ORACIÓN
PARA EL NOVENO DÍA
¡Oh Clementísima Virgen María de ARANZAZU Madre amorosísima, de cuyos soberanos pechos se alimentan los atribulados de divinas consolaciones; Sol hermoso de cuyo calor no hay miseria que se esconda, vuelve esos ojos misericordiosos á tus fieles y afligidos devotos que te invocan en el naufragio de tantas calamidades. Tú, que miras benigna á los católicos navegantes librándolos á cada paso de los naufragios; como lo experimentan diez y ocho navegantes que naufragando la nave en una tormenta grande, y desnudándose todos para tirarse al agua, fiaban más que de la nave, de las olas, el socorro, previniéndose á este último lance, haciéndote voto, que si salían con vida al puerto, irían todos en peregrinación á tu Santuario á ofrecerte la limosna que su posibilidad alcanzase. Con tal agrado aceptaste la promesa, que apareciéndote con tres luces, convirtiendo la lobreguez de la noche en claridad, alegraste y consolasteis con tu presencia á los marineros, y templando la tormenta del mar, quedaron quietas, pacíficas y amedrentadas sus olas, y saliendo libres en tierra, fueron todos publicando tus portentos á ofrecerte sus votos y cumplir su promesa. Nosotros, Señora, que en este valle de lágrimas padecemos tormentas más fuertes que los navegantes, necesitamos de vuestro amparo. En Vizcaya fue donde te apareciste para consuelo de navegantes, como que muchas veces los favorecisteis en sus peligros y tormentas, los enfermos, ciegos y tullidos han logrado por tu amparo recobrar la salud, como lo testifican tus portentos. Tu Santuario en todo tiempo poblado de todos los que agradecidos á tus beneficios, van á darte las debidas gracias. En este templo de San Francisco te veneramos colocada: sois retrato de la que se venera en Vizcaya, á Vos ocurrirnos con fiados en que en todas partes sois Madre de pecadores, oídnos, pues, Señora, aceptad nuestras súplicas, que ya te invocamos con el mismo título de los que felices te veneran en tu Santuario; diciendo á voces, Santísima Virgen María de ARANZAZU, amparadnos, apagad el fuego de las guerras, libradnos del incendio de las herejías, fecundad nuestros campos, purificad los infectados aires, y concedednos todo lo que en estos nueve días te hemos pedido, si es para gloria de Dios, y bien de nuestras almas. Amén.
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