Vistas de página en total

Mi lista de blogs

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

Mi lista de blogs

«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

Mi lista de blogs

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

Mi lista de blogs

martes, 16 de junio de 2009

ABC de España (Madrid) (Sevilla)

Blanca Varela obtiene el XVI premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana

Blanca Varela MADRID. 11-5-2007

Apenas pasaban quince minutos de la una de la tarde de ayer cuando un humildísimo gorrioncillo de buen agüero se coló hasta las escaleras de acceso al Salón de Mayordomía del Palacio Real de Madrid. Se cree -en los nidos cercanos nadie pudo confirmar la información- que fue él quien llevaba en el pico la buena, la magnífica nueva: la poeta peruana Blanca Varela acababa de ser galardonada con el XVI premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, dotado con 42.100 euros y convocado a la par por la Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional. El prestigioso galardón premia y reconoce una obra que se constituya en patrimonio y herencia común de España e Hispanoamérica.

La autora de «Ejercicios materiales» y «El libro de barro» -segunda mujer que obtiene el premio, tras la portuguesa Sophia de Mello, que lo consiguió en 2003- no figuraba en las primeras propuestas del jurado, que sí barajó en sus deliberaciones, en un clima bastante suave y distendido, nombres como los de Francisco Brines, el cubano Cintio Vitier, Carlos Edmundo de Ory y el mexicano José Emilio Pacheco. Brines y Pachecho fueron los que a la postre más resistirían el empuje de Blanca Varela.

Antonio Gamoneda, ganador de la edición del año pasado, hizo de maestro de ceremonias y presentó con verbo muy preciso los méritos de la autora que debutara en el planeta de la lírica en 1959, a los treinta y tres años, con el poemario «Ese puerto existe», título sugerido entonces por su gran amigo y mentor Octavio Paz. «No se puede leer a Varela -dijo el último premio Cervantes- queriendo buscar una palabra informativa, magníficamente hermoseada y ornamentada. Lo que encontramos en la poesía de Blanca Varela es un brote existencial que nos llega a través de un lenguaje impredecible. Lo que significa que su lírica es muy distinta a la que predomina y es hegemónica en España en estos momentos, la que usa un lenguaje realista y normalizado, lo que impide que la tradición avance. Su obra está impregnada de pensamiento poético, y no muestra ninguna intención testimonial, ideológica o filosófica».

Al otro lado del océano, allá lejos (donde «es fría la luz de la memoria / así cayeron en la mente / formas y colores / casualidades /azar que anuda sombras /vuelcos en la negra marmita / donde a borbotones /se cuecen gozo y espanto...»), allá lejos, al otro lado del Atlántico, en la capital peruna, Lima, la escritora recibía la emocionada llamada de su hijo Vicente de Szyszlo, que precisamente ayer se encontraba en España, concretamente, en Granada para recoger otro premio para la autora de «Donde todo termina abre las alas». Szyszlo se encargaba de darle la noticia, y luego relataba a la agencia Efe tan dulces y emotivos momentos. «Se siente inmensamente feliz con un premio que no se esperaba, ha sido una auténtica sorpresa para todos nosotros, para toda la familia. Aunque desgraciadamente no puede expresarse (Varela ha sufrido un ictus cerebral recientemente), los que estaban junto a ella en la casa me comentaron que le cambió por completo la cara».

Poesía y poeta que son, como escribió Octavio Paz, «a un tiempo, un cuchillo y una herida», poesía y poeta ayer premiadas por un jurado a cuya cabeza se encontraba el presidente de Patrimonio Nacional, Yago Pico de Coaña, y del que también formaron parte, entre otras personalidades, el rector de la Universidad de Salamanca, José Ramón Alonso Peña; el ya mencionado Antonio Gamoneda, el premio Nobel José Saramago; y el también poeta y subdirector de ABC Santiago Castelo.

------------------------------------------------------------------

La poetisa peruana Blanca Varela gana el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana

La poetisa peruana Blanca Varela. /ARCHIVO EFE MADRID 10-5-2007


La poetisa peruana Blanca Varela ha obtenido la XVI edición del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, dotado con 42.100 euros, y convocado conjuntamente por Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca.

Este prestigioso galardón tiene como objetivo reconocer "el conjunto de la obra de un autor vivo que por su valor literario constituye una aportación relevante al patrimonio cultural común iberoamericano y de España".

El jurado del premio ha estado formado por el presidente de Patrimonio Nacional, Yago Pico de Coaña, y el rector de la Universidad de Salamanca, José Ramón Alonso; Antonio Gamoneda, ganador de la pasada edición del galardón; el Premio Nobel José Saramago; la directora de la Biblioteca Nacional, Rosa Regás, y el académico Luis María Anson, entre otras personalidades.

Segunda mujer galardonada
El fallo del premio otorgado a Blanca Varela (Lima, 1926) coincide con la entrega del galardón García Lorca, que la autora peruana logró el pasado mes de octubre, y que será recogido esta tarde en Granada por su hijo, Vicente de Szyszlo, ya que la poeta no ha podido viajar a España por problemas de salud.

Blanca Varela es la segunda mujer que gana este galardón, instituido en 1992 para reconocer la obra de un autor vivo de España y Latinoamérica, después de que la portuguesa Sophia de Mello Breyner lo lograra en 2003.

Este premio ha sido otorgado a otros seis poetas latinoamericanos: el chileno Gonzalo Rojas, en 1992; el brasileño Joao Cabrao de Melo Neto, en 1994; el colombiano Álvaro Mutis, en 1997; el uruguayo Mario Benedetti, en 1999; el chileno Nicanor Parra, en 2001, y el argentino Juan Gelman, en 2005.

Los españoles galardonados han sido Claudio Rodríguez, en 1993; José Hierro, en 1995; Ángel González, en 1996; José Ángel Valente, en 1998; Pere Gimferrer, en 2000; José Antonio Muñoz Rojas, en 2002; José Manuel Caballero Bonald, en 2004, y Antonio Gamoneda, en la pasada edición.

------------------------------------------------------------------

La Residencia de Estudiantes le da voz a la poeta peruana Blanca Varela

6-12-2006

M. DE LA FUENTE


MADRID. Dentro de su colección de audiolibros «La voz de...», la Residencia de Estudiantes presentó ayer su volumen número diez, dedicado a la poeta peruana Blanca Varela. Como en ocasiones anteriores, el citado volumen recoge por escrito y en formato CD de audio el recital ofrecido por la autora en la propia Residencia el 9 de diciembre de 1997.

Este título viene a continuar la lista de grandes poetas que han pasado en los últimos años por esa ilustre casa y de cuya presencia han quedado grabados estos libros, de aquí a la eternidad. Una nómina impresionante, sin duda: Rafael Alberti, Octavio Paz, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Álvaro Mutis, Olga Orozco, Claudio Rodríguez, Gonzalo Rojas y Antonio Gamoneda.

El audiolibro de la autora limeña fue presentado por los también poetas Luis Muñoz, Esperanza López Parada y el colombiano Darío Jaramillo cuya figura vital y literaria ha ocupado durante el último mes el lugar de vate ilustrado en el ciclo «Poeta en Residencia».

Luis Muñoz resaltó el hecho de que un recital de poesía viene «a ser un ejemplo perfecto de selección, es una autoantología», de manera que los poemas escogidos pueden muy bien consituirse en «una poética subterránea de cada autor». Esperanza López Parada, profesora de literatura hispanoamericana de la Universidad Complutense, hizo un breve pero intenso repaso de la obra de Blanca Varela, de la que destacó que «refleja la sordidez áspera de la existencia, y lo hace trabajando con el rigor quirúrgico de una disección y una austeridad expresiva cercana al laconismo». Tambien recalcó el papel de Octavio Paz como padrino de Varela, y la definió, finalmente, como «una poeta de la gracia y la gravedad».

Por su parte, Darío Jaramillo hizo hincapié en la importancia de una edición de estas características que posibilita escuchar la propia voz del poeta recitándose a sí mismo. «El poema -dijo- debe resistir la prueba de su lectura en voz alta, porque el poema tiene que ser taumatúrgico. Ahora tenemos el privilegio de guardar la voz de los poetas, pero, ¿cómo sería la voz de Lope de Vega, de Garcilaso, de San Juan, leyendo sus propios versos? Bonita pregunta. Quizá la respuesta esté en el viento de nuestros sueños.

------------------------------------------------------------------

La peruana Blanca Varela gana el III premio de Poesía García Lorca

12-10-2006


ABC GRANADA. La escritora peruana Blanca Varela, de 80 años, fue galardonada ayer con el III premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca, el de mayor dotación económica de los premios de poesía de habla hispana (50.000 euros), al que optaban 35 candidaturas españolas e hispanoamericanas, informa Ep. El alcalde de Granada, José Torres Hurtado, quien dio a conocer el fallo del jurado, indicó que la elección fue por mayoría y destacó «la rigurosidad de la poética de Varela, su conexión con el surrealismo y su pertenencia a la Generación del 50».

El poeta ovetense Ángel González, ganador de la primera edición de este premio, valoró que, aunque Varela no es una desconocida en España, puesto que dos de sus libros se publicaron en este país, la concesión del galardón es una buena ocasión para acercar su voz poética, que consideró «importantísima», a todos los lectores españoles, si bien la escritora goza de «un gran prestigio tanto en Perú como en Hispanoamérica», especialmente tras obtener el premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo en 2001.

Varela, primera mujer galardonada con este premio, fue propuesta por el Gobierno de Perú. Pero su condición de mujer, precisó Ángel González, no influyó en el fallo del jurado, que, según dijo, tuvo una «ardua labor» debido a que «prácticamente una quincena de las candidaturas presentadas corresponden a nombres de primerísimo nivel». Por ello, consideró que la elección fue «dolorosa».

La poetisa peruana es una de las voces más relevantes de la poesía iberoamericana contemporánea, que ha fraguado su selecta y meditada obra al margen de corrientes y tendencias, con firmes propósitos y largos periodos de silencio.

Nacida en Lima en 1926 en una familia de escritores y artistas, su obra poética, recogida en el volumen «Donde todo termina abre las alas» (Círculo de Lectores), se compone de media docena de libros, desde «Ese puerto existe» a «Luz del día», «Valses y otras confesiones» o «Canto Villano», entre otras.

------------------------------------------------------------------

La peruana Blanca Varela se alza con el III Premio de Poesía García Lorca

ABC/GRANADA 12-10-2006


La escritora peruana Blanca Varela, de 80 años de edad, fue galardonada ayer con el III Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca, el de mayor dotación económica de los premios de poesía de habla hispana, con 50. 000 euros, al que optaban 35 candidaturas españolas e hispanoamericanas.

El alcalde de Granada, José Torres Hurtado, dio a conocer el fallo del jurado, que estuvo representado por Angel González, ganador de la primera edición de este premio, que indicó que la elección fue por mayoría, destacó «la rigurosidad de la poética de Varela, su conexión con el surrealismo y su pertenencia a la Generación del 50».El poeta ovetense también valoró que, aunque Varela no es una desconocida en España, puesto que dos de sus libros se publicaron en este país, la concesión del galardón es una buena ocasión para acercar su voz poética, que consideró «importantísima» a todos los lectores españoles, si bien la escritora goza de «un gran prestigio tanto en Perú como en Hispanoamérica», especialmente tras obtener Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo en el año 2001.El secretario del Premio García Lorca y concejal de Cultura en el Ayuntamiento de Granada, Juan García Montero, también abundó en la «reconocida» trayectoria de la autora, que fue propuesta al premio por el Gobierno de Perú, a la vez que expresó su satisfacción por el hecho de que el galardón haya recaído por primera vez en una mujer.

Pero esta cuestión, según precisó Ángel González, no influyó en el fallo del jurado que, según dijo, tuvo una «ardua labor» debido a que «prácticamente una quincena de las candidaturas presentadas corresponden a nombres de primerísimo nivel». Por ello, según consideró, la elección fue «dolorosa». Por último, el alcalde de Granada explicó que, debido a la diferencia horaria, no se pudo contactar, por el momento, con la galardonada, si bien la Embajada de Perú ya conoce la noticia.

------------------------------------------------------------------

La peruana Blanca Varela gana el III Premio de Poesía García Lorca

GRANADA. Agencias 11-10-2006


La poetisa peruana Blanca Varela se convirtió hoy en la primera mujer que gana el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca, dotado con 50.000 euros, y a cuya tercera edición concurrían 34 candidatos, informó hoy el presidente del jurado, José Torres Hurtado.

Entre los que optaban al galardón figuraban además algunos de los poetas de habla hispana más relevantes del momento como Mario Benedetti, Ernesto Cardenal, José Manuel Caballero Bonald, Diana Bellesi, Francisco Brines y dos granadinos, Rafael Guillén y Antonio Carvajal.

Dotado con 50.000 euros, el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca es el galardón de mayor dotación económica de entre los premios poéticos en lengua castellana.

En rueda de prensa, el alcalde de Granada, presidente del jurado, explicó que "después de una amplia deliberación y sucesivas votaciones, el premio ha recaído en Blanca Varela", un fallo adoptado "por amplia mayoría".
Torres Hurtado, que trasladó la enhorabuena de todo el jurado a la poetisa "y a todo el Perú", explicó que trató de felicitar personalmente a Varela por teléfono, sin éxito, "por la hora intempestiva que es ahora en Perú", donde hay una diferencia de siete horas, a pesar de lo cual sí informó del premio a la Embajada de Perú en España y confió en poder hablar con ella finalmente mañana.

El portavoz del jurado, el poeta asturiano Angel González, confesó que la labor del jurado "ha sido ardua" porque en la relación de candidatos "había nombres tan importantes, al menos quince de ellos de primerísima línea, que elegir uno desdeñando a los demás era verdaderamente doloroso".

Describió a Blanca Varela como "una poeta muy rigurosa, emparentada en cierto modo con el surrealismo, en parte hermética, pero de una gran riqueza expresiva y verbal". Enmarcada, "si se la puede situar en alguna corriente", en la Generación de los 50, González explicó que en su "incesante" labor poética, Varela ha publicado muchos libros y "tiene un gran prestigio en su país y en Latinoamérica", aunque "en España, si bien no es desconocida, su obra no ha tenido tanta repercusión".

Precisamente, para el poeta asturiano, junto al "mérito intrínseco" de su obra, este galardón tiene también el valor de "poder descubrir" a Blanca Varela en España, donde tiene publicados tan sólo dos libros: la antología "Como Dios en la nada" y "Donde todo termina, abre las alas".

Preguntado por los medios de comunicación, González dijo que "en absoluto" ha pesado en la elección de Varela el hecho de que, en las dos pasadas ediciones del premio, éste haya recaído en dos hombres.

Ganadora del Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo en el 2001, Blanca Varela (Lima, 1926) se inició en la poesía en la Universidad de San Marcos, donde ingresó en 1943 para estudiar Letras y Educación.

A partir de 1947 empezó a colaborar en la revista "Las Moradas" que dirigía Westphalen; En 1949 llegó a París, donde entraría en contacto con la vida artística y literaria del momento de la mano de Octavio Paz, una figura determinante en su carrera literaria, que la conectaría con el círculo de intelectuales latinoamericanos y españoles radicados en Francia.

De esta etapa data su amistad con Sartre, Simone de Beauvoir, Michaux, Giacometti, Léger, Tamayo y Martínez Rivas, entre otros. Después de su larga temporada en París, Varela vivió en Florencia y luego en Washington, ciudades donde se dedicó a hacer traducciones y eventuales trabajos periodísticos.

En 1959 publicó su primer libro "Este puerto existe", en 1963 "Luz de día" y en 1971 "Valses y otras confesiones"; Más tarde, en 1978, realizó su primera recopilación fundamental con su escritura "Canto villano". Finalmente apareció su antología de 1949 a 1998 con el título "Como Dios en la nada".

El jurado, presidido por el alcalde, José Torres Hurtado, lo componían el poeta asturiano Angel González -ganador de la pasada edición-, un representante de la Casa de América y otro de la Residencia de Estudiantes; Laura García Lorca, sobrina del poeta y directora de la Huerta de San Vicente; el presidente de la Fundación Generación del 27, el de la Academia de Bellas Letras de Granada y el catedrático de Literatura de la Universidad de Granada Alvaro Salvador.

------------------------------------------------------------------

Carta a la vidente

Por José Méndez 11-5-2007


Blanca Varela de niña se hacía demasiadas preguntas y, lo que es más inquietante, se «inventaba» respuestas nada tranquilizadoras. De aquella infancia escrutadora del entorno y de los otros, de aquella casa de artistas muy populares, de aquella mirada que aprendió a ver sin los tapujos de la falsa inocencia, surgió -son palabras de José Ángel Valente- «la poeta, en español, más importante del siglo XX». El juicio, teniendo en cuenta la procedencia americana de esa voz poética y la existencia de un grupo de mujeres poetas de primerísimo orden en aquel continente, aumenta su valor y su riesgo. Aunque nada mejor que la poesía de Blanca Varela para destruir la improbable, y en cualquier caso estéril, frontera sexual en la poesía.

Blanca Varela nunca ha sabido de su importancia literaria. Su rango y dignidad artística no se confrontan con «el mundo de la literatura», sino con la vida. «Escribo para saber, para explicarme las cosas, los sentimientos, el miedo». Y es así que su palabra crea las imágenes como un bisturí abre una herida, o un ácido reduce la mugre a la inexistencia. Formada junto a poetas como Bondy, Eielson, Bendezú o Sologuren, y mujer del pintor Fernando Szyszlo, su aristocracia reside en la distancia, en la necesidad de soledad e independencia. Su estancia en París desde 1949, recién casada, le depararía entre otras importantes experiencias -todas ellas radicales, como marcaba la fe ideológica de la época- el contacto con Octavio Paz, y a través de él la publicación de su primer poemario, «Ese puerto existe», editado ya cuando residía en Washington. En el prólogo de aquel primer libro escribió Paz: «Con el instinto del verdadero poeta sabe callarse a tiempo. Su poesía no explica ni razona. Tampoco es una confidencia. Es un signo, un conjuro frente, contra y hacia el mundo, una piedra negra tatuada por el fuego y la sal, el tiempo y la soledad».

Cuando Blanca Varela llegó a Madrid en 1998 invitada por la Residencia de Estudiantes -una mujer menuda, de ojos vivos, pulquérrima- estaba mucho más pendiente de su hermana Nely o de sus amigos que de cualquier otra cuestión, fuera editorial o de relaciones públicas. Para saber de su mundo literario había que atreverse a traspasar su privacidad: hallarla -y ser admitido- en sus momentos de soledad, que tenían lugar de modo impredecible, en la mitad de un cóctel, por ejemplo. Y era entonces cuando te decía: «¿No crees que detrás de esas cortinas hay un montón de niños que se ríen de nosotros?» Después, leyendo su obra supe que detrás de las cortinas no había un montón de niños riéndose de los que tomábamos copas y componíamos gestos, sino que allí permanecía desde muchos años atrás una niña que se hacía preguntas inquietantes y peligrosas. Sobre nosotros y, mucho más a menudo, sobre ella misma.

Es una celebración que el premio Reina Sofía acoja entre sus galardonados el nombre de Blanca Varela, la obra irradiante de Blanca Varela. Una obra que el lector podrá hallar bellamente editada en «Donde todo termina abre las alas», título de su poesía reunida editado por Galaxia Gutenberg. Es una celebración y, seguramente, Emilio Adolfo Westphalen, allá donde se encuentre, con parsimonia y una sonrisa, se está preparando un whisky-sour. Salud.

------------------------------------------------------------------

La verdad no abriga

POR JOSÉ MÉNDEZ MADRID.

AFP Blanca Varela 15-11-2007


MADRID. Nos queda la posibilidad, quizás prudente, de realizar un paseo por la ciudad poética de Blanca Varela y tratar de anotar las sensaciones, los gustos y disgustos del paseo. Ciudad que tuvo hasta la finalización de sus últimos barrios Concierto animal y El falso teclado el áspero nombre de Canto villano, trazo nominal que prometía esfuerzo, quizás sequedad y sin duda desarraigo al posible visitante. Hoy se nombra Donde todo termina abre las alas. Poesía reunida (1949-2000).

Al acercarnos nos recibe la gran plaza circular, Puerto Supe, el coso de agua en el que la poeta se contempla por primera vez a sí misma en un lecho ardiente donde lloro a solas. Antes de la imagen sencilla y sentimental que cierra el poema, Blanca Varela ha puesto cimientos, paredes y columnas, sobre las que dicha imagen no pueda mentir:

Allí destruyo con brillantes
[piedras
la casa de mis padres,
allí destruyo la jaula de las
[aves pequeñas,
destapo las botellas y un hu-
[mo negro escapa
y tiñe tiernamente el aire y
[sus jardines.
Junto a la gran morada sin
[ventanas,
junto a las vacas ciegas,
junto al turbio licor y al pá-
[jaro carnívoro.

Plaza, coso, ensenada, puerto. Un desolado lugar frente al Pacífico en cuyo centro una muchacha llora a solas. Si permanecemos en el poema, en la plaza, un tiempo, comenzaremos a notar la naturaleza pictórica del entorno. De Hopper al Bosco pasando por Chagall, una cadena de colores y pinceles acude a nosotros: Junto al turbio licor y al pájaro carnívoro (Chagall); destapo las botellas y un humo negro escapa /y tiñe tiernamente el aire y sus jardines (Chagall). Un lecho ardiente en donde lloro a solas (Hopper); o habito el interior de un fruto muerto (Bosco).

Aleatorias adjudicaciones, lo admito, pero cargadas de sentido, igual que para el viajero se cargan de sentido los crepúsculos de las distintas ciudades por las que pasa. Milagro de ubicuidad sólo permitido al arte. Esta muchacha llorando a solas, es la imagen que está en el origen de la poesía de Blanca Varela de la misma manera que un desierto y su soledad sin nombre fundamentan la poesía de Valente.

Para huir desde el principio de los símbolos preconcebidos, para no repetir las mentiras acuñadas por el tiempo, Blanca Varela subvierte la identidad de su yo poético: la muchacha se transforma, ni en hombre ni en mujer, sólo en sujeto de la vida, quizás para que en esa casa recién construida por ella, su casa, dejen de resonar los ecos de la casa familiar repleta de voces femeninas en el sentido real y cultural del término.

Sea este o no el motivo del cambio (ya anotado por Octavio Paz en el prólogo a Ese puerto existe), con él se produce en Varela un fenómeno común en las vanguardias que la precedieron. Sin embargo en ella, la subversión del sujeto poético no obedece a ningún género de delirio mesiánico, más bien al contrario, la distorsión de la voz femenina en textos sólo concebibles desde una experiencia de mujer, parece perseguir la extrema fiabilidad en la construcción y transmisión del poema.

El origen de las cosas nunca es único. En conversaciones que por fortuna he podido mantener con la autora, me comentó que siendo muy niña le ocurría recurrentemente el fenómeno de apreciar, de ver, el lado no oficial de las cosas: de un animal su sufrimiento o su ferocidad, de una relación entre personas el sometimiento o la envidia. Este talento infantil para «ver» lo que no debía ser visto, la acercó al mismo tiempo a la imposibilidad o la inconveniencia de expresarlo, y nos procura una pista sobre el posible origen de su yo poético. De aquella visión procede su implacable posición crítica, la contención tantas veces subrayada de su lenguaje y la mezcla de piélago y manglar sobre la que construye su ciudad. Si usted, aleatorio lector, desea proseguir el paseo por la ciudad poética construida por Blanca Varela (nada más aconsejable), no olvide que la verdad no abriga.

EN LA CULTURA - LA MUERTE DE JUAN RIOS EL (OTRO) QUIJOTE - Oiga 25/11/1991

sábado, 6 de junio de 2009

Francisco Igartua - por Jhon Bazan Aguilar

Francisco Igartua Rovira
Francisco Igartua Rovira

Hace 5 años partio hacia la eternidad

“El ha dejado un camino trazado,
Y desde la eternidad nos invita a caminarlo”.


Cinco años se cumplen de la dolorosa ausencia del amigo y maestro, un lustro que en la historia del periodismo son casi nada, pero que en el recuerdo de quienes lo conocimos sigue representando una herida abierta sujeta a reivindicación. Francisco Igartua Rovira falleció el 24 de marzo de 2004, tras mas de cinco décadas de contestataria presencia en el periodismo peruano.

Quijote del Periodismo es quizás el mejor calificativo para “Paco” Igartua, talentoso hombre de prensa que vivió entre dos centurias y que ha dejado una huella, un ejemplo y una trayectoria que difícilmente se ha de borrar. Revistero insigne y a tiempo completo, como se calificaba él mismo, siempre se situó en el justo medio, en ese difícil equilibrio entre los de arriba y los de abajo, entre los conservadores y los incendiarios, buscando la reflexión y el consenso en torno a los destinos del Perú.

Heredero, devoto y amigo del ilustre panfletario Federico More, lector de Miguel de Unamuno, respetuoso admirador de José Luís Bustamante y Rivero, a quien llamó Patriarca de la Democracia, Igartua supo ser toda su vida consecuente con estos insignes referentes: De More tomó la posta de un periodismo punzante y apasionado, y como él probó también las amarguras del destierro; de Unamuno aplicó su afán libertario, y su férrea defensa de las libertades de opinión y de prensa. Del ilustre patricio mistiano, derrocado por Odría en 1948, no solo tomó su prédica de luchar por un Perú distinto sino también el pretexto para fundar “Oiga” su más fecunda y azarosa creación en el periodismo nacional.

Como era previsible, el Oiga del 48 apenas si duró algunas semanas, y es que era un panfleto, así había sido diseñado, una protesta visceral frente al abuso y la prepotencia de una dictadura. Más tarde vinieron otros “Oigas”, más centrados en su vocación indeclinable de periodista político, pero al cabo de un tiempo también terminaron cerrados por el poder de turno, pues era una revista que no se casaba con nadie, que no tenía otro precio ni otra misión que el derecho del lector a saber la verdad.

En el interín dejó otro legado: la fundación de “Caretas”, con la entonces inquieta y dinámica Doris Gibson, y cuya dirección periodística detentó por muchos años. Era también este proyecto, desde el nombre mismo, una protesta contra la dictadura de turno (los 50s de Odría), inspirándose en la famosa “Caras y Caretas” de Buenos Aires, de la cual con aguda ironía solo tomó la segunda parte, pues las libertades en el Perú estaban tan recortadas que difícilmente podría entonces hablarse de “caras” sino solo de “caretas”.

Por su resistencia a parcializarse sectariamente con los extremos, Igartua se ganó la animadversión de tirios y troyanos. La derecha lo llamaba comunista, y los comunistas le llamaban entreguista, pese a que él siempre se autocalificó como “de izquierda”. Fue adversario inflexible, pero también amigo, de quienes desde otras trincheras le decían de todo, como Genaro Carnero Checa, periodista comprometido con las ideas marxistas –fundador de una también mítica revista política con el nombre del año en curso-.

Leámoslo de su propia pluma: “Oiga es de izquierda porque, sin satanizar a nadie ni a nada que no sea la corrupción y la inmoralidad, se siente al lado de los humildes, de los necesitados, y no de los ricos; porque le repugna el dogma y propicia el diálogo sin barreras; porque abomina cualquier inquisición; porque cree que no hay mayor castigo para un pueblo que el mantenerlo en el oscurantismo, en la sumisión a «verdades» administradas por una jefatura maniquea, omnisciente y omnipotente; porque estima que no hay desarrollo popular sin libertad para informarse, pensar, expresarse y elegir; porque no admite que los pueblos sean como niños, pasibles de tutela. En otras palabras, Oiga se confía en lo que dijo don Quijote, el caballero de la Triste Figura, a Sancho, su escudero, ilusionado aspirante a gobernador de ínsulas: si alguna vez se ha de doblar la vara de la justicia, que sea a favor del pobre, del desvalido, y no del poderoso”.

En noviembre de 1974 fue deportado por expresar su protesta contra la estatización de la prensa del régimen velasquista. No le animaban rencores ni revanchas cuando años más tarde, al editar “Oiga78” explicaba: “No era asunto de contener el proceso revolucionario -con el que yo estaba y estoy de acuerdo porque el Perú se ahogaba en el inmovilismo-, sino de enrumbarlo hacia la racionalidad, poniendo de lado la improvisación infantil, el disparate de la ignorancia y el rencor y el odio, que ni son revolucionarios ni tienen nada que ver con la ciencia económica”.

Es que así era de grande este caballero de pluma en ristre y consecuente con sus ideas. El editorial de “Oiga” que escribió en la edición del 31 de Julio de 1990 tras asumir Fujimori la Presidencia de la República fue una especie de profecía anunciada, al criticar su poco convincente proclama anticorrupción y de apego a la ética, y su evidente vocación paternalista proclive a sentirse “por encima del bien y del mal, dispensador de favores y castigos. Es hacer del mandatario -el que recibe mandato- un emperador. Es la negación de la democracia; es la quiebra de la institucionalidad”.

Su consecuente crítica a los crecientes atropellos fujimontesinistas, sobre todo a raíz del autogolpe del 5 de Abril de 1992, determinaron que a la larga “Oiga” sucumbiera abrumada por las deudas, especialmente tributarias. El 5 de setiembre de 1995 se produjo su cierre definitivo y el 16 de noviembre de ese año transfirió los derechos de la marca Oiga a favor de terceros, a fin de cancelar dichas deudas generadas por el acoso fujimontesinista y el pago de los beneficios sociales de sus 60 trabajadores.

Ese era Francisco Igartua. Vio y dejo morir a su revista, su máxima creación periodística, para no hacer sucumbir aquellos principios que enarbolo por más de medio siglo de periodismo. El ha dejado un camino trazado, Y desde la eternidad nos invita a caminarlo.

lunes, 4 de mayo de 2009

ANDANZAS DE FEDERICO MORE - CARTA DE UN DESESPERADO por Federico More


Lima, 7 de junio de 1935

Señor don Víctor Raúl Haya de la Torre.

Hoy, Día del Ejército, Día de Arica, día de gloria entre los días peruanos más gloriosos, no debiera ser el más indicado para escribirle a usted que no ama nuestras proezas militares y que piensa en el «compañero soldado» sólo para incitarlo a la rebelión. Pero los acontecimientos, la dolorosa ironía de los acontecimientos, han querido que hoy me toque escribirle a usted esta carta.

Se la escribo, para decirle a usted, una vez más -deseo que no sea la última vez- cuán graves daños le ha causado usted al Perú. No se figure usted que voy a hablarle de la sandez doctrinaria del Apra, ni de la inmoralidad de sus dirigentes, ni de la inconsciencia de sus prosélitos multitudinarios. No. Todo eso lo callarnos por sabido.

Le escribo para decirle que sobre la acción pública de usted, tan breve y tan luctuosa, tan efímera y tan infortunada, pesan dos cargos mortales. Ha suprimido usted a los rebeldes y ha creado asesinos. A los grupos de hombres libres y activos los ha reemplaza­do usted con bandas de fascinerosos. La lucha política la ha conver­tido usted en una pavorosa aventura judicial. Ya en el Perú no hay gobiernistas y opositores. Hay delincuentes y víctimas. Ignoro si usted y sus amigos se dan cuenta del horror de este estado de cosas.

Si, por fortuna nuestra, no estuviera, hoy, a la cabeza del gobierno y al frente de los destinos del Perú un hombre sereno y respetable, un hombre honesto y respetuoso, un hombre tranquilo y firme como el presidente Benavides, nos mataríamos en las calles. Todos, compañero, andaríamos o con el puñal al cinto o con la carabina al hombro. Y de esto, es usted el único responsable.

Si hubiese usted logrado corromper a los hombres y convertir en asesinos a varones de treinta años, acaso le perdonásemos su actuación. Es decir, no se la perdonaríamos; pero la comprendería­mos. Por lo menos, se trataría de crímenes de hombres. Pero ha corrompido usted a los niños. Es usted un violador de conciencias adolescentes. Observe usted lo pavoroso que es todo esto.

Para desgracia del Perú, frente a usted surgieron, en época felizmente concluida, otros tan violentos, tan sanguinarios y tan inconscientes como usted. Y el Perú estuvo a punto de convertirse en una batahola de matarifes dentro de un camal. Esto fue muy breve, porque la inmensa mayoría de las conciencias honradas y de los corazones tranquilos, pudo más que la epilepsia creada por usted. Y concluyó la beligerancia que usted produjo.

Pero después de que el presidente Benavides vino a darnos orden y paz, usted y los suyos fueron los primeros en aprovechar los beneficios de la paz y el orden, usted y los suyos insistieron en el asesinato. Es su método político. En usted, la actividad criminal es congénita.

A la cabeza de sus hordas, ha destruido las tradiciones jurídicas del país, ha pisoteado sus recuerdos heroicos, se ha chingado usted en su dignidad civil, ha roto usted su equilibrio político, ha ensuciado usted su nobleza democrática. Nos ha dejado usted, cívica y espiritualmente calatos y sucios.

Si Leguía destruyó el respeto por la función pública y convirtió en portapliegos a los más altos dignatarios del Estado, usted le ha quitado majestad al pueblo, le ha quitado valor a la masa, ha envilecido usted a la multitud.

Y, por reacción inevitable, ha producido usted el encumbramiento de los ricos necios. En el Perú, ya había muerto el becerro de oro, ese animal hediondo y voraz que tanto prosperó con Leguía. Por obra de las artes criminales de usted y de los suyos, el becerro de oro vuelve a lanzar sus balidos mefíticos y otra vez lo vemos en la prensa y en el parlamento, empeñado en asumir la dirección de los espíritus. Dichosamente, oh, compañero, jamás la animalidad se sobrepuso al espíritu.


Por culpa de usted, tenemos que guardar patriótico silencio los que siempre alzamos, bien alta, nuestra voz patriótica. Entre los ricos necios y los asesinos sin hombría, tenemos que quedarnos con los ricos necios. Son cargantes y fastidiosos; pero no atentan contra la vida de nadie. Nos entorpecerán un poco; nos harán un poco grasos y un poco sórdidos; pero no nos envilecerán nunca. Son gentes digestivas a quienes, a la larga, el cerebro les gana la batalla.

A mí, créalo usted, me da mucha pena ver que, por culpa del APRA, es imprescindible que transijamos con la tontería. Pero entre un tonto y un bandido, no duda ningún hombre de bien. Quién sabe si, por culpa de usted, nos sea preciso terminar hasta en algodoneros.

Acaso concluyamos fundando una casa de préstamos. Triste destino para quienes iniciamos nuestra vida pública oyendo voces patricias.

Yo, joven capitán de niños delincuentes, me formé en la política, escuchando al verbo espiritual de Víctor Maúrtua, las leccio­nes de Javier Prado, la obra de Manuel Augusto Olaechea, ese artista del Derecho Civil. Oí la voz de Nicolás de Piérola y le escuché a don Andrés Avelino Cáceres relatar las campañas de la Breña. Yo, joven capitán de niños delincuentes, conversé, durante siete años, casi todos los días, con Manuel González Prada. Los primeros elogios que escuché en mi vida los escribió la pluma magistral y austerísima de Abelardo Gamarra. Mis compañeros de juventud fueron Abraham Valdelomar, Leonidas Yerovi, Julio Málaga Grenet, José Carlos Mariátegui, César Falcón. Conspiré junto a Augusto Durand y fui testigo de las tumultuosas campañas cívicas de Guillermo Billinghurst, ese hombre tan saturado de pueblo. Lo implacable de la política lo aprendí en Germán Leguía y Martínez, la circunspección distinguida la vi en Melitón Porras, el empuje audaz e inteligente en Arturo Osores, la caballerosidad y el dandismo en José Carlos Bernales. Yo lo conocí a don Ricardo Palma cuando torcía un cigarrillo de la marca «Perú». Yo he bebido en la fuente del ingenio profundo, sutil, encantador de ese maestro de estadistas y de pensadores que es José Balta.

En el extranjero traté a muchas gentes de igual alcurnia mental. Y ahora, cuando mi juventud termina, llego a mi patria, joven capataz de niños asesinos, a presenciar el horrendo espectáculo del crimen convertido en costumbre. Nunca le perdonaré a usted todo esto. Cuando Piérola hacía sus revoluciones, las hacía con una gallardía, con un empuje, con un romanticismo, con una virilidad que sus mismos adversarios admiraban. Era el Caballero Andante de nuestra política.

Quizá habría sido preferible que nunca lo tomáramos a usted en serio. Pero como usted es megalómano y quiere que lo tomen en serio, se ha convertido en gangster y lo ha conseguido. Ya lo tomamos en serio. Todo lo que cae dentro de las extremas disposi­ciones del Código Penal, es muy serio.

Por culpa de usted, José de la Riva Agüero, ese historiador tan distinguido y erudito, tan heráldico, es personaje político. Por culpa de usted es personaje político don Carlos Arenas Loayza, ese Mefistófeles sin Fausto y que del infierno sólo tiene el color.

Carece usted de heroicidad y de grandeza. Carece usted de aristocracia mental y sicológica. El problema del orden público, siempre tan grave en el Perú, hoy es, ante el crimen, el único problema grave. Ya no podemos ocuparnos en mejorar las institucio­nes y las leyes, las costumbres públicas y los hábitos privados. Apenas nos deja usted tiempo para evitar que nos asesinen. Por culpa de usted se ha creado el conflicto religioso y ha desaparecido la universidad.

Usted podrá creer que un hombre que ha producido tantas calamidades tiene grandeza. Y esto es mentira. Tiene dramaticidad, como la tienen un incendio, un ciclón o un naufragio. Es usted deplorable y dramático como un terremoto. A usted, el Perú nunca podrá darle el poder. Es imposible, así como es imposible que la naturaleza le conceda al huracán la dirección del mundo.

Por culpa de usted, nuestras gentes le han perdido el respeto al Poder Judicial y quieren que retornemos a los amargos y remotísimos tiempos en que los hombres se hacían justicia por su propia mano. Y los que aún respetarnos, Ilusos, al Poder Judicial nada podemos decir. Quizá, también, nos llegue la hora de hacernos la justicia por nuestra propia mano.

Por culpa de usted, uno de los mandatarios más austeros, más correctos -en el buen inglés de la palabra-, más bien intencio­nados que ha tenido el Perú, pasa por el injusto e incalificable trance de estar sometido a amargas y apasionadas disputas. Por culpa de usted, le hemos perdido el respeto a lo respetable. Nos ha envilecido usted en grado verdaderamente aprista.

Cuando pienso en la obra consumada por el aprismo, casi me alegro de que estén bajo tierra los grandes amigos de mi juventud y que duerman el sueño eterno mis grandes maestros. Y me da pena que vivan Manuel Augusto Olaechea, Víctor Maúrtua, Manuel Vicen­te Villarán, Arturo Osores, Melitón Porras. Ha encenegado usted a los niños, ha pervertido usted a los adolescentes, ha entristecido usted a los jóvenes, ha desconsolado usted a los hombres maduros y ha ensombrecido usted los últimos años de los viejos.

Ha detenido usted el progreso democrático y el avance liberal y ha prostituido usted, con perversidad infantil, el sentido marxista. Es usted un andrógino de la política, un indiferenciado de la vida pública. Es usted responsable de que vayamos perdiendo el amor a la justicia, ese amor que fue base de la grandeza de Roma y es base de la grandeza de Inglaterra.

Lo único que le falta a usted es inficionar los espermatozoides a fin de conseguir que de los hijos de nuestros hijos nazcan unos fascinerosos. A la mujer, la ha embarcado usted en aventuras varoniles de conspiración y de tramoya pública. Quizá llegue usted a destruir los ovarios de las madres peruanas.

Usted tiene la culpa de que no nos haya sido totalmente posible aplicar la patriótica política financiera del Presidente del Perú. La hemos aplicado nada más que en buena parte. Pero si usted y sus muchachos asesinos no actuasen, los ricos necios no habrían alzado, tan insolentemente, sus voces para oponerse a esa política financiera tan justa y tan exacta y para impedir, felizmente nada más que en parte, su feliz aplicación. Por culpa de usted estamos a punto de que desaparezca la justicia común y la clase media, esas dos grandes conquistas de la civilización en dos mil años de marcha. Cuando la justicia se llama común es porque es para el común de las gentes, porque es justicia de la comunidad; justicia en la cual se refunden los viejos conceptos de la justicia distributiva y de la justicia conmutativa. Cuando la clase se llama media, es porque se ha conseguido el equilibrio de las clases y se ha logrado ese punto fiel donde todos los hombres igualan sus aspiraciones y sus posibilidades. Por culpa de usted, resurgen la plutocracia roñosa y la justicia no igualitaria, es decir, no común.

Mire usted cuantos daños ha producido. Por culpa de usted, yo no puedo decir ahora las tremendas verdades que tanto necesita el Perú. Usted adulteraría esas verdaderas y las convertiría en mentiras. Haría de ellas un vil acto publicitario. Y yo no puedo ni debo ser su colaborador. Mi indignación contra usted llega a este punto: antes que ser su amigo, prefiero ser oligarca. Como no puedo mentir, me callo la boca. Que caigan sobre usted las desdichas provenientes del súbito engreimiento de los tontos y de la repentina prepotencia de los criminales.

Nosotros haremos cuanto esté en nuestras manos para evitar que la tontería y el delito destruyan al Perú. Al Perú, que vale mas que usted, aunque solo sea por la razón de que usted es el Perú con signo negativo. Si es verdad que lo inminente se cumple, morirá usted en manos de un niño.

Federico More

IGARTUA – por Orazio Potesta

Tenía en mente escribir algo sobre los jefes que han marcado mi carrera, que por suerte han sido muchos. Esa idea se me ocurrió cuando en mi auto doblaba la esquina de Miro Quesada con Azángaro y sacaba la cuenta de que había trabajado en cincuenta periódicos y en cincuenta revistas.

Dejaba atrás aquella esquina mil veces transitada por mí. El Comercio pasaba a ser una línea más en mi currículo.

Pensé primero en Francisco Igartua. No puedo explicar por qué.

Flaco, colorado, parco. Ya he dicho muchas veces que mi papá compraba Oiga y que por eso yo estaba al tanto de la admiración que Paco sentía por Miguel de Unamuno.
También sabía de su descomunal persistencia periodística.

De eso me di cuenta con las investigaciones sobre el comando paramilitar Rodrigo Franco y la inservible maquinaria china con Joy Way a la cabeza. Como ciudadano de ninguna ciudad, Paco era la configuración humana de cualquier fraseo de Unamuno en una hoja de papel.

Lo recuerdo como un dibujante nato, un diseñador practiquísimo que no se hacía bolas con el exceso de fotos ni el exceso de textos.

Lo veía siempre trazando líneas con un lápiz, borrando y repintando. Repintando y calculando al ojo el crecimiento de las fotos cuando el cierre empezaba a sacar tarjetas rojas. Cada revista era un trabajo de fina orfebrería.

Diagramé a su lado un informe que se titulaba jocosamente: “Están naciendo nuevos cartelitos”. Y obviamente se refería al narcotráfico, tema recurrente en mi carrera. Manché una foto con tinta azul, no se molestó conmigo.

“Consigue otra al tiro. Y lávate las manos, hijo”.

Paco iba al grano, no dudaba. Generaba tesis e hipótesis cada minuto y no las abandonaba jamás.

Eran días de guerra para mí. Sin dinero. No recuerdo como iba a Oiga y menos cómo regresaba a casa. Tampoco puedo confirmar si llegué a ir a clases durante los meses que estuve en Oiga.

Debido a la intolerancia de Alberto Fujimori y de Vladimiro Montesinos, Oiga cerró y yo estuve hasta el final.

Pero sí recuerdo que almorzaba gracias a mi hermano Ítalo, quien tenía su oficina en la avenida Canaval y Moreira, también en San Isidro.

Enigmático, siempre encerrado en su poncho, paseaba por las tardes en ese larga berma de la calle Paseo Parodi en San Isidro, el último local de Oiga.

Lo extrañé mucho desde el 2005, cuando me empecé a topar con jefes decididamente torpes y expertos con la pelota y la franela.

Hace poco, un ex redactor de la revista Oiga, me dijo que había una idea en la mente de algunos periodistas que formaron parte de sus prusianas redacciones. Hacerle un busto y colocarlo en un parque de San Isidro. Emocionado y con la cabeza a mil por los recuerdos, pensé en ese preciso momento que Francisco Igartua merecía el bronce suficiente como para ser mostrado a cuerpo completo.

FRANCISCO IGARTUA: "He cometido muchos errores en la vida, pero nunca he vendido mis principios"




Hojas de vida - Hola Paco


Nunca pude saludar ni dirigirme a Francisco Igartua con esos términos, como todo el mundo lo hacía. Hasta los practicantes le decían "hola Paco", "sí Paco", "ok Paco" o "de ninguna manera Paco". Supongo que esto se debía a mi respeto reverencial por Don Paco, el Director del semanario Oiga, la revista donde me inicié en el apasionante mundo del periodismo.

Es curioso, pero igual me ocurre con Enrique Zileri, a quien tampoco pude decirle Enrique. Estoy seguro que si lo vuelvo a encontrar seguiría diciendole Don Enrique. Francisco Igartua y Enrique Zileri son los periodistas que más admiro y siento que cada trabajo que hago sigo haciéndolo para ellos.

Eduardo Rodriguez - Heduardo

FRANCISCO IGARTUA - "SIEMPRE UN EXTRAÑO"

FRANCISCO IGARTUA - "HUELLAS DE UN DESTIERRO"


FRANCISCO IGARTUA - "REFLEXIONES ENTRE MOLINOS DE VIENTO"

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL – “COMO DECÍAMOS AYER Y ANTEAYER…” - Revista Oiga 16/01/1978


A fines de 1974, por decir rotundamente ¡NO! a la estatización de la prensa, por denunciar lo que en la práctica resultó ser la liquidación de la libertad de expresión en el Perú, fui deportado y tuve que vivir hasta hace pocos meses en el destierro. También salí al exilio porque, fiel a la conducta de Oiga en materia de riquezas naturales, había juzgado ilegal y deshonroso para el país el contrato petrolero firmado aquellos días, en la penumbra, entre el gobierno y dos empresas japonesas. Salí al destierro cuando comenzaba a dar muestras de asombro frente al intento -infelizmente ya culminado- de construir un triunfalista y multimillonario oleoducto de la selva a la costa, mientras la realidad, el interés de los peruanos -los propietarios de las riquezas naturales del Perú- nos exige afirmar la personalidad peruana de la Amazonía. Y e! buen razonar y hasta las conveniencias económicas futuras aconsejan usar y no abandonar nuestros ríos selváticos, para hacerlos así más peruanos; para que nuestras fronteras amazónicas sean vivas por la presencia masiva de nuestra gente en la zona y por la actividad industrial y comercial que allí se puede realizar. Porque el propósito de usar nuestros ríos no es el absurdo traslado por agua del petróleo selvático a Talara sino capturar el mercado brasilero para nuestro petróleo y derivados. No olvidemos que los ríos amazónicos van a dar a la mar cruzando el territorio del Brasil y con justeza se podría decir que ellos tienen trazado su destino.

Toda la documentación pertinente sobre el caso quedó en mis oficinas, ocupadas primero por la policía y después por los «trabajadores» de los talleres de Oiga. Hoy -marzo de 1978- no existen. Se hicieron humo junto a muchos otros importantes e irrecuperables documentos y a las máquinas de escribir y hasta a las sillas y astillas del antiguo Oiga.

Entre aquellos papeles, por ejemplo, se encontraba un testimonio contundente sobre la inconstitucionalidad del acuerdo petrolero con los japoneses, el del opinante más valioso sobre el tema en aquel momento, el del constituyente que presentó y fundamentó, en la Asamblea del 33, el artículo constitucional violado por el contrato en discusión. La opinión del doctor Luciano Castillo, indispensable para el esclarecimiento de los alcances del artículo 17 de la Constitución, quedó confinada seguramente a una desganada lectura policial, si es que no se extravió o fue a dar a la basura en el desmantelamiento de mi escritorio. En todo caso fue sumido en el ominoso silencio al que las dictaduras condenan a los pueblos cercenándoles la libertad de prensa. Ninguno de los doctos defensores de ese acuerdo petrolero, encaramados en los diarios estatizados, quiso acordarse que estaba vivo el autor del artículo 17 de la Constitución.

Salí al destierro en noviembre de 1974, acosado por bombas que nadie protestaba y nadie investigaba; injuriado, vejado, acusado de ser agente de la CIA, ante el gozoso beneplácito y los aplausos de los periodistas estatizados; perseguido judicialmente, con ensañamiento, por el delito de advertir a tiempo el abismo económico en e! que estábamos cayendo. Una advertencia que fluía con preocupada alarma del simple análisis de las balanzas comercial y de pagos, así como de las sospechas que despertaba el escondido endeudamiento externo. Antes de finalizar ese año -el 74- ya era visible un descomunal déficit comercial y un fuerte deterioro de la producción, a la vez que se le hacía difícil al gobierno ocultar que ya se habían superado con exceso los límites razonables de endeudamiento. Las proyecciones de estas tendencias llevaban irremediablemente a la catástrofe económica y hacían imperativo tomar de inmediato medidas adecuadas de corrección financiera y frenar en seco la demagógica e irresponsable política de subsidios a la importación de alimentos que se estaba siguiendo; lo que, por otra parte, empobrecía aún más a una agricultura empobrecida por la Reforma Agraria koljosiana de "revolución" militar en su primera fase. También era indispensable corregir las distorsiones y trasgresiones oficiales a esa misma ley agraria que de continuo se producían en el campo y el desorientado y desactivador accionar del gobierno en el terreno industrial y minero. Además, para recuperarse del declive productivo, el país tenía que detener sin contemplaciones el acelerado crecimiento de una burocracia inepta, kafkianamente dispuesta a trabar la administración pública.

No era asunto de contener el proceso revolucionario -con el que yo estaba y estoy de acuerdo porque el Perú se ahogaba en el inmovilismo-, sino de enrumbarlo hacia la racionalidad, poniendo de lado la improvisación infantil, el disparate de la ignorancia y el rencor y el odio, que ni son revolucionarios ni tienen nada que ver con la ciencia económica.

Hoy vuelvo no para constatar que el faraónico y nada indispensable oleoducto pesa como fardo de plomo dentro de una descomunal deuda externa; ni para comprobar que estuvieron acertadas las predicciones de Oiga sobre la crisis económica, aunque jamás sospeché que llegaría a la magnitud a la que ha llegado; y tampoco vuelvo para pasar revista a los agravios y daños que sufrí.

Vuelvo para recordar la frase célebre de fray Luis de León, el "como decíamos ayer", tantas millones de veces repetido, porque el hombre vuelve y vuelve, infatigable, a poner las mismas piedras en su camino y vuelve y vuelve a tropezarse con ellas, revolviéndose continuamente en el campo político entre la piedra de la represión y la vuelta a la libertad, entre el rencor y el perdón por lo sufrido. Situación, claro está, nunca expresada con la grandiosa generosidad del "como decíamos ayer" salido de los labios del exquisito poeta leonés, fraile que gustó el deleite que produce la huida del mundanal ruido. Yo quiero caer en un deleite prosaico, en el terco empecinamiento de insistir e insistir en lo mismo. Por eso el "como decíamos ayer y anteayer... ".

Vuelvo para continuar con las viejas prédicas de Oiga a favor de la libertad, libertad sin otro límite que el código penal; del orden, no del orden del un, dos, de los cuarteles sino del orden que emana del imperio de la ley, un orden que no sea imposición del gobernante sino pacto legal entre el mandatario y los ciudadanos; a favor de la justicia social o sea de una racional distribución del bienestar; y también de la moralidad en todos los niveles, de la decencia pública.

He retornado en momentos en que algo de libertad se respira, a pesar de que continúa la confiscación de los medios masivos de expresión y sigue vigente, amenazante, el con negro humor llamado «Estatuto de la Libertad de Prensa»; y a pesar de que la prensa diaria -la confiscada- salvo raras excepciones, no sea otra cosa que boletín al servicio del gobierno de la segunda fase de la "revolución" militar.

Vuelvo con los ojos en su sitio, mirando el futuro y no atraso Dispuesto a colaborar en una tarea nacional que hoy, ante la posibilidad de que los militares devuelvan a los ciudadanos el derecho a gobernarse, se hace imprescindible. Me refiero a la concertación de alguna forma de alianza entre todos los peruanos para hacer frente a la crisis actual, que no sólo es económica, sino también social y política. Una crisis excepcional que abarca a la nación en su conjunto y que nacionalmente -sin exclusión de los militares tendrá que ser superada, como tantas otras crisis lo fueron en el pasado.

Para dedicarse a esa pesada, serena y fecunda labor sale nuevamente a la calle Oiga, esta vez con un 78 como moderno rostro.

Vuelve Oiga para ratificar su apoyo al necesario proceso de cambio que requiere el Perú. Proceso de cambio que inició la Fuerza Armada en 1968 y que no debe detenerse, aunque muchas cosas se hayan hecho muy mal. Creo que la historia le hará justicia a Juan Velasco Alvarado y estoy convencido de que, a pesar de los errores cometidos, mucho peor hubiera sido quedarnos congelados en un pasado sin alicientes ni perspectiva. Enmendar yerros, enderezar entuertos, cambiar de rumbo, no sólo es un deber sino que esa tarea puede ser un nuevo y gran impulso para insistir en el cambio y la renovación.

Vuelve Oiga con ánimo de extender el diálogo a la derecha y la izquierda. ¡Que no nos parezcan osos salvajes los rojos ni ogros feroces los conservadores! y vuelve para informar con la menor parcialidad posible, alejando de sus opiniones todo sectarismo y dogmatismo, lo que no quiere decir que haya perdido esa capacidad de indignarse que reclamaba el maestro don Miguel de Unamuno ni que abandone la dosis de pasión que siempre ha puesto en la defensa de lo que cree justo. Oiga 78 seguirá manteniendo, dentro de la evolución natural de la vida, la inquebrantable posición política de la revista o sea, para decirlo en términos accesibles, este semanario seguirá siendo de izquierda. De izquierda porque cree que los medios de producción y las riquezas del país deben estar al servicio de la sociedad y sus beneficios distribuirse con una racional equidad. Desde este punto de partida se podrá llegar a metas fecundas por medio de distintos mecanismos, que no pierdan de vista que la política es ciencia de lo posible, que actúa sobre realidades y no sobre abstracciones. Actuar en contrario significará, tarde o temprano, hundirse en el fracaso. Oiga 78 tampoco echará al olvido un claro lema de Arnold Toynbee, que la revista ha hecho propio: el hombre del futuro encontrará solución a las dificultades del presente en una concepción equilibrada entre la justicia distributiva que ofrece el socialismo y el incentivo al individuo para que éste dedique su imaginación y energía a la creación y a la producción; algo parecido a eso que Alemania Occidental ha bautizado de sistema con economía social de mercado, sistema que se va aplicando de acuerdo a la realidad alemana.

Vuelvo también, por lo tanto, para aclarar otra vez -y no será la última seguramente- ese dificilísimo equilibrio del justo medio en el que siempre ha tratado de colocarse esta publicación, postura de realista sensatez que Oiga defiende con pasión y que le ha valido y le valdrá el calificativo de reaccionaria para la izquierda delirante y de procomunista para aquellos caballeros que no entienden ni entenderán que el mundo, como la vida, es mutación, cambio, evolución. Oiga es de izquierda porque, sin satanizar a nadie ni a nada que no sea la corrupción y la inmoralidad, se siente al lado de los humildes, de los necesitados, y no de los ricos; porque le repugna el dogma y propicia el diálogo sin barreras; porque abomina cualquier inquisición; porque cree que no hay mayor castigo para un pueblo que el mantenerlo en el oscurantismo, en la sumisión a «verdades» administradas por una jefatura maniquea, omnisciente y omnipotente; porque estima que no hay desarrollo popular sin libertad para informarse, pensar, expresarse y elegir; porque no admite que los pueblos sean como niños, pasibles de tutela. En otras palabras, Oiga se confía en lo que dijo don Quijote, el caballero de la Triste Figura, a Sancho, su escudero, ilusionado aspirante a gobernador de ínsulas: si alguna vez se ha de doblar la vara de la justicia, que sea a favor del pobre, del desvalido, y no del poderoso.

Esta revista es de izquierda porque jamás aceptará la soberana tontería de que es posible llegar a la liberación popular pasando por «una necesaria, aunque pasajera, etapa de dictadura» policial. No caerá en semejante disparate porque tiene la certeza de que los nobles fines nunca podrán ser alcanzados por medios innobles, inmorales. La Historia enseña que persistentemente los medios bajos y malvados han suplantado a los fines propuestos, por muy nobles que éstos hayan sido; y siempre los suplantarán porque el mal no puede engendrar el bien. No hay dictaduras buenas y no hay dictaduras que no sean policiacas. La imposición, la arbitrariedad, el despotismo nunca dejarán de ser siniestros y despreciables. Y porque Oiga piensa así no es de derecha, aunque así lo califiquen los dogmáticos de izquierda.

Pero una nota periodística no puede esquivar, eludir, a la actualidad, no puede quedar en solemne enunciado de principios. Utilizaré, pues, a la actualidad para darle fundamentación práctica a mi pensamiento.

Veo con profundo dolor, con angustiosa pena, cómo pasan los días sin que el país advierta la gravedad de la crisis económica, política y social en la que está sumergido y sin que ningún sector responsable tome en serio la necesidad de llegar a un compromiso nacional, a un amplio entendimiento cívico para poner en acción la única arma para superar la crisis: en el campo económico, una alianza de la producción con las inversiones y, en el político, un pacto nacional para el diálogo. No hay fórmulas mágicas en economía ni en política. Y la realidad es ésta: si no se deja de satanizar a los empresarios no habrá inversiones sanas, reproductivas, no habrá nuevos centros de trabajo, no habrá crecimiento económico; como tampoco habrá lo anterior si sigue la ola de huelgas pulsarías, si los trabajadores no entienden que del cuero salen las correas y que no es conquista alguna la estabilidad en el trabajo si ésta se convierte en factor que impide que siga creciendo el cuero -los centros de trabajo-, porque la estabilidad sin producción, sin productividad, sin disciplina, no es el mejor sistema para llenar la olla de la casa, en donde la sobrecarga familiar es seguro que sí seguirá creciendo, con nulas perspectivas de ocupación.

Naturalmente que, por pensar así, seré calificado de reaccionario por el izquierdismo clasista y condenado a las profundidades del infierno marxista, sin posibilidad de réplica, ya que en este punto es clara y pública la posición sectaria, de olímpico rechazo al diálogo que no sea entre catecúmenos, adoptada por la izquierda delirante; posición, además, pregonada por ella sin disfraces: a un lado la clase trabajadora -aunque sus líderes sean niños bien que nunca han trabajado- y al otro los explotadores. y como es la cúpula gochista la que maniqueamente separa al Perú en buenos y malos, los calificados por ella de malos jamás tendrán oportunidad de dialogar con los buenos, si antes no se convierten a la buena fe... ¿Se diferencia en algo esta posición a la división en buenos y malos que hacía la derecha en la época odriísta?...

Sin embargo, el caso tendría menor importancia si no fuera porque la salud de la República requiere hoy justamente lo que esas dirigencias gochistas entorpecen con eficacia: diálogo entre todos los peruanos, esclarecimiento realista de la situación y planteamientos de entendimiento entre la capacidad empresarial y la capacidad laboral del país. Porque es necesario admitir y revelar que el Estado peruano, agobiado por una deuda externa descomunal, está imposibilitado de reemplazar a la empresa privada en la promoción del desarrollo; y también es indispensable divulgar que no existe ejemplo conocido de desarrollo sin inversión, sea interna o del exterior... ¿Hay capacidad de ahorro interno en el Perú fuera del sector empresarial? ¿No ha sido catastrófica la experiencia de este régimen, de esta "revolución" militar, que quiso reemplazar las inversiones extranjeras con préstamos extranjeros para hacer del Estado el gran inversionista?... Las inversiones se esfumaron, el Estado se transformó en un conglomerado empresarial elefantiásico e improductivo y los prestamistas están en la puerta con las facturas de la deuda en la mano... ¿Hay potencia mundial políticamente interesada y dispuesta a dar los muchos millones que hacen falta para la ilusa tarea de hacer de este complejísimo país que es el Perú y de su ineficaz régimen económico un modelo a seguir?

Frente a tan durísima realidad la sensatez exige no seguir dividiendo al país en buenos y malos; más bien -como lo han hecho los propios comunistas en algunos países europeos- es necesario abrir las puertas a un modus vivendi entre capital y trabajo. Es indispensable que el empresario -que aquí en el Perú no sólo pone su dinero en la empresa sino también su imaginación y su capacidad gerencial- no siga siendo señalado como delincuente y se libre del temor, que es cierto, a ser despojado en cualquier momento y con cualquier pretexto por el Estado. Y es preciso, insisto, que empresarios y trabajadores -al margen de naturales pugnas de clase-, así como el gobierno y los partidos, comprendan que la crisis actual no se resolverá sin una firme voluntad de entendimiento nacional. Las bases para ese concierto de voluntades no son secreto de iniciados. Las acaba de precisar el presidente Morales Bermúdez en su amigable charla televisada de la semana pasada. Sólo falta pasar de la teoría a la acción.

Para alcanzar la meta, como he insistido tantas veces en estas líneas, el diálogo es esencial. Sin embargo ¿estamos preparados anímicamente para dialogar?...
Hace unos días, de paso por Lima, un amigo residente en el extranjero -uno de los muchos talentos peruanos desparramados fuera- me decía apesadumbrado y espantado: «Después de seis años de ausencia, me encuentro que se ha hecho imposible dialogar en este país. Nadie entiende razones y mucho menos las múltiples sutilezas que cada razón encierra. Basta que alguien haya sido apenas rozado por alguna de las reformas o por los abusos del régimen para que se erice ante cualquier argumentación de izquierda y dé beligerantes muestras de un derechismo obcecado y pigmeo. Y también he hallado intratables -terminaba mi amigo-, por dogmáticos y necios, por fanáticos e inquisitoriales, a los hombres de izquierda. No hay con quién hablar».

Yo miraba con gesto comprensivo a mi desilusionado amigo y meditaba en la difícil, quién sabe imposible tarea que se ha impuesto Oiga 78: hacer entender a la gente que los razonamientos, cuando no son estériles monólogos, no debieran excluirse unos a otros sino, al contrario, bueno sería que se entrecrucen para conformar un diálogo, dando así signos de vitalidad e inteligencia. Pensé en la incomprensión que despertaría esta urticante posición del justo medio escogida por Oiga 78, con ánimo de interpretar la conciencia nacional y no sólo la de un bando. Sobrarán -calculé- los que se pregunten ¿qué beneficios pretenderá lograr Oiga 78 con esa postura arribista de ponerse al medio?

No entienden, quienes equivocadamente creen que justo medio es intentar estar bien con todos, que se trata de la más incomprendida y la peor pagada de las posiciones, quién sabe la más ingrata, pero también la más necesaria en el Perú de hoy. Porque el justo medio -adviértase el concepto de justo- no indica colocarse en el fiel de la balanza, en la quieta neutralidad, sino en hurgar razones en los argumentos de un bando y otro y en tratar de conciliar los fomentando el diálogo, con el propósito de encontrar una solución, que nunca será del agrado de los fanáticos, por desgracia hoy tan abundantes en nuestra patria.

Creer que los problemas del Perú -que han llegado a un punto de colapso- podrán solucionarse sin la participación de todos los peruanos, sin un diálogo nacional, es una simple insensatez. Y contra ella se alza Oiga 78. También y sobre todo contra la otra «solución», a la que aspiran los sectarismos de todos los colores: la totalitaria aniquilación del adversario. El justo medio es hallar la difícil solución democrática -gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo-, que le cierre el paso a la tentación totalitaria de derecha e izquierda.

Vuelvo del destierro con el firme propósito de cumplir esta tarea, repitiendo las mismas invocaciones de los Oigas de ayer y de anteayer.

domingo, 3 de mayo de 2009

UNA VIDA MÁS, COMO LOS GATOS, ¿POR QUÉ NO? por Jesús Reyes Muñante (Sub-director ex – revista Oiga) – Oiga 08/11/2006

La última agonía de Oiga duró varias semanas. Después de la edición del 11 de agosto de 1995 la revista, sin previo aviso, desapareció de los quioscos. Paco Igartua, enfundado en su inconfundible poncho serrano, deambulaba por el Paseo Parodi, el último refugio al que se trasladó su revista para morir sola, triste y abandonada, como reza la letra de un viejo vals criollo. Ya no había nada que hacer. El emperador había bajado el dedo y hasta gentes a las que tendió la mano cuando no eran nadie –como el presidente del Seguro Social, el mudo que ahora funge de alcalde de Lima– se escondían para no colocar avisos o no pagar los ya publicados, que hubieran podido inyectar un soplo de vida al moribundo.

Paco ordenó la venta de la residencia de Pedro Venturo –el único local propio que tuvo Oiga a lo largo de su accidentada existencia– y de todo lo que pudiera convertirse en dinero para cancelar los beneficios sociales del personal de la revista. Pero Oiga, el mejor semanario político del Perú, cuyos análisis eran comentados por otras publicaciones famosas en el mundo, como Le Point, Le Novel Observateur de Francia; Time y Newsweek de los Estados Unidos, Sette Giorne de Italia o Der Spiegel de Alemania Federal; no podía morir así nomás, como un “N.N” cualquiera.

Fue así que con el apoyo de entrañables amigos y la colaboración desinteresada de su personal, Oiga reapareció el 5 de septiembre, en un número de colección que se tituló: “ADIOS con la satisfacción de no haber claudicado”.

En su editorial de despedida, Paco Igartua explica que: Cierra OIGA para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad –con lo que cada uno cree es lo cierto— y en el curso del camino fuimos perdiendo amigos, contactos, benefactores, sobre todo amigos que alguna vez encontraron acogida en estas páginas y cuyas causas defendió OIGA con calor.

Periodista al fin, luchador golpeado por la inclemencia cuartelaria de las dictaduras, desarraigado de su hogar y de su patria, cargando a su familia a cuestas por otras tierras felizmente amigas, Igartua no quiere rendirse, sin embargo, y en un último gesto de rebeldía y esperanza pregunta a sus lectores: ¿Por qué el cierre de esta quinta etapa de la azarosa existencia de OIGA no puede significar solamente un alto en la batalla? ¿Por qué tiene que ser imposible una sexta y hasta una séptima vida, como los gatos?.

FRANCISCO IGARTUA - HUELLAS DE UN DESTIERRO - Capitulo XLIV - Y sigo andando


¿Por qué hoy, pues, tanta insistencia en el retiro, la jubilación, el cierre de Oiga, la tristeza del abandono de ciertas amistades?... Porque así está hecha la vida, de barro ardiente. Pero nada de lo enumerado significa rendición. En estas páginas no hay una línea pidiendo chepa y si guerra, guerra total contra el abuso, el atropello, la injusticia. Y si yo he cambiado de trinchera y me refugio ahora en la escritura, no es porque he variado en mis adentros. Simplemente ocurrió que me fue imposible seguir teniendo abiertas las puertas de Oiga. Me lo imposibilitó la represión taimada del régimen de los 90, una represión sesgada que deja la protesta en el vacío y amenaza con la cárcel por defraudación tributaria.

He aquí esa penosa historia:

A fines de 1993, todos los periódicos, radios y televisoras —con excepción de El Comercio, Gestión y Canal 5— estaban quebrados. Se les habían acumulado millonarias deudas con la Sunat que crecían a velocidad geométrica por las moras y las multas. En teoría, el cierre de todos los medios de expresión –salvo las excepciones señaladas— era inminente... Dentro de esta situación Oiga se hallaba en una situación especial. Hasta hacia pocos meses había estado entre las excepciones, pues sus continuos desencuentros con distintos gobiernos obligaban a su administración a estar al día en los tributos, pieza clave para ajustes de cuenta con el Estado... Pero de pronto se había colocado en la disyuntiva de pagar la planilla de empleados o el impuesto del 18% a la venta del periódico, impuesto abusivo que no existe en ningún país que respete la cultura… La decisión había sido cubrir la planilla, ya que de lo contrario no aparecía la revista… Y de esta forma se inició también en Oiga el huaico de las multas y las moras… Su deuda global en esos momentos era, sin embargo, una insignificancia al lado de las otras publicaciones, aunque de cifras imposibles de cancelar para la debilitadísima economía de Oiga, castigada sin piedad por el sabotaje publicitario del Estado y de los amigos del gobierno y, además, descapitalizada por el esfuerzo que había hecho para estar al día en el pago de tributos…

En tales circunstancias, los directivos de la prensa acogotada por la Sunat, acuden donde el señor Santiago Fujimori, quien, por intermedio del publicista Óscar Dufour, era el hombre del régimen encargado de las relaciones con los medios de difusión. Para ello y para otros menesteres, Santiago Fujimori digitaba a la Sunat (todas las noches esta entidad le daba un informe detallado de sus actividades). Pero a esa reunión no se invitó expresamente a Oiga- Fue el único periódico con problemas excluido de ese cónclave en el que se llegó al acuerdo de que los medios cancelarían sus deudas con la Sunat colaborando con el gobierno en un gigantesco programa educativo.

A la reunión para concretar este acuerdo, sí fui invitado, porque, al parecer, no se quería que alguien de la oposición quedara excluido del arreglo, para que nadie estuviera libre de paja para criticarlo.

La citación la hizo el señor Alfredo Jailile, el hombre de la Caja del Ministerio de Economía y brazo derecho del poderoso ministro Jorge Camet, y el encuentro se produjo en el Ministerio, presidido por Jalilie, con el señor Carlos Orellana a su lado, como delegado de Palacio. También asistía el señor Federico Prieto Celi, del Ministerio de Educación, periodista de larga y limpia trayectoria, que se encargaría de monitorear el famoso programa de educación, cuyo objetivo era la impresión de millones de textos escolares y cuadernos que se haría en los talleres de diarios y revistas, etcétera, etcétera.

El acuerdo provisional acordado con el señor Santiago Fujimori –personaje central del régimen sin ningún cargo oficial responsable— era un enorme disparate.

-El proyecto no tenía pies ni cabeza— comencé diciendo, apenas se expuso la propuesta.

Prieto Celi, que había acudido con una serie de ayudantes y una ruma de modelos para escoger, abrió desconcertado los ojos, yo continué:

-Sería un disparate imprimir textos escolares en papel periódico y más todavía usar ese papel para cuadernos. La propaganda a favor del gobierno le resultaría al revés, pues esos cuadernos no servirían para nada y los libros se desbaratarían en un dos por tres.

-Se podrían hacer en bond.

-Si las rotativas usan el bond nacional destruirían sus rodillos por el polvillo que suelta ese papel… Y si se usa el bond importado la lavada va a resultar más cara que la camisa: tanto por el precio de ese bond como por los impuestos aduaneros y el IGV para el papel.

Cara de desolación en la sala. Prieto Celi se achicó detrás de las rumas de sus modelos. También Orellana sintió inseguridad en el piso. Alfredo Jaililie quedó imperturbable y me dedicó unas palabras de elogio.

Otros, más realistas, propusieron un arreglo publicitario. Los medios pagarían sus deudas a la Sunat con avisaje estatal.

Mientras se producía el debate, yo, que soy lerdo para expresarme verbalmente y porque se me podrían escapar algunos ajustados exabruptos, me dediqué a poner por escrito mis puntos de vista contrarios por completo al arreglo, ya que la solución no estaba en llegar a comprometidos acuerdos con el gobierno sino liberar de cierta carga tributaria a la cultura, como el 18% a las ventas, igual que en la mayoría por no decir en todos los países civilizados del mundo…. Y cuando se agotó el debate decidieron por el arreglo con avisaje, leí mi texto, que luego publiqué como editorial.

-No se pueden hacer excepciones con el IGV –fue la respuesta.

-¿Y por qué se exceptúa el juego de bolsa, a las aefepés y a otras actividades puramente lucrativas?

-La prensa no es cultura. Lean El Mañanero –metió su cuchara un funcionario, lector sin duda de basura amarilla.

Si no leyera usted periódicos no tendría usted su geografía ni si historia al día. Sería usted un analfabeto cultural. No cultivaría, si la tiene, su educación cívica.

Sin embargo, más tarde, por presión de la administración de Oiga, que se aferraba ilusamente a esperanzas imposibles, cedí y acepté el “arreglo”, que era muy simple: El tesoro público, o sea Jaililie, extendía un cheque por el monto de la deuda de cada empresa y ésta lo endosaba a la Sunat. A cambio de tan simple “arreglo”, el responsable –en el caso de Oiga, yo— aceptaba un pagaré con el gobierno, poniendo de garantía casa, autos, cuentas corrientes, etcétera, etcétera. Mientras que el Estado prometía –sin documento— publicar avisos hasta cumplir con el monto del pagaré.

Y, como estaba previsto, los anuncios o avisos se fueron publicando de acuerdo al capricho del régimen. Rápido y bien valoradas las notas en los periódicos amigos y lentas y mal pagadas en los órganos de la oposición radical.

-Podía haber sido nunca.

Por eso, apenas rescaté el comprometido pagaré, resolví liquidar Oiga, lo que no resultó fácil. Más mucho más complicado y difícil es desbaratar que crear una empresa.

¿Y la prensa que tenía en orden sus cuentas con la Sunat?...

Cuando se produjo el acuerdo protestó airado el canal 5, con un argumento válido: no era justo que se castigara a los cumplidos… Por lo que fueron premiados los que estaban al día. Y a Oiga se le volvió a discriminar. No se quiso hacer caso al alegato de que su situación era especial, pues siempre habían estado en orden sus pagos al fisco, con lo que se había descapitalizado, y siendo su retraso reciente… no podía ser tratado igual con los que nunca pagaron y no se descapitalizaron.

Su alegato fue al tacho de basura.

Todo esto lo miro con frialdad y no me arrepiento ni me quejo…

La lucha por lo que yo creo es la verdad no cesa porque imponderables decisiones del destino, por mano del poder político de turno, me obligaron al cierre de las puertas de mi revista Oiga. Siempre quedará la revista, lo escrito en ella, como el testimonio vital de mi compromiso conmigo mismo y con mis deberes cívicos y mi bandera inabdicable de ayer y de mañana, de siempre… Testimonio que continúa con mis libros y colaboraciones en la prensa…

Así reflexiono ahora, a la distancia, mientras termino de escribir la nota que todos los jueves leo, a las ocho de la mañana, en los micrófonos de Radio Libertad, dirigiéndome a un público masivo –la modernidad lo califica con las letras “C” y “D”—, que seguramente está más interesado en la problemática menuda de los escándalos públicos que en la meditación cívica, pero en el que la siembra de inquietudes mayores no es un desperdicio. Además, como que con esas notas y esporádicas colaboraciones en El Comercio mi conciencia se pone a salvo.

También pienso en el Perú y su futuro y, sin querer, mi atención se fija en el pasado, en ese territorio de desconcertadas gentes, en la caravana que se quedó en mitad del desierto, en la República Embrujada, donde más veces y mayor tiempo se obedeció a la voz de mando de los cuarteles que al mandato de las urnas; donde los breves ensayos de democracia han nacido, languidecido y muerto prematuramente a la sombra de los espadones cuartelarios. Y escucho a lo lejos la voz de Juan Ríos diciéndome: “Durante mucho tiempo los institutos armados desempeñaron el papel de perros de presa de la mal llamada oligarquía. El general Velasco –autor de la zoológica definición— intentó ubuescamente y sin participación popular el experimento de cambiar al Perú. El resultado inmediato de su obra fundamental –la reforma agraria— fue un desastroso traspié económico. Pienso, sin embargo, que, desde el punto de vista histórico, constituye un paso necesario que desgraciadamente no dio el régimen presidencial de Fernando Belaunde”.

¿Tienen razón estas palabras del poeta Ríos? Entrañable amigo y guía en las horas más oscuras de Oiga, salvo en las anteriores a las decisivas del destierro a México.

Difícil la pregunta y más compleja aún podría ser aún su respuesta si en el más allá siguieran en funciones los oídos y las cuerdas vocales de carne y hueso. El amigo Juan, de podernos replicar el comentario con el temperamento de su envoltura terrena, de seguro nos daría una respuesta sangrienta y breve. Sería una frase tan dolorosamente cruel como su: “¿Cree usted que hay país…?”, lanzado como respuesta a una pregunta que se le hizo sobre la patria, a la que mucho y muy honradamente quiso a pesar de haber quedado “podrida antes de madurar”.

Con tanta pasión la amó que un día del año 80, antes de los resultados electorales, quiso rezar así en Oiga: “Me parece que desde la Independencia el Perú ha vivido en permanente crisis ética, intelectual, física, económica y social. Nos hemos podrido antes de madurar. En un país que nunca tuvo clase dirigente ni escala de valores, donde el ejército ha matado más compatriotas en represiones y motines que soldados extranjeros en defensa de nuestro mutilado territorio. El pueblo, ignaro y desnutrido, no ha llegado aún a ser verdaderamente pueblo. No es su culpa. Es nuestra culpa. Perdónanos Señor”.

Como que Juan Ríos sintiera, igual que Octavio Paz con México, que los males del Perú fueron mas imputables a la Republica que al Virreinato, que a la prospera y potente Nueva castilla; solo comparable en America con Nueva España. También coincidía Juan con Eduardo Orrego, otro amigo entrañable, quien por esos años 80 impulsaba a los jóvenes como el a actuar de inmediato “antes de quedar como frutos podridos en el árbol, como nuestros mayores”…

Esto lo decía replicando a los que pedían maduración a la juventud accionpopulista.

Ni Juan Ríos ni Eduardo Orrego podrían rectificar ante los vivos su vision pesimista –no por ello menos amorosa– de la patria republicana. Los dos habitan desde hace algunos años el reino de los muertos, que es donde iremos a parar todos sin distinción de ricos y pobres, de tontos e inteligentes, de haraganes y hacendosos, de esclavos de la lujuria y vendedores de la carne, según esta explicado con Áurea grandiosidad por Calderón de la Barca en El Gran Teatro del Mundo y donde, de acuerdo al Dante, volveremos a ser catalogados de acuerdo a los designios de la divinidad y a la conducta de nuestras conciencias. Porque es en ellas, en las conciencias, donde esta la virtud o el pecado, no en los hechos mismos, vistos siempre con los ojos de cada época y que son materia para los fallos de la justicia humana, desde antiguo débil, por lo que leemos en el Quijote, a la presión de los poderosos y al sonido de las monedas.

sábado, 2 de mayo de 2009

Canta claro por Francisco Igartua - "Hay que remover el agua para enturbiarla" - Diario Expreso 14/02/2004


EXPRESO 14/02/2004

CANTA CLARO
Por Francisco Igartua

Hay que remover el agua para enturbiarla


En tiempos remotos, cuando el agua se sacaba con balde de los ríos y nadie podía imaginar el servicio de agua potable a domicilio, se sabía que esta no debía moverse para que no se enturbiara De allí surgió el di­cho de que quien remueve el agua es para confundir las cosas y evitar la claridad. Persiste, porque ella precisa descripción del afán por ocultar algo añadiéndole impertinentes comentarios a un hecho que, por sí so­lo, explica la situación por él creado.

Esta práctica política no es patrimonio nacional, pe­ro en pocos sitios se da tan burdamente como aquí. Es el caso de la declaración de César Almeyda Publicada en Caretas antes de que se conocieran (aparte de algu­nos periodistas) las dimensiones del embrollo en que estaba comprometido el asesor y hombre de absoluta confianza del presidente Toledo. En esa declaración, sin duda espontánea, hecha por el pánico que le produjo saber que existía un audio de su diálogo con el ge­neral Villanueva y que iba a hacerse público, Almeyda confiesa que actuó como actuó por luz verde que le dio el entonces ministro Fernando Olivera, El que, des­pués de una larga conversación en Palacio con el pre­sidente Toledo, le haya sobrevenido una escalada de amnesia que fue disminuyendo sus recuerdos sobre Olivera, nada cambia su declaración primera.

Menos aún la revolvedera de aguas, resaltando la presencia de unos malandrinos que negociaban impú­dicamente un audio cuya importancia no es lo que en él se dice, que no es mucho, sino prueba que nada qui­tan si ponen a lo dicho libremente por Almeyda, quien acaba de declarar que no será chivo expiatorio y revelará toda la verdad. O sea que aquietará las aguas y pondrá en ridículo los sicosociales de estos días, destinados a distraer a la ciudadanía de un asunto que no es anécdota, como se quiere hacerlo pasar, sino revelación de las entrañas de un régimen (Toledo-Olivera) obsesionado por controlar a la información, a sabiendas de que información es po­der. Pero ellos no la quieren compartir con nadie y no usan los conductos regulares para obtenerla De allí las patinadas de Olivera. Entre otras, su apresurado viaje al Vaticano, como ministro de Estado, llevando cartas que comprometían al cardenal Cipriani y al Nuncio. Cartas fraguadas por alguien que estafó a Oli­vera y lo colocó no sólo en el ridículo, sino que puso en evidencia el modo de hacer política del líder del FIM. Para él (y al parecer también para Toledo) la in­triga, la extorsión y el chantaje son su método de ejer­cer el poder. Basta recordar el vil ensañamiento que tu­vo con Beatriz Merino cuando esta era parlamentaria y renunció al FIM. Para difamarla cobardemente acu­dió Olivera al EXPRESO subvencionado por Fujimori y del que era director su íntimo amigo, Calmell del So­lar, en estos momentos fugado del país luego de una extrañísima orden de liberación dada un viernes para que de la cárcel llegara a la frontera.

El caso Almeyda-Villanueva no es una anécdota, es el hilo que lleva a descubrir las razones íntimas del de­sastre toledano.