Ni siguiera se ha preocupado el general López Trigoso en meditar que no cabe explicación racional a la creación de la Sexta Región, justo al momento en que han cesado las hostilidades. No se le ha ocurrido pensar que el aparato administrativo de una región hubiera sido plausible r hace tres años, como paso preventivo, como respuesta a las noticias dejas primeras infiltraciones ecuatorianas; y no ahora, después del fracaso en el desalojo del invasor, cuando ya están presentes los garantes en la zona y se está cumpliendo el acuerdo de paz de Itamaraty. No se ofende el general López Trigoso porque “lo hayan pasado de jefe operativo a jefe de administración. Le han bastado las palabras consoladoras del ‘Patton’ peruano. Palabras dichas -y esto tampoco lo ha advertido el general López Trigoso- no como rectificación a la infamia, sino porque el presidente Fujimori y su entorno se dieron cuenta de que la operación de embarre a López Trigoso, sin duda ordenada por ellos, iba a terminar embarrando al ‘Patton’ peruano, al estratega supremo de la guerra y la diplomacia, ya que estaban demasiado frescas las declaraciones del propio Fujimori de que él y nadie más que él ordenaba los bombardeos aéreos -por algo perdimos nueve naves aéreas- y trazaba en los mapas los avances de las tropas (ver crónica ‘Fujimori, el padre del desastre’ en páginas 24 a la 28).
La táctica del engaño y la mentira se ha ido desgastando con las evidencias de la guerra -demistificadoras de las victorias de Fujimori-y las descomunales metidas de pata diplomáticas, coronadas con la revelación de que el Perú se armó en 1975 para atacar a Chile ¡Un presidente del Perú acusando al Perú de haberse preparado para agredir a su vecino! Algo inaudito que, en cualquier país del mundo, inhabilitaría para ejercer cargo público a quien haya caído en semejante torpeza. ¡Difícil hallar una muestra mayor de ineptitud para aspirar a ser estadista!
Sin embargo, no faltan, sobran los peruanos que se quedan desconcertados frente a alguien que les dice que va a votar por Pérez de Cuéllar.
-¿Acaso el Perú no está ahora mucho mejor que antes? -es la simplista y abobada respuesta de estos fujimoristas de hueso colorado.
Como _si la mejoró económica del país y la erradicación del terrorismo -hechos ciertos aunque sujetos a análisis- fueran suficiente razón para perpetuar en la presidencia a una persona que ha dado muestras de ser superactivo, autoritario y, a la vez, obediente a las directivas de la cúpula militar -que es como, lo prueban los cuadernos de “Pajarillo Verde” publicados por OIGA, la que decidió acabar con el terrorismo y la que ordena que sea la derecha la que lleve el timón en cuestiones económicas-; pero persona que también ha probado no estar en capacidad de manejar diplomáticamente las tratativas de paz que se inician con Ecuador, ser inepto para conducir las negociaciones que se avecinan sobre la deuda externa y no tener voluntad ni competencia para corregir las distorsiones del programa económico. Programa con buena brújula, pero incapaz, hasta hoy, de generar empleos productivos. Programa sin imaginación, sin sentido social, sin cerebro propio. Simple ejecutor autómata de las recetas que nos impone el no necesariamente infalible Fondo Monetario y, peor todavía, programa que toma en cuenta las normas generales del mercado, pero rindiéndose ante la beatería que hace del mercado -tan imperfecto como toda obra humana- el nuevo e intocable Dios del Universo.
¿De dónde sacará el país la entereza necesaria para no caer en el abismo de la reelección de un ciudadano que ha dado prueba plena del pobre límite de su capacidad? ¿Dónde estarán las reservas morales que impidan tamaño error?
¡Pobre Perú!
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