Canta claro
Por FRANCISCO IGARTUA
Algo más sobre libertad de prensa
En el artículo de la semana pasada me quedaron por tocar
varios aspectos del tema "libertad de prensa y de expresión", por lo
que aquel texto de ese Canta claro quedaba incompleto. La razón del recorte es
muy simple: el periodismo tiene un único y obligado censor, el espacio, lo que
es el tiempo en la televisión, además, claro está, de los límites que señalan
los códigos en uso y el honor.
Vuelvo, pues, al tema en mi columna de este domingo. Vuelvo
con la lanza en ristre en un asunto, el de los impuestos, que es capital para
hablar seriamente de libertad en este oficio.
En un momento, el concepto de libertad de expresión, tan
antiguo como el hombre, se vinculó estrechamente a la impresora, a la máquina
que permitía la difusión masiva de ideas e informaciones, antes restringidas a
la oratoria en los púlpitos y a los pregones y juglerías. Por eso es que
durante muchos años a esa libertad ampliada se la llamó, desbrozando conceptos,
libertad de prensa. O sea a la libre disponibilidad de una prensa y papel para
difundir libremente, a través de esos medios, los comentarios y críticas de los
periodistas que iban naciendo en torno a las impresoras. De la difusión oral se
pasaba a algo más amplio, al papel impreso. A ese papel que pronto sería tan
quemante como una bomba frente a las tiranías. El periódico reemplazaba a la
voz de los Savonarolas.
Simplificando de este modo el tema, es fácil advertir que la
libertad no está sólo en la posesión de la impresora y la compra sin trabas del
papel, pues si hay impedimentos para la libre circulación de lo impreso, sea
por censura o cualquier otro medio, seria una fama la llamada libertad de
prensa, más precisamente de expresión, ahora ejercida no sólo por escrito sino
también a través de ondas sonoras y visuales.
Y esa circulación, antes limitada por la censura o impedida
por la cárcel, el destierro y hasta el puñal o el disparo de un esbirro, es hoy
entorpecida por el Estado con los impuestos. Hecho que en el Perú, con la
complacencia de prácticamente todos los medios de difusión, llegó a niveles de
escándalo en la época fujimorista creadora del sistema, escándalo que hasta hoy
persiste.
En ningún país del mundo, en ninguno, está gravada la
circulación de los medios de prensa con 18% de IGV o IVA, tal como se le llama
a este impuesto en otras partes. La única excepción es el Perú, pues en Chile
subsiste como rezago pinochetista, amenguado por ser nuestro vecino productor
de papel. Mientras que en el Perú al escandaloso 18% de IGV se añade el alto
costo de la distribución, propio de un país sin desarrollo, y los aranceles por
papel y tinta.
Esto es historia. Este es el génesis de la podredumbre que
hoy estamos comprobando.
En la inmensa mayoría de países ese 18% de IGV no existe, es
cero o un porcentaje máximo de cinco o seis por ciento. Y en los Estados Unidos
ese cero se extiende, más allá de la circulación, a todo el proceso de edición;
mientras que en algunas naciones de Europa el periodismo recibe subvención
gubernamental, sin discriminación alguna, para así garantizar la total
indepen-dencia del periodismo, librándolo de la presión del avisaje, sea
privado o estatal, porque muchas veces esa presión, es bueno recordarlo, no
sólo viene del Estado.
En todo el mundo civilizado este tratamiento para la prensa,
de cero o un diminuto IGV, se extiende al resto del campo cultural, a las
medicinas y a la alimentación básica. En otras palabras, el consumo de cultura,
salud y alimentación básica no debiera estar sujeto a impuesto alguno. Lo que
no quiere decir, por supuesto, que el negocio cultural, farmacéutico y agrícola
no deba pagar los comunes impuestos a la renta. El consumo es la excepción.
Y fue ese 18%, tomado del Chile de Pinochet, el instrumento
que utilizó el fujimorismo para doblegar a los medios de difusión. No hay que
olvidar que el llamado "Plan Verde", la Biblia de Fujimori, está
inspirado en el modelo pinochetista. Por eso el régimen del decenio no tuvo que
asaltar ninguna im-prenta ni apalear a nadie, le bastaba la amenaza de la
Sunat. De este modo las cárceles siguieron estando abiertas para los periodistas,
aunque éstos ya no serían presos políticos, lo que daba prestigio, sino vulgares
delincuentes tributarios. Algunas muestras, como la espectacular y brutal
detención del director de Radio Miraflores, Ricardo Palma, y su largo encierro,
servían de amedren-tamiento a todos aquellos que siguieron ejerciendo el
derecho de opinar con libertad.
He aquí la pequeña historia de una rendición:
En 1994, salvo excepciones, los distintos medios de expresión
estaban en ruina total. Habían quedado sepultados bajo las multas, moras y
otros cargos de la Sunat. El 18% de IGV sobre la circulación y también sobre el
avisaje, que se tiene que pagar de inmediato y se cobra tarde y algunas veces
nunca, los había puesto al borde del cierre.
La solución que sibilinamente deslizó Santiago Fujimori
pareció una boya del Ejército de Salvación para los náufragos. Una boya que
resumiré así: El gobierno entregaría un cheque por el valor del monto total de
la deuda a la Sunat y los directivos de los medios firmarían un pagaré,
poniendo como garantía todos sus bienes, que sería liberado con la publicación
de avisos e informaciones "no políticas" del gobierno. El cheque se
endosaba a la Sunat.
Este fue el acuerdo al que se llegó en el Ministerio de
Economía en mesa presidida por Jalilie, asistido por el secretario de la Presidencia,
doctor Orellana. La única voz discordante fue la mía. El problema, leí un papel
que escribí allí mismo, no era facilitar el pago de la deuda sino eliminar la
razón de esa deuda: el monstruoso 18% de IGV. Pero esa época era de desbocado
liberalismo y muchos de los periodistas asistentes rechazaron mi planteamiento
alegando que los impuestos debían ser parejos, sin excepción, para todo títere
con cabeza (Ya no pude mencionar, por no conocerlas, las excepciones que ya
existían).
No acabó ahí, sin embargo, esta lamentable tragicomedia. Al
día siguiente, Canal 5 inició una campaña reclamando "equidad", sin
revelar los hechos que lo motivaban. Alegaba que se había premiado a los incumplidos
y se castigaba a los buenos contribuyentes (Canal 5, El Comercio y Gestión no
habían asistido a aquella reunión porque estaban al día con la Sunat). Fue una
campaña brevísima que concluyó, también en el misterio, con la entrega al Canal
5 de la misma suma pactada con el Canal 2 y un trato similar para El Comercio y
no sé si para Gestión.
El resultado de tan desafortunado acuerdo con el poder, un
verdadero pacto con el diablo, lo estamos viendo en los vladivideos que no
cesan de mostramos las entrañas de la sordidez fujimorista. En ese pacto estuvo
el germen de la podredumbre que hoy nos asombra. No cayeron todos porque Dios
es grande y porque algunos tuvieron apoyo publicitario democrático. Aunque para
ser justos es necesario añadir que, salvo excepciones, los periodistas que
estuvieron al mando de las empresas no sucumbieron. El infierno quedó reservado
para los empresarios metidos a dirigir medios de expresión.
En cuanto a mí, presionado por las circunstancias, terminé
aceptando el acuerdo; pero, en 1995, apenas rescatado el pagaré y luego de
liquidar todos los bienes de Oiga y cumplir con mis colaboradores me jubilé,
olvidando que para el periodista no hay jubilación, no hay escape de "esta
cuita que además de fuerte es muy duradera". Seguiré, pues, en la brega.
Yo sé lo que significó ese arreglo y esos pagarés. Fue el
génesis de lo que ahora, espantados, vamos comprobando.
Esto es historia.
Fuente:
FONDO EDITORIAL PERIODISTICA OIGA
He aquí la pequeña historia de una rendición:
ResponderEliminarEn 1994, salvo excepciones, los distintos medios de expresión estaban en ruina total. Habían quedado sepultados bajo las multas, moras y otros cargos de la Sunat. El 18% de IGV sobre la circulación y también sobre el avisaje, que se tiene que pagar de inmediato y se cobra tarde y algunas veces nunca, los había puesto al borde del cierre.
La solución que sibilinamente deslizó Santiago Fujimori pareció una boya del Ejército de Salvación para los náufragos. Una boya que resumiré así: El gobierno entregaría un cheque por el valor del monto total de la deuda a la Sunat y los directivos de los medios firmarían un pagaré, poniendo como garantía todos sus bienes, que sería liberado con la publicación de avisos e informaciones "no políticas" del gobierno. El cheque se endosaba a la Sunat.
Este fue el acuerdo al que se llegó en el Ministerio de Economía en mesa presidida por Jalilie, asistido por el secretario de la Presidencia, doctor Orellana. La única voz discordante fue la mía. El problema, leí un papel que escribí allí mismo, no era facilitar el pago de la deuda sino eliminar la razón de esa deuda: el monstruoso 18% de IGV. Pero esa época era de desbocado liberalismo y muchos de los periodistas asistentes rechazaron mi planteamiento alegando que los impuestos debían ser parejos, sin excepción, para todo títere con cabeza (Ya no pude mencionar, por no conocerlas, las excepciones que ya existían).
No acabó ahí, sin embargo, esta lamentable tragicomedia. Al día siguiente, Canal 5 inició una campaña reclamando "equidad", sin revelar los hechos que lo motivaban. Alegaba que se había premiado a los incumplidos y se castigaba a los buenos contribuyentes (Canal 5, El Comercio y Gestión no habían asistido a aquella reunión porque estaban al día con la Sunat). Fue una campaña brevísima que concluyó, también en el misterio, con la entrega al Canal 5 de la misma suma pactada con el Canal 2 y un trato similar para El Comercio y no sé si para Gestión.
El resultado de tan desafortunado acuerdo con el poder, un verdadero pacto con el diablo, lo estamos viendo en los vladivideos que no cesan de mostramos las entrañas de la sordidez fujimorista. En ese pacto estuvo el germen de la podredumbre que hoy nos asombra. No cayeron todos porque Dios es grande y porque algunos tuvieron apoyo publicitario democrático. Aunque para ser justos es necesario añadir que, salvo excepciones, los periodistas que estuvieron al mando de las empresas no sucumbieron. El infierno quedó reservado para los empresarios metidos a dirigir medios de expresión.
En cuanto a mí, presionado por las circunstancias, terminé aceptando el acuerdo; pero, en 1995, apenas rescatado el pagaré y luego de liquidar todos los bienes de Oiga y cumplir con mis colaboradores me jubilé, olvidando que para el periodista no hay jubilación, no hay escape de "esta cuita que además de fuerte es muy duradera". Seguiré, pues, en la brega.
Yo sé lo que significó ese arreglo y esos pagarés. Fue el génesis de lo que ahora, espantados, vamos comprobando.
Esto es historia.
El resultado de tan desafortunado acuerdo con el poder, un verdadero pacto con el diablo, lo estamos viendo en los vladivideos que no cesan de mostramos las entrañas de la sordidez fujimorista. En ese pacto estuvo el germen de la podredumbre que hoy nos asombra. No cayeron todos porque Dios es grande y porque algunos tuvieron apoyo publicitario democrático. Aunque para ser justos es necesario añadir que, salvo excepciones, los periodistas que estuvieron al mando de las empresas no sucumbieron. El infierno quedó reservado para los empresarios metidos a dirigir medios de expresión.
ResponderEliminarAunque para ser justos es necesario añadir que, salvo excepciones, los periodistas que estuvieron al mando de las empresas no sucumbieron. El infierno quedó reservado para los empresarios metidos a dirigir medios de expresión.
ResponderEliminarEl infierno quedó reservado para los empresarios metidos a dirigir medios de expresión.
ResponderEliminar