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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

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UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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domingo, 21 de diciembre de 2014

1995-2015

EDITORIAL “Adiós, amigos y enemigos”
Por FRACISCO IGARTUA ROVIRA
5 de setiembre de 1995

En cualquier despedida algo se va de nuestra existencia y en cada adiós morimos un poco. Y siendo éste un adiós con resonancias mayores, grande es la sensación de acortamiento de la vida que acompaña a mi lápiz en estas líneas, aunque en el cerebro se me vaya afirmando la esperanza de que este adiós sólo será un alto en la larga batalla de OIGA por lograr que los ciudadanos del Perú comprendan que el verdadero desarrollo se logrará únicamente cuando construyamos una democracia, cuando hagamos de esta patria nuestra un estado de derecho, basado en el imperio de la ley. ¿Por qué el cierre de esta quinta etapa de la azarosa existencia de OIGA no puede significar solamente un alto en la batalla? ¿Por qué tiene que ser imposible una sexta y hasta una séptima vida, como los gatos, insistiendo en que los grandes programas económicos, los brillantes empréstitos, la magia de las finanzas, las apabullantes obras físicas, el crecimiento espectacular del turismo, no serán reales, sino sólo apariencias, si los peruanos siguen apartados de la cultura cívica, sin entender que el meticuloso respeto a la ley –tanto de los de arriba como los de abajo— es el único cimiento sólido para un desarrollo verdadero y sostenido?
NUMERO DE COLECCIÓN:

"ADIÓS
CON LA
SATISFACCIÓN
DE NO HABER
CLAUDICADO"

BIBLIOTECA
FRANCISCO IGARTUA
FONDO EDITORIAL REVISTA OIGA
LIMA - BILBAO
Aunque, desgraciadamente, no es del porvenir –aún muy incierto— que me toca tratar en esta nota editorial. Me corresponde referirme a los hechos puntuales del presente, o sea repetir lo que escribí hace dos semanas a mis amigos: OIGA ya no volverá a aparecer. Después de 33 años de llegar semanalmente a manos de nuestros lectores –salvo algunas interrupciones, unas breves y otras prolongadas, motivadas por clausuras y una deportación en México— queda interrumpido este largo diálogo que veníamos sosteniendo con nuestros lectores.
¿Diálogo?, se preguntarán con sorna más de uno de los lectores de OIGA que no nos quieren y responderé diciendo con el maestro Unamuno que, bueno, que no serán diálogos –tan inservibles como esos catecismos con preguntas y respuestas— sino autodiálogos, diálogos consigo mismo, con las inquietudes que en mí despertaba la actualidad y los problemas que esa actualidad creaba en mi conciencia.
OIGA ya no volverá a aparecer. La cierra, no obliga a auto silenciarnos, el acoso que la revista viene sufriendo desde hace diez años. He tomado esta decisión en consulta con mis asesores más cercanos, principalmente con Jesús Reyes, quien me viene acompañando casi desde el día –hace 33 años— que retomé la aventura de OIGA, iniciada en noviembre de 1948, como respuesta de mi generación al cuartelazo del general Odría contra el presidente Bustamante y Rivero, el hombre que inútilmente intentó que este país de desconcertadas gentes entendiera el valor de la democracia, de la cultura cívica, del acatamiento al imperio de la ley y no al mandón de turno.
Cierra OIGA para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad –con lo que cada uno cree es lo cierto— y en el curso del camino fuimos perdiendo amigos, contactos, benefactores, sobre todo amigos que alguna vez encontraron acogida en estas páginas y cuyas causas defendió OIGA con calor.
Pero ¿qué importa lo ganado o lo perdido en la ruta? Sí me importa morir con dignidad, con la altivez con que vivimos estos últimos 33 años de Historia del Perú.
He dicho que hubo acoso y podría relatar las presiones sufridas por la imprenta donde se imprimía OIGA –imprenta permanente perdedora en las licitaciones a las que acudía— pero no quiero crear problemas a terceros que actuaron con entereza hasta que se les quebró el ánimo de ayudarnos. Hablaré, pues, de acoso sin añadir detalles, dejaré la palabra colgada en el aire. Y en cuanto al acoso tributario sí seré algo más preciso, por la ayuda que desde estas últimas páginas puedo prestar a mis colegas de la prensa escrita, colocados en situaciones parecidas a las que han llevado a OIGA a decir adiós a sus lectores.
Sí hay acoso tributario y es penosa la voz de los fundamentalistas del liberalismo, de los ayatolas del fujimorismo, cuando gritonean que no debe haber excepciones en las normas tributarias al referirse a los impuestos al papel y al IGV sobre la venta de periódicos y revistas –IGV que no puede ser trasladado a los canillitas— y callan, poniéndose siete candados en la boca, cuando se exceptúa del IGV a los negocios de la educación, cuando se libra de IGV a los negocios en la Bolsa y cuando el Estado excluye de ese impuesto –para que no quiebren— a las AFPs.
Sí hay un acoso tributario contra la prensa, que se hace extensiva a los libros, a la lectura en general. Y haciendo prohibitiva la lectura, justo en el quinquenio de la Educación, se escarnece al más elemental derecho de un educando: poder leer con libertad. (Entendiéndose por educandos no sólo a los párvulos de los colegios sino también a los mayores, quienes sólo leyendo se irán graduando en una materia en la que no se cesa de aprender, en cultura cívica). También es burla cruel mantener ese 18% de IGV a las medicinas y a los alimentos básicos en un país de tuberculosos, muertos de hambre y con salarios miserables. ¿Por qué? –repetimos como tantas otras veces— se ensaña la tributación con la cultura, la salud y la alimentación básica y sí encuentra razones para ser benévola con las especulaciones financieras, las AFPs y las empresas que hacen negocio con la educación?¿Por qué en el Perú del quinquenio de la educación se hace prohibitivo leer un libro?

Y, para terminar esta nota de adiós, debo decir gracias, muchas gracias, a todos los colegas que han expresado públicamente su pesar por la desaparición de OIGA. En especial, el decano de la prensa nacional, a El Comercio; a César Hildebrandt, que me emocionó ante las cámaras de Canal 9; a María del Pilar Tello, de Gestión; a Mirko Lauer, de La República; a Juan Ramírez Lazo… Y no sigo enumerando a las voces de solidaridad recibidas, tanto de encumbrados personajes –el presidente Belaunde y el embajador Pérez de Cuéllar, entre otros— como de viejos colaboradores y de amigos de la revista que apenas conocí, porque estoy seguro que los olvidos serían muchos más que los recuerdos y yo quisiera que las gracias sean para todos por igual.

1995-2015

ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN  DE NO HABER CLAUDICADO
ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN  DE NO HABER CLAUDICADO
ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN  DE NO HABER CLAUDICADO


lunes, 24 de noviembre de 2014

1995-2015

Oiga dice la verdad señor Presidente
FRANCISCO IGARTUA

FRANCISCO IGARTUA
Director Fundador
Fondo Editorial Revista Oiga
SUPONE usted bien señor presidente que la información sobre sus residencias publicadas por OIGA tenia intensión política. No se equivoca usted. Esa era el propósito de la revista: destacar la demagogia aprista, la incongruencia entre lo que dice y lo que hace. También deja entrever usted que la nota va conducida a distraer asuntos transcendentes –con propósitos subalternos, añade el comunicado de su partido– y aquí yerra usted, señor presidente. Las razones por las que OIGA publico la información sobre sus residencias no tratan de desviar sino de centrar el debate sobre estatificación de la banca y no están inspiradas en inquina personal alguna, menos aun podrían tener animo de dañar honras. Nada de lo publicado sobre su conducta roza con lo ilegal o desdoroso, como lo puntualizo la revista.

Lo que sí ha hecho es salir al encuentro de la desorbitada campaña aprista de apoyo a la estatificación de la banca, que usted inicio con su gira al norte –en la que se dedico a enfrentar a los peruanos no sólo por diferencias de credo político y posición social sino hasta de raza– y que, en estos días, llego en el Senado a la agresión moral contra quienes poseen residencias en ciertas zonas de la capital. Los parlamentarios que, siguieron el tema de los discursos presidenciales, se dedicaron esa semana a injuriar, zaherir, ofender y descalificar a la oposición, coincidieron en señalar como delito, como vergonzoso desvarió, el que algunos peruanos tuvieran sus moradas en La Molina, Chacarilla o las Casuarinas.

En su exceso demagógico olvidaron estos señores senadores que muchos de ellos mismos viven en esos barrios, igual que no pocos diputados apristas… y que usted mora en Chacarilla, señor presidente, aparte de poseer una residencia de playa en Naplo.

Callar, pues me era imposible. Hubiera sido traicionar a mi bando, el de la oposición democrática; opción que escogí por la desconfianza que desde antiguo me inspira el Apra, por convicción que usted bien conoce, señor presidente. Yo no podía ocultar algo que está en boca de medio Lima: usted tiene problemas de seguridad en su casa de Chacarilla y ha estado durante meses tratando de hallar otra residencia que le ofrezca el resguardo al que cualquier ciudadano tiene derecho y más aun el presidente de la República. Poseo información de muy buena fuente sobre esa legítima búsqueda de una residencia para mudarse –algunos de cuyos detalles figuran en la crónica que usted no comenta en su carta– y también son confiables las versiones que me llegaron sobre su decisión de concluir la búsqueda, al satisfacerle las características generales de la residencia de Las Tres Marías, que la revista fotografió y que un amigo suyo está construyendo no sé si con ánimo de alquilarla, venderla u obsequiarla. No dijo OIGA que usted fuera propietario del terreno ni de la casa. No he mentido, pues, señor presidente, he dicho la verdad. No se ha hablado de la casa de Alan García sino de la casa para Alan.

Sin embargo, la importancia de la discusión no está en sus visitas a Las Tres Marías ni en su incursión en los diseños de la casa, sino en este hecho social: el lugar de sus residencias, señor presidente. Frente a las destempladas voces apristas, descalificando moralmente a quienes habitan en los barrios llamados de lujo, se levanta firme como una roca esta verdad: allí vive usted, señor presidente de la República, y también allí moran la mayoría de los ministros y muchos diputados y senadores apristas. La demagogia de los estatificadores de la banca, la falsedad de las palabras frente a los hechos, queda así desnuda, a la vista. Que era lo que OIGA quiso exhibir, para probar la hipocresía de la oposición del partido de gobierno y su tentación fascista.

El Perú, señor presidente, nos duele a todos. Nos duele su miseria, sus dolores humanos, su mugre, sus desesperanzas, sus violencias, su retraso económico. En eso no hay distingos. El Perú le duele a usted tanto como a mí. La diferencia está en que algunos – que ahora parece que son muchos– no creemos que ese dolor profundo y triste se resuelva con trasnochadas demagogias que terminan en distribución de miserias y en liquidación de la libertad. Los demócratas confiamos en la decisión nacional –tomada por consenso– de transformar el país en una nación eficaz, eficiente, moderna; con disciplina para el trabajo y la acción social, con mejores salarios y mayor producción; con voluntad para recuperar el tiempo perdido y sobrepasar a nuestros vecinos, que nos seguían de lejos y hoy se nos han escapado hacia adelante.

Permítame, señor presidente, agregarle estas reflexiones: a su habilidad política –es usted político desde las uñas de los pies a la cabeza– no le caería bien un añadido de sosiego y de mesura. No es el mejor de los consejos de Maquiavello el que alienta a la audacia “porque la fortuna es mujer y se deja ganar por los jóvenes impetuosos”. La fortuna, como lo dice el mismo Maquiavello en ese capítulo, dedicado a la menos segura de las formulas de gobierno, es voluble y poco confiable, no es duradera.

De usted, como siempre, amistosamente.

Igartua

Fuente: 0iga, Viernes 14 de setiembre de 1987.  Sección Editorial a03

Edición y Compilación: Jhon Bazán & Josu Iñaki Bazán

sábado, 15 de noviembre de 2014

1995-2015

¿Volverá a los diez años?
FRANCISCO IGARTUA

FRANCISCO IGARTUA
Director Fundador
Fondo Editorial Revista Oiga
Comenzaré haciendo una pregunta de actualidad; _ ¿Cuando ustedes van al cine dicen vamos a visionar "El Verdugo"? ¿Alguna vez dijeron hemos visionado a Madonna? Creo que no... ¿Por qué, pues, al sobrecogedor espanto de los videos o vídeos que van poniendo en calzoncillos las profundas inconsistencias y descaradas desvergüenzas de la sociedad peruana, hemos de acompañarlo con el inventado, extravagante y disonante verbo visionar? ¿Para disimular el espanto o para engañarnos y creer que lo que vemos no es realidad sino visiones? ¿Y qué es lo que vemos, lo que estamos viendo y no visionando, en esta tormentosa realidad peruana de los últimos meses? Estamos viendo y comprobando que esta etapa signada por los videos y el ignaro visionar es la más negra y despreciable de nuestra historia.
La catástrofe de 1879 nos humilló y empobreció, pero sin ensuciarnos moralmente; y, en contrapartida, nos dio a Grau y Bolognesi, con sus homéricas hazañas. Y los once años de Leguía, que fueron un largo engaño de grandezas y oropeles encubridores de terrores y ruindades nunca antes vistas, tuvieron un final tan lleno de tragedia que empequeñeció y hasta redimió sus culpas. El infeliz y nauseabundo régimen fujimorista ha superado ampliamente al delirio leguiista y su caída nos ha hundido en una postración mayor que la derrota del 79. Esto lo ha entendido el Perú entero y, por lo tanto, el "nunca más" ha sido puesto en la orden del día, donde bien puesto está. Pero ¡mucho cuidado con desparramar la vista y descuidar el blanco central!
El régimen que, felizmente, ya vemos en la picota no es un ente colegiado. Como la mayoría de estas monstruosidades históricas, el gobierno que acabamos de padecer tiene cabeza y hasta doble, pues pareciera que el proyecto militar, que hizo a Fujimori presidente para veinte años, fue cambiando, evolucionando, hasta que, poniendo de lado al organismo colegiado diseñado por sus autores para mandar, terminó siendo una autocracia bicéfala. Esto es lo que dicen los hechos que vamos conociendo con asco y estupor.
Y siendo así las cosas, ¿está bien que nos preocupemos más por la comparsa, por los partiquinos del macabro espectáculo, que por las dos cabezas del monstruo? Sobre todo, sería imperdonable que descuidemos la cabeza principal; ya que Vladimiro Montesinos es papel quemado, sin posibilidad alguna de reciclaje, mientras que Fujimori, por el camino que vamos, va a terminar sin castigo, con apenas una inhabilitación de diez años, al cabo de los cuales puede volver como Alan García, para recordar "el lado bueno de su régimen". Y, por ese camino, el "nunca más" resultará un penoso fiasco. Lo que hay que hacer es remachar y remachar que el régimen fujimorista tiene una sola cara, de la que es responsable su jefe, el señor Fujimori. Ya que resulta imposible creer, como interesada o ingenuamente creen algunos, que Alberto Fujimori —quien tenía dormitorio al lado de su asesor— desconocía las ignominiosas manipulaciones que Montesinos realizaba para entornillarlo a él en la Presidencia y que, como un 'caído del palto', no estuviera enterado de los millones de dólares que circulaban por las manos de Montesinos. Tampoco es posible que no estuviera al tanto de la 'limpieza de terrucos', pues él, Fujimori, insistió dos veces ante el Comando del Ejército, a fines de 1991, para que fueran ascendidos Huamán, Martín Rivas, Pichilingue, etc., "por los servicios prestados en las universidades" (en ese entonces habían desaparecido muchos estudiantes de Huancayo y otras localidades de la sierra central).
El régimen fujimorista no tiene lado bueno, ha sido una ciénaga pestilente, una organización mañosa puesta al servicio de una pareja de desalmados. La paz en las fronteras norte y sur, la cuantiosa obra pública, algunos aciertos económicos y de asistencia social, en nada compensan todo el mal que en el terreno cívico, moral y económico le ha hecho al Perú el monstruo bicéfalo que se apoderó de un proyecto militar que, aunque aberrante, ninguno de los que lo montaron se imaginó que devendría en una perversa trituradora de seres humanos e instituciones, entre ellas la propia Fuerza Armada.


Fuente: El Comercio, Viernes 22 de febrero de 2001.  Sección Editorial a21
Edición y Compilación: Jhon Bazán & Josu Iñaki Bazán

1995-2015

Cuando la callada no es buena respuesta
FRANCISCO IGARTUA

FRANCISCO IGARTUA
Director Fundador
Fondo Editorial Revista Oiga
Muchos lo vieron así: como gesto dramático de un padre doloroso que sale en defensa del hijo hallado en falta. Pero no sólo fue eso la emotiva presentación de Luis Bedoya Reyes en la pantalla del Canal 5 el domingo pasado. Fue algo más. Fue una lección muy alta de valor paterno y una gravísima acusación pública que no puede ser pasada por alto, dando la callada por respuesta.
El doctor Luis Bedoya Reyes, uno de nuestros más altos repúblicos y políticos de mente lúcida que mereció ser presidente, salió en la televisión como león herido en defensa de su hijo. Pero no salió a disculparlo —lo halló pecador—, lo hizo para defenderlo legalmente y para protestar, altivo, por la forma aprobiosa y gratuita como fue detenido y puesto en prisión.
Lo habían tratado como si fuera un peligroso criminal de la banda de Los Destructores y no como lo que es: un ciudadano con residencia conocida y familiares respetabilísimos, que no rehuía a la justicia, ante la que se había presentado oportunamente.
Con su alegato, Bedoya Reyes volvió a poner bajo sospecha el incivilizado modo con el que se está deteniendo y encarcelando a los acusados de complicidad con la dictadura, con sus crímenes y latrocinios; pues ese bárbaro proceder con olor a venganza, a ensañamiento, no enaltece sino rebaja a quien lo emplea.
Pero el doctor Bedoya Reyes no salió a pedir favor sino a reclamar, con entereza, justicia; por lo que no se mordió la lengua y acusó directamente al responsable de la inexplicable maldad: a uno de los ministros de la transición, ya que la policía actúa por órdenes superiores y no por capricho. En el doloroso trance que le ha tocado vivir en la plenitud de su vida, dando muestra de fuertísimo carácter, sobreponiéndose a las lágrimas, el sereno repúblico tuvo también ánimo para examinar los hechos considerados delito y confrontarlos con los de descargo.
Llegó a la conclusión de que los descargos disminuyen considerablemente el terrible pecado de su hijo, quien acudió al tenebroso Montesinos en demanda de ayuda para derrotar a sus desarmados adversarios en las elecciones miraflorinas. Un hecho a todas luces imperdonable en un opositor al régimen; aunque no delito, pues el padre probó que el hijo recibió la ayuda sin entregarse al fujimorismo, ya que más tarde, desde el despacho de la alcaldía, se negó a cumplir las órdenes que recibía de la contraloría fujimorista para acusar de malos manejos administrativos a Femando y Alberto Andrade. Sin embargo, siendo correcto el alegato del doctor Bedoya Reyes e injusta por lo tanto la estadía de su hijo en la cárcel, no puedo dejar de advertir mucha mayor gravedad que el padre en la falta o el pecado de Luis Bedoya de Vivanco, quien no es claro está, delincuente, pero sí grandísimo pecador, ya que moral y políticamente resulta aberrante que se aliara con la dictadura para derrotar, suciamente, a su adversario Andrade y dañar así, de carambola, la imagen del hermano, Alberto Andrade, en aquella época el más firme contendor del candidato Fujimori, el déspota reeleccionista. Fue el favor mayor que, entonces, podía hacérsele al régimen nefasto.
En todo caso, la intervención televisiva del doctor Luis Bedoya Reyes ha sido una lección dramática de trágico valor humano, de nobleza patriarcal, de fiero instinto paternal. También de cívica indignación ante la irresponsabilidad de ciertos acusadores y los métodos abusivos y violentos, nada democráticos, usados estos días para detener y encarcelar a los acusados, salvo extrañas excepciones que acrecientan los interrogantes que no debieran tener la callada por respuesta.


Fuente: El Comercio, Jueves 8 de febrero de 2001.  Sección Editorial a15
Edición y Compilación: Jhon Bazán & Josu Iñaki Bazán

1995-2015

Nuestro lado bueno dio la cara
FRANCISCO IGARTUA

FRANCISCO IGARTUA
Director Fundador
Fondo Editorial Revista Oiga
Mal escudado en unos taparrabos que él creía eran vestido de libertad de prensa, Nicolás Lúcar hizo estallar el domingo pasado las pantallas de las televisoras de todo el Perú con una entrevista irresponsablemente transmitida al público y en la que, con perversidad y ruindad, se injuriaba al presidente Paniagua y a otras personalidades nacionales. El tiro, por fortuna, le salió por la culata y las revelaciones del ex guardaespaldas de Montesinos más bien sirvieron para mostrar los rostros buenos del Perú. La cara que más destacó fue la de todo un señor, desinteresado y noble, la de Alberto Andrade, quien con claridad y energía, con firmeza y sin aspavientos, como es él, se enfrentó a Lucar, quien engañosamente lo había invitado para que fuera comparsa de la infamia. Sin mayores preámbulos Andrade se solidarizó con el presidente Paniagua, principal víctima de la ruindad, calificó al Canal 4 de nido de ratas y se retiró dejando plantado al terrorista Lúcar. ¡Honor al caballero, al hombre que sufrió más que nadie la canallesca campaña psicosocial del régimen pasado! A él, dos veces vencedor del fujimorismo, se lo señaló años atrás como el enemigo número uno del candidato Fujimori y sin piedad fue maltratada su imagen. Lo prueban los tristes videos de Gamarra y Bedoya, hombres de la oposición que se pasaron al gobierno para hacer desaparecer de la política a Alberto Andrade, al hombre que con mayor dedicación, seriedad y eficiencia se había entregado en los últimos años al servicio público, a la política con mayúscula. Y, momentáneamente, lo lograron. Sin embargo, el sobrio y rotundo gesto de Andrade en defensa de la conocida honorabilidad del presidente Paniagua lo coloca, más aun por no ser ahora candidato, a la vanguardia de la reserva de nuestra política.
La torpe escaramuza desestabilizadora del Canal 4, acto político mal camuflado con ropaje de libertad de prensa y moralización, no ha sido por completo negativa. Ha servido sobre todo para que el doctor Valentín Paniagua se alce a la altura que le corresponde por su trayectoria, como personaje de integridad y decencia desacostumbradas en nuestro medio. También sirvió para que levantara la voz, con su aguerrido temperamento, el doctor Carlos Ferrero, otro de los agraviados; y para que el general Ketin Vidal sosegadamente pusiera los puntos en las íes de su relación laboral con Montesinos.
Por otra parte, ha retornado del exilio el ex presidente Alan García, trayéndonos incertidumbres, disimuladas con su verbo encendido y la precisión de sus mensajes. Probando que es un orador formidable y un animal político, aunque sin convencer a la mayoría de que haya madurado. Para los más sigue siendo el simpático e irresponsable bohemio que fue siempre, el hombre inteligente, agudo y audaz que no sabe calentar asiento ni puede sosegar el potro desbocado que lleva dentro. Tampoco ha traído respuestas convincentes a los cuestionamientos que se le hicieron y se le hacen. Alan no ha aportado luz sino brillo a la penumbra en la que está desarrollándose el proceso político y más de un peruano con una pizca de maldad debe estar recordando aquel proverbio campesino que dice así: "al que nace barrigón aunque lo fajen de niño".
Y, para concluir, una última y no por ello ni por breve menos importante reflexión. Si ha causado justa indignación que el incierto testimonio de un guardaespaldas se haya utilizado para lanzar acusaciones viles contra personalidades intachables, el hecho debe hacemos meditar en que tampoco es serio dar crédito a las declaraciones de cualquier delincuente que esté buscando aliviar su condena.


Fuente: El Comercio, Viernes 2 de febrero de 2001.  Sección Editorial a15
Edición y Compilación: Jhon Bazán & Josu Iñaki Bazán

1995-2015

Lo que comenta la calle
FRANCISCO IGARTUA

FRANCISCO IGARTUA
Director Fundador
Fondo Editorial Revista Oiga
Para un peruano que haya estado residiendo mucho tiempo fuera y en países desarrollados, la primera impresión que recibirá a su retorno al país en estos días será de desconcierto. No le llamará la atención ver a nuestros políticos correr como cuyes de tómbola tras un lugar en cualquier lista parlamentaria que ofrezca posibilidades de llegar al Congreso. Es la costumbre. Pero sí le disgustará observar a los actuales parlamentarios rebajando alegremente impuestos para hacerse simpáticos a sus electores, sin importarles destrozar el programa económico que heredará el próximo Gobierno. Pensará "no hemos progresado; sigue la crasa irresponsabilidad de siempre".
Sin embargo, estas desilusiones se volverán nada apenas prenda la televisión y vea el recuento de los últimos días. Generales de alto rango zarandeados como vulgares asesinos; una joven sola universitaria es capturada violentamente por soldados armados de metralletas y fusiles; más mujeres entrando a la cárcel, donde, al parecer, se les hace exámenes íntimos. El recién llegado quedará confundido y sospechará que el avión equivocó su destino y lo dejó en uno de esos países primitivos de África. Si, con miras a la ejemplaridad, se quiere hacer un espectáculo público con las acciones judiciales iniciadas contra los responsables del gigantesco escándalo de corrupción y prepotencia que significó el régimen fujimorista, también tendría que hacerse público todo lo actuado —con los videos de tirios y troyanos— y hacer públicas las pruebas que justifiquen la prisión de los detenidos, quienes por ningún motivo deberían ser ultrajados. No es justicia actuar por medio de trascendidos, de ilegales filtraciones de los jueces a la prensa, de avisos de la policía a las televisoras. Si se desea hacer publicidad del alucinante drama que hemos vivido los peruanos, para que sirva de ejemplo y de un "nunca más", que esa publicidad sea sobria y de verdad ejemplar... serena como tiene que ser la justicia.
Lo mejor, sin duda, sería que el proceso contra la corrupción se siga de acuerdo a ley, con reserva y seriedad, sin gratuitas espectacularidades ni ultrajes que dañan más a la justicia que a los ultrajados.
Lo que la calle reclama no es contemplación con los delitos sino respeto por la persona humana y mayor seriedad en las acusaciones. No es comprensible, por ejemplo, que el procurador haya denunciado al prófugo Alberto Fujimori por el delito de chantajear a los medios de comunicación, negando avisaje a los periódicos contrarios a su régimen y favoreciendo a los amigos. No es que Alberto Fujimori no sea responsable de todo el descomunal desastre que fue el pasado régimen, sino que no es lo correcto cubrir con él a los ejecutores de sus órdenes. En el terreno de los medios de expresión, quien hasta hace pocos años hacía y deshacía sobre el tema era Santiago Fujimori, no sé por qué tratado con guantes de seda en estos días. Era él, Santiago, y no los argentinos Dufour o Borobio, el  que daba y quitaba favores a los medios. Fue él quien sometió a las televisoras a las exigencias de régimen y era de suyo un puño de hierro sobre la Sunat, el más eficaz de los aparatos represivos de régimen, dirigido al bolsillo de sus adversarios y críticos. Y lo que digo no es opinión basada en apreciaciones subjetivas o en rumores. Es testimonio directo de quien esto escribe, con ocasión de una cena en casa del señor Óscar Dufour, a la que fui invitado para charlar sobre las relaciones del poder y la prensa con el doctor Santiago Fujimori y cena a la que se unió en los postres el señor Estela, mandamás de la Sunat. Sobra decir que no estuve de acuerdo con las tesis de Santiago Fujimori y que las ofertas suyas y mías quedaron en nada. La revista "Oiga" la de entonces no cambió de ruta. Creía y sigo creyendo que no hay libertad de prensa si el Estado interfiere, sea con impuestos o con la policía, la libre circulación de ideas... No es, pues, caprichosa mi seguridad de que él, Santiago, era el responsable de la política del régimen sobre los medios de expresión y quien daba las órdenes para el comportamiento político de la Sunat
Debo concluir, sin embargo, afirmando que sería injusto que sólo con mi testimonio caiga la policía, metralleta en mano, sobre el doctor Santiago Fujimori. Sí es pie para una sosegada investigación para reafirmar la tesis de que el impuesto a la circulación de las ideas e informaciones es la más taimada de las censuras a la prensa. Lo que no significa exoneración de impuestos a las utilidades del negocio periodístico.

Fuente: El Comercio, Viernes 26 de enero de 2001.  Sección Editorial a21
Edición y Compilación: Jhon Bazán & Josu Iñaki Bazán

martes, 7 de octubre de 2014

CONTROVERSIA
Francisco Igartua: “El periodista se hace en la calle”
Ex director de Oiga no cree en las facultades de comunicación.

Marco Vásquez

Paco Igartua, veterano periodista recordado por el mejor momento de Oiga, revista que fundó y dirigió, remarco las carencias de la educación periodística. En dialogo con Oh ironía- estudiantes de comunicación, cuestionó nuestra premisa pero reafirmó una convicción: el periodismo se aprende haciéndolo.  A ver esa correa.

¿Cuál es su opinión acerca de la formación universitaria del periodismo?
De la misma manera que no se puede enseñar a ser poeta, no se puede enseñar a ser periodista. Debe haber vocación y talento. El talento para se periodista es una cosa innata; el aprendizaje del periodismo lo puede hacer uno en dos semanas. Lo que si se necesita es ir a la universidad para estudiar historia gramática, literatura, etc. Es un hombre culto con talento y vocación, porque el periodismo no tiene horario y el que es aficionado o no puede salir de la rutina esta frito, no es periodista por más que haya ido a cuarenta universidades. El periodismo es la ruptura con la rutina.

¿Siendo director de Oiga, cual eran las deficiencias que encontraba en quienes egresaban llegaban con un cartón de periodistas?
Todos  tenían deficiencias. Forme una cantidad de periodistas que venían con un cartón pero que eran un desastre. Algunos si tenían vocación, los tome y resultaron muy buenos: Pepe  Vásquez, Tamariz; Los tome en el tiempo de Caretas. En cuestión de egresados, algunos pueden resultar pero no porque hayan  ido a una facultad, sino porque han tenido talento y no solamente han ido a universidad a estudiar periodismo, sino otras cosas o tenían formación de la casa, eran gente leída…  Sin embargo, la mayoría no resulta;  cada vez que se convocan a diez, a veces no sale ninguno.

¿Qué es lo que falta?
No entienden lo que es el periodismo. Falta preparación y muchos no tienen vocación. Cuando les dices: “hay que hacer esto pero no sé cuándo va a ocurrir, usted tiene que esperar y me hace una crónica” no tiene paciencia para esperar, solitos se van.  Eso es falta de vocación y para periodismo hay que tener mucha vocación porque es bastante ingrato.

Entonces, para usted  “el periodista nace, no se hace”.
Exacto, y se hace en la calle. El periodista necesita saber que está pasando en la calle y reaccionar frente a la actualidad, instintivamente. El que no reacciona con rapidez no es periodista.

¿Qué pasaría si las clases de periodismo adquiriesen la dinámica de las redacciones?
Tendrían  que vender un periódico. Pero como ahí no se vende el periódico, no hay premura. Estudiarían a medias. Uno hace una crónica, pero si quiere la trae o no. No existe la urgencia de un periódico que tiene que salir a la calle. Esas facultades se podrían ampliar  con otros cursos, por ejemplo historia, el que no sabe historia está fuera del periodismo inmediatamente.

¿Cree que el periodismo ha perdido la carga de cultura, que es superficial?
Eso sucede por la aparición de la radio y la televisión. El periodismo escrito se ha dejado contagiar y se  preocupa por la primicia, la noticia misma y no del comentario y la buena descripción. En esa época (antes de la Tv. y la radio) era muy importante escribir bien. El periodismo estaba muy relacionado a la literatura y eso se ha ido perdiendo por el ingreso de la radio y la televisión. Entonces, de alguna forma tienen  que competir. Y yo creo que esa competencia no va terminar bien. El periodismo escrito, si no se recompone, va a desaparecer.

REVISTA IMPRESIÓN. Publicación de los estudiantes de la Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Año 3. Número 10. Julio de 2002. Pág. 7.


miércoles, 27 de agosto de 2014

La República 

Editorial

La República. 26 de agosto de 2014

Un periodista ejemplar

El firme compromiso de Enrique Zileri por las libertades

El fallecimiento del ex director de la revista Caretas Enrique Zileri Gibson es una triste noticia para la prensa y la democracia. Su partida es sentida porque con ella concluye un vibrante magisterio periodístico de más de medio siglo en el que la creatividad, el valor y el compromiso se conjugaron en un quehacer personal indispensable para la vigencia de los derechos y las libertades.

La República 
La vida de Zileri fue marcada por una épica libertaria que se entiende perfectamente en el caso del director de una revista clausurada seis veces y muchas otras acosada por el poder. En esa épica cabe también el descubrimiento de su compromiso periodístico durante su juventud luego de un largo viaje por el mundo de lo que él llamaba la búsqueda de sí mismo y el sentido estético que le imprimió a un medio que ha sabido ser inédito, original, llamativo y audaz.

El periodismo de Zileri no fue un periodismo de partido; fue sin embargo un periodismo de programa, cimentado con soltura y solidez en un conjunto de valores que impregnó a Caretas, el primero de ellos la democracia, que Zileri entendía más allá del voto como el comportamiento democrático de los elegidos y el libre juego de las ideas y de las libertades ciudadanas.

Por esa razón demandó el retorno de los militares a los cuarteles luego del golpe de 1962 y se opuso tenazmente a los gobiernos de Juan Velasco, Francisco Morales Bermúdez y Alberto Fujimori. Por la misma razón, defendió la vigencia de la Constitución de 1979, graficó las demandas sociales durante los períodos de crisis económica y llamó la atención del país a una agenda nacional y a la conservación de su patrimonio cultural.

El compromiso de Zileri con las libertades fue un rasgo inherente de su personalidad y actividad. Protagonizó jornadas memorables en defensa de la libertad de expresión en varias oportunidades, como la huelga de hambre de los periodistas en 1979 en la Catedral de Lima y la Biblioteca del Congreso. En ese afán fue presidente del Instituto Internacional de la Prensa (1988-1990) y fundador y presidente del Consejo de la Prensa Peruana (CPP). Recientemente, en noviembre pasado, Zileri Gibson, al lado de otros siete ciudadanos, interpuso una demanda de acción de amparo ante el Poder Judicial en contra de la concentración de la propiedad de medios de prensa escrita en el Perú.

Zileri también tuvo una resuelta participación en la defensa de los derechos humanos en la dura etapa de la violencia política y lucha contra el terrorismo. Lideró un periodismo de investigación ejemplar sobre la naturaleza de Sendero Luminoso, especialmente su comportamiento ante las comunidades campesinas, su actividad en el Alto Huallaga y su organización en las cárceles. Denunció asimismo la violación de los DDHH por las fuerzas del orden en sonados casos, incluido el asesinato de su corresponsal en Huanta, Hugo Bustíos, en 1988. En 1999, en el cincuentenario de la Declaración Universal de los DDHH fue distinguido por la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos.


Estamos seguros de que las nuevas generaciones de mujeres y hombres de prensa seguirán este valioso testimonio y magisterio que ahora se transforma en legado.

martes, 26 de agosto de 2014

Fallece Enrique Zileri, el periodista peruano antidictaduras

El exdirector del semanario político 'Caretas' formó a hombres de prensa en una redacción a la que dotó de vehemencia e ironía

JACQUELINE FOWKS. El País 25 AGO 2014 - 19:56 CEST1

El exdirector de la revista semanal 'Caretas'. / LA REPÚBLICA
El exdirector de la revista semanal Caretas, Enrique Zileri Gibson, falleció la madrugada del lunes en Lima a los 83 años, siete años después de haber asumido la presidencia de la publicación a causa del deterioro de su salud.

Zileri, hijo único de la fundadora del semanario, Doris Gibson, se formó en internados en Estados Unidos y en la Universidad de Cornell, aunque no concluyó sus estudios. En la década de los años 80, luego de trabajar como publicista, se hizo cargo de una revista que, desde su creación fue crítica contra las dictaduras. En 1975 y 1976 fue deportado por el gobierno militar peruano y vivió en Argentina.

Bajo su liderazgo, Caretas fue el medio que mejor cubrió la violencia desatada por Sendero Luminoso en las décadas de los 80 y 90. Contrató para ello como reportero a Gustavo Gorriti, entonces campeón de judo, lector y agricultor, que se formó como periodista con la guía de Zileri. También tenía entre sus filas a Hugo Bustíos, el corresponsal de la revista en Ayacucho, el principal territorio de la guerra, que fue asesinado por el Ejército en 1988, durante el primer gobierno del presidente Alan García.

Caretas se distingue: cuando hay momentos de mucha presión, reacciona con humor, lo cual demuestra que no tienes miedo"

En los años 90, durante el gobierno de Alberto Fujimori, Caretas reveló que Vladimiro Montesinos, el asesor principal del presidente y jefe de facto del Servicio de Inteligencia Nacional y de las fuerzas armadas, había sido colaborador de la CIA, por lo que fue expulsado del Ejército, y abogado de narcotraficantes.

Caretas fue un medio fiscalizador durante la gestión autoritaria de Fujimori, a contracorriente de la mayoría de medios de comunicación. En 1995, el director de la revista apostó que el mandatario no se reelegiría en la primera vuelta de los comicios y que, si eso ocurría, se bañaría en la pileta de la Plaza Mayor de Lima: cosa que cumplió.

Entre 1999 y 2000, cuando el 80% de medios limeños recibía dinero del Servicio de Inteligencia Nacional para respaldar —con sus noticias y opinión— a la segunda reelección de Fujimori, Zileri y otros contados periodistas persistieron en ser independientes y opositores, pese a las presiones del Poder Judicial y de la entidad recaudadora de impuestos, que el Gobierno utilizó para intimidarlos.

El periodista fue un formador de varias generaciones quienes destacaban de él sus arranques de mal humor durante los cierres de edición, su gusto por la tecnología y por el baile; sin embargo, su aporte más original en el periodismo político fue el humor y la acuciosidad.

“Caretas se distingue: cuando hay momentos de mucha presión, reacciona con humor, lo cual demuestra que no tienes miedo. El humor es una forma de defenderse”, comentó en una entrevista al diario La República en 2013.

Zileri ha sido un amigo generoso, tolerante, siempre dispuesto a echar una mano a los colegas y un defensor militante de los derechos humanos”
Mario Vargas Llosa, el escritor y Premio Nobel de Literatura 2010

El año pasado firmó con otros seis periodistas una demanda de amparo para que el Poder Judicial opine sobre la constitucionalidad de la compra de acciones del grupo periodístico Epensa por parte del Grupo El Comercio, una transacción que los críticos califican como concentración de medios de comunicación.

Este lunes, Mario Vargas Llosa, el escritor y Premio Nobel de Literatura 2010, describió a Zileri como “un amigo generoso, tolerante, siempre dispuesto a echar una mano a los colegas y un defensor militante de los derechos humanos”.

El periodista fue director del Consejo de la Prensa Peruana, el gremio más importante de empresas periodísticas en su país.


ENRIQUE ZILERI GIBSON (1931-2014)

El periodista combativo que apostaba por la democracia

Perfil. Zileri falleció ayer y dejó escuela entre hombres de prensa. Desde Caretas, fue uno de los periodistas referenciales del país, con un compromiso por la democracia y la libertad de expresión.

En Caretas, la revista que ayudó a hacer leyenda, ayer hubo ausencia de noticias sobre su muerte. Tal vez porque él dejó la orden expresa o porque, tras su partida, se está repensando la edición que saldrá este jueves.

La República 
Cuenta la leyenda de Zileri que su romance con el periodismo empezó durante su estadía en Europa, en los años cincuenta, desde donde enviaba artículos para la revista que su madre, la temperamental Doris Gibson, fundó con el periodista Paco Igartua.

Su paso definitivo a las filas del periodismo (estudió publicidad) se dio a su retorno del Viejo Mundo: empezó primero como jefe de publicidad de Caretas, pero, a la salida de Igartua, empezó como codirector del semanario junto con Doris Gibson, quien más que madre fue su colega.

En pocos años, con la presencia de Zileri, la publicación pasó de mensuario a quincenario y después a semanario, siempre con sus portadas creativas, que sacaban roncha a los políticos.

Con la verdad
“Lobo estepario ingresa gateando al twiteo”, escribió el 22 de febrero de 2013, en su primer mensaje en la red de los 140 caracteres. Zileri mantuvo actualizada esa cuenta hasta abril de este año, mientras luchaba contra una enfermedad de apellido doloroso. Quienes trabajaron con él lo recuerdan por su capacidad luchadora.

El novelista Mario Vargas Llosa subraya que el semanario Caretas dirigido por Zileri Gibson “fue siempre muy crítico de todas las dictaduras que han afeado nuestra historia moderna y una trinchera en la que encontraron siempre hospitalidad quienes defendían las mejores opciones para el Perú y se oponían a los abusos, la corrupción y los atropellos a la libertad de prensa”.

Una leyenda
Es una leyenda en la historia de la prensa peruana los cierres de edición que comandaba Zileri en Caretas, primero en el jirón Camaná 615 y luego en el portal Botoneros. Llenos de adrenalina. Era vehemente, gritaba y –alguna vez–, se dice reventó un televisor por la pérdida de una primicia.

Este lobo solitario durante más de medio siglo estuvo casado con Daphne Dougall. Estudió en el Perú, Chile y Estados Unidos y ya cuajado como periodista, durante el régimen de Juan Velasco Alvarado, fue deportado a la Argentina.

Buen humor
Pese a ello, pontificaba que el humor “es una forma de defenderse”. Y en 1995, tras la reelección de Alberto Fujimori, se bañó en la plaza de Armas, pagando una apuesta.

En 2007 pasó a manos de su hijo Marco la dirección de Caretas, y, desde entonces, se desempeñó como presidente del directorio. Aunque tenía el sueño de volver algún día como asesor editor a esa revista para seguir ejerciendo el oficio más bello del mundo, como decía Gabriel García Márquez.

Reconocido

El Colegio de Periodistas de Lima lo homenajeó este año. Zileri presidió el Instituto Internacional de la Prensa. En 1998 recibió el Knight International Press Fellowship Award.
Enrique Zileri, presidente del directorio de Caretas, falleció a los 83 años

La República. Lunes, 25 de agosto de 2014 | 11:03 pm

Zileri llevó adelante una revista que se convirtió en referente del periodismo nacional y que fue estandarte de lucha a favor de la democracia.

El presidente del directorio de Caretas, Enrique Zileri Gibson, falleció la madrugada de este lunes, a los 83 años, luego de semanas de presentar un estado de salud debilitado, producto de una enfermedad.

La República 
La presidenta del Consejo de Ministros, Ana Jara, hizo lo propio al avisar del fallecimiento a través de su cuenta en Twitter.

“Conmoción al enterarme del fallecimiento del periodista Enrique Zileri, director de Caretas. Parte de la historia del país se va con él. Q.E.P.D.”, escribió la primera ministra en su cuenta de Twitter.

A ella se sumaron varios personajes de la política y el periodismo, quienes destacaron la importancia de su trabajo al frente de la revista que se convirtió en unreferente del periodismo nacional.

Su hijo, Marco Zileri, hoy cabeza de la revista, señaló que el cuerpo de su padre será velado en estricto privado, en su casa. El sepelio será este miércoles 27.

Sin embargo, Erique Zileri fue más que el director de un medio de comunicación importante, fue un luchador que desde su trinchera defendió la democracia, la libertad de expresión y los derechos humanos. Fue un soñador y personaje inspirador para varias generaciones de periodistas que hoy lamentan su partida.

Hijo del diplomático argentino Manlio Aurelio Zileri y la periodista Doris Gibson, fundadora, junto con Francisco Igartua, de la revista Caretas (1950), fue un joven curioso que viajó por el mundo. Uno de sus primeros viajes lo realizó junto a su madre, en busca de una cura a la tuberculosis que lo atacó cuando era pequeño.

Debido a los continuos viajes de su padre, por compromisos propios de su cargo y los que él tuvo que hacer para curarse de su enfermedad, la relación entre ambos fue casi inexistente, tanto que Zileri pudo hablar con su padre por primera vez a las 10 años, en un encuentro que sería el primero y el último, pues Manlio Aurelio falleció a los 45 años.

Fue un joven inquieto que se inició como publicista, sin embargo, todavía lejos de descubrirse como periodista, partió del Perú en una búsqueda de sí mismo, que lo llevó por varios países de Europa.

Sus primeras notas periodísticas fueron crónicas de viaje que compartió en la entonces recientemente fundada revista Caretas, actividad que le sirvió para redescubrir su pasatiempo favorito, escribir.

Cuando Caretas se volvió una revista política y criticó al régimen del general Odría, Enrique tuvo que volver a Lima y ocupar junto a su madre la dirección de este medio, en reemplazo de Francisco Igartua. Ese sería el inicio de una brillante carrera que marcó historia en el periodismo peruano y que solo fue interrumpida momentáneamente, durante la dictadura del general Juan Velazco Alvarado.

En el 2010, fue distinguido como Doctor Honoris Causa por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Además, fue  presidente del Instituto Internacional de la Prensa (1988-1990) y presidente del Consejo de la Prensa Peruana (CPP).

En noviembre del 2013, Zileri Gibson, al lado de otros siete ciudadanos, interpuso una demanda de acción de amparo ante el Poder Judicial en contra la concentración de la propiedad medios de prensa escrita en el Perú.


PRESIDENTE ENVIÓ SUS CONDOLENCIAS

El presidente Ollanta Humala Tasso expresó esta noche sus condolencias a la familia del desaparecido periodista Enrique Zileri, de quien destacó su"línea limpia para escribir".

domingo, 24 de agosto de 2014

PIEDRA DE TOQUE

Entre los escombros

Los radicales de Hamás salen fortalecidos tras los ataques de Israel gracias al rencor, el odio y la sed de venganza que la población de Gaza sentirá después de esta lluvia de muerte y destrucción

MARIO VARGAS LLOSA 10 AGO 2014 - 00:00 CEST

Fernando Vicente
Escribo este artículo al segundo día del alto el fuego en Gaza. Los tanques israelíes se han retirado de la Franja, han cesado los bombardeos y el lanzamiento de cohetes, y ambas partes negocian en El Cairo una extensión de la tregua y un acuerdo de largo alcance que asegure la paz entre los adversarios. Lo primero es posible, sin duda, sobre todo ahora que Benjamín Netanyahu se ha declarado satisfecho –"misión cumplida", ha dicho– con los resultados del mes de guerra contra los gazatíes, pero lo segundo –una paz definitiva entre Israel y Palestina– es por el momento una pura quimera.

El balance de esta guerra de cuatro semanas es (hasta ahora) el siguiente: 1.867 palestinos muertos (entre ellos 427 niños) y 9.563 heridos, medio millón de desplazados y unas 5.000 viviendas arrasadas. Israel perdió 64 militares y 3 civiles y los terroristas de Hamás lanzaron sobre su territorio 3.356 cohetes, de los cuales 578 fueron interceptados por su sistema de defensa y los demás causaron solo daños materiales.

Nadie puede negarle a Israel el derecho de defensa contra una organización terrorista que amenaza su existencia, pero sí cabe preguntarse si una carnicería semejante contra una población civil, y la voladura de escuelas, hospitales, mezquitas, locales donde la ONU acogía a refugiados, es tolerable dentro de límites civilizados. Semejante matanza y destrucción indiscriminada, además, se abate contra la población de un rectángulo de 360 kilómetros cuadrados al que Israel, desde que le impuso, en 2006, un bloqueo por mar, aire y tierra tiene ya sometido a una lenta asfixia, impidiéndole importar y exportar, pescar, recibir ayuda y, en resumidas cuentas, privándola cada día de las más elementales condiciones de supervivencia. No hablo de oídas; he estado dos veces en Gaza y he visto con mis propios ojos el hacinamiento, la miseria indescriptible y la desesperación con que se vive dentro de esa ratonera.

El conflicto puede extenderse a todo el Oriente Próximo y provocar un cataclismo

La razón de ser oficial de la invasión de Gaza era proteger a la sociedad israelí destruyendo a Hamás. ¿Se ha conseguido con la eliminación de los 32 túneles que el Tsahal capturó y deshizo? Netanyahu dice que sí pero él sabe muy bien que miente y que, por el contrario, en vez de apartar definitivamente a la sociedad civil de Gaza de la organización terrorista, esta guerra va a devolverle el apoyo de los gazatíes que Hamás estaba perdiendo a pasos agigantados por su fracaso en el gobierno de la Franja y su fanatismo demencial, lo que lo llevó a unirse a Al Fatah, su enemigo mortal, aceptando no tener un solo representante en los Gobiernos de Palestina y de Gaza e incluso admitiendo el principio del reconocimiento de Israel que le había exigido Mahmud Abbas, el Presidente de la Autoridad Nacional Palestina. Por desgracia, el desfalleciente Hamás sale revigorizado de esta tragedia, con el rencor, el odio y la sed de venganza que la diezmada población de Gaza sentirá luego de esta lluvia de muerte y destrucción que ha padecido durante estas últimas cuatro semanas. El espectáculo de los niños despanzurrados y las madres enloquecidas de dolor escarbando las ruinas, así como el de las escuelas y las clínicas voladas en pedazos –"Un ultraje moral y un acto criminal", según el Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon– no van a reducir sino multiplicar el número de fanáticos que quieren desaparecer a Israel.

Lo más terrible de esta guerra es que no resuelve sino agrava el conflicto palestino-israelí y es solo una secuencia más en una cadena interminable de actos terroristas y enfrentamientos armados que, a la corta o a la larga, pueden extenderse a todo el Oriente Medio y provocar un verdadero cataclismo.

El Gobierno israelí, desde los tiempos de Ariel Sharon, está convencido de que no hay negociación posible con los palestinos y que, por lo tanto, la única paz alcanzable es la que impondrá Israel por medio de la fuerza. Por eso, aunque haga rituales declaraciones a favor del principio de los dos Estados, Netanyahu ha saboteado sistemáticamente todos los intentos de negociación, como ocurrió con las conversaciones que se empeñaron en auspiciar el Presidente Obama y el Secretario de Estado John Kerry apenas este asumió su ministerio, en abril del año pasado. Y por eso apoya, a veces con sigilo, y a veces con matonería, la multiplicación de los asentamientos ilegales que han convertido a Cisjordania, el territorio que en teoría ocuparía el Estado Palestino, en un queso gruyère.

Esta política tiene, por desgracia, un apoyo muy grande entre el electorado israelí, en el que aquel sector moderado, pragmático y profundamente democrático (el de Peace Now, Paz Ahora) que defendía la resolución pacífica del conflicto mediante unas negociaciones auténticas se ha ido encogiendo hasta convertirse en una minoría casi sin influencia en las políticas del Estado. Es verdad que allí están, todavía, haciendo oír sus voces, gentes como David Grossman, Amos Oz, A. B. Yehoshúa, Gideon Levy, Etgar Keret y muchos otros, salvando el honor de Israel con sus tomas de posición y sus protestas, pero lo cierto es que cada vez son menos y que cada vez tienen menos eco en una opinión pública que se ha ido volviendo cada vez más extremista y autoritaria. (Es sabido que en su propio Gobierno, Netanyahu tiene ministros como Avigdor Lieberman, que lo consideran un blando y amenazan con retirarle el apoyo de sus partidos si no castiga con más dureza al enemigo). Cegados por la indiscutible superioridad militar de Israel sobre todos sus vecinos, y en especial Palestina, han llegado a creer que salvajismos como el de Gaza garantizan la seguridad de Israel.

Los bombardeos contra la población civil de Gaza han tenido en el mundo entero un efecto terrible

La verdad es exactamente la contraria. Aunque gane todas las guerras, Israel es cada vez más débil, porque ha perdido toda aquella credencial de país heroico y democrático, que convirtió los desiertos en vergeles y fue capaz de asimilar en un sistema libre y multicultural a gentes venidas de todas las regiones, lenguas y costumbres, y asumido cada vez más la imagen de un Estado dominador y prepotente, colonialista, insensible a las exhortaciones y llamados de las organizaciones internacionales y confiado solo en el apoyo automático de los Estados Unidos y en su propia potencia militar. La sociedad israelí no puede imaginar, en su ensimismamiento político, el terrible efecto que han tenido en el mundo entero las imágenes de los bombardeos contra la población civil de Gaza, la de los niños despedazados y la de las ciudades convertidas en escombros y cómo todo ello va convirtiéndolo de país víctima en país victimario.

La solución del conflicto Israel-Palestina no vendrá de acciones militares sino de una negociación política. Lo ha dicho, con argumentos muy lúcidos, Shlomo Ben Ami, que fue ministro de Asuntos Exteriores de Israel precisamente cuando las negociaciones con Palestina –en Washington y Taba en los años 2000 y 2001– estuvieron a punto de dar frutos. (Lo impidió la insensata negativa de Arafat de aceptar las grandes concesiones que había hecho Israel). En su artículo La trampa de Gaza (El País, 30 de julio del 2014) afirma que "La continuidad del conflicto palestino debilita las bases morales de Israel y su posición internacional" y que "el desafío para Israel es vincular su táctica militar y su diplomacia con una meta política claramente definida".

Ojalá voces sensatas y lúcidas como las de Shlomo Ben Ami terminen por ser escuchadas en Israel. Y ojalá la comunidad internacional actúe con más energía en el futuro para impedir atrocidades como la que acaba de sufrir Gaza. Para Occidente lo ocurrido con el Holocausto judío en el siglo XX fue una mancha de horror y de vergüenza. Que no lo sea en el siglo XXI la agonía del pueblo palestino.

Marbella, 7 de agosto del 2014

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© Mario Vargas Llosa, 2014.