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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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jueves, 16 de mayo de 2013

CENTENARIO PASIONISTA DEL PERU

SANTA GEMA Y EL CENTENARIO

La presencia de Santa Gema viene muy bien para darle olor de Cristo al Centenario de los Pasionistas en el Perú.

Hoy, 16 de mayo, hemos celebrado su fiesta a lo largo y ancho del mundo pasionista.


Santuario-parroquia de Santa Gema (Madrid)
Santuario-parroquia de Santa Gema (A Coruña)
Santuario-parroquia de Santa Gema (Barcelona)
Santuario-parroquia de Valencia

CENTENARIO PASIONISTA DEL PERU

SAN ISIDRO SE UNE A LAS CELEBRACIONES POR EL CENTENARIOPASIONISTA EN EL PERÚ

La Municipalidad de San Isidro se une a las celebraciones por el centenario de la llegada al Perú de la congregación Pasionista, cuyos miembros administran la parroquia Virgen del Pilar, una de las más emblemáticas del distrito.
El alcalde de Raúl Cantella Salaverry y un numeroso grupo de vecinos participaron del anuncio de las actividades que realizó monseñor Miguel Irízar Campos, obispo emérito del Callao y Yurimaguas, en el auditorio del Centro Cultural “El Olivar”, junto a los principales directivos de la congregación Pasionista.
En Lima, el domingo 26 de mayo se realizará la Eucaristía de Apertura del Centenario en la parroquia Virgen del Pilar de San Isidro (Lima) y contará con la presencia de importantes personalidades religiosas, sociales y políticas del país.
El prelado agregó que las celebraciones se efectuarán en simultáneo en la capital como en las ciudades de Tarapoto, Moyobamba, Yurimaguas y Lamas, lugares donde los Pasionistas realizaron una intensa labor de evangelización en beneficio de los más necesitados.
Los Pasionistas llegaron en 1913, partiendo del puerto de Bilbao, España, hacia la Amazonía peruana, invitados por el Obispo de Chachapoyas, monseñor Emilio Lissón, para adentrarse en territorios desconocidos.
Desde esa fecha han realizado una significativa obra evangelizadora por medio del verbo e incluso no dudaron en utilizar los medios de comunicación para llevar la palabra de Dios.

Fuente:
Municipalidad de San Isidro
Fondo Editorial Revista Oiga
Ilustre Hermandad Vascongada de Nuestra Señora de Arantzazu
Ilustre Cofradía Vascongada de Nuestra Señora de Arantzazu 

La producción literaria de los jesuitas vascos expulsados: (1767-1815) / Jesús Sanjosé del Campo


La producción literaria de los jesuitas vascos expulsados (1767-1815)1
Jesús Sanjosé del Campo


La importancia del estudio de los jesuitas vascos del siglo XVIII reside en que sus tesis, como ha apuntado recientemente Martín Almagro Gorbea, «mantenidas de manera más o menos consciente, pero siempre con contumacia, han constituido las bases para los modelos interpretativos de la Prehistoria del País Vasco desde sus inicios, en el siglo XIX, hasta la actualidad. Además, dicha visión fue asimilada al ideario político del tradicionalismo carlista, del que pasó al nacionalista vasco».
Dos aspectos relevantes quedan claros desde la introducción: el sentido en el que se utiliza el término literatura y el de la escasa producción literaria de los jesuitas vascos en el exilio. Sobre el primero, afirma el autor que entiende por «literatura», en su acepción más amplia, cualquier tipo de escrito y de cualquier materia, como se interpretaba en el siglo XVIII, a saber, «todo lo que pertenece a las letras, ciencias o estudios», como se recoge en el Diccionario académico de 1780. Sobre el segundo, mantiene que la productividad de los jesuitas vascos en el exilio fue escasa, con lo que el prometedor movimiento literario euskaldún, que había sido liderado por el P. Manuel de Larramendi, se corta de raíz desde el momento en el que estos hombres son arrancados de los valles y montañas en los que habían nacido.
Justifica además el trabajo, afirmando que la presencia literaria y científica de los jesuitas vascos en Italia en la segunda mitad del siglo XVIII, constituye un fenómeno que todavía no ha sido estudiado en sus verdaderas dimensiones. A pesar de la creciente bibliografía sobre el jesuitismo expulso, poco se ha investigado hasta el momento sobre los seguidores vascos de Ignacio de Loyola en los Estados Pontificios, durante la etapa más crítica de toda la larga vida de la Compañía de Jesús, la que va desde 1767 hasta 1815, que, al mismo tiempo, es el primer exilio político (no religioso o racial) masivo de la España Moderna2.


Tres áreas literarias diferentes
El estudio comienza definiendo tres áreas literarias diferentes de investigación. La primera, que denomina literatura de expatriación, abarcaría toda la problemática de las causas que motivaron la decisión real de privar de la nacionalidad a los seguidores de Ignacio de Loyola y de excluirlos de los territorios del imperio hispano. Como es natural, deja de lado el estudio de esta parte, ya que su temática desborda los límites fijados para el presente trabajo.
La segunda, que califica de literatura de expulsión, abarcaría las obras en las que los jesuitas expulsados dejan sus propios testimonios sobre los momentos pasados, la intimación a la que se vieron sometidos y el penoso viaje que tuvieron que emprender camino del destierro. Algunos aludieron a esa triste etapa de su vida en el marco de relatos más amplios, como el alavés Manuel Joaquín Uriarte, misionero en la provincia de Quito, cuya cuarta y última parte de su Diario de un misionero de Maynas, relata los pormenores de la expulsión y su llegada a Rávena, después de dos años de peripecias. Otros escribieron relatos específicos sobre la expulsión, como el guipuzcoano José Yarza, misionero en Nuevo Reino de Granada, quien entretuvo su largo destierro en Gubbio con un relato en latín, Iter exilium Jesuitarum in Italiam (1773), conservado inédito en el Archivo Romano de la Compañía de Jesús. Incluso el polígrafo Esteban Terreros parece que escribió «tres diarios de sus caminos y aventuras», según su propia confesión. A juzgar por estos testimonios, los jesuitas residentes en colegios de Euskadi fueron tratados con corrección durante el arresto, a lo que contribuyó la habilidad de los superiores jesuíticos, muchos de ellos vascos.
Un panorama distinto nos ofrece la literatura del exilio, tercer apartado, según la clasificación del autor, y objeto principal del estudio. Precisamente la escasez de producción en este tercer apartado es lo que lleva a Astorgano a indagar en las biografías de los vascos expulsos para conocer en qué empleaban su tiempo libre, al parecer, más que abundante. Con ello, se sale del marco estrictamente literario, dibujando un panorama mucho más amplio.


Una producción escasa y poco rentable
Dentro de las circunstancias penosas que conlleva todo destierro, los jesuitas vascos, casi todos radicados en Bolonia, llevaron allí una vida cómoda, facilitada por alivios o socorros de todo tipo que les facilitaban sus eficaces redes familiares desde España.
A juicio de Astorgano, uno de los estímulos más poderosos que movió a escribir a los jesuitas de otras provincias, sobre todo a partir de 1778, fue el de tratar de conseguir la recompensa de un aumento de pensión por parte del Gobierno madrileño, a partir de la toma de posesión del Conde de Floridablanca. No ocurrió esto con los jesuitas vasco-navarros, que aunque alguna vez solicitaron aumento en sus pensiones, no perseguían con ello esa recompensa económica, manteniendo una producción escasa y siempre dedicada a los temas que les apetecía, especialmente a algunos tan poco valorados por los regalistas como la historia eclesiástica.
Simplificando, podemos decir que el período de mayor esplendor de la producción literaria jesuítica en general, globalmente considerada, fructificó en el período 1778-1789, mientras que la de los jesuitas vascos se dio en el primer y más difícil período del exilio 1767-1777, no aprovechándose de las ventajas y «mayor apertura» facilitadas a los jesuitas expulsos por el nuevo primer ministro, Conde de Floridablanca, cosa que sí hicieron los de otras provincias, como las de Aragón o México.
Da la impresión de que los jesuitas vasco-navarros no superaron la primera etapa del exilio y continuaron absortos en el mundo anterior a la expulsión. Cuando se relacionaban con el Gobierno español no lo hacían con la sumisión del mecenazgo literario, es decir, del escritor que escribe al hilo de la actualidad halagando al poderoso de turno, sino para reclamar sus derechos anteriores (caso de Terreros respecto a los derechos de autor de su famoso Diccionario Quadrilingüe).


Jesuitas con nombres propios
La obra de Astorgano está estructurada en once capítulos, seguidos de unas conclusiones y de un apéndice con una treintena de semblanzas de escritores jesuitas expulsos vascos.
Tras el capítulo segundo, dedicado a esclarecer las fuentes para conocer la literatura del exilio de los jesuitas vascos, el tercero afronta el tema de los antecedentes. En cuanto a los números, afirma el autor que el total del colectivo jesuítico expulsado, entre España y América, rondaba en torno a las 6.000 personas; dentro de ellos unos 600 eran literatos3, escribían, y de ellos 80 procedían de la Provincia jesuítica de Castilla, a la que pertenecía el País Vasco y Navarra.
Dentro de ellos, destaca Astorgano a los PP. Larramendi, Calatayud, Cardaveraz, Mendiburu e Idiáquez, «amigos entre sí, destacados escritores y líderes respetados no sólo en Euskadi, sino también dentro de la Provincia jesuítica de Castilla». Todos ellos escribieron sobre religión, moral, cultura, euskera y letras, antes del exilio. Fueron al destierro, igualmente, algunos jesuitas vascos que eran profesores en la Universidad, como los bilbaínos Miguel Ignacio de Ordeñana y Gabriel del Barco, o en el colegio de Salamanca, donde impartían diversas cátedras, entre otros, el famoso P. Francisco Xavier de Idiáquez, o Antonio Eusebio Samaniego, hermano del fabulista.



Relevancia social
El capítulo cuarto está destinado a dar señal de las noticias sobre los provinciales vascos expulsos, personas que además de tener un relieve dentro de la Orden, lo tenían también dentro de la sociedad. El pamplonés Francisco Javier de Idiáquez, «humanista, provincial y líder de los jesuitas de la Provincia de Castilla, vizconde de Zolina como primogénito de los duques de Granada de Ega», que trató de detener la expulsión valiéndose de su influencia en la Corte sin éxito. El vizcaíno Lorenzo de Uriarte, profesor en varios colegios y rector de alguno, más tarde provincial de Castilla. El guipuzcoano Manuel Balzátegui, provincial en el Nuevo Reino de Granada (actuales Colombia y Venezuela), autor de varias obras filosóficas y científicas de uso en la Universidad Javeriana de Bogotá, que durante su exilio, siguió escribiendo en italiano. El guerniqués Bernardo Pazuengos, provincial en las Filipinas.


Que va desapareciendo de forma paulatina
En el capítulo quinto estudia Astorgano la «Permanencia del jesuitismo después de la expulsión entre 1767 y 1773». Afirma el autor que los jesuitas, que antes de la expulsión tenían una gran influencia en la sociedad rural vasca, comienzan a perderla no sólo por efecto de su ausencia física, sino por las campañas laicistas del gobierno ilustrado que llega incluso a prohibir la correspondencia entre los expulsados y sus amigos que permanecen en el País Vasco, aunque unos y otros encuentren maneras para burlar esta prohibición.
Relata, también, cómo existían en el interior de Euskadi algunos reductos de ex-novicios que nunca ocultaron su filiación a la Compañía, o sacerdotes seculares que manifiestan su condición a favor de los jesuitas de forma abierta, exponiéndose a menudo a sufrir los castigos del regalismo gobernante. Además, dedica una parte a estudiar el desarrollo de dos colegios emblemáticos relacionados con la Real Sociedad Bascongada: el de Loyola y el de Azkoitia. El primero, de una relevancia especial para la Orden al haber nacido allí San Ignacio, que albergaba antes de la expulsión un buen archivo y una magnífica biblioteca, abandonados ambos hasta que entre 1798 y 1806 se refugian allí los monjes premonstratenses del monasterio de Urdax (Navarra), tras el saqueo de su monasterio. El segundo, en el que si bien las relaciones de los jesuitas con la Bascongada fueron correctas, pero no amistosas, famoso por los ilustres profesores que enseñaron en él, los PP. Cardaveraz, el filólogo José de Beovide o Juan Bautista Iriarte, que era director en el momento de la expulsión.


Y se recrea literariamente
Resultan especialmente entrañables los capítulos siguientes. En el sexto, bajo el título «La atracción del "paraíso" vascongado», muestra Astorgano a «los jesuitas vascos que se quedaron en Euskadi, los que debieron quedarse y los que intentaron librarse del destierro». Manifiesta en él el conocimiento profundo que posee sobre el jesuita Hervás, pues siguiendo esta fuente, y otras, recrea las incidencias sentimentales de los exiliados vascos, que recordaban su tierra como un lugar idílico. Enriquece todo ello con una amplia nómina de los jesuitas que amaban tanto a su tierra, que, a pesar del peligro que suponía, se asentaron en Francia con el único interés de vivir lo más cerca de la frontera española.
En el séptimo, titulado «La vida cotidiana de un jesuita desterrado vasco», recuerda que, al principio, pasaron muchas penalidades físicas, intelectuales y religiosas, según los lugares de residencia, pero, «con el tiempo, mejorarán esas circunstancias y los jesuitas más pudientes, como Antonio Samaniego o el P. Idiáquez, irán solicitando permiso para tener sus oratorios privados en sus respectivos domicilios, como se puede comprobar en los archivos episcopales de las ciudades en las que residieron, como Bolonia o Ferrara».
Y es que, después de la supresión de la Compañía en 1773, los jesuitas, al convertirse en clérigos seculares, sin votos que los aten, cambian y diversifican la vida uniforme que habían mantenido hasta el momento, según anota el estricto P. Luengo, que seguía defendiendo las esencias jesuíticas de la vida en común. Además, los socorros recibidos por los exiliados variarán notablemente según los bienes de las familias de las que dependían en el destierro, pues si eran nobles y tenían bienes era más fácil recibir ayuda. Concluye Astorgano que la casuística respecto a este punto fue muy variada, lo mismo que sobre la conservación de las costumbres y hábitos ignacianos y sobre las profesiones que tuvieron que adoptar para sobrevivir en el exilio.


Sobre los escritos
Descrito el contexto social de la nueva vida de los jesuitas, se introduce el autor en el meollo de la obra: la producción literaria misma. El capítulo octavo, titulado «Hacia una periodización de la literatura del exilio de los jesuitas vascos expulsos», comienza introduciendo al lector en la polémica acerca de si la periodización se debe hacer por géneros o por etapas cronológicas. Astorgano se muestra partidario de esto último4, estableciendo cuatro etapas.
La primera en la que figuran los jesuitas escritores vascos que murieron antes de 1777. Es la literatura de la expatriación y extinción de los jesuitas, en una época caracterizada por la mayor persecución por parte del regalismo madrileño, pero en la que aparecen obras importantes de expulsos vascos, como José Cardiel o Manuel Uriarte, Esteban Terreros, Miguel Ignacio de Ordeñana, Patricio Meagher...
La segunda, que denomina «período de esplendor», en la que figuran los jesuitas escritores vascos que murieron entre 1778 y 1789. Se producen en esta época los principales trabajos de Llampillas, Hervás, Juan Andrés, Vicente Requeno, Juan Francisco Masdeu, Antonio Eximeno, Juan Ignacio Molina, Esteban de Arteaga, segoviano de origen vasco, y entre los euscaldunes José Cardiel, Manuel Uriarte, Lorenzo Echave, Sebastián Mendiburu, Juan Hermenegildo Aguirre, Blas Miner...
La tercera, que caracteriza como «período de contracción en la producción literaria», comprende a los jesuitas vascos que fructificaron entre 1789 y 1798, y coincide con la Revolución francesa y el mayor control por el Estado de la producción literaria en general, incluida la de los jesuitas. En esta etapa sólo se pueden recordar algunos autores vasco-navarros, como Roque Menchaca y Domingo de Zuloaga, organizados en torno a una academia de Historia eclesiástica en Bolonia.
La cuarta, que denomina como «período de descontrol y de decadencia de la producción literaria de los ex jesuitas», integrada por los jesuitas vascos que murieron después de 1798. Se trata de una época durante la cual algunos jesuitas vascos retornaron a España para fallecer en Euskadi, como Francisco de Bazterrica, Manuel Uriarte o José de Beobide; otros «fueron obligados a emprender un segundo destierro en Italia y se reintegraron a la Compañía», como Joaquín Solano y Roque Menchaca, y otros vivieron libres y aislados en Italia.
El trabajo de esta última parte resulta especialmente valioso por la gran dificultad que ha tenido que superar el autor para reconstruir la vida de los literatos jesuitas de origen vasco en unos años tan revueltos política y bélicamente para poder ofrecernos datos creíbles acerca de los mismos.
Dedica el autor el capítulo noveno a hacer un minucioso estudio con el fin de encuadrar a cada jesuita escritor en su provincia geográfica de origen. Para ello, comienza aclarando al lector que la extensión de las obras de la Compañía de Jesús en cada una de ellas era muy desigual. En Guipúzcoa la Compañía atendía seis colegios, en Vizcaya tres y en Álava uno.
A pesar de tan escasa presencia en Álava, de esta provincia eran oriundos algunos eminentes literatos como José Cardiel, Adrián Antonio de Croce, Roque Menchaca y Manuel Joaquín Uriarte Rodríguez de Baquedano. En el caso de Guipúzcoa, que tenía más colegios y mayor número de jesuitas, y a pesar de que la labor de algunos de ellos en defensa del euskera, fue destacada en época temprana y anterior al exilio con la obra de Larramendi, Cardaveraz y Mendiburu, más adelante no aparecieron literatos tan relevantes, porque apenas si hallamos alguno que escribiera algo interesante, o en caso de que lo hicieran, su literatura no ha llegado a nosotros. En el caso de Vizcaya, los jesuitas fueron más relevantes como superiores que como literatos, produciendo escritores de menor relevancia literaria, como Miguel Ignacio Ordeñana, Joaquín Láriz y Martín Xarabeitia.
Eso sí, se da el caso de que «el príncipe de los escritores jesuitas vizcaínos expulsos fue el lexicógrafo Esteban Terreros, que estuvo toda su vida adscrito a la Provincia de Toledo», en cuyo espacio geográfico se debe estudiar... No olvida Astorgano pasar revista a los jesuitas de origen vasco que estaban destinados en las colonias, como las provincias de Nueva Granada, Nueva España y Filipinas, agrupando noticias hasta ahora ignoradas sobre ellos.
Cierra el conjunto con dos capítulos destinado uno a «La producción literaria de los coadjutores vascos expulsos», anotando que muchos de los que se encontraban en esta situación o bien abrazaron el sacerdocio o bien se casaron. Entre todos ellos hubo pocos que realizaran labores intelectuales y literarias. En «Los jesuitas que no escribieron nada en el destierro, a pesar de sus cualidades», reúne a un grupo de jesuitas que tenían habilidades intelectuales, pero que no redactaron nada en el exilio, como se observa en los casos de José Aztina o de Joaquín Solano.


En resumen
En las conclusiones, Astorgano recuerda que escritores tan eminentes como Juan Andrés, Esteban de Arteaga, Lorenzo Hervás, Pedro Montengón, José de Isla o Esteban Terreros escribieron en las difíciles circunstancias del exilio, y llama la atención hacia el hecho de que redactaron sus trabajos de investigación no sobre las manidas obras sacras, sino que se acercaron innovadoramente a la cultura y a las ciencias de su época a la luz de la Ilustración cristiana. Por el contrario, «prácticamente ningún jesuita expulso vasco manifestó su deseo de penetrar en los nuevos campos que la ciencia y la erudición les abrían, no sintiendo la necesidad de conciliar la tradición y la novedad», donde, salvo el caso de Terreros, apenas se pueden citar algunos nombres y títulos relevantes.
El libro se completa con un apéndice titulado «Semblanzas de escritores jesuitas expulsos vascos», en el que en 163 páginas incluye un listado con explicaciones básicas de la vida y las obras de 28 de estos autores y una bibliografía que avala la hondura de la investigación.
En resumen, dos son los valores que, a mi juicio, merece la pena destacar, uno de tipo extensivo y otro de tipo intensivo. En cuanto al primero, por la cantidad de trabajo que cualquier lector puede advertir a simple vista: no hay duda de que es un libro bien documentado, se han removido archivos, consultado fuentes, comparado documentos... En cuanto al segundo, porque detrás de todo este trabajo de archivo hay una mente con una magnífica capacidad de sistematización que ayuda al lector no especializado a hacerse una idea cabal de lo que se trata.
Es notable que tras este libro hay más de veinte años de trabajo y muchas otras publicaciones al respecto.

Fuente:
Fondo Editorial Revista Oiga
Ilustre Hermandad Vascongada de Nuestra Señora de Arantzazu de Lima
Ilustre Hermandad Vascongada de Nuestra Señora de Arantzazu de Perú 

miércoles, 15 de mayo de 2013

CENTENARIO PASIONISTA DEL PERU


RESTOS DE MONSEÑOR  Y OBISPOS SERÁN  TRASLADADOS Y ENTERRADOS EN LA CATEDRAL DE MOYOBAMBA


Moyobamba. La  parroquia  de Moyobamba estará  celebrando el fin de semana la conmemoración  del centenario  de la llegada  de los misioneros  pasionistas  , este acto religioso tendrá una gran importancia señaló el párroco de Moyobamba  Jaime Ruiz del Castillo  ya que junto  a este evento de conmemoración  de la llegada de los misioneros está previsto  el arribo de los restos de los tres obispos    más antiguos que tuvo la región San Martin en  la que figuran  el primer monseñor  Martín Fulgencio Elorza Legaristi y también de los monseñores  Benancio Orbe Uriarte  y  José Santos Iztueta Mendizábal, los restos de  los tres religiosos serán colocados en unas tumbas que ya sean instalados en el interior de la catedral de Moyobamba , pero previo a ello  sea preparado un programa desde el día viernes  el traslado de Lima a Tarapoto de los tres religiosos   mencionados, el día sábado 18  celebración de la eucaristía y sepelio en la iglesia catedral de Moyobamba y para el día  Domingo  se realizará   la eucaristía  de apertura del centenario  en el Coliseo cerrado de la ciudad de Tarapoto, el  sacerdote viene  invitando  a toda la feligresía  Sanmartinense a participar de este acto litúrgico de mucha trascendencia los restos de  los tres religiosos serán colocados en unas tumbas que ya sean instalados en el interior de la catedral de Moyobamba , pero previo a ello  sea preparado un programa desde el día viernes  el traslado de Lima a Tarapoto de los tres religiosos   mencionados, el día sábado 18  celebración de la eucaristía y sepelio en la iglesia catedral de Moyobamba y para el día  Domingo  se realizará   la eucaristía  de apertura del centenario  en el Coliseo cerrado de la ciudad de Tarapoto, el  sacerdote viene  invitando  a toda la feligresía  Sanmartinense a participar de este acto litúrgico de mucha trascendencia

CATEDRAL DE MOYOBAMBA – En este lugar de la catedral reposaran en paz los restos de los Monseñores Martín Fulgencio Elorza Legaristi, Venancio Orbe Uriarte  y  José Santos Iztueta

sábado, 4 de mayo de 2013

CENTENARIO PASIONISTA DEL PERU

Centenario Pasionista
Centenario Pasionista

SÁBADO, 4 DE MAYO DE 2013

EN LA DESPEDIDA DE LOS MISIONEROS

Me acuerdo que en mis años de Filosofía y Teología, allá por los años 60, cuando nuestros misioneros embarcaban rumbo a la Misión del Perú o Colombia, les dedicábamos los jóvenes una canción de despedida que ha quedado grabada para siempre en nuestra memoria. "Mañana en un frágil barco..."
Hace unos días ha caído en mis manos un libro de canciones donde, precisamente, consta esta inolvidable canción. Y la voy a dedicar, en primer lugar,  a los 12 primeros pasionistas que, abandonando la madre Patria, enfilaron su rumbo, hace cien años, hacia tierras peruanas. Recordemos que un día como hoy, 4 de mayo de 1913, se encontraban haciendo el tramo entre Moyobamba y Tarapoto, a donde estarían llegando unos días más tarde, el 17 de mayo después de pasar unos días en Lamas.
En segundo lugar dedico la referida canción al grupo de misioneros pasionistas que, en 1956, se despedían en Bilbao rumbo a Perú y Colombia, de lo que me cupo ser testigo directo. De ellos sólo viven actualmente los PP. Zenón Urigüen y Vicente Inchausti, ambos en Bilbao.
En tercer término, sin que por ello sean menos importantes, a todos los demás misioneros que en el espacio de cien años han venido diciendo adiós a su tierra para engrosar las filas de los heraldos de Cristo en tierras latinoamericanas.

1. Mañana en un frágil barco me he de engolfar en la mar,
daré un adiós a mi patria, el último adiós, quizás.
Por si Dios quisiera que no vuelva más,
el corazón te dejo, oh Virgen celestial.

2. No temo las muchas aguas ni el indómito huracán,
que es dulce a quien busca el cielo hallar su tumba en la mar;
mi vida no es mía, que a Dios se la di.
A donde Dios mande, allí quiero morir.

3. Y cuando en tierras lejanas tome el puerto mi bajel,
al pisar mi nueva patria diré a María con fe:
-¡Ay, Madre del huérfano, hermosa sin par,
tú eres mi único amparo, oh Virgen celestial.

4. Mi premio ha de ser, oh Madre, al pie de un árbol morir,
de todos abandonado, de todos menos de ti;
bendita mil veces diré al expirar
la hora en que me enviaste la fe a propagar.

Fuente:
Congregación Pasionista del Perú
Fondo Editorial Revista Oiga
Ilustre Hermandad Vascongada de Nuestra Señora de Arantzazu de lima
Ilustre Cofradía Vascongada de Nuestra Señora de Arantzazu de Lima

jueves, 28 de febrero de 2013


Prólogo, por Josu LEGARRETA BILBAO

25 AÑOS DE RELACIONES CON VASCOS DE ULTRAMAR
(En recuerdo de Paco Igartua)


Nunca había soñado en mi juventud que un día el destino me brindaría la posibilidad de dirigir un programa político de relaciones con los vascos residentes en países tan diversos como Andorra, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, Colombia, Chile, Cuba, El Salvador, España, Estados Unidos, Francia, Guatemala, Italia,  México, Paraguay, Perú, Puerto Rico, Reino Unido, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. Ni siquiera, que un día podría participar en la gestión política de un programa de Gobierno: quizás mi percepción juvenil de la dictadura franquista me condujo a ciertas actitudes antigubernamentales, como si las estructuras políticas fueran per se rechazables.

Años más tarde (1986) el Presidente del Partido Nacionalista Vasco me planteó si estaría dispuesto a aceptar el nombramiento de “Director de Promoción del Euskera” por el Departamento de Cultura del Gobierno Vasco. Sus palabras en principio me sonaron más a orden, que a una invitación; y en defensa de la Libertad personal, que tanto estimaba también el amigo Paco Igartua, le mostré mi negativa, hasta que en un momento de la entrevista me convencieron aquellas sus palabras de “deberías...”.

Así inicié una nueva, inesperada ni soñada, vida profesional, superando, en primer lugar, mis actitudes antigubernamentales. No puedo negar que en principio me sentí alagado por la confianza que depositaban en mi persona. Recuerdo entre los primeros proyectos, el de la posible publicación de un periódico diario en Euskara, la edición de obras de literatura clásica en Euskara, el doblaje de películas al Euskara para su proyección en salas comerciales, etc.

Euskadi era mi ámbito de actuación. Nunca había soñado en una gestión política en el ámbito internacional. Desde el Departamento de Cultura esta labor la desarrollaba el amigo Jokin Itxausti, hijo de un adinerado empresario vasco-filipino que colaboró muy activamente en el entramado internacional a favor del exiliado Gobierno Vasco. Fue el responsable de la reiniciación de relaciones con los Centros Vascos. Pero falleció  a causa de una desgraciada enfermedad. Mi amistad con él pudo ser una de las razones por las que se me indicó que me responsabilizara temporalmente, durante tres meses, de estas relaciones. Así de simple fue mi introducción en el ámbito internacional.

En 1987 inicié mi programa de visitas a los Centros Vascos. El Programa me brindaba la posibilidad de acceder al mundo nuevo de las realidades socio-políticas de cada país, en general, y a la de emigrantes y exiliados vascos, en particular. Me permitía conocer sus historias personales y la de sus familias, el origen y evolución de su movimiento asociacionista y la realidad de los países en que residían. Me resultaba reconfortante entablar relaciones personales directas con miles de personas, cuyos corazones transmitían a la mínima un mundo de añoranzas por su pueblo natal y la mejor de las disposiciones, ¿incluso necesidades?, de contar sus experiencias, positivas y negativas, vividas en el país en que residían. Incluso me agradecían que les visitara. Les parecía gratificante que el Gobierno de su País empezara definitivamente a estructurar relaciones con ellos.

Pero me encontré también con corazones dolidos por el olvido de las instituciones vascas.  En los años de la dictadura franquista, el Gobierno Vasco en el exilio había mantenido estrechas relaciones con los Centros Vascos; pero a la muerte de Franco (1975), la reinstauración de la democracia y la reestructuración política de Euskadi se convirtió en objetivo prioritario de la clase dirigente vasca y se dio el consabido olvido de las instituciones vascas del ámbito internacional. Esta actitud fue criticada, especialmente desde Argentina, y el Lehendakari (Presidente) Carlos Garaikoetxea ordenó la organización del congreso mundial de Centros Vascos en Donosti/San Sebastián (1982). Posteriormente aconteció la escisión del Partido Nacionalista Vasco, la consiguiente creación de un nuevo Partido, Eusko Alkartasuna (EA) y, dada la situación, el incumplimiento de los planteamientos y promesas realizados en dicho encuentro internacional.

Afronté esta situación con el convencimiento de que la eficiencia de mi gestión dependía, en primer lugar, de mi cercanía con los asociados de los Centros Vascos y de su involucración en los programas, desde la fase de su definición y creación de normativas hasta el desarrollo de los programas.

Sí, era una labor apasionante. Tenía todo por hacer. No tenía precedentes de referencia: la diáspora tenía su nivel de institucionalización en cada país, pero carecía de una estructuración global, mundial, a pesar de los intentos que se habían dado, como es el caso de Confederación de Entidades Vasco Americanas (CEVA).  Llegué a visitar la mayoría de los Centros Vascos del Mundo. Comprobé que algunos  estaban atravesando momentos económicamente difíciles y que no todos los vascos “habían hecho las Américas”. Había incluso quienes se encontraban en situaciones extremas. Otros se sentían afectivamente vascos/as e idealizaban el País de sus antepasados. Para la atención de estas realidades se fueron creando unas políticas de subvenciones, destinadas principalmente a la financiación de actividades culturales, adecuación o compra de edificios, formación de jóvenes, asistencia a personas en extrema necesidad, enseñanza del Euskara y potenciación de las relaciones económicas. Estos ámbitos de actuación fueron analizados y consensuados en aquellos dos encuentros internacionales celebrados en Argentina: Bahía Blanca (1989) y  Necoechea (1990). En representación del Centro Vasco de Lima participaron los Sres. José Ma. Elejalde y Jon Keppa.

Pero me preocupaba sobre todo la proyección de futuro, la perdurabilidad en el tiempo de dichas relaciones. Para ello se precisaba que fueran reguladas por una normativa de máximo rango jurídico. Con este objetivo planteé la tramitación de un proyecto de ley. Se elaboró el texto. Por mi parte aspiraba a que la ley fuera aprobada por unanimidad. Para ello me parecía imprescindible el diálogo permanente con los Grupos Parlamentarios y que el informe jurídico previo fuera redactado por un especialista en derecho internacional que no fuera vasco, ni de perspectiva nacionalista. El éxito estaba garantizado si lograba estas dos condiciones. Y así fue: la ley 8/1994, de 27 de mayo, fue aprobada por unanimidad, con la abstención de un pequeño Partido, Unión Alavesa, ya desaparecido.

De acuerdo con uno de los apartados importantes de esta ley, el artículo 13, los centros vascos, celebran el Congreso de las Colectividades Vascas. Dice textualmente: “para promover el encuentro y la colaboración entre las colectividades vascas, los centros vascos, federaciones y confederaciones de centros vascos y las instituciones vascas se celebrará cada cuatro años el Congreso de las Colectividades Vascas” y “de las deliberaciones del Congreso se elaborará un documento de conclusiones, del que se dará traslado al Consejo Asesor, a efectos de su consideración para la redacción del plan cuatrienal”.

El primero de estos Congresos se celebró en 1995. Tuve el honor de contar con la delegación de Perú compuesta por los señores Javier Celaya, Victor Ortuzar, y Francisco (Paco) Igartua. Una de las primeras referencias de la ponencia de Paco, titulada “Euskadi y su imagen”, fue precisamente sobre esta ley. Sus palabras textuales fueron: “Otras voces más doctas que la mía tocaron y tocarán con amplitud este tema. Sólo me cabe decir que los vascos de ultramar debemos agradecer esta ley que nos incorpora a la sociedad de este país (País Vasco). Docta apreciación del amigo Paco: aún careciendo de competencias exteriores, gracias a esta ley han quedado institucionalizadas las relaciones de Euskadi con los vascos que residen en otros países. 

No menos importante me resulta su segunda aportación, realizada, según él “de pasada,,sobre una menudencia, una pequeñez. Se dice en la exposición de motivos o considerandos de la ley, que el primer centro vasco  de América es el de Montevideo, fundado en 1876. Pero ocurre que aquí tengo a la mano un documento que reza así:  “Por cuanto en la Congregación que tienen fundada los caballeros hijos-dalgo que residen en esta Ciudad de los Reyes del Perú, naturales del Señorío de Bizkaia y Provincia de Gipuzkoa y descendientes de ellos, y los naturales de la Provincia de Alava. Reino de Navarra y de las cuatro villas de la costa de la Montaña...en el convento del Santo San Francisco de esta ciudad, en la capilla que tiene advocación el Santo Cristo y Nuestra Señora de Aránzazu, (Oñate), a quien se dio principio por los años 1612. (...) Se trata de las nuevas ordenanzas que la “Ilustre Hermandad Vascongada de Nuestra Señora de Aránzazu aprueba el doce de abril de 1635, en la misma Ciudad de los Reyes, hoy conocida por Lima, con los siguientes miembros: 35 de Gipuzkoa, 49 de Bizkaia, 9 de Navarra, 7 de Alava y 5 de las cuatro villas de la Montaña, con la siguiente declaración: “Se ordena para mayor decoro de esta Congregación, que todos los que hubiesen de ser recibidos en ella sean originarios de las partes y lugares referidos...a fin de ejecutar entre sí y con los de su nación obras de socorro mutuo”.

Gracias a esta ley, se han podido desarrollar los programas definidos y consensuados entre el Gobierno Vasco y los Centros Vascos en cada uno de los Congresos posteriores de 1999, 2003 y 2007. A tal fin, el Gobierno Vasco ha destinado anualmente una partida presupuestaria importante, destinada a financiar actividades de promoción y difusión de la cultura vasca, a la formación de jóvenes y dirigentes de Centros Vascos, a la asistencia humanitaria a personas en extrema necesidad, a la potenciación de las relaciones económicas a través de los cinco institutos y/o fundaciones creados a tal fin en Buenos Aires, Caracas, México, Santiago de Chile y Washington, y a la compra o mejora de las sedes de los Centros Vascos, adecuándolos a las necesidades de las personas discapacitadas.

Pero no quisiera ultimar esta relación sin resaltar que los pasos que se dieron en la recuperación de la Memoria Histórica de la emigración y exilio vascos no hubieran sido posibles sin la estrecha colaboración  de los Centros Vascos. Iniciamos el proyecto con la publicación de la colección, casi enciclopédica, de URAZANDI (Más alla de las aguas). Sus 25 tomos recogen trabajos de investigación sobre la emigración vasca, en general, y sobre los Centros Vascos más importantes, como Bahía Blanca, Barcelona, Boise, Buenos Aires, Madrid, Mar del Plata, México, Montevideo, New York, París, Rosario, Sydney o Tandil.

En una segunda fase, estudiamos la posibilidad de digitalizar todas las publicaciones periódicas (revistas) vascas editadas fuera del País Vasco. No fue nada fácil: tuvimos que investigar los ejemplares que existían de cada uno de los títulos en archivos de Euskadi y de América, e incluso en archivos familiares. Pero se superaron las dificultades gracias a la profesionalidad y el desinterés del matrimonio uruguayo Alberto Irigoyen y Adriana Patrón. Gracias a su labor, se digitalizaron 130 revistas, editadas en 30 países entre 1876 y 2006; en definitiva, unas 200.000 páginas, que fueron editadas en 12 DVDs el año 2007.

Pero el proyecto contemplaba otros dos apartados más: la digitalización de fotografías de la vida de vascos residentes fuera de Euskadi y la digitalización de todas las noticias vascas publicadas en todos los periódicos de los países en que hubiera Centros Vascos, desde 1876. El resultado fue realmente satisfactorio: en la actualidad contamos  con más de 40.000 fotografías de la vida de emigrantes vascos y más de 50.000 noticias publicadas en diversa prensa americana.

En el 2009 hubo cambio de Gobierno. El proyecto quedó definido. A su término, el Gobierno del lehendakari Ibarretxe había asumido incluso el compromiso de crear el Museo de la Emigración Vasca: se llegó a encargar y redactar un estudio de anteproyecto. Pero hoy, tengo la impresión de que el proyecto global está un tanto paralizado.

Evidentemente, resulta imposible resumir en un artículo la gestión política de 25 años. No quisiera tampoco ser excesivamente redundante, dado que el lector puede encontrar información completa en el libro “Memoria 1980-2005”, colección Urazandi, t. 18 – Gobierno Vasco, o en algunos de los capítulos de mi reciente obra, publicada por la Editorial Oveja Negra de Colombia  con el título “Sentimientos compartidos”.

Pero no quisiera finalizar sin confesar que veinticinco años de gestión proporcionan oportunidades para vivencias de índole diversa. No todo ha sido éxito. He tenido también mis fracasos. Aún así, mantengo unimportantearchivo personal de recuerdos: de vivencias gratificantes, de amistades estrechas, de debates, de controversias, incluso de enfrentamientos, de ilusiones, de motivos de esperanza, de compromisos personales, de triunfos, de sueños no realizados, de fracasos, de reconocimientos, de críticas, de acusaciones solapadas y públicas, de malas interpretaciones, de engaños, de luchas por el poder, de desencuentros intergeneracionales, de entregas desinteresadas, de militancias políticas y apolíticas, de egoísmos, de intrigas, de insinuaciones, de emparejamientos intencionados, de declaraciones de amor, etc.Sin embargo,ante este cúmulo de realidades, exponentes de lo que es la vida misma, no me invade ninguna sensación negativa, ni agridulce. No, no puedo liberarme de recuerdos archivados en mi memoria. Pero mi corazón late en positivo: todo lo que me ha pasado me parece humano. Incluso ante recuerdos negativos, tengo la costumbre de exclamar, quizás con ironía, aunque sin animosidad dañina, la expresión “¡qué divino!” o “¡realidades humanas!”.

Después de estos 25 años, hoy estoy más convencido que nunca de que la política es tan digna como cualquiera otra profesión si se ejerce con una profunda actitud de servicio a la ciudadanía.
                                                           Josu Legarreta