En total, en las dos etapas que trabajó en La Prensa escribió exactamente 1,505 artículos, la mayoría sobre cultura.
Radicalizado, distante del pensamiento de Beltrán, no podía seguir en La Prensa y renunció pensando quizá dedicarse totalmente a la literatura. Había polemizado con su propio diario varias veces, primero sobre el tema de la planificación estatal y luego sobre las propuestas económicas del Padre Lebret, un reputado economista francés cuyas ideas apoyaba. Enterado de su salida Luis Miró Quesada lo invito inmediatamente a escribir en El Comercio sin condiciones; y allá trasladó su talento creativo y polémico el prolífico Sebastián, en mayo de 1959. Y su primer artículo fue de elogio a la propuesta del Padre Lebret.
Uno de sus amigos más cercanos y también militante del Social Progresismo, el crítico José Miguel Oviedo, recordaría el episodio muchos años después:
Lo vi muchas veces en la vieja redacción de La Prensa, donde lo esperaba mientras él tecleaba furiosamente en una destartalada máquina de escribir. Era un hombre de izquierda y su posición dentro del diario, conducido con mano férrea por Pedro Beltrán, se iba haciendo crecientemente más difícil. Tuvo que renunciar y pasó luego a colaborar en El Comercio con artículos sobre cultura y política que yo nunca dejaba de leer; como por esos años yo colaboraba en la página literaria del Dominical, nuestros encuentros allí eran frecuentes.
Hermanados por su amor al teatro había hecho gran amistad con la actriz Lucia Irurita y su esposo, el escultor Carlos Bernasconi, y otros actores que habían fundado la “Compañía de Teatro Irurita”, todos empeñados en promover una sala teatral en el pequeño auditorio de Radio Mundial en el jirón de la Unión, al lado de La Prensa. Y un día, cafeteando, Bernasconi y Sebastián coincidieron en su admiración por Flora Tristán, ese dramático personaje de la historia peruana. A las pocas semanas, Sebastián los llamó para leerles su nueva obra Flora Tristán, escrita pensando en Lucía para el rol central. Fue estrenada con éxito en el Teatro Mundial en ese 1959.
Su participación en El Comercio eran su columna “El Laberinto y el Hilo” ensayos breves en el Suplemento Dominical, todos sobre cues‑
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tiones culturales porque la política la hacía en “Libertad” donde mantenía la columna “La Honda de David” con su nombre y hacía crítica política con los seudónimos de “Pepe Chacarilla” y “Pepe Cocharcas”.
La Revolución Cubana había sido adoptada con adhesión incondicional por los progresistas, y a tal punto que Libertad era prácticamente un propagandista oficioso del proceso. En su colección pueden leerse amplios textos dedicados a Fidel Castro, Che Guevara, entrevistas, noticias (incluso una hoy rara extensa crónica del humorista Sofocleto sobre su viaje a La Habana cuando todavía militaba en el partido).
Sebastián, por supuesto, participaba de tal entusiasmo y polemizaba ardorosamente con sus antiguos colegas de La Prensa como Manuel Aguirre Roca, Enrique Chirinos, Juan Zegarra Russo, Arturo Salazar Larraín.
Al año siguiente tuvo la importante experiencia de visitar Moscú, la capital de la hoy desaparecida Unión Soviética que por entonces era el antagonista principal de los Estados Unidos. Y luego pasó a conocer a China cuyo proceso socialista le causó también gran impresión.
Su intensa actividad periodística y artística no pasaría desapercibida y obtuvo dos premios más, el “Cabotín” de periodismo y el “León de Greiff”, de Venezuela, para poetas latinoamericanos.
En enero de 1962 viaja a Cuba –Junto con el poeta Alejandro Romualdo- convocado a ser jurado del premio de Teatro de Casa de las Américas, y los textos que publica al retornar evidencian con claridad que su opción política es ya el socialismo. El 8 de febrero de ese año -el Movimiento convocó a sus militantes a escuchar la conferencia de Sebastián, que tituló “Cuba, nuestra revolución”. En la noche del día 8 centenares de personas colmaron el viejo local del jirón Chincha para escuchar su texto que leyó como “Carta a un Juan Cualquiera” y que comenzó diciendo:
Hace unas horas que regresé de La Habana. Estuve en Cuba como sabes, cerca de un mes. Buena parte de lo que vi y sentí en esa hermosa isla del Caribe, en donde triunfalmente se cumple la primera revolución socialista de nuestro continente, ocupará las largas páginas de esta carta...
(…)
En el Perú vivimos sitiados por la propaganda imperialista, por las informaciones de fuente norteamericana que publican los grandes diarios, por las imágenes que la televisión nos impone con su fuerza persuasiva, por la ensordecedora vociferación de la radio, por los torvos carteles que nos mete por los ojos la caótica publicidad callejera.
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