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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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lunes, 20 de junio de 2011

¡Que la historia no se vuelva a repetir...!

Francisco Igartua - Hay una perversa línea divisoria entre militares y civiles – Canta Claro 9/11/2002

En estos días electorales vemos, entre sonrientes y asombrados, a un candidato (Castañeda) asegurando que él no hace ni hará guerra sucia, creyendo que nosotros (no sé si la multitud) nos chupamos el dedo y no hemos reparado que él, Barba y Rey son la misma candidatura, mientras su oponente (Andrade) cae en la trampa de la agresión por interpósitas personas. Por lo tanto, con la vaga esperanza de que el debate de mañana sea una seria confrontación de ideas y no una riña con barras en mitad de la calle, prefiero (dejando la solemne primera persona del plural) no tocar el tema electoral y dedicar estas líneas a hacer memoria de lo que ocurrió en esta desdichada nación hace diez años. En abril del 92 un grupo de militares dio un golpe de estado para atornillar en la presidencia a Fujimori y, en noviembre, otros militares salieron en defensa de la Constitución haciendo uso del derecho de insurgencia, que en este caso era mandato constitucional, ya que los insurgentes sabían lo que le esperaba a la República con el plan de 20 a 30 años que se habían trazado los golpistas.

Comportamientos que daban vergüenza

En abril de ese año las protestas ciudadanas y las de la prensa (salvo excepciones) fueron minúsculas y muchas sólo para salvar la cara. En noviembre el comportamiento de periódicos y ciudadanos fue vergonzoso. A quienes se habían sublevado, arriesgando la vida, en defensa del orden constitucional y democrático, se les tildó de ambiciosos, alteradores del orden y golpistas. En este pobre país donde nunca se ha entendido que el orden público no es sometimiento de gobernados a mandatarios sino convenio de relación entre ciudadanos y gobernantes, un pacto social que, si se cumple, nos haría nación civilizada; en este territorio de desconcertadas gentes (como decían con razón nuestros mayores), donde hasta ahora no se entiende que rebeliones militares como aquella del 13 de noviembre del 92 son voces de alerta para que comprendamos que, el orden constitucional e institucional es respeto a la ley establecida y no a la ley que los golpistas imponen con el señuelo de "poner orden", el falso orden en el que se ha mecido desde siempre nuestra República.

Obligaciones incumplidas

La traición y la deserción (que son una constante en la historia peruana) hicieron fracasar el 92 aque¬lla noble rebelión de militares con sensibilidad democrática. Un gesto que, sin embargo, no fue del todo inútil, pues sirvió para desnudar el temple del cabecilla golpista. Fujimori, igual que años después, corrió a refugiarse en la embajada del Japón; y, luego de fracasada la rebelión, impuso el orden de siempre. Inventó un magnicidio, fraguó documentos y llevó a los oficiales constitucionalistas (ante el silencio mayoritario de la prensa y la ciudadanía) a una pantomima de juicio militar, no sin antes haberlos vejado encerrándolos en el penal Castro Castro, luego aislándolos en un viejo cuartel con ventanas tapiadas y, por último, confinándolos durante 31 meses en el Real Felipe.

Amnistiados el 16 de junio de 1995, salieron en libertad, pero sus derechos son conculcados hasta hoy, como si el viejo "orden" no perdiera imperio. De nada ha servido la Ley 27436 del 15 de marzo de 2001, pues los líderes insurrectos no son repuestos y se les niega el ascenso, la recuperación de sus tiempos de servicio y otros merecimientos que, sin solicitud de por medio, se les debería reconocer.

He querido recordar el acto de rebeldía del 13 de noviembre de 1992 para que sirva de ejemplo a los militares jóvenes y a la civilidad toda, hoy lista para hacer uso de las urnas en libertad, aunque, en el caso de las elecciones regionales, sin normas ni concierto establecidos.

Es extraño que el Congreso no pueda reivindicar plenamente a los rebeldes del 92, a pesar de que esa negativa pueda llevar a muchos peruanos de mente despejada a sospechar que nuestros políticos, con la ceguera de siempre, hayan trazado una línea divisoria entre civiles y militares, como si todos los militares hubieran sido cómplices de Fujimori, Montesinos y Hermoza. A sabiendas de que son más los civiles (entre ellos Fujimori y Montesinos) los que salieron beneficiados de la dictadura legalizada por la OEA ese mismo año de 1992. Es extraño que el Congreso no les haya otorgado un reconocimiento mínimo a quienes expusieron su vida (el general Salinas fue perseguido a balazos) para reabrir el Parlamento clausurado por Fujimori y entregar el mando al legítimo presidente (San Román). Y también es extraño que el actual presidente constitucional, doctor Toledo, no ordene reconocer de una vez por todos los méritos de quienes cumplieron el mandato constitucional de insurgencia contra el golpismo.

¡Que la historia no se pueda a repeteri...!

Francisco Igartua – Ugaz es el que debe ser investigado – Canta Claro 10/02/200

Si algo de la semana pasada ha llamado la atención en este país, “donde hasta los microbios se acojudan”, ha sido la desproporcionada y beligerante reacción del gobierno y la magistratura contra el fallo del Tribunal Constitucional, que no absolvió a nadie sino que ordenó abrir la puerta de la cárcel para que siga curso normal el juicio contra Bedoya de Vivanco.

El hasta hace pocos días procurador de la República, o sea abogado del Estado, sin decir agua va, con argumentos impertinentes, inició el pasado martes la gran confusión que se ha creado tras la polvareda desatada por la radio, la televisión y los periódicos en la mente de los peruanos. José Ugaz, el implacable procurador, avaló con su crítica lo que las "noticias" periodísticas habían sembrado con grandes y sonoros titulares (que es lo que las masas leen y oyen) dando a entender que el Tribunal Constitucional había declarado inocente a Bedoya de Vivanco, Y semejante (pero falso) comentario dejó estupefacta a la mayoría ciudadana. ¿Cómo podía ser inocente alguien a quien todos habían visto recibir dinero para hacer un sucio trabajo político en contra de los opositores a Fujimori? El escándalo, naturalmente, ha sido mayúsculo ya que las aclaraciones aparecieron en las letras pequeñas que pocos leen (como tampoco muchos leerán estas líneas) y porque no es de extrañar que nuestra sociedad, ayer aduladora de Fujimori, hoy trate de lavarse las manos vituperando todo lo que huela a su ex - ídolo.

Hasta ahora no se disipa el desmoralizante impacto de la "noticia" difundida por los medios de comunicación y resaltada por la severa declaración del exprocurador Ugaz contra el Tribunal Constitucional, posición seguida luego por el pintoresco congresista Estrada, por el apocalíptico ministro de Justicia y por otros paladines de la peliculina; alimentada a la vez por el propio Bedoya de Vivanco, quien ha dejado entrever, con desvergüenza, que no descarta reasumir la alcaldía de Miraflores.

No, el procesado Bedoya no puede reasumir ni asumir ningún cargo porque el fallo del Tribunal es clarísimo. No lo declara inocente de nada, porque al Tribunal no le compete administrar justicia. Lo que dispone es que el acusado sea excarcelado por tener el derecho constitucional a debido proceso. Situación que no se daba, pues el juez y el fiscal (no el Tribunal) dicen, en el cuadernillo que consta en autos, que no está acreditado el delito de peculado. Además, y sobre todo, porque las cárceles están hechas para castigar a los condenados luego de ser sentenciados y para retener a los acusados con antecedentes penales, a los mafiosos y a los que no den garantía de no fugar. Condiciones que no atañen al procesado Bedoya ni a otros. Es vergüenza nacional que en el Perú abunden casos de encarcelados durante ocho y más años a los que los jueces terminan condenándolos a dos o tres, sin que los agraviados tengan posibilidad alguna de ser indemnizados.

Como representativo mayor de esa justicia implacable, inquisitorial, aparece el exprocurador Ugaz. Pero su actitud bien pudiera ser pista falsa para encubrir sospechas que no ha logrado borrar. Sobre todo la sospecha de que ha sido encubridor de Fujimori, el hombre que lo nombró procurador.

Al despedirse de la procuraduría José Ugaz declaró que sólo le faltó capturar a Fujimori. Pero más bien debió decir que le faltó la principal de sus tareas: señalar a Fujimori por violación de los derechos humanos, único recurso para poderlo extraditar o llevarlo ante un tribunal internacional.

¿Por qué no lo hizo?

No fue por falta de pruebas. Ugaz conoce perfectamente los tres documentos (dos memoranda y un oficio) que a mediados de 1991, antes de que el general Hermoza asumiera el mando de la Fuerza Armada, dirigió Alberto Fujimori al Comando Militar, pidiendo primero y luego ordenando sean considerados para el ascenso todos los miembros del grupo Colina y sus jefes. Esto ocurría luego de las matanzas de estudiantes en la Universidad de Huancayo y en otros centros educativos. Tres documentos que son indicios clarísimos de la complicidad de Alberto Fujimori con el grupo Colina. Pero aquí no queda la cosa. Esos documentos dieron origen a una Hoja de Análisis del Ejército, también conocida por Ugaz, en la que se esclarece la razón del pedido presidencial: "por los trabajos especiales de inteligencia realizados en las universidades del país". De haber convocado a un militar cualquiera habría sabido Ugaz qué significa en el lenguaje castrense "trabajos especiales".

¿Por qué Ugaz no acusó a Fujimori por el delito de lesa humanidad, por lo medular del proceso contra el fujimontesinismo?. Sin ello, todo lo demás son fuegos artificiales. Fuegos artificiales que van creciendo en espectacularidad mientras se reducen las acusaciones de fondo.

domingo, 19 de junio de 2011

¡Que la historia no se vuelva a repetir…!

Francisco Igartua – Otra vez en peligro la libertad de prensa - Canta Claro 25/11/2001

Van estas líneas en primera persona del singular, no sólo porque el tema obliga a dar la cara, sino porque soy yo el afectado en parte de esta historia, que comenzará precisamente con el relato de mi presencia, el domingo pasado, en la pantalla de Canal N, dependencia de El Comercio.

Me vi ese domingo en la televisión con la ingenua complacencia de todo ser humano puesto en vitrina, pero pronto me di cuenta de que, como un párvulo, había caído en una emboscada. Y mi indignación fue mucho mayor a la que presentí el día de la grabación, pues entonces no supuse que a las sesgadas preguntas de la encuesta que hacía el programa Barra de mujeres se añadiría, como cortina constante, la imagen más impactante de la entrega millonaria de dólares que Montesinos le hizo al principal accionista de Canal 5: el hecho más bochornoso de la compraventa de conciencias que se produjo en el régimen pasado.

En la Barra de mujeres de ese domingo hacía yo el papel de un furioso defensor de la libertad de prensa que, como idiota, no se daba cuenta de que estaba siendo utilizado para darle apariencia de imparcialidad e in-dependencia a un programa que tenía como único objetivo que el público se pronunciase a favor de quitarles la licencia a dos o tres canales de señal abierta y que el resultado se aproximara al ciento por ciento de los votos; cosa que, lógicamente, gracias al vladivideo se alcanzó a plenitud. El 94% de los televidentes estuvo de acuerdo, sin entender el trasfondo de la encuesta, en que las licencias de radio y televisión pueden ser dadas o quitadas a discrecionalidad por el gobierno de turno o por una junta de notables. O sea que, con el pretexto del necesario castigo a los rufianes vladivisionados, se abrían las puertas para inmediatos y futuros atropellos de la libertad de prensa y expresión.

De haber visto y escuchado aquel viernes todo lo que se vio el domingo pasado en la pantalla de Canal N, ese programa no habría salido como salió y no habría hecho yo el papel de avalador de la patraña montada, con el propósito de engañar al público, por esas tres damas vinculadas al ala izquierda de la Universidad Católica.

El señalamiento del ala no tiene intención de descalificar ni calificar a nadie, lo hago simplemente para situar la posición política de esa "Barra", que bien podría llamarse "brava" por los medios usados para llevar agua a su molino ideológico, curiosamente del mismo signo que otras campañas iniciadas hace poco con idéntica puntería: la de hacer prevalecer puntos de vista partidarios, de reglamentar a los medios de comunicación y censurarlos. Campañas, por otro lado, vistas con complacencia por intereses comerciales con ansias locas de alcanzar poder político. ¡Algo absolutamente paradojal, pero empedrada de curiosas paradojas está la política!

El castigo que corresponde a los rufianes vladivisionados es asunto de la justicia, no del gobierno ni de juntas de notables.

Se trata de campañas que, sutilmente y desde variadas posiciones, se han montado hace un tiempo para establecer una suerte de vigilancia sobre la televisión y la radio, que podría afectar también al periodismo tradicional, al de la prensa escrita. Supuesto que no es sospecha mía sino que se desprende de un aviso publicado por "Veeduría Ciudadana", en el que se justifica esta inquisitorial tesis: la censura es legal "por el carácter de interés público que la Constitución le da a la actividad de los medios de comunicación, especialmente a la radio y la televisión". Se deja así en claro, con el "especialmente", que los periódicos y revistas no quedan excluidos de ser vigilados 'por una veeduría "constitucional" que podría ser estatal o compuesta por notables elegidos dentro de las organizaciones de la sociedad civil, casi todas ellas de signo próximo al de las damas de la Barra de mujeres. Hay en todas estas "veedurías" machacona insistencia en remarcar, algo que es cierto, pero no para llegar a algún tipo de censura: que los medios de expresión son de "interés o servicio social y público". Por ello es que la Constitución precisa que la libertad de prensa es irrestricta.

Se ha dicho una y mil veces que la libertad de expresión establecida, igual que la democracia, es un sistema lleno de defectos y deficiencias, pero que, aun así, es el mejor de todos los experimentados por el hombre en el curso de los siglos. Y esa libertad, para no ser desvirtuada, no puede tener más límite que el de los códigos comunes y el del honor de quienes ejercen el oficio de periodistas. Todo otro límite la ahoga, la transforma en boletín oficial, en negación de sí misma. Se dirá que esta definición peca de gaseosa y burguesa y pueda que así sea, pero centenarias experiencias prueban que todos los intentos por modernizarla han terminado devolviéndonos a la Inquisición, con apenas unos cambios de color. Unas veces el terminal es negro y otras rojo, sin que nunca deje de ser repelente para quienes amamos esa libertad simple, llana e imperfecta que nos garantiza la democracia.

Inquisición es lo que hoy se reclama en nombre de la modernidad, en un Perú que vive bajo el impacto de los rufianescos tratos vistos en los vladivideos y al que es fácil convencerlo de que no se vulnera la libertad dejando el castigo por estos hechos a la discrecionalidad del gobierno o a la de una junta de notables que se instalaría para cuidar la salud moral de los peruanos. Una tesis sin memoria, desconocedora de una verdad capital en política: ningún gobierno –ninguno- dejará de caer en la tentación de controlar a la prensa.

¿Quién o quiénes deben reglamentar y decidir cuáles son los “valores auténticos” o las “obligadas versiones plurales”, reclamadas por diversas “veedurías ciudadanas”?

El castigo que les corresponde a los rufianes vladivisionados -todos ellos empresarios metidos a periodistas- es asunto de la justicia, que está obligada a embargarles sus acciones y, cuando se cumplan los plazos legales, a ponerlas en venta de acuerdo a los códigos vigentes. Lo que es inaceptable, por contrario a la libertad de prensa y expresión, es sentar el precedente de que un gobierno pueda dar o quitar licencias de acuerdo a las circunstancias o entregar la salud moral a cualquier junta u organismo supervisor "del correcto desempeño de los medios de comunicación", como a la letra dice otra de esas asociación afines a la Barra de mujeres.

(Son estas líneas una ampliación a la cuartilla que, como carta aclaratoria, le envié a El Comercio y que éste no publicó).

domingo, 12 de junio de 2011

¡Que la historia no se vuelva a repetir…!


Francisco Igartua – Editorial “Dos hechos que nos estremecen de espanto” – Oiga 12/08/1993

Dos suceso casi simultáneos, uno ya conocido por la opinión pública y el otro divulgado hoy en esta edición de OIGA, nos muestran el lado oscuro, el lado que se quiere mantener oculto, del régimen autoritario, con barniz democrático, que gobierna al país. Me refiero al descubrimiento de fosas clandestinas, con restos humanos calcinados, logrado por la revista SI, y a las revelaciones que, sobre la probable estructura real del actual régimen, puso en manos de OIGA un pajarito verde.

Esas tumbas de Cieneguilla, malolientes, escondidas a la vera de un camino de basura transitado por la miseria, pueda que no haya guardado los restos de los desaparecidos de La Cantuta, tal como lo creen muchos y lo propaga el rumor general. Pero allí si se escondieron huesos humanos calcinados y es posible que en esos muladares reposen otros muchos crímenes, de aquellos que sería demasiado difícil imputárselos al hampa y bastante improbable que sean obra de los terroristas -los más crueles genocidas de nuestra no tan amable historia patria-, por estar ubicada allí, muy cerca, una base militar de vigilancia. Esos huesos humanos calcinados, con un llavero de recuerdo entre ellos y el increíble desinterés de las autoridades gubernamentales por custodiar las tumbas, son testimonio de los tiempos que nos ha tocado vivir. Pueden ser cadáveres de senderistas quemados por sus propios compañeros para que nadie los pueda identificar, puede ser cierto el rumor de que serian restos de los desaparecidos de La Cantuta. O de otros desaparecidos, añado, pensando en los textos que hoy publica OIGA, preparados por un secreto "Equipo de Trabajo" y por el Servicio de Inteligencia, para un pronunciamiento militar que debió producirse en 1990, que se inicio el 28 de julio de ese año y se consolido con el golpe militar del 5 de abril de 1992.

Se trata de dos hechos secretos, secretísimos, y que, por lo tanto, no dejan huella evidente. No tienen firmas ni sellos. No hay declaratorias de defunción. Tampoco existen pruebas testimoniales comprobables. Hay, en un caso, el dato preciso, con mapa, de un anónimo elemento de Contrainteligencia o de la propia Inteligencia que ha querido liberar su conciencia o enredar los hechos. Pero los muertos están, son ciertos, son huellas de métodos que horrorizan, que hace se nos escarapele la piel y conducen al otro caso, a los documentos publicados hoy en esta revista, en el que las pruebas no están en firmas y sellos sino en la credibilidad, en la seriedad del pajarillo verde que deposito los textos en mis manos y en que esos textos casan, calzan, se machihembran a la perfección con los hechos públicos y semipúblicos que van ocurriendo al mismo tiempo de lo escrito. Cada comentario tiene su correspondiente comprobación en un suceso notorio. Bueno, no todos, como, por ejemplo, el juicio escrito sobre la necesidad de exterminar al "excedente poblacional nocivo, irrecuperable, como son los terroristas, vendedores de pasta básica, agitadores y demás traidores a la patria".

Se trata de documentos que revelan el carácter del régimen que preparaba, desde mediados de 1989, una logia militar con orden del Comando. Régimen que, a último momento, fue negociado con el presidente electo, Alberto Fujimori, porque este venia a resultar el más aparente cabecilla para la "Democracia Dirigida, civil-militar" diseñada en los círculos castrenses.

En los textos se hallan opiniones absolutamente ciertas sobre la realidad peruana -mas que certeras en el análisis de la responsabilidad de Alan García- y es imposible quitarles la razón a muchos de los argumentos allí expuestos sobre la difícil gobernabilidad del Perú y la necesidad de contar con metas estratégicas nacionales de largo plazo. Se puede decir que a su lectura brotan verdades de a puño, aunque la mayoría de estos puñetazos sean más del agrado de la sensibilidad política de las llamadas derechas, que de otros sectores con mayores inquietudes sociales y populares. Hay, sin embargo, aspectos siniestros que a ningún demócrata, a ninguna persona con cierto refinamiento humano, pueda dejar de espantar. Se trata de un proyecto mesiánico, de orientación totalitaria, que nada tiene de democrático por más título de "Democracia Dirigida" que se haya puesto.

En los lineamientos del plan, trazados en octubre de 1989, y en Anexos posteriores a esa fecha, están insertos los planeamientos que, como grandes novedades, viene, repitiendo Fujimori: Libre comercio, "reinsertación ", pena de muerte, pacificación, reforma educativa, acuerdo en las fronteras (entendiendo que "el aspecto territorial ha sido ya rebasado"), necesaria continuidad en el mando (reelección), etc. Pero hay puntualizaciones muy reveladoras del nefasto mesianismo que inspira al proyecto en general, hasta ahora mantenido en el mismo misterio, y que apenas se dejan entrever en algunas de las bruscas declaraciones de Fujimori; como cuando, por ejemplo, se ufana de tener el mejor Servicio de Inteligencia de América Latina. En los textos conspirativos se da, justamente, mayor importancia a lo que llaman "Sistema de Control, Seguridad y Propaganda" y que en esas mismas páginas se especifica que "si, definitivamente, el Sistema es el equivalente a una Gestapo". El carácter antidemocrático del proyecto aparece por todos lados. Desde la "relación" que se seguirá con la prensa ("El objetivo mínimo consiste en conseguir la autocensura, dejando entrever nuestra decisión de ir hasta las últimas consecuencias"), hasta el modelo secreto del gobierno a montarse, muy explicativo de por qué en el régimen fujimorista tiene tan poca importancia el Consejo de Ministros. En el esquema del proyecto esta explicado que la conducción de la política estratégica nacional a largo plazo corresponde a un "Consejo Estratégico de Estado" (CEE), "delegando el protagonismo, los aspectos diplomáticos y sociales y los problemas de corto plazo a los distintos encargados de los portafolios ministeriales". El CEE será un misterio y no tendrá por que asistir a los Consejos de Ministros, "quedando con las manos libres, fuera del ángulo visual del enemigo, para impulsar al país y hacer frente a las necesidades de la guerra". El servicio de cámaras ya instalado, en la época de Alan García, en la Sala del Consejo de Ministros, le servirá al CEE para seguir de cerca por video las sesiones que crea necesario supervisar. Y siguen las perlas. Todas con desagradables evocaciones de equívocos salvadores de sus patrias, de trágicos devaneos autoritarios. De desastres que tuvieron auroras deslumbrantes.

¿Está funcionando el actual régimen bajo el esquema trazado en los documentos que hoy comienza a publicar OIGA?... Por desgracia hay demasiados indicios de que es así. ¡Pobre Perú! Vamos de mal para peor, porque nunca, por ciertos y grandes que sean los males que es necesario superar, han sido buenas las soluciones mesiánicas, totalitarias, autocráticas. Siempre, a la corta o a la larga, las lágrimas borraran los aciertos que pudiera haber tenido el despotismo.

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Francisco Igartua - Editorial "Los cuadernos del pajarillo verde" – Oiga 14/01/1994

CON la ley que cortó el juicio civil a los asesinos de La Cantuta y los trasladó a la justicia castrense -con el propósito de dejar libres a los autores intelectuales del crimen-, se ha puesto fin al precario orden legal que existía en el Perú. La cúpula militar ha notificado al país que es la Fuerza Armada la que manda, que los llamados poderes del Estado son simples ejecutores de sus órdenes. De esa ley en adelante, ya nada ni nadie estará tranquilo en el Perú. La seguridad jurídica ha muerto. Mañana es posible cualquier cosa. Por ejemplo, si los miembros del misterioso Consejo Estratégico del Estado -el verdadero poder en el Perú- decidieran que el servicio bancario nacional, a pesar de todos los privilegios que le han sido concedidos, no le es útil a sus planes económicos, les bastará ordenar a cualquiera de los agentes del SIN infiltrados en el CCD que presente un proyecto de ley trasladando ese servicio a la banca extranjera. No habrá norma constitucional ni consideración alguna que impida que ese proyecto se haga ley y se ejecute, sin dudas ni murmuraciones, y sin que se inquiete un solo ministro, como ha ocurrido con la Ley Cantuta. La digna actitud de Alfonso Bustamante -renunciando al premierato- ha quedado como solitaria excepción, en cuanto a los hombres que rodean a Fujimori, y también como demostración de que las reservas morales del Perú no se han agotado; queda como prueba de que mientras haya tradiciones familiares a seguir, mientras se mantenga activa la conciencia cívica y el sentido del deber ético, siempre habrá enmienda para los errores que se puedan haber cometido. Con caballeros como Bustamante, aunque se queden solos a la hora de la renuncia, el Perú no está perdido.

El arriba descrito es el orden que impera hoy en el Perú. Es el orden de la arbitrariedad militar, reemplazante del orden caprichoso y personal que nos impuso Alan García y que -mientras no tocó a los bancos- tantos aplausos cosechó entre los mismos que hoy festejan a Fujimori, desconociendo la verdadera estructura del poder real en el actual régimen, así como ayer no quisieron advertir el carácter díscolo del joven presidente.

¿Cuál es esa estructura?... Hace muchos meses OIGA publicó el contenido de unos cuadernos que un 'pajarillo verde' puso en mis manos. Y, como en muchas otras oportunidades -¿recuerdan las predicciones de 1985 sobre Alan García, publicadas en esta misma columna?- poco o ningún caso se hizo a las "exageraciones de la revista de los lunes". Como si la simple transcripción de un documento, comprobadamente de origen castrense, podía ser una exageración de propia cosecha. Pero ahora, después del desaguisado de la 'Ley Cantuta', esos cuadernos del 'pajarillo verde' comienzan a inquietar a muchos que hasta hace poco se sentían tranquilos, adormilados con la imagen del 'chino' que todo lo domina y todo lo controla a favor de los sagrados intereses privados.

En esos documentos del 'pajarillo verde' se relata paso a paso una conspiración militar que se inició mucho antes de octubre de 1989 -fecha de la entrega del programa elaborado por la logia de los conspiradores- y que luego ha ido variando, aunque no de orientación ni de lineamientos generales, hasta llegar a las declaraciones que, hace pocos días, un alto jefe militar en actividad confió a la agencia de noticias ANSA: "La Fuerza Armada no puede mantenerse al margen de los problemas nacionales -dice el alto mando citado por ANSA-, no se nos puede negar nuestro derecho, como pueblo uniformado, a luchar por el desarrollo nacional dentro de una estrategia integral que tiene un solo objetivo: el bienestar general de los ciudadanos ... Somos una fuerza pensante y comprometida con el desarrollo económico y social: Ahora hemos asumido el rol de coadyuvar el desarrollo nacional de una manera intensa y sostenida, basándonos en planes que son producto de muchos años de visualización y experiencia 'directa, así como de interpretación correcta -de los problemas que afronta el Perú y que siempre se han mantenido en los inventarios políticos electoreros, sin alcanzar soluciones concretas".

Ellos, los uniformados, los dueños de la verdad. La misma ceguera, el mismo error de siempre. El mismo lenguaje de la revolución militar del año 68 y de los cuadernos del 'pajarillo verde', con la única variante de que el 68 alzaba la bandera socialista y hoy alza la bandera liberal. Es siempre, en el meollo del tema, el Ejército que se siente predestinado a salvar al Perú. Es una historia incesante, continuada, con avances y repliegues, que en los cuadernos de 'pajarillo verde' describen la necesidad de dar un golpe militar contra el gobierno de Alan García, por considerar, con no poca razón, que el irresponsable y locuaz líder aprista nos llevaba al desastre nacional. Pero esos planes se detienen cuando las evaluaciones de Inteligencia aseguran que el vencedor de las elecciones próximas será Mario Vargas Llosa, en quien confían los militares como corrector del rumbo seguido por Alan García. Más, cuando el comando de la conspiración advierte que el triunfo corresponderá al desconocido Fujimori, con un programa apenas diseñado y sin orientación precisa, de nuevo se comienzan a barajar los 'escenarios' para el golpe. Sin embargo, pequeños tropiezos demoran el pronunciamiento y, de pronto los conspiradores se festejan por la demora. Consideran que el presidente electo. Alberto Fujimori, puede ser la cabeza del Movimiento. Rápidamente entran e acción los enlaces y Fujimori acepta cobijarse bajo el ala militar, que le impone como condición hacer un gobierno de "democracia dirigida con economía de mercado". Algo sorprendente e inusitado si se recuerdan las veleidades socialistas de la revolución militar del 68.

Esta es, en grandes trazos, la historia que relatan los cuadernos del 'pajarillo verde'. Y el plan de gobierno que en ellos se esboza es, hasta en detalles, el programa que se ha venido desarrollando -con variaciones impuestas por las circunstancias- durante el régimen que algunos llaman fujimorista. En él no hay mayores misterios ni secretos, sí la comprobación plena de que la imaginación y la originalidad de Fujimori no existen, son pura ilusión. En los cuadernos -en el verde para ser precisos- está planteado desde el desarme militar hasta la siembra de auquénidos por todo el Ande y desde la restricción a la gratuidad de la enseñanza hasta el arreglo de las fronteras norte y sur, abriéndonos a una alianza con Brasil, Bolivia y Paraguay. En la mira militar está un corredor del Pacífico al Atlántico. Planteamiento que podría ser muy grato a Japón y que, hace algunos años, los militares lo rechazaban airados, igual que la economía de mercado. ¡Cambios de los tiempos y de la moda!

Tampoco hay demasiado misterio en las recientes declaraciones del alto jefe militar a ANSA. El que "grandes unidades militares de las tres armas estén comprometidas en la ejecución de la guerra contra la pobreza" no hace otra cosa que comprobar que los militares ingresarán con todo a respaldar la reelección de Fujimori, su candidato. Y el que la guerra contra la pobreza sea una cruzada encomiable, en la que el país entero debe comprometer todas sus energías, no oculta el engaño que se está montando: hacer de ella el principal agente de propaganda para la reelección del mascarón de proa de la cúpula militar.

sábado, 4 de junio de 2011

¡Que la historia no se vuelva a repetir..!




Ambos fueron los verdugos de la revista “Oiga”: Alberto Kenya Fujimori Fujimori y Vladimiro Illich Montesinos Torres. Temerosos de la fuerza moral de esta revista, y habiendo agotado Montesinos todos sus recursos frente a un Francisco Igartua al que consideraba “muy difícil”, optaron por cercarla con los impuestos, en una oscura etapa de acosos que forma parte de la negra historia de esta dupla que hoy purga prisión en el Perú. Poco les duró, sin embargo, su pírrica victoria de relanzar una “Oiga” apócrifa en el año 2,000 y que sobrevivió apenas hasta el 2002. Ya en 1998, por inspiración del propio Igartua se habìa formado un equipo de trabajo para recuperar la revista: tuvieron que pasar diez años para lograrlo y con el pronunciamiento inapelable de la Corte Suprema de Justicia, el 14 de Febrero del 2008 la pesadilla había terminado. Para entonces el Director-Fundador había fallecido… pero su legado vivirá mucho más que el triste recuerdo de estos dos actores del mal.