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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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domingo, 4 de agosto de 2013

LA TERCERA

PROCLAMA DEL GENERAL SIMÓN BOLÍVAR
AL DESPEDIRSE DEL PERÚ,
3 DE SETIEMBRE DE 18261

Peruanos:

Colombia me llama y obedezco.  Siento al partir cuanto os amo, porque no puedo desprenderme de vosotros, sin  tiernas emociones de dolor.
Concebí la osadía de dejaros obligados; más yo cargo con el honroso peso de  vuestra munificencia. Desaparecen mis débiles servicios delante de los  monumentos que la generosidad del Perú me ha consagrado; y hasta sus  recuerdo irán a perderse en la inmensidad de vuestra gratitud. Me habéis  vencido.
No me aparto de vosotros; os queda mi amor en el Presidente y Consejo de  Gobierno, dignos depositarios de la autoridad suprema; mi confianza en los  magistrados que os rigen; mis íntimos pensamientos políticos, en el Proyecto  de Constitución; y la custodia de vuestra independencia, en los Vencedores de  Ayacucho. Los Legisladores derramarán el año próximo todos los bienes de la  libertad por la sabiduría de sus leyes. Sólo un mal debéis temer: os ofrezco el  remedio. Conservad el espanto que os infunde la tremenda anarquía. ¡Terror  tan generoso será vuestra salud!
Peruanos:
Tenéis mil derechos a mi corazón; os lo dejo para siempre. Vuestros bienes y  vuestros males serán los míos. Una nuestra suerte.
Lima, 3 de setiembre de 1826.

Bolívar




1 Denegri Luna, Félix, Obra gubernativa y epistolario de Bolívar, págs. 273-274. Colección  documental de la independencia del Perú, tomo XIV, vol. 2°, Lima, 1975.

LA TERCERA

LEY DISPONIENDO QUE EL EJECUTIVO COMUNIQUE A BOLÍVAR LA
ABOLICIÓN DE LA CONSTITUCIÓN VITALICIA Y LA ELECCIÓN DE
PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, 22 DE JUNIO DE 1827
EL CIUDADANO VICEPRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
ENCARGADO DEL PODER EJECUTIVO

Por cuanto el Congreso ha sancionado lo siguiente:

EL CONGRESO GENERAL CONSTITUYENTE DEL PERÚ

Considerando:

I. Haber hecho saber el Consejo de Gobierno, por medio de un coronel  peruano, al general Simón Bolívar, Presidente de Colombia,  el  nombramiento que los llamados colegios electorales habían hecho  en su persona para Presidente vitalicio de la República;

II. Haber declarado el Congreso, por decreto de 11 de junio,  ser nula,  de ningún valor ni efecto dicha Constitución, jurada en 9 de  diciembre del año anterior, y quedado, en su consecuencia,  insubsistente el expresado nombramiento de Presidente vitalicio;

Decreta lo siguiente:

Artículo 1. Que el Poder Ejecutivo comunique oficialmente al Libertador Simón  Bolívar, Presidente de Colombia, la instalación del Congreso General  Constituyente, y decreto expedido sobre la Constitución llamada Boliviana; y  asimismo, la elección que ha hecho de Presidente y Vicepresidente  propietarios de la República.

Artículo 2. Que a nombre del Congreso General le manifieste la gratitud de la  nación por lo servicios que ha prestado a la causa de la independencia.

Comuníquese al Poder Ejecutivo para que disponga lo necesario a su  cumplimiento, mandándolo imprimir, publicar y circular.

Dado en la sala del Congreso, en Lima, a 23 de junio de 1827.

Javier de Luna Pizarrro, Presidente.– Nicolás de Piérola, Diputado Secretario.–

Manuel Tellería, Diputado Secretario.

Por tanto, ejecútese, guárdese y cúmplase. 

Dado en el Palacio de Gobierno, en  Lima a 23 de junio de 1827.– 8º.– MANUEL SALAZAR, Vicepresidente.


Por orden de S. E.– El encargado del Ministerio de Estado en el departamento  de Gobierno y Relaciones Exteriores.– Manuel del Río

LA TERCERA

MENSAJE QUE EL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR
DEBÍA PRESENTAR
AL CONGRESO NACIONAL, EL 10 DE FEBRERO DE 18261

Señores:

La instalación del primer Congreso Constitucional es el acontecimiento más grande que podría desear el Perú para poner a la República en estado de dar a sus instituciones el complemento que ellas requieren. Más de dos años a que se me honró con el mando de la nación: entonces el
Estado se hallaba sumergido en las mayores calamidades; pero la victoria de  Ayacucho restableció a la República en la integridad de sus goces y de sus derechos. El Ejército vencedor logró en su marcha benéfica rescatar los pueblos que gemían bajo el yugo español. El año de 1825 fue señalado por la libertad del Alto Perú y por la muerte del último tirano que hollaba todavía el suelo de los Andes. Los primeros días de este año han sido testigos de la rendición de la plaza del Callao. Así se ha terminado la guerra continental. Séame permitido felicitar a la República por la gloria de sus bravos y por la libertad del Nuevo Mundo.
Todo el Ejército de Colombia no ha vuelto a su país porque una división ha estado empleada en el sitio del Callao, otra se ha pedido a Colombia para el servicio del Alto Perú y la del general Lara, que se halla en Arequipa, no ha sido ajustada todavía por falta de fondos. A pesar de todo, ya ha empezado a embarcarse y pronto estará fuera del Perú.
Desde que el Congreso General quiso obligarme de nuevo al glorioso encargo de presidir la República, me facultó para delegar el Poder Supremo, que había recibido de sus manos, en un Consejo de Gobierno, compuesto del Gran Mariscal La Mar y de los Ministros del despacho. Así lo hice, reservándome tan sólo la autoridad militar, que debía conservar hasta la conclusión de la guerra.
El Consejo de Gobierno, que con tanta probidad y firmeza ha desempeñado sus funciones, dará al Congreso cuenta de su administración y del estado de la República. Por lo que a mí toca, sólo debo deciros que los departamentos del Alto y Bajo Perú, que acaban de librar nuestras armas y que yo he regido por algunos meses, han recibido aquellas mejoras legales y económicas que el tiempo y las circunstancias han permitido darles; allí reinan las leyes constitucionales con todo su hermoso rigor; los puertos se han abierto al comercio; sobre los Andes se han mandado construir caminos; se han ordenado establecimientos de educación científica para la juventud y los fondos para ellos se han señalado. La minería se ha fomentado con la baja de derechos. He dictado reglamentos benéficos y generosos en favor de los indígenas que se hallaban oprimidos por ese Gobierno perverso que hemos expulsado; estos primitivos propietarios de nuestro país han sido el objeto de mi predilecta solicitud; y todos los peruanos del Sur han obtenido junto con la libertad, los bienes que dependían de mis facultades.
El Gran Mariscal de Ayacucho y el Gobierno del Río de la Plata convidaron a los ciudadanos del Alto Perú para que en una Asamblea General deliberasen sobre su suerte y Gobierno; y a mí no me era posible impedir un acto tan legítimo y tan conforme con los principios del Congreso Constituyente. La Asamblea decidió erigirse en nación libre y soberana; quiso, además, que yo dirigiese los primeros pasos de la nueva República y que la autoridad ejecutiva la ejerciese el Gran Mariscal de Ayacucho. La sabiduría de los Representantes del pueblo formará de este importante suceso el juicio que él merece; más yo no podré ocultar la gratitud sin límites que debo a un pueblo que ha querido arrancarse su nombre y darle el mío a todas sus generaciones. Yo espero el reconocimiento de Bolivia como la recompensa de mis débiles servicios.
Señores:
El Congreso Constitucional va a empezar sus tareas legislativas en las circunstancias más gloriosas para el Perú, pues se halla libre y en reposo, gozando de los triunfos de sus armas, del orden que ha establecido la administración y de la sabiduría de las leyes más liberales del mundo.
En medio de tales prosperidades era mi ardiente deseo devolver el Poder Público que la nación me había confiado y dejaros en plena libertad de obrar sin la presencia de un Ejército auxiliar y de un jefe extranjero; pero el pueblo, la capital de la República, todas las corporaciones y vosotros mismos habéis mostrado vuestra terrible alarma por mi separación del Perú; yo, pues, no he podido resistir a los votos de una nación que se empeña en honrarme con su confianza y en oprimirme con sus bondades.
¡Representantes del pueblo! Os ofrezco nuevamente mis servicios hasta que mi patria me llame o mi conciencia me persuada que no soy más útil a los peruanos.


1 El Congreso, convocado por Bolívar en Arequipa, el 20 de mayo de 1825, no llegó a reunirse.

LA TERCERA

DECRETO RECONOCIENDO LA INDEPENDENCIA DEL ALTO PERÚ
(BOLIVIA), 18 DE MAYO DE 1826
EL CONSEJO DE GOBIERNO DE LA REPÚBLICA PERUANA


CONSIDERANDO:

I. Que el decreto del Congreso Constituyente del Perú, comunicado al Poder Ejecutivo en 23 de febrero del año pasado de 1825, reconoce implícitamente el derecho de las provincias del Alto Perú para erigirse en Estado soberano e independiente, sin más condición que la muy justa de que «el gobierno a quien pertenecieren indemnizará al Perú los gastos causados en emanciparlas»;
II. Que este mismo derecho ha sido también reconocido por el Congreso de las Provincias Unidas del Río de la Plata, a cuyo antiguo virreinato pertenecieron dichas provincias del Alto Perú, en su resolución de 9 de abril del mismo año;
III. Que la Asamblea General del Alto Perú, reunida en virtud del decreto del Libertador de Colombia y del Perú, expedido en Arequipa a 16 de mayo del propio año, declaró solemne y unánimemente, en 6 de agosto del citado año, su resolución de erigirse en cuerpo político independiente del Rey de España y de cualquiera otra potencia;
IV. Que es urgente proveer a que las relaciones de los dos Estados limítrofes se establezcan sobre bases estables, a fin de estrechar los vínculos naturales que unen a los habitantes respectivos;
V. Que el enviado de las provincias del Alto Perú cerca del Consejo ha comunicado oficialmente la erección de aquel nuevo Estado, bajo el glorioso título de República Boliviana, manifestando los votos que forma su gobierno porque el Perú le reconozca formalmente como miembro de la gran familia americana;
VI. Que el Consejo de Gobierno se halla investido por el Libertador de todas las facultades ordinarias y extraordinarias concedidas a S. E. por el Congreso Constituyente del Perú, en sus decretos de 10 de febrero y 10 de marzo del año último.
HE VENIDO EN DECLARAR Y DECLARO:
Artículo 1. El Perú reconoce a la República Boliviana como Estado soberano e independiente.
Artículo 2. Este reconocimiento será sometido al próximo Congreso para su aprobación, a tenor de la facultad 7ª del Poder Legislativo, artículo 60 de la
Constitución.
Artículo 3. Luego que se halle definitivamente organizado el gobierno de Bolivia, el Perú enviará a la capital de aquel Estado un plenipotenciario encargado de felicitarle y de manifestarle los sinceros deseos del Perú, de que reine entre las dos Repúblicas la más cordial amistad y buena armonía.
Artículo 4. Se liquidarán los gastos causados en la emancipación de las provincias que componen la República Boliviana hechos por el Ejército Unido Libertador, a fin de procurar su reembolso.
Artículo 5. Este decreto será oficialmente comunicado al enviado de la República Boliviana después de elevado al conocimiento del Libertador.
Artículo 6. El Ministro de Estado en el departamento de Relaciones Exteriores queda encargado de la ejecución de este decreto. 

Imprímase, publíquese y circúlese.

Dado en el palacio de gobierno, en la capital de Lima, a 18 de mayo de 1826.- 7° de la Independencia y 5° de la República.

Hipólito Unánue.- José de Larrea y Loredo.

Por orden de S. E.- José María de Pando

LA TERCERA

PROCLAMA DEL PRESIDENTE DEL CONSEJO DE GOBIERNO,
DOCTOR HIPÓLITO UNANUE,
EL 3 DE ABRIL DE 1825

Señor:

El Libertador de Colombia destinado a la felicidad e independencia del Perú no puede existir a un tiempo mismo en cuantas partes le llaman las necesidades de él. Desde las orillas del Apurímac, adonde le condujo la victoria, hubo de retroceder para salvar a Lima cuyos infelices moradores  gemían bajo la desolación más espantosa.
Los tiranos que la oprimían parece que se habían desnudado del carácter de hombres para vestir el de fieras, pero de una fiereza no conocida ni aún en la naturaleza bruta. Del tigre se cuenta que llora sobre los cadáveres humanos que ha destrozado y aquellos entonaban cánticos de alegría sobre sus miembros ensangrentados.
Huyeron a las fortalezas del Callao al acercarse el héroe y permanecen allí sosteniéndose con obstinación; no por valor, porque esta excelente cualidad del ánimo está unida a la esperanza de que carecen; no por desesperación, porque su elemento vencedor, a pesar de su infidelidad e infracción de pactos, los trata con suma afabilidad. Es el encono, es la rabia y deseo de destrucción, de venganza y que no quede piedra sobre piedra de esos castillos, llave del Perú, ya que no puede verificarse en su capital. Que se destruyan en hora buena, que de sus escombros levantaremos un muro más alto para que no vuelvan a penetrar en la tierra de que han sido arrojados.
El Libertador marcha a las provincias del sur, donde la gloria cubrirá de nuevo esplendor las páginas de su vida.
En su ausencia quiere quede al frente del Gobierno un Consejo compuesto de sus ministros. Desde que entró en Lima, han trabajado éstos con el empeño que pedía la reparación de una administración arruinada, pero tenían su luz que los dirigía a través de las dificultades y dudas. Hoy se ausenta, nosotros le seguiremos con nuestras consultas.
El Consejo espera que las altas clases que se hallan aquí reunidas cooperarán con exacto cumplimiento de sus deberes y con su influencia pública a un buen desempeño. El Perú está colocado en el centro de la península austral. Es el fiel de la balanza entre las repúblicas que la pueblan, y así como estará su mayor prosperidad y dicha en permanecer tranquilo a la sombra de un buen régimen, pues será el lazo de oro que las una; así le sobrevendrá un cúmulo de desastres si se envuelve en nuevas revoluciones y anarquías. Le invadirán y le dividirán todos; porque nadie quiere vivir en rededor de un centro emponzoñado.
Basta ya; basta señores; que el nombre de peruano no obscurezca la historia de la libertad de los pueblos. No se vean más bajo de este cielo esos infaustos y extravagantes sucesos de entregar la patria a los enemigos los mismos que desenvainaron la espada para hacerla independiente.
Yo juro sobre las aras del Dios de la eternidad, que si no suspende de mí la mano benefactora con que siempre me ha protegido, primero seré reducido a cenizas que dejar caer una mancha sobre el lienzo de la libertad de la patria.

En paz y sosiego nos deja, señores, el Libertador en Lima y provincias adyacentes, en paz y sosiego es nuestro deber devolverlas.

LA TERCERA 1

DECRETO NOMBRANDO INTERINAMENTE A HIPÓLITO UNÁNUE
PRESIDENTE DEL CONSEJO DE GOBIERNO Y DESIGNANDO LOS
DEMÁS MIEMBROS DEL MISMO, 1 DE ABRIL DE 18251
MINISTERIO DE GUERRA
SIMÓN BOLÍVAR, LIBERTADOR PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE
COLOMBIA, LIBERTADOR DE LA DEL PERÚ Y ENCARGADO DEL
SUPREMO MANDO DE ELLA, ETC.


CONSIDERANDO:

I. Que el Gran Mariscal José de La Mar, Presidente del Consejo de  Gobierno, se halla ausente.
II. Que el Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores doctor D. José  Sánchez Carrión se halla gravemente enfermo.
III. Que el general en jefe del Ejército de la Costa está en el día   extraordinariamente  ocupado con la dirección del sitio del Callao.
IV. Que el Consejo de Gobierno no puede por estas circunstancias  componerse por ahora de los individuos nombrados en el decreto de  su creación.
V. Que es urgente la instalación de este Consejo de Gobierno,  por  mi  próxima ausencia de esta capital.

HE VENIDO EN DECRETAR Y DECRETO:

1. El día tres de abril se instalará el Consejo de Gobierno.
2. Se compondrá interinamente del doctor D. Hipólito Unánue, Ministro de  Estado en el Departamento de Hacienda, que ejercerá también  Interinamente  la Presidencia del Consejo de Gobierno.
3. Sus vocales serán: el general D. Tomás Heres, Ministro en el  Departamento de Guerra y Marina, y D. José María Pando, Ministro  Interino en el Departamento de Hacienda.
4. El Ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores será ejercido por el  general Heres, Ministro de la Guerra.
5. El Ministro de la Guerra permanecerá en el Consejo de Gobierno, como  vocal de él, hasta que se ponga en posesión de su empleo el Gran  Mariscal D. José de La Mar, y hasta el restablecimiento del Ministro de  Gobierno y Relaciones Exteriores doctor D. José Sánchez Carrión.
6. El Ministerio de Guerra quedará en esta capital, dependiente por ahora  del Consejo de Gobierno, despachado por el oficial mayor, hasta que el  general D. Tomás Heres se separe del Consejo de Gobierno.
7. El Consejo de Gobierno recibirá instrucciones y órdenes por la Secretaría General que se ha creado con esta fecha.
8. Luego que el Consejo de Gobierno haya recibido en su seno al Gran  Mariscal D. José de La Mar, y al Ministro de Relaciones Exteriores D. José Sánchez Carrión, Vicepresidente nato del Consejo; el Ministro de Guerra volverá a ponerse a la cabeza de su Ministerio y me seguirá a los  departamentos.
9. Cuando se incorpore al Consejo de Gobierno el Gran Mariscal D. José  de La Mar, o D. José Sánchez Carrión, volverá a desempeñar el  Ministerio de Hacienda D. Hipólito Unánue.
10. El Ministro de Estado en los Departamentos de Guerra y Marina queda  encargado de la ejecución de este decreto.
Imprímase, publíquese y circúlese.

Dado en el Palacio del Supremo Gobierno, en Lima a 1 de abril de 1825.- 6° y  4°.
Simón Bolívar

Por orden de S. E.- Tomás de Heres.- Es copia.- Heres


1 Denegri Luna, Félix, Obra gubernativa y epistolario de Bolívar, págs. 433-434. Colección documental de la independencia del Perú, tomo XIV, vol. 1°, Lima, 1975.

LA TERCERA

DISCURSO DEL PRESIDENTE DEL CONGRESO CONSTITUYENTE,
José GREGORIO PAREDES, AL CLAUSURAR SUS SESIONES,
EL 10 DE MARZO DE 1825


Señores Representantes de la nación peruana:

Cuando vamos a dejar de una vez estos asientos, tendría que sofocar unos afectos muy vivos y faltar a la simpatía que reina generalmente en los ánimos si me abstuviese de congratular a todos y a cada uno de los señores Diputados por haber llegado al término de sus compromisos, por la prosperidad con que comparativamente hablando ha llevado su curso esta Asamblea y por los solemnes actos de dedicación al lleno de su deber, firmeza y patriotismo que ha producido.
Tres Congresos en Europa y uno en América han sido disueltos a la fuerza y sus miembros pasados a cuchillo o expatriados, y otro más de una de nuestras secciones perseguido, esclavizado y reducido a la nulidad por un déspota, en tanto que el Constituyente del Perú, si bien ha experimentado borrascas deshechas, nacidas de los reveses de la guerra, o de la tiranía doméstica y de la traición, sin embargo no ha zozobrado en medio de ellas. Semejantes a valerosos y aguerridos que al recibir un choque del enemigo se dispersan momentáneamente para tornar a firmarse y espiar la ocasión de superarle; así, los Diputados firmes en su propósito de conservar a todo trance el depósito que les confió la nación y muy ajenos de transigir jamás con los opresores de ella, desafiando los peligros, han vuelto a congregarse y continuar sus funciones, apenas han podido realizarlo. Verdad de hecho, aunque no materia de alabanza singular, en una clase de funcionarios que, desde que se les confiere el cargo, deben revestirse de tanta entereza y resolución, como reposo y prudencia.
No trato de hacer el elogio del Congreso, ni estaría bien en la boca de uno de sus miembros, desasistido por otra parte de las calidades necesarias para tal obra. Pero dejando a un lado el mérito que haya granjeado este cuerpo, por el desempeño de las labores que le fueron esencialmente encomendadas, puede en todo tiempo sin riesgo de incurrir en la nota de presuntuoso, preciarse de haber resistido a la tiranía, atenido solo a su pundonor y a la justicia de su causa, y de haber preservado la nave del Estado de un naufragio de otro modo inevitable, entregandolo al famoso argonauta que la ha salvado.
Ya pues, que nos ha concedido el benigno cielo retirarnos bajo semejantes auspicios de las penosas tareas legislativas, dígnese otorgar lo que aún falta para el cumplimiento de nuestros votos: presenciar desde las galerías de este salón, los aciertos de nuestros sucesores.

En cumplimiento de lo acordado por el Soberano Congreso, declaro que ha concluido sus funciones.

LA TERCERA

BOLÍVAR DELEGA MANDO POLÍTICO Y MILITAR
EN CONSEJO DE GOBIERNO PRESIDIDO POR EL GRAN MARISCAL
JOSÉ DE LA MAR, 24 DE FEBRERO DE 18251
SIMÓN BOLÍVAR, LIBERTADOR PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
DE COLOMBIA, LIBERTADOR DE LA DEL PERÚ Y
ENCARGADO DEL SUPREMO MANDO DE ELLA, ETC.

CONSIDERANDO:

I. Que me hallo autorizado por el Soberano Congreso para delegar una  parte de las facultades que me ha conferido.
II. Que los intereses de la República me llaman a los departamentos del  sur.
III. Que siempre ha sido mi más decidida inclinación la de depositar el  gobierno del Perú en sus propios ciudadanos.  
IV. Que durante mi ausencia debe quedar en esta capital un gobierno  supremo.

HE VENIDO EN DECRETAR Y DECRETO:

1. Delego el mando político y militar en un Consejo de Gobierno compuesto  de tres miembros, cuyo Presidente será el Gran Mariscal D. José de la  Mar, y los vocales, el Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores D.  José Sánchez Carrión, y el de Hacienda D. Hipólito Unánue.
2. El Presidente del Consejo de Gobierno tendrá voto decisivo en las  resoluciones del Consejo, y los vocales consultivo.
3. Las facultades del Consejo de Gobierno serán las que da la Constitución  al Presidente del Estado.
4. El Consejo de Gobierno recibirá instrucciones y órdenes por el Ministerio  de Guerra, que deberá cumplir conforme a su tenor en los casos que se  señalen.
5. El tratamiento y honores del Consejo de Gobierno serán los mismos que  los del Presidente de la República.
6. El Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores será el Vicepresidente,  para llenar las faltas o enfermedades del Presidente. En caso de que  dos de los individuos del Consejo de Gobierno falten por algún  accidente, entrará a reemplazarlos el general en jefe del Ejército de la  Costa.
7. El Ministro de Guerra me seguirá a los departamentos del sur, y estará  siempre a mi lado, debiendo entenderse directamente con él el Consejo  de Gobierno en todos los negocios que ocurran.
8. Los departamentos de Gobierno, Relaciones Exteriores y Hacienda  pertenecen en toda plenitud al Consejo de Gobierno.
9. Los ministros vocales del Consejo de Gobierno quedarán siempre  encargados del despacho de sus respectivos departamentos.
10. La dirección inmediata de la guerra en los departamentos de Lima,  Trujillo y Huánuco queda al cargo del Consejo de Gobierno.
11. La dirección inmediata de la escuadra bloqueadora del Callao pertenece  igualmente al Consejo de Gobierno.
12. Todos los negocios, de cualquier clase que sean, se los departamentos  de Arequipa, Cuzco y Puno, serán despachados por el Ministerio de  Guerra.
13. En los mismos departamentos tendrán lugar las providencias y decretos  del Consejo de Gobierno, después de ser consultado el Ministerio de  Guerra, y de haber recibido por su conducto mi aprobación.
14. En la jurisdicción de la República serán obedecidas y ejecutadas las  órdenes y decretos que emanasen del Ministerio de Guerra, bien sean  dirigidas por el órgano del Consejo de Gobierno, o directamente,  debiéndose dar siempre conocimiento a dicho Consejo de Gobierno de  estas órdenes y decretos.
15. El Consejo de Gobierno queda especialmente encargado de convocar la
Representación Nacional de la República para el día señalado por la ley  en el año próximo.
16. El Ministro de Estado en el departamento de Guerra y Marina queda  encargado de la ejecución de este decreto.

Imprímase, publíquese y circúlese.

Dado en el Palacio del Supremo Gobierno en Lima, a 24 de febrero de 1825.

Simón Bolívar

Por orden de S. E.- Tomás de Heres


1 Denegri Luna, Félix, Obra gubernativa y epistolario de Bolívar, págs. 350-352. Colección documental de la independencia del Perú, tomo XIV, vol. 1°, Lima, 1975.

LA TERCERA

CONTESTACIÓN DEL LIBERTADOR BOLÍVAR AL PRESIDENTE DEL
CONGRESO, DR. JOSÉ MARÍA GALDIANO, EL 10 DE FEBRERO DE 1825

Legisladores: hoy es el día del Perú, porque hoy no tiene un dictador.

El Congreso salvó la patria, cuando trasmitió al Ejército Libertador la sublime autoridad que le había confiado el pueblo, para que lo sacase del caos y la tiranía. El Congreso llenó altamente su deber dando leyes sabias en la Constitución republicana, que mandó cumplir. El Congreso, dimitiéndose de esa autoridad inenajenable que el pueblo mismo apenas podía prestar, ha dado el ejemplo más extraordinario de desprendimiento y patriotismo.

Consagrándose a la salud de la patria y destruyéndose a sí mismo, el Congreso constituyó al Ejército en el augusto encargo de dar libertad al Estado, de salvar sus flamantes leyes y de lavar con la sangre de los tiranos las manchas que la nación había recibido de esos hombres nefandos, a quienes se había confiado la autoridad de regirla.
Me es imposible expresar la inmensidad de gloria que me ha dado el Congreso encargándome de los destinos de su patria. Como representante yo del EjércitoLibertador, me atreví a recibir la formidable carga que apenas podrían sobrellevar todos mis compañeros de armas; pero la virtud y el valor de estos ínclitos guerreros me animaron a aceptarla. Ellos han cumplido la celeste misión que les confió el Congreso; en Junín y Ayacucho han derramado la libertad por todo el ámbito del imperio que fue de Manco Cápac; han roto el yugo y las cadenas que le imponían los Representantes del procónsul de la santa alianza en España. Ellos marchan al Alto Perú; pues sean cuales fueren las miras que allí manda, al fin es un español. Yo volaré con ellos y la plaza del Callao será tomada al asalto por los bravos del Perú y Colombia.

Después, señores, nada me queda que hacer en esta República; mi permanencia en ella es un fenómeno absurdo y monstruoso, es el oprobio del Perú.

Yo soy un extranjero; he venido a auxiliar como guerrero y no a mandar como político. Los legisladores de Colombia, mis propios compañeros de armas, me increparían un servicio que no debo consagrar sino a mi patria, pues unos y otros no han tenido otro designio que el de dar la independencia a este gran pueblo. Pero si yo aceptase su mando, el Perú vendría a ser una nación parásita ligada así a Colombia, cuya presidencia obtengo y en cuyo suelo nací.

Yo no puedo, señores, admitir un poder que repugna mi conciencia; tampoco los legisladores pueden conceder una autoridad que el pueblo les ha confiado sólo para representar su soberanía. Las generaciones futuras del Perú os cargarían de execración; vosotros no tenéis facultad de librar un derecho de que no estáis investidos. No siendo la soberanía del pueblo enajenable, apenas puede ser representada por aquellos que son los órganos de su voluntad; más un forastero, señores, no puede ser el órgano de la Representación Nacional. Es un intruso en esta naciente República.


Yo no abandonaré, sin embargo, el Perú; le serviré con mi espada y con mi corazón, mientras un sólo enemigo huelle su suelo. Luego, ligando por las manos las Repúblicas del Perú y Colombia, daremos el ejemplo de la grande confederación que debe fijar los destinos futuros de este nuevo universo.

LA TERCERA

MENSAJE DEL GENERAL SIMÓN BOLÍVAR
AL SOBERANO CONGRESO CONSTITUYENTE DEL PERÚ,
10 DE FEBRERO DE 1825


Señores:

Los representantes del pueblo peruano se reúnen hoy, bajo los auspicios de la espléndida victoria de Ayacucho, que ha fijado para siempre los destinos del Nuevo Mundo.
Hace un año que el Congreso decretó la autoridad dictatorial, con la mira de salvar la República, que fallecía oprimida con el peso de las más espantosas calamidades. Pero, la mano bienhechora del Ejército Libertador, ha curado las heridas que llevaba en su corazón la patria: ha roto las cadenas que había remachado Pizarro a los hijos de Manco Capac, fundador del Imperio del Sol; y ha puesto a todo el Perú bajo el sagrado régimen de sus primitivos derechos.
Mi administración no puede llamarse propiamente sino una campaña: apenas hemos tenido el tiempo necesario para armarnos y combatir, no dejándonos el tropel de los desastres, otro arbitrio que el de defendernos. Como el Ejército ha triunfado con tanta gloria de las armas peruanas, me creo obligado a suplicar al Congreso que recompense debidamente el valor y la virtud de los defensores de la patria.
Los tribunales se han establecido según la ley fundamental. Yo he mandado buscar el mérito oculto para colocarlo en el tribunal; he solicitado con esmero a los que profesaban modestamente el culto de la conciencia: la religión de las leyes.
Las rentas nacionales no existían, el fraude corrompía todos sus canales, el desorden aumentaba la miseria del Estado. Me he creído forzado a dictar reformas esenciales y ordenanzas severas para que la República pueda llevar adelante su existencia, ya que la vida social no se alimenta sin que el oro corra por sus venas. La crisis de la República me convidaba a una preciosa reforma, que el curso de los siglos quizá no volverá a ofrecer. El edificio político había sido destruido por el crimen y la guerra. Yo me encontraba sobre un campo de desolación; más, con la ventaja de poder constituir en él un gobierno benéfico. A pesar de mi ardiente celo por el bien del Perú, no puedo asegurar al Congreso que esta obra haya llegado al grado de mejora con que me lisonjeaba mi esperanza. La sabiduría del Congreso tendrá que emplear toda su eficacia para dar a su patria la organización que ella requiere y la dicha que la libertad promete. Séame lícito confesar que, no siendo yo peruano, me ha sido más difícil que a otro, la consecución de una empresa tan ardua.
Nuestras relaciones con la República de Colombia nos han proporcionado poderosos auxilios. Nuestra aliada y confederada no ha reservado nada para nosotros; ella ha empleado su tesoro, su Marina, su Ejército, en combatir al enemigo común como en causa propia.
El Congreso observará, por estas demostraciones de Colombia, el precio infinito que tiene, en el orden americano, la íntima y estrecha federación de los nuevos Estados. Persuadido yo de la magnitud del bien que nos resultará de la reunión del Congreso de representantes, me he adelantado a invitar a nombre del Perú a nuestros confederados para que, sin pérdida de tiempo, verifiquemos en el istmo de Panamá, esa augusta Asamblea que debe sellar nuestra alianza perpetua.
La República de Chile ha puesto a las órdenes de nuestro gobierno una parte de su Marina, mandada por el bizarro vice-almirante Blanco, que actualmente bloquea la plaza del Callao con fuerzas chilenas y colombianas.
Los Estados de México, Guatemala y Buenos Aires nos han hecho ofertas de servicios, aunque sin efecto alguno, a causa de la celeridad de los sucesos. Estas repúblicas se han constituido y mantienen su tranquilidad interna.
El agente diplomático de la República de Colombia es el único que, en estas circunstancias, ha sido acreditado cerca de nuestro gobierno.
Los cónsules de Colombia, de los Estados Unidos de América y de la Gran Bretaña se han presentado en esta capital a ejercer sus funciones. El último ha tenido la desgracia de perecer de un modo lamentable; los otros dos han obtenido el exequátur correspondiente para entrar a los deberes de su cargo.
Luego que los sucesos militares del Perú sean conocidos en Europa, parece probable que aquellos gobiernos decidan definitivamente de la política que hayan de adoptar. Me lisonjeo que la Gran Bretaña será la primera que reconozca nuestra independencia. Si hemos de dar crédito a las declaraciones de Francia, ella no está muy distante de unirse a Inglaterra en esta marcha liberal, y tal vez el resto de la Europa seguirá esta misma conducta. La España misma, si oye los consejos de su propio interés, no se opondrá más a la existencia de los nuevos Estados que han venido a completar la sociabilidad del universo.
¡Legisladores!
Al restituir al Congreso el poder supremo que depósito en mis manos, séame permitido felicitar al pueblo, porque se ha librado de cuánto hay de más terrible en el mundo: de la guerra, con la victoria de Ayacucho, y del despotismo con mi resignación. Prescribid para siempre, os ruego, tan tremenda autoridad. ¡Esta autoridad que fue el sepulcro de Roma! Fue laudable, sin duda, que el Congreso, para flanquear abismos horrorosos y arrostrar furiosas tempestades, clavase sus leyes en las bayonetas del Ejército Libertador; pero, ya que la nación ha obtenido la paz doméstica y la libertad política, no debe permitir que manden sino las leyes.
Señores:

El Congreso queda instalado. Mi destino de soldado auxiliar me llama a contribuir a la libertad del Alto Perú y a la rendición del Callao, último baluarte del imperio español en la América Meridional. Después volaré a mi patria a dar cuenta a los representantes del pueblo colombiano de mi misión en el Perú, de vuestra libertad y de la gloria del Ejército Libertador

LA TERCERA

BORRADOR DEL MENSAJE DEL GENERAL SIMÓN BOLÍVAR
AL SOBERANO CONGRESO CONSTITUYENTE DEL PERÚ,
10 DE FEBRERO DE 18251

Señores:

La República se felicita en este día por la reunión de sus Representantes en  medio del triunfo de sus armas y de la paz interior.

Un año a que el Congreso me encargó de la suprema autoridad de la  República con la mira de salvar las reliquias de su patria que se hallaban  nadando en un piélago de infortunios. Este pequeño período parecía destinado por la Providencia para ser testigo de los más extraordinarios extremos de mal y de bien. La República tocaba a su fin; pero el Ejército Libertador por la victoria de Ayacucho la ha reintegrado en la plenitud de sus derechos. Así, mi primer ruego al Congreso es que apruebe la ley de recompensa al Ejército vencedor y que aumente, si es posible, los testimonios de la gratitud nacional hacia el Ejército.

La cuna del imperio de Manco Cápac ha puesto a los pies de los libertadores  las cadenas que en trescientos años se remachaban cada día. El Perú todo ha  entrado bajo el sagrado imperio de la naturaleza; goza de su libertad.

La época de mi administración no puede llamarse sino una campaña; el tropel de los acontecimientos adversos sólo nos prescribía la defensa; por tanto hemos combatido solamente.

El Ejército se ha organizado sobre una base moral y militar que no parecía fácil de lograr en medio del tumulto de las pasiones intestinas que dividían el seno  de la patria. El Ejército del Perú ha vencido en el campo de batalla y además  puede garantizar la paz doméstica. El Congreso y el pueblo peruano deben  contar con él.

Los tribunales se han restablecido de un modo que no puede dejar de producir a los ciudadanos las más lisonjeras esperanzas de orden y de justicia. Yo no  he exigido más que probidad de los candidatos; he desatendido a los  pretendientes, he solicitado la virtud oculta para elevarla al magisterio. Mi  constante principio en esta parte ha sido el muy conocido, aunque desandado, el no emplear sino a los que temen la responsabilidad, a los que huyen de los  destinos públicos. Lo mismo ha sido con respecto a la composición de la  hacienda nacional. Por lo menos ha sido ésta mi intención porque me he  conceptuado responsable ante la República, si despreciaba la oportunidad única que se ofrecía para reorganizar el Estado sobre la probidad y los talentos  de sus más distinguidos ciudadanos sin atender a otra consideración y aún desechando el clamor de los agraviados.

Estoy lejos de pensar que la composición del Estado tal como se ha verificado sea perfecta; por el contrario, creo que el Congreso o el Poder Ejecutivo tendrá que rectificar muchas de mis operaciones administrativas y aún mejor la elección de los funcionarios. Todo ha sido de repente y por lo mismo todo admite mejoras. Con esta mira, mis providencias y mis nombramientos han sido provisorios, momentáneos. Yo no he querido encargarme de la responsabilidad en el futuro, porque no siendo yo peruano, tampoco poseo la ciencia del país y menos aún la conciencia de los hombres, que a decir verdad no conozco ni aún de nombre.

Las rentas nacionales estaban en un desorden lastimoso. Se han aumentado y corregido algunos de los abusos, se han puesto penas terribles contra los agentes del tesoro que contribuyan a defraudar las rentas públicas. Yo sé que las penas capitales participan de la crueldad; pero la existencia del Estado es preferente a todo. Así, no he vacilado en mostrarme severo contra los delincuentes que se alimentan de la sangre de sus conciudadanos. El Congreso sabe que la inmoralidad en esta parte será trascendental a la existencia misma de la sociedad. Por tanto he juzgado de una necesidad vital la publicación de leyes severas.

Nuestras relaciones con la República de Colombia son las que han salvado a la República de su completa aniquilación. Los auxilios de nuestra aliada y confederada no han tenido medida, han sido super-abundantes. Los Ejércitos, los arsenales, el tesoro, el poder todo de Colombia ha volado en nuestra ayuda. Por tanto mi deseo era dirigir una legación cerca del gobierno de Colombia a tributarle la efusión más viva y más cordial de la gratitud peruana.

Mas he dejado este sublime deber, a quien lo puede ejecutar en nombre de la comunidad, en nombre del soberano.

El resto de nuestras relaciones diplomáticas no merecen mencionarse; nadie las ha cultivado, porque la suerte del Perú vacilaba. Ahora que su dignidad se ha recobrado no dejaremos de tener amigos.

Los agentes comerciales de Inglaterra y los Estados Unidos han venido a esta capital a tiempo que los enemigos la ocupaban. El primero falleció desgraciadamente antes de ocuparla nuestras tropas. El segundo está ejerciendo sus funciones en beneficio del comercio americano.

Por nuestra parte hemos conservado un agente en la capital de Chile, con el objeto de conservar las relaciones de amistad en aquella República. Juzgándose ya innecesario allí, se le ha mandado volver.

Hoy es el día, señores, de la libertad del Perú. En Ayacucho se terminó la  guerra continental y en este augusto recinto se le consagra a la nación peruana  el magnífico sacrificio de sus derechos. Hoy es libre, porque hoy no tiene  enemigos y hoy no tiene un dictador. La Constitución, los Representantes del  pueblo, los magistrados que vais a nombrar; estos son los jefes naturales del  Perú. Fuera de ello todo es monstruoso, absurdo. Yo no soy peruano, no soy  ciudadano, pertenezco a otra nación y soy su jefe. Yo no puedo gobernar el  Perú, pero puedo gloriarme de haber visto nacer su libertad de entre sus  ruinas, por la inspiración sublime del Congreso, que nombró la dictadura y  ensartó sus leyes en las bayonetas del Ejército Libertador.

El Congreso queda instalado y yo he terminado mi dictadura.

1 Gaceta del Gobierno de Lima, 13 de febrero de 1825. Tomado de Pedro Ugarteche y Evaristo San Cristóbal, Mensajes de los presidentes del Perú, volumen I (1821-1867), Lima, 1943.


sábado, 3 de agosto de 2013

LA TERCERA

DECRETO DEL CONGRESO CONSTITUYENTE OTORGANDO
NUEVAMENTE PODERES DICTATORIALES AL LIBERTADOR
Simón Bolívar
EL CONGRESO CONSTITUYENTE DEL Perú


Considerando:

1. Que la República queda expuesta a grandes peligros por la resignación que acaba de hacer el Libertador Presidente de Colombia Simún Bolívar, del poder dictatorial, que por decreto de 10 de febrero anterior, se le encarga, para salvarla;
2. Que solo este poder, depositado en el Libertador, puede dar consistencia a la República;
3. Que el Libertador lo ha ejercido conforme a las leyes, en contraposición de las facultades que le ha franqueado la dictadura, dando un singular ejemplo en los anales del mundo absoluto;
4. Que el Libertador se ha resistido a continuar en el ejercicio de este mismo poder, a pesar de habérsele conferido por el Congreso, tanto por la razón que expresa el fundamento 3º, como por la extraordinaria confianza que del Libertador tiene la nacían;
5. Que nunca ha sido observada la ley fundamental, sino bajo la administración del Libertador, a pesar de que ha estado en sus facultades suspender el cumplimiento de sus artículos;
6. Que el Libertador ha dado los testimonios más ilustres de su profundo amor por la libertad, orden y prosperidad de la República y de su absoluta resistencia al mando:

Ha venido en decretar y decreta:

1º El Libertador queda, bajo de este título, encargado del supremo mando político y militar de la República, hasta la reunión del Congreso que prescribe el artículo 191 de la Constitución.
2º Este Congreso se reunir· en el año 26 dentro del periodo que señala la Constitución, en conformidad del artículo 53 de la misma.
3º No podrá· reunirse antes, atendida la moderación del Libertador en procurar siempre la convocatoria de los Representantes del pueblo; pero si podrá· diferirla, por esta misma razón, si lo exigieren la libertad interior y exterior de la República. 4º El Libertador podrá· suspender los artículos constitucionales, leyes y decretos que estén en oposición con la exigencia del bien público en las presentes circunstancias y en las que pudieren sobrevenir; como también decretar, en uso de la autoridad que ejerce, todo lo concerniente a la organización de la República.
5º El Libertador puede delegar sus facultades en una o más personas del modo que lo tuviere por conveniente para el régimen de la República, reservándose las que considere necesarias.
6º Puede igualmente nombrar quien lo sustituya en algún caso inesperado.

Imprímase, publíquese, circúlese y comuníquese al Libertador.


Dado en la sala del Congreso en Lima a 10 de febrero de 1825.- 4º de la República.- José María Galdiano, Presidente.- Joaquín Arrese, Diputado Secretario.- Manuel Ferreyros, Diputado Secretario.

LA TERCERA

DECRETO DISPONIENDO QUE EL LIBERTADOR SIMÓ N BOLÍVAR ASUMA
LA SUPREMA AUTORIDAD POLÍTICA Y MILITAR DE LA REPÚ BLICA,
QUEDANDO EN SUSPENSO LA DEL PRESIDENTE
Y EN RECESO EL CONGRESO
EL CIUDADANO PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA


Por cuanto el Soberano Congreso Constituyente se ha servido decretar lo siguiente:

EL CONGRESO CONSTITUYENTE DEL PERÚ

Usando de la soberanía ordinaria y extraordinaria que inviste y considerando:

1º Que faltaría a la confianza que ha depositado en él la nación si no asegurase, por todos los medios que están a su alcance, las libertades patrias amenazadas, inminentemente, de perderse por los contrastes que ha sufrido la República.
2º Que sólo un poder dictatorial depositado en una mano fuerte, capaz de hacer la guerra cual corresponde a la tenaz obstinación de los enemigos de nuestra independencia, puede llenar los ardientes votos de la Representación Nacional.
3º Que atendidas las razones que se han tenido presentes, aún no es bastante para el logro del fin propuesto, la autoridad conferida al Libertador Simón Bolívar, por el decreto del 10 de setiembre anterior.
4º Que el régimen constitucional debilitaría sobre manera el rigor de las providencias que demanda la salud pública, fincada en que todas parten de un centro de unidad, que es incompatible con el ejercicio de diversas supremas autoridades, a pesar de los extraordinarios esfuerzos y de las virtudes eminentemente patrióticas del Gran Mariscal don José Bernardo Tagle, Presidente de la República, a quien ésta debe en mucha parte su in dependencia y cuyos conatos perfectamente uniformes con los del Congreso, están exclusivamente dirigidos al bien de la nación.
Ha venido en decretar y decreta:
1º La suprema autoridad política y militar de la República queda concentrada en el Libertador Simón Bolívar.
2º La extensión de este poder es tal, cual lo exige la salvación de la República.
3º Desde que el Libertador se encargue de la autoridad que indican los artículos anteriores, queda suspensa en su ejercicio la del Presidente de la República, hasta tanto que se realice el objeto que motiva este decreto; verificado el cual a juicio del Libertador, reasumirá el Presidente sus atribuciones naturales, sin que el tiempo de esta suspensión sea computado en el periodo constitucional de su Presidencia.
4º Quedan sin cumplimiento los artículos de la Constitución Política, las leyes y decretos que fueren incompatibles con la salvación de la República.
5º Queda el Congreso en receso, pudiéndolo reunir el Libertador siempre que le estimare conveniente para algún caso extraordinario.
6º Se recomienda al celo que anima al Libertador por el sostén de los derechos nacionales la convocatoria del primer Congreso Constituyente, luego que lo permitan las circunstancias, con cuya instalación se disolverá el actual Congreso Constituyente.
Tendréislo entendido y dispondréis lo necesario a su cumplimiento, mandándolo imprimir, publicar y circular. Dado en la sala del Congreso en Lima a 10 de febrero de 1824.- 5º y 3º.- José María Galdiano, Presidente.- Joaquín de Arrese, Diputado Secretario.- José Bartolomé Zárate, Diputado Secretario.-
Al Presidente de la República.

Lima, febrero 17 de 1824.- Guárdese y cúmplase este decreto del Soberano Congreso, publíquese por bando y comuníquese a quienes corresponda.- José
Bernardo Tagle, Presidente.- Hipólito Unanue.

 Por tanto ordeno y mando se guarde, cumpla y ejecute en todas sus partes por quienes convenga; dando cuenta de su cumplimiento el Ministro de Estado en el departamento de Gobierno.- Dado en Lima a 17 de febrero de 1824. 5º y 3º.-

Tagle.- Hipólito Unanue.

LA TERCERA

DECRETO NOMBRANDO JEFE POLÍTICO Y MILITAR DE LIMA
AL GENERAL MARIANO NECOCHEA Y CESANDO AL PRESIDENTE JOSÉ
BERNARDO TAGLE, 18 DE FEBRERO DE 18241
D. JOSÉ BERNARDO DE TAGLE,
PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DEL PERÚ

Habiendo el Congreso Soberano conferido el supremo poder dictatorial al  Excmo. Señor Libertador por decreto del 10 del corriente y aceptádolo S. E.  conforme al artículo tercero de dicho decreto, ha nombrado por jefe político y militar de esta capital al general don Mariano Necochea. En su consecuencia le  reconocerán las tropas y autoridades, prestándole al efecto mañana a las once  del día, en el salón del antiguo palacio, la obediencia debida; y cesando en sus  funciones el Presidente de la República, según lo declarado en el mismo  artículo tercero.

Comuníquese esta determinación a quienes corresponda, y publíquese por  bando.

Lima, febrero diez y ocho de 1824.- 5° y 3°.-

Tagle

Hipólito Unánue


1 Denegri Luna, Félix, Obra gubernativa y epistolario de Bolívar, pág. 150. Colección  documental de la independencia del Perú, tomo XIV, vol. 1°, Lima, 1975.

LA TERCERA

MANIFIESTO DEL PRESIDENTE DEL PERÚ,
GRAN MARISCAL JOSÉ BERNARDO TAGLE (MARQUÉS DE TORRE
TAGLE), SOBRE ALGUNOS SUCESOS NOTABLES DE SU GOBIERNO,
DEL 6 DE MAYO DE 1824

El hombre público no es dueño de sus acciones: está obligado a responder de sus procedimientos y dar razón de su conducta. El país en que ha servido es acreedor a su consideración y digno de sus votos. Los míos serán constantes por la felicidad de este suelo.
En el tiempo que ejercí el mando supremo del Perú, nombrado independiente, han ocurrido sucesos notables, para cuyo esclarecimiento mi delicadeza se resiente de ser indispensable publicar algunas confianzas del general Bolívar, que jamás se sabrían si de ellas no se hubiesen querido valer para mancillar mi honor. En tal caso no estoy obligado a observar una consecuencia que me deshonraría y de la que no se ha usado conmigo.
No me detendré en manifestar el interés tan vivo que tomé en evitar las desgracias del Perú. Yo recibí el mando supremo militar en el Callao en julio de 1823; y esta fue la mayor prueba de mi decisión por la felicidad del país. Lo consideré absolutamente perdido desde que el general Bolívar mandó fuerzas a ocuparlo antes de que fuesen pedidas por don José de la Riva Agüero, pues a la llegada a Guayaquil del general Portocarrero ya venían trasportes con tropas a desembarcar en el Callao, sin consultar la voluntad de los peruanos. Desde entonces se decretó el exterminio de este suelo y yo no debí omitir medio para libertarlo de la esclavitud.
Acepté por esto provisionalmente el mando, sin que hubiese casi entrada ni recurso en la capital para sostener las tropas y auxiliar la lista civil; sin embargo, ocurrí a todos del mejor modo posible. Yo deseaba en extremo que el Congreso, fijando su elección en un patricio digno, me relevase de la administración, de que había exonerado antes a don José de la Riva Agüero; pero, disuelto con violencia aquel cuerpo en Trujillo, juzgué de mí deber conservar mi puesto para establecer a toda costa la Asamblea Legislativa.
Más ¿cómo verificarlo sin fuerzas peruanas, y sólo con auxiliares que no querían tomar parte alguna en divisiones internas? Yo estaba persuadido que debía hacerlo y lo hice, desde luego, sin otra salvaguardia que mi aliento y el de mis amigos. Restablecí el Congreso, salvé a varios Diputados, y me gloriaba secretamente de unas acciones que concebí buenas, y las más provechosas por entonces al país.
Llega Bolívar al Callao el 1 de setiembre y se empieza a atizar la tea de la discordia civil. Todo le parece malo y no se embaraza en afirmar a la Comisión del Congreso que fue a felicitarle, ser necesaria una reforma general y radical; es decir, se consideró capaz de dictar la ley al Congreso. No se engañó; el terror se difunde y este cuerpo no pensó ya sino en indagar la voluntad de Bolívar para satisfacerla.
Se le inviste del supremo mando militar y político dictatorial, con degradación de la autoridad que el mismo Congreso me había conferido, arrojándose la semilla de la desunión entre el Poder Ejecutivo y una autoridad extraña y absoluta; se decretan cuantiosas contribuciones superiores a la capacidad y fortuna de los vecinos, se reciben crecidos empréstitos y todo se invierte en hacer excelentes vestuarios a las tropas auxiliares, y ocurrir a sus pagos y socorros puntuales siendo éstas constantemente atendidas con preferencias a las peruanas.
No puede concebirse cuanto tuve que disimular y sufrir, modo imperativo y adusto de que usaba Bolívar para llevar a cabo todas sus ideas sin reparar en los medios; cuánto toleré no sólo a él sino a los coroneles Heres y Pérez, resortes de que se valía para incomodar a cada instante al Gobierno, estudioso siempre de observar la mayor obsecuencia. Sin embargo, yo creía que estaba obligado a hacer estos sacrificios por el Perú, a efecto de que se conservase a su frente un simulacro de autoridad propia, que pudiese oponerse a su vez a las medidas terribles que se empezaban a tomar contra los hijos del país y que crecerían cada día.
Antes de la salida de Bolívar a la costa del norte para pacificar las provincias, me encargó verbalmente que debía ser rigurosísimo con todos los del partido de Riva Agüero, sin que a nadie se perdonase la vida, debiendo desaparecer todos al momento, para evitar los males consiguientes a la dilación. Preso don José de la Riva Agüero y algunos otros en Trujillo por el coronel La Fuente, dio éste parte del suceso al Gobierno que lo trasmitió sencillamente al Congreso, sin pedir pena alguna. Este por su contestación y anteriores decretos, me puso en necesidad de dar la orden para la ejecución de Riva Agüero y la de algunos de sus principales sectarios; más me consolaba la idea de que al llegar aquella no estarían en Trujillo. Mis sentimientos en la materia los comuniqué a Bolívar, en un capítulo de carta que le escribí con fecha 5 de diciembre, y que se halla entre los documentos justificativos bajo el número 1.
La resolución sobre la suerte de Riva Agüero y demás presos, fue emanada del Congreso, y no de mí. Abrí bastante campo para que pudiesen reformarse los decretos que había dictado el Cuerpo Legislativo el 8 y 19 de agosto último, y no me opuse a la idea propuesta por La Fuente de que fuesen a Chile. El Congreso resolvió la aplicación de la pena por un delito clasificado ya por la ley; y en mi arbitrio no estaba dispensarla.
Con esta ocasión diré sencillamente, que fue muy falsa la imputación que se hizo al Gobierno, de haber enviado a Trujillo un individuo para que emponzoñase a Riva Agüero. Cualquier cosa que hubiese dicho, o se le hiciese decir a aquél es falsa, o no tuvo en ella parte ningún miembro del Gobierno. El referido individuo sólo era conocido por su viveza en introducir comunicaciones, como lo había practicado en Lima, cuando sitiaba al Callao el Ejército español.
Fue buscado, pues, para llevar cuatro cartas a Trujillo, con el objeto de conmover esa ciudad, para lo cual se le dieron sólo cincuenta pesos, cuya partida se sentó en la tesorería general. ¿Quién juzgará que con tan poco dinero podía estimularse a la gran empresa que se fraguaba? ¿Quién creerá que se persuadiese Agüero tuviese fácil introducción en su servicio doméstico? La calumnia es muy despreciable; sin embargo se le hizo valer cuanto fue posible.
Habiéndose participado al general Bolívar la pronta ejecución mandada, de las órdenes del Congreso, contra don José de la Riva Agüero y demás de los principales presos con él, contestó al Ministro de la Guerra, que despachaba también por entonces el departamento de Gobierno, en los términos literales que aparecen del papel número 2, datado en Cajamarca el 14 de diciembre de 1823. De él, entre otras observaciones, resultan las siguientes: primera, que el general Bolívar quiso fuesen condenados a muerte todos los partidarios de Riva Agüero y de los españoles que hubiese en la capital; segunda, que mandó salir inmediatamente el Batallón Vargas para la sierra y que lo reemplazase en el Callao el del Río de la Plata. Allí se hallaba este cuerpo, cuando se trató de negociar con el Ejército español.
El general Bolívar dio la idea y no quiso aparecer en público, acaso para que se creyese que el Gobierno vendía el país, y que él lo salvaba triunfando de los españoles, sin que se les cumpliese promesa alguna. Más el Gobierno se manejó con todo el carácter de justicia, honradez e interés por el Perú que podrían esperarse.
Con fecha 11 de enero me dirigió el general Bolívar la carta número 3, por la que me recomendó hasta el extremo un negocio muy importante que comunicaba con la misma fecha al coronel Heres. Tal fue el que contenía la carta de su secretario interino Espinar, número 4, que me confió original con mucha reserva dicho coronel y que le devolví después de copiada.
Al momento que estuve instruido de todo, tratamos el Ministro de la Guerra, el coronel Heres y yo, de plantificar el proyecto del general Bolívar; y como éste no quería aparecer en público, puse de común consentimiento al Presidente del Congreso la nota número 5, a que se contestó con otra aprobatoria, en el supuesto de que al Gobierno constase la voluntad de Bolívar en el particular. A esto hace referencia la carta que en 16 del mismo enero dirigí al referido general, y se señala con el número 6, siendo también un comprobante la del coronel Heres del 15, número 7. Todo lo predicho, manifiesta el acuerdo que quise tener en este negocio, hasta en los más pequeños pasos.
En tales circunstancias y encargado de acelerar la negación predicha, llegó a Lima, procedente de Pativilca, el coronel Pérez, secretario del general Bolívar; quien tuvo con el Ministro de la Guerra y conmigo una conferencia el 17 de enero, según el documento número 8. Allí expuso que en caso de no querer los españoles tratar sobre la convención preliminar de Buenos Aires, podía proponérseles una particular con el Perú, como quería dicho general; y quedó así resuelto reservadamente. En virtud de todo se extendieron los respectivos poderes; con la misma fecha se pasó al Excmo. Señor Virrey La Serna el oficio número 9, y se dieron al ministro plenipotenciario las instrucciones que aparecen de los papeles números 10 y 11.
Con estos datos marchó el Ministro a Jauja y habiendo entrado en este pueblo el 26 de enero, supo allí por el señor mariscal de campo don Juan Antonio4 Monet, que al día siguiente vendría de Huancayo de parte de S. E. el general en jefe, el señor general Loriga, jefe de Estado Mayor General, a tener una entrevista con dicho ministro y recibir los pliegos que le diese. En esta virtud, le entregó dos para el Excmo. Sr. La Serna; el uno que aparece bajo el número 9 y otro con el número 12, acompañados del oficio y carta para S. E. el general Canterac, números 13 y 14; cuyas contestaciones son las de los números 15 y 16.
La conferencia que tuvo el general Loriga, fue puramente particular; porque aseguró éste desde el principio, que sólo el Excmo. Sr. La Serna podrían contestar definitivamente. En ella como en todo lo demás procedió el ministro a preparar negociaciones privativa y exclusivamente bajo la base de la independencia; y así solicitó, como propuso el general Bolívar en defecto de la accesión a la convención preliminar de Buenos Aires, un tratado particular de unión y amistad con el Perú bajo la base referida.
Habiendo dado cuenta religiosamente de todo lo obrado al general Bolívar, me escribió la carta aprobatoria, que aparece bajo el número 17. Por ella se demuestra, que cuanto obré sobre la materia se hizo con su acuerdo; y que todo lo que propuso el ministro fue con arreglo a lo prevenido, sin que se separase un punto de sus instrucciones. Sólo había una diferencia. El general Bolívar, deseaba que el convenlo particular con los españoles no se hiciese aunque fuera bajo la base de la independencia; quería que se propusiese una cosa que no se había de cumplir y yo estuve siempre decidido a obrar de buena fe, a llenar exactamente mis deberes y a dar la paz al Perú, uniéndose sinceramente españoles y peruanos.
¿Quién no graduará esta conducta de la más honrada y beneficiosa al país? Si el fin de la guerra era lograr la independencia; si ésta se podía conseguir sin sangre, y sin aumento de sacrificios en un territorio devastado ¿por qué el general Bolívar quería aventurar el fin al éxito incierto de una batalla? ¿Por qué había de perecer en ella una gran parte del Ejército peruano, que debía servir para la custodia, de este suelo? ¿Por qué en caso de triunfar las fuerzas de Colombia, había de quedar el país a merced de Bolívar y decidir éste exclusivamente de su suerte y destino? ¿Qué hombre honrado en mi caso, habría tomado un partido tan miserable y desesperado? Mi ánimo era que terminase la guerra; y lo era también el del Congreso, manifestado suficientemente en la orden de 14 de enero último, número 8.
Estoy seguro de que mi conducta en el particular sólo puede parecer mala al general Bolívar y a sus ambiciosos satélites; pero no a pueblo ni habitante alguno de la tierra. Ante Dios y los hombres está satisfecha mi conciencia de haber procedido con rectitud. Debí mucho a los pueblos por haber depositado en mí su confianza; yo satisfice esta deuda procurando su bien y prosperidad a costa de mil riesgos y sacrificios. Algún día se graduarán mis acciones dignamente; y la imparcial posteridad me hará justicia, sin que sea agitada por las pasiones de algunos ilusos, ingratos e intrigantes.
Esperaba yo ansiosamente una contestación del Excmo. Virrey sobre las negociaciones indicadas, cuando las tropas que guarnecían la plaza del Callao, denegaron la obediencia a las autoridades independientes. Sucedió esto a los tres días de haber llegado a Lima el Ministro de Guerra de regreso de Jauja; y los enemigos del orden bien satisfechos de que el Gobierno no tenía parte alguna en aquélla revolución, trataron de inducir sospechas contra él.
Careciendo yo de todo antecedente sobre esta mutación, creí francamente y creyeron muchos, que ella había sido un ardid político y militar de que se valía el general Bolívar, con el doble objeto de derribar un Gobierno al que no podía abrir brecha decorosamente y de batir las fuerzas españolas que viniesen a socorrer las fortalezas.
Muchos datos concurrían a hacer valer esta presunción. El general Bolívar, no sólo me encargó expresamente desde Cajamarca con fecha 14 de diciembre último, que saliese del Callao el Batallón Vargas y fuese relevado por el del Río de la Plata, sino que en carta de 7 de enero de este año, número 19, en que avisa haber sabido el movimiento de los granaderos de este cuerpo en Lima, manda este pronto para marchar, como después dispuso que marchase el Batallón Vargas, y que se defendiese el Callao con las tropas del Perú y del Río de la Plata.
El coronel Heres, en 9 del mismo mes, en carta número 20, me recomienda muy particularmente de parte de Bolívar llevar a cabo sus indicaciones contenidas en oficio de 14 de diciembre desde Cajamarca; es decir, la misma orden sobre mutación de cuerpos, y que fuesen fusilados todos los realistas y facciosos o sectarios de Riva Agüero.
Más no sólo las tropas fueron puestas a satisfacción del general Bolívar, sino que en los días próximos anteriores al movimiento del Callao, vino nombrado por el mismo de gobernador de aquella plaza, el general Alvarado, y removido sin causa ni motivo alguno el coronel Valdivieso, que lo era en propiedad; habiendo sucedido también lo mismo pocos días antes, a solicitud del general en jefe del Ejército del centro don Enrique Martínez, al comandante de uno de los fuertes don Francisco Cavero y Sifuentes.
Este conjunto de mutaciones y variaciones extraordinarias y casi simultáneas, ofrecían datos probables para fundar mi presunción; pero otros más concurrieron a afirmarla. No pudiendo yo concebir que hubiese descuido o inexactitud en el servicio de la plaza, ni en el económico de los cuerpos, me admiraba de no haber recibido indicación alguna anterior por parte del gobernador de la plaza; de que ningún jefe ni oficial hubiese penetrado nada en la materia y, finalmente, de que los generales de los Andes ofreciesen a cada instante seguras esperanzas de recuperar los castillos.
Todo esto me hacía creer, que el doble objeto de la revolución era deponer al Gobierno y batir a los españoles; mucho más, cuando al pasarse a ellos el oficial colombiano Ugarte, ayudante del coronel Heres, se le encontró con pasaporte verdadero o fingido de éste. Tal casualidad, inducía la sospecha de un aviso detallado e insidioso que llevase Ugarte, y de una pronta venida al Callao de fuerzas españolas. Posteriormente se sabe por notoriedad, que los autores del movimiento del Callao, fueron sólo el coronel Moyano, y el teniente coronel Oliva, quienes formaron su plan con anticipación, no contando con auxilio alguno externo para realizar la empresa.
De resultas de la pérdida del Callao el general Bolívar, atropellando la representación que yo ejercía, comisionó al general Martínez para las avanzadas medidas que constan de la copia número 21, dirigida al Ministro de la Guerra, con la nota número 22. Como, según las órdenes recibidas, quisiese Martínez que muy en breve marchase la infantería quedando la capital indefensa y sin poder ser guarnecida del modo correspondiente, cité a junta de generales, en la que leídas dichas instrucciones, fui de dictamen no saliesen las tropas; lo que quedó acordado por la junta. Así libré a la capital de la terrible catástrofe que iba a sufrir con las resoluciones del general Bolívar, servicio que acaso no será bien graduado por no ser conocido.
Entre tanto, separándose Bolívar totalmente del conducto del Gobierno que aún subsistía, y sin miramiento alguno al Congreso, dirigió con fecha 10 de febrero al general Martínez la escandalosa nota número 23, que éste acompañó al Gobierno con el oficio número 24. Consultado el Congreso sobre todo lo ocurrido, su resolución fue la contenida en la orden número 25.
Estaba suspenso el cumplimiento de las determinaciones de Bolívar, cuando se aparece el general Gamarra como comisionado para realizar los encargos hechos a Martínez. Se avisó de esta ocurrencia al cuerpo legislador, única autoridad superior que podía yo reconocer y expidió la orden de suspensión que aparece del papel número 26. No había remedio. El Presidente de Colombia quería que en el Perú se llenasen sus mandatos y había de hacerse.
Investido ya con el carácter dictatorial, sin aguardar que la autoridad representativa mandase poner al decreto el guárdese y cúmplase, como tenía prevenido, nombra al general Necochea por jefe político y militar de la capital, previniéndole llevase adelante sus órdenes, en cuya virtud, con consentimiento del Congreso, entregué el mando a Necochea el 17 de febrero anterior, después de recibir la nota número 27.
Así terminé en el Gobierno Supremo del Perú, llamado independiente, que con tanta repugnancia había mantenido, y que sólo conservé por libertar al país de autoridades intrusas. Fue por este motivo, que lo admití en el Callao, del general Sucre, y que no me desprendí de él a la llegada de Bolívar, sin embargo de habérseme instado fuertemente por medio del Diputado Carrión.
Cuando el Congreso para nombrar dictador a Bolívar envió a saber mi voluntad por el conducto del doctor Arce, le contesté: que como hombre público cumpliría inmediatamente lo que resolviese la Asamblea peruana, a efecto de que no se me creyese ambicioso del mando. En efecto, yo lo conservé mientras lo creí indispensable para no permitir el sacrificio del país, ahora que el de la capital se me ha ofrecido por el Gobierno español, no lo he aceptado, respecto a que no hay al presente peligro alguno ni necesidad absoluta de mi persona.
Separado yo del Gobierno, Bolívar trató de coronar su obra mandándome aprehender para fusilarme, como también a muchos ilustres y respetables peruanos, que podían, según su concepto, hacer frente a sus designios. El Ser Supremo nos ha salvado y puesto bajo la protección del Ejército nacional.
Nosotros trabajaremos incesantemente por la felicidad de nuestro país, coadyuvando siempre a su mayor prosperidad y a frustrar los progresos de ese tirano. Su ambición desmesurada no se cebará en el Perú, ni él dominará sobre hombres ilustrados y de carácter.
Es tan verdadero que Bolívar ha tratado de perseguir sin causa a todos los peruanos de aptitudes y que pueden figurar, que cuando al general de brigada La Fuente se debió la última transformación de Trujillo, y que se titulase aquél Pacificador del Norte, trató al instante de derribarlo. La Fuente hizo que se sostuviesen los coraceros peruanos y escarmentasen a los húsares de la guardia de Bolívar que querían atropellarlos. Desde entonces decidió éste separarlo de la Presidencia de Trujillo y del Ejército y remitirlo a Chile, bajo los pretextos miserables y pueriles que aparecen de su carta número 28. En ella reprueba también la conducta observada con Riva Agüero, cuando él obligó a tenerla, le dio una total aprobación, y quiso ampliarla extensamente, según consta de su oficio del 14 de diciembre último, número 2. En cuanto al general Santa Cruz, indica bien dicha carta el antiguo odio que le profesa el Presidente de Colombia, y ha manifestado siempre de palabra, ratificándolo por las repetidas instancias que me hizo el general Sucre para que él y Santa Cruz fuesen juzgados en Consejo de Guerra a causa de los últimos sucesos del sur. El objeto era perder al último y por lo mismo me abstuve de acceder al propósito.
Yo me complazco con la idea lisonjera de que durante mi Gobierno, en los tiempos más turbulentos y en medio de una guerra civil, ha permitido la Providencia que no se derrame ni una gota de sangre. Algunas medidas serias han sido indispensables tomar para que la anarquía no nos devorase; más todo peruano fue puesto en libertad por mí y mandado restituir a sus hogares antes de dejar el mando. Este lo he obtenido sin percibir ni un real de sueldo, como Jefe Supremo, porque se socorriesen los más necesitados, auxiliando de mis bienes a muchos, y gravándome para sostener con lustre el rango que obtenía.
Mi administración la creo marcada con el sello de la piedad, de la justicia y el desinterés; y si mi Gobierno no fue el mejor, sus intenciones han sido las más rectas y extrema su pureza. Unido ya al Ejército nacional, mi suerte será siempre la suya. No me alucinará jamás el falso brillo de ideas quimérica que, sorprendiendo a los pueblos ilusos, sólo conducen a su destrucción y a hacer la fortuna y saciar la ambición de algunos aventureros. Por todas partes no se ven sino ruinas y miserias. En el curso de la guerra, ¿quiénes sino muchos de los llamados defensores de la patria han acabado con nuestras fortunas, arrasado nuestros campos, relajado nuestras costumbres, oprimido y vejado a los pueblos? Y ¿Cuál ha sido el fruto de esta revolución? ¿Cuál el bien positivo que ha resultado al país? No contar con propiedad alguna, ni tener seguridad individual. Yo detesto un sistema que no termina al bien general y que no concilia los intereses de todos los ciudadanos.
¡Oh Perú! Suelo apacible en el que vi la luz primera; suelo hermoso que pareces destinado para habitación de los dioses, no permitas que en tu recinto se levanten templos a la tiranía bajo la sombra de la libertad. No creas que se trabaje por hacerte feliz a pretexto de una falsa igualdad; desde el instante que sucumbas, un poder colosal te oprimirá con el peso del más cruel despotismo.
Ahora mismo lo sufren los pueblos que domina Bolívar, y lo sufrirían todos los Estados de América si la suerte le fuese favorable. De la unión sincera y franca de peruanos y españoles todo bien debe esperarse; de Bolívar, la desolación y la muerte.

Lima, marzo 6 de 1824.


El Marqués de Torre Tagle. el Gobierno, de que un individuo desconocido para Riva