RECOBRAR LA HISTORIA, PRESERVAR LA
MEMORIA. LA RECUPERACIÓN DOCUMENTAL DE LA HISTORIA DE LOS VASCOS EN AMÉRICA.
Oscar ÁLVAREZ GILA
Alberto ANGULO MORALES
José MARCILESE
En los
últimos años, estamos asistiendo en Euskal Herria a un renovado interés por el
conocimiento de las realidades presentes y pasadas de las colectividades vascas
del exterior, muy especialmente las surgidas de los procesos migratorios hacia
las Américas, y en general en todo lo referente a los ya más de quinientos años
de relación casi ininterrumpida, dotada de claroscuros pero siempre
interesante, entre el País Vasco y el continente americano. La formación y
evolución de colectividades, más o menos importante numéricamente, a lo largo
de todo el territorio americano, así como su evolución y sobre todo la
formación de instituciones asociativas y las actividades que éstas
desarrollaron a lo largo del tiempo, con el doble objetivo de dotar de cohesión
y mantener vivos los lazos de unión con la patria de origen, han constituido
uno de los elementos en los que la sociedad vasca actual ha indagado en el
pasado para entender su presente. Este interés se puede apreciar tanto en una
mayor presencia de referencias a dichas colectividades en los medios de
comunicación (prensa, radio, televisión o intenet), como en la propia sociedad
civil, con el surgimiento de iniciativas y asociaciones dedicadas a fomentar
las relaciones y el conocimiento mutuo de los vascos de dentro y fuera del país
(como, por ejemplo, Association Euskal-Argentina. Zortzigarren Probintzia
Elkartea, Euskosare, y otras iniciativas que, con mayor o menor fortuna, han
visto la luz a lo largo de la primera década del siglo XXI).
Paralelamente,
no sabemos bien si como causa o como consecuencia de lo anterior, en las dos
últimas décadas hemos asistido a la consolidación, de los estudios centrados en
el conocimiento las colectividades vascas del exterior por parte de
historiadores, filólogos, antropólogos o especialistas en otras ciencias
sociales. En estos últimos veinte años, como señalamos, no sólo se han
multiplicado el número de estudios realizados y de publicaciones editadas sobre
esta temática, que nos han permitido ampliar el campo de nuestros
conocimientos; sino que también se han diversificado las posibilidades de
análisis, y sobre todo se ha venido a constituir un incipiente, aunque
prometedor, núcleo de investigadores centrados en las investigaciones de los
vascos del exterior. En apenas dos décadas, incluso la terminología ha
cambiado: frente a viejos conceptos que manejábamos allá por la década de 1990,
la idea de “las emigraciones vascas” como objeto preferente de análisis, ahora
estamos estudiando la formación de las colectividades vascas, sus instituciones
sociales, recreativas, culturales y políticas, la prensa vasco-americana, la
cultura, la economía e incluso cuestiones como la imagen y la identidad de los
emigrantes y sus descendientes.
En
consecuencia, ya no hablamos tanto de vascos emigrantes, como de la diáspora
vasca o de la “octava provincia”. Una terminología ésta que no es baladí, por
la idea que subyace en el fondo: la de que hemos de considerar la proyección
exterior histórica del pueblo vasco, no como un relato exótico, sino como un
capítulo más de la historia de Euskal Herria, imbricado inextricablemente con
los acontecimientos históricos que se desarrollaban en cada momento histórico
en la propia geografía vasca.
Pero este
reto de recuperar para la historia vasca su proyección personal y colectiva y
su relación con otros territorios, exige un esfuerzo añadido: el de preservar
todos aquellos documentos que nos permitan acceder a la memoria de los
acontecimientos pasados de las colectividades vascas del exterior. La Historia
es una ciencia que se basa en la existencia de fuentes adecuadas y necesarias
para la elaboración de las reconstrucciones del pasado; la memoria colectiva,
entendida ésta como la preservación del acervo documental generado por las
generaciones que nos precedieron, constituye así una condición necesaria para
la misma historia.
Se trata ésta,
además, de una cuestión de gran urgencia, como así lo hemos venido reflejando
desde hace ya tiempo desde los círculos académicos e investigadores . En
general, han venido a destacarse tres problemas concernientes al estado de la
documentación histórica referente a las colectividades vascas del exterior: su
conocimiento, su accesibilidad y su conservación. La propia realidad histórica
de la conformación de dichas colectividades explica tales problemas. En el caso
de las emigraciones que tuvieron lugar en época colonial, suele ocurrir que las
particulares instituciones asociativas que crearon los vascos allí donde se
asentaron (generalmente dotadas de un carácter religioso y asistencial,
especialmente con la denominación de cofradías o congregaciones , en la
práctica totalidad de los casos bajo la advocación de la virgen de Arantzazu)
están ya desaparecidas, por lo que el estado de conservación de sus fondos ha
sufrido los embates de guerras, desamortizaciones, incautaciones y otros
problemas comunes a la conservación de los fondos históricos de similar
procedencia. En el caso los centros vascos o euskal etxeak, que han constituido
durante décadas casi la única presencia colectiva institucionalizada de los
vascos en el exterior, no tienen entre sus fines el convertirse en archivos
históricos. El tiempo ha hecho así mella en los documentos que dichas
instituciones (cofradías y centros vascos) fueron generando por su actividad, y
sólo la labor meritoria y voluntaria de algunos directivos y responsables, que
supieron ver la importancia de conservar la memoria histórica -y que tuvieron
los medios y posibilidades para hacerlo- ha evitado que la sangría haya sido
mayor. Ciertamente, es mucho lo que se ha perdido, pero también es cierto que
todavía contamos con muchas vías de información para reconstruir el pasado de
las colectividades vascas. Pero los problemas, así y todo, persisten:
• Conocimiento.
Es decir, saber con qué bloques documentales contamos, dónde están, y qué
contienen. La labor de catalogación de las fuentes documentales sirve, además,
para fijar en cierto modo el contenido de los archivos históricos, otorgarles
una entidad y relevancia y evitar su desaparición.
• Accesibilidad.
Es decir, que se hallen disponibles del mejor modo posible para el uso del
investigador. Los centros vascos no son las únicas fuentes de información
documental sobre la historia de las colectividades vascas. También nos pueden
aportar información relevante, por ejemplo, los achivos civiles o eclesiásticos
de los países de acogida; las empresas creadas por vascos; y sobre todo las
propias familias, que suelen poseer y conservar auténticos archivos familiares
con documentación personal (documentos de identidad, correspondencia,
fotografías...) La hemerografía (periódicos y revistas) y la propia memoria de
los ancianos (recogida mediante testimonios orales) son también vías
interesantes. En todos estos casos, el acceso del investigador depende de cosas
tan aleatorias como la voluntad de los dueños de la documentación.
• Conservación.
Todo lo anterior converge en la gran cuestión: ¿cómo asegurar la conservación
de dichos fondos? En un país como el vasco, que todavía carece de Archivo
Nacional o de una entidad equiparable dedicada a la conservación sistemática
del patrimonio documental histórico -aunque el proyecto para crear ambos esté
muy avanzado-, carecemos de uno de los instrumentos básicos que pueda
encargarse, como en otros lugares, de esta labor de localización, catalogación
y gestión de la accesibilidad de los documentos.
No obstante,
no todo ha sido negativo hasta ahora. Al voluntarismo de instituciones
académicas y científicas, se ha unido en los últimos años el esfuerzo por parte
del Gobierno Vasco para ir formando un corpus de recopilación documental, que
pudiera hacerse fácilmente accesible a los investigadores. Han sido,
ciertamente, en muchos casos iniciativas inconexas, pero han permitido, por una
parte, frenar el deterioro y pérdida de materiales que, de otro modo, habrían
desaparecido ya, y por otra parte, han generado lo que ahora los economistas
llaman sinergias, fomentando la cooperación entre investigadores del País Vasco
y de los diversos países donde se asientan las colectividades vascas; todo esto
sin contar que, además, pueden ser la base inicial para constituir ese futuro
archivo de memoria de las colectividades vascas, que muchos deseamos, con éste
u otro nombre.
Varias han
sido las experiencias previas. Entre 1988 y 1990, el área de Historia de
América de la Universidad del País Vasco desarrolló, con los alumnos de
licenciatura, el vaciado de las referencias sobre América -entre ellas, también
sobre los vascos de América- en periódicos y revistas de Álava, Vizcaya,
Guipúzcoa, Navarra e Iparralde. En el terreno de la fuentes orales, Eusko
Ikaskuntza (en 1995), y pocos años más tarde el Center of Basque Studies de la
Universidad de Nevada-Reno y el Basque Museum and Cultural Center de Boise,
Idaho, pusieron en marcha sendos programas de recopilación de entrevistas a
emigrantes vascos . El proyecto norteamericano, de hecho, está accesible a
través de una página web propia. También a fines de la década de 1990, la
Fundación Sancho el Sabio realizó algunas digitalizaciones de prensa
vasco-americana, especialmente algunos ejemplares únicos conservados en el centro
vasco Zazpirak Bat de Rosario, Argentina; y la Universidad del País Vasco
microfilmó los fondos de la Editorial Ekin de Buenos Aires. Eusko Ikaskuntza
puso en marcha, entre 1997 y 2003, un equipo de recopilación de la bibliografía
sobre las colectividades vasco-americanas, que se integraba en un proyecto más
amplio de recopilación de historiografía sobre Euskal Herria. Finalmente, la
Universidad del País Vasco desarrolló, entre 2001 y 2003, la creación de un
archivo virtual iconográfico, actualmente en proceso de catalogación.
Aunque en
este proyecto que presentamos hoy se hallan implicadas, de hecho, varias
universidades, se enmarca dentro del programa, más amplio, puedo en marcha por
la Dirección de Relaciones con las Colectividades Vascas del Exterior, del
Gobierno Vasco, en 2003, bajo el nombre de Urazandi. En sus diversas fases de
ejecución, el programa Urazandi ha llevado a cabo:
a) La
publicación de investigaciones inéditas sobre la historia de diversos centros
vascos en el mundo. En 2003, con ocasión del Congreso Mundial de Colectividades
Vascas, se publicaron los primeros quince estudios sobre otros tantos centros
vascos, colección que ha seguido completándose en una colección que sigue
editando nuevos volúmenes en la actualidad, aunque a un ritmo mucho menor .
b) La
digitalización de revistas vasco-americanas, es decir, de aquellas
publicaciones periódicas editadas por y/ dirigidas a los vascos de las
colectividades. La primera experiencia en este sentido fue la revista
vasco-argentina La Baskonia, cuyos 50 años de existencia fueron editados en dos
DVDs, juntamente con las historias de centros vascos antes mencionadas, el
mismo año 2003. En 2005, el centro vasco Euskal Erria de Montevideo hizo lo
propio con la revista homónima, editada igualmente durante cerca de medio
siglo. En ambos casos, los resultados de la edición son igualmente alentadores.
Anteriormente, eran muy pocos los investigadores que podían realmente hacer una
consulta completa de estos fondos, desperdigados en diversas bibliotecas y
repositorios en Europa y América; ahora se puede consultar una colección
completa en cualquier ordenador personal. De este modo, desde 2003 se ha
apreciado un aumento de las investigaciones que están tomando como base la
extrema riqueza de contenidos de ambas publicaciones. La ampliación de la labor
digitalizadora a la totalidad de las revistas creadas por los vascos fuera de
Euskal Herria, trabajo que fue finalziado en 2007 y se presentó públicamente en
el Congreso de Colectividades de aquel mismo año, ha servido indudablemente de
acicate para nuevas investigaciones en el terreno de los estudios históricos o
filológicos, y ha facilitado su uso como herramienta didáctica con los alumnos
en la propia universidad.
c) La
catalogación y digitalización de noticias vascas publicadas por la prensa
americana, es decir, en la prensa generalista de las sociedades de acogida, no
en aquellas publicaciones periódicas dirigidas específicamente a la
colectividad vasca. Este proyecto, que recibió el nombre de "Vascos en la
prensa americana", surgió en 2005 a iniciativa de la misma Dirección
General antes mencionada, y contó desde el principio con la colaboración de la
Universidad del País Vasco, que ha ejercido todos estos años de coordinador de
los diversos grupos de relevadores que se han formado en Argentina, Uruguay,
Chile, Colombia y Estados Unidos. Durante dos años el proyecto estuvo en fase
experimental, codirigido por los firmantes de este artículo, y se desarrolló en
colaboración con la Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca, Argentina). Los
resultados preliminares, presentados en el mismo congreso de colectividades
antes mencionado de 2007 , permitieron la difusión del proyecto, que con
altibajos debidos a la dinámica de los grupos de trabajo formados, a los imponderables
de los cambios de personas y políticas en las instituciones participantes en el
proyecto (especialmente, centros vascos y el propio Gobierno Vasco), sin
olvidar la dolorosamente omnipresente crisis económica que tan duramente ha
golpeado el País Vasco en los últimos años.
A diferencia
de otros proyectos culturales incluidos en Urazandi, la catalogación y
digitalización de las referencias sobre los vascos en la prensa americana se
presenta como un trabajo a muy largo plazo. En primer lugar, no tiene un punto
final definido, o mejor dicho, ha sido tal la profusión de cabeceras
periodísticas que han existido a lo largo de la historia en las naciones
receptoras de inmigración vasca, que la pretensión de ser exhaustivo y recoger
todas las referencias es, simplemente, imposible de materializar. Por esta
razón, se establecieron sendos criterios geográfico y cronológico para
priorizar el trabajo recopilador: centrarnos en las localidades donde existe o
ha existido centro vasco, y el ya citado de relevar las referencias desde dos
años antes de la creación del primer centro vasco de la localidad.
La base ha
sido, de este modo, acumulativa, pues la incorporación de nuevas universidades
al proyecto se ha ido sumando un repertorio cada vez más rico de datos, noticias
e imágenes que nos permite ofrecer facetas inéditas y desconocidas sobre la
presencia de los vascos en el mundo. Pensamos que esta base de datos
constituirá, con el tiempo, un referente inexcusable, que permitirá y alentará
el surgimiento de nuevas investigaciones, sobre todo por parte de jóvenes
estudiosos interesados en recuperar la historia y la memoria de la proyección
vasca en el mundo. Será sin duda, en este punto, un complemento indispensable
en ese archivo y centro de estudios de la diáspora que Euskal Herria debe a
todos aquellos que, desde hace tanto tiempo, han contribuido a difundir el
nombre de lo vasco más allá de sus fronteras.
Por último,
pero no por ello menos importante, debemos destacar la función social de este
esfuerzo cultural y académico en el seno de las propias colectividades vascas.
Este proyecto descansa en dos aspectos fundamentales: la implicación de la
juventud de los centros vascos en un trabajo de redescubrimiendo de sus
orígenes, y la vinculación con los agentes culturales de su entorno. De este
modo, serán las propias colectividades vascas las encargadas la recuperación y
valoración de su propia memoria e identidad histórica, ofreciendo a sí mismas,
a su entorno, y al conjunto de los vascos del mundo, toda la riqueza de su
particular forma de mantener, desarrollar y proyectar la realidad del ser vasco
en un mundo globalizado.
Pero una
historia de las colectividades vascas en América quedaría coja si nos
centráramos únicamente en la documentación de las llamadas euskal etxeak, cuya
existencia apenas supera, en el mejor de los casos, la edad de un siglo y
cuarto. Los centros vascos actuales no son sino el último eslabón en una cadena
de tradición asociativa vasca: la forma más moderna de una práctica que tiene
sus antecedentes en otros modelos organizativos, propios de condiciones
sociales y políticas distintas. Es por esto que, una vez puesto en marcha el
proceso de recuperación documental del patrimonio histórico generado por los
vascos en América durante los últimos dos siglos, convenga ahora poner la
atención en épocas anteriores, y recuperar -o mejor dicho, recobrar- ese otro
patrimonio de un entramado asociativo, no por más desconocido menos importante,
compuesto por las cofradías y congregaciones (de Aránzazu, pero también de San
Ignacio y de otras advocaciones religiosas) en los siglos de dominio colonial
español en América.
Existen,
bien es cierto, algunos intentos precedentes de recuperar este patrimonio.
Durante mucho tiempo, uno de los principales problemas a los que se tenía que
enfrentar el historiador era la dificultad en el acceso de las fuentes. Aparte
de aquellas que el paso del tiempo había acabado por hacer desaparecer,
aquellas que se conservaban solían ser difíciles de trabajar, por elementos
como la falta de catalogación y, para el caso que nos ocupa, la dispersión en
una multitud de archivos diseminados a lo largo de todo un continente. Un osado
investigador que hubiera intentado hacer una historia comprensiva de las
diferentes cofradías de Aránzazu, tendría que haber realizado un largo viaje
desde México hasta Santiago de Chile, con interminables paradas en la casi
totalidad de los actuales países independientes latinoamericanos; algo fuera de
las posibilidades -de tiempo y económicas- de la mayor parte de nosotros.
Cierto es
que se intentó, en tiempos, superar estos problemas con la edición de las
fuentes. Toda una tradición historiográfica en Occidente hizo, durante décadas,
de la transcripción anotada y comentada de fuentes documentales. En las bibliotecas
se conservan preciosas ediciones de fuentes, que siguen manteniendo su
utilidad, muchos años después de que vieran la luz de la imprenta. Pero ayer
como hoy, estas ediciones fueron siempre caras. Los libros, el papel, la
distrubución de las obras, han sido siempre muy costosos, en términos puramente
económicos. Por este motivo no se editaba toda la documentación, sino solamente
aquella que los editores consieraban como "más importante", con todo
el problema de subjetividad que ello acarrea. El historiador hacía así de
mediador, o mejor dicho de mediatizador, del acceso de otros historiadores a la
fuente. Además, estas ediciones no reproducían fielmente el original, sino que
eran transcripciones, sujetas a errores tanto de lectura del original, como
tipográficos en el proceso de elaboración de la obra impresa. Hasta épocas
relativamente recientes, ésta era la situación en la que muchos de nosotros,
incluso, nos iniciamos en la investigación.
Las nuevas
tecnologías han venido a revolucionar esta situación. Las técnicas de
digitalización -conversión de los documentos en imágenes que pueden ser
almacenadas fácilmente- unidas a la progresiva miniaturización de los sistemas
de almacenamiento, y a la posibilidad de acceso remoto a través de redes informáticas,
ha conseguido por vez primera romper, de a una, las barreras geográficas y
geográficas que limitaban el acceso a la información. Hoy en día los archivos
digitales están constituyéndose en una herramienta precisa para favorecer el
estudio de la historia y hacer más y mejores estudios que nos permitan entender
el pasado.
La
documentación de la Cofradía de Aránzazu de Lima está en proceso de
digitalización. El esfuerzo inicial que esto supondrá, se verá pronto
recompensado con el agradecimiento de los historiadores que dispondrán de una
nueva, y amplia, ventana para asomarse a la historia de aquellos vascos que
intentaron reconstruir el amor a su patria en la lejanía del Perú de época
colonial. Y además no debemos olvidar otra cosa: con la digitalización se
ofrece una nueva vía para asegurar la conservación de los documentos, haciendo
frente a las pérdidas o deterioros que puedan acontecer.
Hoy
celebramos el cuarto centenario de la Cofradía de Aránzazu en la ciudad de
Lima. Con el paso del tiempo, cuando el recuerdo de estos actos se vaya
oscureciendo en la memoria, quedará como recuerdo imperecedero un archivo
digitalizado, con su catálogo, de su documentación. Será este el mejor legado
que podremos dar a quienes conmemoren, dentro de cien años, el quinto
centenario.
Centro Vasco Euzko Etxea Arantzazu Lima
Ilustre Hermandad de Nuestra Señora de Aranzazu de Lima
Ilustre Cofradia de Nuestra Señora de Aranzazu de Peru
En los últimos años, estamos asistiendo en Euskal Herria a un renovado interés por el conocimiento de las realidades presentes y pasadas de las colectividades vascas del exterior, muy especialmente las surgidas de los procesos migratorios hacia las Américas, y en general en todo lo referente a los ya más de quinientos años de relación casi ininterrumpida, dotada de claroscuros pero siempre interesante, entre el País Vasco y el continente americano. La formación y evolución de colectividades, más o menos importante numéricamente, a lo largo de todo el territorio americano, así como su evolución y sobre todo la formación de instituciones asociativas y las actividades que éstas desarrollaron a lo largo del tiempo, con el doble objetivo de dotar de cohesión y mantener vivos los lazos de unión con la patria de origen, han constituido uno de los elementos en los que la sociedad vasca actual ha indagado en el pasado para entender su presente. Este interés se puede apreciar tanto en una mayor presencia de referencias a dichas colectividades en los medios de comunicación (prensa, radio, televisión o intenet), como en la propia sociedad civil, con el surgimiento de iniciativas y asociaciones dedicadas a fomentar las relaciones y el conocimiento mutuo de los vascos de dentro y fuera del país (como, por ejemplo, Association Euskal-Argentina. Zortzigarren Probintzia Elkartea, Euskosare, y otras iniciativas que, con mayor o menor fortuna, han visto la luz a lo largo de la primera década del siglo XXI).
ResponderEliminarParalelamente, no sabemos bien si como causa o como consecuencia de lo anterior, en las dos últimas décadas hemos asistido a la consolidación, de los estudios centrados en el conocimiento las colectividades vascas del exterior por parte de historiadores, filólogos, antropólogos o especialistas en otras ciencias sociales. En estos últimos veinte años, como señalamos, no sólo se han multiplicado el número de estudios realizados y de publicaciones editadas sobre esta temática, que nos han permitido ampliar el campo de nuestros conocimientos; sino que también se han diversificado las posibilidades de análisis, y sobre todo se ha venido a constituir un incipiente, aunque prometedor, núcleo de investigadores centrados en las investigaciones de los vascos del exterior. En apenas dos décadas, incluso la terminología ha cambiado: frente a viejos conceptos que manejábamos allá por la década de 1990, la idea de “las emigraciones vascas” como objeto preferente de análisis, ahora estamos estudiando la formación de las colectividades vascas, sus instituciones sociales, recreativas, culturales y políticas, la prensa vasco-americana, la cultura, la economía e incluso cuestiones como la imagen y la identidad de los emigrantes y sus descendientes.
ResponderEliminarEn consecuencia, ya no hablamos tanto de vascos emigrantes, como de la diáspora vasca o de la “octava provincia”. Una terminología ésta que no es baladí, por la idea que subyace en el fondo: la de que hemos de considerar la proyección exterior histórica del pueblo vasco, no como un relato exótico, sino como un capítulo más de la historia de Euskal Herria, imbricado inextricablemente con los acontecimientos históricos que se desarrollaban en cada momento histórico en la propia geografía vasca.
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