El ingenioso Sofocleto no lo pensó dos veces y contesto:
-¿Cuál de ellos? ¿El que piensa o el que escribe?
Sebastián solo tenía 22 años cuando fue llamado por Matilde Pérez Palacio para dictar el curso “Principios de periodismo y Redacción de originales" en el novísimo Instituto de Periodismo de la Universidad Católica, en 1946.
Doña Matilde quería los mejores profesores y le recomendaron a ese joven que era ya un veterano de la crónica y la columna.
Y es que Sebastián, que había concluido el colegio a los 16 años, ingresó a la Universidad de San Marcos, se aburrió del Derecho y buscó trabajo en el periodismo, ingresando por primera vez a La Prensa en 1944. La dirigía Guillermo Hoyos Osores y era la época en que el diario de Baquíjano no daba tumbos, pues todavía no lo haba asumido Pedro Beltrán. A los pocos meses ya era el Jefe de Redacción porque era difícil encontrar en el medio a alguien de la lucidez y capacidad de trabajo de ese joven capaz de redactarse el diario entero.
Pero La Prensa decidió apoyar la candidatura del Mariscal Eloy Ureta, para las elecciones de 1945 y Sebastián, que era partidario de José Luis Bustamente y Rivero, se vio obligado a renunciar.
Para completar el presupuesto asumió cursos de literatura e historia en los colegios Italiano, Guadalupe, Lord Cochrane. Poco después su nombre estará en las revistas El Mundo, Jornada. Será jefe de Redacción de Turismo y después redactor principal del nuevo diario La Nación.
Todavía persistirá en la enseñanza con el curso de literatura de la Escuela Nacional de Bibliotecarios, seguramente llevado por Jorge Basadre, a quien había asistido por una temporada en la etapa de reorganización y construcción de la nueva Biblioteca
Y en medio de esa casi febril actividad laboral –que llamaba la atención por su aspecto aparentemente frágil– frecuentaba los círculos artísticos junto con sus nuevos amigos Sologuren, Eielson, Blanca Varela su esposo Fernando Szyslo, Emilio Adolfo Westphalen, José Bresciani prepara y publica la antología La poesía contemporánea del Perú.
En 1946 su vida de periodista y poeta dio un vuelco porque llegó a Lima la famosa compañía teatral de la gran republicana exiliada Margarita Xirgú, que traía nada menos que a Santiago Ontañón, el escenógrafo de García Lorca. En el elenco brillaba la talentosa actriz Inda Ledesma,
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de quien Sebastián se enamoró como un colegial. Y así también reafirmó su pasión por el teatro escribiendo Amor, gran laberinto que mereció el Premio Nacional de Teatro al año siguiente.
Pero Lima no tenía suficiente espacio para desarrollo de una actriz como la. Ledesma. Y entonces decidieron vivir en Buenos Aires.
Un intelectual de su envergadura no podía pasar desapercibido y muy rápido se vinculó con literatos de su generación, como julio Cortázar, y exiliados españoles, escribiendo para el diario La Nación y trabajando de planta para la Editorial Losada. Y de paso, asistiendo a cursos libres de filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires.
Contó alguna vez que cuando llega paso momentos muy difíciles. Urgido de dinero debió vender hojas de afeitar como ambulante; luego logró una plaza de corrector de pruebas y finalmente ingresó al diario citado.
Publicó dos poemarios, fue llamado a escribir a la célebre revista Sur de Victoria Ocampo, pero su aventura bonaerense llegó a su fin; la unión con la actriz no marchaba y decidieron que era mejor poner fin a la relación.
Regresó entonces a Lima poniendo su mayor interés en el teatro; y tanto, que el Ministerio de Educación lo contrató, en 1950, para reorganizar la Sección de Teatro. En años sucesivos estrenará varias obras y obtendrá nuevamente el Premio Nacional de Teatro por su drama Rodil.
Y por supuesto sigue escribiendo de todo lo relativo a la cultura desde la Página Editorial de La Prensa, a la que reingresó en 1952, pese a sus posiciones políticas opuestas a las propugnadas por el nuevo propietario Beltrán, representante de la oligarquía agraria.
Por ejemplo, junto con su hermano Augusto, estará entre los fundadores en 1955 del Movimiento Social Progresista, ya citado, una nueva apuesta por la izquierda; y pondrá su gran experiencia periodística su pluma, al servicio del periódico del grupo, el semanario Libertad. Se juntó allí lo mejor del liberalismo intelectual de aquellos años y al poco tiempo comenzaron a recibir ataques de todas las otras tiendas políticas. Por ejemplo, Eudocio Ravines los señaló como agentes del comunismo internacional y el Partido Comunista insistió en que eran una creación del imperialismo yanqui y la CIA para dividir y debilitar al movimiento obrero en su marcha triunfante hacia la revolución.
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