EDITORIAL "Cómo
terminan las democracias"
Por Pedro Planas Silva
Hace algunos años,
Jean Francois Revel publicó un libro titulado 'Cómo terminan las democracias'.
Por el título, algunos apresurados imaginaron que sus páginas registraban todo
un manual para el perfecto golpista. Grande fue el chasco. Ahí Revel advertía, por
el contrario, respecto a cómo los dictadores inventan un enemigo externo o un
enemigo interno para justificarse en el poder por largos años. Pero, en
nuestros tiempos nublados, no es difícil imaginar las recomendaciones que
traería un manual de tal envergadura:
Entre al poder por
medios legales. La gente cree que' un dictador es solamente aquel que derroca a
un presidente electo por el pueblo. Si usted es Presidente Constitucional,
quedará libre de sospechas. Si usted es militar y quiere realizar un proyecto
de veinte años, tome como rehén al Presidente Constitucional. Y ofrézcale
poder, mucho poder, y por muy largo tiempo. Verá como acepta.
Planeé cuidadosamente
su golpe de Estado, injuriando sistemáticamente a sus opositores y a
instituciones representativas como el Parlamento. Provoque las iras populares
contra ellos. Usted no es un demócrata y gobernará con una cúpula cerrada. Pero
no se preocupe: nadie se quejará. Acuse a los partidos políticos de ser una
cúpula, aunque no tengan poder. Así gana tiempo y el desprestigio que caerá
sobre ellos redundará en su beneficio.
Asegúrese el control
de los poderes fácticos, principalmente del Ejército y del empresariado. Apenas
tenga sus incondicionales en el Ejército, modifique el estatuto institucional
para perpetuarlos en su proyecto de largo plazo. De los empresarios, ni se
preocupe. Invítelos a viajar con usted por Oriente y Occidente. Serán todos
suyos.
Cuando ejecute su
golpe de Estado, invente un nuevo término que impida asociar su régimen con una
dictadura. En algunos países, el periodismo tiene vocación de papagayo y hará
solo el papel. Podría denominarlo 'autogolpe'. Así, usted aparecerá como
supuesta víctima del golpe y la media voz de periodistas y analistas se sentirá
a gusto, pues no quieren incomodar sus conciencias denunciando la verdad.
También puede denominarse, simplemente, "los sucesos del 5 de abril".
Contra los críticos
del golpe de Estado, apele a argumentos nacionalistas. Diga que esos
cuestionamientos al golpe "perjudican la imagen del país". Usted sabe
bien que su golpe fue el causante de la mala imagen, pero como la gente acepta
el hecho consumado, acusará fácilmente de antipatriotas a quienes lo intenten
criticar.
Prometa que usted
traerá una 'nueva democracia'. Aunque es un viejo pretexto, empleado por los
dictadores de todas las estirpes, hay países de precaria cultura democrática en
los que todavía tiene éxito. No se olvide: cada vez que prometa esta 'nueva
democracia’, critique ácidamente a la anterior. Siempre encontrará solícitos
columnistas que se harán eco de sus discursos.
Busque disimular la
ilegitimidad de su cargo con cierto apoyo popular. Apele a mecanismos
psicosociales de 'propaganda y, sobre todo, realice un festival de encuestas
que lo favorezcan. Usted sabe que la democracia es pluralidad y que la
soberanía es propia de monarcas tipo Luis XIV. Pero, como nadie repara en estas
sutilezas, usted, gracias R las encuestas, se perfilará como un augusto
Emperador.
De nada le servirá su
golpe de Estado si es que no intenta copar las instituciones. Para ello, agite
el espejismo constitucional. Reclame la elaboración de un nuevo texto
constitucional. Cope el Parlamento, el poder Judicial, la Contraloría, la
Fiscalía y toda otra institución que tenga olor a fiscalización. Y no se olvide
de aprobar la reelección presidencial. Aunque sea por un período. Después, en
su segundo mandato, podrá colocar la reelección indefinida.
Tenga, para su uso
personal, un doble gobierno. Para el exterior, tendrá ministros, que no
necesitará reunir. Pero su verdadero equipo de gobierno será otro. Tenga a un
familiar suyo -si es su hermano, mejor-, como máxima figura de la
administración pública, encargado de nombrar funcionarios, instruir a los
ministros y dirigir y cobrar las licitaciones. Como no tendrá cargo conocido,
él estará libre de todo control y de cualquier denuncia. Deje, incluso, que
suplante su rúbrica en los decretos supremos y en las resoluciones. Usted debe
dejar de gobernar para entrar en campaña. Así se mantendrá en permanente olor
de multitud.
Para preparar su
estrategia de campaña permanente, invente una estructura especial. Podría ser
un ministerio. En ese caso, para evitar suspicacias, suprima otro ministerio,
que no considere útil, como el de Vivienda. Si quiere intensificar el efecto
publicitario, denomínelo 'Ministerio de la Presidencia', pues así la gente lo
asociará inmediatamente con usted. Y verá que, con el tiempo, hasta los
periodistas más críticos, se acostumbrarán a convivir con tal estructura
ministerial, cuya verdadera utilidad sólo usted conoce.
Usurpe las funciones
que corresponden a los gobiernos regionales y a los municipios. Esos son los
problemas más cercanos de la población. Inaugure y pinte escuelas y haga oídos
sordos si es que le recuerdan el grave problema de la deserción escolar.
Construya carreteras, pistas, plazas y parques. Arregle el agua y el desagüe.
Así, no tendrá ningún competidor de su nivel. Y cada vez que visite los
poblados, no se olvide de llevarles obsequios y de ofrecerles mucho más para otra
oportunidad. Pregúnteles a los pobladores si quieren que usted vuelva. Le dirán
que sí. Y así lo tendrán siempre muy presente.
Use almanaques como
publicidad personal. Repártalos usted mismo, persona por persona. En lugares
muy poblados, que lo ayude alguna autoridad civil o militar. No importa los
meses del año en que usted reparta el almanaque. Lo que importa es su rostro.
Esta excelente táctica publicitaria le rindió grandes beneficios a Napoleón. El
repartió almanaques con las efemérides napoleónicas y los ciudadanos los
colgaron en parte visible de sus casas. Así, el día de la elección, salieron de
casa sabiendo por quién votar. Si usted está en un país civilizado, no emplee
recursos públicos, porque sería delito (malversación) y le traerá graves
problemas. Si gobierna en un país donde la gente acepta fácilmente sus
atropellos, utilice impunemente los fondos públicos. No sea tonto. ¿Quién lo va
a fiscalizar? ¿La Contraloría que usted maneja? ¿El CCO?
No se olvide de las
formalidades. Ofrezca garantías electorales. Asegúrese que compitan con usted
tres, ocho o diez candidatos. Nadie podrá competir contra sus métodos
publicitarios, si es que usted sigue paso a paso estas recomendaciones. Los
candidatos serán sus mejores aliados. Y su triunfo tendrá legitimidad.
Si su nuevo Parlamento
le resulta adverso, es porque ha habido alguna falla en la aplicación de estas
instrucciones. Pero, no se preocupe. Tiene usted tiempo. Repase estas
instrucciones y aplique, contra ese nuevo Parlamento, las recomendaciones
primera y segunda.
Hasta ahí el apretado
resumen de este manual del perfecto dictador. Un manual que, en estos tiempos
nublados, no resultaba tan difícil de imaginar.
Archivo Revista Oiga
28 de noviembre de 1994.
Archivo Francisco
Igartua Rovira 1923. 2004.
Archivo Arantzazu
Euzko Etxea Lima 1612.2017.