F. IGARTUA
1948. Un golpe militar, un cuartelazo que de revolución solo tiene el nombre, ha restaurado en palacio de gobierno a la plutocracia civilista, que maneja nuevamente al país por interpósita persona: el general Manuel A. Odria. Es la famosa “revolución restauradora”, capitaneada el 27 de octubre por Odria, en Arequipa, y auspiciada desde Lima por Pedro Beltrán, cabeza visible de la oligarquía exportadora. El mismo día del “cuartelazo”, un semanario que estaba en la prensa y que iba a salir denunciando que la derecha quería derrocar al doctor José Luis Bustamante y Rivero para entregar el ciento por ciento de los certificados de divisas a los exportadores –como después se confirmaría– es empastelado por la policía, plegada ya al movimiento, que impide así su aparición. Doce días después mas tarde, sin embargo, el 8 de noviembre de 1948, el semanario lograría ver la luz.
Una línea definida
Se llama OIGA, tiene 4 paginas, cuesta 50 centavos, esta impreso en papel periódico corriente y tiene al frente, como director a un periodista, Francisco Igartua, que viene de hacer sus primeras armas en Jornada primero y después en La Prensa, en la época anterior a la de Beltrán. En su primera pagina, un gran titular: VERDADERO OBJETIVO DEL CIVILISMO: ELIMINACION DEL CONTROL DE CAMBIOS”. En las paginas interiores, otro titular sobre un tema que será permanente en las paginas de OIGA, reclamo constante para redimir del poder extranjero un pedazo del territorio patrio: el petroleo y La Brea y Pariñas. “TRAYECTORIA DE LA INTERNATIONAL PETROLEUM – UN PULPO SOBRE AMERICA LATINA – EL PETROLEO”, se titula el primer disparo periodístico que se hace en esta batalla, finalmente ganada por el Perú hace apenas un año. Allí se dice “la realidad es que la International Petroleum ha convertido un pedazo de nuestro territorio en territorio extranjero. Talara es peruana a medias. Talara es mestiza. Mestiza de gringo y cholo…”. Oiga insta, desde ese momento, a seguir el ejemplo mexicano, que ha cortado los brazos del pulpo imperialista y explota su petróleo para beneficio de su pueblo.
Una constante: luchar por la justicia
En el primer editorial de ese día –precursora de la CARTA AL LECTOR que semanalmente escribe ahora el director de OIGA– hay una explicación y una reafirmación que, a lo largo de sus tres etapas azarosas será una constante invariable: “Aparece este semanario en un momento crítico y lleno de incertidumbre e inquietud para la patria. No creemos venir a salvarla. No somos ilusos. Nos limitaremos a cumplir en nuestro campo, en el periodismo, con lo que nos parece justo. Hemos debido salir algo antes para el público, pero un cambio de gobierno, sorpresivo aunque no inesperado, ha instalado a una junta militar en el poder y nos ha obligado a meditar la justicia de nuestra posición. Y no la variaremos. Seguimos creyendo que sólo la honestidad y él interés, asentados en una doctrina social revolucionaria que sea realizable, podrán hacer la felicidad de nuestro pueblo”.
Tres ediciones, y luego la prisión
Ninguna alusión ni queja por el atropello que retrasó su salida y sí, más bien, una pincelada de humor en la explicación que se da al publico sobre “las fuentes que financian OIGA”, y que tendrá que repetirse cada vez que el sabotaje económico, abierto o embozado, ha obligado al semanario a recurrir a su única fuente de recurso: el publico y los amigos. “OIGA –dice la breve nota– aparece sin otro medio económico que los soles salidos del bolsillo de sus redactores. Que esos soles no son muchos y tenemos el temor de quedarnos en el primer número. Por lo tanto, y sinvergüenza, pedimos ayuda al publico y a los amigos”. Ayuda que nunca será regateada por unos y otros. Pero la primera etapa de este semanario, que mañana cumple 21 años, será brevísima: apenas tres ediciones, entre noviembre y diciembre del 48. La cárcel, obligada escuela de civismo en esa época, interrumpe momentáneamente las inquietudes de Igartua.
21 años
Es en romántico homenaje a esta primera aventura periodística que, 14 años después, el 28 de noviembre de 1962, cuando el semanario vuelve a reaparecer, en una segunda etapa, siempre bajo la dirección de Igartua, lleva un nombre que para muchos es nuevo, pero que ya tenia edad y tenia historia: OIGA. Y es también en recuerdo a esos primeros ejemplares de OIGA, que uno de nuestros lectores y amigos descubrió recientemente en la Biblioteca Nacional, que esta revista, ahora en su tercera etapa, ha trasladado la fecha de su fundación a ese 8 de noviembre de 1948 que alumbró su accidentado nacimiento.
Los mares de OIGA
Tras prodigar “vehemencias e inquietudes” en otra publicación, también fundada y dirigida por el, es que Igartua decide “resucitar” OIGA, en esa primavera de 1962. El primer número de esta nueva etapa tiene ya otro ropaje. Por lo pronto, su logotipo – letras minúsculas, negras, sobre fondo rojo– es distinto al primigenio trazado a mano. Y ya no tiene cuatro páginas, sino dieciséis, impresas impecablemente en offset. Y hay también ya montada una incipiente organización comercial, en la que han puesto todos sus afanes e inquietudes dos hombres que pertenecen ligados indisolublemente a OIGA: Jorge Aubry y Juan Sarda. Aubry es el que alienta la empresa, se compromete a desenredar problemas y pone su nombre y firma como respaldo moral y material a la nueva aventura. Sarda es el hermano mayor, el guía y el consejero del grupo de ilusos – Sebastian Salazar Bondy– que creen posible el periodismo de opinión, de adhesión a principios éticos.
Con la historia
En el Perú gobierna transitoriamente una junta militar –producto del primer golpe institucional de la Fuerza Armada– que ha llegado al poder para impedir la consumación del fraude electoral que aspiraba a prolongar la convivencia apropradista por otros seis años. El viernes 28 de noviembre de 1962 aparece el primer ejemplar de esta nueva etapa.
Un solo espíritu
Es un periódico distinto en la forma, pero idéntico en el espíritu al OIGA de 1948. Hay
La misma adhesión de ayer a la voluntad nacional de renovación, igual devoción por la libertad e idéntico rechazo a las viejas taras de nuestro republicanismo.
Predicando en el destierro
Es este OIGA el que va a alzar bandera por Belaúnde Terry, no por el hombre ni por seguir al caudillo, sino por los principios que él encarna, por las metas que un movimiento de juventudes avizoro y que él se comprometió a alcanzar ante todos los pueblos olvidados del Perú. Y cuando el nuevo régimen reformista triunfa en las urnas, no es esta revista ni sus gentes quienes se aupan en el carro del vencedor, sino que alza su primer reclamo: “La renovación ha ganado las elecciones y debe ganar el gobierno”; y de inmediato insiste en una campaña que será permanente en este semanario, bajo el grito de “!Ahora a moralizar! Con palabras que repite una y otra vez a lo largo del periodo que se inicio en 1963, no deja de advertir: “No es posible reformar siguiendo el consejo de los antirreformistas y nunca, en estos casos, será fecunda una política de concesiones al enemigo, ya que será él, el que termine por dominar la situación, sea por medio de sus propios hombres o de algunos reformistas debidamente ganados a su favor”.
Otro tono
El fracaso de las reformas básicas, la entrega del petróleo, la corrupción y la inmoralidad, son hechos dolorosos que van a confirmar las predicciones de OIGA. Ya para entonces OIGA ha cambiado de formato. A partir de marzo del 65, deja su tono de semanario de combate para vestir ropaje menos espectacular, menos altisonante, pero más difícil de llevar. Como lo explica nuestro director en nota editorial, “morigerar ímpetus, ceñirse estrictamente a los hechos, evitar el comentario estridente, encierra dificultades mayores que lo que pueda imaginar el neófito en este apasionante y variado oficio que es el periodismo”.
La “riqueza" de OIGA
En efecto. Es difícil el tipo de publicación que va a intentar OIGA en su tercera etapa. A la sobriedad que lo obliga el formato pequeño –donde el titulo llamativo cede ante la importancia de la información– se va a añadir infinidad de temas especializados que en una revista de este orden es preciso abarcar: política, cultura, medicina, religión, tecnología, internacional, deportes, amenidades. Esto significa un plantel de redacción numeroso y de primerísima calidad. Cada asunto, por pequeño que sea, va a ser tratado por un especialista en la materia. Un especialista que además, sabe escribir con amenidad y concisión. Todo esto va a demandar un esfuerzo titánico que se lograra y afirmara gracias a la colaboración de la gente identificada con la línea de OIGA que entrega la única riqueza que posee: capacidad e inteligencia.
Otra aurora
Y es así como hemos llegado a este N° 349, de aniversario. A los 21 años, cuando se comienza a tomar enserio el oficio de hombre, muchos de los peruanos que vieron la luz casi al mismo tiempo que el primer OIGA y que estos días se reciben de ciudadanos, echaran una mirada retrospectiva y hallaran que, aunque es negativo el saldo de estas ultimas décadas de nuestra vida republicana, un capitulo promisorio se acaba de iniciar en el Perú. ¡Qué distinto el panorama que atalayo OIGA, cuando 21 años atrás inicio su siempre renovada lucha por un Perú mejor! (A.R)