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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

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UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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jueves, 23 de mayo de 2013

ILUSTRE HERMANDAD VASCONGADA DE NUESTRA SEÑORA DE ARANTZAZU DE LIMA

Excelente acogida al documental "Emak bakia" en San Francisco; próximas paradas, Lima y Sydney

23/05/2013

El documental "Emak Bakia", dirigido por el pamplonés Oskar Alegria, está llevando a cabo un exitoso recorrido internacional. Las proyecciones más recientes han tenido lugar en California; primero, en el marco del San Francisco International Film Festival; y después, en el Basque Cultural Center de la ciudad. El documental cuenta un viaje en busca de una misteriosa casa en Lapurdi. El director se mostró encantado con la presencia de numerosos vascos de Iparralde en el BCC.

San Francisco, EEUU. El documental "Emak Bakia" ha visitado este mes tierras californianas; primero, participando en el San Francisco International Film Festival, y después en una proyección especial en el Basque Cultural Center. En ambas ocasiones, la película ha tenido una gran acogida, según explicado el propio Oskar Alegria a EuskalKultura.com.

El film se exhibió en tres ocasiones en el San Francisco International Film Festival, los días 4, 5 y 6 de mayo. Su director, Oskar Alegria, estuvo presente en las proyecciones, en las que llenó la sala, y los posteriores coloquios llegaron a durar más de 40 minutos. En palabras de Alegria, la recepción ha sido "tremenda", y algunos espectadores llegaron a verla dos y hasta tres veces. Uno de estos últimos fue un crítico de cine estadounidense, con el que Alegría planea colaborar para organizar un Festival de Cine Vasco en la ciudad de Boise.

Desde San Francisco, la película pasó a Vancouver, Canadá, donde participó en el DOXA Documentary Film Festival. De allí de vuelta a San Francisco, donde el 17 de mayo tuvo lugar una proyección especial en el Basque Cultural Center. La sala se llenó de espectadores, entre los que hubo muchos vascos de Iparralde, para alegría del director.

La sesión comenzó con una charla sobre cine vasco, de la mano de Marisa Espinal, integrante de la asociación Basque Educational Organization. Tras la proyección de la película Alegría habló largo y tendido con los espectadores, comentando los detalles de este peculiar documental que está cautivando al público y a la crítica.

Las próximas proyecciones serán:
30 de mayo - 8 de junio: Podgorica-Montenegro / Underhillfest.
3, 4, 5 y 6 de junio: Lima / Festival FIACID.
10 y 15 de junio: Sydney / Sydney International Film Festival.


En el centro, con el video en la mano, Oskar Alegria, acompañado por los miembros del Basque Educational Organization Leon Sorhondo, Philippe Acheritogaray, Marisa Espinal, Yvonne Hauscarriague y Nicole Sorhondo (foto SFBCC)



Fuente:
Euskalkultura.com

CENTENARIO PASIONISTA DEL PERU




Cien años de fructífera labor en beneficio de los más necesitados celebramos la congregación Pasionista en el Perú realizando una intensa labor misionera y educativa.
Esta importante labor la iniciamos en la Amazonía peruana, cuando el 17 de mayo de 1913 arribamos a Tarapoto los primeros misioneros Pasionistas llevados por el carisma del servicio a las personas que más necesitan de Dios.
En el Perú los Pasionistas estamos presentes desde los primeros años del siglo XX en la Amazonía, misión que llevamos desde hace un siglo de intensa labor con el compromiso trazado por nuestro fundador San Pablo de la Cruz, "ir a lugares a donde otros aún no llegan."
Los Pasionistas llegamos en 1913, partiendo del puerto de Bilbao, España, hacia la Amazonía peruana, invitados por el Obispo de Chachapoyas, monseñor Emilio Lissón para adentrarnos en territorios desconocidos.
Desde esa fecha hemos realizado una significativa obra evangelizadora por medio de Dios e incluso no dudamos en utilizar los medios de comunicación para llevar la palabra de Dios.
Escuchamos en voz de monseñor Miguel Irizar, obispo emérito del Callao, este video sobre nuestra presencia en la amazonia y la capital del Perú.

Fuente:
Congregacion Pasionista del Perú 

miércoles, 22 de mayo de 2013

ILUSTRE HERMANDAD VASCONGADA DE NUESTRA SEÑORA DE ARANTZAZU DE LIMA


Martha GONZÁLEZ ZALDUA

De Loyola nos ha llegado una gracia. Un Papa y un Papa argentino. Quien fuera Monseñor Bergoglio, Arzobispo de la ciudad de Buenos Aires y Cardenal Primado de la Argentina, es hoy Francisco.
Asombro, orgullo, alegría. Emociones que se sucedieron y se suceden ante este Papa que muestra una conducta poco convencional.
Quienes tuvimos oportunidad de conocer su ministerio en Buenos Aires sabemos que Francisco es hoy lo que siempre fue: un hombre de fe, de paz y de concordia. Y como tal ha sido recibido sin distinción de credos, razas o nacionalidades.
Todos los gestos que hoy sorprenden son en él costumbre. Caminar por las calles de la ciudad, viajar en transporte público, contactarse con la gente, recorrer los asentamientos de gente de bajos recursos llevando su palabra evangelizadora.
De muy firmes principios y con un agudo sentido de la política, su sólida formación le permitió ejercer entre nosotros su labor, con una calidad y calidez poco usual.
Hoy, en Roma, imaginamos que deberá enfrentar problemas mucho más complicados y abarcativos de los que enfrentó aquí. Como Ignacio, fundador de su Orden, se ha puesto en camino. Deja su casa y su país y comienza su etapa de peregrino. Un andar que si bien lo lleva a lo más alto de la jerarquía de la Iglesia, lo expondrá como a todo peregrino, a un sinnúmero de dificultades.
Francisco proviene de aquellos “amigos en el Señor” que se reunieron en una capilla de París, en Montmatre un 15 de agosto de 1534, para ponerse al servicio de la Iglesia. Hoy, es él quien la representa.
Y como Ignacio lo fue en su tiempo, Francisco es un soplo renovador en una institución que necesita de la frescura de lo nuevo, de lo sencillo, de lo común. Ambos tenían un objetivo común, servir.
En la misa del Jueves Santo del 21 de abril de 2011 en Buenos Aires, decía: El que pueda, el que tenga autoridad, úsela para servir: todo lo demás no vale. Y lo vuelve a repetir ya como Francisco el 19 de marzo pasado en la Misa de Inicio de su Pontificado: Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio.
La sencillez de sus actos, la honestidad de su pensamiento, nos permiten abrirnos a la esperanza.

Fuente:
Euskonews 

martes, 21 de mayo de 2013

ILUSTRE HERMANDAD VASCONGADA DE NUESTRA SEÑORA DE ARANTZAZU DE LIMA



Historia de los vascos en el descubrimiento, conquista y civilización de América [recensiones]
Ricardo Beltrán y Rózpide

  —100→ 
Designado para informar, á los efectos del art. 1.º del Real decreto de 1.º de Junio de 1900, acerca de la obra en tres volúmenes, de D. Segundo de Ispizua, titulada Historia de los vascos en el descubrimiento, conquista y civilización de América, tengo el honor de presentar el siguiente proyecto de dictamen:
Precede á la obra del Sr. Ispizua un breve prólogo, en el que el autor nos dice que la causa que motivó la aparición de su libro fué un certamen abierto por el Círculo de Estudios Vascos, de Bilbao, que ofrecía un premio al mejor trabajo sobre la historia de los vascos en el descubrimiento, conquista y civilización de América.
El Sr. Ispizua, que ha residido durante muchos años en América, conocía en parte la historia de aquellas nacionalidades, su topografía y algo de sus razas primitivas, y por lo mismo podía formar juicio exacto del cúmulo inmenso de dificultades de todo género con que debieron luchar aquellos héroes que sometieron tan vastos territorios á la Corona de Castilla: «No hay hazaña, exclama, igual á ésta en los anales del mundo.»
Señalar la parte que entre estos héroes corresponde á los españoles de las tres provincias vascas, no sólo en el descubrimiento y conquista, sino también en la población, colonización y civilización de América, había de ser el objeto de la obra anunciada á concurso, la cual no debía exceder de un volumen de 300 páginas en octavo. El autor no pudo encerrarse dentro de estos límites; como se ha dicho, ha escrito tres tomos, y la obra aun está sin terminar.
Ha contribuido á la mayor extensión del trabajo el propósito del autor de resumir toda la historia de América, propósito bien justificado, porque era punto menos que imposible tratar de la   —101→   acción de los vascos en el Nuevo Mundo sin mencionar á los demás españoles, ya que todos en común participaron en las hazañas bélicas y en las nobles y gloriosas empresas de civilización que realizó España en América.
La vida y escritos de Cristóbal Colón, sus ideas geográficas y la cuestión referente al primer descubridor de América son las materias que forman el contenido de los dos primeros capítulos del tomo I. En ellos estúdiase, entre otros interesantes temas, el de la influencia que las ideas ó proyectos de Toscanelli y las noticias, tradiciones ó leyendas de anteriores descubrimientos pudieron ejercer en las decisiones de Colón.
Dichas ideas y noticias, más que las razones científicas, parece que fueron los motivos que impulsaron á Colón á efectuar el descubrimiento. Apoyado en citas y pasajes del P. Las Casas, del inca Garcilaso, del P. Acosta, de Gomara, Oviedo, Juan de Victoria, etc., el Sr. Ispizua da mucho valor á la historia de la nao vizcaína que trajo noticias de las Indias occidentales y el piloto vizcaíno (andaluz ó portugués, según otros) que comunicó á Colón la existencia del Nuevo Mundo.
Prescindiendo de los juicios que estos datos puedan sugerir, el hecho es que una vez más se hace valer la existencia de conocimientos anteriores de tierras occidentales, vagamente esparcidos por el mediodía de Europa, entre los navegantes y cosmógrafos hispanos, conocimientos reforzados con los procedentes de marinos y mercaderes de las repúblicas italianas, y que contribuyeron muy principalmente á que el argonauta cristiano de que nos habla el P. Henao, es decir, Cristóbal Colón, resolviera llevar á cabo la arriesgada empresa que dió por resultado el descubrimiento por España de las Indias occidentales.
Para el objeto de este Informe, en el que no hay que perder de vista la finalidad de la obra sobre que recae, lo que importa es consignar que desde el momento mismo en que se procura inquirir los antecedentes de la empresa de Colón, aparece ya el vasco, acaso el vizcaíno de Terranova de que nos habla el norteamericano Potlewayt, citado por Fernández Duro.
En los capítulos que siguen se trata de los vascos que tomaron   —102→   parte en los viajes de Colón y en los primeros reconocimientos y conquista de tierras; de la nao Santa María, gallega según unos, vasca según otros; de la vizcaína de Juan de la Cosa, contra el parecer de muy doctos individuos de esta Corporación que le dan por cuna la villa de Santoña; de la escuadra que en 1506 mandó el rey que se hiciera en Vizcaya para descubrir la Especiería; del régimen colonial en América, de la vida en las Colonias y de los primeros pobladores españoles de la América continental, señalando especialmente la participación que el elemento vasco tuvo en la vida y desarrollo de estas primitivas poblaciones.
El triste fin del desgraciado Nicuesa, víctima de la mala voluntad de los vascos, da motivo al Sr. Ispizua para censurar severamente la conducta de aquéllos, que tan inhumanamente procedieron, y para hacer notar el apoyo que en América se prestaban mutuamente, agrupándose en bandos ó partidos contra los demás colonos que no eran de su raza y de su lengua. Al leer estos párrafos del Sr. Ispizua no puede menos de recordarse el curioso documento que con el título de Castellanos y Vascongados publicó, con eruditas notas y ediciones, el Sr. Z. (D. Justo Zaragoza ?), en 1876, esto es, el «Tratado breve de una disputa y diferencia que hubo entre dos amigos, el uno castellano, de Burgos, y el otro vascongado, en la villa de Potosí, reino del Perú», en aquel tiempo en que «por juicios de Dios Nuestro Señor, pecados del pueblo, insolencias y demasías escandalosas, permitió la divina justicia y Providencia que hubiese unas civiles guerras, de castellanos españoles contra vascongados españoles».
Los últimos capítulos del tomo I están dedicados á resumir otras grandes empresas de los españoles en el hemisferio occidental: el descubrimiento del Océano Pacífico, la expedición de Magallanes, el viaje de circunnavegación de Elcano y las posteriores expediciones á la Oceanía. La nave que en 1522 capitaneaba un vasco fué la primera que dió la vuelta al mundo, y cañones vascos, construidos en Bilbao, fueron los primeros que saludaron, con pólvora fabricada en Fuenterrabía, al Océano Pacífico,   —103→   á las inmensas aguas de otro mundo, también descubierto por España: la Oceanía.
Con el tomo II prosigue la historia de los vascos en América, referida al descubrimiento, conquista y civilización de Méjico, Nuevo Méjico, Filipinas y Centroamérica, tratando extensamente de la obra civilizadora de Fray Juan de Zumárraga, de las empresas de Urdaneta y Legazpi y de las glorias marítimas de los vascos en la exploración del Pacífico.
Conserva la obra el carácter de resumen de historia de las Indias españolas, con ampliaciones y más novedades en datos, comentarios y juicios en cuanto se refiere á los vascos, siendo muy de aplaudir el empeño que pone el Sr. Ispizua, en cuanto á fuentes, de atenerse preferentemente á los autores que escribieron sobre sucesos en que habían tomado parte, y á falta de ellos, á las obras que gozan de buen crédito ante la crítica histórica.
Pero en el tomo III se ve que el Sr. Ispizua, disponiendo ya de mayor suma de materiales históricos, emprende nuevo rumbo con horizontes más vastos. Dicho volumen, publicado en este mismo año de 1917, se titula Los Vascos en América, y tiene como subtítulo el de Historia de América, es decir, que perseverando en su propósito de escoger y, narrar los hechos relativos á la acción de los vascos en el Nuevo Mundo, pretende que sea su obra una nueva historia de América. «Ya este volumen -nos dice en el prólogo- es una historia, los anteriores sólo contenían fragmentos.»
Y en efecto, es este tomo III, dividido en dos libros, la «Historia de la conquista y colonización de Panamá» y la «Historia del descubrimiento y conquista del Perú».
Basta leer el texto y las notas del capítulo primero del primer libro para comprender la escrupulosidad y conciencia con que el Sr. Ispizua trata la materia histórica, utilizando fuentes de toda época, desde los documentos de los primeros años del siglo XVI hasta lo más moderno, como el estudio del Sr. Altolaguirre sobre Vasco Núñez de Balboa que, según aquél, anula las famosas vidas del célebre descubridor, escritas por Quintana y Washington   —104→   Irving, y sirve de consuelo porque demuestra cómo se va aclarando nuestra historia en América.
Según se ve, el Sr. Ispizua vuelve á tratar de hechos á que ya se refirió en los tomos anteriores, y lo hace así porque dispone ahora de nuevos materiales históricos y ha querido suplir las deficiencias que notó en aquéllos. Bien lo consigue, ciertamente, en los capítulos dedicados al estudio de las épocas criminosas de la historia de América, de la primitiva emigración vasca á las Indias, del estado de Panamá en los siglos XVI y XVII y de las exploraciones en el Pacífico.
La historia del vasco Pascual de Andagoya, iniciador de los proyectos de Canal interoceánico y á quien Jiménez de la Espada tiene por el verdadero descubridor del Perú, sirve al Sr. Ispizua como transición para pasar de la historia de Panamá á la historia del descubrimiento y conquista del Perú, en la que da cuenta de los acontecimientos más memorables, intercalando en la narración los nombres de los vascos que en dicha historia figuran.
En los primeros capítulos relata la audaz y afortunada empresa de Pizarro, que con un puñado de hombres logró conquistar un extenso y riquísimo imperio, poblado por muchos miles de seres humanos. Los restantes contienen la historia, siempre bien documentada, de la fundación de ciudades, de la rivalidad entre pizarristas y almagristas, los más de estos vizcaínos, y de las guerras civiles, procurando el autor vencer las dificultades que ofrece la contradicción en que incurren cronistas contemporáneos que falsean la verdad y tergiversan los hechos.
En el último párrafo del tomo dice el Sr. Ispizua que aun queda mucho que contar sobre el Perú, y anuncia que serán objeto del próximo volumen las expediciones amazónicas, un estudio del legendario aventurero Lope de Aguirre y la colonización en el Perú. En otro lugar del tomo III nos dice el autor que en el IV habrá de ocuparse en la Marina vasca con relación á América.
Punto es este último de excepcional interés sobre el cual muy poco ó nada nuevo se ha dicho, como no sea el Sr. D. Cesáreo Fernández Duro, después de la conferencia que él mismo dió en   —105→   la Sociedad Geográfica de Madrid el día 29 de Noviembre de 1881, refiriéndose á la Memoria que acerca del descubrimiento de América por los vascongados había presentado en el IV Congreso internacional de Americanistas.
Expuesta esta sumaria noticia y breve juicio del trabajo que ha realizado el Sr. Ispizua, procede ya consignar que, en opinión del académico que suscribe, los tres volúmenes referentes á la historia de los vascos en América merecen el dictamen favorable que determina el Real decreto de 23 de Junio de 1899, no sólo por ser una obra de mérito relevante, sino porque la ayuda con que el Estado pueda favorecer al autor habrá de contribuir á que éste la continúe y termine con la publicación de los volúmenes que faltan.
La Academia, no obstante, resolverá lo que estime más acertado.

Madrid, 17 de Mayo 1917.

Fuente:
Fondo Editorial Revista Oiga
Ilustre Hermandad Vascongada de Nuestra Señora de Arantzazu de Lima
Ilustre Cofradía Vascongada de Nuestra Señora de Arantzazu de Perú

ILUSTRE HERMANDAD VASCONGADA DE NUESTRA SEÑORA DE ARANTZAZU DE LIMA

El Misionerismo y la presencia religiosa vasca en América (1931-1940): Dificultades y emigraciones forzosas
Óscar Álvarez Gila

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0. Introducción
El decenio que abarca, de una manera aproximada, los años 30 del presente siglo, va a suponer una dislocación en el proceso constante y constantemente ascendente que la presencia religiosa vasca en Hispanoamérica, y en general en otros continentes, estaba experimentando desde 1880.
La segunda Guerra Carlista marcó, de hecho, el final de las grandes ofensivas anticlericales del siglo XIX, materializadas de manera especial en las dos exclaustraciones vividas en 1835 y 1868. Algunos de los religiosos (y sacerdotes) más decididamente carlistas marcharon a América; los que se quedaron, a pesar de algunas reticencias iniciales para permitir la apertura de conventos «en el norte», pronto pudieron volver a la normalidad de la vida religiosa regular en el País Vasco.
A partir de ese momento, las órdenes religiosas conocieron medio siglo de relaciones más que aceptables entre la Iglesia y el nuevo régimen de la Restauración. Esta pax romana les permitió, no sólo su recomposición y desarrollo por España, sino también realizar el que para muchas de ellas era su primer salto ultramarino y establecimiento en los diversos países americanos de habla hispana. Si en 1880 tenemos allí localizados una cifra de 100 religiosos vascos, para 1900 ya eran 403, 756 en 1920 y 913 en 19191.
En 1931 se produce un corte en la regularidad del envío existente hasta ese momento. Desde ese año, y hasta 1940, la presencia religiosa vasca en América va a experimentar momentos de un gran auge, por una afluencia masiva de personal desde Europa, separados por años de práctica congelación en los envíos a destinos ultramarinos.
El primero de los momentos corresponde a un problema general a toda España, el temor que produce en ciertos sectores de la Iglesia la llegada de la Segunda República. El otro, en cambio, es un hecho específicamente vasco, y que afecta además sólo a un determinado sector de su clero: la situación del llamado «clero vasco»2, en especial tras la toma de Bilbao en junio de 1937, en plena Guerra Civil.


  —2→ 
1. El primer momento. Mayo-diciembre, 1931
Casi desde el mismo momento en que se proclamó, el 14 de mayo de 1931, la Segunda República, la Iglesia católica española (entendida como su jerarquía) dejó patente su desconfianza hacia el nuevo régimen.
Sin haberse llegado a una simbiosis oficial, era un hecho que Iglesia y Estado habían logrado una entente, plenamente satisfactoria para ambas, durante los años de la Restauración borbónica. Es muy significativo que esta jerarquía no pronunciase su público acatamiento al nuevo poder, hasta que así se le ordenase expresamente desde el Vaticano3; el decreto de libertad religiosa, que sancionaba la aconfesionalidad y el librecultismo de la nueva República y desplazaba a la Iglesia católica de su anterior posición de primacía, no hizo sino acrecentar la prevención eclesiástica. Las quemas de conventos, el victimismo encarnado en la huida del cardenal Segura, la confusión entre política y religión en medios católicos y no católicos, eran otros tantos signos de un desentendimiento cuyo máximo exponente sería la primera expulsión del obispo de Vitoria, el integrista y monárquico Mateo Múgica, al exilio francés.

1.1. Dificultades para el misionerismo vasco

Es el movimiento misional diocesano uno de los aspectos en los que se puede observar de forma más directa los efectos de esta nueva y difícil situación en la vida de la Iglesia vasca, y más concretamente de los aspectos no directamente relacionados con las tan estudiadas jerarquías.
El periodo 1918-1930 había sido los años dorados de la propaganda misional en España. Las misiones se habían convertido en el «gran tema» en el que convergían gran parte de las actividades de la Iglesia española. Surgieron durante esos años diferentes asociaciones, colectas y otras muchas iniciativas con el denominador común de informar sobre y recaudar apoyo para las misiones católicas.
Nos encontramos ante un movimiento que se hallaba en gran medida encabezado por vascos. En el triángulo Vitoria-Pamplona-Burgos surgieron y tuvieron sus primeras sedes centrales españolas las tres grandes asociaciones propagandísticas católicas, las Organizaciones Misionales Pontificias4. Las diócesis de Vitoria y Pamplona pugnaban por el primer puesto de toda España en sus recaudaciones misionales.
En Vitoria, además, la creación en 1922 de un «Secretariado de Misiones»5, cuyo fin era constituirse en el centro activo de la propaganda misional por la diócesis, supuso un hecho clave. Al año siguiente las recaudaciones se doblaron: se organizaron   —3→   «días misionales» (a los que acudían propagandistas preparados por el secretariado) y dos grandes semanas en Bilbao y San Sebastián.
Entre los primeros colaboradores del secretariado, y que en 1926 pasaría a ser su director, se hallaba el sacerdote José de Ariztimuño. Su trabajo en este organismo le llevó, además de a implantar progresivamente el modelo de propaganda parroquial que había observado en Italia, a dirigir y escribir periódicamente para su revista Gure Mixiolaria / Nuestro Misionero. Estrictamente bilingüe, fue en ella donde comenzó Ariztimuño a escribir en vasco, animado por Manuel de Lekuona (encargado de la traducción euskérica de los artículos) y a utilizar el sobrenombre por el que es conocido, Aitzol.
Aitzol abandona el secretariado a inicios de la década de los treinta, para dedicarse más de lleno a otras actividades, entre ellas la literatura vasca para la que ha sido ganado. Desde Gure Mixiolaria, realizando un resumen de los diez años precedentes, se rezumaba optimismo para el futuro: «No dudamos que la década que empezamos ha de ser verdaderamente consoladora para [...] salvación de los pobres sin fe»6.
No fue así. Por una parte, las recaudaciones iniciaron un rápido descenso, en buena medida debido a la crisis económica. Pero más gravedad revistieron las cortapisas que la nueva situación política ponía al tradicional modo de hacerse la propaganda misional. La imposibilidad de celebrar los anteriores y multitudinarios actos públicos cerró todo camino a los alardes en los que se habían basado los «días» y «semanas» misionales. En 1931, la asamblea de propagandistas de Vitoria recomendaba que «allí donde no convenga o no sea posible la procesión misional, se organice una velada u otro acto público, interesando en su celebración al mayor número de personas posibles»7. Los días habían quedado reducidos a «sermones, pláticas y conferencias»8.
Cuando en marzo de 1933 se pudieron reanudar las semanas misionales, en San Sebastián, eran evidentes los cambios producidos respecto a la última celebración. Seguía presentando los actos puramente religiosos, como triduos o misas, y las conferencias y veladas teatrales en el Gran Kursaal; pero ya no había actos callejeros, ni se contaba con la participación de las autoridades civiles.



1.2. Las primeras emigraciones forzosas

El estado de prevención originado entre los religiosos por todas estas dificultades, vino a culminar en alarma tras la aprobación de la Constitución, en noviembre de 1931.
  —4→ 
No sólo se declaraba, en su artículo 26, la absoluta separación entre Iglesias y Estado. Se añadía además una cláusula, que no era sino un ataque directo a la Compañía de Jesús:
Quedan disueltas aquellas Órdenes religiosas que estatutariamente impongan, además de los tres votos canónicos, otro especial de obediencia a una autoridad distinta de la legítima del Estado. Sus bienes serán nacionalizados y afectados a fines benéficos y docentes.


Siguiendo el mandato constitucional, el 24 de enero de 1932 la Gaceta de Madrid publicaba la orden de disolución de la Compañía.
Esta disolución nunca fue continuada por decreto exclaustrador general alguno. Su fin era servir de equilibrio entre los más radicales, a los que se contentaba actuando con firmeza contra la tradicional «bestia negra» católica, y el pragmatismo que desaconsejaba realizar cualquier acto que pudiera descalificar a la joven república.
Sin embargo, sí provocó en el resto de las órdenes el convencimiento de que tal medida exclaustradora podría ser tomada en cualquier momento. El mismo artículo 26 dejaba abierta la posibilidad de disolución de una congregación religiosa de manera discrecional por el Estado. Como escribía el provincial franciscano de Cantabria a su correspondiente de la provincia francesa de Saint-Denis:
C'est avec une confiance franciscaine que je m'adresse a Vous, pour vous proposer une question que me préoccupe. Vous étés au courant des événements politiques de l'Espagne et quand la loi d'Assotiations soi publié peut être nous serons au risque d'être exilés9.


La reacción fue la búsqueda, en un plazo corto de tiempo, de refugios en el extranjero, para el caso de que ocurriera tal eventualidad y hubieran de partir al exilio, como ya lo habían hecho los jesuitas a Bélgica. Los países preferidos para esto eran los europeos, especialmente la vecina Francia; la cercanía a España era considerada como la principal de las características exigibles al posible refugio, por lo que parece que en ningún momento se planteó un exilio definitivo, sino una simple marcha con la mirada puesta en la vuelta a España.
Las gestiones no se hicieron esperar. Hubo algunos casos en los que se contactó con las provincias francesas de cada orden religiosa, como los antes mencionados franciscanos de Cantabria:
C'est pour quoi en cas de cet évenement malheureux, je me permets vous demander, si vous sériez prêt a admettre dans les couvents de votre Province Seraphique quelques Pères et Frères [...]10.


Sin embargo, en prácticamente todos los casos se optó finalmente por establecer una residencia propia, en el caso vasco por lo general localizada en el País Vasco francés, o a lo sumo en la Aquitania, en un arco de Burdeos a Pau. Así, los franciscanos vascos acaban instalándose en Saint-Palais, en la Baja Navarra;   —5→   los carmelitas de la provincia de «San Joaquín de Navarra» en Dax y Agen; los pasionistas, cuya curia radicaba en Deusto, en el pueblo labortano de Ascain, a escasos kilómetros de la frontera guipuzcoana. Sólo los agustinos recoletos, entre cuyas filas eran muy numerosos los navarros de la Ribera, prefieren establecerse en Inglaterra11.
Sin embargo, y antes incluso de que comenzaran a hacerse estas gestiones, las jerarquías de las órdenes religiosas ya habían realizado, de un modo inmediato en el mismo 1931, el traspaso de ciertos de sus miembros más «débiles» al extranjero: su personal en formación. El movimiento es de tal magnitud, que en tan sólo tres meses el Secretariado de Misiones de Vitoria contabiliza la partida de alrededor de cincuenta religiosos de ambos sexos a misiones en general, de los cuales significativamente destaca que «envían de todo, desde misioneros ya formados hasta jóvenes coristas»12; lo cual indica el carácter anormal del envío de estos últimos.
El destino preferente de estos religiosos es América: es el único lugar donde las órdenes religiosas, por lo general, tienen casas formadas propias (es decir, dependientes de los mismos superiores que en España). Es, por lo tanto, donde más rápido acomodo pueden encontrar los neoprofesos y coristas, y donde con más garantías van a poder continuar su proceso de formación sin excesivas rupturas.
Como se observa en el cuadro número 1, los religiosos vascos presentes en Hispanoamérica aumentan, de finales de 1930 a finales de 1932, en 76 (cuando la media de los años precedentes, que pueden ser considerados todavía dentro del boom que esta presencia vive desde 1918, es de 15 anuales). El mismo año 1931 conoce la mayor cifra de primeros envíos a América13 de todo el periodo 1820-1960, 86 religiosos, de los cuales nada menos que 39 son coristas.
Cuadro n.º 1: Número de religiosos vascos presentes en Hispanoamérica. Elaboración propia.
AÑO-NÚMERO-AÑO-NÚMERO
1930-0924-1936-1000
1931-0980-1937-1006
1932-1000-1938-1037
1933-0996-1939-1047
1934-1003-1940-1061
1935-1000             
Así, los carmelitas descalzos vascos envían sus estudiantes a los conventos que poseían, desde 1899 y 1911 en Chile, Perú y   —6→   Colombia14, en clara contradicción con su práctica habitual hasta ese momento, que consistía en enviar sus misioneros jóvenes sólo (e inmediatamente) después de haber sido ordenados.
Los agustinos recoletos de la provincia de San Nicolás de Tolentino o «Filipina», con curia en Marcilla (Navarra), llegan a realizar un envío a su misión venezolana, inaugurada en 1898, compuesto por un sacerdote y sus diez alumnos coristas, de ellos cuatro navarros.
Sólo los jesuitas, por razones obvias, envían a ese mismo país una mayoría de personal ya formado.

1.3. Compás de espera

Los cuatro años siguientes supusieron, para la presencia religiosa vasca en América, la primera paralización de su ritmo ascendente. Por primera vez desde 1840, se producían sendos saldos negativos, en 1933 y 1935 (cuadro n.º 1). A mediados de 1936 encontramos en Hispanoamérica no sólo el mismo número de misioneros vascos que había cinco años antes, sino que además éstos eran prácticamente las mismas personas. Todo el proceso de envío y vuelta de las casas americanas a las europeas, si no se había paralizado, por lo menos sí que había sufrido una ralentización.
La nueva situación política, pero sobre todo la ofensiva que ante ella lanzó la Iglesia, y que necesitaba del concurso de todas las fuerzas católicas, fue posiblemente el principal de los factores que hizo que se retuvieran a este lado del océano a los que, en condiciones normales, hubieran acabado ocupando destinos en América.





2. El segundo momento. Julio, 1936-enero, 1940

2.1. El «clero vasco» tras la Guerra Civil

Una de las más importantes diferencias entre las generaciones de eclesiásticos (especialmente las más jóvenes) que componían el cuerpo religioso vasco en 1936, y sus inmediatas antecesoras se hallaba en la política. El nacionalismo iba ganando terreno en estos sectores del clero, en detrimento de la atracción afectiva que aún sentía la generación anterior por carlismo e integrismo15, como era el caso del obispo Mateo Múgica.
La relación entre este filonacionalismo clerical y las jerarquías se estableció, por lo general, a caballo entre la represión y el pragmatismo, con tendencia a incidir en lo primero16. La   —7→   misma jerarquía que admitía la participación de sacerdotes en actos políticos carlistas o tradicionalistas17, atacaba duramente, bajo la acusación genérica de hacer política, a los que mostraban simpatías nacionalistas.
Dentro de las mismas órdenes religiosas, llegaron instrucciones tendentes a cortar los brotes que pudieran haber surgido. En 1933, el general franciscano en Roma envió instrucciones al provincial de Cantabria al respecto:
[...] han llegado a la Santa Sede quejas contra algunos religiosos que, atendiendo a intereses personales y regionales, desoyen la voz y los mandatos de los Prelados diocesanos que procuran la unión de todos los Católicos a fin de conseguir el triunfo de la causa católica [...]. Por lo mismo exhorto y mando a todos nuestros religiosos, Superiores y súbditos, que depongan todas las afecciones particulares de partido y de región [...]18.


En esta situación, llegó a considerarse dentro de dichas «afecciones de región» cualquier participación activa en el desarrollo de la cultura o la lengua vasca. Incluso la predicación en euskera, impuesta por la simple necesidad de hacer entender el mensaje cristiano al pueblo que se quería adoctrinar, podía tomarse como un signo de apoyo a las tesis separatistas. Reaparecían los fantasmas que había lanzado el abad de La Calzada, en su protesta contra la creación de la diócesis de Vitoria en 186219: el hecho de establecerse en el Seminario vitoriano unas clases de antropología (a cargo de José Miguel de Barandiarán), unido a las exiguas clases de vasco que ya se impartían, hizo que se recibieran denuncias sobre la infiltración del nacionalismo en el centro20. Y el mismo Secretariado de Misiones vitoriano fue objeto de parecidas acusaciones.
La Guerra Civil, y sobre todo la conquista, en 1937, del último territorio vasco por las tropas insurrectas, van a suponer el inicio de una persecución sistemática contra estos sectores del clero. No sólo afectó a los que realmente defendían ideas nacionalistas de palabra u obra, sino también a aquellos que no habían apoyado incondicionalmente el alzamiento desde su inicio, culpables por omisión. Y no hay que olvidar que, por otro lado, fueron muchos los sacerdotes y religiosos que colaboraron con el nuevo régimen.
Aunque en los primeros días de la guerra, los obispos de Vitoria y Pamplona sólo condenaban la «alianza antinatural entre católicos y enemigos de la religión»21, tras la toma de Bilbao es el propio ideario nacionalista el que recibe los ataques:
Para siempre (todo hay que decirlo) desaparecerá también de nuestra tierra ese clérigo secular, o regular, que daba durante los últimos años el lamentable espectáculo de la traición a la Patria desde las gradas sacrosantas del altar o   —8→   desde las alturas doctorales del púlpito. La gran vergüenza del clero separatista, ese también se acabó para siempre22.


Se ha publicado mucho sobre la depuración que se realizó entonces contra el clero secular, tanto en la diócesis de Vitoria como en la de Pamplona. Tras la alarma de los primeros fusilamientos de sacerdotes, en Vitoria la represión quedó confiada a las manos eclesiásticas del «hombre que hablaría de Dios hablando de España», el administrador apostólico Javier Lauzurica. Mateo Múgica, nuevamente, había partido al exilio. En Navarra se dieron casos de confinamientos, sanciones e incluso algún fusilamiento23.
Se incoaron procesos canónicos, alejando de los cargos de responsabilidad a las personas que no habían demostrado claramente una consonancia con los ideales de la cruzada. Más de 800 sacerdotes sufrieron algún tipo de represión24.
Pero también en el clero regular se dieron denuncias25; las curias de las diversas provincias vieron cómo eran relegados de cargos de responsabilidad los más sospechosos:
Puedo afirmar que Padres muy dignos fueron excluidos de cargos de importancia, porque la prudencia exigía en las actuales circunstancias su exclusión por parecer inclinados a la política vasquista, que tampoco debe confundirse con el separatismo26.


Incluso se intentó hacer desaparecer alguna de las provincias vascas ya formadas. Entre los pasionistas, se propuso «la simple anexión de las casas de Bilbao, Irún, Angosto y Tafalla a la provincia de Castilla, dejando para la Provincia del Norte tan sólo las casas de Gabiria y Villarreal de Urrechu»27.



2.2. El exilio: modos, vías

A pesar de todo, la medida que afectó a más personas fue el alejamiento, forzado o aconsejado, del País Vasco. Existían ya antecedentes de haber utilizado este recurso al extrañamiento, en concreto a las misiones de Hispanoamérica, de religiosos sospechosos de nacionalismo vasco; así había ocurrido entre los capuchinos de Navarra-Cantabria-Aragón hacia los años 1910-191528.
  —9→ 
Hubo algunos casos en los que es la propia autoridad pública la que ordena toda una serie de deportaciones, confinamientos e incluso encarcelamientos de religiosos, lejos de Euskalerria. Ya al poco de tomar Guipúzcoa, los jefes militares habían dictado algunas expulsiones de la provincia29; lo propio hará el mando militar competente al ocupar Bilbao30. En Navarra la comandancia de Pamplona contaba con listas de aquellos que debían ir al destierro, entre ellos el provincial de los escolapios31.
Pero, en otros muchos casos, fue la prudencia la que aconsejó estos alejamientos. Y en este caso, no bastaba con salir a regiones españolas más o menos alejadas del País Vasco. Como se quejaba Mateo Múgica, respecto a los sacerdotes diocesanos de Vitoria:
[...] unos antes y otros después, salieron muchos de mis sacerdotes al extranjero, o a otras diócesis de España [...] huyeron a Inglaterra, a Bélgica, a Francia, a las Américas32.


Y en aquellas órdenes con una presencia misionera en otro continente, el dar destino para esos lugares a los más implicados era una solución, convertida en la casi única posible después de que los conventos franceses hubiesen dejado de ser seguros, tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial33. Nuevamente, América se convertía en un lugar de refugio para los exiliados, como señalaba el provincial franciscano de Cantabria, en 1939:
Por esta prudencia previsora, sin que ninguna autoridad ni civil ni militar nos obligara, destinamos en los primeros días de mi gobierno -agosto de 1937- a la Misiones de Cuba y del Paraguay a unos cuantos Religiosos, que en tiempos pasados se habían distinguido algo por sus aficiones políticas34.


No sólo los franciscanos aplicaron esta política de prudencia35. El provincial capuchino, además de dar obedientias simulatas36 a Chile y otras misiones, aprovechó la coyuntura para dar los primeros pasos en la creación del comisariato ecuatoriano,   —10→   intentando responder a las primeras peticiones de personal que desde Ecuador se le hacían, con religiosos residentes en el exilio de los conventos franceses, en 1938.
No obstante, el caso más espectacular fue el de los jesuitas. Aquellos que no serían bien recibidos en la nueva España no volvieron del exilio belga, y desde su refugio coyuntural de Europa dieron el salto definitivo a América37. Se produjo así un aumento notable de personal vasco en las residencias venezolanas; pero sobre todo en las centroamericanas. En los catálogos de esos años de la provincia de Castilla38 se puede comprobar el increíble aumento de personal que tiene la recién creada (1937) «viceprovincia Centroamericana». De los 17 jesuitas que había en 1937, se pasa al año siguiente a nada menos que 5539.
De esta manera, tras los años de paralización republicana antes mencionados, los tres últimos de la década van a conocer, aunque a menor escala que lo visto en 1931, un aumento de la presencia de religiosos vascos en Hispanoamérica (cfr. cuadro n.º 1). Este aumento se vuelve más significativo, al comprobar su carácter coyuntural por el hecho de ser un fenómeno aislado: los años siguientes se seguirá produciendo un estancamiento en la presencia, que no volverá a crecer hasta pasada una década.
Pero el aumento producido entre 1937 y 1940 también presenta diferencias cualitativas con la huida de 1931: se trata de una emigración de personal ya formado, y en muchos casos con una anterior experiencia americana. Encontramos numerosos misioneros que parten a América a una edad desacostumbrada, atendiendo a la manera de proceder anterior de las mismas órdenes religiosas.
En los capuchinos toda una serie de religiosos son enviados a Argentina o Chile veinte años más tarde que sus compañeros de generación40. La media de edad de los envíos de carmelitas descalzos a Chile se sitúa, entre 1937 y 1938, en alrededor de 48 años41. En ambas órdenes también observamos personas que, habiendo cumplido ya sus años misioneros, han de volver a cruzar el Atlántico.
Un caso singular va a ser el escolapio, en el que la persecución va a incidir de un modo especial. Quizá debido a la voluntad férrea que atribuye Julen Rentería a sus superiores42, el hecho es que en los primeros años de régimen franquista no enviaron a América a los religiosos considerados más peligrosos por las autoridades, aunque sí dejaron a muchos oscurecidos en cargos inferiores   —11→   a su capacidad, como simples maestros en los colegios de la orden. No será hasta los años cincuenta cuando saquen del ostracismo a tres de estos escolapios, que serán los que pongan las bases de la presencia de la provincia de Vasconia en Venezuela, Brasil y Japón43.



2.3. Diferenciaciones regionales y entre institutos

Esta última emigración forzosa que conoce el decenio, por su carácter selectivo, no va a afectar por igual a todas las órdenes, puesto que va a mostrar grandes diferencias atendiendo al lugar de nacimiento de los religiosos.
Desde 1820, es ésta la primera ocasión en la que la evolución general que se observa para el conjunto de Euskalerria no tiene un reflejo más o menos fiel en las evoluciones parciales de las diferentes provincias. Observando la variación de religiosos presentes en América (cuadro 2), entre 1935 y 1940, diferenciados por el origen geográfico, obtendremos las siguientes cifras:
Cuadro 2: Evolución del número de religiosos vascos en Hispanoamérica, de 1935 a 1940, por provincias44. Elaboración propia.
GUIPÚZCOA-VIZCAYA-ÁLAVA-NAVARRA
1935-256-197-107-426
1940-273-228-103          -425
Dos zonas se perfilan claramente: por una parte la Euskalerria costera, donde se experimenta en gran medida la situación ya descrita de persecución y huida; y por otra parte Navarra y Álava, con una situación más compleja, sobre todo en la primera de ellas.
Se pueden encontrar dos causas para explicar esta evidente singularización regional de las regiones del interior. Por una parte, el clero de ambas provincias estaba considerado menos sospechoso, e incluso más proclive a la colaboración. En Álava, y especialmente en Navarra, el apoyo al levantamiento estaba muy extendido, y en general su «clero diocesano fue el pilar de la insurrección»45.
La segunda causa reside en la falta de clero, que al menos tenemos comprobada en Navarra, motivada por los efectos de la guerra. El obispo de Pamplona, el baracaldés Marcelino Olaechea, en su pastoral sobre el día del Seminario de 1939, escribía:
  —12→ 
¡En Navarra escasean también los sacerdotes! y esa escasez durará años y será más intensa en los que vamos a vivir. Hemos tenido cerca de ochenta parroquias sin cura [...]46.


Dada esta situación de necesidad, un envío masivo de eclesiásticos al exterior corría el peligro de ser interpretado de un modo negativo. En este sentido, tenemos constatados incluso casos de sacerdotes diocesanos, que retornan en este momento tras una estancia americana. El ejemplo más destacado, por la relevancia que alcanzó a su vuelta, es paradójicamente un vizcaíno: Zacarías Vizcarra, residente desde 1912 en Buenos Aires, que pasa a ser nombrado nuevo director de la Unión Misional del Clero en España, el año 193847.
Navarra es, como hemos indicado, el caso más complejo. La aparente situación estacionaria que parecen indicar las cifras (cuadro n.º 2), oculta en realidad unas muy grandes divergencias entre las diferentes órdenes religiosas: mientras algunas ven aumentar espectacularmente su personal navarro en América en esos cinco años, otras experimentan un descenso de idénticas características, que llegan a neutralizarse mutuamente. Capuchinos y jesuitas fueron los que sufrieron el mayor exilio en Navarra, mientras que la orden agustina recoleta tenía en 1940 tres religiosos menos en América que diez años antes.
Esta diferenciación entre órdenes, a pesar de todo, sólo es atribuible al origen geográfico del que cada una de ellas extrae mayoritariamente sus vocaciones. Por ejemplo, los agustinos recoletos provienen fundamentalmente de pueblos del sur de la merindad de Olite, o de la de Tudela. Su descenso en número se halla así relacionado con el hecho de ser éste el único momento en el que los tradicionales focos misioneros navarros (Pamplona y la ribera de Tudela) ceden su puesto a otras zonas, que nunca habían destacado ni destacarían después en este aspecto, por ejemplo al valle del río Araquil, o al de Larraun (mapa n.º 1)48.



2.4. Una emigración vasquista

La característica diferencial de esta emigración forzada, es que se trata de un grupo de religiosos unidos, además de por la religión, por una vinculación especial y activa hacia Euskalerria y lo vasco; ya fuera desde unos planteamientos culturales, ya fuera desde una ideología nacionalista. Los núcleos que se van a formar en los diversos países sudamericanos donde finalmente se instalen, van a reflejar esta vinculación.
  —13→ 
En el campo estrictamente cultural, se puede afirmar que fue el de estos religiosos uno de los grupos más activos, especialmente en los primeros años y en el terreno específico de la lengua vasca y todo lo relacionado con ella.
Nombres más o menos conocidos se distribuyen por todo el continente. En Cuba encontramos a Imanol Berriatua, o al antes citado Basilio de Guerra, ambos franciscanos. El grupo de jesuitas centroamericano, capitaneado por Jokin Zaitegi y su Euzko-Gogoa y entre los cuales encontramos, entre otros, a estudiosos como Jorge de Aguirre o José María Estefanía, llega a tener ramificaciones entre sus compañeros de orden, igualmente vascos, de Venezuela, donde trabaja activamente un Luis María Arrizabalaga. En Chile, hallamos en los conventos carmelitas a Pedro Ormaechea Aldama, o al poeta zornotzarra Santiago Onaindia. En Argentina, por su parte, un importante núcleo de capuchinos (así como algunos sacramentinos, trinitarios o canónigos regulares de Letrán) se integra en las iniciativas vascas surgidas en el país, que habían tomado un nuevo impulso debido al mismo exilio. Bonifacio de Ataun será, así, el primer director del Boletín del Instituto Americano de Estudios Vascos, donde, entre otros, colaborará Jorge de Riezu.
Pero la colaboración de estos religiosos con la comunidad vasca de la diáspora no acabó ahí. En Argentina, en Venezuela, en Uruguay, los religiosos vascos forman auténticos grupos de presión para lograr el apoyo a los refugiados vascos. En los dos primeros países, el apoyo se llegará a materializar en sendos decretos favorecedores de la inmigración de vascos, dirigidos específicamente a la recepción de los exiliados que comenzaban, en 1940 en Francia, a sufrir los problemas de la recién comenzada Segunda Guerra Mundial.

Fuente:
Fondo Editorial Revista Oiga
Ilustre Hermandad Vascongada de Nuestra Señora de Arantzazu de Lima
Ilustre Cofradía Vascongada de Nuestra Señora de Arantzazu de Perú

CENTENARIO PASIONISTA DEL PERU

CENTENARIO PASIONISTA DEL PERU


Venancio Orbe y Santos Iztueta ya descansan en Moyobamba

En el marco de las actividades del Centenario de la presencia de los misioneros pasionistas en San Martín, los restos de quienes fueron los máximos representantes de la iglesia católica ya descansan en la catedral de Moyobamba. Tras su arribo a Tarapoto, se desarrollaron una serie de actividades litúrgicas, encabezados por el Monseñor Miguel Irizar, Obispo Emérito del Callao.
Los restos de los monseñores Venancio Orbe y Santos Iztueta fueron trasladados hacia la capital de la región. El pueblo de Moyobamba recibió a los monseñores con gran algarabía una multitud se concentró en la plaza de armas, para luego darles el último paseo en cuerpo presente por la periferia para luego hacer su entrada triunfal a la catedral. Allí se desarrolló la eucaristía y posteriormente se dio inicio al acto de entierro. En un espacio muy cerca al púlpito y junto al primer obispo de Moyobamba Martín Elorza, primero se enterró al Monseñor Venancio Orbe y posteriormente a Monseñor José Santos Iztueta. Venancio Celestino Orbe Uriarte, C.P., nació en Frúniz, – España, el 06 de abril de 1927. Ordenado Sacerdote el 07 de agosto de 1949. Electo Prelado de Moyobamba el 25 de agosto de 1967, Consagrado Obispo el 21 de noviembre de 1967. El 05 de junio del 2000, fue aceptada su renuncia voluntaria al Oficio Pastoral. Murió el 18 de julio del 2008. José Santos Iztueta Mendizábal, nació en San Sebastián – España, el 3 de abril de 1929. Ordenado Sacerdote el 29 de marzo de 1952. Nombrado Obispo Coadjutor de la Prelatura de Moyobamba – San Martín, el 30 de mayo de 1998 y Consagrado el 03 de Julio de 1998. Tomó Posesión el 15 de agosto del mismo año. Por renuncia voluntaria a su oficio pastoral de Monseñor Venancio Orbe, el 09 de junio del 2000 fue nombrado Obispo Prelado de la Prelatura de Moyobamba. Murió el 27 de agosto del 2007. La recuperación de los restos de los máximos representantes de la Iglesia Católica de San Martín se realiza en el marco de las celebraciones del Centenario de la llegada de los misioneros pasionistas a San Martín.

Fuente:
Diario Ahora
Fondo Editorial Revista Oiga
Ilustre Hermandad Vascongada de Nuestra Señora de Arantzazu de Lima
Ilustre Cofradía Vascongada de Nuestra Señora de Arantzazu de Perú 

lunes, 20 de mayo de 2013

CENTENARIO PASIONISTA DEL PERU

CARTA DEL P. MODESTO ERVITI ELCANO


P. Modesto Erviti Elcano

































Me ha llegado una carta inédita del misionero pasionista P. Modesto Erviti Elcano, dirigida a su paisano y compañero de curso P. Jesús Lizarraga en el lejano 1947 desde su  puesto de Misión.
El joven P. Modesto había pertenecido a una generación pasionista formada bajo la influencia del ideal misionero. En los centros de estudio pasionistas se recibían revistas misioneras y visitas de los esforzados pasionistas en tierras del Perú. De ahí que el P. Modesto fue imbuyéndose de este gran ideal, hasta el punto que al término de sus estudios teológicos, decidió pedir a sus Superiores le permitieran ordenarse sacerdote en la ciudad de Yurimaguas (Perú), sede de la Misión.
Conseguido el correspondiente permiso, se despidió de España y se embarcó hacia tierras lejanas. El Obispo de Yurimaguas, Mons. Atanasio Jáuregui, le ordenó sacerdote el 1 de diciembre de 1946 en la catedral yurimagüína.
Pero poco duraría la aventura misionera de este joven pasionista. Instalado en Borja, reciente residencia misional, donde contactó admirablemente con la humilde gente de aquella apartada zona, en menos de año y medio se vino abajo su proyecto: una enfermedad intestinal acabó con su preciosa vida.
Nacido en Añorbe (Navarra-España) el 12 de febrero de 1922, falleció en Lima el 8 de mayo de 1948, a los 26 años de edad. ¡Admirable  testimonio de este pasionista navarro!

San Pablo, Borja,  octubre de 1947

R. P. Jesús del Corazón de María.
ROMA.


Muy querido padre Jesús: ¡qué bromica!

A pesar de que no se borra de delante la memoria de mis compañeros, he estado muy distanciado de ellos respecto a comunicaciones. Teniendo delante las promesas del P. Cosme de felicitarme por Pascua de Resurrección. ¡Por Pascua!
   El 10 de octubre hacía actos de conformidad con la voluntad de Dios y bendecía la mano que me trajo a Borja y a este aislamiento de la vida misionera. La vida de aquí es para mí un encanto. Pero, cierto que sentía un poco la falta de noticias. Por fin, el diez de octubre me llegaron cartas de todas las latitudes.
   En su carta me pregunta  qué tal se vive en Borja o donde se halle mi paradero. ¡Borja! ¡El santo retiro de Borja es mi morada! Mi casa lleva otro nombre, San Pablo (es un fundo con treinta vacas, y varios kilómetros de terreno, árboles frutales, etc.), sita a pocos metros del Marañón y a un kilómetro de la boca del Pongo de Manseriche. Figúrese, pues, si tendré trabajo y ocupación para días. Y tenga en cuenta que esta granja estaba abandonada a la vorágine de la zona tórrida; convertida en monte, es la frase que mejor le cuadra.
   Para capilla nos sirve una habitación de la casa. Sin Santísimo, por supuesto, por carecer de un sagrario. Y después de todo, sin medios para hacerlo.
   El clima es bastante bueno, gracias al airecillo que lanza el cañón del Pongo. Pero también es verdad que estoy regando esta tierra con sudores gordos; cada vez que ando de hacha o azadón ruedan los árboles por tierra  (y es casi diariamente). Entre paréntesis, aquí nunca ha llegado la temperatura a los 40 grados.
   Estoy acompañando al P. Martín Corera desde el 20 de mayo. Comulgamos ambos en los mismos ideales, siendo nuestro sueño la formación del “Catecumenado”, que ya es una realidad. Pero vayamos despacito.
   Le digo arriba algo de nuestro aislamiento en Borja y falta de comunicación con mis compañeros; no obstante, mi recuerdo no se aparta de los que muchos días vivimos juntos. He seguido paso a paso los días de San Jeremías, San Enrique, San Elías… ¿Y qué sueño? Yo quería, junto con mis oraciones, hacer algún pequeño obsequio a esos buenos Padres. ¡Qué le parece! Soñaba con mi chocolate. Quería acompañarles al paseo y darles a gustar, en nombre de esos Padres, una suculenta merienda de chocolate. Pero al chocar con la realidad irrealizable, me lo tomé yo acompañado de P. Martín. Y, pues sé que a S. R. le gustan las cosas claras y el chocolate espeso, voy a explicarme. Mi deseo era obsequiarles chocolate, porque lo cosechamos aquí en gran abundancia, y qué rico resulta. Un poco nos costó en llegar al punto del chocolate español (el que lo hacen aquí no tiene ni punto de comparación con el de España). Pero ya hace tiempo que saboreamos chocolate fresco y bueno. ¡Y sin racionamiento! De modo que estamos reparando la escasez a que nos vimos sometidos los primeros días de nuestra estancia en Borja. Le acompaño con el recuerdo, también me acuerdo de ellos en la santa misa.
   Me dice en la suya que estaré enterado del paradero de los compañeros de Deusto; la carta, que me ha llegado del P. Alfredo, es del mes de junio; de modo que S. R. es quien me da un poco de luz sobre el particular. La revista Redención no la he visto desde el mes de diciembre pasado; esto por una parte, y la continua ocupación, por otra, me  voy comiendo los deseos de escribir artículos para Redención. ¡Y el P. Cosme me decía que mandarían un número para cada Residencia!
   También estaba ayuno de las fiestas de Añorbe con motivo de la Inauguración. Y ahora me toca el “cuéntame muchas cosas de por ahí”, que me dice en la suya.
   Para que no crea que mi vida se reduce al cultivo de la granja San Pablo, voy a empezar a hablarle sobre nuestra vida de apostolado. Hasta el presente no he hecho ninguna excursión por los ríos, pues hemos tenido orden de no efectuarlas. Más no por eso he dejado de tener roce con los indios aguarunas y huambisas. El domingo de Resurrección bauticé a un indio murato a quien le puse por nombre Domingo.
   Al decir que no me ha faltado roce con indios, me refiero a los que suelen venir a Borja y a los que conviven a nuestro lado  formando el “Catecumenado”. Todavía son pocos, pero nos han prometido otros muchos que también quieren venir, y no hay duda que la gracia de Dios les trae a algunos de modo misterioso. Gracias a estos indios, voy conociendo algo su lenguaje aguaruna.
  Los cholitos desnuditos, puedo decir que aquí es una rareza. Difícilmente les verá in puris naturalibus, y menos tratándose de niñas. Éstas tienen en mucho honor la modestia y el recato.
   Y pues hablo de indios, vaya sustazo que me dieron hace pocos días. Era en el silencio de las altas horas  de la noche. Yo me entretenía en limpiar una especie de castañas que aquí llaman “pan de árbol”. El P. Martín se había acostado. La puerta de entrada la teníamos de par en par y a mi costado, de modo que la podía ver de reojo. De pronto, con más silencio que un espectro, diviso que penetra un personaje extraño y se acerca a mi lado. Con más miedo que valentía, me apresuré a exclamar: “¡Hola! ¿Qué le trae aquí a estas horas?” “Ver Padre”, me responde. Repuesto de mi susto, me pongo a conversar con él, que a duras penas nos entendíamos….
   Pero nuestra actuación evangélica se concentra mayormente entre los blancos, o cholos propiamente. Visitas a la escuela, catecismos, misa los domingos, etc. La primera comunión de niños el día de las Mercedes.
   Todos mis pequeños ahorros de mi manufactoría de rosarios, no son suficientes para contentar a las peticiones de estos golosos de chucherías. Cuando me llegue la maleta que me trajo el P. Anacleto,…. ¡La espero con un ansia!
   También me dice el P. Juan Primo que han llegado a Yurimaguas los cuadros del Sagrado Corazón que me envió el P. Alfredo. Y me dice el P. Juan: “Son muy valiosos”: quiere que los vendamos en la librería “Santa Rosa” (de Acción Católica rigurosa).
   Voy a terminar, Padre Jesús; de alia re puede consultar al P. Bernardo. Le pido encarecidamente sus oraciones y las de los compañeros, pues necesidades hay de sobra, y ciertamente que en muchos casos se ve obrar la mano de Dios.
   Modesto. En los Corazones de Jesús y María vivamos en unión de oraciones.

Fuente:
CONGREGACION PASIONISTA DEL PERU

domingo, 19 de mayo de 2013

CENTENARIO PASIONISTA DEL PERU


ILUSTRE HERMANDAD VASCONGADA DE NUESTRA SEÑORA DE ARANTZAZU DE LIMA

             
Tesis doctoral defendida el 24 de febrero de 2011 en el Departamento de Historia Medieval, Moderna y de América (Facultad de Letras) y dirigida por el profesor José María Imízcoz. (812 pp.)

La Monarquía hispánica fue un ámbito de actuación privilegiado para una fracción de las elites vascas y navarras. A lo largo del Antiguo Régimen, esta dinámica (caracterizada por su gran complejidad) se convirtió en una de las causas principales que fomentó la renovación y consolidación de los gobernantes locales y, aunque este fenómeno tiene sus inicios en el siglo XVI, tuvo su punto de inflexión al inicio del XVIII. Esta tesis analiza la participación de estos vascos y navarros en las estructuras y órganos de gobierno de la Monarquía en el periodo clave para que estas elites lograran conquistar más y mejores posiciones de poder (también en la corte), el reinado de Felipe V.

El estudio está constituido en clave de red social ya que, desde este punto de vista metodológico, se puede descubrir y entender su diversidad, sus dimensiones sociales y geográficas. Se arranca de los propios protagonistas: estudiando su pluralidad, sus acciones, vínculos, identidades y experiencias; y se sigue por aquellos caminos que ellos mismos marcaron; enfatizando en las políticas familiares que aplicaron para la adaptación, elevación y reproducción generacional en los diferentes contextos de la Monarquía. Según la configuración de la sociedad del Antiguo Régimen, el mejor punto de partida es la comunidad de origen (y la casa como cuerpo social principal), en un deseo por quebrantar las fronteras locales y sectoriales que venían estableciendo la historiografía más clásica. Para este ejercicio, además de otras fuentes, la correspondencia epistolar se ha constituido como uno de los pilares fundamentales en esta investigación, ya que se trata de una documentación de primera magnitud para el análisis de los vínculos y redes sociales.

El trabajo está organizado en tres partes principales: En una primera parte se desarrollan las reformas administrativas, hacendísticas y militares (1700-1714) que llevaron a cabo los colaboradores de Felipe V, entre los que sobresalieron diversos hombres originarios del norte de la Península (“colectivo norteño”) que, a gracias a su servicio y lealtad, se fueron afianzando como cabezas de unas tramas especialmente influyentes en la corte del nuevo rey. Para el estudio de este grupo se ha elaborado la reconstrucción de los grupos familiares que participaron más activamente en aquellas carreras y negocios, que se plasma en veinticinco “cuadros de relaciones familiares” (o “mapas familiares”) que sirven de apoyo al propio texto en la intención de insertar a los principales actores en sus redes sociales. Esta reconstrucción de familias se remonta incluso hasta el siglo XVI.

De este modo, se muestra que son familias relacionadas entre sí por matrimonios, negocios comunes y apadrinamientos en carreras al servicio del rey que configuran diversos grupos familiares que desbordan las fronteras de las comunidades locales o provinciales y se extienden por territorios de Cantabria, norte de Burgos, Vizcaya, Guipúzcoa, Álava, Navarra, La Rioja y Soria. Por lo tanto, no se trata de biografías “sueltas”, sino de ejemplos que explican políticas, estrategias, contrariedades, miedos, éxitos y reveses de familias que se implicaron con la causa de Felipe V, conformándose en tejedores de Monarquía y en hacedores de contextos, perfilando los modos de gobierno durante dicho reinado. En definitiva, ellos fueron los agentes encargados de dar contenido efectivo a las reformas y de ponerlas en práctica y aquí está la clave para conocer bien los repartos de los cargos administrativos y militares, o a quiénes se otorgaron los asientos y la gestión de las rentas reales.

Además, se pone en relieve la “política de casa” de estas elites, la vinculación de sus negocios particulares (hierro, lana, plata americana, construcción naval, fábricas de armas, corso) con la Corona, la inversión de los beneficios en tierras, rentas, censos y juros, la fundación de mayorazgos y aumento del capital simbólico y hegemonía local, así como el ejercicio de cargos de gobierno locales y provinciales. Por otra parte, muestra las carreras de sus hijos al servicio del monarca, sus estudios en los colegios mayores, sus cargos en audiencias, chancillerías y Consejos, sus carreras en los reales ejércitos, en la alta Administración y como secretarios y tesoreros en casas aristocráticas castellanas. Para este tipo de familias, lo que se produjo con la llegada de Felipe V fue en realidad una reconfiguración de sus relaciones con el soberano.

Seguidamente, se analiza el apoyo que brindaron las elites vascas y navarras a la causa del Borbón en la Guerra de Sucesión. En este apartado se muestra cómo los hombres poderosos de la corte y cercanos al rey movilizan a sus allegados de las provincias a favor de la causa felipista. Está centrado en tres aspectos específicos: los vínculos entre negocios particulares, economía de guerra y servicio al rey, que se observa en el caso de Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz; la Real Fábrica de Armas de Placencia y la formación de regimientos provinciales (1709); y los hombres de negocios como agentes y proveedores de la Corona, a través de la acción de José de Soraburu en Navarra.

Tras el fin de la guerra, estas elites lograron penetrar hasta las más altas cotas de poder gracias a la confianza que el primer Borbón les otorgó tanto en el proceso de cambio que supuso su venida al trono español como tras su consolidación definitiva como legítimo soberano. Tal fue su triunfo, que durante algunos vieron que conformaron, a lo largo de dicho reinado, un grupo de presión en torno al rey, denominándole “partido vizcaíno”.

Para su estudio, se centra en dos personajes principales en la corte felipista, Juan de Idiáquez y Eguía yJuan Bautista de Orendain. Ambos pertenecieron a familias con trayectorias y ascendiente en sus comunidades de origen bien diferentes, pero guardaron sus empleos en el servicio al rey y su cercanía a la figura del monarca como argumento principal de poder y tuvieron la capacidad de movilizar a numerosos clientes, dependientes, amigos, familiares y colaboradores ocasionales para la captación de recursos de la Corona en beneficio propio o del “bien común”, así como de influir en las políticas llevadas a cabo desde las corporaciones provinciales. Así, se explica la fundación de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas(1728), por ejemplo.

La dinámica de estas familias excedió el marco compartimentado de la institución. Sus componentes dieron contenido a una tupida trama de relaciones que se extendió por el resto de las administraciones y territorios (la corte, la provincia o Indias) que resulta primordial desentrañar para explicar mejor las formas de gobierno de la Monarquía. Sin embargo, a pesar de las posiciones conseguidas por estos hombres, no contaron con todas las llaves que abrían todas las puertas que llevaban a la obtención de la gracia real. En muchas ocasiones tuvieron que movilizar y negociar con otros agentes de la Corona, con especial poder y decisión en el gobierno, y que ejercieron como aliados en estas empresas.

Por todo ello, este trabajo no es una “historia sobre vascos y navarros”. En él se analiza la interacción entre la Corona y los grupos especialmente vinculados a su servicio, reconstruyendo las tramas de relaciones que se tejieron desde la cúspide del gobierno de la Monarquía hasta las provincias, o hasta los confines más alejados de la Monarquía.

Esta tesis doctoral se ha publicado en forma de libro: Las elites vascas y navarras en el gobierno de la Monarquía borbónica: Redes sociales, carreras y hegemonía en el siglo XVIII (1700-1746), editado por la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea en este año de 2012.