CANTA CLARO
Por Francisco Igartua
El ejemplo argentino
y la crisis peruana
No es cierto que, como dice PPK, en el Perú todo se amelcocha, se amazamorra, insinuando que aquí nunca pasó ni pasará nada. Es esta una visión antigua, perversamente optimista. Hoy, dentro de esa viscosa realidad, hay nuevas variables que permiten avizorar un mañana diferente y más que incierto. No hay duda de que, si observamos con los ojos del pasado, sería fácil asegurar el desenlace del actual desgobierno en el que hemos caído luego de la salida en falso de los militares y la entrega del Ministerio de Educación a la comprobada eficacia política (no educativa) del partido Patria Roja, controlador del sindicalismo magisterial, solo confrontado por Pucallacta, un partido más rojo que Patria Roja. Mientras que la mayoría de maestros calla por miedo y porque la huelga le abre alguna esperanza de mejorar su suerte.
Frente a esta realidad –fallo estrepitoso del "¡basta ya!" presidencial y la inminente politización de los colegios–, la salida tradicional hubiera sido (antes de que se firmaran los 40 puntos que pondrán en manos del SUTEP la educación nacional) un golpe militar que detendría el problema, pero dejando intactas las causas de esas rebeldías. Hoy, semejante "solución" no es posible por razones evidentes; salvo que los EE UU vuelvan a viejas andadas y decidan que la redención peruana salga de los cuarteles, con lo cual habríamos vuelto a la “normalidad" que decía Martín Adán, o sea, a la mazamorra a la que se refiere PPK ¿Que esta decisión sería incongruente con el apoyo abierto del Departamento de Estado al candidato Toledo?... Sí, pero para los imperios la congruencia es muy elástica A estas provincias sudamericanas nos queda, pues, poco margen para hacer política propia.
Dentro de ese margen es que me aventuraré a puntualizar las posibles variantes de esta angustiosa situación. Por lo pronto, es totalmente equivocado creer que las decenas de miles que se manifestaron el martes en las calles de Lima y otras ciudades del país representan a las mayorías nacionales. Estas se pronuncian en las ánforas, no en las calles.
Lo que indican esas marchas es que la izquierda radical, cercana al senderismo, va tomando fuerza y podría alcanzar significativa presencia en el próximo Parlamento. Sin embargo, ¿habrá próximo Parlamento?... Me temo que no, Porque si, como es de prever, del desgobierno pasamos al caos, a la anarquía, no habrá elecciones. Se abrirá, un vacío de poder que, como siempre y en todas partes (De Gaulle en el 56), lo llenará la fuerza, no necesariamente militar en este caso. Esas minorías que capturan las calles podrían esta vez reemplazar a las milicias. Algo indeseable cuyo casi único remedio está en que los dirigentes nacionales adviertan que el gran problema peruano (la aguda presión social) lo tienen que enfrentar sin medias tintas, poniendo de lado los imbéciles dimes y diretes en los que están sumergidos. Y un paso indispensable para ello –no como solución, sino como gesto que abra las puertas del diálogo sincero entre los de arriba y los de abajo– es seguir el ejemplo del presidente argentino y reformular revolucionariamente el Presupuesto (no maquillarlo a la limeña), así como borrar cédulas vivas y otras vivezas. Es una aberración clamorosa que, frente al hambre de policías, maestros y enfermeras, haya muchos –muchísimos– funcionarios públicos que ganan miles de dólares mensuales; con derroche, además de viajes, custodios, propaganda.
A todo esto habría que añadir algo que, no por alambicado, deja de ser realista ¿por qué no puede haber un primer ministro jefe de gobierno, dejando que el Presidente ejerza como jefe de Estado? Sería un paso desesperado, avalado por la urgencia, que podría poner orden al desorden en el que vivimos.
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