¿Qué cualidades se debe poseer para convertirse en un buen periodista?
Ante todo, curiosidad. Pero si esa curiosidad no llega a confluir en una buena prosa, entonces habría que pensar en otra profesión. La de detective, tal vez.
¿Qué defectos convierten a uno en un mal periodista?
La mermelada. La tentación por el poder. La falta de rigor.
¿Por qué el periodista parece tan vanidoso, tan poco dado a la autocrítica?
No es que lo parezca. Lo es.
¿En qué consiste la labor primordial de la prensa?
Informar y entretener. Las dos van de la mano.
¿Por qué parece haber tanta rivalidad entre periodistas?
A ver. El periodismo, como la prostitución, se aprende en la calle. Entre otras cosas, en eso se parecen. Pero presumo que mayor espíritu de cuerpo prevalece entre las golfas que entre los colegas. ¿Por qué? Porque entre periodistas, como entre los escritores, hay celos, hay egos. La eterna pelea por quién la tiene más larga. Eso sí, en la literatura la cosa es más feroz.
¿Qué periodistas peruanos le parecen los más talentosos?
Los que aparecen en Rajes del Oficio 1 y 2. Y otros que no aparecen, como Ricardo Uceda, Rafo León, Alfredo Barnechea, Iván García, César Lévano, José María Salcedo, Rosana Cueva, Las hermanas Del Río -María Luisa y Patricia-, entre otros. Talento hay. Lo que faltan son buenos medios de comunicación.
¿Cuáles le parecen poco recomendables?
Los demás.
¿En qué consiste la ética periodística?
En saber responder a la conciencia de uno. No hay más ciencia que eso.
¿El periodismo es una vocación o una frustración, como la llama Carlitos Ney, el entrañable personaje de Conversación en La Catedral?
¿Qué diarios lee?
Todos los denominados serios: Gestión, El Comercio, La Primera, La República, Perú21 y Correo. En ese orden.
¿Es cierto que es adicto a los blogs?
Sí. Porque me suelen dar información que no encuentro en los diarios y si me perdí algo interesante en la tele, que no veo desde hace siete años, los blogs me lo proporcionan inmediatamente. No tengo que pasar por la tortura de ver noticieros, en los que tienes que bancarte 30 minutos de sangre, para después de ellos escuchar la primera noticia importante.
¿Qué anécdotas curiosas, divertidas o embarazosas ha tenido a lo largo de su labor periodística?
Guardo de todo un poco en el morral. Pero quizás las que más han impactado en mí son aquellas que tuvieron que ver con la guerra interna.
RAJES DEL OFICIO
¿Cuál de sus entrevistados ofreció mayor resistencia durante la entrevista?
Ninguno. Les agradezco a todos que estas hayan fluido al ritmo correspondiente. Fue una ventaja para mí conocer a casi todos los personajes.
¿Cuál fue el más asequible?
La mayoría de los más asequibles están en el primer tomo. Ambos libros ordenan a los periodistas en el sentido cronológico en el que me dieron la cita respectiva para conversar sobre el oficio. Dejé para el final a quienes consideré que podían tener agendas más complicadas. Curiosamente, los que parecían más difíciles de acceder fueron los más flexibles y generosos con el tiempo.
¿Le sorprendió alguna respuesta?
Más que sorprenderme, me gustó la confianza que se dio como clima en todas las entrevistas. En ellas pude conocer un poco más a estos periodistas que suelo o trato de seguir con regularidad. Ahora bien, el mea culpa inédito de Mirko Lauer sobre su paso por el velasquismo hace que esa entrevista sea de antología.
¿A qué periodista que ya no está físicamente entre nosotros le habría gustado entrevistar?
¿Por qué decidió emplear el formato plantilla, es decir, las mismas preguntas para todos los entrevistados?
Pues igual lo digo: la de Mario Vargas Llosa. Cada una de ellas, por lo demás, tuvo un valor específico para mí. Y quiero decir, de igual forma, que cada una de ellas tuvo una peculiaridad, algo que la caracterizó. En la que más me divertí, porque se trató de un personaje entrañable, fue la de Enrique Zileri, nuestro John Wayne de los semanarios políticos.
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