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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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viernes, 11 de enero de 2013


ADIOS CON LA SATISFACCIÓN
DE NO HABER CLAUDICADO

Un paréntesis

Estimado don Paco:

Sólo tres palabras, suyas por supuesto: “volveremos a empezar”.

Hasta luego.

Angel Hermoza

ADIOS CON LA SATISFACCIÓN
DE NO HABER CLAUDICADO

17 años de alegría, tristeza y dolor

Señor director:
Han transcurrido 33 años de la aparición de OIGA, y 17 años desde que yo llegara a trabajar en el área de publicidad. Y, creo sintetizar mi paso por OIGA al decir que durante mi permanencia, desde 1978 hasta 1995, la revista me dio alegría, trabajo y amistad con todos sus miembros; así como me permitió conocer a muchas personas de distintas agencias de publicidad, ampliando amistades y amigos. Sin embargo, no se piense que el publicista por trabajar en un área eminentemente comercial, se sitúa al margen de las vivencias y tráfago periodístico. No, los publicistas vivimos y compartimos las inquietudes, los deseos de justicia y la emoción social de nuestros colegas periodistas, su defensa de las libertades públicas y, dentro de ellas, de la prensa, expresión e información; y asumimos con nuestros hermanos periodistas desde las mismas trincheras sus esfuerzos, sus desvelos como fiscales del poder público y depositarios de la conciencia ciudadana frente al más fuerte, frente al poderoso, en defensa del derecho de los humildes y los desposeídos.

Fuimos tres los que llegamos a OIGA en el área de publicidad: el señor Franklin Urteaga (fallecido), Eduardo Valenzuela y el que escribe, Hugo Paredes Cabrera; con ellos trabajamos duro en la revista, con responsabilidad y cariño.

Me inicié sacando suplementos especiales de diferentes departamentos del Perú, que me dio mucha satisfacción al ser aceptados por la gerencia, al mando de Carolina Arias, y del director, Sr. Francisco lgartua.

Al escuchar al director de la revista anunciar que OIGA no sale más, sentí una gran tristeza; me hizo pensar y recordar todos los momentos felices de trabajo junto a queridos amigos de la revista.

En estas últimas líneas quiero decirle al señor director Francisco Igartua, gracias por haberme dado trabajo y amistad, y que usted pasará a la historia como un periodista fiel a sus principios e ideales, como fiel a sus principios e ideales fue nuestro también ilustre Federico More.

Hugo Paredes Cabrera
ADIOS CON LA SATISFACCIÓN
DE NO HABER CLAUDICADO

Gratitud y apoyo

Señor Director:
Con la presente, quiero expresarle y dejar constancia de mi profundo pesar y solidaridad por la inminente clausura de la revista que usted, con tan encomiable acierto, honestidad y dedicación, dirige, y en la cual tuve la honrosa oportunidad de colaborar en las ilustraciones. Tan lamentable hecho es aún más doloroso dadas las difíciles y trascendentales circunstancias por las que atraviesa nuestro país, por lo cual la ausencia de la voz de OIGA significará un vacío difícil, si no imposible de llenar. Deseo fervientemente y fío en que pueda usted encontrar, ojalá pronto, los medios y recursos necesarios para un relanzamiento de la revista. En esperada perspectiva, y en tanto que identifico plenamente con la línea y los principios periodísticos que usted encarna, quisiera que me tomara en cuenta para cuando usted lo considere necesario, me permita ofrecer mis servicios y colaboración en forma absolutamente gratuita, no solo en lo concerniente a las ilustraciones sino en cualquier otra labor en la que usted juzgue que yo pueda desempeñarme. Creo que no puede ser menor mi manera de demostrar mi inmensa gratitud por haberme usted brindado la oportunidad de ver publicados en OIGA mis trabajos; así como mi sincera voluntad de colaboración con cualquier posible relanzamiento de la revista y la continuidad de su digna y ejemplar labor periodística.

Esperando ser tomado en cuenta para ello, quedo de usted.

Atentamente,

Ramón Huapaya Pérez


ADIOS CON LA SATISFACCIÓN
DE NO HABER CLAUDICADO
En la trinchera

Don Paco:
Esta carta no es de despedida, simplemente es un puente para dejar que transiten por él los afectos, las convicciones que siempre es bueno proclamarlas en voz alta o ponerlas en negro sobre blanco cuando las circunstancias lo exigen. Valga pues la oportunidad para testimoniar reconocimiento al periodista, al hombre fiel a sus ideales, y también, a todos, desde el más encumbrado colaborador hasta el más modesto trabajador que, a su manera, también optó por esta trinchera periodística que tuvo como Biblia la Constitución y que, como usted ya lo dijo, sólo ha hecho un alto en el camino.

Sí, don Paco, porque después de todo lo vivido en OIGA, me reafirmo inspirado en su ejemplo: Todo se ha perdido, menos la alegría ni la ilusión de los quince años.
A la orden.

Alfonso Bermúdez Flores

ADIOS CON LA SATISFACCIÓN
DE NO HABER CLAUDICADO

De colega a colega

Estimado Paco:
Acabo de enterarme de que es posible que OIGA deje de circular. En primer lugar lamentaría mucho que esto sucediera; en segundo lugar, valdría la pena hacer todo lo posible para que esto no sucediera.

A tu llamado, yo trabajé en OIGA por mucho tiempo como Redactor Principal y sólo renuncié por causa de la intemperancia de Mario y malos entendidos sobre mi apoyo a la revolución cubana; sin embargo, siempre me sentí ligado a la Revista por su constancia en el quehacer periodístico aunque hubiera discrepado sobre algunos aspectos de su línea política.

Te ofrezco modestamente mi concurso: Estoy llano a colaborar desinteresadamente en el momento en que tú lo determines y por el tiempo que te parezca conveniente.

Aprovecho la oportunidad para alcanzarte mi plena solidaridad profesional.

Un abrazo

Manuel Jesús Orbegozo

ADIOS CON LA SATISFACCIÓN
DE NO HABER CLAUDICADO

OIGA: Vocero de la conciencia nacional

Estimados amigos:

Profundo dolor me ha causado el anuncio de que han decidido suspender la publicación de la prestigiosa Revista OIGA, quedándose el país sin el vocero de la conciencia nacional que el semanario significaba para muchos peruanos.

La oposición que ejerció OIGA durante sus 33 años de existencia ha sido indeclinable y quienes reconocemos el valor que tiene el debate de los asuntos nacionales debemos asignarle a esta Revista un aporte valioso, incluso en las importantes conquistas recientes como la recuperación de la democracia, la reinserción de nuestra economía al marco internacional; la derrota de la implacable inflación, los logros contra el terrorismo, etc.

Hacemos votos porque el periodismo serio, aunque a veces intransigente pero siempre elegante y sobrio que caracterizó a OIGA reaparezca prontamente pues tiene conquistado un espacio en un largo quehacer, que difícilmente podrá ser reemplazado.

En esta especial ocasión les renuevo mi mayor consideración y fraterna amistad. Atentamente

Miguel J. Fort B.
Presidente de la Sociedad Francesa de Beneficencia.

ADIOS CON LA SATISFACCIÓN
DE NO HABER CLAUDICADO

AMIGOS Y ENEMIGOS
Otra vez el Cuzco (*)

Querido amigo:
Quizás esta carta debería referirse solamente a la aflicción que nos causa estoy seguro a un enorme grupo de habitantes de este país, la anunciada desaparición de OIGA. Sentiremos profundamente su falta, sobre todo en un momento como el presente en que la oposición parece diluirse aplastada por una mayoría arrogante y una dudosa búsqueda de unanimidad. Mantenemos viva la esperanza, sin embargo, porque recordamos la tenacidad y la energía con que OIGA ha sabido renacer muchas veces de circunstancias igualmente adversas.

Ahora quería compartir con sus lectores las impresiones que traigo de un reciente viaje al Cuzco adonde he regresado después de nueve años. No es el propósito de estas líneas relatar el deslumbramiento repetido ante la misteriosa cueva de Kenko, el reencuentro con la geometría palpitante de Machu Picchu o la admiración renovada ante la fortaleza de Sacsayhuamán –De la que alguna vez José María Arguedas me dijo que una de las traducciones de su nombre en quechua podría ser: “el Halcón satisfecho”–, sino de tratar de contribuir a su defensa y mejor preservación. Porque si hablamos de la conservación y el ornato del Cuzco no nos estamos refiriendo a un asunto que concierne únicamente a las autoridades locales de esa ciudad sino a algo que afecta el más importante patrimonio cultural de este país en todo el profundo significado de la palabra.

Es preciso decir antes que nada que la ciudad luce más limpia y cuidada que nunca. Pero es preciso también decir que las autoridades municipales se han excedido, seguramente con muy buena voluntad, al ornamentar, o mejor dicho al tratar de ornamentar la ciudad con unos monumentos que calificarlos solamente de feos y de pésimo gusto, dejaría de lado el aspecto más criticable de su presencia en las calles de la ciudad: Tanto el Cuzco inca como el Cuzco colonial son muestras de una concepción de ciudad deliberada, mente severa y concebida para ser un centro político y ceremonial. No ciertamente para exhibir esculturas de pésimo gusto y factura aún si con ellas se trata de exaltar a personas o conceptos que lo merecen. Adjunto unas fotografías tomadas de algunos de los “monumentos” en cuestión y que hablan por sí solas. Me permito hacer notar que a la derecha del monumento al cóndor hay unos carteles del Municipio de Wanchaq que realmente no contribuyen a mejorar el paisaje urbano. De todos estos ejemplos seguramente el más criticable es el monumento a Pachacutec. (Desgraciadamente no hay foto de éste último).

Nuevamente al contemplar el paisaje me encontré con la visión, al momento de aterrizar, y más tarde desde casi todos los rincones del Cuzco, de la deliberada deformación y destrucción del Valle que rodea la ciudad con unos enormes letreros grabados en los cerros –cerros que para todo amante del Cuzco deberían ser sagrados, como lo eran para los primeros cuzqueños–, letreros con Vivas al Perú, inscritos originalmente por soldados, que equivocadamente nos participan su amor a la patria, desfigurando su territorio, y –la mala moda prende– ahora también por escolares mal dirigidos por patrióticos maestros.

Una última decepción: este viaje tenía por uno de sus primeros motivos ver la serie de cuadros cuzqueños de la Procesión del Corpus del Museo del Arzobispado de la Ciudad. En el Museo me dijeron como toda explicación que los cuadros no estaban allí hacía mucho tiempo. Sería importante que estos cuadros, indudablemente, las obras maestras del arte colonial cuzqueño, fueran colocados en este o cualquier otro Museo para su apreciación por el público sea simplemente turistas o estudiosos de la historia del arte.

Es casi un lugar común decir que el Cuzco es la ciudad más interesante de este país, que es la más peruana, la que mejor muestra las vertientes que constituyen nuestra identidad y también, la más bella. Si Cuzco no existiera la idea que nos hacemos del Perú sería distinta, más pequeña, la noción de la existencia de un Perú anterior a la llegada de los españoles tendría menos sustento físico, menos cuerpo: sería menos real. El Cuzco es una parte importante de lo que hemos recibido del pasado, indígena y colonial, y constituye por ello una grave responsabilidad para las autoridades encargadas de su custodia, responsabilidad que a todas luces deberían compartir con la asesoría de una comisión de expertos y personas versadas no solamente en historia, sino en arte y urbanismo.
Con un abrazo

Fernando de Szyszlo

(*) Me alegró ver un artículo de Carlos Rodríguez Saavedra en el que reclama la ortografía tradicional para el nombre de la ciudad del Cuzco. Los nombres de las Ciudades, evidentemente, no pueden estar a merced de sus Concejos Municipales.

ADIOS CON LA SATISFACCIÓN
DE NO HABER CLAUDICADO

El largo adiós

HE copiado el nombre de una novela policial del consagrado escritor de este género Raymon Chandler, para este testimonio que en realidad es un largo adiós.

Se remonta al año 1961. Francisco Igartua había roto su sociedad con Doris Gibson y dejó CARETAS, la revista que habían fundado juntos en 1950. Víctima de una depresión profunda se refugió en un pequeño departamento, que gracias a sus contactos consiguió en un nuevo edificio de la Compañía de Seguros EL SOL, situado en la esquina de La Colmena y Camaná. Era entonces un edificio moderno, el más bonito del centro de Lima, de pocos pisos, pero arquitectónicamente muy bien diseñado.

Recluido voluntariamente en el ámbito de dos habitaciones, sin más muebles que unos dados modulares grandes y una pequeña cama monacal. Pero estaba bien situado. En el primer piso funcionaban las flamantes oficinas de ALITALIA; en el segundo, parte de la organización de Luis Banchero; en el último vivía el “play boy” de moda, Julio Tijero. Todos lo conocían a Paco y lo visitaban a menudo. Pero su salud estaba quebrantada, se le presentó una bronconeumonía y los síntomas de una úlcera sangrante. Lo atendía un buen muchacho que había sido mensajero de CARETAS, él le traía los alimentos, las medicinas, le hacía la limpieza y los encargos. No le faltaron por suerte ángeles guardianes. Amigos y amigas, entre ellas Chabuca Granda, la Chabuca que nos ha hecho soñar y bailar con sus canciones. Le llevaba médicos, le daban a beber yerbas y hasta lo atormentaban con terribles frotaciones de ungüentos.

Quizás en una afiebrada noche de su enfermedad Paco soñó con una nueva revista y la vio con su nombre en redondas y rotundas letras rojas como fuego. Este sueño sería como los que Borges comenta en sus fantásticos ensayos, en los que dice que la literatura es sueño, un largo sueño, en que se constituye la gran obra poética universal, que vale por sí misma, más que por los poetas que a través de los siglos la escribieron. Y por otro lado sostiene que escritores como Wells, Stvenson, Emerson, Coleridge, recibieron el argumento de sus libros en sus sueños.

Lo real de esta nota que me ocupa, es que una mañana que visitaba a Paco, me dio la sorpresa. Sobre uno de sus grandes dados estaba el “machote” de la nueva revista que se llamaría OIGA. “Machote” en términos periodísticos equivale a maqueta de casa o edificio en el lenguaje de arquitectos. Era el modelo de la nueva revista semanal estilo tabloide.

No puedo extenderme en detalles, aunque es una lástima, pues son de mucho contenido humano. La historia es extensa, y no seré quien la escriba. Esto corresponde al fundador, director y dueño de OIGA, Francisco Igartua, por ello tengo que saltar a los momentos que son para mí culminantes.

En la primavera de 1962, en el edificio Nº 674 de la avenida Salaverry, oficina 702, para ser más precisos, se bautizaban las flamantes oficinas del nuevo semanario. Con escritores y máquinas no tan flamantes, pues, con poco capital, tuvieron que comprarse viejas máquinas UNDERWOOD y ROYAL, esas máquinas en que los más grandes escritores peruanos llenaron las primeras carillas de sus novelas. Y fueron las metralletas de los más duros o ácidos periodistas. El primer número apareció el 28 de noviembre de 1962. Culminaba ese año, de largas conversaciones y trajines, en que se iba concretando el proyecto de la nueva revista. Francisco Igartua se reunía muy a menudo con Jorge Aubry, Eduardo Orrego, Guillermo Ugaz y Francisco Campodónico, este último sería la pieza clave para la salida del semanario OIGA, pues sería en los grandes talleres de su imprenta “Industrial Gráfica”, donde se imprimiría.

Pero otro aspecto muy importante era conformar el equipo de periodistas que saldría a la cancha en ese primer encuentro con el público. Estuvimos en ese primer número de OIGA: Sebastián Salazar Bondy, quien publicó un reportaje que había hecho con premonitorio acierto al general FAP Jesús Melgar, entonces ministro de Agricultura, antes de su fatal viaje a Brasil. Murió junto con otras 96 personas en el impactante accidente del gran jet de VARIG que venía de Río de Janeiro. El desastre se produjo justo en vísperas de la salid de este semanario, y sonó como un terremoto en Miraflores. Un excelente reportero gráfico, Eduardo Caso, tomó fotos de los cadáveres calcinados y los restos del avión esparcidos en más de un kilómetro a la redonda. A esta noticia de primera plana, seguían, un artículo de las guerrillas de Chaupimayo, escrito por Héctor Arellano; Carlos Ortega hizo un reportaje al cántate brasileño Sergio Murillo; Juan Ríos iniciaba su columna “Tierra de nadie”, que dedicó a Enrique López Albújar; Mario Belaúnde un artículo sobre el boxeado peruano Mauro Mina, que regresaba triunfante de New York, y con el seudónimo de JUAN GRIS, una encuesta entre las chica lindas, algunas reinas de belleza, incluyendo a la bella Lucía Buonani que fue “Miss Mundo”. La pregunta era: “¿Te casarías con un negro?”, tema que curiosamente se trató últimamente en un programa de T.V.; además JUAN GRIS comenzaba una columna social llamada “Ver, oír... y no callar”.

El editorial de Francisco Igartua fue como un grito de guerra y un voto de principios para los que siguieran su línea de combate, tomo algunas líneas que dicen: “...Este semanario se llamara OIGA... me acompañan ahora un grupo de amigos unidos por igual preocupación generacional, a quienes desde nuestra ya distante mocedad se nos ha tenido por disconformes. Y lo somos. Es la voz cantante que queremos llevar. Pensamos distinto a la inmensa mayoría de los que ‘opinan’ en este país y abominamos del gregarismo”.

Frases escritas hace 33 años, con un lucidez proyectada al futuro, y que parece formuladas para el momento actual, de un gregarismo irracional. La mayoría del pueblo peruano, sobre todo limeño, ahora parece una manada de ovejas conducidas por un pastor nisei que se disfraza con chullo cuando va a la sierra, con plumas y atuendos ashaninkas en la selva y con elegantes ternos en Lima. Desde que su rostro apareció en las pantallas de T.V., sentí como una premonición. Presagié malos tiempos. Llegó al poder mintiendo y siguió engañando.

Algunos medios de comunicación lo han llamado Emperador, otros “Samurai”. Ofensa a ambos títulos. Si un Samurai mentía o engañaba, consideraba que había cometido grave falta contra su honor y se hacía el harakiri.

Este párrafo, este improntus, me debe ser disculpado, pues me salió la rebeldía arequipeña. Ahora sigo con algunos episodios de la gran carrera de OIGA, que desde que fue lanzada, cual proyectil de grueso calibre, ha atravesado años y décadas, atacando a dictadores, tiranos y tiranelos, y políticos corruptos.

El equipo de OIGA en 1963 se fortalece con el ingreso de periodistas y personajes como Francisco Moncloa, Tomás Escajadillo, eminente médico laboratorista, Jefe de los Laboratorios del Hospital del Empleado, como se llamaba en esa época. También se unió el poeta Paco Bendezú, joven de refinada cultura, buen poeta e hipocondriaco incurable, y el embajador José Alvarado.

Fueron esos años, en la Av. Salaverry, los que más disfruté. Se había logrado un grupo muy integrado. Aunque en esos años yo sólo iba algunos días, pues tenía un trabajo importante, que me daba ingresos para mantener a mi familia.

Los martes nos reuníamos todos para almorzar en un restaurante-jardín de comida criolla, en la avenida Cuba. La comida no importaba, eran horas de alegría y gran compañerismo.

Eso duró hasta 1967, en que se inaugura ITALPERU, complejo de oficinas e  imprenta de OIGA, cuyo financiamiento lo obtuvo Paco en parte de su cuñado italiano un arquitecto de Milán. La mudanza de Salaverry a la avenida Faucett, cambió un montón esa fisonomía de grupo integrado, pero no el espíritu de la revista ni de quienes escribíamos en ella. Ya hacía tiempo que había ingresado Jesús Reyes, un periodista profesional de primera. El ha sido durante décadas uno de los sólidos pilares que han sostenido OIGA, siempre con un perfil bajo. Su carácter, su personalidad, de los que no les gusta la figuración. También aparecían nuevos colaboradores como el padre Harold Griffiths, cuyos artículos de transparente serenidad complacía leerlos.
Finalizando la década del sesenta Francisco Igartua contrajo matrimonio con Clementina Bryce Echenique, lo que cambió su vida de bohemio a lo social. Adquirió mucha disciplina para su trabajo.

En la década de 1970, yo no puedo dar testimonio de nada referente a OIGA. Nuevas ocupaciones y grandes responsabilidades, me alejaron totalmente del periodismo por diez años. Pero seguía de lejos la trayectoria de este histórico semanario. Eran tiempos críticos, tiempos de cambio. La misma ciudad variaba, el tráfico urbano aumentaba, la gente comenzó a vivir una vida presionada.

En esos tiempos de mi trabajo a “full time” en algún rato libre fui al VIVALDI a tomar café expreso. Por casualidad Paco pasó y me vio. Se sentó en mi mesa y me dijo que venía de un negocio situado al frente, donde ahora es VILLA NOVA, que quería adquirir unos muebles para amoblar el cuarto de sus pequeños hijos, en la casa que había logrado construir en Monterrico. El obstáculo es que los quería comprar al crédito y le pedían una persona que le garantizara. Como me pidió que lo hiciera yo, no tuve inconveniente y lo acompañé a la tienda y firmé los papeles. Esa transacción de compra nunca se realizó. Esa noche Paco me dijo que tenía en su casa un grupo de invitados a comer, que iba a cocinar un plato de perdices, lo cual es su hobby, y Oscar Peschiera, otro. Me invitó, pero yo me excusé de asistir. Al día siguiente me enteré que la casa de Francisco Igartua había sido allanada la noche anterior por la policía y agentes de seguridad del gobierno. Alguien logró advertirle por teléfono, lo que dio tiempo a que sus invitados escaparan y Paco, en al auto de “Gody” Szyszlo, buscó asilo en la Embajada de México, de donde salió deportado al país azteca. OIGA fue cerrada. En México, Paco soportó un largo y duro exilio de tres años. El ya había conocido esa vicisitud con Odría, y esa experiencia lo ayudó a subsistir.

Cuando las condiciones políticas cambiaron los hermanos Jesús y Alfonso Reyes, en una actitud heroica, lograron volver a publicar OIGA, trabajando en condiciones casi artesanales en el garaje de su casa. Por eso OIGA estuvo vigente cuando Francisco Igartua retornó del exilio, tomando nuevamente el timón. Con su experiencia y contactos, este semanario cobró nuevamente fuerza, poder y prestigio.

En 1982, yo retorné a OIGA, a raíz de un duro revés provocado por una infame injusticia del poder político de turno. Quedé en la calle y se me cerraron todas las puertas. Sólo Francisco Igartua me abrió las de OIGA, donde comencé a retornar al oficio de periodista. Me chocó al principio la nueva atmósfera de la prensa y me costó adecuarme. Pero finalmente, por primera vez en mi vida, me dediqué de lleno exclusivamente a esta ingrata profesión. Ingrata pero apasionante. Poco a poco comencé a tener comunicación con algunos colegas, para mí nuevos, como Fernando Flores Araoz, que era Jefe de Redacción, Gerardo Barraza, Evelyna Fasio “Pandora”, Regina Seoane y el poeta “maldito” Roger Santivañez. De la nueva generación llegaron algunos jóvenes brillantes como Jaime Bayly, Alvaro Vargas Llosa, Pedro Planas y Doris Bayly.

Estábamos en el quinquenio del saqueo del APRA. Y, naturalmente, OIGA se enfrentaba —con todo— a esa corrupción, caos y desbarajuste. Cuando Alan García decretó la estatización de la Banca, nuestro semanario, que no había servido nunca a la oligarquía económica, esa vez dedicó todos sus esfuerzos a combatir esa barbaridad. Dio páginas de páginas y carátulas, para defender la libertad, en este caso confundida con los banqueros. Triste es decir que algunos de ellos han sido los peores verdugos de OIGA.

El APRA no sólo saqueó al Perú sino nos endosó al gobernante actual, cuyos sibilinos métodos de atacar arteramente se han visto bien reflejados en la reciente inauguración del By Pass de la Plaza Dos de Mayo, en que se vio como los mismos guardias municipales convirtieron este acto en una batalla campal. Cosa planeada en contra de Ricardo Belmont. El estilo autocrático de gobierno en el que sólo el “Chino” inaugura obras.

En la nueve sede de OIGA se fueron recibiendo los primeros golpes. La SUNAT nos acosaba. En la fecha del golpe de Estado del 5 de abril se quiso cerrar este semanario. Todos estos conflictos obligaron a la gerente, Carolina Arias, a grandes reajustes para seguir. Finalmente, en una nueva mudanza de hace sólo dos meses, la noticia fatal: “el no va más” de OIGA.

Los últimos mohicanos que resistimos hasta el fin, hasta arrojar las armas al abismo, han sido, con la jefatura de Francisco Igartua, el Sub-Director Jesús Reyes; Alfonso Bermúdez, Jefe de Redacción; Laura Gonzales, los hermanos Carlos y Luis Michilot, reporteros gráficos y Juan Michilot en la Producción Gráfica, José Reyes, Rodolfo Esquivel, Niní Ghislieri, Tulio Arevalo, Orazio Potesta y algunos colaboradores finales.

Felizmente para mí, que detesto los temas políticos, un buen día de 1983 me llamó Paco para hacerme cargo de la página GOURMET. Y allí he estado y terminado con este largo ADIOS.

jueves, 10 de enero de 2013

ADIOS CON LA SATISFACCIÓN
DE NO HABER CLAUDICADO

Adiós, amigos y enemigos

A LA OPINIÓN PÚBLICA
OIGA se despide de ustedes, queridos amigos, Cerramos por razones estrictamente económicas, pues, desde hace varios años venimos padeciendo un acoso publicitario del gobierno, que se extendió en los últimos tiempos al sector privado.

Queremos dejar constancia que intentamos dejar saneadas nuestras deudas, principalmente las tributarias que se generaron a partir del último año, pues siempre fuimos puntuales contribuyentes. En numerosas oportunidades nos entrevistamos con el IPSS y la SUNAT enviándoles comunicaciones escritas, por conducto regular, de todo lo cual tenemos constancia pidiendo el uso de los espacios aprobados, de acuerdo a la disposición legal que estableció el pago de deuda tributaria mediante publicidad. Sin embargo, nuestras propuestas no fueron respondidas a pesar de que ese trato si se cumplió con todos los demás medios de prensa.

Como se ha podido observar en varios medios de comunicación, el pasado sábado 02 de setiembre, la SUNAT publicó suplementos Guías al Contribuyente.

Lamentamos esta injusta situación y dejamos debida constancia de ello.


EL DIRECTORIO

DIARIO JORNADA

Run-run limeño

Dice el run run que desde el viernes, se hallan empeñados los “managers” de la Candidatura oficial desde el Poder, en organizar una “espontánea” manifestación de aplausos al General Odría, el Presidente–Candidato, para cuando “deje” Palacio de Gobierno.

En efecto, el señor Abelardo Lanfranco, que no pierde la esperanza de ser ubicado como Representante por la provincia de Lima, habría visitado varios Ministerios y conferenciado con algunos de los Directores de repartición y Jefes de Departamento y de Sección, para pedirles que “no dejen” de mandar a todo su personal, el Jueves 01 de Junio a las seis de la tarde, a la Plaza de Armas, a esperar la llegada del General Odría, y tributarle una “gran” manifestación cívica. Por supuesto, el señor Lanfranco, para que los funcionarios y empleados no se sientan molestos e incómodos, rozándose con los obreros y peones, de diversas reparticiones de la Administración Pública, como son los obreros del Servicio de Agua Potable y los peones de los servicios de Baja Policía, había ofrecido, bajo su palabra de honor, que los funcionarios y empleados –únicamente– ocuparán el atrio de la Catedral y el frente del Palacio Arzobispal; mientras que los obreros, los peones, los jornaleros, los modestos trabajadores en general, al servicio del Estado, así como los obreros de empresas industriales, se situarán en la calzada de la misma Plaza, frente al Portal de Escribanos.
SEMANARIO JORNADA

Redactor de “Jornada” preso
El domingo fue detenido el periodista Francisco Igartua
Absoluto silencio de las autoridades sobre la arbitraria detención

En la tarde del domingo último fue detenido el periodista Francisco Igartúa, redactor de “JORNADA”. La noticia llegó a conocimiento nuestro al mediodía de ayer. Según las primeras averiguaciones, Igartúa se encontraba en el Cuartel Sexto. En la tarde, el Jefe, de Redacción de “Jornada” se constituyó en esa Comisaría, informándosele en la Prevención que “Igartúa había sido trasladado a la Prefectura. En la Secretaria de la Prefectura nuestro Jefe de Redacción fue informado que se le había remitido a la Dirección de Investigaciones. En el Departamento respectivo, el representante de “JORNADA” fué informado que Igartúa estaba a disposición de la Dirección de Gobierno, que se encontraba en situación de incomunicado, y que sin autorización superior no se podían  dar a conocer las causas de su detención. Diversas personas hicieron gestiones para que Igartúa fuera puesto en libertad, pero hasta ya entrada la noche seguía preso.

Se trata, pues, de un nuevo atropello que el oficialismo comete en agravio de las libertades esenciales del individuo. Un ciudadano ha sido detenido sin darse a conocer los motivos. Seguramente se trata de otra arbitraria aplicación de la Ley de Seguridad Interna, que es el instrumento con que está llevándose adelante la imposición obstruyendo la propaganda de loe sectores democráticos, y aplicando sanciones a capricho a quienes desarrollan actividades que el Gobierno no mira con simpatía.

En el caso de Igartúa se comete un definido atentado contra la libertad de prensa. Solo en los países donde se vive al margen de las normas civilizadas y donde no rigen los principios de la convivencia democrática, puede ocurrir que un periodista sea detenido sin explicación alguna.

Conforme el oficialismo comprueba la orfandad popular en que se encuentra, a medida que se hace evidente la imposibilidad de alcanzar un triunfo electoral por vías honestas, se extreman las medidas contra los que enarbolan la bandera de la democracia y de la liberación cívica. La detención de lgartúa, sin especificación de causa, es un atropello que no tiene atenuantes, “JORNADA” formula su más enérgica protesta y renueva en esta oportunidad su inquebrantable determinación de ración de la vida institucional peruana. Esperamos que en esta ocasión la solidaridad periodística se exteriorice en forma rotunda y enérgica, porque se trata de un derecho de la prensa que está siendo vulnerado. La Asociación Nacional de Periodistas está en el deber imperativa de intervenir y decir su palabra condenatoria, y exigir, como exigimos nosotros, la inmediata liberación de Igartúa.

Nota.- Escritas las líneas en anteriores, y después de más de veinticuatro horas de arbitraria detención, nuestro redactor Francisco Igartúa fué puesto en libertad a las nueve de la noche de ayer. Nuestra protesta queda en pié.

SEMANARIO JORNADA

Marginalia
Los niños  terribles

Salían de la escuela y se diseminaban pro las calles, vocingleros y alegres, discurriendo a su modo sobre las incidencias del día. Fluctuaban entre la niñez y la adolescencia. Matizaban, a todo pulmón su coloquio diciéndose de “zamba canuta” para arribe lo que es bastante decir. Era una jerigonza de epítetos, lo más procaces, puestos como motes a sus maestros. Los seguí de cerca. Pensé en la “escuela nueva” que es un sistema educativo de lo más cómodo e interesante. El maestro, según las normas que la disponen, es pasivo; el alumno es lo dinámico de la clase. El hace y deshace. El maestro orienta, encauza, dirige, vigila. Nada de malos tratos. Nada de castigos. Nada de reproches duros.

Pero estos niños gritábanse, empujábanse, maldecíanse y maldecían, empujaban y gritaban a los demás: a los transeúntes y a sus maestros, a sus padres y a sus parientes. La patria cifra en ellos su porvenir. El dómine de la palmeta y el látigo pasó a la historia. Pasó a la historia con todos los sistemas  que recurrían a la sanción dura e intolerante. Ya no se puede aceptar la existencia de un Clérigo Cerbatana –como  aquel de Quevedo– que mataba de hambre a los alumnos y dejaba caer su rigor sobre el seco pellejo de sus amojamados educandos. Ahora se usa de la palabra convincente, de la lección bondadosa, del amor, sí, del amor sobre todo.

Pero, a pesar de esto, todos los niños, como aquellos de que comencé a escribir, andan por las calles —¡y me imagino que en el aula también!— con la más incorrecta de las urbani­dades — urbanidad, de urbe sin du­da. — No es que quiera que los dichos infantes se estén calladitos como pie­zas de ajedrez y sin una sonrisa y sin una pizca de holgorio. Que sean retozones y simpáticos, que sean avispados y simples; que sean holga­zanes, cretinos, estudiosos o memoristas. Pero que sean urbanos, que tengan urbanidad. Que no lancen in­terjecciones en el tranvía, ni que se jalen de los pelos en la calle, ni que se líen a puñadas en plena vía. Esto yo no sé si lo contempla la nueva e­ducación, pero si estoy seguro que los viejos magisters de antaño lo tenían como primerísima e importantísima función: enseñarles que se debe res­tar al prójimo y que el prójimo es el próximo, el vecino, el que está al lado; enseñarles a mirar las canas y las faldas con respeto: Que no le di­gan piropos procaces a las niñas, ni a las mozas, ni a las ancianas.

Yo sé que ya no se les debe me­ter en la cabeza cuál es el pluscuam perfecto del verbo yacer, ni cómo se diferencia una cláusula rítmica trocaica de una yámbica.
Nada de esto. Forma­ción del estilo. Sé, también, que, no se les debe obligar a aprender quién fué Bamba o Gudemundo; ni porqué causa secreta y desconocida Childe­rico III no se razuraba el pelo: Pero a andar con compostura, con corrección, eso sí se debe enseñar. Porque si la nueva educación va a descuidar tan importante asunto creo que ante uno de esos desafueros infantiles, ante una de esas mataperradas de muy mal gusto, tendremos –paro­diando a El Murciélago cuando su­fría a los libertos– que decir:  iViva la Libertad! iViva la escuela nueva!

E.S.E

domingo, 23 de diciembre de 2012

EUZKO ETXEA ARANTZAZU LIMA


EL PERUANO, Diciembre 19 de 1865

Secretaria de Justicia, Culto, Instrucción y Beneficencia

MARIANO I PRADO

JEFE SUPREMO PROVISORIO DE LA REPUBLICA,

I. Que es conveniente centralizar la administración de las cofradías, archi-cofradías, congregaciones y hermandades, a fin de consultar no solo la economía, en el manejo de sus rentas, sino el más seguro cumplimiento de los fines con que fueran establecidos;
II. Que la Sociedad de Beneficencia, por su calidad de permanente y por el espíritu filantrópico que la guía, reúne las condiciones necesarias para el acertado manejo de los bienes y rentas de dichas corporaciones;
III. Que con la indicada centralización se facilita al Supremo Gobierno la aplicación de las rentas excedentes a objetos de instrucción pública y beneficencia;

DECRETO

Art. 1° Encárgase  a la Sociedad de Beneficencia de Lima, la administración y manejo de las cofradías, archi-cofradías, congregaciones, hermandades u otras corporaciones de este género, existentes en esta capital y sus provincias.
Art. 2° En los demás departamentos se procederá a llevar a efecto la misma disposición, tan luego como se obtengan los datos oficiales que se han pedido.
Art. 3° La Sociedad de Beneficencia de lima, desde que se haga cargo de la administración, procederá a cumplir todas las obras pías o mandas de beneficencia que en la actualidad se hallan en corriente y consten en las fundaciones.
Art. 4°  Los que actualmente administran las cofradías, archicofradías, congregaciones y hermandades; procederán en el acto a rendir sus cuentas a la Sociedad de Beneficencia de Lima, o a la comisión que esta eligiere con este objeto, y entregaran los fondos, archivos y documentos pertenecientes a esas corporaciones.
Articulo 5° La Sociedad de Beneficencia, sin perjuicio de llenar las obligaciones a que se contrae el artículo 3°, presentara al Supremo Gobierno un informe circunstanciado que dé a conocer el estado de los bienes y rentas, de cada una de esas corporaciones y la cantidad que resulte sobrante.
Art. 6° La cantidad sobrante se aplicara a objetos de instrucción pública y beneficencia en la forma y proporción que el Gobierno determine en posteriores resoluciones.
Art. 7° Queda autorizada la Sociedad de Beneficencia, para organizar, con individuos de su seno las comisiones que crea necesarias, para el fin a que se contrae este decreto, pudiendo dotar a los amanuenses de dichas comisiones, con la cantidad proporcionada a sus servicios.
Art. 8° La Sociedad de Beneficencia, aun antes de expedir el informe de que se encarga el artículo 5°,  pasara a la Secretaria del ramo una razón de los contratos de enfiteusis o arrendamientos que sobre los dichos bienes se hubiesen celebrado  sin los requisitos que exijen las leyes, respecto de bienes que no son de libre disposición.
El Secretario de Estado en el Despacho de Beneficencia, queda encargado del cumplimiento de este decreto.

Dado en la Casa de Gobierno en Lima, a 18 de Diciembre de 1865.

Mariano I. Prado
J. Simeón Tejeda


lunes, 17 de diciembre de 2012

EUZKO ETXEA ARANTZAZU LIMA


LOS COMERCIANTES VASCOS
EN EL VIRREINATO PERUANO
Profesor Dr. Guillermo Lohmann Villena
Catedrático de las Universidades del Perú
Mayor de San Marcos y Lima 

VI

EL ESPÍRITU DE SOLIDARIDAD ENTRE LOS HIJOS
DE LAS PROVINCIAS VASCONGADAS

A lo largo de las páginas anteriores se habrá ido percibiendo un rasgo distintivo en las relaciones entre los oriundos de las comarcas vascongadas: su voluntad de cohesión vernácula a la hora de entablar operaciones de carácter utilitario. No será en consecuencia improcedente añadir unos párrafos dedicados a informar sobre la concreción de ese talante de fraternidad (maitasuna) transpuesto desde su ámbito pragmático a una esfera entrañable.
En 18 de Marzo de 1612 un nutrido grupo de vascos compró a D. Luis de Mendoza y Ribera la capilla del Santo Cristo en el brazo izquierdo del crucero de la iglesia de San Francisco para instalar en ella la cofradía de Nuestra Señora de Aránzazu y en la bóveda subterránea un enterramiento. Siete años más tarde se aprobaban las primeras Constituciones que regirían la “Congregación y Hermandad de los caballeros hijosdalgo que residen en la Ciudad de los Reyes, naturales del Señorío de Vizcaya y provincias de Alava, Reino de Navarra, y de las cuatro Villas de la costa de la Montaña, que son Laredo. Castro Urdiales, Santander y San Vicente de la Barquera”. Las definitivas se sancionaron en 12 de Abril de 1636, en que el número de cofrades ascendía ya a 105.
Como reza su preámbulo, “El fin de esta Hermandad y congregación a mayor gloria de Dios Ntro. Señor y de la Santísima Virgen Ma. su Madre, es unirse y confederarse todas las personas caballeros hijodalgo, así los de la provincia de Guipuzcoa corno del Señorío de Vizcaya con sus Encartaciones y los demás aquí referidos que hubiese en esta ciudad, en orden a ejercitar entre sí y con los de su nación obras de misericordia y caridad Christiana así en vida como en muerte ...”.
La segunda cláusula puntualiza los requisitos indispensables para pertenecer a la Hermandad: “... porque la nobleza y limpieza de sangre es donde Nuestro Señor ayuda mucho a la virtud y buenas obras el ser hijos y descendientes de buenos, se ordena para mayor decoro de esta Congregación que todos los que hubieren de ser recibidos en ella sean originarios de las partes y lugares de suyo referidas o sus descendientes por vía de varón, nobles y limpios, de conocido nacimiento y opinión...”. Estaban expresamente excluidos los que desempeñasen alguna ocupación calificada de infame.
A la par de su campo de acción espiritual como cofradía canónicamente instituída, la Hermandad desarrollaría un plan de socorros mutuos. Las obras de caridad consistían en visitar a los enfermos acogidos en los hospitales; sorteo de dotes para huérfanas pobres y recorrer las cárceles por si hubiese en ellas miembros de la hermandad presos por deudas, a fin de asistirlos en su defensa, o si la deuda fuese por una suma moderada, la institución se subrogaría para su cancelación, con cargo de reembolso de honor adquirido con ella.
La función principal de instituto se celebraría con toda solemnidad cada 3 de Mayo, pero también se realizaban cultos de gran aparato en la festividad de la Purificación (2 de Febrero), de la Anunciación (25 de Marzo), de la Asunción (15 de Agosto) y de la Purísima (8 de Diciembre) (273).
En la bóveda podrían inhumarse los restos mortales de los hermanos, sus viudas, hijos legítimos y los de oriundez vasca indigente, aunque no hubiesen pertenecido a la Cofradía. Así nos consta que en ese enterramiento se sepultaron, a petición propia (sólo de los mencionados en estas páginas) los siguientes: Aguinagalde, Amenabar, Amez, Arieta y Ezcarraga, Arrese, Arriaga, Azcárraga, Calatayud, Echevarría y Uría, Elcano y Balda, Gorostizaga (274), Guisasola, Ibargüengoitia, Izarnotegui, López Escudero, Larrea y Amez, Obiaga, Orobiogoitia (que legó en su testamento 500 pesos para solemnizar los cultos de las imágenes de Nuestra Señora de Aránzazu y de Nuestra Señora de Begoña, más otra suma igual para el adorno de los altares), Domingo de Zaldívar y su sobrino Manuel, y Zelayeta (275).
La directiva estaba compuesta por dos Mayordomos, cuatro Diputados y un Procurador, que se elegían cada 3 de Mayo por períodos anuales.
Seguramente a ejemplo de Sevilla, en donde los vascongados residentes en ella se acogieron a la iglesia de San Francisco (276), los de Lima también se inclinaron por el templo de la misma Orden. En la capilla adquirida en 1612, respetando el primitivo retablo que lucía una pintura de Nuestro Señor, asentaron otro para rendir culto a una imagen de la Virgen de Arantzazu, copia directa de la original que se venera en los riscos de Oñate. La talla fue encargada por el comerciante Juan de Urrutia, Cónsul del Tribunal del Consulado (1623 y 1624) y Prior del mismo (1631, 1634 y 1639); su costo ascendió a 12.000 pesos. En medio de grandes festejos y tras una solemne procesión, fue instalada en su lugar el 18 de Octubre de 1646. El retablo original su destruyó en 1656, cuando se desplomó por entero la iglesia, y se le substituyó por uno de e barroco, que a juzgar por las descripciones era soberbio y magnífico, conservan (cedro su color natural. Lo terminó de esculpir en 1705 el artífice ensamblador Jose Castilla (autor también del retablo de la iglesia de Jesús María, única obra subsistente hoy, y por la cual se puede apreciar su maestría en el arte de la gubia), segundo retablo pereció a su vez destruido por un incendio en Septiembre de 1899 lo redujo a pavesas, junto con la imagen, sobresaliente pieza de la imaginería española (277).
La cristiana confraternidad también se ejercitaba a título particular descollando en este humanitario menester el guipuzcoano Ignacio de Elola, que socorría al asiento” a personas menesterosas y vergonzantes (278) y el ya recordado Martín Zelayeta, que además de las obras de misericordia apuntadas, instituyó un patrón cuyas rentas destinó para mayor ostentación del culto de la capilla de Nuestra Se de Aránzazu.

LA TERCERA: OJO, PESTAÑA Y CEJA...!

LA TERCERA: OJO, POSTAÑA Y CEJA...!

EUZKO ETXEA ARANTZAZU LIMA


LOS COMERCIANTES VASCOS
EN EL VIRREINATO PERUANO
Profesor Dr. Guillermo Lohmann Villena
Catedrático de las Universidades del Perú
Mayor de San Marcos y Lima 

III

EL CONTINGENTE VASCO EN EL TRIBUNAL
DEL CONSULADO

Es de sobra conocida la importancia de este organismo gremial, que agrupaba un modo genérico a cuantos, bajo ciertas condiciones, ejercían quehaceres de orden  mercantil en sus diversas modalidades. Aunque todavía carecemos de estudios profundos que esclarezcan la magnitud de la gravitación de los Consulados en el campo financiero, comercial y crediticio, no será exagerado aseverar que en Indias coba mayores dimensiones institucionales que en la Península.
Una pesquisa en la composición de los cuadros dirigentes de la entidad que constituía la “personificación del comercio limeño”(41), cuyas Ordenanzas por cierto determinaban que en lo que no estuviese contemplado en las aprobadas en 1627 se observase, como legislación supletoria, lo prevenido en las del Consulado de Bilbao, nos pondrá en la pista de reconocer con claridad el volumen de la presencia del elemento vascongado en el seno de la institución y por ende deducir su influjo en el ámbito comercial del Virreinato entero.
A nuestro intento importa por modo exclusivo tener presente que para ser inscrito en el patrón de electores, y consecuentemente ejercer el derecho de elector y el pasivo de ser elegido, se requería acreditar residencia fija en la capital del Virreinato, disponer de un capital mínimo de 12.000 pesos, ya como mayorista con existencias en el almacén o como volumen del giro comercial, o ser propietario de una de las embarcaciones de alto bordo adscritas al servicio de conducción de situados a la plaza de Valdivia es illas de Juan Fernández (42).
La preponderancia cuantitativa de los vascongados como grupo compacto se acusa por lo pronto en las Juntas, que se convocaban para deliberar sobre asuntos graves. En ellas se reunían exclusivamente, el Prior, los dos Cónsules, los Consejeros (quienes anteriormente habían ocupado cualquiera de dichos cargos directivos) y los Diputados (aquellos miembros del gremio que por su respetabilidad eran voceados como candidatos para ser elegidos en lo futuro). Pues bien. A modo de calas escogidas al azar, he aquí los concurrentes de documentada filiación vasca que participaron en esas sesiones restringidas: en las celebradas en 1769 suenan los nombres de Elola, de Domingo de Zaldívar, de Tomás de la Bodega, de Ororbiogoitia y de Izarnotequi; en las de 1770, entre los siete Consejeros y Diputados figuran Elola y Domingo de Zumarán; en las de 1771 actúan de Consejeros Tomás de Bodega y Arrese; en las de 1773 comprobamos una presencia masiva, pues entre los 17 Consejeros y Diputados concurren Elola, Bodega, Larrea y Amez, Ororbiogoitia y Manual Zaldívar; en 1774, en que uno de los Cónsules era guipuzcoano, acuden Amandarro (43), Zaldívar, Ocharan y Mollinedo, Elola y Larrea y Amez; en 1775 lo hacen Ocharan, Elola, Otaegui, Ororbiogoitia, Francisco Zurrarán, Zaldívar y Larrea y Amez; en 1777 hallarnos a Elola, Ocharan, Otaegui, Ororbiogoitia, Silvestre de Amenabar y Amandarro, y para terminar, en 1783 allí están Elola, Sarroa, Ocharan, Larrea y Amez, Ororbiogoitia y Amandarro(44). Recapitulando: Elola participa en las deliberaciones a lo largo de tres lustros, al igual que Ororbiogoitia; Larra y Amez durante un decenio, y Ocharan y Mollinedo por nueve años.
En la Junta general celebrada en Mayo de 1779 para reformar las Ordenanzas en el punto del monto de los litigios de que habrían de conocer los jueces del Consulado, de los 22 que llevaron la voz de todo el gremio, cinco son conocidos nuestros: Arrese, Elola, Larrea y Amez, Ororbiogoitia y Zaldívar (45). La matrícula de los 42 compromisarios congregados en Diciembre de 1790 para elegir autoridades para el año siguiente incluye nueve (21%) de oriundez vasca: Silvestre de Amenabar, Manuel de Alzola, Francisco María Zuloaga, José de Zaldívar, Domingo Martín de Laspiur, Juan Miguel de Mendiburu, Blas Ignacio Tellería, Manuel de Unamunsaga y Juan Miguel de Castañeda (46).
Como no podía ser por menos, esta afluencia hubo de traducirse, a partir del de la centuria, en la composición de la mesa directiva del Tribunal, conformada por Prior y los dos Cónsules. He aquí la nómina por orden cronológico:

1750, 1751, 1752 y 1753 Cónsul Pedro del Villar y Zubiaur (47).
1754, 1755, 1756 y 1757 Cónsul Jerónimo de Calatayud (48).
1756, 1757, 1758 y 1759 Cónsul Ignacio de Elola (v.).
1760 y 1761 Prior Pedro de Elcano y Balda (v.).
1760, 1761, 1762, 1763 y 1764 Cónsul Domingo de Zaldívar y Pascual (49)
1762, 1763 y 1764 Prior Villar y Zubiaur.
1762, 1763 y 1764 Cónsul Tomás de la Bodega y Quadra (v.).
1765 y 1766 Prior Elola. Cónsul Bodega y Quadra.
1773,  1774, 1775, 1776 y 1777 Cónsul Joaquín José de Arrese.
1785, 1786, 1787 y 1788 Cónsul Juan Bautista de Sarraoa e Iriarte (50).
1795 y 1796 Prior el mismo.
1797, 1798, 1799 y 1800 Cónsul Blas Ignacio de Tellería (51).

Resolutivamente, en los bienios 1760-1761 y 1765-1766 el Prior y un Cónsul pertenecen a la nación vascongada; en 1762, 1763 y 1764 se llega al extremo de copar los tres puestos. Marcas tan elocuentes no requieren de mayor comentario, pero denuncian a las claras que la institución se encaró como un predio de caza.
Para cerrar este apartado, no es de desdeñar que hasta su fallecimiento fue Juan Bautista de Arieta y Azcarraga (v.). Receptor del Tribunal, vale decir, el encargado de la cobranza de las rentas asignadas a la institución.

EUZKO ETXEA ARANTZAZU LIMA


LOS COMERCIANTES VASCOS
EN EL VIRREINATO PERUANO
Profesor Dr. Guillermo Lohmann Villena
Catedrático de las Universidades del Perú
Mayor de San Marcos y Lima 

I
PRESTIGIO Y TRADICIÓN DE LA GENTE VASCONGADA.

La acción de los hombres de empresa vascongados en el Perú se recorta con perfiles tan nítidos durante la segunda mitad del siglo XVIII que su magnitud sólo cabe medirla proyectándola como la secuela, dentro del sector económico, del rumbo trazado por sus predecesores atraídos por el llamado del destino transatlántico. La divisa de unos y otros pudiera haber sido el viejísimo Plus Ultra, un más allá promotor constante del ímpetu expansivo que desde tiempos inmemoriales late en las venas de los individuos de esa raza.
La actividad del elemento vasco en el Perú, operando como un núcleo homogéneo en dicho tramo de la décimaoctava centuria - el siglo “mercantil” por excelencia en la historia del Imperio Español - pudo desplegarse en toda su envergadura al amparo de una coyuntura excepcionalmente propicia: de un lado, como consecuencia de la depresión agraria que sufrió el país, que para aprovisionarse de trigo pasa a depender de Chile (1), surge y se consolida una próspera oligarquía naviera; por otra parte, venida a menos la minería, en recesión tras el auge de los dos siglos precedente (2), el comercio de gestión crece significativamente y se constituye en el principal sustentáculo de la economía local, por cierto enfrentado en tenaz antagonismo con el gremio de mercaderes rioplatenses (3). La mentalidad de la nueva generación de comerciantes y navieros, en la que sobresaldrán los prohombres de los que se pasa revista en las páginas siguientes, arrincona vetustos sistemas - tales como el ineficaz de las flotas y el obsoleto del tráfico por la vía de Tierra Firme - y, en sintonía con las reformas borbónicas, ensancha horizontes, rompe esquemas superados y abre la ruta del intercambio directo con la Península, principalmente con Cádiz (4).
Tras las oleadas extremeñas y andaluzas de las horas iniciales, llegó al Nuevo Mundo el contingente vascongado, que negocia, administra y ordena. El dinamismo mercantil de ese elemento se abre paso desde los momentos tempranos de la colonización en el Continente. Los más remotos antecedentes pueden rastrearse aun antes del descubrimiento del Perú mismo, vinculados con la personalidad del Adelantado Pascual de Andagoya, del Imperio que no pudo conquistar. De sus labios oyeron los españoles atónitos en Panamá, por primera vez, el mágico topónimo que encandilaría la imaginación de tantos conquistadores. El 23 de Julio de 1523 registraba Andogoya una cantidad de oro habida en una incursión a la comarca del Perú, que -bien se deja entender- no era todavía el país que así se denomina actualmente (5).
Andagoya pertenecía a la vanguardia de empresarios y mercaderes vascos radicados desde temprano, con ojo avizor, en Tierra Firma (6). Pisándole los talones asoma el hidalgo vergarés Domingo de Soraluce (7), que en 1531 envió un barco de apoyo a la definitiva expedición de Pizarro en pos del Imperio de los Incas; en esa nave había “mercaderías caballos” destinados al intrépido extremeño (8).
Ya en el Perú propiamente, las actividades de la gente vascongada en menesteres de la mar se detectan desde los primeros años de la Conquista (9). Un acta notarial de 12 de Enero de 1554 nos acerca con más precisión a ese quehacer: en aquella fecha el vizcaíno Rodrigo de Portu transfiere a Martín de Carquizano el derecho a recaudar de Juan Ochoa de Rotaeche -¿dudará alguien de la oriundez de todos ellos? - la suma de 116 pesos de oro, valor de la cuarta parte del navío San Sebastián que este último había vendido al cacique de Chincha, y cuya participación por dicha cuota pertenecía al cedente (10).
¿Y cómo olvidar entre los hombres cuyos destinos se jugaron en el Perú al oñatiense Lope de Aguirre, ejemplar humano que ha proporcionado materia para el relato histórico, la novela y la cinematografía? ¿Sería lícito pasar por alto a miembros esclarecidos de la estirpe de San Ignacio? La representaron con notoriedad indiscutible un hermano suyo, Hernando, cuyas andanzas en Tierra Firme se pierden con su muerte; el Adelantado Juan de Salinas y Loyola (11), descubridor y conquistador de la comarca de los bracamoros, donde en 1557 fundó la ciudad de Loyola (12), y su sobrino segundo del Santo, Don Martín Garcia de Oñaz y Loyola, que culminó su carrera militar como Gobernador de Chile (1591-1598) (13). Su boda con la nieta del último emperador incaico, D' Beatriz Clara Goya, efigiada en el mural decorativo de la Iglesia de la Compañía en el Cuzco, se ofrece como el testimonio pictórico más expresivo de la fusión de las razas.
Tampoco puede faltar a la cita el batallador obispo del Cuzco (1573-1583) Sebastián de Lartaun, oriundo de Oyarzun, varón riguroso que en sus conflictos durante el tercer Concilio limeño (1582-1583) contó con el sostén mal disimulado de tres magistrados vizcaínos en la Audiencia (14).
¿Y qué decir de la donostiarra Catalina de Erauso, la monja alférez, en cuyos lances y vida novelesca la realidad ganó la partida a la fantasía más desbordante? (15).
Difícil será hallar un tratado que aventaje al del jesuíta vergarés P. Pablo José de Arriaga intitulado Extirpación de la idolatría del Perú (Lima 1621), como fuente para escudriñar los mitos y supersticiones de los indígenas a principios del siglo XVIII.
Del tipo social del mercader en la misma centuria puede ser exponente cabal el vizcaíno Martín de Isasi, comisionista de relieve en el intercambio transatlántico del Perú, que en 1632 llevó - !él solo!-, en oro, joyas y numerario, a España, millón y medio de pesos, suma equivalente a la que se remitía por los funcionarios fiscales a la Corona (16).
Los historiadores nunca agradecerán bastantemente la solicitud del bilbaíno Capitán José de Mugaburu en apuntar prolijamente en su jugoso dietario cuantos sucesos, importantes o nimios, ocurrieron en Lima entre 1640 y 1686 (17) así como al Capitán Francisco de Echave y Assu, natural de Guetaria, que con su descripción de las fiestas por la beatificación de Toribio Alfonso de Mogrovejo compusiera la más cabal imagen del esplendor de la capital de Virreinato antes del desolador terremoto de 1687 (18).
En este apretado desfile sería imperdonable callar los nombres de tres magnates señalados por su talante caritativo, que supieron pagar con la moneda de oro de la gratitud la entrañable hospitalidad con que les acogieran en la tierra de adopción. Nos referimos a Sebastián de Antuñano y Las Rivas, de Balmaceda, al santiaguista Bernardo de Gurmendi y Urreta, donostiarra, y a Martín de Zelayeta y Aldecoa, de Zorroza, cuyo pecho también lució el lagarto de Santiago. El primero costeó de su peculio la edificación de la primera capilla que albergó la imagen del Señor de los Milagros, la devoción más popular y honda entre los limeños desde hace tres siglos, y fundó el beaterio de carmelitas descalzas nazarenas adscritas a su culto (19); a expensas del segundo se construyeron entre 1708 y 1722 la iglesia y el convento de las trinitarias descalzas hasta hoy en pie, y a su muerte sin sucesión legó toda su fortuna a las mismas (20), y finalmente, el tercero, movido de su desbordante espíritu filantrópico, instituyó una obra pía para socorrer a cincuenta pobres vergonzantes, proporcionar manutención a encarcelados menesterosos y dotar doncellas para tomar estado; su memoria ha subsistido hasta nuestros días gracias a un patronato benéfico creado con un ingente fondo inicial (21).
Por derecho propio debe de ocupar un lugar preferente en esta galería un héroe de la dimensión histórica del Almirante Blas de Lezo. Pasaitarra, General de la Mar del Sur desde 1718, en 5 de Mayo de 1725 el Arzobispo Morcillo y Rubio consagró su desposorio con una peruana, Da Josefa Pacheco de Benavides, y el 30 de igual mes de 1727 el mismo Prelado echaba al agua a su primogénito, Blas Fernando José (22). Harto sabido es que se cubrió de gloria en 1741, al rechazar el ataque a Cartagena de la flota británica, al mando del Almirante Vernon, cuya arrogancia quedó en ridículo pues había mandado acuñar prematuramente una medalla conmemorativa, en la que aparecía Lezo, de hinojos, entregando su espada, y cuyo exergo rezaba “El orgullo español humillado por el  Almirante Vernon” (23).
No debía de ser extraño a la sensibilidad de los limeños cuanto tuviera relación con el elemento que nos ocupa, cuando un estudiante del Colegio de San Pablo, al fin y al cabo centro de formación de los ignacianos, encontró ambiente propicio para versificar en 1761 unas “Rimas afectuosas y lúgubres en lengua vascongada”, peregrino epicedio compuesto con ocasión de los honras fúnebres de la reina María de Sajonia (24).
Esta nómina de vascongados dignos de recordación por su carácter representativos, bien puede cerrarse mencionando al Capitán de Fragata Domingo de Boenechea, cuya cuna se meció en Guetaria: en 1772 abrió de nuevo la ruta que conducía desde El Callao hasta la isla de Tahití (25).
Queden estos como hitos de un itinerario emocional o como lo que fueron: exponentes de un surco profundo en la urdimbre colectiva del Perú virreinal, a la que se incorporaron con las fecundas virtudes raciales. Cada uno de ellos en su respectiva órbita ocupó un lugar de honor, desplegando sincera y acendrada voluntad de servicio a la comunidad. Sus continuadores, principalmente en los sectores mercantiles e industriales, no desmerecieron de quienes se les habían adelantado en el tiempo. Esta primera aproximación a un tema inédito aspira a entreabrir un resquicio que permita asomarse a su conocimiento, con semblanzas y aislados apuntes de su paso por el escenario del Perú en la segunda mitad del siglo XVIII.