Con el correr del tiempo los métodos represivos fueron cambiando, se hicieron más sofisticados y la compra de conciencias más comercial, más abierta. Habíamos llegado a la era de la publicidad... Hasta llegar hoy, a los felices días un gobierno militar que ha tenido la habilidad de colocar en la presidencia a un civil de ojos rasgados, complaciente con el Fondo Monetario y el Banco Mundial. Los ojos presidenciales y sus complacencias con el mundo financiero son su gran escudo frente a la comunidad internacional y su licencia para hacer, en la política interna, lo mismo que hacían los viejos despotismos, aunque con las modernas sofisticaciones de la hora.
Por ejemplo, en estos días ha sido silenciado el Canal 11, la única señal televisiva de abierta oposición al régimen. Esta vez no hay chivaletes volteados con la tipografía por los suelos. La señal de Canal 11 ha sido volada. No con una bomba contra la rotativa como antaño, sino con una descarga eléctrica que ha destrozado el monitor. Al momento de escribir estas líneas son ya cuatro los días sin imagen ni voz en la pantalla de Canal 11... Mientras las otras televisoras callan. Y callan también los órganos de prensa. Hasta aquellos que, por tradición, saben que cuando se abusa de un órgano de expresión se está abusando de la prensa toda. Pero, ¿qué se puede esperar de empresas –expresamente no digo periódicos– que en lugar de exigir ser exonerados de los impuestos acogotantes establecidos por este gobierno militar presidido por Fujimori, han preferido suscribir un contrato de publicidad que ata a los periódicos y televisoras con el Tesoro Público? Esos impuestos, que la prensa no exige sean derogados, son los más altos, de lejos, de todo el continente americano y del mundo. Y, si es necesario precisar, preciso: “Mientras en EEUU y en muchos otros países no se cobra impuesto alguno por la compra de papel periódico, en el Perú esos impuestos llegan al 35.7%, seguido por Chile con 18% (El dato es de la SIP). ¿Para qué ha servido en el Perú el acuerdo de la prensa internacional, suscrito en Berlín hace tres años, condenando a la tributación con el moderno método de censura contra los medios de difusión?
Sin embargo, el Canal 11 no sólo sufre la presión o acogote tributario, además de sabotaje en publicidad –como OIGA y otras publicaciones de la oposición–, sino que ha sido silenciado volándole la señal con una sobrecarga eléctrica. Ha sido clausurado el Canal 11 –al momento en que Luis Cisneros, prestigioso general en retiro, denunciaba la corrupción de la cúpula militar–, por medio de la alta tecnología del Servicio de Inteligencia, los modernos soplones del régimen.
Por tamaño despropósito contra la libertad de expresión alza su voz de protesta esta revista. Y no se diga que será una voz en el desierto. Esas voces que van a parar ahí, como los rezos, se juntan a todas las voces de protesta que ha habido en el mundo e irán creciendo hasta derrotar a la dictadura. Siempre, a la larga o a la corta, vencerá la libertad. Siempre habrá un nuevo amanecer para los hombres libres. Así como siempre habrá un día de oprobio para los tiranos.
Ésta ha sido, sin duda, la noticia más lamentable de la semana. Aunque no la única que entristece el panorama electoral. También ha habido un cambio de juego en las reglas para las reelecciones, tomando entre gallos y medianoche, por un grupo diminuto de parlamentarios del CCD. Con 34 votos sobre 80, se pretende cambiar las normas electorales establecidas por una ley orgánica o sea sólo modificable con un mínimo de 41 votos. En la nueva disposición, aprobada a la carrera y promulgada a la velocidad del rayo por el presidente del gobierno militar, se limitan a dos los personeros especializados, cuando son 47 los centros de cómputo esparcidos por todo el territorio nacional, y se crea un nuevo formato de cédula electoral que estaba prohibido en la legislación anterior: la colocación de la fotografía de los candidatos en los votos. Una costumbre colombiana y de algunos otros países que, sin embargo, se presta a suspicacias en el Perú –donde estaba prohibida por ley– porque justamente la larga campaña electoral del presidente y candidato se inició hace más de un año con el reparto constante de almanaques, con su foto, por todo el territorio peruano, y a lo que ahora se sumará la distribución, en víspera del acto electoral, al iniciarse el año escolar, de varios millones de cuadernos con el escudo nacional y ¡la foto de Fujimori a todo color! Este gasto lo cubrirá naturalmente el Tesoro y nadie sabe hasta ahora quién paga los calendarios con la imagen de Fujimori en todas las poses y vestimentas del folclor peruano. Lo único que se sabe con certeza de estos calendarios es que no llevan pie de imprenta, lo que es obligatorio, por ley, en el Perú. Mientras que, por lo bajo, se dice que los almanaques son impresos en Sanmarti, una imprenta, privatizada a precio de ganga, dirigida por un nisei que sería hombre de paja de Yoshiyama, el Nº 2 del régimen.
Serán, pues, muy poco transparentes las próximas elecciones peruanas. Y a lo anterior había que añadir, entre otras muchas irregularidades, que más de la mitad del electorado habita en las zonas declaradas en emergencia por causa del terrorismo que, al parecer, ha sido ya vencido. Ese control militar -en muchos lugares ya innecesario- ha producido la muerte de un dirigente aprista, asesinado por una patrulla policial en el norte, y el abaleamiento por soldados del Ejército a una comitiva de Acción Popular, integrada por la fórmula presidencial completa del partido del ex presidente Belaúnde.
También el Jurado Nacional de Elecciones, que da la impresión de estar prestándose a una pantomima teatral, haciendo de enemigo de Fujimori en la ficción –propone leyes y disposiciones que el CCD cambia a su gusto–, ha puesto un grano de arena muy grande en el entrabamiento del proceso: el control de los servicios de computación del recuento de votos ha sido otorgado por el JNE a una empresa que fue representante de ‘Wang’, pero que hoy no tiene más respaldo que un capital de 80 mil soles y una casita medio desocupada por sede. A esa diminuta sociedad, propiedad de un nisei, se le dio calificación mayor que a la IBM ¡en capacidad técnica y en solvencia económica!... Más tarde el CCD añadió el límite de dos personeros, técnicos en electrónica –cuando son 47 los centros de cómputo– por cada fórmula presidencial. Eso se llama torear al alimón.
Y como debe ser infinita la caja de sorpresas electorales que nos tiene reservadas el gobierno militar que preside Fujimori, en días pasados una subprefecta –Ruth Benavente– puso en evidencia que no eran perla aislada los oficios del prefecto de Huánuco instando a sus funcionarios a hacer campaña por la reelección de Fujimori. La subprefecta da cuenta detallada a sus superiores – uno de ellos ministro de Estado– sobre las actividades que ha desarrollado en favor de la reelección de Fujimori. ¿Cuántas indiscreciones se seguirán descubriendo en estos meses? ¡Los secretos por revelar parece que serán interminables!
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