Paco empezó a asistir al colegio de los Hermanos Maristas de El Callao, desde donde regresaba todas las tardes tan sucio y con las ropas tan destrozadas que su madre lo amenazaba con vestirlo con costales y amarrarle a la cintura los útiles escolares para que no los perdiera, como sucedía a menudo. Al parecer, la facha de Paco no era tanto consecuencia de riñas callejeras, que no iban con su carácter, sino de las travesuras de pesca y otras aventureras incursiones que realizaba con su primo Lucho y un grupo de amigos a la boca del río, la parte rural y agreste que aún poseía El Callao de esa época. Los zapatos mojados y el deterioro completo del uniforme eran consecuencia de su paso por los pantanos y matorrales que con su pandilla hacían para llegar al sitio donde muere el milenario río (...)
A pesar de sus palomilladas, Paco sintió siempre, como hijo mayor que era, el deber de velar por sus hermanos Herminia, Laco y Mima. Un sentimiento que se profundizó, sobre todo, hacia su hermana menor a raíz de la trágica desaparición de su madre, una mujer extraordinaria (...)
Siendo aún joven estudiante de secundaria decidió hacerse seminarista, respondiendo a lo que él creía era una urgente vocación religiosa. Esta decisión lo llevó a viajar a Chile, de donde tuvo que regresar por problemas de salud y porque ya se habla diluido su juvenil deseo vocacional (...)
Regresó entonces al colegio de los Hermanos Maristas para culminar sus estudios, reincorporándose también así al seno de sus queridos amigos chalacos y a su inseparable compañero, el primo Lucho Empezaron, entonces, las inquietudes propias de la edad, los paseos por el Malecón, las retretas y los espectáculos de varieté en el Edén cine. Cuando les preguntaban en casa por qué llegaban tan tarde, invariablemente la respuesta era: "Nos encontramos con una fiesta en el camino....” (...)
MI PRIMO PACO - Nini Ghislieri