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La República |
Mario Vargas Llosa: “A mí, el
presidente Ollanta Humala no me ha defraudado”
Domingo, 29 de diciembre de 2013
| 7:15 am
Mario Vargas Llosa. Premio Nobel
de Literatura 2010. También ha ganado el premio Cervantes (1994) y el Príncipe
de Asturias (1986). Ha escrito 20 novelas y siete piezas teatrales. Fue
candidato a la presidencia en 1990. Es doctor en Filosofía y Letras por la
Complutense de Madrid.
Texto: Pedro Escribano.
El mar está de fondo. Las aguas,
a lo lejos, tienen un movimiento mudo. Son las seis de la tarde y un sol
grande, rojo, muere en caída libre, lentamente. No es una ventana, sino una
suerte de pared de vidrio, corrediza, que funciona a manera de frontera
transparente con el exterior de su departamento. Mario Vargas Llosa en Lima
siempre es un vecino del mar.
“Todo está claro –me dice el
premio Nobel mientras observa la serenidad del océano–. Días atrás había mucha
niebla, pero hoy está hermoso y pueden verse las islas. Todo está muy nítido”.
Sí, como en lo literario y en lo
político, en él todo es nítido. El escritor se ha sentado frente a nosotros.
Tiene puesta una camisa celeste y un pantalón oscuro y, claro, luce la sonrisa
de siempre, blanca, con dientes grandes, como los teclados de un piano. Nos
ofrece café, agua u otra bebida, pero sobre todo, en el tiempo que tenemos, nos
ofrece hablar de todo.
Hemos llegado a su departamento,
en el sexto piso de un edificio en Barranco, para plantearle, como rejonero,
algunas preguntas sobre su última obra, El héroe discreto. Pero también sobre
los 50 años de La ciudad y los perros y, por supuesto, como quien echa más leña
al fuego, sobre esa cosa turbia y caliente, que es casi siempre la política peruana
y todo ese mar de fondo, como la concentración de medios, la vida parlamentaria
y más preguntas sobre cosas del gobierno y de los gobernados. El escritor no
esquiva, al contrario, como en duelo, las enfrenta verbo en ristre.
El héroe discreto está dedicada a
Javier Silva Ruete. Al leerla, uno no deja de recordar a ese piurano
simpaticón, como muchos lo conocían.
Bueno, está dedicada a él porque
éramos muy amigos. Yo quería mucho a Javier, era un amigo desde que yo llegué
al Perú después de vivir en Bolivia, casi diez años. Estuvimos juntos en el
colegio Salesiano de Piura. En quinto de primaria ya nos hicimos muy amigos, y
luego yo me vine a Lima y regresé a Piura para hacer quinto de media, en el
colegio San Miguel y, como él se había pasado también al San Miguel, allí
reanudamos la amistad y fue un amigo muy leal. Fue una amistad que no tuvo una
sola sombra a lo largo de toda la vida. Cuando murió yo estaba con la novela muy avanzada, que es una novela piurana
así que, sí, se la dediqué a él.
¿Era aprista?
No. El padre de Javier era un
médico muy querido en Piura y pertenecía a esa raza especial que son los
apristones. Su padre no era aprista, pero había sido compañero de Haya de la
Torre. Había estudiado medicina en Trujillo, entonces lo había conocido y era
apristón, esos amigos de Haya de la Torre, vecinos, cercanos al partido. Por
eso creo que Javier tuvo siempre muy buenas relaciones con los apristas.
A pesar de su racionalismo, la
novela está impregnada de nostalgia.
Cómo no, yo creo que sí. Está
impregnada de nostalgia de una Piura que ya no existe porque una de las cosas
que más me impresionó cuando estaba haciendo trabajo de campo para esta novela
fue ver cómo había cambiado Piura, cómo la Piura de mi memoria prácticamente
había desaparecido. Piura ha crecido muchísimo, es una de las ciudades que se
ha transformado más en los últimos años y ahora es una ciudad sin desiertos.
Para mí Piura era el desierto, una ciudad rodeaba de arenales enormes, con
algarrobos, con piajenos, los famosos burritos.
¿Se subió alguna vez a un
piajeno?
(Risas) Sí, hombre, muchas veces.
La transformación de Piura ha sido realmente impresionante. Es increíble cómo
ha crecido, cómo ha surgido una clase media y cómo lo que era el desierto hoy
en día son chacras, pequeñas fincas donde se producen frutas para la
exportación con riego por goteo.
En la novela se grafica la
resistencia de Felícito Yanaqué a la extorsión. ¿Aquí no es la violencia épica?
No, no. Es un hombre común y
corriente como creo hay muchos hoy en el Perú. Un hombre que ha salido de la
pobreza extrema de su infancia. A base de grandes sacrificios y esfuerzos, ha
constituido una empresa y es básicamente un ciudadano respetuoso de la ley.
Esas personas invisibles pero que constituyen la fuerza moral de un país, eso
es Felícito Yanaqué. Yo creo que esa es una realidad que existe en el Perú y en
todas las sociedades, hay esas personas cumplidoras que no llegan nunca a los
periódicos, no son materia de escándalo nunca.
¿El personaje es totalmente
inventado?
Sí, pero a partir de un hecho que
ocurrió en Trujillo. Yo lo moví a Piura porque allí me siento más cómodo, es
una ciudad que conozco más.
Usted habla de la delincuencia
como costo del progreso, ¿no hay un poco de pesimismo en pensar eso o es que
todavía tenemos una cultura no sólida en sus valores?
Creo que todavía no tenemos muy
sólidos nuestros valores, tenemos todavía una tolerancia muy grande a la
corrupción. Pensar que la corrupción es congénita al poder y que no va a haber
manera de librarse de ella, yo creo que es una actitud que favorece mucho al
crecimiento de la corrupción. Hay la idea de que nadie es ladrón si todos somos
ladrones, nadie es corrupto si todos somos corruptos, y esa actitud es muy negativa
porque no hay una sanción moral contra la corrupción. A veces hay sanciones
penales, pero esa sanción moral, ese rechazo al corrupto no tiene suficiente
fuerza como en países donde hay valores más arraigados y sólidos. Creo que es
uno de los problemas que tenemos. Mira, sobre la novela, es mucho menos
pesimista que otras novelas mías. Creo que en esta novela hay una actitud mucho
más esperanzada en el futuro del Perú que en novelas como Conversación en la
catedral, Historia de Mayta o Lituma en los Andes.
Personajes como Don Rigoberto,
Lucrecia, Fonchito, han pedido un segundo turno en esta novela.
(Risas) Están allí y pertenecen a
una generación más antigua, pero representan ciertos valores que tienen que ver
con la continuidad, la tradición, con el pasado, un pasado que se inserta en la
modernidad. También, a su manera, Don Rigoberto representa un valor, no es sólo
urbano sino que tiene curiosidades que lo sacan del Perú. Tiene una gran
curiosidad por la cultura, un enorme interés por la música, la pintura, la
literatura. Es un tipo de peruano mucho más universal que Felícito Yanaqué, y
esas caras son el Perú al mismo tiempo.
En Travesuras de la niña mala hay
un vagabundo de playa que se orienta mejor que un ingeniero para construir
rompeolas. En esta novela está Adelaida, una santera que parece saber más que
la policía.
El otro día estuve almorzando y
me presentaron a un ingeniero que me dijo, “sabe usted, es absolutamente verdad
eso de los constructores de rompeolas”. A mí me habían contado esa historia,
pero este ingeniero me dijo: “Sí, sí, yo tengo uno, pues tiene un olfato, un
instinto y yo me guío de él”. O sea (risas), ese personaje no es tan imaginario
como creen algunos. Existen.
Adelaida es un equivalente de ese
saber…
Es un conocimiento no racional,
intuitivo, instintivo. Es una dimensión difícil de definir porque no pasa por
la racionalidad pero existe, es una realidad. Tiene que ver con el mundo de la
religión, las supersticiones. Yo he querido que en esa novela aparezca esa dimensión
de la vida. Y estos personajes están en cualquier sociedad. En Nueva York
anuncian sus bondades en carteles electrónicos.
En una anterior entrevista le
pregunté cómo iba la narrativa peruana y usted mencionó a Roncagliolo y a
Jeremías Gamboa.
Pues sí, yo creo que la narrativa
peruana está en muy buen pie. Están apareciendo jóvenes escritores
interesantes. Ahora, la novela de Jeremías Gamboa acaba de salir y me parece
magnífica. Creo que Contarlo todo es una novela excelente y que, afortunadamente,
veo que tiene muy buena recepción tanto en el Perú como afuera.
Hace 50 años usted publicó La
ciudad y los perros, ¿ese microcosmos que hay en la novela fue una cuestión
planteada o apareció en tanto que esa novela es vivencial ?
Bueno, es una primera novela en
la que uno vuelca siempre su experiencia personal, pero creo que es una novela
que refleja un momento de la historia del Perú. Ocurre en un país mucho más
pequeño y aislado, donde los peruanos se conocían mucho menos entre sí que hoy
en día. La Lima de esa época estaba muy alejada del resto del Perú, creo que
vivíamos en un mundo muchísimo más desintegrado de lo que es el Perú de hoy
día.
Pero igual el conflicto de la
violencia y el poder están ahí.
Son problemas que permanecen
aunque con otras máscaras.
En una declaración, usted dijo
que el gobierno de Humala es impecable, luego se aclaró que esa afirmación era
muy anterior a cosas que salieron recientemente, ¿qué piensa de este gobierno?
Yo creo que no hay que comparar
la situación del Perú con el ideal porque, desde luego, todas las sociedades
están lejos del ideal, pero lo que me parece justo es decir que el Perú va
bien. Desde que cayó la dictadura en el 2000, el Perú ha tenido tres gobiernos
civiles nacidos de elecciones y ha mantenido una estabilidad que creo que se
debe a la existencia de consensos muy amplios en la población, tanto a favor
del sistema democrático como de una economía abierta, moderna, de mercado. Y
eso al Perú le ha dado en estos años un crecimiento económico muy notable, un
crecimiento de la clase media muy notable, creo que hay una lucha contra la
pobreza que hasta ahora va teniendo éxito.
Encontramos el buen sendero.
Desde luego que se podría hacer
mucho más, eso no lo niego. También hay problemas muy serios como lo que se
refiere a la seguridad, la gente vive muy angustiada por la falta de seguridad,
hay el problema de la corrupción pero, haciendo el balance, no hay ninguna duda
de que el Perú está mucho mejor que cuando teníamos dictaduras. Hay sobre todo esa
estabilidad, que le ha dado al Perú una imagen internacional enormemente
positiva. Vivir afuera, como es mi caso, te permite ver las cosas de una manera
más amplia y con más profundidad que cuando estás metido en la candela del día
a día y a veces los pequeños escándalos se convierten en algo que parece que
pusiera al Perú al borde del abismo, pero no, no hay tal cosa. Yo creo que el
Perú es hoy en día uno de los países con mayor estabilidad en América Latina.
De hecho, yo no recuerdo que el Perú haya tenido en el pasado la imagen tan
positiva que tiene hoy en día, como un país seguro para invertir, que está
creciendo, que está dando una batalla exitosa. Eso es verdad, eso está
ocurriendo en el país. Hay cosas que son muy negativas sin ninguna duda, hay escándalos
y está muy bien que haya, felizmente, una libertad de prensa total que permite
que todos los escándalos salgan a la luz y sean objeto de críticas muy
violentas. Pero a mí, el presidente Ollanta Humala no me ha defraudado.
¿No se arrepiente de haberlo
apoyado?
No me arrepiento en absoluto.
Creo que él ha cumplido rigurosamente la hoja de ruta a la que se comprometió
en San Marcos. Ha respetado la democracia, sin ninguna duda. Las instituciones
democráticas están funcionando en el Perú, no funcionan perfectamente, desde
luego, tampoco funcionaban antes perfectamente porque ese es un problema ya de
la sociedad peruana. Pero Humala ha respetado la política económica que se
comprometió a respetar. Los empresarios en el Perú nunca han ganado tanto como
ahora. Muchos están descontentos no sé por qué, porque quisieran estar mejor,
bueno pues muy bien, esa es una aspiración legítima, pero no hay una política
antiempresarial en absoluto ni contra las inversiones.
Los empresarios sí, pero la gente
de la calle…
Hay un gran esfuerzo, a veces
exitoso en algunas cosas y, en otras, menos exitoso de hacer una política de
inclusión, de cercanía con los grandes problemas como la pobreza. Entonces, yo
creo que tanto el Presidente como Nadine, que a mi juicio es muy injustamente
atacada, están cumpliendo con su deber. Ninguno de ellos ha estado vinculados a
ningún tipo de escándalo y yo creo que están haciendo lo mejor que pueden, lo
que saben hacer y que la ferocidad de las críticas tiene mucho que ver con esa
concentración de los medios en manos de la oposición. Entonces, claro, el
gobierno aparece acorralado porque no tiene casi medios que lo defiendan, los
medios están prácticamente alineados con la oposición, y eso tiene que ver con la
concentración de medios.
¿Considera peligrosa la
concentración de medios en un país como el nuestro?
Es sumamente peligrosa en
cualquier sociedad que no haya una diversificación amplia de los medios que
permita que se ventilen todas las ideas. Si se produce una concentración de
medios como se está produciendo en el Perú y esos medios tienen además una
línea política muy clara, entonces allí hay una amenaza potencial muy grande
contra la democracia. Creo que eso es algo por lo que nosotros tenemos que
mantenernos vigilantes, y eso se expresa básicamente en los ataques tan feroces
permanentes contra un gobierno que, hechas las sumas y las restas, yo creo que
lo está haciendo bien. El Perú está creciendo, está mejorando. Eso sin negar
las críticas que pueden hacerse. Hay muchísimas cosas que están mal. La
educación es un problema muy serio como hemos visto ahora, por la calificación
de PISA, que indica que ese es uno de los grandes problemas del Perú, que hay
que abordar con resolución e inteligencia, porque no es solamente cuestión de
inversión, es un problema puramente cualitativo. La educación es el campo en el
que está cojeando más nuestro país. Yo no niego que haya muchos problemas
todavía, pero creo que cuando hacemos ese balance, el resultado es ampliamente
positivo y el exceso de críticas que hay internamente a muchos peruanos les
ciega la realidad, una realidad que es muchísimo mejor que aquella de la que
venimos.
En Argentina, el Poder Judicial
dijo “no a la concentración de medios”…
En todos los países democráticos
se pone siempre un límite a la concentración de medios porque, potencialmente,
la concentración de medios constituye un peligro para la democracia. Desde
luego, no hay que aceptar la idea de una legislación específica sobre la prensa
porque eso puede permitirle al poder recortar la libertad de prensa y la
libertad de crítica. Es muy importante que la prensa tenga una libertad
absoluta para expresar todas las opiniones, pero justamente para que pueda
expresar toda la diversidad de tendencias dentro de una sociedad, hay que
evitar la concentración de medios.
Cierto sector de la prensa cree
que el fujimontesinismo todavía está en la estructura del aparato del Estado.
Está el caso López Meneses.
Yo creo que es verdad. El
fujimontesinismo estuvo en el poder diez años, fue un poder enormemente
corrupto, fue un poder que robó de manera enloquecida, hay que acordarse de
eso. Y eso es un poder que permite infiltrarse en todos los organismos del Estado, entonces, esa es una
realidad en el Perú, no se ha hecho una limpieza radical, profunda. Aunque,
afortunadamente, los principales dirigentes del fujimontesinismo han sido
juzgados y están en prisión o han pagado sus delitos. Hay unos resabios que
están aún presentes y ese caso que acabas de señalar muestra cómo están
infiltrados incluso en los poderes militares y policiales, y entonces la vigilancia debe mantenerse muy activa.
Está muy bien que haya esa vigilancia y críticas, pero al mismo tiempo hay que
rehuir el catastrofismo y la utilización abusiva de los escándalos para
condenar de esa manera inmisericorde a un gobierno que creo que lo está
haciendo bien.
Dice que el Perú goza de una
imagen positiva, pero el hecho de que haya un presidente preso y dos
investigados, Alan García y Toledo…
Pero justamente que estén
investigados, que los presuntos delitos estén en las primeras planas de todos
los diarios y haya procesos judiciales abiertos, ¿habla bien o mal del Perú?
Habla bien del Perú. ¿Eso ocurría
cuando la época de Fujimori, Velasco, Odría? Eso no ocurría.
Los escándalos se tapaban porque
había miedo y un poder que podía controlar los medios. Hoy nadie tiene miedo,
hoy se denuncian los reales o presuntos delitos y son objetos de investigaciones
periodísticas a veces muy radicales y eso es muy bueno para el Perú. Lo que es
malo es que el gobierno esté tan absolutamente acorralado por los medios y que
parezca en un momento dado no tener capacidad de respuesta a la ferocidad de
las críticas. Eso es malo para la estabilidad y el mejor funcionamiento de las
propias instituciones. Desgraciadamente, tenemos un Parlamento muy pobre, que
hemos visto que en todas las encuestas que se hacen no tiene credibilidad, que
sólo una muy pequeña minoría piensa que realmente el Parlamento, que es una
institución tan fundamental en la democracia, está capacitado para enfrentar
los grandes problemas del Perú y darles respuesta.
¿Y nos conviene una
bicamerabilidad en ese sentido?
Yo no creo que el problema sea la
bicameralidad sino el Parlamento en sí. Lo que necesitamos es llevar gente
capaz, honrada, idealista, gente realmente preparada para cumplir esa función
de primera magnitud que tiene el Parlamento en una democracia.
¿Se acuerda de Fujimori?
Bueno, me acuerdo de lo que
representó el fujimorismo, que creo que ha sido una de las grandes catástrofes
que ha tenido el Perú. Y al mismo tiempo, afortunadamente, es una cosa del
pasado, creo que el fujimorismo en un futuro cercano no va a volver al poder en
el Perú. Creo que hoy día hay suficientes reservas democráticas y anticuerpos
contra lo que representó el fujimontesinismo como para que no vuelva al poder,
pero al mismo tiempo hay que estar vigilantes y hay que impedir que la justicia
caiga dentro de las redes de la corrupción que por desgracia todavía siguen
operando en nuestro país.
El papa Francisco ha resultado
ser un papa moderno, ¿qué opinión tiene de él?
Tengo muy buena opinión del Papa.
Yo creo que está haciendo un esfuerzo que ojalá se traduzca en reformas reales
para modernizar a la Iglesia, para devolverle la fuerza moral que en algunas
épocas ha tenido y que ha sido muy importante.
Nosotros tenemos aquí todos los
domingos las prédicas del cardenal Cipriani, casi en la otra orilla.
El cardenal Cipriani representa a
la Iglesia más reaccionaria, intolerante, fanática y, entonces, hay que desear
que la nueva política del Vaticano llegue al Perú también. Yo acabo de criticar
muchísimo al arzobispo de Santo Domingo porque, increíblemente, está apoyando
leyes racistas que privan de la nacionalidad dominicana a cerca de 200,000
dominicanos por ser hijos o descendientes de haitianos, algo que me parece totalmente
incompatible con lo que debería de representar la Iglesia Católica. Yo creo que
hay que esperar del papa Francisco que estas autoridades de la iglesia que
representan las cavernas vayan siendo removidas y reemplazadas por obispos,
arzobispos que estén mucho más impregnados de la mentalidad de cercanía, de
justicia social que representa aparentemente el papa Francisco.
¿Y conoció a Mandela?
No, pero visité la cárcel donde
estuvo 27 años y donde, en un acto absolutamente extraordinario cambió de manera
de pensar y decidió que eran los métodos pacíficos los que podían traer la
justicia a su país, y que había que actuar de tal manera, que los blancos no se
fueran sino se quedaran una vez que se instalara la democracia. Creo que es uno
de los casos más notables de un dirigente político, por eso creo que todos los
homenajes que se le han hecho son pocos.
Usted está escribiendo una nueva
obra, ¿es teatro?
Estoy escribiendo una obra de
teatro que se llama Los cuentos de la peste, es una obra inspirada en el
Decamerón y, bueno, ya tengo tres versiones hechas y estoy empezando la cuarta.
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