Fernando Ampuero: “Nadie que esté
en sus cabales puede apoyar la concentración de medios”
Lunes, 06 de enero de 2014 | 7:29
am
Enrique Patriau y Emilio Camacho.
El escritor y periodista Fernando
Ampuero aceptó una entrevista con La República vía correo electrónico.
Respondió a nuestras preguntas con una laptop, "medio encorvado".
¿Los temas? De todo un poco. Admite que Ollanta Humala está haciendo las cosas
mejor de lo que él se imaginó en un primer momento. Sobre el debate de la
concentración de medios cree que se trata de un problema público y dice
simpatizar con la demanda interpuesta por periodistas ante el Poder Judicial,
que fue admitida a trámite recientemente. Explica las razones por las que
considera que 'Contarlo Todo', de Jeremías Gamboa, es una de las mejores
novelas peruanas de los últimos años. Y aclara cómo va de salud, luego del
cáncer detectado hace años.
-En el 2013, la aceptación del
presidente Humala ha descendido, ¿se incluye dentro de los desilusionados o
considera que Humala está haciendo un trabajo aceptable?
Yo no voté por Humala, y de hecho
no me ilusionaba en absoluto. Los militares, en el Perú y en cualquier parte
del mundo, son una especie de cofradía peligrosa. Tampoco voté por Keiko, por
supuesto, ni por ningún otro, sino que vicié la cédula. Sin embargo, creo que
Humala está haciendo las cosas mejor de lo que yo hubiera pensado. Seguimos en
democracia y nuestra economía, mal que
bien, avanza con buen rumbo. Fuera del asunto de López Meneses, que encarna ese
tipo repugnante de lobista del montesinismo, creador de un sistema de poder paralelo que aún se
prolonga, no estamos nada mal.
-Hay dos posiciones sobre el caso
López Meneses. Una que dice que la investigación debería concentrarse en los
actuales nexos entre el ex operador y el gobierno. Otra que plantea que se
debería explorar, incluso, la época fujimorista. ¿Hasta dónde debería llegar la
investigación, en su opinión?
Eso depende. Lo primero que
debería hacerse es levantar una investigación sobre los motivos por los que en el actual gobierno se
dio a López Meneses un resguardo ilegal y, a partir de ahí, si lo amerita, ir
retrocediendo. ¿Qué le interesa al ciudadano, preocupado por la salud del país?
Saber puntualmente si se ha desmantelado o no la tela de araña montada por
Montesinos.
¿Hizo bien el presidente Ollanta
Humala en pronunciarse sobre el tema de la concentración de medios?
Sí, sin duda. En cualquier país
del mundo democrático nadie que esté en sus cabales puede apoyar la
concentración de medios. Si se apoyara a esa suerte de monopolio, el Estado se
encontraría ante un poder equiparable al suyo, cosa que jamás se debe aceptar.
Y la prensa, ni qué decir, es un enorme poder. He leído que periodistas de
diversos medios están impugnando judicialmente la compra del grupo Epensa,
Correo y demás diarios, que hizo el Grupo El Comercio. Simpatizo con esa idea,
y con el postor que no ganó en la puja, La República, a quien ya no le interesa
seguir en dicha puja. Sin embargo, en esa coyuntura, yo soy un tercerista.
Epensa no debería pertenecer ni a El Comercio ni a La República. Hoy El
Comercio es superpoderoso en Lima y
provincias. Pero, en el caso que
hubiera comprado La República, esta sería bastante superpoderosa, especialmente
en provincias. Un tercer inversionista independiente daría equilibrio y sería
la solución.
Luego de lo dicho por Humala, el
tema ha alcanzado una dimensión nacional, ¿usted cree que la concentración de
medios es un tema entre privados o público?
Es un tema público. Los
ciudadanos necesitan información de diversas fuentes y opiniones contrastadas.
No se trata de que hayan concentrado una cadena de hamburguesas. Lo que está en
juego es la posibilidad de formar criterios en la gente y no ocultar cosas. Por
ejemplo, yo estoy vetado en El Comercio desde los tiempos de los petroaudios,
cuando me despidieron junto con otros periodistas, por trabajar en esa
investigación de corrupción a nivel gubernamental. Martha Meier decretó mi
muerte civil. Ya son cinco años que he
publicado libros, y no los comentan, ni me hacen entrevistas, y si por ahí ha
aparecido alguna vez una línea es porque se les pasó. Este año, en el recuento que el crítico
Ricardo González Vigil hace de los libros del 2013, no me menciona. No digo que
alabe mis cuentos, como lo ha hecho a lo largo de varias décadas; digo que al
menos debía mencionar la aparición del libro, pero no, no sale nada. Y esto no
es serio. He dado un ejemplo sin mayor importancia, claro está, pero imagínense
ahora lo que sucederá en las elecciones políticas. Imagínense los sesgos, los silenciamientos,
las entrevistas a fulano para joder a mengano.
¿Queremos una prensa así?
¿El actual mapa de los medios en
el Perú conducirá a una elección incluso más polarizada que la del 2011?
Estoy seguro que sí, por lo menos
en la segunda vuelta. Podrán estrenarse a lo mejor estrategias de disimulo,
cortinas de humo, pero cuando las papas quemen se tomarán posiciones definidas.
Y, bueno, habrá un desbalance.
Se ha dicho que el caso de la
concentración de medios debería debatirse en el Congreso de la República. ¿Qué
opina?
Que sería un error. Este es un
caso que atañe al Palacio de Justicia y al Tribunal de Garantías
Constitucionales.
¿Deberían los periodistas
peruanos fijar una posición sobre la concentración de medios,
independientemente de dónde trabajen?
Todos los periodistas que fijan
una posición acaban ahuesados o despedidos. Eso los atemoriza. Yo ya estoy algo
viejo para perder el empleo, pero no soy de los que se calla.
Ahora que hablamos de
periodistas, ¿por qué eligió ser reportero y no narrador a tiempo completo? ¿El
periodismo lo alejó de la literatura o el lenguaje más sencillo del periodismo
le ayudó a escribir mejor?
Elegí ser periodista porque
necesitaba un trabajo que me diera dinero constante para vivir. La literatura
también me lo da, pero digamos que con menos constancia y en mucho menor cantidad. Viviríamos mi
familia y yo a dieta rigurosa. Por eso me inicié en el periodismo y acabé
descubriendo una maravillosa vocación. Tengo la suerte de contar con dos
vocaciones: el periodismo y la literatura. Una y otra me reconcilian y me
explican como individuo. En cuanto a mi estilo, el lenguaje sencillo y claro es
mi opción estética, y no creo que me perjudique literariamente. Tanto me gusta
el periodismo que algunos de mis textos tratan sobre periodistas. Justamente
hace dos días he terminado una novela corta donde uno de los personajes es un
periodista de La República.
¿Es posible saber qué periodista
es? ¿O se trata de un personaje meramente ficticio?
Es un personaje ficticio, en
efecto, pero inspirado en varios periodistas de la sección policial y de la
unidad de investigación. Ya la leerán.
Como periodista ha pasado por
diferentes experiencias. Ha sido cronista, entrevistador, encargado de
publicaciones y reportero investigador. Pero leyendo su libro de crónicas, he
visto que estuvo a punto de recibir un balazo cuando uno de sus entrevistados,
Emilio “El indio” Fernández, pensó que usted le había robado un reloj, ¿ese ha
sido el momento de más riesgo físico en el que ha estado?
La pregunta lo cuenta casi todo,
y hasta parece más una respuesta. La anécdota con "El indio"
Fernández, que luego se convirtió en un gran amigo, son gajes del oficio. Yo
admiraba mucho el trabajo de "El Indio" como cineasta y no me
desanimaron las historias que contaban acerca de su mal carácter. Tan malo era
su carácter que había estado preso por haber matado a un sujeto que, según él,
lo miraba feo. "El Indio"
Fernández luchó en la revolución mexicana al lado de Pancho Villa, fue amigo de
Augusto B. Sandino y de Rodolfo Valentino, y
es el primer cineasta de América Latina en haber ganado el Festival de
Cannes. El periodismo, de hecho, es el mejor de todos los pasaportes. Tienes
visas para conocer a las personas más disimiles y extraordinarias que hay en el
mundo.
Vargas Llosa ha dicho que la narrativa peruana
está en muy buen pie y que Contarlo Todo, la novela de Jeremías Gamboa es
prueba de ello, entiendo que usted comparte esa visión, ¿por qué?
Comparto esa visión porque de
veras es un gran libro. Pocas novelas
publicadas en el Perú son tan amenas e intensas como la de Gamboa. Merece toda
la lectoría que ya tiene.
En Contarlo Todo, Jeremías Gamboa
retrata a Francisco de Rivera –es decir, a usted– muy elogiosamente. Gamboa le
revela su admiración, destaca lo “clásico y estudiado” de su aspecto, su
carrera literaria y periodística. ¿Cuánta distancia hay entre Francisco de
Rivera y Fernando Ampuero? ¿Se parecen, son muy distintos?
Gamboa era uno de los tantos
muchachos de talento que han trabajado conmigo en las revistas Caretas y Somos.
Fui su jefe durante esos tiempos, y sabía de su
interés por la literatura, pero nunca imaginé que escribiría un libro
con tantas virtudes como "Contarlo todo". Pero en lo que concierne al
personaje Francisco de Rivera, no sé qué decir. Me parezco a él en algunos
aspectos, pero nadie, creo yo, puede juzgarse a sí mismo en tales
circunstancias. Por fortuna este libro ofrece la mirada generosa de Gamboa, no
la de otros que podrían, con razón o sin ella, verme con malos ojos. De Rivera parece un buen tipo, y yo creo que
lo soy o trato de serlo. A veces me dan rabietas, claro, pero éstas acaban
pasando. Nadie, en fin, es responsable
totalmente de la imagen que proyecta, aunque ahora, después de leer la novela,
me voy haciendo una idea.
En la presentación de “Contarlo
Todo”, usted dijo que es “una de las mejores novelas de autor peruano en los
últimos años”. ¿No existe el riesgo de
que una reseña tan elogiosa sea mal entendida si el crítico es, al mismo
tiempo, objeto de la admiración del autor?
Claro que sí. No solo puede ser
malentendida, sino que resulta embarazoso opinar sobre una ficción donde uno es
personaje. Pero yo, en atención a mi temperamento, corro riesgos. Siempre corro riesgos y, a pesar de las incomodidades del caso,
opino. Y lo hago sin ningún problema porque puedo separar una cosa de
otra. Puedo olvidar el detalle de que
soy uno de los personajes, ejercer mi juicio crítico y revelar lo que
pienso.
“Contarlo Todo” fue recibida con
mucha expectativa. Luego han aparecido reseñas menos favorables. Un “criterio
radical” lo ha llamado usted. ¿Por qué? ¿Es radical advertir sobre descuidos
gramaticales o inconsistencias de un libro que generó tanto entusiasmo? ¿O cree
que cierta crítica está empeñada en cuestionar, sin razón, sus méritos
literarios?
Lo que quise decir es que la
novela tiene más virtudes que defectos. La novela, a veces, muestra algunos
descuidos. Pero todo eso resulta menor en relación con la fuerza narrativa, al
peso de la historia, al drama del hombre que siente que la enfermedad que
afecta su apariencia lo descalifica para todo, al individuo que vence
obstáculos económicos y de clase social, a la intensidad con la que asume su
vocación literaria y sus romances. Alguna crítica, sí, parece estar con
anteojeras. Pero hay otra crítica a la que le fastidian detalles ínfimos,
subsanables en una próxima edición, y también hay personas, en el rango de los
gramáticos y los politizados, cuya concepción de la literatura es diferente. Pierden de vista lo esencial del
libro, que nos da una historia muy interesante.
Hablemos de usted como escritor.
Cuando entrevistó a Ribeyro y le preguntó
sobre sus personajes sombríos y pesimistas, este le respondió: “Donde irrumpe
la felicidad empieza el silencio”. ¿Le pasa eso a usted? ¿No puede escribir
sobre triunfadores?
Totalmente de acuerdo. Considero
que la felicidad no tiene historia. Imagínense una novela donde todos se porten
bien y todos sean completamente felices. Sería aburridísima, ¿no cree? No
pasaría nada. Pero eso no quiere decir que yo no pueda escribir sobre
triunfadores. ¿Por qué no? El camino al triunfo está sembrado de penurias y zancadillas.
Ahora bien, si usted me da a elegir entre escribir sobre un triunfador y un
perdedor, elegiré al segundo. La vida de
los perdedores es más visceral y tiene un atractivo muy humano.
¿Se considera usted un
triunfador?
No. ¡De ninguna manera! Todos los
triunfos son pasajeros, como es pasajera la felicidad. El triunfo permanente
tal vez se parezca a la vida de los millonarios y las celebridades. Pero
tampoco, digamos, me lo creo mucho. No sé cómo se sienten los triunfadores en ciertos días en que miran sin complacencia
al espejo. El único triunfo que admito es aquel que nos permite continuar
luchándola, sea lo que fuere el objetivo que persigamos.
A usted le diagnosticaron cáncer.
Le hicieron reportajes. Se dedicó a viajar mucho por entonces. Se estaba
despidiendo. ¿Qué ocurrió exactamente? ¿Superó la enfermedad con el
tratamiento, o fue un mal diagnóstico médico? ¿Ya se encuentra completamente
sano?
Aquí estoy, contestando a sus
preguntas, aunque con un poco de dolor de espalda. Se me ha malogrado la
computadora fija y escribo en una laptop que me tiene medio encorvado. Es una
lata. Pero sí, afortunadamente estoy bien de salud. Tuve un cáncer hace quince
años y me curé. Creo que mantener el buen humor me ha ayudado mucho. Gracias
por preguntar por mi salud.
Da la impresión de que no le
gusta hablar mucho sobre su salud. ¿O es una idea equivocada?
Nunca se piensa en la salud
cuando se está sano. Tampoco debería hablarse.
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