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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

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UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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lunes, 20 de mayo de 2013

CENTENARIO PASIONISTA DEL PERU

CARTA DEL P. MODESTO ERVITI ELCANO


P. Modesto Erviti Elcano

































Me ha llegado una carta inédita del misionero pasionista P. Modesto Erviti Elcano, dirigida a su paisano y compañero de curso P. Jesús Lizarraga en el lejano 1947 desde su  puesto de Misión.
El joven P. Modesto había pertenecido a una generación pasionista formada bajo la influencia del ideal misionero. En los centros de estudio pasionistas se recibían revistas misioneras y visitas de los esforzados pasionistas en tierras del Perú. De ahí que el P. Modesto fue imbuyéndose de este gran ideal, hasta el punto que al término de sus estudios teológicos, decidió pedir a sus Superiores le permitieran ordenarse sacerdote en la ciudad de Yurimaguas (Perú), sede de la Misión.
Conseguido el correspondiente permiso, se despidió de España y se embarcó hacia tierras lejanas. El Obispo de Yurimaguas, Mons. Atanasio Jáuregui, le ordenó sacerdote el 1 de diciembre de 1946 en la catedral yurimagüína.
Pero poco duraría la aventura misionera de este joven pasionista. Instalado en Borja, reciente residencia misional, donde contactó admirablemente con la humilde gente de aquella apartada zona, en menos de año y medio se vino abajo su proyecto: una enfermedad intestinal acabó con su preciosa vida.
Nacido en Añorbe (Navarra-España) el 12 de febrero de 1922, falleció en Lima el 8 de mayo de 1948, a los 26 años de edad. ¡Admirable  testimonio de este pasionista navarro!

San Pablo, Borja,  octubre de 1947

R. P. Jesús del Corazón de María.
ROMA.


Muy querido padre Jesús: ¡qué bromica!

A pesar de que no se borra de delante la memoria de mis compañeros, he estado muy distanciado de ellos respecto a comunicaciones. Teniendo delante las promesas del P. Cosme de felicitarme por Pascua de Resurrección. ¡Por Pascua!
   El 10 de octubre hacía actos de conformidad con la voluntad de Dios y bendecía la mano que me trajo a Borja y a este aislamiento de la vida misionera. La vida de aquí es para mí un encanto. Pero, cierto que sentía un poco la falta de noticias. Por fin, el diez de octubre me llegaron cartas de todas las latitudes.
   En su carta me pregunta  qué tal se vive en Borja o donde se halle mi paradero. ¡Borja! ¡El santo retiro de Borja es mi morada! Mi casa lleva otro nombre, San Pablo (es un fundo con treinta vacas, y varios kilómetros de terreno, árboles frutales, etc.), sita a pocos metros del Marañón y a un kilómetro de la boca del Pongo de Manseriche. Figúrese, pues, si tendré trabajo y ocupación para días. Y tenga en cuenta que esta granja estaba abandonada a la vorágine de la zona tórrida; convertida en monte, es la frase que mejor le cuadra.
   Para capilla nos sirve una habitación de la casa. Sin Santísimo, por supuesto, por carecer de un sagrario. Y después de todo, sin medios para hacerlo.
   El clima es bastante bueno, gracias al airecillo que lanza el cañón del Pongo. Pero también es verdad que estoy regando esta tierra con sudores gordos; cada vez que ando de hacha o azadón ruedan los árboles por tierra  (y es casi diariamente). Entre paréntesis, aquí nunca ha llegado la temperatura a los 40 grados.
   Estoy acompañando al P. Martín Corera desde el 20 de mayo. Comulgamos ambos en los mismos ideales, siendo nuestro sueño la formación del “Catecumenado”, que ya es una realidad. Pero vayamos despacito.
   Le digo arriba algo de nuestro aislamiento en Borja y falta de comunicación con mis compañeros; no obstante, mi recuerdo no se aparta de los que muchos días vivimos juntos. He seguido paso a paso los días de San Jeremías, San Enrique, San Elías… ¿Y qué sueño? Yo quería, junto con mis oraciones, hacer algún pequeño obsequio a esos buenos Padres. ¡Qué le parece! Soñaba con mi chocolate. Quería acompañarles al paseo y darles a gustar, en nombre de esos Padres, una suculenta merienda de chocolate. Pero al chocar con la realidad irrealizable, me lo tomé yo acompañado de P. Martín. Y, pues sé que a S. R. le gustan las cosas claras y el chocolate espeso, voy a explicarme. Mi deseo era obsequiarles chocolate, porque lo cosechamos aquí en gran abundancia, y qué rico resulta. Un poco nos costó en llegar al punto del chocolate español (el que lo hacen aquí no tiene ni punto de comparación con el de España). Pero ya hace tiempo que saboreamos chocolate fresco y bueno. ¡Y sin racionamiento! De modo que estamos reparando la escasez a que nos vimos sometidos los primeros días de nuestra estancia en Borja. Le acompaño con el recuerdo, también me acuerdo de ellos en la santa misa.
   Me dice en la suya que estaré enterado del paradero de los compañeros de Deusto; la carta, que me ha llegado del P. Alfredo, es del mes de junio; de modo que S. R. es quien me da un poco de luz sobre el particular. La revista Redención no la he visto desde el mes de diciembre pasado; esto por una parte, y la continua ocupación, por otra, me  voy comiendo los deseos de escribir artículos para Redención. ¡Y el P. Cosme me decía que mandarían un número para cada Residencia!
   También estaba ayuno de las fiestas de Añorbe con motivo de la Inauguración. Y ahora me toca el “cuéntame muchas cosas de por ahí”, que me dice en la suya.
   Para que no crea que mi vida se reduce al cultivo de la granja San Pablo, voy a empezar a hablarle sobre nuestra vida de apostolado. Hasta el presente no he hecho ninguna excursión por los ríos, pues hemos tenido orden de no efectuarlas. Más no por eso he dejado de tener roce con los indios aguarunas y huambisas. El domingo de Resurrección bauticé a un indio murato a quien le puse por nombre Domingo.
   Al decir que no me ha faltado roce con indios, me refiero a los que suelen venir a Borja y a los que conviven a nuestro lado  formando el “Catecumenado”. Todavía son pocos, pero nos han prometido otros muchos que también quieren venir, y no hay duda que la gracia de Dios les trae a algunos de modo misterioso. Gracias a estos indios, voy conociendo algo su lenguaje aguaruna.
  Los cholitos desnuditos, puedo decir que aquí es una rareza. Difícilmente les verá in puris naturalibus, y menos tratándose de niñas. Éstas tienen en mucho honor la modestia y el recato.
   Y pues hablo de indios, vaya sustazo que me dieron hace pocos días. Era en el silencio de las altas horas  de la noche. Yo me entretenía en limpiar una especie de castañas que aquí llaman “pan de árbol”. El P. Martín se había acostado. La puerta de entrada la teníamos de par en par y a mi costado, de modo que la podía ver de reojo. De pronto, con más silencio que un espectro, diviso que penetra un personaje extraño y se acerca a mi lado. Con más miedo que valentía, me apresuré a exclamar: “¡Hola! ¿Qué le trae aquí a estas horas?” “Ver Padre”, me responde. Repuesto de mi susto, me pongo a conversar con él, que a duras penas nos entendíamos….
   Pero nuestra actuación evangélica se concentra mayormente entre los blancos, o cholos propiamente. Visitas a la escuela, catecismos, misa los domingos, etc. La primera comunión de niños el día de las Mercedes.
   Todos mis pequeños ahorros de mi manufactoría de rosarios, no son suficientes para contentar a las peticiones de estos golosos de chucherías. Cuando me llegue la maleta que me trajo el P. Anacleto,…. ¡La espero con un ansia!
   También me dice el P. Juan Primo que han llegado a Yurimaguas los cuadros del Sagrado Corazón que me envió el P. Alfredo. Y me dice el P. Juan: “Son muy valiosos”: quiere que los vendamos en la librería “Santa Rosa” (de Acción Católica rigurosa).
   Voy a terminar, Padre Jesús; de alia re puede consultar al P. Bernardo. Le pido encarecidamente sus oraciones y las de los compañeros, pues necesidades hay de sobra, y ciertamente que en muchos casos se ve obrar la mano de Dios.
   Modesto. En los Corazones de Jesús y María vivamos en unión de oraciones.

Fuente:
CONGREGACION PASIONISTA DEL PERU

ILUSTRE HERMANDAD VASCONGADA DE NUESTRA SEÑORA DE ARANTZAZU DE LIMA


Notas sobre la etapa más desconocida de un político y escritor vasco: Jon Andoni Irazusta, de parlamentario a misionero en Perú (1950-1952) / Óscar Álvarez Gila

Notas sobre la etapa más desconocida de un político y escritor vasco: Jon Andoni Irazusta, de parlamentario a misionero en Perú (1950-1952)

Óscar Álvarez Gila

  —1→ 
Hace ya tiempo que se puso en evidencia cómo una de las facetas más desconocidas de la Guerra Civil española ha sido precisamente la suerte de los leales a la República que, después de 1939 y a raíz de su derrota militar, hubieron de exiliarse en diversos países de Europa y América. Ciertamente, en las dos últimas décadas, tras la recuperación democrática y con la renovación temática y metodológica que ha experimentado la historiografía contemporaneísta, se han subsanado en parte ésta y otras carencias. Pero, a pesar de todo, siguen siendo muchos los elementos de ese complejo mundo del exilio que precisan todavía de un análisis más pormenorizado, partiendo de la recuperación de un buen número de interesantes pero aún hoy desconocidas «historias» personales, cuya suma y entrelazamiento conforman, en buena medida, el devenir vital de cuatro largas décadas de extrañamiento1.
Precisamente, estas breves notas pretenden mostrar la etapa más desconocida de una de esas peculiares historias personales a las que acabamos de aludir, dando cuenta al mismo tiempo de la rica pero no muy conocida fuente a través de la cual   —2→   nos vamos a acercar a ella2. Se trata de Juan Antonio (o, en euskera, Jon Andoni) Irazusta Muñoa, natural de la villa guipuzcoana de Tolosa (1884), quien fuera, como es sabido, un personaje de amplia relevancia política en las filas del nacionalismo vasco en los años de la Segunda República. Durante esta etapa, ocupó varias veces el cargo de Diputado a Cortes por Guipúzcoa, siendo además segundo jefe de la llamada minoría parlamentaria vasca, vertebrada por los cargos electos del Partido Nacionalista Vasco. Abogado de profesión, cultivó además el periodismo y la crónica política3. Exiliado tras la Guerra Civil, pasó primero por Francia, y de allí se dirigiría a América: Panamá, Puerto Rico y Colombia, antes de radicarse en 1946 en Argentina, donde residió un tiempo en Buenos Aires y, más tarde, en Córdoba4. Fue allí, precisamente, donde en una etapa ya avanzada de su vida desarrollaría su faceta literaria en lengua vasca, como autor de dos interesantes novelas (Joañixio y Bizitza garratza da) que vieron la luz en la editorial «Ekin» de Buenos Aires en 1946 y 1950, respectivamente5. Con posterioridad, sus biógrafos se limitan a reseñar su traslado a Perú, país en el que, después de un breve paso por el Seminario, se ordenaría sacerdote «para ir como misionero a la cordillera de los Andes» con los religiosos pasionistas6. Ordenado en Lima en septiembre de 1951, fallecería apenas seis meses después, el 9 de marzo de 1952.
Ciertamente, a simple vista pudiera parecer sorprendente o inesperado este giro de su actividad pública. No obstante, no se trataba ésta de una decisión precipitada o tardía; antes al contrario. De hecho, con bastante anterioridad a su llegada a Perú en 1950, ya había meditado Jon Andoni Irazusta la decisión de hacerse sacerdote y misionero, a pesar de su avanzada edad. Pero había sido precisamente este hecho, su ancianidad, lo que le había cerrado varias puertas a las que llamó, una vez que ya se hallaba exiliado en tierras americanas. Antes de entrar   —3→   en contacto con la congregación de los pasionistas, según relata el prelado nullius7 de Moyobamba Martín Elorza Legaristi8 -quien finalmente lo aceptaría en su diócesis, y cuya correspondencia es la base documental principal que sustenta esta nota-, «había hecho alguna sugerencia él a un Prefecto o Vicario Apostólico, creo que al actual Superior o Rector del Seminario Misional de Burgos, y sólo obtuvo una mirada y sonrisa de compasión al obrero de última hora y nada más»9.
Si bien la fuente no lo indica expresamente, no es aventurado suponer que, muy posiblemente, estos contactos -y en especial, el que se cita expresamente con el Seminario Español de Misiones Extranjeras de Burgos- se habrían producido durante el tiempo en que Irazusta estuvo residiendo en Colombia, pues era en este país sudamericano donde dicho Seminario tenía a su cargo la misión de San Jorge -un vicariato apostólico sito en el departamento de San Marcos10-. Y es todavía más   —4→   significativo el hecho de que fuera un sacerdote vasco quien, por aquellos mismos años, estuviera al frente de dicha misión11.
Este último dato nos pone en la pista de un dato de sumo interés: la presencia, en tierras americanas, de una extensísima red de misiones regentadas y servidas por personal total o mayoritariamente vasco, producto de la altísima fecundidad vocacional de las diócesis vascas12. Irazusta contaba, para sus propósitos, con un amplio catálogo de posibilidades, desde Centroamérica hasta el Cono sur americano, donde acogerse a una recepción benévola por religiosos compatriotas, y todo parece indicar que utilizó estas conexiones. De hecho, la propia obra literaria de Irazusta nos informa de que tenía un conocimiento bien preciso de la amplitud y extensión esta presencia religiosa vasca en América, en el capítulo que dedica a otros religiosos vascos, misioneros igualmente en otra región colombiana: los carmelitas descalzos de Urabá13.
De hecho, sus primeros contactos con los pasionistas de Perú -también todos ellos misioneros vascos, hemos de recordar14-, que habían sido epistolares15, habían venido motivados por este conocimiento directo y por la cercanía que esperaba encontrar en unos religiosos vascos como él, y a los que ciertamente conocía desde antes de su exilio. En 1949, cuando todavía era Martín Elorza el delegado de la provincia pasionista vasca en América, ya se había puesto Jon Andoni Irazusta en contacto con él desde Argentina, expresándole sus deseos de ingresar en la congregación y de ejercitar su futura labor pastoral en la misión de Moyobamba, una prelatura de recentísima creación, en la «ceja de montaña» peruana -estribaciones andinas de la Amazonía-, que ha sido encomendada a los mismos pasionistas vascos que, desde 1923, regentaban la vecina misión de Yurimaguas. A comienzos de 1950, como hemos indicado, llega finalmente Irazusta   —5→   a Perú16, si bien sin tener todavía muy bien definido su engarce en el organigrama del personal misionero que iba a ser destinado allí. Su principal mentor es el propio Martín Elorza, quien para entonces ya ha sido nombrado para el cargo de administrador apostólico17 de Moyobamba. Para él, una de cuyas primeras preocupaciones en su nuevo cargo había sido la promoción de vocaciones sacerdotales, la perspectiva de la cercana ordenación de Irazusta habría de hacer mucho bien a la prelatura, no sólo por el posible factor de emulación que pudiera despertar, sino también porque se trataba de un hombre ya formado, de amplia cultura y mucha valía: «será, pues, el primer seminarista y ordenado de la prelatura», comunica entonces a sus superiores pasionistas en Deusto. «No dirán que empezamos por mocosillos que no saben donde tienen la mano derecha»18.
Inmediatamente, Elorza comienza a gestionar ante Roma condiciones especiales para que se le reduzca a Jon Andoni Irazusta el período de estudios en el seminario19, por razón de su edad y su cualificación académica; conseguirá para ello incluso la recomendación favorable del nuncio vaticano en Perú20. De igual modo, pedirá a los superiores de la congregación pasionista condiciones especiales para admitir en el noviciado a un hombre de sesenta y seis años. Irazusta, por su parte, comienza a estudiar la Teología en el seminario de Lima, mientras reside en la casa que los pasionistas mantenían abierta en la capital peruana.
A la espera de la respuesta de la Santa Sede, Martín Elorza encarga a Irazusta uno de sus proyectos más largamente acariciados, que pretendía que se convirtiera en la punta de lanza de la recatolización de la vida pública de todo el departamento de San Martín -donde se halla ubicada la prelatura-: el Círculo Católico de Estudios. Este «Círculo», de vocación decididamente elitista, quería convertirse en polo prestigioso de reflexión y centro de formación de una intelectualidad católica seglar y militante, dispuesta a defender los intereses de la Iglesia y la religión en   —6→   todos los frentes de la vida pública21. Sus primeras batallas deberían dirigirse, según la idea de monseñor Elorza, contra la labor proselitista del protestantismo, cuya penetración entre la población de Moyobamba es rápida y amplia, favorecida entre otros factores por la debilidad de la presencia de la Iglesia católica en la región. El «Círculo» se funda en noviembre de 1950, bajo la responsabilidad directa de Jon Andoni Irazusta22, que inició las sesiones de conferencias mensuales, el 3 de diciembre23, con una charla titulada «A Dios por la ciencia»; de todas las conferencias impartidas por Irazusta en el «Círculo», sería ésta precisamente la única que no se refiere directamente a la cuestión protestante.
La solicitud personal de Elorza finalmente, obtendrá sus frutos en cuanto a la ordenación de Jon Andoni Irazusta, aunque se demorará un poco. La tardanza tampoco preocupa en exceso al prelado de Moyobamba, más interesado por los primeros frutos de su labor al frente del «Círculo». «No quiero precipitar los acontecimientos poniéndole la sotana. Después de unos pocos meses más se le dará esa transformación que no dejará de sorprender a muchos»24. Finalmente, llega la autorización de Roma, en abril de 1951, para que disponga la ordenación en la fecha que crea oportuna, con la sola condición «de que siga después el estudio de la Teología hasta terminarla»25. Y así, el 2 de septiembre de 1951, en la iglesia de la Nunciatura de Lima, Irazusta se convierte en sacerdote, oficiando su primera misa en la iglesia parroquial que los pasionistas tenían en San Isidro, Lima, una semana más tarde. Serán sus padrinos de ordenación un matrimonio guipuzcoano, amigo común de Irazusta y de los pasionistas vascos de Lima, ciudad ésta en la que residiría: Eduardo Olano, y su esposa Amanda26. Expresamente para predicar en el   —7→   acto, llegó desde Buenos Aires el sacerdote capuchino, también amigo de Irazusta, exiliado como él tras la Guerra Civil y pariente de los Olano, padre Miguel de Alzo27.
«Acabo de presenciar con grandísimo consuelo de mi alma la ordenación sacerdotal y primera misa de Jon Andoni Irazusta, hijo ilustre de esa villa (de Tolosa). Él ha sido el primer sacerdote que ha visto ordenarse esta nueva prelatura de Moyobamba: un tolosano», informó entonces Martín Elorza a una congregación de monjas de Tolosa, con la que mantenía correspondencia28. Pero aquello sólo suponía el primer paso en el deseo de Irazusta, pues seguidamente «vino con la ilusión de poderse hacer religioso pasionista con toda su realidad canónica», recuerda Elorza29. Pero un hecho se interpone en su deseo: la provincia pasionista vasca no disponía todavía de un noviciado en América.
Por esta razón, Martín Elorza opta por enviar unos inmejorables informes a Roma, en la esperanza de que se arbitren soluciones especiales, dadas las circunstancias excepcionales que rodean al caso (entre las que no puede olvidarse la imposibilidad que tenía Irazusta de ir al País Vasco a ingresar en el noviciado, por su condición de exiliado político de España)30. No pierde así ocasión para ponderar muy positivamente las virtudes que, a su entender, ostentaba Jon Andoni Irazusta, que actuaba ya como un religioso más en la disciplina regular: «El señor se porta muy bien y nada tengo contra él. Está en todo pendiente de mí; y hasta es difícil saber su inclinación, porque es tan delicado que quiere en todo seguir la de sus superiores; y evita manifestar su propia preferencia o voluntad». Finalmente, propone como solución conveniente, en caso de que haya de trasladarse Irazusta a   —8→   algún noviciado canónico establecido, que «se podría convenir con los PP. [Pasionistas] de Argentina y obtenerle dispensa de parte del tiempo»31.
La insistencia del prelado Elorza, sin embargo, no le sirvió en esta ocasión, e Irazusta tuvo que conformarse con su condición de sacerdote secular. Pero, como resumía Elorza pocos días después de su fallecimiento, «en ese brevísimo plazo se le impuso en la Teología y elevó al sacerdocio; fundó el Círculo Católico de Estudios, dio diferentes conferencias, se le nombró asesor jurídico de la Prelatura y prestó diferentes servicios o ministerios sacerdotales en Tarapoto como adscrito a aquella parroquia. [...] Dudo que los jesuitas hubieran obtenido mucho más en ese corto espacio de tiempo y en este medio de la selva»32.
Toda esta actividad se detendría cuando, por causa de una enfermedad, hubo de ser rápidamente trasladado a Lima, donde estuvo bajo la atención personal del propio monseñor Elorza. Irazusta fallecería el 4 de marzo de 1952. Sería enterrado en Lima, corriendo todos los gastos de los funerales a cargo de la prelatura, en todas cuyas parroquias se hicieron oficiar misas por su alma33.

Fuente:
Fondo Editorial Revista Oiga
Ilustre Hermandad Vascongada de
Ilustre Cofradía de Nuestra Señora de Arantzazu