 1998; Pere Gimferrer, en 2000; José Antonio Muñoz Rojas, en 2002; José Manuel Caballero Bonald, en 2004, y Antonio Gamoneda, en la pasada edición.

------------------------------------------------------------------

La Residencia de Estudiantes le da voz a la poeta peruana Blanca Varela

6-12-2006

M. DE LA FUENTE


MADRID. Dentro de su colección de audiolibros «La voz de...», la Residencia de Estudiantes presentó ayer su volumen número diez, dedicado a la poeta peruana Blanca Varela. Como en ocasiones anteriores, el citado volumen recoge por escrito y en formato CD de audio el recital ofrecido por la autora en la propia Residencia el 9 de diciembre de 1997.

Este título viene a continuar la lista de grandes poetas que han pasado en los últimos años por esa ilustre casa y de cuya presencia han quedado grabados estos libros, de aquí a la eternidad. Una nómina impresionante, sin duda: Rafael Alberti, Octavio Paz, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Álvaro Mutis, Olga Orozco, Claudio Rodríguez, Gonzalo Rojas y Antonio Gamoneda.

El audiolibro de la autora limeña fue presentado por los también poetas Luis Muñoz, Esperanza López Parada y el colombiano Darío Jaramillo cuya figura vital y literaria ha ocupado durante el último mes el lugar de vate ilustrado en el ciclo «Poeta en Residencia».

Luis Muñoz resaltó el hecho de que un recital de poesía viene «a ser un ejemplo perfecto de selección, es una autoantología», de manera que los poemas escogidos pueden muy bien consituirse en «una poética subterránea de cada autor». Esperanza López Parada, profesora de literatura hispanoamericana de la Universidad Complutense, hizo un breve pero intenso repaso de la obra de Blanca Varela, de la que destacó que «refleja la sordidez áspera de la existencia, y lo hace trabajando con el rigor quirúrgico de una disección y una austeridad expresiva cercana al laconismo». Tambien recalcó el papel de Octavio Paz como padrino de Varela, y la definió, finalmente, como «una poeta de la gracia y la gravedad».

Por su parte, Darío Jaramillo hizo hincapié en la importancia de una edición de estas características que posibilita escuchar la propia voz del poeta recitándose a sí mismo. «El poema -dijo- debe resistir la prueba de su lectura en voz alta, porque el poema tiene que ser taumatúrgico. Ahora tenemos el privilegio de guardar la voz de los poetas, pero, ¿cómo sería la voz de Lope de Vega, de Garcilaso, de San Juan, leyendo sus propios versos? Bonita pregunta. Quizá la respuesta esté en el viento de nuestros sueños.

------------------------------------------------------------------

La peruana Blanca Varela gana el III premio de Poesía García Lorca

12-10-2006


ABC GRANADA. La escritora peruana Blanca Varela, de 80 años, fue galardonada ayer con el III premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca, el de mayor dotación económica de los premios de poesía de habla hispana (50.000 euros), al que optaban 35 candidaturas españolas e hispanoamericanas, informa Ep. El alcalde de Granada, José Torres Hurtado, quien dio a conocer el fallo del jurado, indicó que la elección fue por mayoría y destacó «la rigurosidad de la poética de Varela, su conexión con el surrealismo y su pertenencia a la Generación del 50».

El poeta ovetense Ángel González, ganador de la primera edición de este premio, valoró que, aunque Varela no es una desconocida en España, puesto que dos de sus libros se publicaron en este país, la concesión del galardón es una buena ocasión para acercar su voz poética, que consideró «importantísima», a todos los lectores españoles, si bien la escritora goza de «un gran prestigio tanto en Perú como en Hispanoamérica», especialmente tras obtener el premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo en 2001.

Varela, primera mujer galardonada con este premio, fue propuesta por el Gobierno de Perú. Pero su condición de mujer, precisó Ángel González, no influyó en el fallo del jurado, que, según dijo, tuvo una «ardua labor» debido a que «prácticamente una quincena de las candidaturas presentadas corresponden a nombres de primerísimo nivel». Por ello, consideró que la elección fue «dolorosa».

La poetisa peruana es una de las voces más relevantes de la poesía iberoamericana contemporánea, que ha fraguado su selecta y meditada obra al margen de corrientes y tendencias, con firmes propósitos y largos periodos de silencio.

Nacida en Lima en 1926 en una familia de escritores y artistas, su obra poética, recogida en el volumen «Donde todo termina abre las alas» (Círculo de Lectores), se compone de media docena de libros, desde «Ese puerto existe» a «Luz del día», «Valses y otras confesiones» o «Canto Villano», entre otras.

------------------------------------------------------------------

La peruana Blanca Varela se alza con el III Premio de Poesía García Lorca

ABC/GRANADA 12-10-2006


La escritora peruana Blanca Varela, de 80 años de edad, fue galardonada ayer con el III Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca, el de mayor dotación económica de los premios de poesía de habla hispana, con 50. 000 euros, al que optaban 35 candidaturas españolas e hispanoamericanas.

El alcalde de Granada, José Torres Hurtado, dio a conocer el fallo del jurado, que estuvo representado por Angel González, ganador de la primera edición de este premio, que indicó que la elección fue por mayoría, destacó «la rigurosidad de la poética de Varela, su conexión con el surrealismo y su pertenencia a la Generación del 50».El poeta ovetense también valoró que, aunque Varela no es una desconocida en España, puesto que dos de sus libros se publicaron en este país, la concesión del galardón es una buena ocasión para acercar su voz poética, que consideró «importantísima» a todos los lectores españoles, si bien la escritora goza de «un gran prestigio tanto en Perú como en Hispanoamérica», especialmente tras obtener Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo en el año 2001.El secretario del Premio García Lorca y concejal de Cultura en el Ayuntamiento de Granada, Juan García Montero, también abundó en la «reconocida» trayectoria de la autora, que fue propuesta al premio por el Gobierno de Perú, a la vez que expresó su satisfacción por el hecho de que el galardón haya recaído por primera vez en una mujer.

Pero esta cuestión, según precisó Ángel González, no influyó en el fallo del jurado que, según dijo, tuvo una «ardua labor» debido a que «prácticamente una quincena de las candidaturas presentadas corresponden a nombres de primerísimo nivel». Por ello, según consideró, la elección fue «dolorosa». Por último, el alcalde de Granada explicó que, debido a la diferencia horaria, no se pudo contactar, por el momento, con la galardonada, si bien la Embajada de Perú ya conoce la noticia.

------------------------------------------------------------------

La peruana Blanca Varela gana el III Premio de Poesía García Lorca

GRANADA. Agencias 11-10-2006


La poetisa peruana Blanca Varela se convirtió hoy en la primera mujer que gana el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca, dotado con 50.000 euros, y a cuya tercera edición concurrían 34 candidatos, informó hoy el presidente del jurado, José Torres Hurtado.

Entre los que optaban al galardón figuraban además algunos de los poetas de habla hispana más relevantes del momento como Mario Benedetti, Ernesto Cardenal, José Manuel Caballero Bonald, Diana Bellesi, Francisco Brines y dos granadinos, Rafael Guillén y Antonio Carvajal.

Dotado con 50.000 euros, el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca es el galardón de mayor dotación económica de entre los premios poéticos en lengua castellana.

En rueda de prensa, el alcalde de Granada, presidente del jurado, explicó que "después de una amplia deliberación y sucesivas votaciones, el premio ha recaído en Blanca Varela", un fallo adoptado "por amplia mayoría".
Torres Hurtado, que trasladó la enhorabuena de todo el jurado a la poetisa "y a todo el Perú", explicó que trató de felicitar personalmente a Varela por teléfono, sin éxito, "por la hora intempestiva que es ahora en Perú", donde hay una diferencia de siete horas, a pesar de lo cual sí informó del premio a la Embajada de Perú en España y confió en poder hablar con ella finalmente mañana.

El portavoz del jurado, el poeta asturiano Angel González, confesó que la labor del jurado "ha sido ardua" porque en la relación de candidatos "había nombres tan importantes, al menos quince de ellos de primerísima línea, que elegir uno desdeñando a los demás era verdaderamente doloroso".

Describió a Blanca Varela como "una poeta muy rigurosa, emparentada en cierto modo con el surrealismo, en parte hermética, pero de una gran riqueza expresiva y verbal". Enmarcada, "si se la puede situar en alguna corriente", en la Generación de los 50, González explicó que en su "incesante" labor poética, Varela ha publicado muchos libros y "tiene un gran prestigio en su país y en Latinoamérica", aunque "en España, si bien no es desconocida, su obra no ha tenido tanta repercusión".

Precisamente, para el poeta asturiano, junto al "mérito intrínseco" de su obra, este galardón tiene también el valor de "poder descubrir" a Blanca Varela en España, donde tiene publicados tan sólo dos libros: la antología "Como Dios en la nada" y "Donde todo termina, abre las alas".

Preguntado por los medios de comunicación, González dijo que "en absoluto" ha pesado en la elección de Varela el hecho de que, en las dos pasadas ediciones del premio, éste haya recaído en dos hombres.

Ganadora del Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo en el 2001, Blanca Varela (Lima, 1926) se inició en la poesía en la Universidad de San Marcos, donde ingresó en 1943 para estudiar Letras y Educación.

A partir de 1947 empezó a colaborar en la revista "Las Moradas" que dirigía Westphalen; En 1949 llegó a París, donde entraría en contacto con la vida artística y literaria del momento de la mano de Octavio Paz, una figura determinante en su carrera literaria, que la conectaría con el círculo de intelectuales latinoamericanos y españoles radicados en Francia.

De esta etapa data su amistad con Sartre, Simone de Beauvoir, Michaux, Giacometti, Léger, Tamayo y Martínez Rivas, entre otros. Después de su larga temporada en París, Varela vivió en Florencia y luego en Washington, ciudades donde se dedicó a hacer traducciones y eventuales trabajos periodísticos.

En 1959 publicó su primer libro "Este puerto existe", en 1963 "Luz de día" y en 1971 "Valses y otras confesiones"; Más tarde, en 1978, realizó su primera recopilación fundamental con su escritura "Canto villano". Finalmente apareció su antología de 1949 a 1998 con el título "Como Dios en la nada".

El jurado, presidido por el alcalde, José Torres Hurtado, lo componían el poeta asturiano Angel González -ganador de la pasada edición-, un representante de la Casa de América y otro de la Residencia de Estudiantes; Laura García Lorca, sobrina del poeta y directora de la Huerta de San Vicente; el presidente de la Fundación Generación del 27, el de la Academia de Bellas Letras de Granada y el catedrático de Literatura de la Universidad de Granada Alvaro Salvador.

------------------------------------------------------------------

Carta a la vidente

Por José Méndez 11-5-2007


Blanca Varela de niña se hacía demasiadas preguntas y, lo que es más inquietante, se «inventaba» respuestas nada tranquilizadoras. De aquella infancia escrutadora del entorno y de los otros, de aquella casa de artistas muy populares, de aquella mirada que aprendió a ver sin los tapujos de la falsa inocencia, surgió -son palabras de José Ángel Valente- «la poeta, en español, más importante del siglo XX». El juicio, teniendo en cuenta la procedencia americana de esa voz poética y la existencia de un grupo de mujeres poetas de primerísimo orden en aquel continente, aumenta su valor y su riesgo. Aunque nada mejor que la poesía de Blanca Varela para destruir la improbable, y en cualquier caso estéril, frontera sexual en la poesía.

Blanca Varela nunca ha sabido de su importancia literaria. Su rango y dignidad artística no se confrontan con «el mundo de la literatura», sino con la vida. «Escribo para saber, para explicarme las cosas, los sentimientos, el miedo». Y es así que su palabra crea las imágenes como un bisturí abre una herida, o un ácido reduce la mugre a la inexistencia. Formada junto a poetas como Bondy, Eielson, Bendezú o Sologuren, y mujer del pintor Fernando Szyszlo, su aristocracia reside en la distancia, en la necesidad de soledad e independencia. Su estancia en París desde 1949, recién casada, le depararía entre otras importantes experiencias -todas ellas radicales, como marcaba la fe ideológica de la época- el contacto con Octavio Paz, y a través de él la publicación de su primer poemario, «Ese puerto existe», editado ya cuando residía en Washington. En el prólogo de aquel primer libro escribió Paz: «Con el instinto del verdadero poeta sabe callarse a tiempo. Su poesía no explica ni razona. Tampoco es una confidencia. Es un signo, un conjuro frente, contra y hacia el mundo, una piedra negra tatuada por el fuego y la sal, el tiempo y la soledad».

Cuando Blanca Varela llegó a Madrid en 1998 invitada por la Residencia de Estudiantes -una mujer menuda, de ojos vivos, pulquérrima- estaba mucho más pendiente de su hermana Nely o de sus amigos que de cualquier otra cuestión, fuera editorial o de relaciones públicas. Para saber de su mundo literario había que atreverse a traspasar su privacidad: hallarla -y ser admitido- en sus momentos de soledad, que tenían lugar de modo impredecible, en la mitad de un cóctel, por ejemplo. Y era entonces cuando te decía: «¿No crees que detrás de esas cortinas hay un montón de niños que se ríen de nosotros?» Después, leyendo su obra supe que detrás de las cortinas no había un montón de niños riéndose de los que tomábamos copas y componíamos gestos, sino que allí permanecía desde muchos años atrás una niña que se hacía preguntas inquietantes y peligrosas. Sobre nosotros y, mucho más a menudo, sobre ella misma.

Es una celebración que el premio Reina Sofía acoja entre sus galardonados el nombre de Blanca Varela, la obra irradiante de Blanca Varela. Una obra que el lector podrá hallar bellamente editada en «Donde todo termina abre las alas», título de su poesía reunida editado por Galaxia Gutenberg. Es una celebración y, seguramente, Emilio Adolfo Westphalen, allá donde se encuentre, con parsimonia y una sonrisa, se está preparando un whisky-sour. Salud.

------------------------------------------------------------------

La verdad no abriga

POR JOSÉ MÉNDEZ MADRID.

AFP Blanca Varela 15-11-2007


MADRID. Nos queda la posibilidad, quizás prudente, de realizar un paseo por la ciudad poética de Blanca Varela y tratar de anotar las sensaciones, los gustos y disgustos del paseo. Ciudad que tuvo hasta la finalización de sus últimos barrios Concierto animal y El falso teclado el áspero nombre de Canto villano, trazo nominal que prometía esfuerzo, quizás sequedad y sin duda desarraigo al posible visitante. Hoy se nombra Donde todo termina abre las alas. Poesía reunida (1949-2000).

Al acercarnos nos recibe la gran plaza circular, Puerto Supe, el coso de agua en el que la poeta se contempla por primera vez a sí misma en un lecho ardiente donde lloro a solas. Antes de la imagen sencilla y sentimental que cierra el poema, Blanca Varela ha puesto cimientos, paredes y columnas, sobre las que dicha imagen no pueda mentir:

Allí destruyo con brillantes
[piedras
la casa de mis padres,
allí destruyo la jaula de las
[aves pequeñas,
destapo las botellas y un hu-
[mo negro escapa
y tiñe tiernamente el aire y
[sus jardines.
Junto a la gran morada sin
[ventanas,
junto a las vacas ciegas,
junto al turbio licor y al pá-
[jaro carnívoro.

Plaza, coso, ensenada, puerto. Un desolado lugar frente al Pacífico en cuyo centro una muchacha llora a solas. Si permanecemos en el poema, en la plaza, un tiempo, comenzaremos a notar la naturaleza pictórica del entorno. De Hopper al Bosco pasando por Chagall, una cadena de colores y pinceles acude a nosotros: Junto al turbio licor y al pájaro carnívoro (Chagall); destapo las botellas y un humo negro escapa /y tiñe tiernamente el aire y sus jardines (Chagall). Un lecho ardiente en donde lloro a solas (Hopper); o habito el interior de un fruto muerto (Bosco).

Aleatorias adjudicaciones, lo admito, pero cargadas de sentido, igual que para el viajero se cargan de sentido los crepúsculos de las distintas ciudades por las que pasa. Milagro de ubicuidad sólo permitido al arte. Esta muchacha llorando a solas, es la imagen que está en el origen de la poesía de Blanca Varela de la misma manera que un desierto y su soledad sin nombre fundamentan la poesía de Valente.

Para huir desde el principio de los símbolos preconcebidos, para no repetir las mentiras acuñadas por el tiempo, Blanca Varela subvierte la identidad de su yo poético: la muchacha se transforma, ni en hombre ni en mujer, sólo en sujeto de la vida, quizás para que en esa casa recién construida por ella, su casa, dejen de resonar los ecos de la casa familiar repleta de voces femeninas en el sentido real y cultural del término.

Sea este o no el motivo del cambio (ya anotado por Octavio Paz en el prólogo a Ese puerto existe), con él se produce en Varela un fenómeno común en las vanguardias que la precedieron. Sin embargo en ella, la subversión del sujeto poético no obedece a ningún género de delirio mesiánico, más bien al contrario, la distorsión de la voz femenina en textos sólo concebibles desde una experiencia de mujer, parece perseguir la extrema fiabilidad en la construcción y transmisión del poema.

El origen de las cosas nunca es único. En conversaciones que por fortuna he podido mantener con la autora, me comentó que siendo muy niña le ocurría recurrentemente el fenómeno de apreciar, de ver, el lado no oficial de las cosas: de un animal su sufrimiento o su ferocidad, de una relación entre personas el sometimiento o la envidia. Este talento infantil para «ver» lo que no debía ser visto, la acercó al mismo tiempo a la imposibilidad o la inconveniencia de expresarlo, y nos procura una pista sobre el posible origen de su yo poético. De aquella visión procede su implacable posición crítica, la contención tantas veces subrayada de su lenguaje y la mezcla de piélago y manglar sobre la que construye su ciudad. Si usted, aleatorio lector, desea proseguir el paseo por la ciudad poética construida por Blanca Varela (nada más aconsejable), no olvide que la verdad no abriga.

EN LA CULTURA - LA MUERTE DE JUAN RIOS EL (OTRO) QUIJOTE - Oiga 25/11/1991

sábado, 6 de junio de 2009

Francisco Igartua - por Jhon Bazan Aguilar

Francisco Igartua Rovira
Francisco Igartua Rovira

Hace 5 años partio hacia la eternidad

“El ha dejado un camino trazado,
Y desde la eternidad nos invita a caminarlo”.


Cinco años se cumplen de la dolorosa ausencia del amigo y maestro, un lustro que en la historia del periodismo son casi nada, pero que en el recuerdo de quienes lo conocimos sigue representando una herida abierta sujeta a reivindicación. Francisco Igartua Rovira falleció el 24 de marzo de 2004, tras mas de cinco décadas de contestataria presencia en el periodismo peruano.

Quijote del Periodismo es quizás el mejor calificativo para “Paco” Igartua, talentoso hombre de prensa que vivió entre dos centurias y que ha dejado una huella, un ejemplo y una trayectoria que difícilmente se ha de borrar. Revistero insigne y a tiempo completo, como se calificaba él mismo, siempre se situó en el justo medio, en ese difícil equilibrio entre los de arriba y los de abajo, entre los conservadores y los incendiarios, buscando la reflexión y el consenso en torno a los destinos del Perú.

Heredero, devoto y amigo del ilustre panfletario Federico More, lector de Miguel de Unamuno, respetuoso admirador de José Luís Bustamante y Rivero, a quien llamó Patriarca de la Democracia, Igartua supo ser toda su vida consecuente con estos insignes referentes: De More tomó la posta de un periodismo punzante y apasionado, y como él probó también las amarguras del destierro; de Unamuno aplicó su afán libertario, y su férrea defensa de las libertades de opinión y de prensa. Del ilustre patricio mistiano, derrocado por Odría en 1948, no solo tomó su prédica de luchar por un Perú distinto sino también el pretexto para fundar “Oiga” su más fecunda y azarosa creación en el periodismo nacional.

Como era previsible, el Oiga del 48 apenas si duró algunas semanas, y es que era un panfleto, así había sido diseñado, una protesta visceral frente al abuso y la prepotencia de una dictadura. Más tarde vinieron otros “Oigas”, más centrados en su vocación indeclinable de periodista político, pero al cabo de un tiempo también terminaron cerrados por el poder de turno, pues era una revista que no se casaba con nadie, que no tenía otro precio ni otra misión que el derecho del lector a saber la verdad.

En el interín dejó otro legado: la fundación de “Caretas”, con la entonces inquieta y dinámica Doris Gibson, y cuya dirección periodística detentó por muchos años. Era también este proyecto, desde el nombre mismo, una protesta contra la dictadura de turno (los 50s de Odría), inspirándose en la famosa “Caras y Caretas” de Buenos Aires, de la cual con aguda ironía solo tomó la segunda parte, pues las libertades en el Perú estaban tan recortadas que difícilmente podría entonces hablarse de “caras” sino solo de “caretas”.

Por su resistencia a parcializarse sectariamente con los extremos, Igartua se ganó la animadversión de tirios y troyanos. La derecha lo llamaba comunista, y los comunistas le llamaban entreguista, pese a que él siempre se autocalificó como “de izquierda”. Fue adversario inflexible, pero también amigo, de quienes desde otras trincheras le decían de todo, como Genaro Carnero Checa, periodista comprometido con las ideas marxistas –fundador de una también mítica revista política con el nombre del año en curso-.

Leámoslo de su propia pluma: “Oiga es de izquierda porque, sin satanizar a nadie ni a nada que no sea la corrupción y la inmoralidad, se siente al lado de los humildes, de los necesitados, y no de los ricos; porque le repugna el dogma y propicia el diálogo sin barreras; porque abomina cualquier inquisición; porque cree que no hay mayor castigo para un pueblo que el mantenerlo en el oscurantismo, en la sumisión a «verdades» administradas por una jefatura maniquea, omnisciente y omnipotente; porque estima que no hay desarrollo popular sin libertad para informarse, pensar, expresarse y elegir; porque no admite que los pueblos sean como niños, pasibles de tutela. En otras palabras, Oiga se confía en lo que dijo don Quijote, el caballero de la Triste Figura, a Sancho, su escudero, ilusionado aspirante a gobernador de ínsulas: si alguna vez se ha de doblar la vara de la justicia, que sea a favor del pobre, del desvalido, y no del poderoso”.

En noviembre de 1974 fue deportado por expresar su protesta contra la estatización de la prensa del régimen velasquista. No le animaban rencores ni revanchas cuando años más tarde, al editar “Oiga78” explicaba: “No era asunto de contener el proceso revolucionario -con el que yo estaba y estoy de acuerdo porque el Perú se ahogaba en el inmovilismo-, sino de enrumbarlo hacia la racionalidad, poniendo de lado la improvisación infantil, el disparate de la ignorancia y el rencor y el odio, que ni son revolucionarios ni tienen nada que ver con la ciencia económica”.

Es que así era de grande este caballero de pluma en ristre y consecuente con sus ideas. El editorial de “Oiga” que escribió en la edición del 31 de Julio de 1990 tras asumir Fujimori la Presidencia de la República fue una especie de profecía anunciada, al criticar su poco convincente proclama anticorrupción y de apego a la ética, y su evidente vocación paternalista proclive a sentirse “por encima del bien y del mal, dispensador de favores y castigos. Es hacer del mandatario -el que recibe mandato- un emperador. Es la negación de la democracia; es la quiebra de la institucionalidad”.

Su consecuente crítica a los crecientes atropellos fujimontesinistas, sobre todo a raíz del autogolpe del 5 de Abril de 1992, determinaron que a la larga “Oiga” sucumbiera abrumada por las deudas, especialmente tributarias. El 5 de setiembre de 1995 se produjo su cierre definitivo y el 16 de noviembre de ese año transfirió los derechos de la marca Oiga a favor de terceros, a fin de cancelar dichas deudas generadas por el acoso fujimontesinista y el pago de los beneficios sociales de sus 60 trabajadores.

Ese era Francisco Igartua. Vio y dejo morir a su revista, su máxima creación periodística, para no hacer sucumbir aquellos principios que enarbolo por más de medio siglo de periodismo. El ha dejado un camino trazado, Y desde la eternidad nos invita a caminarlo.

lunes, 4 de mayo de 2009

ANDANZAS DE FEDERICO MORE - CARTA DE UN DESESPERADO por Federico More


Lima, 7 de junio de 1935

Señor don Víctor Raúl Haya de la Torre.

Hoy, Día del Ejército, Día de Arica, día de gloria entre los días peruanos más gloriosos, no debiera ser el más indicado para escribirle a usted que no ama nuestras proezas militares y que piensa en el «compañero soldado» sólo para incitarlo a la rebelión. Pero los acontecimientos, la dolorosa ironía de los acontecimientos, han querido que hoy me toque escribirle a usted esta carta.

Se la escribo, para decirle a usted, una vez más -deseo que no sea la última vez- cuán graves daños le ha causado usted al Perú. No se figure usted que voy a hablarle de la sandez doctrinaria del Apra, ni de la inmoralidad de sus dirigentes, ni de la inconsciencia de sus prosélitos multitudinarios. No. Todo eso lo callarnos por sabido.

Le escribo para decirle que sobre la acción pública de usted, tan breve y tan luctuosa, tan efímera y tan infortunada, pesan dos cargos mortales. Ha suprimido usted a los rebeldes y ha creado asesinos. A los grupos de hombres libres y activos los ha reemplaza­do usted con bandas de fascinerosos. La lucha política la ha conver­tido usted en una pavorosa aventura judicial. Ya en el Perú no hay gobiernistas y opositores. Hay delincuentes y víctimas. Ignoro si usted y sus amigos se dan cuenta del horror de este estado de cosas.

Si, por fortuna nuestra, no estuviera, hoy, a la cabeza del gobierno y al frente de los destinos del Perú un hombre sereno y respetable, un hombre honesto y respetuoso, un hombre tranquilo y firme como el presidente Benavides, nos mataríamos en las calles. Todos, compañero, andaríamos o con el puñal al cinto o con la carabina al hombro. Y de esto, es usted el único responsable.

Si hubiese usted logrado corromper a los hombres y convertir en asesinos a varones de treinta años, acaso le perdonásemos su actuación. Es decir, no se la perdonaríamos; pero la comprendería­mos. Por lo menos, se trataría de crímenes de hombres. Pero ha corrompido usted a los niños. Es usted un violador de conciencias adolescentes. Observe usted lo pavoroso que es todo esto.

Para desgracia del Perú, frente a usted surgieron, en época felizmente concluida, otros tan violentos, tan sanguinarios y tan inconscientes como usted. Y el Perú estuvo a punto de convertirse en una batahola de matarifes dentro de un camal. Esto fue muy breve, porque la inmensa mayoría de las conciencias honradas y de los corazones tranquilos, pudo más que la epilepsia creada por usted. Y concluyó la beligerancia que usted produjo.

Pero después de que el presidente Benavides vino a darnos orden y paz, usted y los suyos fueron los primeros en aprovechar los beneficios de la paz y el orden, usted y los suyos insistieron en el asesinato. Es su método político. En usted, la actividad criminal es congénita.

A la cabeza de sus hordas, ha destruido las tradiciones jurídicas del país, ha pisoteado sus recuerdos heroicos, se ha chingado usted en su dignidad civil, ha roto usted su equilibrio político, ha ensuciado usted su nobleza democrática. Nos ha dejado usted, cívica y espiritualmente calatos y sucios.

Si Leguía destruyó el respeto por la función pública y convirtió en portapliegos a los más altos dignatarios del Estado, usted le ha quitado majestad al pueblo, le ha quitado valor a la masa, ha envilecido usted a la multitud.

Y, por reacción inevitable, ha producido usted el encumbramiento de los ricos necios. En el Perú, ya había muerto el becerro de oro, ese animal hediondo y voraz que tanto prosperó con Leguía. Por obra de las artes criminales de usted y de los suyos, el becerro de oro vuelve a lanzar sus balidos mefíticos y otra vez lo vemos en la prensa y en el parlamento, empeñado en asumir la dirección de los espíritus. Dichosamente, oh, compañero, jamás la animalidad se sobrepuso al espíritu.


Por culpa de usted, tenemos que guardar patriótico silencio los que siempre alzamos, bien alta, nuestra voz patriótica. Entre los ricos necios y los asesinos sin hombría, tenemos que quedarnos con los ricos necios. Son cargantes y fastidiosos; pero no atentan contra la vida de nadie. Nos entorpecerán un poco; nos harán un poco grasos y un poco sórdidos; pero no nos envilecerán nunca. Son gentes digestivas a quienes, a la larga, el cerebro les gana la batalla.

A mí, créalo usted, me da mucha pena ver que, por culpa del APRA, es imprescindible que transijamos con la tontería. Pero entre un tonto y un bandido, no duda ningún hombre de bien. Quién sabe si, por culpa de usted, nos sea preciso terminar hasta en algodoneros.

Acaso concluyamos fundando una casa de préstamos. Triste destino para quienes iniciamos nuestra vida pública oyendo voces patricias.

Yo, joven capitán de niños delincuentes, me formé en la política, escuchando al verbo espiritual de Víctor Maúrtua, las leccio­nes de Javier Prado, la obra de Manuel Augusto Olaechea, ese artista del Derecho Civil. Oí la voz de Nicolás de Piérola y le escuché a don Andrés Avelino Cáceres relatar las campañas de la Breña. Yo, joven capitán de niños delincuentes, conversé, durante siete años, casi todos los días, con Manuel González Prada. Los primeros elogios que escuché en mi vida los escribió la pluma magistral y austerísima de Abelardo Gamarra. Mis compañeros de juventud fueron Abraham Valdelomar, Leonidas Yerovi, Julio Málaga Grenet, José Carlos Mariátegui, César Falcón. Conspiré junto a Augusto Durand y fui testigo de las tumultuosas campañas cívicas de Guillermo Billinghurst, ese hombre tan saturado de pueblo. Lo implacable de la política lo aprendí en Germán Leguía y Martínez, la circunspección distinguida la vi en Melitón Porras, el empuje audaz e inteligente en Arturo Osores, la caballerosidad y el dandismo en José Carlos Bernales. Yo lo conocí a don Ricardo Palma cuando torcía un cigarrillo de la marca «Perú». Yo he bebido en la fuente del ingenio profundo, sutil, encantador de ese maestro de estadistas y de pensadores que es José Balta.

En el extranjero traté a muchas gentes de igual alcurnia mental. Y ahora, cuando mi juventud termina, llego a mi patria, joven capataz de niños asesinos, a presenciar el horrendo espectáculo del crimen convertido en costumbre. Nunca le perdonaré a usted todo esto. Cuando Piérola hacía sus revoluciones, las hacía con una gallardía, con un empuje, con un romanticismo, con una virilidad que sus mismos adversarios admiraban. Era el Caballero Andante de nuestra política.

Quizá habría sido preferible que nunca lo tomáramos a usted en serio. Pero como usted es megalómano y quiere que lo tomen en serio, se ha convertido en gangster y lo ha conseguido. Ya lo tomamos en serio. Todo lo que cae dentro de las extremas disposi­ciones del Código Penal, es muy serio.

Por culpa de usted, José de la Riva Agüero, ese historiador tan distinguido y erudito, tan heráldico, es personaje político. Por culpa de usted es personaje político don Carlos Arenas Loayza, ese Mefistófeles sin Fausto y que del infierno sólo tiene el color.

Carece usted de heroicidad y de grandeza. Carece usted de aristocracia mental y sicológica. El problema del orden público, siempre tan grave en el Perú, hoy es, ante el crimen, el único problema grave. Ya no podemos ocuparnos en mejorar las institucio­nes y las leyes, las costumbres públicas y los hábitos privados. Apenas nos deja usted tiempo para evitar que nos asesinen. Por culpa de usted se ha creado el conflicto religioso y ha desaparecido la universidad.

Usted podrá creer que un hombre que ha producido tantas calamidades tiene grandeza. Y esto es mentira. Tiene dramaticidad, como la tienen un incendio, un ciclón o un naufragio. Es usted deplorable y dramático como un terremoto. A usted, el Perú nunca podrá darle el poder. Es imposible, así como es imposible que la naturaleza le conceda al huracán la dirección del mundo.

Por culpa de usted, nuestras gentes le han perdido el respeto al Poder Judicial y quieren que retornemos a los amargos y remotísimos tiempos en que los hombres se hacían justicia por su propia mano. Y los que aún respetarnos, Ilusos, al Poder Judicial nada podemos decir. Quizá, también, nos llegue la hora de hacernos la justicia por nuestra propia mano.

Por culpa de usted, uno de los mandatarios más austeros, más correctos -en el buen inglés de la palabra-, más bien intencio­nados que ha tenido el Perú, pasa por el injusto e incalificable trance de estar sometido a amargas y apasionadas disputas. Por culpa de usted, le hemos perdido el respeto a lo respetable. Nos ha envilecido usted en grado verdaderamente aprista.

Cuando pienso en la obra consumada por el aprismo, casi me alegro de que estén bajo tierra los grandes amigos de mi juventud y que duerman el sueño eterno mis grandes maestros. Y me da pena que vivan Manuel Augusto Olaechea, Víctor Maúrtua, Manuel Vicen­te Villarán, Arturo Osores, Melitón Porras. Ha encenegado usted a los niños, ha pervertido usted a los adolescentes, ha entristecido usted a los jóvenes, ha desconsolado usted a los hombres maduros y ha ensombrecido usted los últimos años de los viejos.

Ha detenido usted el progreso democrático y el avance liberal y ha prostituido usted, con perversidad infantil, el sentido marxista. Es usted un andrógino de la política, un indiferenciado de la vida pública. Es usted responsable de que vayamos perdiendo el amor a la justicia, ese amor que fue base de la grandeza de Roma y es base de la grandeza de Inglaterra.

Lo único que le falta a usted es inficionar los espermatozoides a fin de conseguir que de los hijos de nuestros hijos nazcan unos fascinerosos. A la mujer, la ha embarcado usted en aventuras varoniles de conspiración y de tramoya pública. Quizá llegue usted a destruir los ovarios de las madres peruanas.

Usted tiene la culpa de que no nos haya sido totalmente posible aplicar la patriótica política financiera del Presidente del Perú. La hemos aplicado nada más que en buena parte. Pero si usted y sus muchachos asesinos no actuasen, los ricos necios no habrían alzado, tan insolentemente, sus voces para oponerse a esa política financiera tan justa y tan exacta y para impedir, felizmente nada más que en parte, su feliz aplicación. Por culpa de usted estamos a punto de que desaparezca la justicia común y la clase media, esas dos grandes conquistas de la civilización en dos mil años de marcha. Cuando la justicia se llama común es porque es para el común de las gentes, porque es justicia de la comunidad; justicia en la cual se refunden los viejos conceptos de la justicia distributiva y de la justicia conmutativa. Cuando la clase se llama media, es porque se ha conseguido el equilibrio de las clases y se ha logrado ese punto fiel donde todos los hombres igualan sus aspiraciones y sus posibilidades. Por culpa de usted, resurgen la plutocracia roñosa y la justicia no igualitaria, es decir, no común.

Mire usted cuantos daños ha producido. Por culpa de usted, yo no puedo decir ahora las tremendas verdades que tanto necesita el Perú. Usted adulteraría esas verdaderas y las convertiría en mentiras. Haría de ellas un vil acto publicitario. Y yo no puedo ni debo ser su colaborador. Mi indignación contra usted llega a este punto: antes que ser su amigo, prefiero ser oligarca. Como no puedo mentir, me callo la boca. Que caigan sobre usted las desdichas provenientes del súbito engreimiento de los tontos y de la repentina prepotencia de los criminales.

Nosotros haremos cuanto esté en nuestras manos para evitar que la tontería y el delito destruyan al Perú. Al Perú, que vale mas que usted, aunque solo sea por la razón de que usted es el Perú con signo negativo. Si es verdad que lo inminente se cumple, morirá usted en manos de un niño.

Federico More

IGARTUA – por Orazio Potesta

Tenía en mente escribir algo sobre los jefes que han marcado mi carrera, que por suerte han sido muchos. Esa idea se me ocurrió cuando en mi auto doblaba la esquina de Miro Quesada con Azángaro y sacaba la cuenta de que había trabajado en cincuenta periódicos y en cincuenta revistas.

Dejaba atrás aquella esquina mil veces transitada por mí. El Comercio pasaba a ser una línea más en mi currículo.

Pensé primero en Francisco Igartua. No puedo explicar por qué.

Flaco, colorado, parco. Ya he dicho muchas veces que mi papá compraba Oiga y que por eso yo estaba al tanto de la admiración que Paco sentía por Miguel de Unamuno.
También sabía de su descomunal persistencia periodística.

De eso me di cuenta con las investigaciones sobre el comando paramilitar Rodrigo Franco y la inservible maquinaria china con Joy Way a la cabeza. Como ciudadano de ninguna ciudad, Paco era la configuración humana de cualquier fraseo de Unamuno en una hoja de papel.

Lo recuerdo como un dibujante nato, un diseñador practiquísimo que no se hacía bolas con el exceso de fotos ni el exceso de textos.

Lo veía siempre trazando líneas con un lápiz, borrando y repintando. Repintando y calculando al ojo el crecimiento de las fotos cuando el cierre empezaba a sacar tarjetas rojas. Cada revista era un trabajo de fina orfebrería.

Diagramé a su lado un informe que se titulaba jocosamente: “Están naciendo nuevos cartelitos”. Y obviamente se refería al narcotráfico, tema recurrente en mi carrera. Manché una foto con tinta azul, no se molestó conmigo.

“Consigue otra al tiro. Y lávate las manos, hijo”.

Paco iba al grano, no dudaba. Generaba tesis e hipótesis cada minuto y no las abandonaba jamás.

Eran días de guerra para mí. Sin dinero. No recuerdo como iba a Oiga y menos cómo regresaba a casa. Tampoco puedo confirmar si llegué a ir a clases durante los meses que estuve en Oiga.

Debido a la intolerancia de Alberto Fujimori y de Vladimiro Montesinos, Oiga cerró y yo estuve hasta el final.

Pero sí recuerdo que almorzaba gracias a mi hermano Ítalo, quien tenía su oficina en la avenida Canaval y Moreira, también en San Isidro.

Enigmático, siempre encerrado en su poncho, paseaba por las tardes en ese larga berma de la calle Paseo Parodi en San Isidro, el último local de Oiga.

Lo extrañé mucho desde el 2005, cuando me empecé a topar con jefes decididamente torpes y expertos con la pelota y la franela.

Hace poco, un ex redactor de la revista Oiga, me dijo que había una idea en la mente de algunos periodistas que formaron parte de sus prusianas redacciones. Hacerle un busto y colocarlo en un parque de San Isidro. Emocionado y con la cabeza a mil por los recuerdos, pensé en ese preciso momento que Francisco Igartua merecía el bronce suficiente como para ser mostrado a cuerpo completo.

FRANCISCO IGARTUA: "He cometido muchos errores en la vida, pero nunca he vendido mis principios"




Hojas de vida - Hola Paco


Nunca pude saludar ni dirigirme a Francisco Igartua con esos términos, como todo el mundo lo hacía. Hasta los practicantes le decían "hola Paco", "sí Paco", "ok Paco" o "de ninguna manera Paco". Supongo que esto se debía a mi respeto reverencial por Don Paco, el Director del semanario Oiga, la revista donde me inicié en el apasionante mundo del periodismo.

Es curioso, pero igual me ocurre con Enrique Zileri, a quien tampoco pude decirle Enrique. Estoy seguro que si lo vuelvo a encontrar seguiría diciendole Don Enrique. Francisco Igartua y Enrique Zileri son los periodistas que más admiro y siento que cada trabajo que hago sigo haciéndolo para ellos.

Eduardo Rodriguez - Heduardo

FRANCISCO IGARTUA - "SIEMPRE UN EXTRAÑO"