Josu Legarreta
SENTIMIENTOS
COMPARTIDOS
-de mayo del 68 al otoño en libertad-
-Ensayo-
Epílogo
PACO IGARTUA
RECUERDO DE UNA AMISTAD
Querido Paco:
Hace unas semanas recibí un correo de nuestro amigo común
Pedro Oyanguren, vasco chileno y además con ascendencia en tu querido municipio
de Oñate (Gipuzkoa), informándome de la publicación. Francisco Igartua, Oiga y
una pasión quijotesca158. Con la diplomacia que frecuentemente nos caracteriza
a los vascos, me dirigí a Jhon Bazán. En un par de semanas más recibí dos
ejemplares: uno para mí y otro, para la Biblioteca de la Universidad de Deusto.
Sentí verdadera curiosidad por conocer su contenido. Quizás
tanto o más que cuando me dedicaste tu obra Siempre un extraño. Me interesaban
tus escritos; pero sobre todo ansiaba conocer qué opinaban quienes te conocían
de cerca.
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JHON BAZAN AGUILAR, FRANCISCO IGARTUA,
OIGA Y UNA PASION QUIJOTESCA |
He oído más de una vez que los vascos nos caracterizamos por
nuestras estrategias protocolares y frecuentemente iniciamos nuestras
exposiciones planteando las conclusiones antes que las hipótesis. En esta carta
quisiera exponerte mis recuerdos en esta misma línea, sin preámbulos, en forma
directa, pero consciente al mismo tiempo de que probablemente no diré nada
novedoso para quienes han participado en la publicación de Jhon Bazán. En
cualquier caso, te diré que la he leído en un par de días y que me ha
encantado, sobre todo porque todos ellos me han hecho revivir nuestros
encuentros de pasado, con tus profundas pero tan amenas apreciaciones
especialmente sobre Perú, Chile, México y Cuba, países donde tú has vivido
y que me ha tocado visitar
frecuentemente durante los últimos veinticinco años.
Siempre fuiste para mí una caja de sorpresas, tanto en mis
dos o tres viajes que hice a Perú, como en los encuentros que mantuvimos en
Euskadi. Y la noticia de tu fallecimiento también me sorpredió. Cuando realmente
se aprecia a una persona, -y ésta no es una nota laudotoria post mortem-, duele
pensar que nunca más habrá oportunidad de nuevos encuentros como los del
pasado. Pero la invitación de Jhon Bazán a trascribir recuerdos de nuestros
encuentros para una próxima publicación me brindan la oportunidad para
plantearme que donde hay amistad también vale la pena exponer los sentimientos
en un encuentro virtual.
Decía Mario Benedetti en su Perplejidades de fin de siglo159 que el pasado es siempre una morada en la que
irremisiblemente coleccionamos nuestros recuerdos. Y, aunque es verdad –ya me
conoces- que mi memoria no es fiable en la identificación exacta de fechas y
lugares, sabes muy bien que mis pensamientos son fiel reflejo de mis
sentimientos. Por eso he decidido dirigirte esta carta íntima. Desconozco dónde
te encuentras. Ignoro tu dirección actual. Más aún: no sé ni si existes. Pero
desde ese humanismo cristiano o ese cristianismo humanista en que fuimos
formados en una nuestra juventud, o desde ese cristianismo cristianizado, que
en alguna oportunidad te escuché, al que aspiramos los dos en nuestras etapas
postjuveniles, quiero recopilar mis recuerdos de la amistad que compartimos,
con el convencimiento de que, incluso en el caso de que ya no existas, nosotros
resucitemos tu presencia con estos escritos.
Definitivamente, no puedo liberarme de mi morada del pasado.
Celebro que así sea respecto a tu persona. Y, en primer lugar, por aquello de
que las exposiciones públicas deben realizarse con cierta estructuración, debo
confesarte que he tenido una tentación fugaz de iniciar alguna búsqueda de
datos de tu persona en internet. Pero ha sido muy fugaz, porque los
sentimientos personales no están archivados en los grandes servidores, sino en
los archivos íntimos de cada persona. Por eso, hoy más que nunca, te hablo con
el corazón en la mano, aunque con la limitante de no poder contrastar –incluso
debatir- contigo el contenido de mi carta, como lo hiciste, en cierta
oportunidad con el Sr. Góngora Perea, diputado aprista por Alto Amazonas.
No recuerdo la fecha exacta de nuestro primer encuentro. Creo
que fue por el año 1988/1989, en mi primera visita a la Euskal Etxea de Lima,
en Malecón de la Reserva de Miraflores. Era mi primer viaje a Perú, y de los
primeros que hice por América Latina. Mis conocimientos del Perú, en general, y
de la Colectividad Vasca, en particular, eran escasos. (La confesión es un buen
exponente de eso que por las latitudes latinoamericanas se define como de
perfil bajo. ¡Cúanto me he reído a cuenta de esta afirmación!). Pero la acogida
que me brindasteis y la larga charla que mantuvimos en aquella cena me abrió
las puertas de nuevos horizontes para la gestión política para la que había sido
nombrado.
Recuerdo que hablamos de la historia pasada del exilio vasco
en general y de las relaciones del Gobierno Vasco exiliado y las Euskal
Etxeak/Centros Vascos, de los silencios que conllevaron el distanciamiento
entre las instituciones vascas de Euskadi y las vuestras en el periodo de
transición de la dictadura franquista a la democracia (1975-1980), de los
objetivos del programa de relaciones con las Colectividades Vascas, de la
proyección de Euskadi en el mundo internacional y la posible aportación de las
Euskal Etxeak a este fin, de la propia colectividad vasca de Perú, etc, etc..
Con la perspectiva de los años transcurridos, no puedo menos de reiterarte mi
agradecimiento por todo lo que me aportasteis: Eskerrik asko. Muchas gracias!
Tengo la seguridad de que no me reprocharás si afirmo que la
Euskal Etxea como tal me dio la imagen de una institución de dimensiones
físicas reducidas. Sin embargo no fue ésta la impresión que me produjisteis:
vuestra dimensión humanitaria, la predisposición de corazón vasco que latía en
vuestros planteamientos y vuestra capacidad profesional de establecer
relaciones con instituciones y personalidades peruanas me impresionaron. Allí
os conocí a tí, a Víctor Ortuzar, a Guarrotxena, a Javier Celaya, y a Mons
Irizar, entre otros. Quizás eché en falta la presencia femenina en la
Directiva.
A partir de aquella cena, me brindaste la posibilidad de
publicación en tu revista de cuantas noticias de Euskadi quisiera; recuerdo que
me gestionaste algunas entrevistas con los medios de comunicación social: con
directivos y el periodista Insausti (si mal no recuerdo) en el periódico El
Comercio y con un directivo de una cadena de televisión, cuyo nombre no
recuerdo. En esta última conversamos de
la proyección de Euskadi a través de las televisiones del ámbito internacional
y del intercambio de materiales entre la Radio/Televisión Vascas y las emisoras
de otros países. Llevábamos muy pocos años de gobierno y los medios de
comunicación vascos ni siquiera estaban pensando en aquel momento que su
internacionalización podría ser posible; los debates se centraban más bien en
para qué queríamos una televisión en euskera: para comunicar y entretener o más
bien como instrumento de “euskaldunización”. Posteriormente se creó el canal
ETB-2 en castellano. Recuerdo que algunos años más tarde le hablé de ti y de
estos planteamientos a un amigo que ostentaba el cargo de Director General
y su respuesta fue textualmente: “Yo no
fui nombrado para eso”. En nuestros encuentros de años posteriores más de una
vez hemos comentado este tema. Tú, una vez más, no le dabas mayor importancia.
Pero aún así, me complace recordártelo, porque, entre otras razones, aquellas
tus ideas las recuerdo como vaticinios de que lo en años posteriores ha
sucedido.
Pero no sólo hablábamos de Euskadi. Perú era también uno de
nuestros temas preferidos. Y correspondiste más que sobradamente a mis
curiosidades sobre la situación socio-política de este gran país: de sus Partidos Políticos, de los
diversos Gobierno, de la situación económica, del Sendero Luminoso, de las
poblaciones marginales, de los sectores indígenas, de tu vida de destierro en
Chile, México y Panamá, de tus relaciones con Fidel Castro, con Vargas Llosa,
etc, etc. Tu actitud de respuesta me resultó sumamente agradable e interesante.
Si me permites proseguir con mi confesión de recuerdos, hablaré de todo ello,
aunque en primer lugar quiero resaltar en qué medida me afectaron tus
comentarios sobre las formas de vida de las poblaciones marginales.
La verdad es que tenía algunas referencias, aunque lejanas,
por mis años de formación juvenil en la Congregación de los Padres Pasionistas.
Me sonaban a familiares los nombres del Moyobamba y Yurimaguas. Pero tus
pedagógicas charlas me sirvieron para la gestión que años más tarde desarrollé
como Director de Cooperación al Desarrollo. Ambos coincidíamos en que el modelo
de desarrollo que practicaban las Organizaciones No Gubernamentales no era ni
mínimamente suficiente para el desarrollo de los países, en general, y del
Perú, en concreto; pero ambos entendíamos que su discurso de la solidaridad era
loable. Con esta perspectiva en estos años de mi gestión político-humanitaria
en el Gobierno Vasco, Perú fue –y lo digo con orgullo- uno de los países que
mayor financiación recibió: entre 1988 y 1996, las ayudas concedidas por el
Gobierno Vasco para la financiación de proyectos de cooperación superaron la
cuantía de 6.500.000 euros. (Como anécdota curiosa, quiero comentarte que una
de estas organizaciones estaba dirigida por un sacerdote muy amigo de Fujimori.
Un día me llamó brindándome la posibilidad de una entrevista con el Presidente.
Puedes imaginar mi poco interés de sacarme una foto con él, y, por supuesto, la
respuesta fue negativa).
No sé si recuerdas que un día me preguntaste por qué no
viajaba más veces a Perú, y en concreto por qué nos inspeccionaba personalmente
los proyectos de Cooperación que financiábamos desde el Gobierno Vasco. Como
buen profesional del periodismo que eras, te gustaba indagar todo. Y mi
respuesta fue a lo vasco, tan de frente como tu propia pregunta, carente de
todo aspecto protocolar: “a los amigos que han recibido ayudas de presupuestos
públicos hay que inspeccionar de la misma forma que a los desconocidos que han
accedido a los mismos”. Y aunque siempre cuesta más tener que enfrentarse, en
su caso, con los amigos, sentía la necesidad de total libertad para la toma de
mis decisiones. Aunque me resultara doloroso; aunque, como tú mismo afirmas en
tu Huellas de un destierro, “estar obligado a publicar una noticia o un
comentario que afecta a un amigo produzca desgarros enormes”. Por eso los
proyectos de cooperación de Perú fueron inspeccionados por el técnico de la
Dirección, Ángel Vázquez”, que en alguna oportunidad le saludaste. El amor a la
transparencia y la actuación desde la libertad fueron dos lecciones que aprendí
de tu vida.
Me llamó siempre la atención está tu virtud. E incluso me permití plantearte en una
oportunidad algunas preguntas personales sobre tus relaciones con Vargas Llosa
y sobre lo que tú pensabas de él. Previamente, te comenté que me encantaba como
escritor, que había leído algunas de sus obras, pero que mantenía mis
prejuicios sobre sus ideas respecto a los derechos políticos de los pueblos
indígenas. No entendía aquel comentario de Ronald Wright en su Continentes
Robados: ”Los antiguos peruanos, según Vargas Llosa, estaban cautivos por su
rey-dios que, sin instrucciones en sentido contrario, simplemente estaban ahí y
se dejaron matar por los conquistadores. Estos trajeron a Perú la perla de la
libertad individual; (…) los pueblos indígenas que habitan en Perú en la
actualidad deben ser dejados a un lado en nombre del progreso, porque la
modernización es sólo posible mediante el sacrificio de las culturas indias”160.
Evidentemente, tú conocías mi ideología y el recorrido histórico del
Partido Nacionalista Vasco, defensor siempre de los derechos humanos
individuales y colectivos de los Pueblos sin Estado; y no dudaste en mojarte en
la respuesta: “Josu, si un día te encuentras con Mario, no le hables del
nacionalismo vasco; no os aprecia en absoluto y debe mucho a España”. Y, con el
comentario irónico de “a quién no nos gusta el dinero” pasamos a hablar – lo
recuerdo como si lo fuera hoy mismo- del nacionalismo vasco, de sus
aspiraciones de Paz, de nuestros deseos de que el mundo se percate de una vez
para siempre de que las reivindicaciones políticas seculares del nacionalismo
democrático no tienen nada que ver con ETA, ni el tiempo, ni en las
estrategias, ni en los fines.
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FRANCISCO IGARTUA, REFLEXIONES ENTRE MOLINOS DE VIENTO |
Fue así aquella nuestra conversación. Pero posteriormente me
he reencontrado contigo en tus Reflexiones entre molinos de viento cuando
comentas, al contrario de la opinión de Vargas Llosa, que crees “que el Perú es
un país desintegrado, desvertebrado, que no logra a constituirse en nación, con
un problema central insólito: el problema del indio. (...) Tan denigrante
situación tiene responsables bien visibles. Son los hombres que heredaron el
poder colonial y no supieron o no quisieron cumplir su deber de ser clase
dirigente de la República. Y esta clase, que no tuvo ni talento ni voluntad de
dirigir, sigue siendo hoy uno de los principales obstáculos para que Perú
inicie el camino de ser nación”. Incluso citas a Carlos Mariátegui que en 1908
escribió aquello de “La cuestión social del Perú es la cuestión indígena,
aunque piensen lo contrario los elocuentes cultivadores del socialismo de
importación”. No, yo no poseo conocimientos suficientes como para llegar a
tales conclusiones. Pero me alegro de volver a releer estos escritos y
contrastar la opinión de D. Mario Vargas.
El tema de la Paz era otro de los temas reiterativos de
nuestros encuentros en Euskadi. Tú me preguntabas sobre ETA y el sector social
que supuestamente le apoyaba; yo, por mi parte, te preguntaba sobre movimientos
terroristas en América Latina y en concreto sobre el Sendero Luminoso. Muchas
de nuestras perspectivas eran coincidentes, y no sabes cómo me halagaban tus
comentarios, sobre todo cuando refiriéndote a Euskadi usabas el adjetivo
NUESTRO. En una de las páginas de Francisco Igartua, Oiga y una pasión
quijotesca he vuelto a encontrarme con uno de éstos cuando afirmas: “Sin ETA,
Euskal Herria sería capaz de hacer frente a los habituales ataques españoles y
los derechos de NUESTRO pueblo serían reconocidos en todo el mundo. Pero con
ETA, la opinión del mundo se vuelve en nuestra contra”.
Los vascos en general, y en particular quienes entendemos el
nacionalismo como una ideología que desde finales del siglo XVIII –casi cien
años antes de que Sabino Arana fundara el Partido Nacionalista Vasco-,
reivindica sobre todo el desarrollo de la DEMOCRACIA en su sentido más amplio y
profundo, es todo un honor contar amigos como tú, de ascendencia vasca, que
sentís a esta Tierra Vasca como propia, que nunca has tenido reparo alguno a
contar públicamente que las veces que viajabas a Europa, pasabas por Oñate
porque para ti “era una gran oportunidad de volver a mis raíces”. En alguna
parte he leído que tu biografía no puede escribirse sin tus referencias a
Euskal Herria, por mucho que el amigo Mario Vargas te dijera que sobraban las
páginas vascas de tus memorias. Evidentemente, tú nos demuestras que los
sentimientos patrios a veces no desaparecen
ni en el transcurso de las generaciones, ni por mucho que se viaje. Como
te dije en alguna oportunidad, el nacionalismo no es una enfermedad que se cura
viajando. Por lo menos en ti y en mí, cuanto más hemos viajado, más hemos
apreciado nuestras raíces vascas, y peruanas, al mismo tiempo que más han
crecido en nuestras vidas los sentimientos de solidaridad con el resto del
mundo. Personalmente te diré que nunca he entendido que la solidaridad
internacional nos exija renuncia alguna del amor a nuestra Patria. Como nunca
he entendido que para amar lo propio haya que odiar lo ajeno.
Como ves, te redacto mis recuerdos sin ningún orden
cronológico. Intento resumirlos temáticamente, como si todos ellos fueran exponentes de una conversación entrañable de
dos amigos durante todo un día. La verdad es que nuestra relación de amistad,
más allá de lo que cada uno representábamos institucionalmente, se fundamentaba
en aspectos que de alguna forma resultaban coincidentes en nuestras vidas:
teníamos amigos comunes en México y Chile, habíamos vivido nuestras
experiencias particulares en Cuba, habíamos atravesado por algunas
circunstancias políticas peculiares, aunque en tu caso mucho más graves que en
el mío de haber padecido un interrogatorio policial de ocho horas por estar preparando una
publicación de un método de aprendizaje del Euskera (lengua vasca) , etc. De
ahí que conversamos frecuentemente de la persecución política que habías
padecido tantas veces en Perú, de tu exilio en México o Panamá y de tus
relaciones con grandes amigos de la Colectividad Vasca como Martín García
Urteaga.
No menos recurrido nos resultaba el tema de Cuba: nuestras
estancias en Cuba, encuentros con Fidel Castro (en mi caso tres veces) o con
diversos lideres de la revolución cubana, de los posicionamientos sobre Cuba de
los escritores como García Márquez, Vargas Llosa, Bryce Echenique, Jorge Edwars
o Julio Cortázar, de la polémica de éste, Oscar Collazos y Vargas sobre
Literatura en la revolución y revolución en la literatura, sobre el quehacer
del escritor ante el avance en el perfeccionamiento de valores estéticos y ante
los movimientos revolucionarios, etc… En verdad, las horas transcurrían sin danos
cuenta, preocupados no tanto de los conceptos estéticos de estos escritores,,
al menos por mi parte, sino de sus ideas sociales.
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TEXTO SOMETIDO A APROBACIÓN DE LA ASAMBLEA
DEL II CONGRESO MUNDIAL DE COLECTIVIDADES VASCAS
POR FRANCISCO IGARTUA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD. |
Pero, volviendo a mis recuerdos, este tema de “nuestras raíces” era uno de los
temas sobre el que reflexionábamos en
los congresos cuatrienales que el Gobierno Vasco organizaba junto con los
Centros Vascos. Si mal no recuerdo tú participaste en dos de ellos, con
asistencia de representantes de más de veinte países. Todos sentíais el honor
de la doble pertenencia: a Euskal Herria y al País de vuestra residencia
habitual, superando, como diría Amin Maalouf en Identidades Asesinas “esa
concepción (de identidad uniformista) heredada de los conflictos del pasado que
sigue dominando en el mundo entero”. Fruto de estos encuentros internacionales
fue la declaración del Congreso del 2003, que textualmente dice: “Los
representantes de los Centros Vascos presentes en el Tercer Congreso Mundial de
las Colectividades Vascas declaramos nuestro doble sentimiento de identidad y
pertenencia a este Pueblo Vasco y al País en residimos”.
En años posteriores a la muerte del General Franco algunos
socios de los Centros Vascos se planteaban qué eran: vascos o argentinos,
vascos o peruanos, vascos o... Más de una vez llegué a escuchar aquello de aquí
me consideran vasco y cuando voy a Euskadi me tratan como americano. Tú y yo no
teníamos ese problema: teníamos el convencimiento de que vivir con normalidad
los sentimientos de pertenencia a dos nacionalidades. Y con esa naturalidad que
te caracterizaba, usabas expresiones como “mis raíces vascas” o “nuestro Pueblo
Vasco”. Y en el Congreso Mundial de las Colectividades Vascas de 1995 iniciaste
su intervención sobre Euskadi y su imagen afirmando “solo me cabe decir que los
vascos de ultramar debemos agradecer esta ley (8/1994, de 27 de mayo) que nos
incorpora a la sociedad de este país”.
He vuelto a releer el texto de tu intervención. He visto en
él a mi amigo Paco con su eterna actitud de renuncia al autohalago: dices que
habías “sido invitado al Congreso como acompañante de la delegación del Perú”.
Pero ésta no es la verdad: tú fuiste invitado por el propio Lehendakari
(Presidente vasco), de acuerdo con el artículo 13-3 de la ley que citas, que
textualmente dice: “También podrás asistir al Congreso en calidad de invitados
por el Lehendakari del Gobierno Vasco otras personalidades o representantes de
instituciones vinculadas a las colectividades vascas”.
Para mí tu intervención fue realmente excelente: yo había
promovido la ley 8/1994 citada y en los considerandos de la misma se dice que
“el primer centro vasco de América es el de Montevideo, fundado en 1876”. No
soy historiador y era la información que tenía,
hasta que no demostraste lo contrario aportando el “documento que reza
así: “Por cuanto en la Congregación que tienen fundada los caballeros
hijos-dalgo que residen en esta Ciudad de los Reyes del Perú, naturales del
Señorío de Bizkaia y Provincia de Gipuzkoa y descendientes de ellos, y los
naturales de la Provincia de Alava.Reino de Navarra y de las cuatro villas de
la costa de la Montaña... en el convento del Santo San Francisco de esta
ciudad, en la capilla que tiene advocación el Santo Cristo y Nuestra Señora de
Aránzazu, (Oñate), a quien se dio principio por los años 1612...”. Y prosigues:
“Se trata de las nuevas ordenanzas que la “Ilustre Hermandad Vascongada de
Nuestra Señora de Aránzazu aprueba el doce de abril de 1635, en la misma Ciudad
de los Reyes, hoy conocida por Lima, con los siguientes miembros: 35 de
Gipuzkoa, 49 de Bizkaia, 9 de Navarra, 7 de Alava y 5 de las cuatro villas de
la Montaña, con la siguiente declaración: “Se ordena para mayor decoro de esta
Congregación, que todos los que hubiesen de ser recibidos en ella sean
originarios de las partes y lugares referidos...a fin de ejecutar entre sí y
con los de su nación obras de socorro mutuo”. Hoy debo agradecerte una vez más
tu aportación, por lo me ayudaste –a mí e incluso a los propios historiadores–
a corregir y mejorar los conocimientos de la historia de la presencia vasca en
el ámbito internacional: Eskerrik asko! Muchas gracias!.
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FRANCISCO IGARTUA, SIEMPRE UN EXTRAÑO |
No quisiera dejar de referirme en este recordatorio la
presentación en Bilbao de tu libro Siempre un extraño. Permíteme que te lo
recuerde no como testimonio de las gestiones que realicé, sino como exponente
de nuestra amistad. Me bastó tu comentario de la publicación para brindarme a
realizar gestiones oportunas para que la sociedad vasca lo conociera a través
de un acto en la institución académica más importante de esta capital vizcaína:
la Universidad de Deusto. Recurrí a ésta, contacté con la Doctora Rosa Miren
Pagola, Directora del Instituto de Estudios Vascos y esposa de quien fuera
Diputado de Cultura de la Diputación (Gobierno de la Provincia) de Bizkaia, Dr.
Tomás Uribetxebarria (por cierto, nacido en Oñate) y pudimos realizar la
presentación de tu obra. En esta oportunidad tuve el honor de conocer a Alfredo
Bryce Echenique y de gozar de aquel tan humorístico discurso suyo, en el que
entre otras intimidades, contó cómo fue la pedida de mano para tu matrimonio
con su hermana, de la reacción de quien sería tu suegro, “con pistola en mano”,
y de la intervención de Alfredo diciéndole: “Papá, déjalo entrar, porque
dejarle entrar es la mejor forma de que pueda salir”. Junto a mí estaba tu
señora o tu cuñada –no recuerdo bien–, que desgañitándose de risa no hacía más
que repetir: “Es mentira, es mentira”. Fue un acto académiso hermoso, con una
asistencia de público bien numerosa. Te lo merecías.
Podría proseguir rememorando muchísimas anécdotas más. Pero
no quisiera finalizar sin una referencia a las tres dedicatorias manuscritas de
tus tres libros: en Siempre un extraño, me decías “A Josu Legarreta, con
esperanza de que lo disfrute”. Lo has
logrado reiteradas veces; en Huellas de un destierro me halagaste sobremanera
condecorándome con el título de “Buen Amigo”; y en Reflexiones entre molinos de
viento tus palabras de “A Josu Legarreta, con calurosa amistad le dedico el
capítulo sobre Unamuno” eran exponentes de nuestra afición común de leer y
releer a este gran pensador y escritor vasco.
Querido Paco: No sé si existes en alguna parte. Pero con mis
recuerdos he pretendido resucitarte, para que eternamente vivas en nuestra
memoria. Tus libros los conservo como reliquias, en la parte central de mi
biblioteca, junto a obras de Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Borges, Vargas
Llosa, Jorge Edwars, Mario Benedetti, Ortega y Gasset, Pablo Neruda, Octavio
Paz, Hans Küng, Sándor Márai, Bryce Echenique, Carlos Fuentes, Julio Cortazar,
etc... De verdad: te siento cerca.
158. Jhon Bazán Aguilar, Francisco
Igartua, Oiga y una pasión quijoteca, Fauno Editores, Perú, 2010.
159. Mario Benedetti, Perplejidades
de fin de siglo. Seix Barral , Buenos Aires, 2000, pág. 13.
160. Ronald Wright, Continentes
Robados, Anaya & Mario Muchnik, Madrid 1994, pág. 19.
JOSU LEGARRERA BILBAO, “Sentimientos compartidos –De mayo del
68 al otoño en libertad” -Ensayo-, Editorial La Oveja Negra Ltda., y Fundación
Centro Vasco Euskal Etxea Colombia.
Edición Octubre 2011.