Y cuando, pensaba continuar con este importantísimo tema, me alcanzó las siguientes paginas: Jesús Reyes. Tratando de algo vital, aún más serio que las elecciones mismas y que cada vez se toma “menos en cuenta en un país donde la mentira y el engaño a nadie alarma y hasta son calificados de virtudes políticas”. Se trata de una moral pública. De la decencia de las personas. De un homenaje a un peruano que hizo patria –por desgracia inútilmente si miramos alrededor- siendo un hombre decente. Habla la nota de José María de la Jara Ureta, vinculado a estas páginas y a mis actividades periodísticas desde hace más de cuarenta años.
F.I
Hijo, nieto, descendiente de hombres públicos que en su oportunidad sirvieron a la nación, podría decirse que José María de la Jara y Ureta era un político tradicional. Perseguido, encarcelado y deportado por la dictadura militar, al retornar la democracia fue llamado por el primer ministro Manuel Ulloa Elías para integrar el primer gabinete ministerial del segundo gobierno del presidente Fernando Belaúnde.
A José María de la Jara se le puso en el puesto más difícil del nuevo gobierno: el de ministro del Interior, cargo que por primera vez era desempeñado por un civil, en momentos en que hacia su aparición Sendero Luminoso, en medio de una grave conmoción social generada por el fracaso de los militares en el ejercicio del poder.
Al jurar el cargo, De la Jara prometió que renunciaría en el momento en que en el Perú las fuerzas del orden cometieran excesos y derramaran sangre de peruanos. El 12 de octubre de 1981; se produjo una manifestación en el Cusco, en protesta por el alza de pasajes; la policía detuvo al estudiante Marco Antonio Ayerbe Flores (19) y lo torturó hasta provocarle la muerte. De la Jara exigió una severa investigación y, como consecuencia de ella, le entregó la banda ministerial al presidente Belaúnde y se fue a su casa.
El gesto de José María de la Jara causó asombro en algunos sectores, consternación entre sus partidarios y admiración entre adversarios políticos. Un hombre de izquierda, el historiador Pablo Macera, dijo “El señor De la Jara ha introducido en el ministerio del Interior un factor muy difícil de ver actuando en la política de cualquier país – no sólo en la política peruana–, que es la decencia personal. Nosotros podemos diferir del ministro del Interior, pero tenemos que agradecerle que de algún modo uno pueda decir que en un puesto habitualmente tan desagradable y coercitivo haya un hombre decente, que cuando salga de allí podré decir que continúa siendo un hombre decente”.
Es oportuno recordar el gesto que tuvo este político tradicional en momentos como el que vivimos en que los pícaros que han asaltado el poder ejercen la política con patente de ‘independientes’ y, sin ruborizarse, se esconden bajo su concha para no asumir lo que en todas partes del mundo se conoce como ‘responsabilidad política’.
El ministro Vittor fue obligado a renunciar por la presión de la prensa independiente que detectó sus relaciones comerciales con los beneficiarios del soborno del BCCI y puso al desnudo los negociados de su empresa constructora con el gobierno; pero hay otros como el ministro Carnet descubierto favoreciendo las empresas de sus hijos; o como el ministro Hokama involucrado en el negociado de las turbinas de Ventanilla; o el ministro Briones responsable de la fuga de Carlos Manrique, que se resisten a renunciar a sus cargos “porque tienen la confianza del presidente”.
¡Que buena excusa para esconder su falta de decencia política!
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