¿Qué decir ante el gigantesco aparato publicitario montado con la entrega negociada de Alfredo Zanatti, que ofrece novedades y repite una película ya gastada?... ¿Cómo juzgar la tremenda y enclaustrada celebración no se sabe si de la victoria del 2 de mayo de 1866 o del fallido esfuerzo por tomar Tiwinza; celebración con discursos que desmienten abiertamente un reciente comunicado de la Cancillería peruana en el que se contrastaba la sobriedad de nuestros pronunciamientos con los agresivos retiros de las tropas ecuatorianas de los puestos que habían invadido y en los que habrían dejado colonos?... ¿Cómo comentar el desbarajuste electoral y el silencio generalizado sobre el origen de ese embrollo: la grosera irregularidad que significó entregar el control del cómputo a la fantasmal firma OTEPSA -que ni local poseía-, poniendo de lado a la IBM?
Sin embargo, así como en el teatro no es posible paralizar el espectáculo cuando se ha alzado el telón, en el periodismo se hace imperativo, frente a situaciones como la actual, acatar el mandato de la conciencia y cumplir con el consejo del maestro Unamuno: no guardar silencio frente al abuso, al atropello, engaño, porque callar es consentir y hacerse cómplice.
Bien es verdad que tampoco es posible nadar permanentemente a contracorriente y negar evidencias como el triunfo electoral del presidente Fujimori. Pero sí sería demasiado callar que las elecciones del 9 de abril no sólo estuvieron lejos de haber sido ejemplares sino que son prueba de la voluntad de fraude que existió en un proceso que va culminando con más de un millón de votos volatilizados y casi 40% de nulos, con miles de actas sustraídas y un número indeterminado de ellas introducidas en un sistema de cómputo que resultó una caja de Pandora... Todo un festín electrónico, donde la velocidad ha jugado en pared con las encuestas para desconcertar y engañar a las multitudes; y festín sobre el que la televisión y la mayoría de las radios callan en todos los idiomas del mundo. Para esos medios -que son los que llegan a la masa- las noticias que desagradan al gobierno no son noticia y sí lo son los shows publicitarios que el régimen monta con indiscutible habilidad cada vez que necesita esconder verdades que le son molestas, como la derrota de Tiwinza, el fiasco del mago OTEPSA, las 37 mil actas sustraídas, etc.
Para la televisión y la mayoría de la prensa no hay otra noticia de actualidad que el show de Zanatti, destinado según lo confiesa Expreso a liquidar políticamente a Alan García. Lo que sin duda sería una bendición para el país, ya que no es fácil hallar -en la historia universal-un personaje que haya tenido mayor habilidad que él para acumular errores, raterías y despropósitos, que haya logrado destrozar más a fondo un país, que haya tenido un comportamiento más cercano a los caballos de Atila. Pero no es con shows a lo Zanatti como se librará el Perú del maleficio que representa Alan García y mucho menos otorgándole al pillo de Zanatti la condición de fiscal, de acusador justiciero. Eso se llama alterar por completo la escala de valores, es caer en el canalla juego de usar medios viles con la excusa de perseguir un fin noble... Y así no se liquida políticamente a nadie, ni siquiera a un político descalificado moralmente como Alan García. La política tiene sutiles e inesperados comportamientos, basados en la magia de la fe. Es un terreno en el que con facilidad se confunde la verdad con la mentira, la razón con el engaño, el prestigio con la zafiedad. La política es como la economía, el día en que se encuentren reglas matemáticas para su manera de operar se habrán acabado los problemas del mundo.
Recuerdo, por ejemplo, una misteriosa cita en el extranjero para ofrecerme pruebas documentales contundentes contra un ministro de Alan García. En ese entonces ya era presidente el ingeniero Fujimori. Se me pidió viajar para constatar la importancia de los documentos. Viajé. Se me exigió una gruesa cantidad de dinero para soltar las pruebas. Logré se juntara la bolsa... Y lancé la noticia a los cuatro vientos. Hubo algún escándalo. Pero al poco tiempo el silencio se impuso. “Aquí no pasó nada” y ahí están, publicadas, las pruebas documentales que para nada sirvieron: porque ni el gobierno ni la oposición en el CCD quisieron poner un poco de voluntad para moralizar a este país, en el que sigue saliendo pus donde se hunde el dedo.
¿Sobre qué escribir para contentar a’ los que nos califican de derramadores de bilis y nos acusan de ensañamiento con los defectos del régimen; defectos que ellos mismos reconocen -arbitrariedad, prepotencia, centralismo, desprecio por la democracia-, pero que, muy limeñamente, prefieren que los callemos para no alterar la paz varsoviana de la que gozan?
¿Acaso no hay aspectos positivos en la administración Fujimori?
Claro que sí. Por lo pronto, podríamos destacar, sin faltar a la verdad, la energía, el don de mando, la infatigable dedicación a las obras de infraestructura en las barriadas populares que exhibe el presidente Fujimori. Y, a la vez, pedirle que reflexione y piense que, así como en un tiempo el problema número uno del Perú fue el terrorismo, hoy lo es la recuperación del agro y que a esa tarea debiera dedicarse ahora, poniendo en la misma la tenacidad y el empeño empleados en hacer beneficencia en los poblados con numeroso electorado. Ya ganó las elecciones y sería bueno que medite en que la beneficencia en las barriadas de Lima, Arequipa, Cuzco, Trujillo, no le hacen bien al agro ni a esas ciudades, ya saturadas de habitantes y con gravísimos problemas de servicios. Seria bueno que el presidente Fujimori se convenza de que tiene en sus manos, en su capacidad de liderazgo popular, los resortes necesarios para reparar el daño que él les ha hecho a las ciudades, alentando la migración del campo a las luces de las calles citadinas. Puede él reparar ese daño poniendo su incansable energía en la tarea de repotenciar el agro, porque sin una agricultura próspera no habrá desarrollo, digan lo que digan los economistas y los fundamentalistas del mercado libre. No es desarrollo comprar papas de Holanda, porque están baratos sus excedentes, y abandonar los campos del Perú, empujando al campesinado a mendigar en las calles de la, ciudad, atraídos por la luz eléctrica, el agua y desagüe y los colegios con los que el presidente Fujimori va construyendo su popularidad. Eso -la compra de alimentos en el exterior- no es desarrollo ni modernidad sino delirante fundamentalismo destinado a destruir la agricultura y a matar de hambre al campesino, lograr que se desvanezca la patria, que es, entre otras cosas, hermandad de seres humanos nacidos en un mismo territorio.
Y, ya que se habla tanto de colegios, bueno seria también que el presidente Fujimori advierta que más importante que los ladrillos es la enseñanza y que con maestros mendicantes no servirán de mucho sus construcciones. Más todavía: debiera entender el presidente Fujimori, en estos días de homenaje a la libertad de prensa, que con ladrillos no se lee, ni se divulga cultura. Para que un país logre ser desarrollado es necesario que su gente haya alcanzado el hábito de la lectura, algo imposible en el Perú actual, con el papel más caro del mundo: 35.5% de carga tributaria. Un verdadero crimen de lesa cultura en opinión de cualquier ciudadano de un país civilizado. ¡Por algo, en pocos años, los lectores peruanos no sólo no han crecido sino que se han reducido a un tercio! ¡Así no se hace patria!