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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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miércoles, 17 de junio de 2009

SEBATIAN SALAZAR BONDY - Oiga 8/07/1966


Oiga – Portada y Págs. 20 y 21

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SEBASTIAN SALAZAR BONDY

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EN LA CULTURA

El día 4 de julio –primer aniversario de la desaparición de nuestro inolvidable colaborador Sebastián Salazar Bondy– se efectuó una romería a su tumba del cementerio El Ángel. Numeroso público acudió a ese acto de homenaje y recordación, que testimonia la huella honda que a su breve paso por esta vida dejó el autor de tantas obras en vías de convertirse en clásicas de nuestras letras. Familia­res, periodistas, escritores, amigos y admiradores de Sebastián for­maron el compacto grupo que visitó su última morada.

El mismo día, a las 7 de la noche, en nuestras oficinas de redac­ción se descubrieron dos magníficas ampliaciones –una de Sebas­tián Salazar Bondy y otra de Juan Sardá–, las cuales presidirán los afanes cotidianos, las alegrías y tristezas, las inquietudes y nerviosas búsquedas que a todos los miembros de esta casa –gran familia cívica– nos cuesta la semanal y puntual aparición de OIGA.

Familiares de Sebastián Salazar Bondy y de don Juan Sardá es­tuvieron presentes, y a la esposa y al hijo de los extintos –respec­tivamente– correspondió el descubrir las fotografías que perpetúan y mantienen vivo el recuerdo de nuestros dos grandes desaparecidos.

Palabras de nuestro director y de José Alvarado Sánchez –finí­simo poeta y diplomático sin tacha– precedieron la realización del emotivo y simbólico acto.

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DIOS Y SEBASTIÁN
por H. GRIFFITHS ESCARDO


LO casé con Irma y bauticé a Ximena. Es­tos fueron los contactos oficiales a través de la Iglesia con Sebastián. Nuestros contactos humanos fueron numerosos y re­lativamente frecuentes. Nunca en ellos logré encontrar el hondo ateísmo que muchos le atribuyeron a Sebastián. Nunca incluso en nuestras conversaciones tuvo alguna frase desagradable y dura contra las cosas en que yo creo fuertemente. Eso era indigno de él. Estaba hecho siempre de un profundo respe­to por la dignidad de los demás y cultivaba fervorosamente el amor a la libertad de los otros. Mucho conversamos con Sebastián de cosas, personas e instituciones. Coincidimos frecuentemente en las críticas, incluso de he­chos y personas adjetivas de la Iglesia, pero siempre se mantuvo afectuosamente asoma­do a lo esencial. Recuerdo su interés y su afán –los afanes de Sebastián– de tener en la cabecera de su cama al “Taitacha”, Señor de los Temblores cuzqueño. Y lo consiguió.

En su vida, y en su actuación, Sebastián fue, para mí, profundamente cristiano –en que el cristianismo tiene y posee de culto a la verdad y de vivir en lo auténtico. Su sensibilidad por los demás, unida a un cari­ño fraternal por ayudar, lo muestra íntegra­mente identificado con los valores esenciales de la doctrina de Cristo.

Sebastián combatió siempre –y se le lla­mó amargado–, la hipocresía, la falta de línea, la venta a intereses y situaciones. No dudó –y lo realizó plenamente– en expo­nerse, incluso, al hambre antes de prostituir su verdad y sus convicciones. Muchas veces podíamos y debíamos estar en desacuerdo con él. Pero todo quedaba mitigado por su desprendimiento, por su entrega a sus ideas, y porque en medio del cambio de opiniones estaba su exacto sentido humano, su auscul­tar la sensibilidad ajena y su comprensión sonriente y cálida.

Días antes de morir, me entregó su foto­grafía con esta dedicatoria, que me sirve co­mo lema y estímulo en mi mesa de trabajo: “A Harold que sirve a Dios porque sirve al Hombre”, Dios y Hombre con mayúscula.

¿Se puede entonces presumir de los ateis­mos o las amarguras de Sebastián?

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SEBASTIÁN RECHAZO EL PACTO
por FRANCISCO MONCLOA


SEBASTIAN era implacable. Y tenía razón. Muchas veces nos deteníamos en las ca­lles limeñas y me mostraba conmovido el cuadro de un mendigo habituado a su mise­ria en medio de la despreocupación egoísta de las gentes que transitaban a su lado. Casi gritaba: “ni siquiera ven el horror que ellos mismos producen”. Y extendía los brazos pa­ra acusar a todos.

Otra noche, ante la pregunta con que lo emplazó un antropólogo extranjero, recono­ció: -sí, los intelectuales vivimos en un me­dio burgués. Y esa es nuestra contradicción. Yo trato de resolverla afirmando mi posición en cada instante, para que la burguesía que nos acosa con sus halagos y amenazas y mi propia necesidad de subsistencia, sepan que no me doblegaré. Cada afirmación mía es respondida por una agresión, por un ase­dio que reclama la capitulación. Al final quedaré al margen.

Sí, Sebastián rechazó el pacto impuesto. Aquel pacto que permite sobrevivir a otro a cambio de su silencio o complicidad. An­tes de cumplir sus 30 años había sido un es­critor exilado, como califica Vargas Llosa a aquellos que encuentran en la fuga, intelec­tual o física, la salida frente al reto de su realidad. Pero justamente a la edad en que los hombres del Perú comienzan a doblegar­se ante la presión del medio corruptor que sitia blanda pero insistentemente la esperan­za y la angustia de los rebeldes, Sebastián comprendió al Perú, se incorporó a él, se identificó con él, tomó partido. Dejó de ser el escritor exquisito para enclavar sus lar­gas piernas en medio de la plaza céntrica y acusar a los bárbaros, a los tímidos, a los egoístas, a los que se inclinan y detienen en la batalla, a los que perdonan a los amos para ser perdonados por los amos.

Se unía a las columnas que emergían en la lucha, pero seguía su camino cuando sus momentáneos compañeros titubeaban y mi­raban hacia atrás. Y en cada oportunidad, como si la frustración de los otros reclama­se de él una actitud más tajante, Sebastián radicalizaba su mensaje. La única forma de mantenerse enhiesto en medio de la tibieza.

Sebastián quería creer en los hombres que cantaban la esperanza. Lo necesita porque el Perú necesita de la esperanza. Y por creerlo, erré alguna vez: el canto que entonaban esos hombres no era auténtico. Entonces levantó el arma y golpeó violentamente.

Amó a Cuba e hizo suya su epopeya, no sólo porque amaba a la Revolución Cubana, sino porque sabía que era la antítesis del acomodo limeño. Cuba comprometía y Se­bastián no admitía la componenda. Cuando semanas antes de su muerte hubo quien lo convocó a colaborar con una institución dis­frazada de liberal y progresista, Sebastián le respondió: “publíquenme un libro. Se llama­rá “Por qué creo en la Revolución Cubana”. Era demasiada condición para el invitante. Había sido medido con la regla de Sebas­tián con aquella medida que rechazaba los matices encubridores de debilidades y opor­tunismos.

Llegó al socialismo por amor a la solida­ridad humana. Llegó por amor al hombre y por ocio a la injusticia, llegó con la alegre decisión de otear mundos mejores. Y des­pués de creer, hurgó en las páginas el sus­tento intelectual.

Nunca admitió el sectarismo. Recuerdo su indignación cuando alguien le acusó de par­ticipar en un encuentro internacional de es­critores en el que también se habían senta­do representantes de los Estados Unidos. “No permito a la policía que indague sobre mis decisiones. Tampoco se lo permitiré a uste­des”. Sebastián era muy superior a la con­signa. Y de su actitud no había derecho a dudar.

Sí, Sebastián rechazó el pacto. A él no lo derrotaron ni lo ablandaron. De él no logra­ron hacer un silencioso. Y tal vez cuando la muerte lo arrancó del combate, sus enemi­gos, los claros y los emboscados, los que crean la miseria y la injusticia y aquellos otros que criticándola se adhieren o tratan de justificar su conformismo y debilidad con razones tácticas, los que sonríen y abren los brazos para atraer a los que denuncian y aquellos que no resisten la tentación del abrazo que silencia, todos, uno; otros, tal vez sintieron un alivio. Pudieron, entonces acogerlo en la fama.

Pero por sobre su prestigio de escritor y poeta, Sebastián es un símbolo. Un símbolo de la intransigencia contra la blandura y el temor, de la valentía contra la cobardía, del sacrificio contra el cómodo allanamiento de la palabra entera frente a la media palabra, de la protesta frente al silencio cómplice. Y su actitud es la mejor de sus obras.

NOTAS Y COMENTARIOS - Sebastián, la cultura - Juan Gargurevich Regal - Universidad Nacional Mayor de San Marcos





NOTA Y COMENTARIOS
Sebastián, la lectura
JUAN GARGUREVICH REGAL
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

jgargure@pucp.edu.pe


Los dramaturgos dicen que siempre fue suyo; los periodistas insisten que nunca salió de la redacción; los poetas no dudan en colocarlo en sus filas; los críticos de arte lo pretenden; los políticos de izquierda alegan que fue, por sobre todo, hombre de filiación y de fe, socialista ardoroso: los sociólogos aseguran que nadie describió antes tan bien a Lima y lo limeño. Y él mismo decía que hubiera preferido ser actor.

Todos reclamas a Sebastián Salazar Bondy y tienen razón. Lástima que siguió el destino de los igualmente precoces Mariátegui, Valdelomar y murió en 1965 a los escasos 41 años, convertido ya en el más importante periodista y animador cultural que hemos tenidos.

La noticia de su muerte sacudió a Lima y su entierro fue multitudinario. Las notas periodísticas, lamentando su desaparición, se sucedieron en diarios y revistas hasta sobrepasar el centenar. Todos se sintieron obligados a decir algo.

José María Arguedas era el director de la Casa de la Cultura en esa época y no halló mejor manera de rendirle homenaje que llevar sus restos a su local institucional, en la plazuela San francisco, una antigua casa colonial restaurada en evocación de los tiempos coloniales que precisamente el ilustre fallecido detestaba. Por eso su principal biógrafo, Hirschhorn, se quejaría de la decisión: “….Qué lugar menos apropiado

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para el hombre que fustigó el mito de la Arcadia colonial! ¡Qué mentira para el hombre que simbolizaba la integridad cultural del Perú…”.

Delante de su féretro hablaron Alberto Ruiz Eldredge, por el Social Progresismo: Abelardo Oquendo y José Miguel Oviedo, por sus amigos; Alberto Tauro del Pino, por la Biblioteca; Estuardo Núñez, por San Marcos. Y por la Sociedad de Escritores, de la que Sebastián era vicepresidente, habló Washington Delgado, quien lo describió así:

Todos los géneros pasaron por su pluma inagotable: la comedia, la tragedia, la farsa, el ensayo. La crítica literaria, el cuento, la novela, la fábula, la poesía rimada, el verso libre, la prosa poética. No sólo escribió para la escena o para el libro, se prodigó también la revista y el periódico, y tuvo tiempo, todavía e inexplicablemente, para dictar conferencias y asistir a congresos y encuentros de escritores donde siempre brilló su ingenio, la belleza de sus palabras y la hondura de sus ideas…
(...)

Vivimos en edades oscuras, ha dicho gráficamente, exactamente Bertold Brecha. Y porque vivimos en la oscuridad, buscamos y nos agrupamos en derredor de las pocas luces que, heroicamente, aparecen. Nos reunimos, como ahora, ante quien encendió su lámpara y la elevó y mantuvo en alto y al morir nos la deja para que la alimentemos con el mismo fervor suyo y no dejar que nunca se apague.

Los escritores del Perú lamentamos la temprana muerte de Sebastián, el vacío que deja hoy para mañana, para siempre. Pero nos consuela saber que su recuerdo no será un nombre vano que el tiempo difumine y borre porque su recuerdo está encarnado en una obra literaria grande, hermosa y profunda que los años habrán de acrisolar continuamente.

Pocos tan limeños como Sebastián, que conoció tanto la ciudad que trazó su retrato más certero y descarnado en el célebre ensayo “Lima la Horrible”, reconociendo que Lima “hizo a su autor e hizo su aflicción por ella”.

En junio de 1965, a pocos meses de su muerte, improvisó una autobiografía en el tantas veces recordado Primer Encuentro de Narradores Peruanos, en Arequipa. Y contó de su barrio, su familia, amigos y viajes. Leamos algo de su relato.

“Nací en la calle Corazón de Jesús, en el barrio de La Chacarilla, en Lima, al lado de la Iglesia de los Huérfanos, en el corazón de la ciudad. Mi hogar fue un hogar de la clase media, un típico hogar de la clase media, formado por familias que venían de la provincia, viejas familias propie-

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tarias, pauperizadas por la invasión imperialista y, también, por la vida de lujos, de pompa, de señorío aristocrático que habían llevado en seis propias tierras natales. Y también desciendo de emigrantes franceses, posiblemente, si los pruritos tos genealógicos de un primo o no han fra­casado, de una familia judía del ghetto de Praga. Mi padre emigrado del Norte, de Chiclayo, se hizo de una relativa posición social y económica en el comercio, que hizo crisis alrededor de 1933, con una quiebra y con su muerte.

Aquí también habló del colegio San Agustín del que hizo mayores referencias en Lima la Horrible) y del “mundo de las represiones, de las inhibiciones, de las prohibiciones, de los prejuicios (...) Es alrededor del quinto año de primaria, cuando tendría yo 10 ú 11 años, cuando aparece en mí una necesidad de expresión que cumplí escribiendo poesías y novelas ocultamente y que mis profesores no descubrieron jamás”.

Fue precisamente en aquel colegio en que conocí Sebastián (lo llamaremos así de ahora en adelante) hacia el año 1951 –si no recuerdo mal. Los mayores editábamos la revista “Mundo Agustiniano” reunidos en una pequeña habitación con estantes donde reposaba la colección de “Mundos” anteriores.

Un día entró el padre Benito, el director, acompañado de ese joven delgado y elegante y nos dijo que era un ex alumno, poeta y periodista, que había colaborado con la revista hacía años y que quería buscar algo en la colección.

–Aquí publiqué algunos materiales, vengo a ubicarlos --nos contó el visitante luego de saludarnos con cordialidad inesperada. Supimos luego que en “Mundo Agustiniano" también habían publicado su hermano, el filósofo Augusto, y el poeta Alejandro Romualdo Valle.

Nunca me olvidó. Las pocas veces que volvimos a conversar me saludó, afable, diciendo “Ajá, el agustino”. Yo tampoco, por supuesto, porque nos había unido la experiencia de curiosear, en años distintos, por los umbríos y silenciosos claustros agustinos, encontrar la sacristía de la iglesia y ver en un rincón oscuro la aterradora escultura “La Muerte” de Baltasar Gavilán, un esqueleto que levanta el arco y tensa una flecha para el siguiente que llevará al Infierno...

Pero lo vi en muchas ocasiones porque el centro de Lima era pequeño y los periodistas frecuentábamos los mismos lugares, encontrándo‑

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nos con frecuencia. Era fácil encontrarlo en cafés como el Dominó de las Galerías Boza; el Hueco de la Pared, en la calle Jesús María, donde lonchaba el Bar Zela en la Plaza San Martín; el café San Martín un poco más allá donde reinaba el turrón de Doña Pepa, el café Viena, reino de los pintores; y claro, en la legendaria librería de Juan Mejía Baca y la vecina Panadería y Pastelería Los Huérfanos.

También pude verlo en la Plaza San Martín, en febrero de 1956, en un agitado episodio de la política nacional. El presidente Odría había mandado asaltar el diario La Prensa, en el jirón de la Unión, y ordenado apresar a su director Pedro Beltrán y a todos los redactores, acusándolos de subversión. Y los periodistas de La crónica (entonces en la Av. Tacna) llegamos corriendo a tiempo para ver cómo conducían a un apretado grupo de colegas hacia la cárcel. Entre ellos, entonando con energía el Himno Nacional, estaba Sebastián. Todos terminaron en la isla penal El Frontón por una breve temporada.

–“Agustino, pregúntale algo” –me dijo cuando un puñado de periodistas nos sentamos alrededor del actor francés Jean Vilar, que visitaba Lima con su compañía. Era una conferencia de prensa en el Hotel Bolívar y Sebastián, amigo del artista, traducía preguntas y respuestas.

Pocos años después, hacia 1962, lo entrevisté en su casa, cerca del cine Canout , en Miraflores, para una revista institucional que publicaba la Backus y Johnston y pude entonces conversar con el afamado colega por un par de horas; y conocí a su esposa Irma y a su liadísima hija, Ximena.

Sebastián y Augusto Salazar Bondy estuvieron entre los fundadores y animadores del Movimiento Social Progresista, de izquierda independiente no prosoviética, que tuvo presencia importante en el proceso electoral de 1956. Su local quedaba en el jirón Chincha y se reunían allí para planificar acciones y comer.

Efraín Ruiz Caro, también fundador del MSP, contaba que un día alguien tocó la puerta con insistencia a la hora del almuerzo y Luis Felipe Angell, Sofocleto, quien por entonces era miembro del Movimiento, asomó a la ventana para averiguar quién interrumpía:

—¡Qué pasa!

–Por favor, el señor Salazar Bondy…

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El ingenioso Sofocleto no lo pensó dos veces y contesto:

-¿Cuál de ellos? ¿El que piensa o el que escribe?

Sebastián solo tenía 22 años cuando fue llamado por Matilde Pérez Palacio para dictar el curso “Principios de periodismo y Redacción de originales" en el novísimo Instituto de Periodismo de la Universidad Católica, en 1946.

Doña Matilde quería los mejores profesores y le recomendaron a ese joven que era ya un veterano de la crónica y la columna.

Y es que Sebastián, que había concluido el colegio a los 16 años, ingresó a la Universidad de San Marcos, se aburrió del Derecho y buscó trabajo en el periodismo, ingresando por primera vez a La Prensa en 1944. La dirigía Guillermo Hoyos Osores y era la época en que el diario de Baquíjano no daba tumbos, pues todavía no lo haba asumido Pedro Beltrán. A los pocos meses ya era el Jefe de Redacción porque era difícil encontrar en el medio a alguien de la lucidez y capacidad de trabajo de ese joven capaz de redactarse el diario entero.

Pero La Prensa decidió apoyar la candidatura del Mariscal Eloy Ureta, para las elecciones de 1945 y Sebastián, que era partidario de José Luis Bustamente y Rivero, se vio obligado a renunciar.

Para completar el presupuesto asumió cursos de literatura e historia en los colegios Italiano, Guadalupe, Lord Cochrane. Poco después su nombre estará en las revistas El Mundo, Jornada. Será jefe de Redacción de Turismo y después redactor principal del nuevo diario La Nación.

Todavía persistirá en la enseñanza con el curso de literatura de la Escuela Nacional de Bibliotecarios, seguramente llevado por Jorge Basadre, a quien había asistido por una temporada en la etapa de reorganización y construcción de la nueva Biblioteca

Y en medio de esa casi febril actividad laboral –que llamaba la aten­ción por su aspecto aparentemente frágil– frecuentaba los círculos ar­tísticos junto con sus nuevos amigos Sologuren, Eielson, Blanca Varela su esposo Fernando Szyslo, Emilio Adolfo Westphalen, José Bresciani prepara y publica la antología La poesía contemporánea del Perú.

En 1946 su vida de periodista y poeta dio un vuelco porque llegó a Lima la famosa compañía teatral de la gran republicana exiliada Margari­ta Xirgú, que traía nada menos que a Santiago Ontañón, el escenógrafo de García Lorca. En el elenco brillaba la talentosa actriz Inda Ledesma,

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de quien Sebastián se enamoró como un colegial. Y así también reafir­mó su pasión por el teatro escribiendo Amor, gran laberinto que mereció el Premio Nacional de Teatro al año siguiente.

Pero Lima no tenía suficiente espacio para desarrollo de una actriz como la. Ledesma. Y entonces decidieron vivir en Buenos Aires.

Un intelectual de su envergadura no podía pasar desapercibido y muy rápido se vinculó con literatos de su generación, como julio Cortá­zar, y exiliados españoles, escribiendo para el diario La Nación y trabajando de planta para la Editorial Losada. Y de paso, asistiendo a cursos libres de filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires.

Contó alguna vez que cuando llega paso momentos muy difíciles. Urgido de dinero debió vender hojas de afeitar como ambulante; luego logró una plaza de corrector de pruebas y finalmente ingresó al diario citado.

Publicó dos poemarios, fue llamado a escribir a la célebre revista Sur de Victoria Ocampo, pero su aventura bonaerense llegó a su fin; la unión con la actriz no marchaba y decidieron que era mejor poner fin a la relación.

Regresó entonces a Lima poniendo su mayor interés en el teatro; y tanto, que el Ministerio de Educación lo contrató, en 1950, para reorganizar la Sección de Teatro. En años sucesivos estrenará varias obras y obtendrá nuevamente el Premio Nacional de Teatro por su drama Rodil.

Y por supuesto sigue escribiendo de todo lo relativo a la cultura desde la Página Editorial de La Prensa, a la que reingresó en 1952, pese a sus posiciones políticas opuestas a las propugnadas por el nuevo propietario Beltrán, representante de la oligarquía agraria.

Por ejemplo, junto con su hermano Augusto, estará entre los funda­dores en 1955 del Movimiento Social Progresista, ya citado, una nueva apuesta por la izquierda; y pondrá su gran experiencia periodística su pluma, al servicio del periódico del grupo, el semanario Libertad. Se juntó allí lo mejor del liberalismo intelectual de aquellos años y al poco tiempo comenzaron a recibir ataques de todas las otras tiendas políticas. Por ejemplo, Eudocio Ravines los señaló como agentes del comunismo internacional y el Partido Comunista insistió en que eran una creación del imperialismo yanqui y la CIA para dividir y debilitar al movimiento obrero en su marcha triunfante hacia la revolución.

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En 1956 hará un viaje decisivo a París, becado por el gobierno fran­cés para estudios de teatro. Al retornar, recibe en 1958 el Premio Nacional de Periodismo por conjunto de artículos sobre temas culturales.

En total, en las dos etapas que trabajó en La Prensa escribió exactamente 1,505 artículos, la mayoría sobre cultura.

Radicalizado, distante del pensamiento de Beltrán, no podía seguir en La Prensa y renunció pensando quizá dedicarse totalmente a la literatura. Había polemizado con su propio diario varias veces, primero sobre el tema de la planificación estatal y luego sobre las propuestas económicas del Padre Lebret, un reputado economista francés cuyas ideas apoyaba. Enterado de su salida Luis Miró Quesada lo invito inmediatamente a escribir en El Comercio sin condiciones; y allá trasladó su talento creativo y polémico el prolífico Sebastián, en mayo de 1959. Y su primer artículo fue de elogio a la propuesta del Padre Lebret.

Uno de sus amigos más cercanos y también militante del Social Pro­gresismo, el crítico José Miguel Oviedo, recordaría el episodio muchos años después:

Lo vi muchas veces en la vieja redacción de La Prensa, donde lo esperaba mientras él tecleaba furiosamente en una destartalada máquina de escri­bir. Era un hombre de izquierda y su posición dentro del diario, condu­cido con mano férrea por Pedro Beltrán, se iba haciendo crecientemente más difícil. Tuvo que renunciar y pasó luego a colaborar en El Comercio con artículos sobre cultura y política que yo nunca dejaba de leer; como por esos años yo colaboraba en la página literaria del Dominical, nues­tros encuentros allí eran frecuentes.

Hermanados por su amor al teatro había hecho gran amistad con la actriz Lucia Irurita y su esposo, el escultor Carlos Bernasconi, y otros actores que habían fundado la “Compañía de Teatro Irurita”, todos em­peñados en promover una sala teatral en el pequeño auditorio de Radio Mundial en el jirón de la Unión, al lado de La Prensa. Y un día, cafeteando, Bernasconi y Sebastián coincidieron en su admiración por Flo­ra Tristán, ese dramático personaje de la historia peruana. A las pocas semanas, Sebastián los llamó para leerles su nueva obra Flora Tristán, escrita pensando en Lucía para el rol central. Fue estrenada con éxito en el Teatro Mundial en ese 1959.

Su participación en El Comercio eran su columna “El Laberinto y el Hilo” ensayos breves en el Suplemento Dominical, todos sobre cues‑

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tiones culturales porque la política la hacía en “Libertad” donde man­tenía la columna “La Honda de David” con su nombre y hacía crítica política con los seudónimos de “Pepe Chacarilla” y “Pepe Cocharcas”.

La Revolución Cubana había sido adoptada con adhesión incondicional por los progresistas, y a tal punto que Libertad era prácticamente un propagandista oficioso del proceso. En su colección pueden leerse amplios textos dedicados a Fidel Castro, Che Guevara, entrevistas, noticias (incluso una hoy rara extensa crónica del humorista Sofocleto sobre su viaje a La Habana cuando todavía militaba en el partido).

Sebastián, por supuesto, participaba de tal entusiasmo y polemizaba ardorosamente con sus antiguos colegas de La Prensa como Manuel Agui­rre Roca, Enrique Chirinos, Juan Zegarra Russo, Arturo Salazar Larraín.

Al año siguiente tuvo la importante experiencia de visitar Moscú, la capital de la hoy desaparecida Unión Soviética que por entonces era el antagonista principal de los Estados Unidos. Y luego pasó a conocer a China cuyo proceso socialista le causó también gran impresión.

Su intensa actividad periodística y artística no pasaría desapercibida y obtuvo dos premios más, el “Cabotín” de periodismo y el “León de Greiff”, de Venezuela, para poetas latinoamericanos.

En enero de 1962 viaja a Cuba –Junto con el poeta Alejandro Romualdo- convocado a ser jurado del premio de Teatro de Casa de las Américas, y los textos que publica al retornar evidencian con claridad que su opción política es ya el socialismo. El 8 de febrero de ese año -el Movimiento convocó a sus militantes a escuchar la conferencia de Sebastián, que tituló “Cuba, nuestra revolución”. En la noche del día 8 centenares de personas colmaron el viejo local del jirón Chincha para escuchar su texto que leyó como “Carta a un Juan Cualquiera” y que comenzó diciendo:

Hace unas horas que regresé de La Habana. Estuve en Cuba como sabes, cerca de un mes. Buena parte de lo que vi y sentí en esa hermosa isla del Caribe, en donde triunfalmente se cumple la primera revolución socialista de nuestro continente, ocupará las largas páginas de esta carta...
(…)

En el Perú vivimos sitiados por la propaganda imperialista, por las informaciones de fuente norteamericana que publican los grandes diarios, por las imágenes que la televisión nos impone con su fuerza persuasiva, por la ensordecedora vociferación de la radio, por los torvos carteles que nos mete por los ojos la caótica publicidad callejera.

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Volvió entonces Sebastián al periodismo político y cultural en las páginas amigas del Oiga liberal de entonces con el cargo de redactor Principal.

No cesó en su actividad literaria; viajo a Japón invitado a ver el teatro No, pasó a México, publicó Dios en el cafetín, pero sobre todo logró que se publique en México su famoso ensayo Lima la Horrible.

En 1965 estuvo en Génova y siguió escribiendo casi frenéticamente, terminando Ifigenia en el mercado y El rabdomante (que le significará, esta vez de manera póstuma, otro Premio Nacional de Teatro).

Cuando preparaba su poemario El Tacto de la araña y redactaba la no­vela Alférez Arce, Teniente Arce, capitán Arce le sobrevino el grave ataque al hígado que acabó con su vida.

El drama ocurrió el 29 de junio. Francisco Igartua lo describió días después. “Cayó aquí. En la mesa de al lado, en su escritorio, el que fue suyo desde la fundación de Oiga. Cayó sobre esta máquina de escribir al terminar este renglón: “iQué linda sería la vida si tuviera música de fondo!”. Auxiliado por sus compañeros de trabajo alcanzó a calle. Allí le vino el vómito de sangre, luego a su casa, al hospital, la operación desesperada e inútil. Cayó luchando con su arma al lado: la máquina de escribir: Cayó en una trinchera de Oiga, su Última trinchera”.

Volvamos a Vargas Llosa para un elogio final:

...Los homenajes que se le rindieron, la conmoción que su muerte causó, las múltiples manifestaciones de duelo y de pesar, esas coronas, esos discursos, ese compacto cortejo, son el toque de silencio, los cuarenta cañonazos, las honras fúnebres que merecía tan porfiado y sobresalien­te luchador...

¿Cuánto publicó Sebastián, en artículos, libros, antes de su desapari­ción? En teatro se registra Pantomimas 1950), Rodil (1952), El de la valija (1953), No hay isla feliz (1954), Algo que quiere morir (1956), Seis Juguetes (1958), El fabricante de deudas (1964), Ollantay (1965).

En poesía Rótulo de la esfinge (1943), Voz desde la vigilia (1944), Cuaderno de la persona oscura (1946), Máscara del que duerme (1949), Tres con­fesiones (1950), Los ojos del pródigo (1951), confidencia en alta voz y Vida de Ximena (1960), conducta sentimental (1963). Su poemario El Tacto de la Araña fue publicado póstumamente en 1965, pocos meses después de su muerte.

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En narrativa Náufragos y sobrevivientes (cuentos, 1954), Pobre gente de París (1958), El señor gallinazo vuelve a Lima (cuento para niños, 1961), Dios en el cafetín (cuentos, 1964). Su novela inconclusa AIférez Arce, Teniente Arce, capitán Arce fue publicada póstumamente en 1969.

En ensayos Cuba, nuestra revolución (1962), Lima la horrible (1964). Y sobre arte: Arte milenario del Perú. Latinas y textos reunidos por Sebastián Salazar Bondy (1958), Del hueso tallado al arte abstracto (1960) y Cerámica peruana prehispánica (1964).

En la zona de publicaciones en revistas, periódicos y antologías su producción fue copiosa y merece destacarse su Antología general de la poesía peruana que compartió con Alejandro Romualdo Valle, publicada en 1957.

Respecto de sus publicaciones en diarios y revistas, Hirshchorn plantea la hipótesis de que Sebastián quizá hubiera preferido, como lo dijo alguna vez José Carlos Mariátegui, no agotar esfuerzos en la cotidiani­dad de la redacción: “… privilegió el artículo periodístico no porque fuese su vía preferida sino porque tenía que ganarse la vida” aunque puntualiza más adelante que “las columnas de los periódicos le permitieron ejercitarse plenamente en la escritura, hacerse conocer y sobre todo son el mejor medio de análisis que sea asequible a la mayoría, permitiendo también expresar sus ideas sobre la vida, política”. Y añade en una nota al pie: “Un escritor peruano no puede vivir de su pluma”.

Quizá obvia el distinguido biógrafo la cuestión de la vocación temprana que, unida a su precocidad, lo llevaron a las redacciones de los periódicos: “... afirmé la conciencia de que mi vocación [por la literatura. Nota Mía] era una vocación profunda, era un oficio que debía ejercerse como oficio y que me permitió abandonar, con toda la posesión del acto que realizaba como una liberación, abandonar la Facultad de Derecho, a la que me condenaba la rutina”.

En suma, escribir era su vocación y no sólo para la creación, como hemos visto, encontrando en el periodismo el terreno ideal para hacerlo y eligiéndolo como modo de vida. Hay muchos escritores que viven de su holgura y que sin embargo no abandonan el periódico porque éste es una caja de expresión y de resonancia con virtudes que no posee la literatura.

NOTAS Y COMENTARIOS - Sebastián, la cultura - Juan Gargurevich Regal - Universidad Nacional Mayor de San Marcos (6)



Usando su nombre o los seudónimos Diego Mexía, Juan Eye, Diego Mirán, Pepe Chacarilla o sencillamente S.S.B., Sebastián publicó mas de dos mil artículos en los periódicos La Prensa, La Nación, El Comercio, Libertad, La Gaceta, Caretas, Oiga, Clímax, Espacio, Moradas, y otros.

Su visión del arte y la importante discusión que planteó sobre la pin­tura abstracta ha sido recogida en un volumen que recopila columnas especializadas sobre tendencias y artistas.

Están todavía pendientes recopilaciones de sus textos sobre perio­dismo, dramaturgia y política, sobre todo en los últimos años en que a apostó con decisión por el socialismo. La Universidad de San Marcos ha publicado sin embargo una antología en el 2003 y ese mismo año la revista Letras en su sección "Rescates" ofreció el texto "Cuba, nuestra revolución" que ya hemos citado antes.

Podría preguntarse y con razón, a qué se debe la vigencia de este peruano notable luego de tantos años de su desaparición. La respues­ta está en aquella palabra justamente, su vigencia. Cuando se lee sus afirmaciones, análisis, ensayos parecería que se trata de composiciones redactadas ayer y publicadas hoy.

Los ejemplos sobran, pero leamos algo de “Lima la horrible”, en que Sebastián auscultó a nuestra capital en 1964:

Hace bastante tiempo que Lima dejó de ser –aunque no decaigan los enemigos de la modernidad, la cual, sin embargo, ha otorgado aun a nostálgicos y pasatistas sus automóviles, sus transistores, sus nylons, etc.– la quieta ciudad regida por el horario de maitines y ángelus, cuyo acatamiento emocionaba al francés Radiguet. Se ha vuelto una urbe donde dos millones de personas se dan de manotazos, en medio de bocinas, radios salvajes, congestiones humanas y otras demencias contemporáneas para pervivir. Dos millones de seres que se desplazan abriéndose paso...

Sebastián escribió poco de sí mismo y sólo lo hizo en circunstancias especiales. Como por ejemplo la indignación que le produjo cuando, al recibir un premio literario, un periodista le dijo “Estás en tu lugar... en la literatura”.

En esa época estaba más en la política y redactó entonces el artículo “La política como deber", del que leeremos una parte:

... Me equivoqué al principio, lo reconozco. Reconozco mis errores por­que esa es una manera de salvarse. Pero siempre estuve con las causas

NOTAS Y COMENTARIOS - Sebastián, la cultura - Juan Gargurevich Regal - Universidad Nacional Mayor de San Marcos (7)



que creí nobles: contra la dictadura, contra el sistema capitalista, contra lo que funda el miedo y la disolución (la miseria, la guerra, la indiferen­cia egoísta, etc.). Luché por Bustamante y Rivero, pedí la amnistía de los desterrados y perseguidos (guardo una carta de Manuel Seoane en que me agradece un artículo publicado al respecto durante el gobierno de Odría), reclamé reiteradamente donde pude una mejor organización social y económica. Cuando la dictadura asaltó "La Prensa" en donde yo trabajaba sin haber abandonado en ningún momento el social-progresismo al cual pertenecí desde su fundación (1955), fui a la cárcel enfrentándome con los soplones cara a cara (lo consignó "Caretas") y escribí pidiendo la libertad de Beltrán. En ese artículo, desafiante para el gobierno de época, exprese meridianamente que era, como sigo siendo, izquierdista...

La literatura me ha dado muchas satisfacciones y me las sigue dando. Perú, América Latina, el mundo hambriento, son para mí, sin embargo, motivos que justifican que continúe en la creación y esté, a la vez, en la trinchera política. Mi conciencia está tranquila. Miro con la frente alta y diviso en el horizonte el advenimiento de un mundo socialista humanis­ta de paz, bienestar y progreso.

Referencias bibliográficas

GACETA SANMARQUINA (1965). Homenaje a Sebastián Salazar Bondy. Nº 14, julio de 1965. Lima: Facultad de Letras, UNMSM.
HIRSCHORN, Gerald (2005). Sebastián Salazar Bondy Pasión por /a cultura. Lima: Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. IFEA. Embajada de Francia.
REVISTA LETRAS (2003). Órgano de la Facultad de Letras y Ciencias Hu­manas, N° 105-106, Lima.
REVISTA OIGA. Lima Nº 132.9 de julio de 1965.
OVIEDO, José Miguel. “Sebastián, Su vida tras su muerte". En El comer­cio. Suplemento Dominical N° 331. 24 de junio de 2005, Lima.
SALAZAR BONDY, Sebastián (1964). Lima la Horrible. México. Era.
SALAZAR BONDY, Sebastián (1966). "Sebastián Salazar por él mismo". En El Tacto de la Araña. Lima. Francisco Moncloa Editores.
SALAZAR BONDY, Sebastián (1990). Una voz libre en el caos, Ensayo y crítica de arte. Lima: Jaime Campodónico Editor.
SALAZAR BONDY, Sebastián (2003). Escritos políticos y morales (1954-1965). Lima: Fondo Editorial.

Murio Blanca Varela - El Comercio 12/03/2009

Blanca Varela


“A mí el cine siempre me ha encantado. Yo sigo yendo al cine cada vez que puedo y miro las cosas que me parecen importantes, pero cuando era niña, cuando era joven, ya casada, nosotros íbamos en grupo -un grupo de amigos- íbamos a diario al cine y veíamos todo; yo he hecho crítica de cine. A mí me interesaba tanto el cine, primero cuando llegamos a París, cuando fui la primera vez, vivíamos en la Cinemateca, entonces vimos todo lo que se había hecho en la historia del cine, puedo decir que tengo una buena formación. No retenía mucho el nombre de los directores, claro, los importantísimos sí, pero no los retenía para usarlo en forma erudita, sino por cultural general”. BLANCA VARELA

Blanca Varela


“Después, cuando regresé a Lima, después de mucho tiempo, escribí para la revista Oiga cuando era un tabloide; trabajaba con Sebastián Salazar Bondy y con Paco Moncloa. Había una serie de personas que todavía andan por allí, aunque algunos ya han muerto, haciendo periodismo. Yo hacía muchas cosas en Oiga, hasta he hecho editoriales, con eso te cuento todo, pero no era mi función”. BLANCA VARELA

Blanca Varela, crítica de cine - Escrito por Rodrigo Portales - www.cinenecuentro.com


Blanca Varela, crítica de cine
Escrito por Rodrigo Portales


Una de las facetas poco conocidas de la trayectoria de Blanca Varela, gran poeta peruana cuya sentida partida ocurrió este jueves 12, es la que ejerció como periodista y en especial como crítica de cine en las páginas del extinto semanario Oiga, fundado por Francisco Igartúa.

Aquí citamos un testimonio de Blanca sobre lo que significó el cine para ella:

A mí el cine siempre me ha encantado. Yo sigo yendo al cine cada vez que puedo y miro las cosas que me parecen importantes, pero cuando era niña, cuando era joven, ya casada, nosotros íbamos en grupo -un grupo de amigos- íbamos a diario al cine y veíamos todo; yo he hecho crítica de cine. A mí me interesaba tanto el cine, primero cuando llegamos a París, cuando fui la primera vez, vivíamos en la Cinemateca, entonces vimos todo lo que se había hecho en la historia del cine, puedo decir que tengo una buena formación. No retenía mucho el nombre de los directores, claro, los importantísimos sí, pero no los retenía para usarlo en forma erudita, sino por cultural general.

Después, cuando regresé a Lima, después de mucho tiempo, escribí para la revista Oiga cuando era un tabloide; trabajaba con Sebastián Salazar Bondy y con Paco Moncloa. Había una serie de personas que todavía andan por allí, aunque algunos ya han muerto, haciendo periodismo. Yo hacía muchas cosas en Oiga, hasta he hecho editoriales, con eso te cuento todo, pero no era mi función.

Y aquí un dato para los investigadores:

Pero sí hacía crítica de cine y firmaba con un seudónimo de hombre: “Cosme”. Firmaba “Cosme” no se por qué, seguramente porque había vuelto de Italia y me gustaba Cosme de Médicis. “Cosme” a veces me parecía un nombre bien indio, bien cholo, bien peruano y al mismo tiempo un nombre italiano, me encantaba, me gustaba; además porque no era mi asunto el cine pero sí he mirado el cine con mucha atención y me encanta. Bergman siempre me ha gustado, en fin todo el cine nuevo. Me gusta mucho el cine underground americano también.

(Texto extraído de “Esto es lo que me ha tocado vivir” (Entrevista con Blanca Varela) por Rosina Valcárcel. Revista de Cultura La Casa de Cartón. Lima, primavera de 1996-verano de 1997. II Epoca Nº 10. )

A su confeso interés por el ejercicio de la crítica cinematográfica, hay que sumar su breve aparición en Esta pared no es medianera, corto surrealista que dirigió su ex esposo el pintor Fernando de Syszlo con un grupo de amigos en 1952, así como sus apariciones televisivas en 1961 comentando libros y películas.

Extra: Preparando esta nota dimos con un blog que conserva algunos artículos y portadas de la revista Oiga. Aunque no se halló algo suscrito por la poeta o “Cosme”, rescatamos una carátula del año 1965 con el actor Alain Delon alborotando con su presencia a las “niñas bien” de Lima.



Blanca Varela


(…) En la casa que habite quedaron no solo recuerdos sino todos sus libros y por ellos tuve un contacto con la literatura. Cfr. La entrevista de Ana Maria Escallon “reflexiones con Szyszlo” Fernando de Szyszlo, Bogota: Ediciones Alfred Wild, 1991, p. 10 (separata en español; el libro esta destinado a un publico de habla inglesa.

Tiene más de avispero la casa: poéticas de Blanca Varela Escrito por Edgar O'Hara, Edgar O'Hara Gonzales

Blanca Varela

Blanca Varela


BLANCA VARELA. Pero entonces, rodeado de balas de libros, me lle­gó un correo del Instituto Cervantes: invitación para el Día Internacional de la Poesía, que se celebra hoy. Y deserté, y me puse a leer poemas.

Como si se activara una parte fósil de mi cerebro, fui a por los libros de Blanca Varela, fallecida unos días atrás en Lima. La entrevisté para ABC en su casa de Miraflores. Recor­dé lo que me dijo cuando le pregunté qué sentía al ver su poesía recogida en Donde todo termina abre las alas (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lec­tores): “Que no he hecho nada toda­vía, que está todo todavía por hacer. Es la sensación que tengo cuando escribo un nuevo poema: es como si fuera el primero que hiciera. Es verdad, te lo digo de verdad”.

Leo sus poemas, que tienen tras la sombra una extraña risa, y me quedo con éste:

“Felizmente no tengo nada en la cabeza / sino unas pocas ideas equi­vocadas por cierto / y una memoria sin tiempo ni lugar / nada para po­ner / nada para dejar / sino huesos cáscaras vacías / un montoncito de cenizas y / con suerte algo de polvo / innominada nada / en lo que fue mi cabeza”.

martes, 16 de junio de 2009

ABC (Marid) (Sevilla) - 13/03/2009

ABC (Madrid) - 13/03/2009 - Pag. 53


ABC SEVILLA (Sevilla) - 13/03/2009. Pagina 69 - Muere Blanca Varela



ABC de España
Donde Blanca Varela abre las alas

ABC Blanca Varela JOSÉ MÉNDEZ MADRID 13-3-2009


Blanca Varela fue una limeña que reunía en su carácter todo el coraje y radicalidad que fue posible a las mujeres que, nacidas en el primer tercio del siglo XX (1926), harían posible, además de (en su caso) una de las obras literarias más sólidas del periodo, que la mujer como grupo social lograra los avances económicos, culturales y sentimentales que hoy parecen algo natural, cotidiano y no discutible.

Destacar esta cuestión en el primer párrafo quiere poner de relieve que hablar de una de las mayores poetas de la lengua no supone una diferenciación de género y que, en esa selva del lenguaje que sería una hipotética antología de la poesía en español de la segunda mitad del pasado siglo, su obra ocuparía un primerísimo lugar.

Durante su periodo de formación en la Universidad de San Marcos, en Lima, se relacionó con los que habrían de formar parte de la generación poética del 50 en aquel país, autores de la talla de Jorge Eduardo Eilson, Carlos Germán Belli o Sebastián Salazar Bondy y, particularmente, con Emilio Adolfo Westphalen, al que consideraba su maestro y el admirado amigo que compartía con ella una actitud de extrema exigencia con el lenguaje y, como afirma Adolfo Castañón en el prólogo a su poesía reunida (Donde todo termina abre las alas. Galaxia Gutenberg), «el imperativo ético de la inteligencia».

Su primer libro, Ese puerto existe (1959), que apareció con prólogo de Octavio Paz, fue compuesto durante su estancia en París, ciudad en la que vivió junto al pintor Fernando Szyszlo, se relacionó con artistas como Giacometti o Léger y trabó una prolongada amistad con Simone de Beauvoir. En este primer libro se explicita la poética abrasiva, ascética y recurrente de Varela, descreída de todo discurso contemporizador, de toda fe que vaya más allá de la continua pregunta y que abarcará toda su obra. Luz de día, Valses y otras falsas confesiones, Canto villano, Ejercicios materiales, El libro de barro y El falso teclado componen el resto de su obra. Una obra abierta, como el periodo histórico que le tocó vivir, a la utopía y al desengaño más atroz, una obra que disecciona los sentimientos y las actitudes con la radical vehemencia de no mentir.

Colaboración con Valente
Con España, donde le otorgaron el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2007, se relacionó de manera literaria más frecuentemente a partir de 1991, año en el que realizó su primera lectura de poemas en la Residencia de Estudiantes en Madrid, un lugar al que, afortunadamente para los jóvenes que acudían a escucharla, regresaría en varias ocasiones. Otra vez, la admiración que sentían por su obra Octavio Paz o Jose Ángel Valente hizo posible que haya sido editada y conocida entre nosotros.

Uno de los últimos trabajos literarios fue precisamente su colaboración en la antología Las ínsulas extrañas, en estrecha colaboración con Valente, una obra que recoge la poesía en español (de América y de España) desde la Generación del 50, hasta lo que, entre nosotros, representan generacionalmente los Novísimos. Una emulación de la mítica Laurel, publicada en México en 1941 y que, como aquella, intenta demostrar que la poesía vive en la lengua y no en los territorios, un principio que Varela compartió al huir en sus poemas de cualquier localismo, incluidos en primer lugar el sentimental y el ideológico.

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Fallece la destacada poetisa peruana Blanca Varela

EFE LIMA 12-3-2009


La célebre poetisa peruana Blanca Varela falleció hoy a los 82 años de edad, dejando tras de sí una memorable obra lírica reconocida universalmente y condecorada con galardones como el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2007.

El fallecimiento fue confirmado hoy a Efe desde su domicilio, pero las fuentes no proporcionaron más detalles sobre las causas de la muerte de la poetisa.

Varela, nacida en Lima en 1926, también había sido condecorada con el Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo en el 2001 y fue la primera mujer que ganó el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca en 2006, dos de los más importantes de poesía en español. Quienes la conocieron aseguran que "Varela nunca buscó premios ni reconocimientos" y destacan que "la Blanca literaria y la que preparaba un pisto era la misma persona", ya que "como escritora hacía muchas transfiguraciones de sucesos que le ocurrían en su vida cotidiana", según declaraciones del también poeta peruano Edgar O'Hara.

En declaraciones hechas en 2007, O'Hara aseguró que el Premio Reina Sofía 2007 "fue un acto de justicia" ante la trayectoria profesional de esta escritora. Varela se inició en la poesía en la Universidad de San Marcos (Lima), donde ingresó en 1943 para estudiar Letras y Educación, trasladándose unos años más tarde a París.

En esa ciudad conoció a Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Michaux y Alberto Giacometti, y estuvo además en contacto con el círculo de intelectuales latinoamericanos y españoles radicados en Francia, según la agencia Andina.

Después de su larga temporada en París, Varela vivió en Florencia y luego en Washington, ciudades donde se dedicó a hacer traducciones y eventuales trabajos periodísticos.

En 1959 publicó su primer libro "Este puerto existe", en 1963 "Luz de día" y en 1971 "Valses y otras confesiones". Más tarde, en 1978, realizó su primera recopilación fundamental con su escritura "Canto villano". Finalmente apareció su antología de 1949 a 1998 con el título "Como Dios en la nada".